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Evaluación, diagnóstico y rehabilitación 4 5 6 7 Evaluación, diagnóstico y rehabilitación Begoña González (coord.) 8 9 Relación de autores Introducción 1. Daño cerebral adquirido: definición, epidemiología y clasificación fose Ignacio Quemada Ubis 1.1. Definición e historia reciente 1.2. Epidemiología 1.3. Clasificación 1.3.1. Severidad, 1.3.2. Tiempo transcurrido desde la lesión, 1.3.3. Tipo de secuelas, 1.3.4. Edad, 2. Etapas en el proceso de rehabilitación del daño cerebral adquirido Elena Muñoz Marrón, Ainara Aramburu Gamarra 2.1. Etiología del daño cerebral adquirido 2.2. Consecuencias del daño cerebral adquirido 2.3. Fases del abordaje en el daño cerebral adquirido 2.4. Características de una intervención eficaz 2.5. Fase crítica 2.5.1. Descripción y lugar de intervención, 2.5.2. Necesidades terapéuticas de la fase crítica, 2.6. Fase aguda 10 https://booksmedicos.org 2.6.1. Descripción y lugar de intervención, 2.6.2. Necesidades terapéuticas de la fase aguda, 2.7. Fase subaguda 2.7.1. Descripción y lugar de intervención, 2.7.2. Necesidades terapéuticas de la fase subaguda, 2.8. Fase postaguda 2.8.1. Descripción y lugar de intervención, 2.8.2. Necesidades terapéuticas de la fase postaguda, 2.9. Fase crónica 2.9.1. Descripción y lugar de intervención, 2.9.2. Necesidades terapéuticas de la fase crónica, 3. La rehabilitación multidisciplinar: unidad de daño cerebral Paulina Oliva Navarrete 3.1. Definición de rehabilitación 3.2. Profesionales implicados 3.3. Objetivos en una unidad de daño cerebral 3.3.1. Objetivos generales, 3.3.2. Objetivos específicos, 3.4. Etapas de la rehabilitación y equipos que intervienen 3.4.1. Fase aguda: hospital general, 3.4.2. Fase subaguda: régimen hospitalario en una unidad de daño cerebral, 3.4.3. Fase postaguda: régimen ambulatorio en una unidad de daño cerebral, 3.4.4. Fase crónica: mantenimiento, 11 https://booksmedicos.org 3.5. Objetivos tras el alta de una unidad de daño cerebral 3.5.1. Integración social, 3.5.2. Reintegración laboral, 3.5.3. Reintegración escolar, 3.6. Recursos asistenciales después del periodo rehabilitador 3.6.1. Centros de día y residencias, 3.6.2. Casos especiales: estado vegetativo persistente y trastorno conductual, 4. Evaluación y rehabilitación neuropsicológica Begoña González Rodríguez, Juan Luis Blázquez Alisente, Marcos Ríos Lago 4.1. Procesos cognitivos 4.1.1. Atención, 4.1.2. Velocidad de procesamiento, 4.1.3. Memoría, 4.1.4. Lenguaje, 4.1.5. Percepción y gnosias, 4.1.6. Praxias, 4.1.7. Funciones ejecutivas, 4. 1.8. Emoción y problemas de conducta, 4.2. Objetivos 4.3. Evaluación neuropsicológica 4.3.1. Consideración de aspectos previos a la evaluación, 4.3.2. Fases en la valoración neuropsicológica, conductual y emocional, 4.3.3. Entrevista inicial, 12 https://booksmedicos.org 4.3.4. Valoración cognitiva, 4.3.5. Valoración conductual, 4.3.6. Valoración emocional, 4.3.7. Elaboración del perfil neuropsicológico, 4.4. Rehabilitación neuropsicológica 4.4.1. Rehabilitación de la orientación y procesos atencionales, 4.4.2. Rehabilitación de la memoria, 4.4.3. Rehabilitación de las funciones ejecutivas, 4.4.4. Rehabilitación de las habilidades perceptivas y espaciales, 4.4.5. Rehabilitación de las habilidades práxicas, 4.5. Alteraciones conductuales y modificación de conducta 4.5.1. Técnicas de modificación de conducta, Caso Clínico 1. Descripción del caso, 2. Evaluación, 3. Objetivos y diseño del programa de intervención, 4. Resultados de la intervención, 5. Evaluación y rehabilitación en terapia ocupacional Sonsoles Baños Herraiz, Irene González Sanz, Fernando Santoro Domingo 5.1. Objetivos 5.1.1. Actividades de la vida diaria (AVD), 5.1.2. Objetivos de la teTapia ocupacional en DCA, 5.1.3. Plan de intervención de terapia ocupacional en personas con DCA, 13 https://booksmedicos.org 5.2. Evaluación 5.2.1. Valoración funcional, 5.2.2. Aspectos a valorar, 5.2.3. Proceso de valoración, 5.2.4. Herramientas e instrumentos de valoración, 5.3. Rehabilitación 5.3.1. Intervención en las distintas fases, 5.3.2. Intervención sobre las AVD, 5.3.3. Intervención con familia y cuidadores, 5.3.4. Intervención sobre accesibilidad y elementos de apoyo, 5.3.5. Uso terapéutico de la actividad. Ejemplos prácticos, Caso Clínico 1. Descripción del caso, 2. Evaluación, 3. Objetivos y diseño del programa de intervención, 4. Resultados de la intervención, 6. Evaluación y rehabilitación en logopedia Ana Lucía Pérez Cachón, Cristina de la Orden Acevedo, Patricia Ontiveros Fernández de Retana 6.1. Alteraciones del lenguaje 6.2. Alteraciones del habla 6.3. Alteraciones de la deglución 6.4. Objetivos 14 https://booksmedicos.org 6.4.1. Objetivos con los pacientes, 6.4.2. Objetivos con las familias, 6.5. Evaluación 6.5.1. Evaluación del lenguaje en DCA, 6.5.2. Evaluación de los tornos motores del habla en DCA, 6.5.3. Evaluación de disfagia rógena en DCA, 6.5.4. Protocolo inicial de evaluación logopédica en DCA, 6.6. Rehabilitación 6.6.1. Rehabilitación de las alteraciones de lenguaje asociadas a DCA, 6.6.2. Rehabilitación de los trastornos motores del habla, 66.3. bilitación de la disfagia, Caso Clínico 1. Descripción del caso, 2. Evaluación, 3. Objetivos y diseño del programa de intervención, 4. Resultados de la intervención, 7. Evaluación y rehabilitación en fisioterapia Ana Isabel Useros Olmo, Alicia Hernando Rosado, María Arribas Gómez 7.1. Objetivos 7.2. Evaluación 7.2.1. Evaluación en fisioterapia, 7.3. Rehabilitación 7.3.1. Métodos y técnicas de tratamiento en fisioterapia neurológica, 15 https://booksmedicos.org Caso Clínico 1. Descripción del caso, 2. Evaluación, 3. Objetivos y diseño del programa de intervención, 4. Resultados de la intervención, 8. Aspectos psiquiátricos del daño cerebral adquirido Álvaro Huidobro Pérez-Villamil 8.1. Objetivos 8.2. Evaluación 8.2.1. Información general sobre el DCA, 8.2.2. Evaluación trica del DCA, 8.2.3. Herramientas psicométricas para la evaluación psiquiátrica en DCA, 8.3. Delirium 8.4. Depresión 8.5. Apatía 8.6. Desinhibición e impulsividad 8.7. Ansiedad, agitación y agresividad 8.8. Irritabilidad 8.9. Negativismo 8.10. Labilidad emocional 8.11. Psicosis 8.12. Ideas obsesivas 8.13. Falta de conciencia de enfermedad 16 https://booksmedicos.org 8.14. Cambio de personalidad 9. Psicofarmacología en el daño cerebral adquirido Álvaro Huidobro Pérez-Villamil 9.1. Manejo general de los psicofármacos 9.2. Mitos y creencias sobre los psicofármacos 9.3. Principales grupos de psicofármacos 9.3.1. Antidepresivos, 9.3.2. Ansioliticos e hipnóticos, 9.3.3. Estimulantes, 9.3.4. Antiepilépticos, 9.3.5. Antipsicóticos, 9.3.6. Otros psicofármacos, Caso Clínico 1. Descripción del caso, 2. Evaluación, 3. Objetivos y diseño del programa de intervención, 4. Resultados de la intervención, 10. Daño cerebral y familia Margarita Pascual Darlington 10.1. Variables específicas derivadas del DCA 10.2. Variables comunes con otras enfermedades crónicas 10.2.1. Ventajas de la atención global, 10.2.2. Condiciones necesarias del cuidador principal, 17 https://booksmedicos.org 10.3. Objetivos 10.3.1. Objetivos generales, 10.3.2. Objetivos comunes, 10.4. Evaluación 10.5. Intervención 10.5.1. Intervención en el daño primario, 10.5.2. Intervención en el daño secundario, Caso Clínico 1. Descripción del caso, 2. Evaluación, 3. Objetivos y diseño del programa de intervención, 1 1. Trabajo social y daño cerebral adquirido Concepción Alvarez García 11.1. Objetivos 11.2. Evaluación 11.3. Rehabilitación 11.3.1. Apoyo terapéutico a las familias, .3.2.11 Orientación y derivación hacia trámites y recursos administrativos, Caso Clínico 1. Descripción del caso, 2. Evaluación, 3. Objetivos y diseño del programa de intervención, 4. Resultados de la intervención, 18 https://booksmedicos.org 12. Caso clínico desdeun enfoque multidisciplinar David de Noreña Martínez, Cristina Arias Calderón, Marta González de Antonio, Pedro Serrano López-Terradas, Ma Carmen Solorzano Menéndez 12.1. Descripción del caso clínico 12.2. Metodología de trabajo y rehabilitación 12.2.1. Fase subaguda inicial: estado de mínima conciencia, 12.2.2. Fa- se subaguda secundaria: amnesia postraumática, 12.2.3. Fase postaguda secundaria: paso de hospitalización a ambulatorio, 12.3. Evolución y situación actual 12.4. Conclusiones Bibliografia 19 https://booksmedicos.org 20 https://booksmedicos.org Begoña González Rodríguez (coord.) Neuropsicóloga de la unidad de daño cerebral ambulatoria del Hospital Beata María Ana de Madrid. Consultora del área de Psicología Básica de la Universitat Oberta de Catalunya. UOC. (Barcelona). Jose Ignacio Quemada Ubis Profesor en la Facultad de Psicología de la Universidad de Deusto y director de la Red Menni de Servicios de Daño Cerebral. Elena Muñoz Marrón Profesora del área de Psicología Básica de la Universitat Oberta de Catalunya. UOC. (Barcelona). Ainara Aramburu Gamarra Neuropsicóloga en el Centro Polibea-Rehabilitación de Madrid. Paulina Oliva Navarrete Médico Rehabilitador. Coordinadora de la unidad de daño cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid. Juan Luis Blázquez Alísente Neuropsicólogo de la unidad de daño cerebral ambulatoria del Hospital Beata María Ana de Madrid. Psicoterapeuta gestalt. Marcos Ríos Lago Profesor de Psicología de la Atención en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia). Neuropsicólogo en la unidad de daño cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid y en el área de Neuroimagen de la Unidad de Investigación Proyecto Alzheimer (UIPA. Fundación CIEN-Fundación Reina Sofía). Sonsoles Baños Herraiz Terapeuta Ocupacional de la Unidad de daño cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid. 21 https://booksmedicos.org Irene González Sanz Terapeuta Ocupacional de la Unidad de daño cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid. Fernando Santoro Domingo Terapeuta Ocupacional de la Unidad de daño cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid. Ana