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CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
autora: Renata Fragoso Coradin 
tutora: doctora arquitecta Zaida Muxí Martínez 
 
Máster Laboratorio de la vivienda del siglo XXI – 2008/2009 (5ª edición) 
Fundación UPC – Universidad Politécnica de Cataluña, Barcelona. 
 
conclusión: mayo de 2010 
 
dirección: Josep Maria Montaner + Zaida Muxí 
coordinación: Roser Casanovas 
 
revisión textos: Isabel Aparici 
ilustración portada: Graziela de Oliveira Becker 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
ÍNDICE 
 
 
 
 
ÍNDICE 03 PARTE IV 
 
PRESENTACIÓN 07 Conciencia de género en Brasil............................125 
 Pedregulho...........................................................126 
PARTE I La participación de Portinho.................................136 
 Relaciones............................................................139 
Una perspectiva de género......................................13 Parque Guinle.......................................................141 
Casa-Ciudad............................................................16 Dos proyectos, prioridades distintas.....................148 
El espacio doméstico...............................................17 
El espacio urbano....................................................20 
Desde el barrio.........................................................23 PARTE V 
Desde el edificio.......................................................31 
Desde la casa..........................................................34 De la década de 1940 a la contemporaneidad.....153 
 Edificio Japurá......................................................155 
 Vila Mara e Rio das Pedras..................................161 
PARTE II Reflexiones...........................................................169 
 
Urbanismo y género: El barrio de Gràcia.................47 
 PARTE VI 
 
PARTE III Experiencia 
 Concurso Premio Caixa – IAB 2008/2009............173 
El ejemplo de Viena.................................................77 
Frauen-Werk-Stadt I................................................82 
Frauen-Werk-Stadt II.............................................101 CONSIDERACIONES FINALES 185 
Frauen-Werk-Stadt III............................................111 
FWS I,II y III...........................................................120 BIBLIOGRAFÍA 189 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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AGRADECIMENTOS 
 
A Zaida, que me acompañó y me orientó en todo el proceso, gran responsable de la materialización de este trabajo. 
A mis padres, Luiz y Vanda, a mi hermana Roberta, a mi novio Rodrigo y a mi amiga y compañera en los desafíos de la 
profesión, Fabricia. Siempre me incentivaron y me apoyaron, y también han participado en la realización de esta tesina. 
A todos mis queridos compañeros del Máster, que han marcado de manera muy especial esta etapa de mi vida. 
 
 
 
 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
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PRESENTACIÓN 
 
 
CASA-CIUDAD, una perspectiva de género identifica ya desde el título los dos temas principales que se abordarán 
en la tesina. En primer lugar indagará en la relación entre la casa y la ciudad, y para hacerlo adoptará un punto de 
vista desde el cual explorar los vínculos que unen ambos espacios. 
 
La perspectiva de género implica adoptar una mirada que abarque todos los colectivos y no solo la dualidad 
femenino-masculino, a pesar de que puede dar esa impresión. En este caso, hablar de género es hacer referencia a 
grupos sociales bien diversos que engloban tanto hombres como mujeres, niños, jóvenes y ancianos, así como 
personas con discapacidades de cualquier tipo, respetando siempre las diversidades culturales. 
 
Así pues, es desde la perspectiva de estos colectivos tan variados que se plantea explorar la relación CASA-
CIUDAD. La ciudad es entendida aquí como barrio, como el espacio alrededor de nuestras casas, la ciudad próxima 
donde vivimos nuestro día a día y satisfacemos las necesidades de la vida cotidiana. Casas y ciudades son, al fin y al 
cabo, los espacios primordiales donde realizamos nuestras actividades diarias: vivimos, trabajamos, estudiamos, nos 
encontramos con otros, nos relacionamos, pensamos, actuamos, descansamos, etc. 
 
El concepto de género no se refiere a los sexos sino a los roles asignados a hombre y mujeres en su relación con 
diversas tareas y espacios, sobre todo con la generación de la necesidad de conciliar la realización de las tareas 
relacionadas con el mundo privado (trabajo reproductivo) y con el mundo laboral (trabajo productivo). Esta necesidad 
ha afectado directamente a las mujeres, pues el hecho de que las actividades relacionadas con el mantenimiento del 
espacio privado –la CASA– fueran asignadas a las mujeres hizo que fuéramos las primeras en reflexionar y 
reivindicar calidades espaciales que hiciesen posible la relación entre estos dos espacios. 
 
Como veremos, en el ámbito de la arquitectura las primeras reivindicaciones partieron de mujeres que, desde sus 
experiencias personales, reflexionaban sobre cuestiones como la relación entre los espacios interiores de sus casas 
y planteaban soluciones para obtener lugares más prácticos, agradables y adaptados a las tareas de la vida 
cotidiana. También profundizaban en la relación de continuidad existente entre este espacio interior y el exterior: el 
barrio y la CIUDAD. 
 
A pesar de todos los cambios sociales que estamos viviendo, las diferencias de género todavía no han sido 
superadas y aún hoy las mujeres son mayormente las responsables de las tareas del cuidado y mantenimiento de los 
hogares, tal y como corroboran las estadísticas: 
 
 
CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
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“La vida moderna no es tan moderna como la venden y es que, en pleno siglo XXI, las tareas del hogar siguen 
llevando nombre de mujer. Sólo en el 9,77% de los hogares catalanes hombres y mujeres comparten las tareas de 
forma igualitaria, mientras que en el 74,5% de los casos siguen siendo ellas quienes organizan lo que se tiene que 
hacer.” (Lopez, M., www.20 minutos.es, abril de 2010) 
 
 
 
Así pues, al hacer visibles las diferencias y valorar las necesidades cotidianas que condicionan nuestras vidas, este 
trabajo tiene como objetivo incentivar la reflexión sobre los espacios en que vivimos a partir de cuestiones como: 
 
¿En qué espacios queremos vivir? 
 
¿Cuáles son nuestros deseos y necesidades? 
 
¿Cómo sería una casa o una ciudad construida desde la perspectiva de género? 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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ESTRUCTURA 
 
La primera parte trata de conceptualizar la perspectiva de género e identifica las primeras participaciones de 
mujeres en la arquitectura. También define las relaciones entre los espacios públicos y los privados, y explora las 
condiciones que determinan nuestra actuación tanto en el espacio doméstico como en el urbano. Por último, 
desarrolla los criterios de género en tres escalas principales: el barrio, el edificio y la ciudad, identificando cómo los 
conceptos relacionados con el tema se presentan en cada uno de estos espacios. 
 
La segunda parte presenta un análisis sobre el barrio de Gràcia, en Barcelona, desde las necesidades de la vida 
cotidiana de un grupo variado de personajes que hipotéticamente viven en el barrio. Este análisis busca identificar 
qué características presenta el barrio en cuanto a la realización de las actividades del día a día y propone 
intervenciones basadas en los criterios desarrollados en el primer capítulo, buscando mejorar la calidad de vida de 
los habitantes del barrio. 
 
En la tercera parte se estudian tres ejemplos de proyectos modelocon respecto a la aplicación de los criterios de 
género: los Frauen-Werk-Stadt I, II y III, en la ciudad de Viena. Todos ellos fueron promovidos por el Departamento 
de género, incentivando la participación de las mujeres en la construcción de la ciudad, y tienen como objetivo 
principal hacer visibles y solucionar los deseos y las necesidades de la vida cotidiana desde la perspectiva de 
género. 
 
La cuarta parte explora el desarrollo de la conciencia de género en la arquitectura a partir de dos proyectos 
paradigmáticos en la arquitectura moderna brasileña de los años 1940-1950 en la ciudad de Rio de Janeiro. Se 
analizan el conjunto residencial Pedregulho y el Parque Guinle a partir de los criterios recogidos en este trabajo, 
buscando identificar qué características hay presentes en cada uno de ellos. Además este capítulo también señala y 
destaca la participación de Carmen Portinho en la realización del Pedregulho y sus aportaciones al proyecto. 
 
En la quinta parte se analiza otro proyecto de la década de 1940, ahora en la ciudad de São Paulo: el edificio 
Japurá, que, por ser contemporáneo de los dos proyectos anteriores, sugiere algunas relaciones y comparaciones en 
torno a las situaciones y necesidades que fueron determinantes en cada uno de ellos. Se estudia también otro 
conjunto de la década de 1990, el residencial Vila Mara e Rio das Pedras, que contó con la participación efectiva de 
sus habitantes en su construcción. 
 
La sexta parte describe, a partir de una experiencia personal, el proceso de concepción de la propuesta vencedora 
del concurso de ideas Premio Caixa–IAB 2008/2009. El proyecto, emplazado en la ciudad de São Paulo, combina la 
experiencia sobre la ciudad y la aplicación de los criterios aprendidos y trabajados en el máster Laboratorio de la 
vivienda del siglo XXI (5ª edición), también desgranados en este trabajo. 
 
 PARTE I 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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 13 
UNA PERSPECTIVA 
DE GÉNERO 
 
Hacer una tesina basada en la perspectiva de género es asumir que hombres y mujeres tienen concepciones y 
experiencias distintas en relación a los espacios en que vivimos. Si es así, para alcanzar el objetivo de construir una 
sociedad más equitativa y con mejores condiciones de vida para todos, deberíamos tener en cuenta y sacar provecho 
de esas diferencias. 
 
Los espacios no son neutros, no se puede hablar de su organización sin relacionarlos con las actividades que en 
ellos realizan hombres y mujeres en la vida cotidiana. Observando atentamente su configuración podemos notar que 
existe una estrecha relación entre espacios y cuestiones de género, así como entre los lugares y la asignación de 
roles y responsabilidades a los miembros de la sociedad. 
 
Las primeras reflexiones desde el feminismo sobre lugares y espacios aparecieron en el tránsito del siglo XIX al XX, 
con el movimiento de planificación urbana impulsado por algunas mujeres norteamericanas, coincidiendo con la 
primera hornada de los movimientos feministas. (Hayden en Bofill, 2005, pág.12). 
 
Así pues, desde mediados del siglo XIX ya es posible identificar la participación de las mujeres en la arquitectura, 
predominantemente en temas relacionados con la vivienda, con reflexiones y formulaciones de propuestas referentes 
a los espacios domésticos. 
 
 
 
“La vivienda, como espacio de responsabilidad y control asignado en la división de tareas según el género a la mujer, 
será el primero sobre el que incidirán las mujeres que, desde diferentes ámbitos, reflexionarán sobre los espacios de 
la vida cotidiana.” (Muxí, 2005, pág. 28) 
 
 
 
Es interesante destacar que estas primeras participaciones no partieron concretamente de profesionales graduadas 
sino de asistentes, clientes, teóricas, decoradoras o simplemente amas de casa que se dedicaron a reflexionar sobre 
la relación entre los espacios interiores y la realización de las tareas domésticas. 
 
Entre las primeras mujeres que trataron el tema de la vida doméstica encontramos a Catharine Beecher, quien se 
preocupó por la falta de servicio doméstico y sus consecuencias, como que el cuidado del hogar recaería sobre la 
mujer. (Muxí; Covaleda, 2005-2006, pág. 04) 
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 14 
En 1841 Beecher publicó su primer libro, A Treatise on Domestic Economy, donde desde la experiencia personal 
escribió sobre el dominio de la casa y el mejor aprovechamiento de las tecnologías ofrecidas. 
 
En este libro se encuentran desarrollados conceptos espaciales como las cocinas bien iluminadas, de generosas 
medidas y con una posición central en la casa. También la importancia de los espacios de almacenaje y de las 
habitaciones de usos múltiples como maneras de maximizar el espacio, conceptos todavía bastante utilizados hoy en 
día. 
 
Posteriormente, en 1869, Catharine Beecher y su hermana Harriet Beecher Stowe publicaron un segundo libro, The 
American Woman’s Home, donde presentaron proyectos que partían de una premisa: si se dispone de habitaciones y 
mobiliarios que proporcionen variedad de usos es posible maximizar la eficiencia de los espacios. 
 
Sin embargo, sólo a inicios del siglo XX podemos identificar las primeras generaciones de profesionales. Entre ellas 
es importante destacar a Lilly Reich, que en 1920 fue la primera mujer nombrada directora de la Deutsche 
Werkbund. Encargada de las exposiciones, fue la responsable de miles de diseños alemanes para la exposición del 
Museo de Arte de Newark, en Nueva Jersey (Pfeiffer, www.core77.com/AWID/reich). 
 
Más tarde fue colaboradora de Ludwig Mies van der Rohe y para la exposición de arquitectura alemana en Berlín 
(1931) realizó la propuesta de un bloque con apartamentos mínimos de estructura lineal y abierta. Un único ambiente 
dividido con muebles permitía realizar todas las actividades de la casa a un tiempo y era compatible con su uso como 
lugar de trabajo (Muxí, 2005, pág. 36). 
 
Otra figura importante fue Margarete Schütte-Lihotzky, la primera arquitecta austriaca y la responsable del desarrollo 
de la “cocina de Frankfurt”. Se trata de una cocina pensada a partir de la eficiencia del trabajo cotidiano, la cual 
considera el mínimo de recorridos realizados dentro de este espacio. Este proyecto es parte esencial de la política 
progresista de viviendas (Muxí, 2005, pág.34). 
 
También son destacables los trabajos de las diseñadoras Eileen Gray, de origen irlandés, y Charlotte Perriand, 
francesa, que ejercieron como arquitectas. Perriand trabajó en el estudio de Le Corbusier y Pierre Jeanneret como 
colaboradora durante casi diez años, dedicándose principalmente al desarrollo de interiores. El concepto de 
relaciones espaciales fue estudiado y trabajado por la diseñadora quien, en la Unité d’Habitation, propone la 
integración de la cocina con el salón con el objetivo de simplificar las actividades funcionales y, al mismo tiempo, 
permitir la comunicación del ama de casa con el resto de la familia. 
 
 
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"En 1985, reflexionando acerca de la cocina de la Unité d'Habitación, ella decía: la integración de la cocina con el 
salón, utilizando la 'cocina-bar', simplifica todas las actividades funcionales al tiempo que permite al ama de casa una 
mejora en la comunicación con su familia y amigos. Un experimento exitoso. En los pasados treinta años las cocinas 
han sido modernizadas con equipamientos modernos, pero la calidad de la comunicación no ha sufrido cambios." 
(McLeod, 2003, pág. 67, H. Abrams en Muxí, 2005, pág.37) 
 
 
 
A pesar de que la reflexión se realizara en 1985, el proyecto es de finales de la década de 1940 y ya entonces 
Perriand planteaba la comunicación entre los miembros de la familia, aunque en esa época se ubicaba al ama de 
casa en la cocina y hoy es aplicable a cualquiera. 
 
En Barcelona la primera mujer en obtener el título de arquitecta fue MargaritaBender Rubira, quien lo consiguió en 
1962 tras convalidar sus estudios. Así pues, la primera arquitecta catalana en estudiar la carrera completa en la 
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona fue Mercedes Serra Barenys, graduada en 1964 (Muxí; 
Covaleda, 2005-2006, pág. 04). 
 
En Brasil, Carmen Portinho fue la tercera mujer que se graduó en ingeniería, en el año de 1926. Destacó por su 
implicada participación en los movimientos feministas y en la modernización de la arquitectura brasileña. También en 
el mismo contexto se puede citar a Lina Bo Bardi, arquitecta italiana naturalizada brasileña que también jugó un 
papel activo en diversas cuestiones sociales y culturales del país. 
 
En general, la participación de las mujeres en la disciplina ha aumentado bastante en los últimos años. Hoy en día la 
presencia femenina en las escuelas de arquitectura supera el 50% del alumnado pero el reconocimiento profesional 
no llega a la misma medida, hecho estrechamente relacionado con la dificultad de compatibilizar la vida familiar con 
la laboral. 
 
La división de roles, reforzada en el siglo XIX, siempre dificultó el desarrollo de la vida pública de las mujeres. 
Después de la Segunda Guerra Mundial las ciudades resultantes del pensamiento racionalista, segregadas 
funcionalmente, reforzaban el aislamiento de las mujeres en las zonas residenciales, donde desarrollaban el trabajo 
reproductivo, cuidando de la casa y de los niños mientras los hombres se desplazaban hacia los centros económicos 
para trabajar. 
 
En los últimos 40 años la vida cotidiana ha cambiado bastante en el mundo Occidental, principalmente para las 
mujeres, que se han incorporado cada vez más al mercado del trabajo remunerado. Las familias nucleares incluyen 
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hoy pocos miembros y representan la mitad del resto de grupos de convivencia. La inmigración también es un factor 
a ser considerado por haber aportado una mayor diversidad de costumbres y culturas en las ciudades. 
 
En definitiva, la incorporación de la perspectiva de género busca valorar la experiencia femenina de la vida y 
considerar la diversidad social y cultural de la población en las acciones de transformación del entorno y del territorio 
(Bofill, 2005, pág. 12). 
 
Pero ¿cómo se diseña una ciudad con perspectiva de género? De acuerdo con lo aportado por Carmen Morán en un 
artículo para El País (Morán, 2007, El País), no se trata de facilitar la vida a la mujer sino que estos cambios, que a 
las mujeres nos beneficiarían en mayor medida dadas las tareas que tradicionalmente desarrollamos, sean en 
realidad útiles para todos. 
 
 
 
CASA-CIUDAD 
 
 
“Dado que aquello que llamamos género es una construcción social y cultural que asigna roles y responsabilidades – 
al tiempo que fija límites– el espacio en que desarrollamos nuestras vidas está organizado para albergar estas 
diferencias impuestas. La escenificación y puesta en práctica de roles tiene dos espacios primordiales: la casa y la 
ciudad.” (Muxí, 2008, pág. 06) 
 
 
 
Si la casa es el lugar de la primera socialización, podemos entender que es también el espacio donde se desarrollan 
las primeras relaciones de género. Pero la gestión de la vida cotidiana no tiene lugar solamente en el interior, es 
también un conjunto de actividades y comportamientos que se producen en el espacio público, es decir, en la ciudad. 
 
La relación casa-ciudad, por tanto, es complementaria y presenta un doble significado, como si reuniera dos mundos, 
uno interior, privado, relacionado con el trabajo reproductivo y asignado al género femenino, y otro exterior, público, 
vinculado al trabajo productivo y asignado al género masculino. 
 