Lucía Pérez Cachón Logopeda de la Unidad de daño cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid. Cristina de la Orden Acevedo Logopeda de la Unidad de daño cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid. Patricia Ontiveros Fernández de Retana Logopeda de la Unidad de daño cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid. Ana Isabel Useros Olmo Fisioterapeuta de la unidad de daño cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid. Profesora del Departamento de Fisioterapia, Terapia Ocupacional, Rehabilitación y Medicina Física de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Alicia Hernando Rosado Fisioterapeuta de la unidad de daño cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid. Profesora Asociada en Universidad Alfonso X "El Sabio" de Madrid. María Arribas Gómez Fisioterapeuta de la unidad de daño cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid y en el Colegio de Educación Especial Fundación Numen. Álvaro Huidobro Pérez-Villamil Psiquiatra del área 11 de la Comunidad de Madrid (Hospital "12 de octubre"). Profesor Contratado en la Universidad San Pablo - CEU de Madrid. Margarita Pascual Darlington 22 https://booksmedicos.org Psicóloga de familias de la Unidad de Daño Cerebral del Hospital Beata María Ana de Madrid. Concepción Alvarez García Jefa del Departamento de Trabajo Social del Hospital Aita Menni de Arrasate- Mondragón. David De Noreña Martínez Neuropsicólogo en la unidad de daño cerebral hospitalaria del Hospital Beata María Ana de Madrid. Consultor de la Universitat Oberta de Catalunya. UOC. (Barcelona). Revisor en Revista de Neurología. Cristina Arias Calderón Logopeda en la unidad de daño cerebral hospitalaria del Hospital Beata María Ana de Madrid. Marta González de Antonio Fisioterapeuta en la unidad de daño cerebral hospitalaria del Hospital Beata María Ana de Madrid. Pedro Serrano López-Terradas Terapeuta Ocupacional en la Unidad de daño Cerebral hospitalaria del Hospital Beata María Ana de Madrid. Ma Carmen Solorzano Menéndez Fisioterapeuta en la unidad de daño cerebral hospitalaria del Hospital Beata María Ana de Madrid. 23 https://booksmedicos.org 24 https://booksmedicos.org El daño cerebral adquirido (DCA) supone una interrupción en la vida social, laboral y familiar, tanto de la persona afectada como de su entorno. En la actualidad, gracias a los avances médicos es posible salvar una mayor cantidad de vidas tras la presencia de un DCA. Esta mejora de los servicios médicos y el aumento de la supervivencia de los afectados han provocado, sin embargo, la presencia de un creciente número de personas afectadas de daño cerebral con el consiguiente abanico de limitaciones que esto puede suponer. Todo ello da lugar a un incremento en el número de discapacidades y personas dependientes. En la actualidad el DCA supone un problema sociosanitario de primera magnitud, progresivamente en crecimiento e implicando a un rango de la población en edad laboral. Según datos del Ministerio de Sanidad y consumo, cada cuatro minutos se produce un ingreso por daño cerebral en España, esto supone 144.692 ingresos hospitalarios anuales (35.000 por traumatismos craneoencefálicos y 109.692 por enfermedades cerebrovasculares). Según el estudio Deficiencia, Discapacidad y Estado de Salud del Instituto Nacional de Estadística, se estima que en España existen más de 300.000 afectados con carácter crónico de daño cerebral. La importancia que el DCA tiene en nuestra sociedad va cobrando mayor relevancia, otorgándose progresivamente la atención que se necesita. Es por ello que el Consejo de Ministros declaró que fuera el 26 de octubre el día nacional del DCA. Si bien, a pesar de que cada vez se producen mayores avances en este aspecto, es importante destacar los aspectos deficitarios que se trabaja por conseguir por parte de las asociaciones de familiares de afectados por DCA, tales como: aumentar los recursos sociosanitarios dirigidos no solo a salvar las vidas sino al proceso de rehabilitación temprano, intensivo, integral y personalizado, aumento de las ayudas socio sanitarias dirigidas al afectado y su familiar o creación de un modelo de atención sociosanitaria al daño cerebral adquirido, que garantice la continuidad y coordinación asistencial desde la fase crítica de la enfermedad hasta la reintegración social. En este sentido, el 15 de octubre de 2007, el Instituto de servicios sociales (IMSERSO) publicó, un documento marco sobre el tema Modelo de atención a las personas con daño cerebral, a partir de la constitución de un grupo de expertos en la atención a las personas con DCA. Los objetivos fundamentales fueron establecer las principales necesidades que plantea este colectivo. Tales como: prevención y tratamiento de las complicaciones derivadas de la lesión cerebral, rehabilitación de las discapacidades resultantes, selección y entrenamiento en el uso de ayudas externas, diseño de las adaptaciones del entorno, entrenamiento para la reincorporación al mundo laboral, promoción de la participación social, atención a la sobrecarga de los familiares, provisión de una vivienda digna, formación a cuidadores de personas con daño cerebral y apoyo psicoterapéutico a familiares (Ministerio de trabajo y 25 https://booksmedicos.org asuntos sociales, 2007). La puesta en marcha de unidades especializadas en DCA y la creación de programas de tratamientos especializados, prematuros, intensivos y multidisciplinares es de vital relevancia de cara a garantizar la máxima recuperación y reducción del número de secuelas con el fin de intentar reintegrar al afectado a la sociedad. En este aspecto, el trabajo multidisciplinar supone la coordinación entre diferentes profesionales con un objetivo común - la persona afectada y su entorno - lo que implica llevar a cabo una labor en interacción constante, bajo objetivos comunes y modificables progresivamente en funciónde la mejoría del paciente. Esta labor, así como la especificidad de las consecuencias del DCA, hace que todas las disciplinas implicadas requieran de una mayor especialización, conocimientos y experiencia para el abordaje de estas patologías. El objetivo de este manual es reflejar la importancia de una realidad social creciente en nuestros tiempos como es el DCA, así como la relevancia que tiene cada uno de los profesionales implicados en la rehabilitación de esta afectación, a saber: neurología, psiquiatría, medicina física, enfermería, neuropsicología, psicología clínica, logopedia, fisioterapia, terapia ocupacional y trabajo social, entre otros. Con esta finalidad se ha intentado plasmar el papel que juega cada una de las disciplinas mencionadas y el modo de actuación tan específico que es necesario llevar a cabo en esta población, tanto desde el punto de vista de la evaluación como de la rehabilitación, así como la relevancia que el trabajo de unos profesionales tiene sobre otros, cuya interacción hace imprescindible el trabajo multidisciplinar. Cabe mencionar como uno de los eslabones fundamentales durante el proceso rehabilitador y durante su reintegración social, laboral y personal el papel de la familia del afectado por DCA, por ello se considera indispensable contar con un profesional especializado y dirigido al cuidado especial de la familia; es por ello que se ha considerado relevante incluir varios capítulos en este manual donde se plasma el abordaje a las familias afectadas. La rehabilitación en población infantil no ha sido incluida en este manual dado que ha sido considerado lo suficientemente extenso y relevante como para dedicar una mención especial en otro manual dedicado exclusivamente a ello. Destacar que este libro es el fruto de la experiencia, conocimientos y dedicación de profesionales que trabajan en beneficio de la rehabilitación y máxima recuperación de este colectivo. Un agradecimiento especial a todos ellos, al esfuerzo constante de los pacientes y a la importante labor de sus familias. 26 https://booksmedicos.org Finalmente dedicar este libro a la memoria de nuestro compañero y maestro Juan Manuel Muñoz Céspedes. Parte de este libro es gracias a la investigación, motivación y trabajo constante que Juan Manuel realizó en el campo de la rehabilitación del daño cerebral adquirido. Begoña González Rodríguez 27 https://booksmedicos.org 28 https://booksmedicos.org 1.1. Definición e historia reciente El término daño cerebral adquirido (DCA) hace referencia a un grupo de pacientes que tienen como característica común la de haber sufrido una lesión cerebral que irrumpe en su desarrollo vital. Como consecuencia de ello se ponen de manifiesto secuelas que afectan de manera significativa a los niveles de autonomía de la persona, y modifican también los equilibrios de las familias. El daño cerebral marca un antes y un después en las personas y en las familias que se ven afectadas. Una primera dificultad en el concepto es la definición de "discapacidad significativa" o "secuela con impacto significativo". Este aspecto no está escrito en ningún documento oficial. Mientras que muchos casos no ofrecen duda, los más leves pueden estar sujetos a debate. A continuación se recoge una lista de las consecuencias que determinan de manera inequívoca que alguien que ha sufrido una lesión cerebral pase a ser considerado una persona con daño cerebral: cualquier nivel de dependencia o de necesidad de ayuda en la realización de las actividades básicas de la vida diaria (aseo, vestido, control de esfinteres, alimentación, desplazamientos); la pérdida de la capacidad laboral o la necesidad de cambiar de puesto de trabajo; en el caso de un niño en edad escolar, la necesidad de contar con mucho más apoyo o con una adaptación curricular; los cambios de personalidad que el entorno identifica como clara consecuencia de la lesión cerebral y que provocan rupturas de relaciones familiares o sociales. Aunque en este primer acercamiento al concepto de "daño cerebral adquirido" se ha utilizado el término genérico de lesión cerebral, la