Esta división imaginaria que relaciona los espacios de la ciudad con el hombre al mismo tiempo que excluye a la 
mujer de la vida pública, muestra la importancia de incorporar la perspectiva de género en el planeamiento 
urbanístico, el diseño del espacio urbano y la organización de la vida cotidiana, incorporando la experiencia femenina 
a la construcción de mejores condiciones de vida para todos y todas. 
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El ESPACIO 
DOMÉSTICO 
 
Soledad Murillo, autora de El mito de la vida privada, aborda la relación entre espacios públicos y privados añadiendo 
un tercer término: el espacio doméstico. Para Murillo, espacio privado no equivale a espacio doméstico cuando se 
habla desde la percepción de las mujeres. 
 
De una manera general, al espacio privado se vinculan actividades tranquilas, de descanso, es un lugar reservado e 
íntimo. En cambio, las mujeres lo relacionan con un conjunto de prácticas afectivas y materiales orientadas al 
cuidado y la atención de otros, a demandas que les impiden de apropiarse de un tiempo en singular. 
 
Los distintos usos de los espacios distribuyen lugares y asignan protagonismos. De esta forma, Murillo concluye que 
el ámbito público no pertenece a las mujeres que no realizan trabajo productivo y el privado está tan próximo al 
universo doméstico que, para ellas, se convierte en inexistente. Por contra, a los hombres les pertenece tanto el 
espacio público como el privado. 
 
La domesticidad forma parte del trabajo reproductivo, se define por el comportamiento, la disposición a prestar 
atención y dar respuestas a las necesidades del otro, al cuidado de las personas y del hogar. Como cita Atxu Amann 
en su tesis de doctorado, el trabajo doméstico es como un ritual de actos secuenciales basado en una sensación de 
mantenimiento que sólo se percibe cuando no existe (01) [Amann, 2005, pág. 81]. 
 
 
 
 
 
 
 “Los estilos de vida cambian al ritmo que las sociedades avanzan, entretanto la domesticidad parece permanecer 
ajena a las transformaciones sociales.” (Murillo, 2006, pág. 09) 
(01). Mantenimiento del hogar, una tarea invisible. 
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Actualmente hay un elevado porcentaje de mujeres en el mercado de trabajo, lo que les permite participar en el 
espacio público. Pero, además del trabajo productivo, las mujeres siguen siendo las responsables de las demandas 
del hogar y las representantes del espacio doméstico. Según la encuesta de empleo del tiempo realizada por el 
Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2007 (www.ine.es), las tareas domésticas y el cuidado de niños y ancianos 
son tareas eminentemente femeninas, ya que las realizan el 93% de las mujeres frente al 70% de los varones. 
 
De ello se deriva una ausencia de vida privada en el día a día de las mujeres y la necesidad de participación de los 
miembros de la familia en los quehaceres del hogar. En algunos casos, mujeres de clase media-alta apelan a un 
proceso de sustitución y contratan servicio doméstico, lo que no resta presencia del sexo femenino en las tareas 
reproductivas, pues esta actividad a domicilio es una profesión totalmente feminizada. 
 
En Brasil, la proporción de mujeres en posiciones de dirección es menor (4,4% frente al 5,9% de hombres) mientras 
que las trabajadoras domésticas representan el 15,8%, cifra muy superior al 0,8% de hombres en esa profesión 
(www.ultimosegundo.ig.com.br, 10 de septiembre de 2009). 
 
De acuerdo con el artículo publicado en el periódico El País el 11 de enero de 2010, en España el 18% de los 
hogares en los que trabajan los dos miembros cuentan con ayuda de una empleada doméstica, porcentaje que en el 
caso de las unidades familiares con mujeres con sueldos mileuristas aumenta al 20% y en el de trabajadoras con 
salarios superiores a los 2.500 euros, al 90% de los hogares (www.elpais.com). 
 
 
 
“A pesar de registrarse una pluralidad de estilos de vida en la constelación familiar (convivenciales, bisalariales, 
familias monoparentales) y de disponer de mayores avances tecnológicos, la organización y resolución de problemas 
cotidianos quedan a cargo de la mujer.” (Murillo, 2006, pág. 121) 
 
 
 
Hoy en díase puede decir que la pareja empieza a compartir algunas tareas pero las estadísticas muestran que el 
desequilibrio aún es muy grande. El artículo de El País también señala que en España la mayoría de los hombres 
entre 25 y 50 años sigue dedicando menos tiempo a las tareas domésticas que sus parejas. 
 
Otro estudio realizado por el INE en 2003 indica que los varones de entre 25 y 29 años que conviven con sus parejas 
dedican al día un máximo de 1 hora y 55 minutos a las tareas del hogar, mientras las mujeres emplean 3 horas y 47 
minutos. 
 
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En el periódico de distribución gratuita 20 minutos, un artículo de 14 de abril de 2010 destaca que sólo en el 9,77% 
de los hogares catalanes hombres y mujeres comparten las tareas de forma igualitaria. 
 
 
 
“En cuanto al tiempo semanal destinado a llevar a cabo las tareas domésticas o al cuidado de personas con 
dependencia, ellas (las mujeres) siguen ganando por goleada: casi triplican el tiempo destinado por los hombres. Así, 
las mujeres dedican una media de 23 horas por semana a llevar a cabo estos quehaceres, contra las 7,6 horas de 
ellos.” (www.20minutos.es) 
 
 
 
Mientras tanto, en Brasil, según una encuesta realizada por el IBGE (Instituto Brasileiro de Geografía e Estatística) 
en 2004, las mujeres dedicaban una media de 22,1 horas por semana a las actividades domésticas, más del doble 
de las 9,9 horas semanales empleadas por los hombres. Si consideramos una hipotética jornada diaria de 8 horas en 
un periodo de 5 días, sería posible afirmar que las mujeres ocupadas trabajan, además de la jornada laboral, una 
media de 4,4 horas cuidando de las tareas domésticas, frente a las 2 horas adicionales dedicadas por los hombres a 
estas actividades. (www.ibge.gov.br) 
 
 
 
 
 (02). Hogar y familia – Personas que realizan cada actividad en el transcurso del día (%). Fuente: www.ine.es 
 
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El gráfico anterior, publicado en el boletín informativo del INE de abril de 2007, representa el porcentaje de tiempo 
que hombres y mujeres dedican a cada tipo de actividad doméstica durante el día (02). 
 
En él podemos advertir que la mayor diferencia de participación de los miembros se da en las actividades culinarias y 
en las relacionadas con el mantenimiento del hogar. Por otro lado, la jardinería, el cuidado de los animales y las 
actividades relacionadas con la construcción o reparación son llevadas a cabo mayoritariamente por hombres, 
mientras que las gestiones del hogar son compartidas por los dos miembros de la pareja. (www.ine.es) 
 
 
 
EL ESPACIO 
URBANO 
 
Hombres y mujeres tienen diferentes formas de utilizar el espacio urbano y de desplazarse por él. En general, los 
hombres se caracterizan por sus movimientos lineales, desde casa tienen el trabajo como único destino y muchas 
veces hacen el recorrido en coche. Por su parte, las mujeres, en su mayoría las responsables del trabajo 
reproductivo, realizan desplazamientos poligonales, es decir, salen de casa con un itinerario que recala en diversos 
puntos antes de llegar al destino final y para cuya realización normalmente utilizan transportes públicos. 
 
 
 
 (03). Conferencia de Franziska Ullmann, 2008. 
 
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Como se observa en los esquemas anteriores, desarrollados por la arquitecta austriaca Franziska Ullmann, dejar y 
recoger a los niños en las guarderías o colegios, hacer las compras y acompañar a familiares al médico son algunas 
de las tareas que forman parte de las actividades para el mantenimiento de la vida cotidiana (03). 
 
A pesar de ello, la formación de las ciudades no favorece la realización de estas tareas ni oferta siempre 
equipamientos o servicios próximos a las viviendas, en ocasiones las calles no están pensadas para caminar, los 
transportes tampoco son adecuados y todo ello sin olvidar la sensación de seguridad, factor muy importante para 
convertir la ciudad en un espacio agradable para el uso de todos. 
 
Siguiendo lo apuntado por Isabel Velázquez, podemos afirmar que las ciudades están llenas de barreras invisibles, el 
control real en ellas es tan fuerte que no necesita de elementos materiales. Los espacios que la mujer usa 
efectivamente están bien delimitados en el mapa mental de casi todas las ciudadanas, con especificidades de lugar y 
de tiempo. (Velázquez, 2001, pág.01) 
 
Con respecto a la sensación de seguridad, este es un factor que afecta no sólo a las mujeres, sino que hombres, 
niños y ancianos también acaban por limitar sus desplazamientos a determinadas zonas y durante algunas horas del 
día. 
 
Para las mujeres esta sensación va más allá de la fragilidad o vulnerabilidad física: está relacionada con una 
construcción cultural pues, durante mucho tiempo, la presencia de la mujer en las calles no era respetada sino más 
bien estigmatizada. Es decir, las calles no eran espacio para las mujeres. 
 
Hasta la década de 1990 la planificación urbana se guiaba por la idea de la organización del entorno para lograr más 
productividad y, por tanto, mayor bienestar de la sociedad. Se asociaba bienestar con productividad y la manera de 
conseguir una racionalización del territorio estaba en manos de los especialistas, que generalmente eran hombres. 
Esta división, que pretendía ser una racional organización de nuestras vidas, ha conducido a un mundo irracional, 
injusto y desequilibrado, centrado en la rutina masculina (Bofill, 2005, pág. 27). 
 
Entonces pasamos a plantearnos diversas cuestiones: ¿cómo incorporar la experiencia femenina en la organización 
de las ciudades? ¿Qué hace falta para que las ciudades sean un espacio para todos? ¿Cómo sería esta ciudad más 
agradable e igualitaria? ¿Qué características tendría? ¿Cuáles serían los cambios necesarios? 
 
Ya en la década de 1960, Jane Jacobs, en su libro Muerte y vida de las grandes ciudades, mostraba su preocupación 
por el tema de la construcción de las urbes y cuestionaba la calidad de los espacios; basándose en cuestiones 
cotidianas, estudiaba nuevos principios para el planeamiento urbano. Para ella, las ciudades necesitaban una más 
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densa e intrincada diversidad de usos que se sostuviesen y se apoyasen unos a otros, tanto económica como 
socialmente. 
 
 
 
“... los tipos de calle seguros y los tipos de calle inseguros; la razón de que algunos parques urbanos sean tan 
maravillosos y otros casi trampas y hasta trampas mortales; porqué cierto barrios bajos siguen siendo los infectos 
barrios bajos de siempre y otros han conseguido regenerarse venciendo resistencias oficiales y hasta financieras; por 
qué se desplazan los centros de ciudad y las áreas comerciales; qué es una vecindad autentica y cómo se puede 
levantar una verdadera vecindad en las grandes ciudades.” (Jacobs, 1961-2007, pág. 01) 
 
 
 
También Dolores Hayden, en la década de 1970, criticó el tejido de los suburbios americanos y la manera como las 
mujeres acababan recluidas dentro de sus casas debido a la monofuncionalidad de los espacios de las ciudades. 
Como ya hemos citado anteriormente, estas ciudades disgregadas, donde las viviendas están a kilómetros de los 
centros de trabajo y éstos, a otros tantos kilómetros de los lugares de ocio, no favorecen la integración de los 
ciudadanos y el desarrollo de la vida cotidiana. 
 
La arquitecta española Anna Bofill defiende el modelo de la ciudad racimo de uva donde a medida que aumenta la 
población, se va añadiendo otra uva (Morán, 2007, El País). Bofill quiere enfatizar el de hecho de que una buena 
estructura de ciudad sería en realidad un conjunto de microciudades, zonas con todos los servicios, equipamientos y 
comercios, viviendas, áreas deportivas, de ocio y de cultura necesarias: todo ello próximo al ciudadano, que no exija 
a los habitantes grandes desplazamientos. 
 
En ladécada de 1990 se presentó la Carta europea de la mujer en la ciudad, resultado de un proyecto de 
investigación realizado por un equipo europeo y subvencionado por la Comisión de la Unión Europea (Unidad de 
igualdad de oportunidades). Su objetivo era evaluar la situación de las mujeres en la ciudad y abrir un debate entre 
todos los participantes porque la igualdad en democracia mejoraría las condiciones de vida de todos. 
 
Son muchas las experiencias desarrolladas a partir de la situación de las mujeres y la condición de las ciudades, 
como por ejemplo el proyecto “Mujer y ciudad” en la comunidad de Madrid (1995-1996) o el I y II Congreso de las 
Mujeres de Barcelona (1999 - 2009). 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 23 
Todas las pautas se sitúan más o menos en los mismos campos de acción: el equilibrio social, la valoración de lo 
local frente al global, la variedad, la complejidad, la consideración de las necesidades diversas y la sensación de 
seguridad como principales concepto debatidos. 
 
También es importante destacar que el objetivo principal es favorecer de forma equilibrada a todos los grupos 
sociales que componen la ciudadanía y que este planeamiento para la igualdad no es responsabilidad exclusiva de 
las mujeres, de la gente mayor o de los inmigrantes. Aunque incorporar las voces y percepciones de las mujeres sea 
una parte fundamental en el proceso, la responsabilidad del diseño sensible de un planeamiento para la igualdad 
corresponde a todas y todos los técnicos y políticos, no únicamente a las mujeres o grupos afectados (Velázquez, 
2001, pág.04). 
 
Por tanto, basándose en estos estudios y experiencias, la intención en este trabajo es unir algunos criterios clave en 
la creación y desarrollo de espacios, desde la casa hasta la ciudad, que sirvan para la reflexión y sean útiles para la 
construcción de viviendas más flexibles y adaptables tanto a las personas como al tiempo, y de ciudades más 
amables e igualitarias. 
 
 
 
DESDE EL 
BARRIO 
 
 
 
“Para desarrollar la vida personal en igualdad de condiciones y oportunidades, la vivienda debe situarse en un 
entorno que facilite las múltiples variables que la conforman. 
 
Se debe considerar el barrio como el espacio urbano en el cual desarrollamos nuestra vida cotidiana. Su tamaño está 
medido en función de la distancia que se puede hacer en 5 o 10 minutos a pie. Es dentro de esta distancia donde se 
debe encontrar la variedad de ofertas de equipamientos, viviendas, trabajos, comercios y espacios públicos para 
desarrollar una vida cotidiana que favorezca la plena integración de todos los habitantes en la vida privada y pública.” 
(Muxí, 2009, pág. 18) 
 
 
 
Empezaremos por una escala general pero, en lugar de tratar directamente de la ciudad, nos acercaremos a una 
realidad un poco más próxima al ciudadano: el barrio o la unidad vecinal. La razón es sencilla: si logramos que cada 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 24 
barrio sea suficientemente agradable y que consiga atender las necesidades de la vida cotidiana de su población, el 
conjunto de estos barrios sumados a una buena infraestructura viaria y de transportes que los articule entre sí, 
seguramente resultará en una ciudad bien estructurada y de calidad. 
 
En esta escala, por tanto, estudiaremos los criterios relacionados con la presencia de infraestructuras para la vida 
cotidiana, la sensación de seguridad, la movilidad y los espacios públicos. 
 
El objetivo es desarrollar una serie de criterios y herramientas que favorezcan la generación de espacios para la 
sociabilidad, la creación de barrios que proporcionen variedad de oportunidades y posibilidades a sus habitantes, que 
además de las viviendas también ofrezcan una red de equipamientos, comercios y servicios que puedan generar 
trabajo y crear la sensación de identidad y reconocimiento por parte de las personas que ahí viven. 
 
 
 
Infraestructuras para 
la vida cotidiana 
 
Hace aproximadamente 25 años, un grupo de mujeres nórdicas empezó a movilizarse en favor de la conciliación del 
trabajo y la familia. Estas mujeres aplicaban a su proyecto, de diez años de duración, un modelo de acción que 
comprendía la creación común de una infraestructura de apoyo a la vida cotidiana. Esto quería decir que la localidad 
debería ofrecer oportunidades para compaginar el hogar, el trabajo y el cuidado de terceros de manera viable (Horelli 
en AAVV, 2006, pág. 205). 
 
De esta manera, basándonos en el concepto desarrollado por el grupo de mujeres nórdicas, en este trabajo 
entenderemos por infraestructuras para la vida cotidiana el conjunto de equipamientos, comercios y servicios 
existentes en el entorno urbano. Es muy importante que un barrio no esté formado solamente por viviendas ya que la 
presencia de estas infraestructuras es fundamental para la realización de las tareas de reproducción. 
 
 
 
“Los equipamientos complementan la estructura urbana de las ciudades y hacen compleja la dualidad público-
privado, interior-exterior, vivienda-ciudad, otorgando espacios específicos de salud, aprendizaje, servicio, comercio, 
difusión cultural, centros juveniles, etc. Su distribución en el territorio en relación a los usos y a las redes de movilidad 
garantiza la calidad de vida, para que se conviertan en estrategias para fomentar redes sociales, generar intercambio 
de servicios y posibilitar diferentes tiempos de uso acercando su funcionamiento a la complejidad de la vida 
cotidiana.” (Montaner/Muxí, 2008, pág. 13) 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 25 
¿Dónde hacer las compras? ¿A qué distancia está el centro médico más próximo? ¿Dónde se encuentran las 
escuelas o guarderías? ¿Cuál la biblioteca más cercana? ¿Dónde ir a pasear, caminar o practicar deporte? ¿Cuál la 
distancia entre mi casa y mi trabajo? 
 
Todas estas cuestiones están relacionadas con las actividades que realizamos en nuestro día a día. Como ya hemos 
visto anteriormente, el mantenimiento del hogar no se realiza únicamente en su interior y tener cerca estos 
equipamientos facilita mucho la realización de las tareas exteriores; lo ideal sería poder encontrarlos a una distancia 
que no superara los 5 o 10 minutos a pie desde nuestras casas (Muxí, 2009, pág. 18). 
 
La existencia de toda una serie de equipamientos como escuelas, guarderías, bibliotecas, instalaciones deportivas y 
centros para gente mayor promociona el intercambio entre los espacios públicos y privados, a la vez que genera 
redes sociales y de proximidad. La consolidación y distribución equitativa de estos espacios intermedios y abiertos 
construye una ciudad en igualdad de condiciones para mujeres y hombres (Montaner/Muxí, 2008, pág. 13). 
 
Como el trabajo reproductivo es realizado mayoritariamente por las mujeres, la proximidad de estas infraestructuras 
hace posible un mejor aprovechamiento del tiempo utilizado en los desplazamientos entre estos centros y da como 
resultado más tiempo libre para realizar otras actividades o para el propio trabajo productivo. 
 
Tan importante como los equipamientos es también la presencia de comercios y servicios. Los mercados, 
supermercados, cafés y restaurantes, centros de salud, farmacias, carnicerías y tiendas en general deben 
encontrarse inmersos en el tejido de los barrios y tener siempre en cuenta la diversidad de tipos y horarios para 
atender a las necesidades de la población. 
 