realidad es que son dos las etiologías de lesión cerebral que contribuyen a la casi totalidad de casos de adultos con discapacidad significativa: traumatismos cráneo-encefálicos (TCE) e ictus. Hay otras etiologías que también dan lugar a DCA tales como los tumores cerebrales, las meningo- encefalitis y las múltiples causas de anoxia cerebral (ahogamiento, apnea, intoxicaciones, parada cardíaca). Su contribución cuantitativa es todavía pequeña, aunque en el caso de los tumores cerebrales, creciente. La problemática del daño cerebral se gestó a finales de la década de los 80 y comienzos de los 90. Por aquel entonces la siniestralidad en accidentes de tráfico había adquirido proporciones muy preocupantes. En el año 1992, por ejemplo, se contabilizaron más de 5.000 muertes en las carreteras españolas, tal como se puede ver en la figura 1.1. Esto suponía casi 14 personas fallecidas al día. Desconocemos el dato de los lesionados graves pero es fácil deducir que serían muchas las personas con TCE 29 https://booksmedicos.org grave. Figura 1.1. Siniestralidad en accidentes de tráfico, 1992-2009 A la alta siniestralidad se le añadió en aquella época un extraordinario desarrollo de todas las técnicas de atención al paciente crítico y politraumatizado. Mejoró el transporte medicalizado, tanto en lo referente a velocidad de asistencia como en lo concerniente a la pericia técnica en las primeras fases. De forma paralela se fueron generalizando los servicios de medicina intensiva y las técnicas de monitorización de presión intracraneal e intervención neuroquirúrgica. La resultante de la combinación de alta siniestralidad y mejor atención médica en la fase aguda fue una mayor tasa de supervivencia de personas con lesiones severas. Muchas de estas personas eran jóvenes y presentaban una esperanza de vida dilatada. La sociedad española comenzaba a experimentar intensos cambios sociológicos que suponían una menor disponibilidad de cuidadores informales y se comenzó a generar una mayor exigencia de rehabilitación y atención a estas personas. Los primeros servicios especializados en la rehabilitación del daño cerebral se iniciaron en la década de los 90, y de igual manera surgió un importante movimiento asociativo que en 1995 desembocó en la creación de la Federación Española de Daño Cerebral (FEDACE). 1.2. Epidemiología 30 https://booksmedicos.org Contar y clasificar los casos con daño cerebral es una tarea difícil. Supone identificar y valorar la severidad y el tipo de discapacidad muchos meses después de que se ha producido la lesión cerebral. En la mayoría de los países no existen mecanismos de seguimiento de los casos candidatos a presentar daño cerebral; es por ello que sea algo más fácil hablar de incidencia (nuevos casos) de traumatismos e ictus y mucho más difícil dar cifras sobre prevalencia (casos con discapacidad significativa existentes en un momento dado) de daño cerebral. Casi la única fuente de información sobre prevalencia son los registros de personas con una minusvalía reconocida. En este capítulo vamos a acercarnos a la epidemiología del daño cerebral de manera progresiva: primero analizando algunas fuentes indirectas pero muy exactas como son las muertes en accidente de tráfico en las carreteras, segundo reflejando datos de incidencia de ictus y TCE de acuerdo a los registros hospitalarios y tercero analizando las pocas fuentes existentes sobre prevalencia. La evolución de la realidad del daño cerebral ha sido y sigue siendo dinámica. Gracias a la progresiva adopción de medidas preventivas, la siniestralidad en las carreteras no ha cesado de disminuir desde 1992 hasta 2009, como se ha podido analizar en la figura 1.1. En este último año los fallecidos en accidente de tráfico no han llegado a 2.000 personas. Para encontrar cifras similares de siniestralidad hay que remontarse al año 1964. Por aquel entonces circulaban 2 millones de cochespor nuestras carreteras, mientras que en 2009 eran 31 millones de vehículos. Son datos que nos han de animar a no cesar en el esfuerzo preventivo; coches más seguros, más nuevos y mejor mantenidos, generalización en el uso del cinturón de seguridad, más kilómetros de autopistas, eliminación de puntos negros, carnet por puntos, severidad en la observación de los límites de velocidad y en la abstinencia de alcohol son medidas con un efecto acumulado extraordinario. Los accidentes de tráfico no son la única causa de TCE grave. Los accidentes laborales y los deportivos contribuyen también a los números totales y van a requerir de estrategias preventivas específicas. La reducción de las muertes en accidentes de tráfico ha tenido su reflejo también en los ingresos hospitalarios por TCE. En el Informe del Defensor del Pueblo titulado "Daño cerebral sobrevenido en España, un acercamiento epidemiológico" publicado en 2006, se comparan los ingresos por TCE e ictus por cada 100.000 habitantes en 1992 y 2002, tal como se puede ver en la figura 1.2. Mientras que la tasa de ingresos por TCE pasa de 104 a 72, la de ictus sube de 142 a 266. En el incremento de los ictus juega un papel el progresivo envejecimiento de la población. Con estos datos se perfilan las tendencias actuales y el origen del problema hace ahora dos décadas. 31 https://booksmedicos.org Figura 1.2. Ingresos hospitalarios por ictus y TCE: tasas por 100.000 habitantes, años 1992 y 2002 En epidemiología se distinguen medidas que informan del número de nuevos casos por unidad de tiempo y a eso se llama incidencia, y medidas del número total de casos existentes en un momento dado en el tiempo, prevalencia. En el caso del daño cerebral adquirido el "caso" es el resultado de una evolución de una lesión cerebral que sobrevive pero presenta una discapacidad. El daño cerebral es un concepto que lleva implícito la necesidad de rehabilitación, cuidados, adaptación a una nueva realidad o merma de capacidades. Las medidas de incidencia que más se acercan al concepto de daño cerebral son los diagnósticos de alta hospitalaria denominados "ictus o TCE con probabilidad de secuelas" y que constan en los CMBD (conjunto mínimo básico de datos). Este conjunto de datos se han de recoger en todas las altas hospitalarias. Es un instrumento de introducción relativamente reciente y probablemente sujeto a variabilidad en la fiabilidad del proceso de cumplimentación. Por otro lado este concepto, "ictus o TCE con probabilidad de secuelas" no deja de ser una predicción que los médicos que trabajan en contextos de medicina aguda hacen sobre la previsible evolución del proceso. Los CMBD del año 2002 fueron estudiados en el Informe del Defensor del Pueblo, como puede verse en la figura 1.3. De los 109.692 ictus dados de alta ese año, los médicos responsables de los CMBD estimaron que 59.051 tenían probabilidad de mantener secuelas a largo plazo. En el caso de los TCE, la proporción de personas con probable secuela se redujo a casi un 20% del total. Si comprobáramos la exactitud de las 32 https://booksmedicos.org predicciones de discapacidad expresada en los CMBD, no sería extraño encontrar una buena correlación en los casos que presentan discapacidad motora y del lenguaje, y una correlación menos exacta en aquellos que presentan preferentemente cambios neuropsicológicos y de personalidad. En cualquier caso las tasas de nuevos casos con daño cerebral por ictus y por TCE en España son con estos datos de 143 y 15 por 100.000 habitantes respectivamente. En ambos grupos predominan los varones, de forma más clara en el caso de los TCE (67%) y de forma menos abrumadora en el caso de los ictus (54%). El estudio que ha abordado de forma más rigurosa la medición de la prevalencia y el coste económico del daño cerebral adquirido es el elaborado por Javier Mar y colaboradores (2009) y que lleva por título "la carga global del daño cerebral adquirido en el País Vasco y Navarra". Estos autores, llevaron a cabo una encuesta a personas y familias que habían sufrido ictus o TCE en el año 2006 en Guipúzcoa. A través de la misma estudiaron la incidencia de DCA al cabo de un año de haber sufrido una lesión cerebral. A partir de la incidencia, la mortalidad y la población global hicieron una predicción de prevalencia y supervivencia. Entrevistaron a 539 personas de un total de 723 que integraban la muestra diana: 361 con ictus y 178 con TCE. Con esta metodología, la incidencia por 100.000 habitantes para DCA secundario a ictus fue del 61,8% y para DCA consecuencia de TCE fue de 12,5%. Figura 1.3. Ictus y TCE con probabilidad de secuelas, CMBD 2002 La comparación con los datos derivados de los CMBD en España en 2002 arroja similitudes para los TCE (tasas de incidencia de 15 y 12,5 por 100.000 habitantes) e 33 https://booksmedicos.org importantes diferencias en el caso de los ictus (61,8 y 143 por 100.000 habitantes). Otro dato llamativo de este estudio son las diferencias de incidencia existentes entre Navarra y el País Vasco cuando se obtienen los datos de los CMBD, tal como se puede ver en la figura 1.4. Figura 1.4. Incidencia de ictus y TCE en la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra entre 2004 y 2007 Dada la similitud demográfica de ambas comunidades autónomas la discrepancia de datos obliga a plantearse si las diferencias proceden de la realidad clínica o del propio proceso de cumplimentación de los CMBD. Las tasas son siempre muy superiores en el País Vasco. Partiendo de estos datos de incidencia el cálculo de prevalencia del daño cerebral en ambas comunidades fue del 0,7% y el coste medio por individuo, sumando costes formales e informales, fue de 21.040 euros anuales. 1.3. Clasificación Cualquier ejercicio de clasificación remite a la determinación de criterios que permitan generar grupos dentro de un todo. En el caso de la problemática del daño cerebral los posibles criterios son múltiples. Algunos de ellos, muy importantes en las fases más agudas, carecen de relevancia cuando la finalidad de la acción es rehabilitar o cuidar. Es el caso de la etiología del daño cerebral, criterio clasificador fundamental en la planificación terapéutica inicial pero mucho menos relevante en fases posteriores. 