En ciudades funcionalmente segregadas, la simple tarea de salir a comprar el pan o cualquier otro producto de 
primera necesidad puede resultar muy complicada y llevar bastante tiempo. Normalmente las familias que viven esta 
situación hacen las compras una vez por semana, en especial los sábados, para lo cual se desplazan a grandes 
supermercados. Esta práctica muchas veces se transforma en un hábito en el que se implican todos los miembros de 
la familia y en el que se invierte un tiempo que podría ser utilizado para actividades de ocio o descanso (Bofill,2005, 
pág. 44). 
 
Además de hacer más fácil la vida cotidiana, estas infraestructuras también son generadoras significativas de 
empleos por lo que, de esta manera, el trabajo también estaría cerca de casa y redundaría en una mejora de la 
gestión del tiempo de las personas. Si somos capaces de realizar todas sus necesidades reproductivas y productivas 
en un entorno próximo, contaremos con más tiempo libre para otras actividades y la ciudad no se sobrecargará con 
desplazamientos excesivos. 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 26 
Los recorridos realizados a pie propician el encuentro y la relación entre los vecinos. Además, las zonas con mezcla 
de usos, donde los comercios suelen ocupar las plantas bajas de los edificios, tienen vida y actividad en las calles lo 
que repercute positivamente en el incremento de la seguridad local. 
 
 
 
Sensación 
de seguridad 
 
Los espacios no son neutros, existe una clara conexión entre el diseño urbano y la violencia hacia las mujeres, la 
cual acaba limitando sus desplazamientos y sus actividades al incrementar el sentimiento de inseguridad. Este es un 
sentimiento difícilmente cuantificable que reposa en elementos emocionales y está en estrecha relación con la 
calidad, el confort, el acondicionamiento, la limpieza, el mantenimiento y la actividad en los espacios urbanos (Bofill, 
2008, pág. 48). 
 
La sensación de inseguridad, que afecta mayoritariamente a las mujeres, acaba generando un uso restringido de la 
ciudad. Es decir, para salir a las calles acaban eligiendo ciertos lugares y determinados horarios del día que 
transmiten una mayor sensación de seguridad. 
 
La libertad de ir y venir está estrechamente conectada con el concepto de seguridad en el espacio público pues, si 
los espacios no transmiten sensación de seguridad, las personas pasan a elegir horarios menos conflictivos para 
realizar sus tareas, priorizando los momentos del día en que hay luz y mayor cantidad de gente en las calles. 
 
Por este motivo, las zonas con diversidad de usos favorecen la seguridad ya que generan actividad y vida en los 
espacios públicos, además de asegurar la presencia de comerciantes y trabajadores que están constantemente 
realizando una vigilancia natural. Igualmente la existencia de equipamientos nocturnos como bares, restaurantes o 
cines garantiza la presencia de personas en las calles también por la noche. 
 
 
 
“Es una cosa que todos ya saben: una calle con actividades consigue garantizar la seguridad; una calle desierta, no. 
Pero, ¿cómo es que ocurre eso, en realidad? ¿Qué hace a una calle tener actividades o ser evitada?... 
 
Primero, debe ser nítida la separación entre el espacio público y el espacio privado. El espacio público y el privado no 
se pueden mezclar como normalmente ocurre en los suburbios o en conjuntos habitacionales. 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 27 
Segundo, deben existir ojos para la calle, los ojos de aquellos que podemos llamar de propietarios naturales de la 
calle. Los edificios de una calle preparada para recibir otras personas y garantizar la seguridad tanto de ellas cuanto 
de los habitantes deben estar vueltos para la calle. No pueden estar en los fondos o un lado muerto para la calle y 
dejarla ciega. 
 
Y tercero, las aceras deben tener usuarios transitando todo el tiempo, tanto para aumentar en las calles el número de 
ojos atentos como para inducir un número suficiente de personas de dentro de los edificios de la calle a observar las 
aceras. A nadie le gusta estar en la puerta de una casa o a la ventana mirando una calle vacía...” (Jacobs, 1961-
2007, págs. 35 y 36). 
 
 
 
El concepto de visibilidad es muy importante para la sensación de seguridad, como se desprende de la cita de Jane 
Jacobs; poder ver y ser vista garantiza una mayor tranquilidad. Poder observar los espacios exteriores, públicos e 
intermedios desde el interior de las casas se transforma en un mecanismo de control visual que es realizado por la 
propia comunidad. 
 
Generar espacios y accesos transparentes también facilita mucho este control visual; si las escaleras, las paradas de 
autobuses, los accesos a los aparcamientos y al metro tienen una buena visibilidad se tornan elementos fácilmente 
controlables y más seguros. 
 
Una buena iluminación en las calles y espacios públicos es otro factor de fundamental importancia, pues nadie se 
siente seguro al cruzar lugares oscuros, que no ofrecen una clara lectura y comprensión de su trayecto. Si hay 
iluminación, hay más gente por las calles, mayor actividad y, consecuentemente, mayor sensación de seguridad. 
 
Es importante que calles y plazas estén siempre bien señalizadas para que las personas sepan dónde están y a 
dónde se dirigen. También se deben evitar guetos y calles sin salida, así como que límites y muros no sean altos y 
sin visibilidad. Generar espacios urbanos permeables también es una cuestión de seguridad. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 28 
Movilidad 
 
 
 
“Tenemos que pensar la movilidad respondiendo a la diversidad y a la seguridad en todos sus aspectos, facilitando la 
planificación de todas las actividades de la vida cotidiana y haciendo posible la igualdad de oportunidades en el 
acceso a la ciudad.” (Col.lectiu Punt 6 - catálogo) 
 
 
 
Tratar la movilidad no es abordar solamente los transportes sino también la accesibilidad, la calidad de los recorridos 
viales, las calles y aceras así como la eficacia de toda esta red en la gestión de la vida cotidiana de todos los 
ciudadanos y ciudadanas. 
 
Priorizar los recorridos peatonales frente a los de vehículos es una manera de valorar la proximidad: si estamos 
destacando la importancia de tener en cada barrio una buena infraestructura para que las personas no se vean 
obligadas a realizar largos desplazamientos por la ciudad para realizar sus actividades cotidianas, la existencia de 
una red de vías peatonales eficaces y de calidad durante los recorridos favorece esta práctica. 
 
Los cambios de nivel deben realizase conscientemente, sin olvidar a la gente mayor y a las personas que presentan 
discapacidades físicas, utilizando rampas y cambios de pavimento para proporcionar recorridos continuos y seguros. 
 
El tiempo de los semáforos también es otro factor importante, pues muchas veces estos elementos no tienen en 
cuenta el tiempo real que necesita una persona para cruzar una avenida. Es importante considerar situaciones 
particulares como las de los ancianos, las de personas con movilidad reducida o las de cualquiera que empuje un 
carro de la compra o de bebé. Cabría también reflexionar sobre la situación de los pasos de cebra, que deben estar 
muy bien ubicados para favorecer esta continuidad en el recorrido. 
 
Las aceras deben ser suficientemente anchas para el tránsito de personas, descontando el espacio ocupado por los 
elementos de mobiliario urbano, los equipamientos y también los árboles, que tienen presencia muy importante en 
las calles pero que no deben actuar como obstáculos en los trayectos de los transeúntes. También los accesos a los 
edificios y aparcamientos deben estar bien ubicados para no dificultar el tránsito peatonal. 
 
En cuanto a los transportes públicos, la variedad es el concepto principal. Cada barrio debe contar con un fácil 
acceso a toda una red de transportes públicos integrados como metro, ferrocarriles, autobuses y, en el caso de 
Barcelona, también el bicing (sistema público de bicicletas que se ha convertido ya en un medio de transporte más). 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 29 
La variedad de horarios debe ser tenida en cuenta: el servicio debería atender las franjas con mayor flujo de gente 
pero también las necesidades de las personas que circulan fuera de los horarios considerados “normales” y que 
necesitan el transporte público. 
 
Como citó Zaida Muxí en su conferencia Desvelar el género: la viviendadel siglo XXI (IV Projetar, São Paulo), la 
“ciudad 24 horas” nunca es para la gente real. Al definir los horarios de los transportes nadie se acuerda, por 
ejemplo, de las personas que trabajan antes o después de las horas más habituales y que a veces no disponen de 
transporte para ir al trabajo o volver a casa. 
 
Facilitar una accesibilidad adecuada en los transportes públicos es otro de los puntos a destacar. Las plataformas de 
acceso para discapacitados en los autobuses y los ascensores de las estaciones de metro son recursos básicos para 
responder a las necesidades de muchas personas. En ocasiones, moverse con un carro de la compra o de bebé no 
es tarea fácil. Seguramente todos hemos presenciado los apuros de una madre para subir las escaleras de una 
estación de metro con un carrito. Esta y muchas otras situaciones pueden evitarse con el desarrollo de un buen 
proyecto de accesibilidad y movilidad. 
 
 
 
Espacios públicos 
 
El conjunto de calles, plazas, parques y otros tipos de espacios comunes configura los espacios públicos. La calidad 
y buena conexión entre estos elementos ayudan a generar una ciudad más agradable e igualitaria. 
 