34 https://booksmedicos.org En este capítulo la clasificación se orienta a ordenar la acción en las fases de rehabilitación y de apoyo social a largo plazo. Con este propósito en mente la realidad del daño cerebral puede calificarse de muy heterogénea; las variables que mejor capturan la variabilidad en la fase de rehabilitación y cuidados son la severidad, el tiempo trascurrido desde la lesión, el tipo de secuelas y la edad de las personas. 1.3.1. Severidad Veamos los extremos de esta dimensión de manera que podamos hacemos una idea del rango de problemas que se contemplan. El estado vegetativo persistente puede tener origen anóxico, vascular o traumático y define el estado de máxima severidad. Plantea dificultades máximas a la hora de planificar la rehabilitación ya que no se han descubierto estrategias eficaces para ayudar a salir de dicho estado. En el extremo opuesto, el de las secuelas leves, se sitúan personas que mantienen intacta su autonomía en todas las actividades de la vida diaria pero tienen alguna dificultad para completarlas igual que antes de la lesión. Ejemplos de este tipo de dificultades son la mayor lentitud para realizar las actividades, la incapacidad de hacer dos actividades simultáneamente, la fatiga prematura, la pérdida de campo visual, la reducción de destreza en una mano o la menor fluidez en el discurso. En medio de estos dos extremos se presentan situaciones con niveles variables de dependencia física o de necesidad de supervisión; algunas personas son capaces de mantener sus trabajos previos, otros sólo son capaces de integrarse en talleres de empleo protegido, o de asistir a un centro de día. Estas limitaciones son consecuencia de combinaciones de limitaciones motoras, neurosensoriales, cognitivas y de comunicación. 1.3.2. Tiempo transcurridodesde la lesión Parece muy obvio cuando se escribe sobre un papel pero no lo es en el día a día: "la intensidad de la rehabilitación y la forma como se planifica el futuro de la persona con daño cerebral no puede ser igual en el mes 3 que en el año 3". Es totalmente cierto que algunos profesionales de la medicina sentencian con demasiada rapidez y ligereza el pronóstico de la persona con daño cerebral, normalmente para subrayar una dolorosa desesperanza y un gran escepticismo hacia la rehabilitación. Pero no es menos cierto que terapeutas, personas con daño cerebral y familias tienden a dilatar en el tiempo la toma en consideración de que hemos de afrontar un techo en la recuperación de funciones. Estas realidades contrapuestas obligan a una reflexión que nos ayude a generar algunos consensos globales en relación a la duración e intensidad de la rehabilitación y a la posterior planificación de cuidados y de apoyo social. El documento técnico "Modelo 35 https://booksmedicos.org de atención al daño cerebral" publicado por el IMSERSO en 2007 afronta estas cuestiones y mantiene como primer principio vertebrador de la acción el de garantizar la continuidad de cuidados dentro del recorrido sanitario del paciente y en su posterior tránsito por la red de apoyo social. Para una descripción más detallada de los servicios sanitarios y sociales que se proponen se remite al lector a dicho documento que puede consultarse en la web del Ministerio de Sanidad y Política Social. 1.3.3. Tipo de secuelas Que la problemática sea fundamentalmente conductual o motora marca tipos de ayuda radicalmente distintos. La preservación de capacidades cognitivas y máxima discapacidad motora ilumina la señal de "tecnología de la integración" como conjunto de herramientas que contribuyen a la autonomía. La situación opuesta, buenas capacidades motoras y máxima discapacidad cognitiva, obliga a supervisión muy continuada. Estos son solo dos ejemplos de cómo la diferente combinación de secuelas determina un abanico de necesidades distinto. Los tipos de secuelas pueden agruparse en nivel de alerta, control motor, recepción de información, comunicación, cognición y el ámbito de la personalidad y el control emocional. Algunos problemas derivados de un nivel de alerta alterado son permanentes, el estado vegetativo persistente por ejemplo, otros son reversibles, tal es el caso de la confusión postraumática. Los problemas de control motor son los más conocidos: hemiplejia, temblor, ataxia. También la comunicación tiene una secuela estrella como es la afasia. Sin embargo los problemas que afectan a la recepción de información son menos conocidos (hemianopsia, anosmia, anestesia, pérdidas auditivas, tinitus) como tampoco estamos acostumbrados a contemplar el control de las emociones, la conducta social o la competencia intelectual como producto directo de la actividad cerebral. A lo largo del libro se irán abordando respuestas de los diferentes terapeutas a algunos de estos problemas. Aquí se presenta el abanico sólo con el fin de dar una visión de conjunto que ayude en la planificación de la respuesta social. 1.3.4. Edad El daño cerebral lo presentan niños, adultos y ancianos. La respuesta no puede ser la misma. En el caso de los niños la implicación de los padres y del mundo de la escuela es máxima, mientras que en el caso de personas octogenarias algunas de las formas de soporte social se van a solapar con las existentes para otras discapacidades ligadas a la edad. En edades avanzadas la lucha por la recuperación de autonomía se va a detener antes que en el muchacho de 20 años. A ello contribuyen hechos biológicos como la menor plasticidad cerebral del anciano y hechos demográficos como que a la persona joven con amplia expectativa de vida le vamos a pedir máximo esfuerzo para lograr 36 https://booksmedicos.org autonomía, mientras que en el caso del anciano la exigencia va a ser menor. Las diferentes combinaciones de las variables aquí esbozadas determinan necesidades sanitarias y sociales diversas. La respuesta se desplegará en forma de unidades de rehabilitación con equipos multidisciplinares, tanto hospitalaria como ambulatoria, de centros de día, de pisos protegidos, de programas de integración laboral y ocupacional, y mediante la asistencia a domicilio. En muchos casos varias de estas formas de asistencia van a ser necesarias en distintos momentos en el tiempo y la coordinación y seguimiento de los casos se plantea como un reto central. Evitar discontinuidades y percepción de abandono es uno de los ámbitos de mejora que las familias nos vienen señalando como más necesario. 37 https://booksmedicos.org 38 https://booksmedicos.org 2.1. Etiología del daño cerebral adquirido Tal y como se ha comentado en capítulos anteriores, el daño cerebral adquirido (DCA) hace referencia a una lesión producida de forma súbita en alguna o varias estructuras cerebrales, afectando en mayor o menor medida al tejido cerebral. Esta lesión puede tener diferentes etiologías; entre las más frecuentes se encuentran las siguientes: a) Traumatismo craneoencefálico (TCE) Lesión producida por un golpe o trauma de carácter violento en el cerebro, lo que hace que este choque con las diferentes paredes internas del cráneo. Normalmente implica pérdida de conciencia tras el trauma. Las causas más frecuentes de este tipo de lesiones son los accidentes de tráfico, laborales, de práctica deportiva y otro tipo de caídas. Los TCE se pueden clasificar atendiendo a su severidad (leve, moderado, grave...), la localización del daño (TCE frontal, occipital, etc.) o según el mecanismo de acción (TCE abiertos, en los que un objeto penetrante atraviesa el cráneo y lesiona el cerebro, como por ejemplo un proyectil metálico, y TCE cerrados, en los cuales la lesión se produce como consecuencia de un golpe violento, como por ejemplo el producido en una caída). b) Accidente cerebrovascular o ictus (ACV) Lesión producida por una interrupción o alteración del flujo sanguíneo cerebral, cuyas consecuencias dependen del vaso sanguíneo afectado. En función de la etiología, los ACVs se clasifican en isquémicos (también denominado infarto cerebral) y hemorrágicos (hemorragia cerebral o apoplejía). Los primeros se producen debido a una obstrucción de alguna de las arterias que irrigan el cerebro, bien sea por la presencia de un émbolo (embolia cerebral) o por arterioesclerosis, dando lugar a la afectación del área cerebral que irrigaba la arteria implicada tales como arteria cerebral anterior, comunicante anterior, cerebral media, carótida interna, comunicante posterior, cerebral posterior, cerebelar superior, basilar, cerebelar anteroinferior, vertebral, cerebelar posteroinferior y espinal anterior. Los accidentes hemorrágicos se producen por la rotura de un vaso sanguíneo cerebral, cuya causa puede ser una malformación arteriovenosa congénita (aneurisma) o una subida brusca de presión arterial. e) Tumores cerebrales Crecimiento anómalo y descontrolado de células cerebrales (tumores primarios) o de 39 https://booksmedicos.org células tumorales que, localizadas en otras áreas del cuerpo producen metástasis cerebral. Tanto los tumores en sí como las diversas acciones que se realicen para su eliminación (como la cirugía o la radiación) pueden causar daños en el tejido cerebral que rodea al tumor. d) Anoxias o hipoxias Ambos términos hacen referencia a problemas de oxigenación en el cerebro durante un determinado periodo de tiempo, lo que se traduce en muerte neuronal del tejido cerebral. Tal y como es de suponer, cuanto más se prolongue en el tiempo la falta de oxígeno mayor será el daño causado. La falta total o casi total se denomina anoxia (y puede deberse a una disminución de la aportación sanguínea, por reducción de la hemoglobina, por la incapacidad tisular para fijar el oxígeno, etc.) mientras que la hipoxia se refiere a la disminución del aporte de oxígeno al cerebro. 2.2. Consecuencias del daño cerebral adquirido Las secuelas causadas por la apariciónde un daño cerebral son muy diversas. Pueden limitarse a la afectación mínima de una única función, en los casos más leves, o pueden afectar a todas las esferas de la vida del paciente, limitando su funcionamiento diario, su autonomía e independencia, sus relaciones familiares y sociales, su desarrollo laboral, etc. La gravedad de estas secuelas, y la recuperación de las mismas dependerá de diferentes factores, tales como el tipo y la gravedad de la lesión, la parte del cerebro dañada, la extensión de la lesión, el estado premórbido de la persona afectada, y de determinadas variables sociodemográficas del sujeto (por ej. edad, nivel educativo, etc.). Las consecuencias iniciales tras un DCA pueden situarse en un continuo en cuyos polos se sitúan el coma profundo en un extremo, y en el otro la recuperación hasta un nivel similar o idéntico al previo a la lesión. Entre ambos polos existe una gran variedad de grados de afectación, entre los que se encuentran, de mayor a menor gravedad, el estado vegetativo, el estado de mínima conciencia y toda una amplia gama de alteraciones y déficit físicos, cognitivos, conductuales y emocionales que determinan un mayor o menor grado de dependencia, discapacidad y minusvalía de la persona que ha sufrido el daño cerebral. Cuadro 2.1. Estados de conciencia alterados 40 https://booksmedicos.org Puesto que a lo largo del presente manual diferentes capítulos se centrarán en la descripción e intervención de las alteraciones que aparecen tras un DCA, a continuación se hará una escueta mención a las mismas. a) Déficit motores y sensoriales Entre las secuelas motoras es frecuente observar la presencia de alteraciones en la bipedestación, la marcha, el equilibro, el control postural, la motricidad gruesa y fina de una o varias extremidades y el movimiento y control de la cabeza. En los casos más graves esta alteración produce una incapacidad total, de manera que, por ejemplo puede llegar a perderse la movilidad de uno o ambos miembros superiores o inferiores, dificultades en la deambulación o en el control postural. En la esfera sensorial puede aparecer una falta de sensibilidad en alguna parte del cuerpo e incluso la persona puede perder, total o parcialmente, la funcionalidad de alguno 41 https://booksmedicos.org de los sentidos. b) Déficit cognitivos Dependiendo del área afectada por el daño cerebral, las alteraciones cognitivas serán más patentes en una u otra función cognitiva, pero, en términos generales, las alteraciones más frecuentes que pueden aparecer tras un DCA son déficit perceptivos, atencionales, reducción en la velocidad de procesamiento, dificultades en la adquisición de nueva información y en la capacidad de aprendizaje, dificultades praxicas, de lenguaje y de las denominadas funciones ejecutivas, que engloba aspectos tales como el razonamiento, resolución de problemas, conducta dirigida a metas...). c) Alteraciones emocionales y conductuales Los cambios de carácter o personalidad son habituales tras un DCA, especialmente si el daño afecta al lóbulo frontal. Estos cambios pueden ofrecer dos perfiles diferenciados y prácticamente contrarios. Por un lado, la persona puede mostrar una acusada falta de inhibición o autocontrol (desinhibición conductual que se refleja en la realización de conductas incontroladas e irreflexivas, como por ejemplo decir todo lo que se te pase por la cabeza sin tener en cuenta si es apropiado ni adecuado a las normas sociales, realizar conductas de riesgo, comer de manera compulsiva, etc.). Por el contrario, hay pacientes que muestran un exceso de control y una iniciativa conductual pobre, mostrando apatía, anhedonia, agotamiento, ausencia de expresiones emocionales, etc. Además, en la esfera emocional, puede encontrarse una mayor presencia de irritabilidad y labilidad emocional respecto al nivel previo, manifiesto en cambios bruscos del estado de ánimo, respuestas bruscas de ira, frustración, etc., así como síntomas de carácter depresivo, tales como tristeza, desesperanza, etc. Todo esto hace que en las personas con daño cerebral sea prioritario trabajar los aspectos emocionales desde el comienzo del proceso rehabilitador. d) Ausencia de conciencia de las dificultades En muchos casos, las personas con DCA no son conscientes de las limitaciones o dificultades causadas por la lesión, alteración denominada anosognosia. El hecho de que el paciente presente anosognosia es de gran importancia, puesto que es habitual que la persona rechace cualquier tipo de ayuda o tratamiento, dado que puede percibir una ausencia de dificultades cognitivas o cambios conductuales y por tanto considerar como no necesario el proceso rehabilitador. Esto hace que la intervención y el cuidado supongan mayores dificultades para llevarlas a cabo reduciéndose la eficacia del tratamiento rehabilitador, dada la escasa motivación y participación del paciente. 2.3. Fases del abordaje en el daño cerebral adquirido 42 https://booksmedicos.org La intervención tras la aparición de un daño cerebral adquirido debe entenderse, y abordarse, como un largo proceso de rehabilitación integral y continuo, que comienza cuando la persona afectada llega al hospital, normalmente por la vía de urgencias, y que se extiende durante un periodo de tiempo considerable, alargándose en muchas ocasiones de por vida. Una vez que la estabilidad médica del paciente está garantizada se debe continuar el tratamiento, adecuando la intervención a la fase en la que se encuentre la persona afectada. A lo largo de todo el proceso es imprescindible llevar a cabo evaluaciones periódicas, puesto que sin ellas no se estará en condiciones de determinar la fase de rehabilitación en la que se encuentra el paciente y, por lo tanto, no se podrán adecuar los objetivos, la metodología y las acciones concretas a las necesidades reales del sujeto. De este modo, atendiendo a las necesidades específicas que presente cada persona, se conseguirá reducir al máximo su grado de discapacidad y se garantizará una óptima calidad de vida. En las diferentes fases se deben plantear objetivos terapéuticos diferentes y adaptados a la evolución del paciente, lo que implicará la necesidad de recursos asistenciales de diverso calado, que sean complementarios y que se coordinen al máximo, con el fin de asegurar el paso adecuado de una fase a otra de manera adecuada. Así, se pueden distinguir diferentes fases o etapas: •Fase crítica: Estabilización médica y preservación de la vida del sujeto •Fase aguda: Tratamiento hospitalario •Fases subaguda y postaguda: Tratamiento hospitalario y ambulatorio Fase crónica: Tratamiento ambulatorio, centro de día, hogar del paciente...) Esta clasificación no es compartida por todos los autores y profesionales del sector, los cuales plantean diferentes clasificaciones de entre 3 y 5 etapas, debido a que los criterios para establecer las diferentes fases pueden ser muy variados (el tiempo desde la lesión, los recursos de los que dispone el centro en el que el autor desarrolla su labor profesional, las mejoras del paciente, etc.). El criterio más adecuado para establecer las fases en las que se debe organizar la intervención tras el DCA es la evolución de la persona afectada, y por este motivo se ha considerado adecuado el establecimiento de cuatro etapas, en cada una de las cuales se debe proporcionar un tratamiento específico en función del estado y evolución del paciente. En la figura 2.1. se presentan de manera esquemática las fases propuestas del proceso de rehabilitación tras un DCA. 43 https://booksmedicos.org En términos generales se presta mucha mayor atención, y se invierten mayor cantidad de recursos, a las personas que se encuentran en las fases crítica y aguda del proceso, lo que implica que las consecuencias a largo plazo del daño cerebral no sean, en ocasiones, abordadas de manera adecuada. El modelo de intervención aquí expuesto intenta evitar este error, planteando un proceso de recuperación global (atendiendo a las diferentes etapas), encadenado(facilitando la transición de una fase a la siguiente), integral (teniendo en cuenta todas las esferas de la vida) y orientado a la consecución de un óptimo nivel de independencia y calidad de vida de la persona afectada. 44 https://booksmedicos.org Figura 2.1. Fases del proceso de rehabilitación tras un DCA. 2.4. Características de una intervención eficaz La recuperación de las alteraciones causadas por el DCA depende en gran medida del programa de intervención que se lleve a cabo. Es evidente que no todos poseen la misma eficacia, por lo que a continuación se detallan aquellas características imprescindibles 45 https://booksmedicos.org para que la rehabilitación sea eficaz y eficiente. •Temprano: los efectos positivos de la intervención son mayores cuanto antes se inicie la rehabilitación. •Personalizado, individualizado: el patrón de alteraciones de las personas con DCA es muy heterogéneo, tanto en relación a la afectación como en el curso evolutivo que seguirá la misma, por lo que el tratamiento proporcionado debe adecuarse a las necesidades específicas de cada paciente. Es conveniente que los objetivos de la intervención se establezcan de acuerdo con el paciente y su familia, puesto que la implicación, motivación y participación del afectado y su familia son fundamentales para la consecución de buenos resultados. •Holístico e integral: el tratamiento debe tener un carácter bio-psico-social, interviniendo en el aspecto físico, cognitivo y emocional, así como en el familiar, social y laboral, por lo que es necesario que abarque tanto al paciente como a su familia y cuidadores. •Interdisciplinar y especializado: es imprescindible para proporcionar una asistencia de calidad que la intervención sea llevada a cabo por profesionales altamente cualificados y en un marco de interdisciplinariedad, en el cual el equipo rehabilitador esté formado por profesionales de diferentes áreas que trabajen de forma coordinada y colaboradora. •Continuo y encadenado: la intervención ha de adaptarse a las fases del proceso de recuperación del paciente gracias al establecimiento de objetivos y técnicas específicas para cada una de ellas y debe facilitar la transición de una fase a la siguiente. •Ecológico: el programa de intervención debe centrarse en actividades relevantes para el paciente, con el fin de proporcionar una mejora funcional que se refleje en aquellos aspectos de la vida cotidiana que sean más significativos para el afectado y su entorno más cercano. Es conveniente realizar parte de la intervención en el entorno propio del paciente, pero esto no siempre es posible. 