El concepto de espacio público está fuertemente conectado a los criterios de movilidad, incluso resulta difícil 
determinar un límite claro entre ellos ya que ambos abordan la accesibilidad y el privilegio del peatón frente a los 
coches, así como la construcción de aceras suficientemente anchas para acoger diferentes actividades y la 
seguridad. 
 
Es importante que las personas se identifiquen y se apropien de ellos, convirtiéndolos en habitables y activos. Los 
espacios públicos deben favorecer la autonomía y la socialización de las personas ya que han sido trazados para 
responder a las necesidades de mujeres y hombres (Montaner/Muxí, 2008, pág. 04). 
 
Es importante que las mujeres se sientan confortables y seguras en estos lugares: hoy en día el espacio público ya 
no pertenece sólo a los hombres y debe ofrecer toda la infraestructura necesaria para acoger también a las mujeres, 
los niños y la gente de la tercera edad. 
 
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 30 
Las actividades que llevan a cabo los niños en la calle no son las mismas que desarrollan los jóvenes o la gente 
mayor, por tanto debe tenerse en cuenta la variedad de espacios necesaria según la edad, el sexo o la cultura de 
procedencia de los usuarios de los mismos. 
 
Deben incluirse a su vez espacios de descanso para madres y padres cerca de donde juegan los niños y lugares 
adecuados para realizar actividades deportivas que den libertad a los jóvenes. Para la gente de la tercera edad hay 
que pensar áreas de descanso pero también espacios donde puedan desarrollar actividades como algunos juegos 
(petanca, etc.), bailes o paseos con trayectos para caminar. Sólo de este modo se puede responder a las 
particularidades de toda la gente. 
 
El mobiliario urbano completa los espacios públicos al mismo tiempo que los ornamenta. Ofrecer una variedad de 
colores, texturas y materiales refuerza la identidad de los lugares. La presencia de bancos a la sombra y de zonas de 
descanso favorece la relación entre las personas y entre éstas y los lugares, incluso colabora con la seguridad local 
gracias al control visual y la presencia en las calles. 
 
La presencia de vegetación y agua también es fundamental cuando se pretende crear un espacio urbano acogedor y 
agradable. Eso sí, hay que prestar atención para que los espacios verdes no sean muy extensos y actúen como 
grandes barreras. Los árboles también son muy importantes pero no deben interferir la iluminación ni la seguridad de 
las calles. 
 
Si se tienen en cuenta estos conceptos, seguramente los barrios se beneficiarán de una mayor calidad espacial y las 
personas obtendrán mayor calidad de vida al poder reconocer cerca de sus casas espacios agradables para pasear, 
estar y encontrarse con los demás. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 31 
DESDE 
EL EDIFICIO 
 
El edificio concentra una serie de conceptos que bordean el límite entre el barrio y la vivienda. Presentaremos ahora 
algunos criterios relacionados con estos espacios que no están ni dentro ni fuera y otros vinculados a la estructura 
del propio edificio que, a pesar de vincularse directamente con los espacios interiores de la casa, pertenecen al 
ámbito más general del edificio o del conjunto residencial. 
 
 
 
Espacios 
de transición 
 
 
 
“Los espacios intermedios surgen como aquellos espacios que están al otro lado de la puerta de la vivienda y que no 
son la calle o la plaza dominada por los vehículos. Son lugares dentro del tejido de una unidad vecinal que, no siendo 
la vivienda, son espacios de tránsito o de encuentro de peatones, cubiertos o descubiertos, pero abiertos al aire libre 
y comunitarios.” (Bofill en AAVV, 2006, pág. 211) 
 
 
 
Los espacios de transición son los responsables de la conexión gradual entre lo público y lo privado. Pueden ser 
identificados como espacios semi-públicos por tener uso común por parte de los habitantes del edificio o del conjunto 
habitacional, y son ejemplos de ello las instalaciones para el uso de los vecinos, los espacios de juegos para los 
niños, las zonas para reuniones, los espacios de almacenaje común, las lavanderías y los huertos comunitarios. 
 
Las azoteas, cuando son accesibles, también se consideran espacios de uso común donde se pueden llevar a cabo 
varias actividades. Cuando existen, los pasillos de acceso a las viviendas actúan como extensiones de las casas: 
además de simples espacios de paso, son también zonas donde los vecinos se encuentran y donde pueden jugar los 
niños. 
 
Toda esta serie de espacios de relación y de paso desde lo público hacia lo privado, los cuales facilitan el incremento 
de las redes de relación entre las personas, son un factor más a tener en cuenta en la evaluación del concepto de 
seguridad. 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 32 
Como se observa en el esquema siguiente, la presencia de ventanas, balcones, pasillos exteriores o azoteas 
accesibles proporciona visibilidad, es decir, desde dentro de los edificios las personas ven la calle, hecho que 
aumenta el control visual (04). 
 
 
 
 
 
Este esquema se desarrolló para la propuesta de Vivienda social del concurso Premio Caixa–IAB 2008/2009, en São 
Paulo, Brasil, que se abordará extensamente en la PARTE IV. 
 
 
 
Mezcla de usos 
 
La mezcla de usos en los edificios también es un otro factor que favorece la seguridad, además de proporcionar 
infraestructura a las necesidades de la vida cotidiana de los habitantes. Así pues, es aconsejable que la planta baja 
esté ocupada por equipamientos, actividades comerciales o de servicios. 
 
En las plantas superiores, de uso residencial, ofrecer variedad de tipologías y una posible integración entre los 
ámbitos de las viviendas son buenas estrategias para atender las múltiples composiciones familiares y de grupos de 
convivencia existentes en la actualidad. 
 (04). Esquema sobre los espacios de transición – concurso: Premio Caixa – IAB 2008/2009 – 4ª edición. Coradin/Zulin/Cuzziol. 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 33 
De acuerdo con un artículo de Anna Bofill, en Europa ya son más de un 60% las personas que no viven en familias 
nucleares y, en Barcelona, estas modalidades diferentes de convivencia, que empezaron a emerger hace 20 años, 
ahora ya se dan aproximadamente en un 50% o más de los hogares (Bofill en AAVV, 2006, pág. 210). 
 
 
 
Adaptabilidad 
 
Dada la actual variedad de usuarios, debemos pensar edificios y viviendas a partir del concepto de la adaptabilidad, 
es decir, que ofrezcan capacidad de adecuación a las diferentes situaciones familiares y agrupaciones de personas 
que pueden sucederse con el paso del tiempo y la superación de las sucesivas etapas de la vida de sus habitantes(05). 
 
Para hacer posible la variedad tipológica y la integración entre ámbitos deben pensarse sistemas constructivos 
independizados que no condicionen la división de los espacios. El uso de una estructura modular también facilita 
la flexibilidad y adaptabilidad del edificio y permite la adición o sustracción de módulos de acuerdo con las 
necesidades de los habitantes (06). 
 
 
 
Sostenibilidad 
 
Además no debemos olvidarnos de la importancia de proyectar edificios basados en los criterios de sostenibilidad, 
considerando los flujos de materiales y energía utilizados en su construcción (07). 
 
 
 (05) Adaptabilidad (06) Sistemas constructivos independizados (07) Flujo de materiales y energía 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 34 
Los edificios también deben contar con los principios básicos de buena orientación en relación al sol, buena 
iluminación y ventilación natural cruzada, así como la presencia de vegetación pues, cuando se utilizan 
correctamente, estos recursos mejoran la calidad del conjunto y disminuyen el consumo de energía. 
 
La altura de los edificios, además de respetar las normativas de ocupación del suelo, debe considerar siempre no 
hacer sombra al resto de edificaciones para garantizar así la buena iluminación de las viviendas. 
 
 
 
DESDE 
LA CASA 
 
Durante los últimos 30 años la vivienda ha cambiado muy poco y es cada vez más evidente que las distribuciones 
actuales de los pisos no se adecúan a las formas de vida y de relación que existen hoy día, sobre todo para las 
mujeres (Bofill en AAVV, 2006, pág. 209). 
 
Hasta hace poco la composición del grupo familiar era bien distinta de las actuales. Lo más común era la familia 
tradicional, es decir, la patriarcal, en la cual el hombre era responsable del trabajo exterior y la mujer la encargada del 
cuidado del hogar y de los niños. 
 
En el transcurso de las últimas décadas la sociedad ha cambiado y la mujer ya no está únicamente en casa; muchas 
trabajan y tienen su espacio en el mundo exterior. Entonces ¿quién cuida ahora de la casa? 
 
Como vimos anteriormente, las mujeres que trabajan fuera aún dedican gran parte de su tiempo a las tareas 
domésticas y, poco a poco, los hombres también empiezan a colaborar con la realización de estos quehaceres, pero 
las casas en que vivimos no facilitan estas actividades. 
 
De acuerdo con Atxu Amann, las viviendas de hoy son espacios de ayer, proyectados bajo los patrones racionalistas 
del CIAM, a los que se le han sobrepuesto instalaciones y adaptaciones para dar respuesta a las necesidades de la 
vida cotidiana, superando la arquitectura. (Amann, 2005, pág. V) 
 
Las cocinas, por ejemplo, son normalmente espacios muy cerrados que no invitan a los otros miembros de la familia 
a compartir las tareas que en ella se realizan. Por tanto, es importante revisar el concepto de vivienda considerando 
que los espacios dedicados a tareas domésticas han de facilitar la participación de todos (Muxí, 2009, pág. 05). 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 35 
No es que exista una tipología espacial única e ideal, tampoco se trata de desarrollar “el modelo de la vivienda 
contemporánea”, pero hay varios factores que pueden ser tenidos en consideración en el diseño de los espacios 
domésticos de tal manera que faciliten nuestro día a día. 
 