2.5. Fase crítica Los avances médicos existentes en la actualidad permiten disminuir en gran medida las muertes tras la aparición de un daño cerebral, incluso en casos muy severos. Este hecho conlleva que, en muchas ocasiones, sobrevivan personas con alteraciones muy severas y con un pronóstico incierto. El proceso de recuperación tras la aparición sobrevenida de un daño cerebral se inicia en el hospital. Normalmente las personas que sufren este tipo de alteraciones de la salud entran en contacto con el hospital por la vía de urgencias, siendo, por tanto, el objetivo 46 https://booksmedicos.org principal de esta etapa la estabilización de la condición médica del paciente. 2.5.1. Descripción y lugar de intervención Esta primera fase intrahospitalaria se produce a partir de la aparición del daño cerebral, por lo que la gravedad de la situación del paciente es muy alta. Durante esta fase el paciente suele permanecer hospitalizado en la unidad de cuidados intensivos (UCI) o acaba de abandonarla y se encuentra en algún servicio de alta especialización (por ejemplo las unidades específicas de daño cerebral). Tras la lesión es frecuente que aparezca una alteración en el nivel de consciencia del paciente, pudiendo variar su estado desde el coma hasta la recuperación total de funciones, pasando por el estado vegetativo, estado de mínima conciencia o diversos grados de alteración de la conciencia. La duración de la fase crítica depende de la severidad de la lesión pero, en términos generales, abarca todo el tiempo que la persona pasa en la UCI más dos o tres meses tras la salida de dicha unidad. 2.5.2. Necesidades terapéuticas de la fase crítica La principal necesidad terapéutica en esta fase es la estabilización de la condición médica del paciente. Para conseguirla es necesario un tratamiento médico especializado, el cual suele incluir intervenciones neuroquirúrgicas y un control exhaustivo de las posibles complicaciones (neurológicas, respiratorias, de alimentación, infecciones, etc.). Una vez conseguida la estabilización se pueden dar varias situaciones, las cuales requieren una intervención profesional diferente: a)Pacientes que no recuperan la conciencia y permanecen en coma o en estado vegetativo persistente. b)Pacientes que recuperan (o no han perdido) la conciencia pero que han sufrido lesiones cerebrales, que se hacen patentes en alteraciones de diversa índole (ej. motoras, cognitivas, emocionales, conductuales...), y necesitan permanecer hospitalizados dada la gravedad del daño. c)Pacientes que tras la intervención médica adecuada en el momento crítico del daño no necesitan permanecer en un régimen de hospitalización y pueden seguir, en caso de necesitarlo, un tratamiento de carácter ambulatorio. En todos los casos es de gran importancia el establecimiento precoz de un programa de rehabilitación integral. Los pacientes que se encuentran en esta fase de recuperación, 47 https://booksmedicos.org además de las alteraciones físicas, cognitivas, conductuales, etc. que presentan, se encuentran en una situación de alto riesgo de padecer complicaciones derivadas de la lesión cerebral sufrida, tales como crisis comiciales, dificultades respiratorias, úlceras por presión, deformaciones articulares... por lo que el abordaje terapéutico en esta fase debe incluir la prevención y seguimiento de dichas complicaciones. De manera paralela a la prevención de dichas complicaciones potenciales es fundamental comenzar con la implantación de programas específicos de recuperación de funciones básicas, entre los que destacan los siguientes: a)Programas de mejora de la sedestación y verticalización. b)Implantación de sistemas alternativos de alimentación (sonda nasogástrica, gastrostomía...). c)Programas de estimulación sensorial: el objetivo de estos programas es la estimulación de los sentidos de forma individual o conjunta. La eficacia de estos programas no está bien establecida, tal y como queda reflejado en la Revisión Cochrane realizada, en 2007, por Lombardi y sus colaboradores. En este primer momento tras la lesión, es fundamental estimar la gravedad de la lesión, para ello es frecuente aplicar la Escala de Coma de Glasgow (GCS; Teasdale y Jennett, 1974; 1976), la cual permite (junto con la duración del coma y la duración de la amnesia post-traumática) hacer una estimación de la gravedad del daño y pronosticar la futura recuperación cognitiva y funcional del paciente. Esta escala, constituye una herramienta eficaz para la evaluación de la consciencia de los pacientes, y debe administrarse lo antes posible tras el daño cerebral (dentro de las 24 horas posteriores a la lesión). La consciencia es valorada a partir de tres parámetros: respuesta ocular, respuesta motora y respuesta verbal. A cada parámetro se le asigna el valor correspondiente dependiendo de la respuesta del paciente, para finalmente sumar la puntuación en los tres y realizar la interpretación (aunque la respuesta motora es el parámetro predictivo más significativo) (Zafonte et al., 1996). Las puntuaciones mínima y máxima, respectivamente, que se pueden conseguir son 3 y 15, tal como puede verse en el cuadro 2.2. Cuadro 2.2. Escala de Coma de Glasgow (GCS; Teasdale y Jennett, 1974 ; 1976). 48 https://booksmedicos.org A partir de la puntuación obtenida se puede clasificar a los pacientes de la siguiente manera (esta clasificación puede variar en unpunto en función de los autores que propongan la clasificación): -Daño cerebral leve: 14 - 15 -Daño cerebral moderado: 9 - 13 -Daño cerebral severo: < 8 La duración del coma, medida en horas o días durante los cuales la puntuación alcanzada en la GCS es inferior a 8 puntos, constituye un indicador fiable de la gravedad de la lesión y de la recuperación de las secuelas (Wilson, Vizor y Bryant, 1991). Este periodo de coma, parece tener un mayor poder predictivo en los pacientes que presentan un estado grave, mientras que no parece ser tan eficaz en personas que salen del coma en las primeras 6 horas después de sufrir el daño (Muñoz Céspedes et al., 2001). 49 https://booksmedicos.org Por último, la amnesia post-traumática (APT) se define como el periodo de tiempo durante el cual el paciente no es capaz de recordar información de manera consistente sobre las actividades cotidianas que ha realizado el día anterior (Goldstein y Levin, 1995). Existen diferentes medidas de la ATP, entre las cuales se encuentran el test de orientación y amnesia de Galveston (GOAT, Levin, Grossman y O'Donnell, 1979), el Cuestionario para la evaluación de la amnesia postraumática (Artiolos, Briggs, Newcombe et al., 1980) o la Escala de amnesia postraumática de Westmead (Shores, Sansanam y Batchelor, 1986) entre otros. Existe, según diferentes investigaciones, relación entre la APT y otras variables medidas después de la lesión, como el funcionamiento cognitivo (Mazzucchi et al., 1992), alteraciones psicosociales (Cifu et al., 1997) o la situación laboral (Cifu et al., 1997). Algunos autores han realizado clasificaciones de la gravedad de la lesión en función de la duración de la APT, descritas en el cuadro 2.3. Cuadro 2.3. Clasificación de la gravedad de la lesión en función de la duración de la APT según Jennet y Teasdale (1981) y Bond (1990). Diversos autores (por ej. Katz y Alexander, 1994) han encontrado la existencia de relación entre la puntuación inicial en la Escala de Coma de Glasgow, la duración del coma y el periodo de amnesia post-traumática. Esta relación es negativa entre la GCS tanto con la duración del coma como con el tiempo de APT, mientras que es positiva entre la duración del coma y el periodo de APT (Muñoz-Céspedes et al., 2001). En conclusión, cuanto más profundo sea el grado del coma (estimado a partir de la puntuación de la GCS), más tiempo permanezca el paciente en este estado y más largo 50 https://booksmedicos.org sea el periodo de APT mayor será la severidad del daño cerebral sufrido, y por lo tanto los déficit causados por el mismo, y peor será el pronóstico de recuperación. 2.6. Fase aguda Una vez que la estabilidad del paciente está garantizada y el riesgo de complicaciones ha disminuido, es importante que se inicie de forma precoz el proceso de rehabilitación, tanto de los procesos funcionales como de los cognitivos y conductuales, siempre y cuando las características del paciente lo permitan. 2.6.1. Descripción y lugar de intervención Esta segunda fase comienza cuando el paciente ya ha superado la fase crítica y se muestra neurológicamente estable, por lo que el riesgo de complicaciones derivadas de la lesión es menor. Durante esta fase el paciente continúa ingresado en el hospital pero, generalmente, es trasladado de la unidad de cuidados intensivos (UCI) a planta. Esta estancia hospitalaria es fundamental tanto para asistir al propio afectado como para conseguir una mejor adaptación de su familia y su entorno más cercano. 2.6.2. Necesidades terapéuticas de la fase aguda Cuando se produce una lesión cerebral y se superan los procesos traumáticos que la acompañan, existe un periodo de recuperación espontánea, en el cual diferentes funciones alteradas pueden irse recuperando, sin que esta recuperación pueda ser atribuida a la intervención realizada a nivel profesional. Por ello, es importante que desde el principio se trabaje y estimule al paciente con el fin de conseguir los máximos beneficios, potenciando dicha recuperación. Así mismo, tiene un papel fundamental en esta etapa la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse a la nueva situación minimizando los efectos de la lesión a través de cambios estructurales y funcionales. Estos procesos de recuperación son mayores en los primeros meses posteriores a la lesión, pero pueden continuar a lo largo del tiempo y en ellos intervienen diferentes factores como son la edad y el género del afectado, la etiología de la lesión, la extensión de la misma, el tiempo transcurrido desde su instauración o la dominancia cerebral, entre otros factores. La principal necesidad terapéutica en esta fase es iniciar de forma precoz la rehabilitación (que en ocasiones ha comenzado durante la fase crítica) con el objetivo de mejorar las capacidades del paciente, potenciando la recuperación espontánea y aprovechando la plasticidad cerebral. Es fundamental que la intervención tenga un carácter transdisciplinar, que sea realizada por profesionales especializados 51 https://booksmedicos.org (neuropsicólogo, fisioterapeuta, logopeda, terapeuta ocupacional, etc.) y que se adecue a las características y necesidades de cada paciente. La intervención irá dirigida tanto al paciente como a su familia, puesto que la aparición de un daño cerebral suele generar la desestructuración del entorno familiar, alterando las relaciones existentes, los roles desempeñados por cada uno de los miembros, los proyectos futuros, etc., por lo que requerirá una intervención específica. Normalmente, en la fase crítica no ha sido posible realizar una valoración en profundidad por lo que es en este momento cuando los diferentes profesionales implicados deben realizar una evaluación exhaustiva con el objetivo de conocer qué funciones están alteradas, cuáles permanecen preservadas y plantear objetivos para desarrollar un programa de rehabilitación individualizado. Los problemas motores y de lenguaje son los que generalmente se aprecian de una forma más evidente en esta fase, siendo los problemas cognitivos y conductuales más difíciles de reconocer y los que finalmente generan mayores dificultades. La rehabilitación física tiene un papel fundamental, pero también se debe iniciar la rehabilitación tanto de los aspectos cognitivos como conductuales, siempre y cuando las características del paciente lo permitan y muestre cierta capacidad de colaboración y participación. Estas características serán las que van a guiar la intensidad del tratamiento. La orientación del paciente se suele mostrar muy alterada tanto a nivel espacial (desconoce el lugar en el que está) como temporal (desconoce el día en el que vive) y personal (desconoce su edad, tiene problemas para reconocer a personas cercanas, etc.). A su vez, existe una severa afectación de la capacidad atencional y una presencia de elevada fatigabilidad. Además, es frecuente que el paciente desconozca qué le ha sucedido. Todo esto suele llevar a que el paciente, en esta fase, se muestre confuso y agitado e incluso en algunas ocasiones pueda mostrar conductas de agresividad. Por todos estos motivos es muy importante seguir las siguientes recomendaciones durante la intervención en esta fase: •Proporcionar al paciente un entorno adecuado, sin demasiados estímulos a los que deba atender ni muchos distractores presentes. •Favorecer su orientación generando rutinas diarias y explicando en todo momento lo que va a hacer, con quién está y dónde se encuentra. •Realizar periodos de descanso frecuentes con el fin de evitar la fatiga y la frustración. Es importante resaltar que en esta fase la rehabilitación debe centrarse en la restauración de las funciones alteradas, interviniendo directamente sobre ellas con el fin 52 https://booksmedicos.org de alcanzar un rendimiento lo más normalizado posible. Además, es fundamental jerarquizar la intervención de funciones básicas a complejas y priorizar las alteraciones que más problemas causan en la vida diaria del paciente, siempre adaptándose al grado deatención y colaboración del paciente. En definitiva, lo más relevante en esta etapa es iniciar una intervención precoz adecuada con el objetivo de mejorar las capacidades del paciente, aprovechando la plasticidad cerebral y la recuperación espontánea características de esta fase. 2.7. Fase subaguda En la fase subaguda, el paciente ya ha superado las etapas crítica y aguda, en las que corría peligro su vida y había riesgo de complicaciones, pero aun continúa necesitando una rehabilitación de carácter intensivo y especializado. Es frecuente que se produzca una discontinuidad asistencial, aspecto valorado de manera muy negativa tanto por los afectados como por sus familiares, además de, por supuesto, por los profesionales del área. 2.7.1. Descripción y lugar de intervención Esta tercera fase comienza cuando el paciente ha avanzado de manera significativa en su rehabilitación y puede participar y colaborar de una forma más activa y participativa. En este momento, normalmente, el afectado ya no necesita continuar ingresado en el hospital, pero aun requiere atención hospitalaria a nivel ambulatorio, asistencia en un centro de rehabilitación especializado, aunque en algunas ocasiones (cuando el déficit funcional continúa siendo muy severo) puede seguir requiriendo atención en una unidad de neurorrehabilitación en régimen hospitalario. 2.7.2. Necesidades terapéuticas de la fase subaguda El principal objetivo terapéutico de esta fase es continuar con una rehabilitación transdisciplinar intensiva con el objetivo de mejorar todas las capacidades del paciente y procurar el máximo nivel de autonomía. La intervención, al igual que en la anterior fase (aguda), también irá dirigida tanto al paciente como a su familia. Se debe continuar prestando atención al impacto del daño cerebral sobre la familia, proporcionando información y apoyo ante la nueva situación e intentando facilitar una vida diaria más normalizada. Es importante llevar a cabo una evaluación exhaustiva, con el objetivo de comprobar las mejoras y los logros que se han conseguido en la etapa aguda y así poder adecuar la intervención a las necesidades actuales del paciente y realizar un seguimiento apropiado de su evolución. 53 https://booksmedicos.org La intervención en esta fase debe seguir intentando restaurar las funciones alteradas, siempre que sea posible, pero hay que tener en cuenta que el objetivo fundamental es buscar la mayor funcionalidad del paciente, por lo que, si no se puede restablecer una función, será necesario compensarla o sustituirla. Otro de los objetivos en esta etapa es conseguir una apropiada readaptación tanto domiciliaria como social. La familia asume todos los cuidados desde el ámbito domiciliario y, generalmente, aparecen más problemas derivados de la ausencia de conocimientos para manejar el nuevo estado, dando lugar a situaciones complicadas tanto para la familia como para el propio afectado. Aparte del apoyo y atención psicológica que es fundamental prestar a las familias, intervenir en este aspecto, informando y formando a las familias en el manejo de este tipo de situaciones e instruirles en habilidades de afrontamiento y pautas de modificación de conducta. Para facilitar la readaptación domiciliaria es fundamental disminuir las conductas disruptivas del paciente y hacer una intervención tanto de las alteraciones conductuales como emocionales que se produzcan en el ámbito domiciliario, ya que, generalmente provocan situaciones angustiosas que influyen en la consecución de una adecuada integración familiar. Atender al cambio de roles que se produce en el núcleo familiar y asesorar a los diferentes miembros de la familia en la actuación ante esta nueva situación, es uno de los focos de atención a los que se debe estar alerta. Hay que informar a la familia de los avances conseguidos por el paciente, así como ofrecerles pautas de actuación para intentar que el paciente generalice en el domicilio todo lo que ha conseguido aprender de forma individual en el centro de rehabilitación. Uno de los aspectos en los que se debe hacer especial hincapié, es la generación de rutinas diarias y pautas de comportamiento que favorezcan la adaptación a su entorno y minimicen los problemas que pueden ocasionarse en el hogar y en la comunidad. Generalmente, se produce un gran cambio en el marco de las relaciones sociales. Éstas se suelen ver disminuidas, restringiéndose, en muchos casos, a la familia y a las personas que forman su entorno de rehabilitación. Los déficit y las alteraciones que provoca el daño cerebral a nivel cognitivo, conductual, emocional y de comunicación influyen en la forma de relacionarse con los demás, viéndose disminuidas tanto la frecuencia como la calidad de las relaciones. Todo esto afecta de forma significativa en el afectado, provocando que pierda nuevas oportunidades de interacción social. Lo más importante en esta etapa se ha de continuar con una rehabilitación intensiva e individualizada de los procesos cognitivos, conductuales y funcionales con el objetivo de 54 https://booksmedicos.org mejorar las capacidades del afectado y conseguir el máximo nivel de autonomía y una adecuada readaptación a su entorno socio-familiar. 2.8. Fase postaguda Las autoras consideran fundamental su inclusión, ya que después de la etapa subaguda existe un periodo de tiempo importante en el que todavía no se han agotado las posibilidades de recuperación y la persona con DCA aun se puede beneficiar de una intervención específica. 2.8.1. Descripción y lugar de intervención El paciente ya puede permanecer en su domicilio de una forma más adecuada ya que no requiere de tantos cuidados médicos, siendo la familia la que asume todos los cuidados en este momento. Para que esto sea posible y la familia pueda realizar un manejo adecuado del afectado es importante que la persona con DCA no tenga alteraciones conductuales severas. El paciente, continúa con la rehabilitación iniciada en la fase subaguda, acudiendo a un centro especializado en régimen ambulatorio, en el cual seguirá un programa de intervención integral e individualizado ajustado a sus necesidades. 