Para ello debemos aspirar a la máxima flexibilidad de resultados y la máxima capacidad de alternativas. Los espacios 
construidos deben tener en cuenta la pluralidad de usuarios, de culturas y de momentos pero, sobre todo, deben 
atender la cotidianidad, pues sólo valorando nuestras actividades y necesidades cotidianas encontraremos las 
respuestas para la casa que buscamos. 
 
 
 
 
 
¿Cómo es mi casa? ¿Cómo me gustaría que 
fuera? ¿Qué cosas mantendría? ¿Qué 
cambiaría? ¿Qué actividades realizo en casa? 
¿Los espacios son adecuados? ¿Dónde 
guardar? ¿Dónde dormir? ¿Dónde comer? 
¿Dónde estudiar? ¿Dónde conversar? ¿Cómo 
usar? ¿Con quién? ¡Sólo yo! ¡Todos nosotros! 
¿Por qué no unir? ¿Por qué no separar? ¿Cómo 
hacer? ¿Cuándo hacer? ¿Cómo debería ser? 
 
 (08). Taller La casa sin género. Máster Laboratorio de la vivienda del siglo XXI (5ª edición). Renata Coradin. 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 36 
Los esquemas anteriores son el resultado de un trabajo realizado para el taller La casa sin género del máster 
Laboratorio de la vivienda del siglo XXI (5ª edición). Su objetivo era representar las diversas relaciones entre las 
actividades, las necesidades, los objetos, las personas, los espacios, los ambientes y los tiempos (08). 
 
A través de estos esquemas se intenta replantear las estructuras de los espacios para habitar, proponiendo 
diversidad de usos y flexibilidad de los espacios de acuerdo con las posibles necesidades de las personas que ahí 
van a vivir. 
 
 
 
“A medida que los miembros de la familia o del grupo social comparten responsabilidades domésticas, se hace 
necesario, para mantener viva la relación del grupo, que la vivienda contemple, como mínimo, una estancia para 
todos y habitaciones individuales que favorezcan la propia privacidad. Porque la vivienda es el espacio cotidiano para 
alimentarse, trabajar, descansar, gozar y procrear y también para compartir, amar, conocer, colaborar y comunicar.” 
(Bofill en AAVV, 2006, pág. 209) 
 
 
 
De acuerdo con Bofill, es fundamental pensar en nuevas distribuciones y nuevas formas de usos y espacios para la 
vivienda que se correspondan con una convivencia sin jerarquías, creando nuevos tipos de viviendas para las 
familias y las otras modalidades de convivencia en grupo. 
 
Basándonos en las necesidades actuales, podemos definir algunos criterios para la vivienda que, sumados a los 
conceptos aplicados al edificio, dan como resultado espacios más adaptados a nuestras vidas y necesidades. 
 
Explorando los espacios que componen una vivienda y a partir del concepto de la diversidad espacial, es posible 
determinar la formación de la vivienda a partir de tres tipos de ambientes: los ámbitos especializados, los no 
especializados y los complementarios (09) [Montaner Muxí Arquitectes, Definición, condiciones y criterios de diseño 
para la vivienda del siglo XXI en Andalucía, 2008]. 
 
Ámbitos especializados: son los que necesitan de instalaciones específicas e infraestructuras para su 
funcionamiento, como conducciones de agua y gas, desagües y salidas de humos. Son ejemplos de estos ámbitos la 
cocina, el baño y los espacios para el cuidado de la ropa y de la casa. 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 37 
Ámbitos no especializados: son los que no necesitan de instalaciones específicas o infraestructuras para su 
funcionamiento. Están relacionados con las actividades humanas de descanso, estar y trabajo, y deben adecuarse a 
los estándares de confort y habitabilidad. 
 
Ámbitos complementarios: son los espacios considerados de apoyo dentro de la vivienda y que pueden funcionar 
asociados a otros espacios como, por ejemplo, los espacios exteriores y los de guardado. 
 
 
 
 
 
Pensar las viviendas a partir de estos ámbitos es una manera de no determinar el uso de los espacios y potenciar la 
apropiación diferenciada e individualizada de cada zona por parte de los habitantes. 
 
 
 
 
 
 
 
Para trabajar este concepto se desarrollaron diversos estudios sobre la 
disposición del mobiliario básico para cada espacio, determinando una 
medida mínima dentro de la cual se pueda inscribir un círculo de 2,80 m 
para garantizar un buen aprovechamiento espacial. 
 
 
 
(09). Ref. Montaner Muxí Arquitectes, Definición, condiciones y criterios de diseño para la 
vivienda del siglo XXI en Andalucía, 2008. 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 38 
Adaptabilidad 
 
Al igual que en los edificios, internamente en las viviendas también se debeaplicar el concepto de adaptabilidad a los 
diferentes momentos y agrupaciones familiares. 
 
 
En una misma casa y a lo largo de los años hay momentos en que viven dos personas, otros en que ésta puede 
llegar a acoger hasta cinco ocupantes y también ocasiones en que vive uno solo. Así pues, es importante que la 
vivienda se adecúe a los posibles cambios. 
 
 
 
 
 
Que la estructura sea modular y los sistemas constructivos sean independizados es importante para facilitar y 
colaborar con las adaptaciones necesarias. Si en un edificio los núcleos húmedos están concentrados en un mismo 
eje, además de la economía en material, se consiguen espacios libres adaptables gracias a la concentración de las 
instalaciones (11). La iluminación y también la ventilación natural son conceptos básicos al abordar la 
habitabilidad. 
 
A ellos podemos añadir la presencia del espacio exterior propio, la importancia de los espacios de guardado y la 
desjerarquización de los espacios. 
 
 
 (10). Concurso: Premio Caixa–IAB 2008/2009 (4ª edición). Coradin/Zulin/Cuzziol. 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 39 
Espacio 
exterior propio 
 
Por espacio exterior propio, entendemos los espacios internos de la vivienda que se comunican directamente con el 
exterior, donde se puede las personas pueden descansar, reunirse, leer, conversar o realizar otras actividades del 
habitar. También es importante que este elemento actúe como dispositivo de control térmico. Como ejemplos 
podemos citar los balcones y las terrazas privadas (12). 
 
En estos espacios, es posible también el mantenimiento de plantas y flores y el cultivo de pequeños huertos, hecho 
que favorece la integración de la vegetación en los hogares. 
 
 
 
Espacios 
de guardado 
 
 
 
“...una casa es una vivienda más la gente que la habita y los objetos que guarda...” (Monteys / Fuertes, 2001, pág. 
14) 
 
 
 
En realidad, creo que no tenemos la noción real ni de la cantidad de cosas que guardamos dentro de nuestras casas 
ni de la importancia que tienen los espacios de guardado en la organización de los espacios. Por ello deben preverse 
lugares para los diferentes tipos de guardado y almacenaje. 
 
Externamente a la vivienda, en trasteros individuales o comunitarios, podemos contar con lugares de guardado para 
elementos de gran volumen, donde puedan ser colocados los carros de la compra o de los bebés, las bicicletas y 
otros objetos grandes. 
 
Dentro de la casa es importante disponer de espacios más específicos para cada tipo de guardado: las ropa limpia y 
la sucia, la de otra estación, la ropa blanca de cama, mesa y baño, los objetos utilizados en el baño, los objetos y 
productos de cocina, los de limpieza del hogar, etc. 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 40 
También cabe estudiar la localización de cada uno de estos espacios dentro del hogar para que optimicen la 
utilización de cada uno de ellos y el tiempo dedicado en general al cuidado de la casa. 
 
Una alternativa es ubicar los armarios fuera de las habitaciones, por ejemplo en los pasillos, pues de esta manera la 
habitación queda con las paredes libres para permitir cualquier disposición de mobiliario y los pasillos, que 
normalmente son zonas sin actividad, ganan estos espacios de guardado (13). 
 
Considerar el volumen de la vivienda en su totalidad también proporciona algunos lugares para almacenaje. Es decir, 
sobre algunos ámbitos que no necesitan mucha altura se podrían generados espacios de guardado en el techo. 
 
Lo mismo pasa con el diseño de los muebles: es posible obtener espacios de guardado, accesorios muy útiles, por 
ejemplo, con cajones bajo las camas o armarios hasta el techo, aprovechando toda la superficie de las paredes. Gran 
variedad de muebles pueden diseñarse para optimizar el uso de los espacios. 
 
Los ámbitos especializados, como cocinas y baños, necesitan de espacios propios de guardado más específicos y 
próximos que faciliten la realización de las actividades de la vida cotidiana. 
 
 
 
 
 (11) NÚCLEOS HÚMEDOS 
 (14) DES-JERARQUIZACIÓN 
 (12) ESPACIO EXTERIOR PROPIO 
 (15) INTEGRACIÓN ÁMBITOS 
 (13) ESPACIOS DE GUARDADO 
 (16) INTEGRACIÓN 
 Concurso: Premio Caixa – IAB 2008/2009 – 4ª edición. Coradin/ Zulin/Cuzziol. 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 41 
Des-jerarquización 
 
Este concepto está también relacionado con la idea presentada de los ámbitos no especializados, pues es una 
manera de no determinar usos específicos ni jerarquías espaciales y de favorecer una utilización más flexible y no 
predeterminada de los espacios. 
 