2.8.2. Necesidades terapéuticas de la fase postaguda Los recursos humanos y los criterios asistenciales son similares a los de la atención en la fase subaguda. Es decir, el paciente se encuentra en su domicilio y acude de manera ambulatoria a un centro de rehabilitación especializado en el que será atendido por un equipo multidisciplinar de profesionales que trabajará de forma conjunta sin olvidar el papel central que tienen tanto el paciente como su familia. El principal objetivo es continuar avanzando en la mejora de los aspectos funcionales, cognitivos y conductuales del afectado, conseguir el mayor grado de autonomía posible y promover una adecuada reinserción socio-familiar y procurar la reinserción laboral en los casos en los que fuera posible. Si no es así, se debería iniciar una búsqueda de recursos para un futuro que sean adecuados a las necesidades del paciente. Con frecuencia, el paciente ya no puede obtener una mejoría significativa a través de estrategias de restauración de las funciones en las que presenta limitaciones, por lo que la intervención se centrará más en la sustitución de las funciones alteradas por otras funciones que puedan asumir su papel y en la compensación de los déficit a través estrategias alternativas o ayudas técnicas externas. 55 https://booksmedicos.org Así, mientras que en las fases aguda y subaguda la intervención en las diferentes áreas está dirigida a la recuperación, restauración o reeducación de las funciones afectadas por la lesión o a su sustitución por otras funciones que no presentan alteraciones, en esta fase la intervención se debe encaminar hacia la compensación de las capacidades funcionales afectadas a través del uso de mecanismos o estrategias compensatorias. Del mismo modo que en la fase subaguda se hacía hincapié en la reinserción domiciliaria y social (que continuará en la presente etapa), enesta fase es fundamental comenzar, en la medida de lo posible, con la reinserción laboral. En la actualidad, tanto la comunidad profesional como científica está dirigiendo gran parte de sus esfuerzos en el estudio de las consecuencias que el DCA tiene en la reinserción laboral de los afectados, dado que los déficit y discapacidades que presentan suelen impedir la consecución de un empleo normalizado y productivo. Es imprescindible llevar a cabo acciones específicas que faciliten que las personas con DCA puedan optar a trabajos remunerados y productivos, puesto que esto repercute de manera muy positiva en la independencia del sujeto y mejoran en gran medida su calidad de vida (Muñoz-Céspedes, 1994). En conclusión, el objetivo principal de esta fase es continuar con la mejora de los aspectos funcionales, cognitivos y conductuales ya que todavía no se han agotado las posibilidades de recuperación, conseguir el mayor grado de autonomía posible y promover una adecuada readaptación socio-familiar y laboral si fuera posible. 2.9. Fase crónica El paciente se encuentra neurológica y funcionalmente estable; es decir, no se producen en él cambios significativos en su condición médica ni funcional, pero se requiere una intervención especializada con el fin de que no se agrave su situación. 2.9.1. Descripción y lugar de intervención Se trata de personas que requieren intervención para evitar que se agrave su discapacidad, evitar un mayor deterioro y para mantener en estado óptimo tanto las funciones preservadas como las recuperadas. Aún pueden aparecer mejoras puntuales, basadas fundamentalmente en la generación de estrategias alternativas de funcionamiento (compensación de las funciones) y en el uso de ayudas externas. Es esencial proporcionar en esta fase un programa de intervención eficaz encaminado, principalmente, a la consecución de la máxima independencia funcional de la persona, así como a su reinserción familiar, social y laboral. 56 https://booksmedicos.org La intervención que se proporciona en esta fase puede ser de varios tipos: •Consultas ambulatorias altamente espaciadas: suele tratarse de consultas de seguimiento, por lo que el afectado desarrolla su vida en su domicilio habitual y acude a la consulta especializada periódicamente. Cuanto más lejos se encuentre de la fase postaguda más distantes en el tiempo estarán programadas las consultas. •Centro de día: este tipo de recursos proporcionan al usuario atención y cuidado durante un tiempo limitado a lo largo del día, que suele abarcar desde primeras horas de la mañana hasta media tarde. Además, es un recurso fundamental para la familia, ya que permite que los cuidadores principales tengan un tiempo de descanso y respiro, sabiendo que su familiar está bien atendido. Por desgracia en España no se cuenta con recursos suficientes de estas características y los precios de los centros de día especializados son muy elevados. Este hecho hace que un gran número de personas con DCA en fase crónica se encuentren atendidos en residencias geriátricas o en centros de día de discapacitados físicos. •Residencias especializadas: los usuarios de estas residencias viven en ellas, bien en habitaciones individuales o compartidas, pero siempre en espacios que permiten una alta privacidad a la vez que facilitan las relaciones sociales, aspecto fundamental para las personas con DCA. Los profesionales que desempeñan su labor en estas residencias están altamente cualificados y especializados en la intervención en el daño cerebral. •Pisos tutelados: este tipo de recurso está especialmente indicado para jóvenes que son independientes para gran parte de las actividades de la vida diaria y los cuales pueden desenvolverse en el entorno más cercano y en la comunidad, pero que necesitan una supervisión y tutela profesional y especializada. •Centros ocupacionales y de empleo: en los primeros se llevan a cabo actividades de carácter formativo o productivo no remuneradas, mientras que en los centros de empleo, los afectados desarrollan una actividad laboral remunerada que les facilitará, en caso de que sea posible, la obtención de un empleo con apoyo o la inserción laboral ordinaria. Aunque en algunos casos la intervención en esta fase termina tras algún tiempo (dos o tres años) con mucha frecuencia el tratamiento de mantenimiento continúa a lo largo de toda la vida. 2.9.2. Necesidades terapéuticas de la fase crónica Un altísimo porcentaje de las personas con DCA se encuentran en esta fase, lo que representa un grave problema para sus familias dadas las importantes secuelas físicas, 57 https://booksmedicos.org conductuales, cognitivas, sociales, laborales, etc. que los afectados pueden presentar a lo largo de toda su vida. Las personas que se encuentran en la fase crónica están estables desde el punto de vista funcional y, aunque todavía puede obtener beneficios puntuales, la necesidad más evidente es frenar el deterioro y mantener la máxima independencia posible de la persona. La mayor parte de los afectados son en gran medida dependientes, lo que hace que requieran la ayuda de un cuidador al menos en algún momento del día y en determinadas actividades diarias (lavarse, comer, vestirse, desplazarse...), siendo su dependencia no sólo fisica, sino también cognitiva. Por este motivo, se deben proporcionar en esta etapa programas de intervención especializados y centrados en las necesidades a largo plazo de los afectados, intentando conseguir una vida independiente, un ocio y tiempo libre normalizado, una integración académica o profesional, etc. Entre las actividades que se suelen realizar con mayor frecuencia se encuentran las siguientes: •Actividades de estimulación cognitiva y talleres específicos de atención, memoria, funciones ejecutivas, habilidades sociales, historia de vida, etc. •Talleres de psicomotricidad, fisioterapia grupal y práctica de deportiva. •Actividades formativas tales como informática, ofimática, internet, mejora de la lectura y la escritura, expresión verbal, recuperación de los aprendizajes previos, etc. •Talleres ocupacionales, tales como cocina, costura, manejo del dinero, educación vial, habilidades manipulativas, etc. •Actividades de ocio y culturales: salidas a museos, bibliotecas, centros comerciales, visionado de películas, juegos de mesa... Es muy frecuente la intervención en grupo (no tan abundante en otras fases) puesto que, además de facilitar la proporción de intervención a un mayor número de usuarios, pone a prueba las técnicas enseñadas anteriormente de forma individual y permite generalizar los aprendizajes a situaciones más ecológicas y comunes, facilitando la interacción social y la mejora del comportamiento en comunidad, aspecto que se ha de tener muy en cuenta en las personas afectadas por DCA. 58 https://booksmedicos.org 59 https://booksmedicos.org 60 https://booksmedicos.org El daño cerebral es una lesión frecuente que afecta a personas de un amplio rango de edad. La etiología es muy variada, la causa más frecuente en jóvenes es la traumática y en personas mayores de 60 años la lesión vascular. En función de la edad y de la situación del paciente la rehabilitación irá dirigida hacia uno u otro objetivo pero siempre será recomendable que cada paciente tenga un programa de tratamiento ajustado a sus necesidades. Los programas deben estar siempre encuadrados dentro de un enfoque multidisciplinar, debido a que es habitual que durante el proceso de rehabilitación precisen de la valoración de otros profesionales o del asesoramiento de estos. Es necesario contar con centros en los que se aplique el tratamiento adecuado en cada caso y que este tratamiento sea llevado a cabo por equipos multidisciplinares. Pero el tratamiento de la lesión cerebral no empieza y termina en estos centros y va mucho más allá de lo que generalmente se entiende como un equipo rehabilitador compuesto por médico rehabilitador y terapeutas. El equipo debe estar formado por todos y cada uno de los profesionales nombrados a
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