Al definir una medida mínima, que en el caso de este estudio se definió con un círculo de 2,80 m, los espacios 
pueden ser adecuados a varios usos de acuerdo con las necesidades de los habitantes (14). Este hecho se ve 
facilitado cuando se puede contar con estructuras modulares e independizadas; así es posible la integración de 
ámbitos dentro de la misma vivienda (15) y también entre viviendas vecinas (16). 
 
En los baños, la separación de funciones también evita jerarquías y hace posible la utilización simultánea, 
aumentando las posibilidades de uso y la cantidad de personas que pueden realizar estas actividades a la vez. 
 
Los esquemas siguientes forman parte del proyecto para el concurso Premio Caixa–IAB 2008/2009 y, de manera 
general, representan cómo pueden aplicarse estos criterios a una vivienda. 
 
 
 
La relación 
entre los espacios 
 
Para un buen desarrollo de la vida cotidiana es importante que los espacios del hogar se relacionen adecuadamente, 
promocionando la participación de todos los miembros en las tareas domésticas y la relación entre los habitantes de 
la casa en las actividades de ocio y diversión, así como también en las de trabajo y estudio si es necesario. 
 
Empecemos por la cocina, el espacio de la casa que más modificaciones ha sufrido a lo largo de los años y que aún 
está relacionado con las responsabilidades de la mujer. Promover la visibilidad e integración de la cocina con los 
otros ámbitos del hogar es una manera de valorar y compartir las tareas domésticas, pero que esté visible todo el 
tiempo tampoco es la mejor alternativa, pues su visibilidad constante obliga a un mayor mantenimiento y cuidado, lo 
que puede acabar siendo molesto para sus habitantes (Muxí, 2009, pág.36). 
 
El comedor es un espacio común que acoge actividades diversas además de comer: en este espacio también poden 
llevarse a cabo trabajos productivos, reproductivos, de estudio o de ocio. La integración de la cocina con el comedor 
genera dos espacios comunitarios y favorece la relación con las otras zonas de la casa. 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
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La conexión cocina – salón – comedor, debe ser tomada con atención proporcionando el posible aislamiento de la 
cocina en determinados momentos. 
 
Cuanto a los pasillos, deben tener otros usos complementares como espacio para juegos, espacio para las tareas 
domésticas como planchar o plegar la ropa o espacio de estudio. Volver los armarios para el pasillo también es una 
manera de darle más actividad además de dar mayor versatilidad a los espacios de las habitaciones. 
 
El lavadero, o el espacio pensado para el cuidado de la casa y de la ropa, debe estar vinculado a los espacios de 
baño y de las habitaciones pues, si analizamos el ciclo de la ropa, nos damos cuenta de que la mayor parte de 
prendas salen sucias del baño y vuelven limpias a las habitaciones. Si existe la posibilidad de que la zona de lavado 
tenga contacto con el exterior cabe aprovecharla y permitir el secado de la ropa al sol. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
(17). 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 43 
 
 
 
 
 
Los esquemas anteriores presentan la aplicación de los criterios de género a un apartamento cualquiera (las plantas 
provienen de material publicitario). Es posible percibir la diferencia entrela relación de los espacios y la realización 
de las actividades domésticas cuando éstos han sido bien distribuidos y están correctamente relacionados entre sí. 
 
En el recorrido de la ropa, por ejemplo, es mucho menor y más organizado cuando el espacio para el lavado se 
encuentra próximo a las habitaciones y baños, y no integrado a la cocina como se observa en las primeras plantas. 
 
La conexión cocina-comedor también disminuye los recorridos, mejora la integración entre los espacios y la 
ventilación cruzada dentro del hogar. Es conveniente permitir que la cocina se cierre siempre que sea necesario. 
 
La separación de funciones en los baños hace posible la utilización simultánea por más de una persona y los 
espacios de guardado en los pasillos liberan el interior de las habitaciones para conseguir una mayor variedad en la 
distribución del mobiliario y en las posibilidades de uso. 
 
 
(18). 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
 44 
Participación 
 
Para lograr una vivienda que esté conectada al barrio y a la ciudad, flexible y con calidad espacial, cuya organización 
colabore a un mejor y más equitativo desarrollo de las actividades cotidianas, hay que tener en mente algunas 
estrategias en el proceso de diseño. 
 
Los procesos de participación son muy importantes, fundamentales para conocer las necesidades de las personas y 
proporcionar mejores soluciones a su día a día. Eso sí, se debe considerar la opinión y la participación de todos los 
miembros de la comunidad, incluyendo hombres, mujeres, jóvenes y gente mayor; solo así se pueden conocer los 
deseos y necesidades de todos. 
 
Además de fomentar la participación, estos procesos también deben proporcionar la información necesaria, ser 
divulgativos y llevar el debate al alcance de todos. También deberían tener en cuenta la valoración de las 
experiencias personales: las encuestas de satisfacción ayudan a conocer la opinión de los habitantes y proporcionan 
la posibilidad de acumular conocimiento y experiencia para los siguientes proyectos. 
 
Por tanto, a través de la definición de estos criterios intento encontrar herramientas para analizar proyectos e 
identificar propuestas de calidad que tengan en cuenta la perspectiva de género. De este modo se pueden trazar 
caminos que nos lleven, en algunos años, a unas ciudades más igualitarias y a unos hogares más adaptados a las 
necesidades cotidianas de todos los habitantes a lo largo de sus vidas. 
 PARTE II 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 47 
URBANISMO 
Y GÉNERO 
 
El objetivo de esta parte del trabajo es incentivar la reflexión sobre los espacios urbanos a la luz de los conceptos 
desarrollados en el capítulo anterior. Es decir, pensar los espacios de la ciudad desde la perspectiva de género, 
desde el punto de vista de los diferentes colectivos y teniendo presente el desarrollo de las tareas de la vida 
cotidiana. 
 
La idea es que el espacio urbano de referencia sea la “ciudad próxima” de cada uno, el entono más cercano a 
nuestras casas y trabajos, lugares por los cuales pasamos habitualmente y que forman parte de nuestro día a día. 
Así, reflexionar sobre estos espacios significa analizarlos a partir de nuestras experiencias personales, deseos y 
necesidades cotidianas. 
 
En relación a la movilidad en las ciudades, Carme Miralles afirma que el uso social del territorio influye en el tiempo 
cotidiano, es decir, en el tiempo empleado en la realización de las diferentes actividades: 
 
 
 
“Los lugares donde se trabaja, donde se compra, donde se vive dibujan un conjunto de interrelaciones y de 
conexiones que se gestionan a través de la planificación y la ordenación del territorio (y por consiguiente, de la 
ciudad), así como de la construcción y la gestión de las redes de transporte. La configuración física del espacio y de 
las infraestructuras de apoyo a la movilidad condicionan las dinámicas territoriales, que a su vez determinan los 
tiempos de desplazamientos.” (Miralles, 2006, pág. 09) 
 
 
 
Según Miralles, la manera como están formadas las ciudades incide directamente en los desplazamientos realizados, 
así como en la gestión del tiempo utilizado en el desarrollo de las tareas relacionadas con el mantenimiento de la 
vida cotidiana. 
 
De este modo, entendemos que las ciudades funcionales (las que se encuentran divididas en zonas para vivir, para 
trabajar y de ocio) no favorecen lo cotidiano, no tienen en cuenta los desplazamientos a pie y están vinculadas a la 
circulación y el uso masivo del trasporte privado, haciendo más compleja la realización de las actividades cotidianas 
y la gestión del tiempo social (Miralles en AAVV, 2006, pág. 217). 
 
 CASA-CIUDAD – una perspectiva de género 
 
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Por otro lado, la proximidad de los equipamientos hace posible una mejor gestión del tiempo y de los 
desplazamientos. La movilidad no debe pensarse únicamente desde la perspectiva de las grandes circulaciones y del 
uso del transporte privado sino que debe tener en cuenta los pequeños desplazamientos realizados dentro de cada 
barrio, para generar desde ahí una red de transporte público que abarque las diferentes escalas de circulación, 
desde la más pequeña hasta la más compleja. 
 
Sin embargo, la intención de este capítulo es rescatar la idea de la ciudad “racimo de uva”, desarrollada por Anna 
Bofill, donde cada barrio debería ofrecer, además de las viviendas, los equipamientos, comercios y servicios 
necesarios para generar oportunidades de trabajo. 
 
 
 
El barrio 
de Gràcia 
 
Para ejemplificar la aplicación de los criterios desarrollados, y basándonos en el concepto de la proximidad, vamos a 
mirar la ciudad desde la escala de los ciudadanos y ciudadanas que salen a trabajar, que llevan los hijos a la escuela 
y hacen compras habitualmente. Para ello, se presentará un análisis sobre el barrio de Gràcia, en Barcelona, 
realizado en el curso de Género y urbanismo: teoría y proyecto, a cargo de la arquitecta Zaida Muxí, en el máster 
oficial de Urbanismo (ETSAB–UPC), donde se explora las ventajas y desventajas presentes en él y proponiendo 
algunos cambios que podrían llevarse a cabo para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. 
 
 
 
Los personajes 
 
Con la intención de acercarnos más a la realidad del barrio, se propone conocer mejor las actividades cotidianas y 
los desplazamientos que realizan con mayor frecuencia algunos personajes que viven en Gràcia. De una manera 
general, analizaremos protagonistas de diferentes edades y con ritmos de vida diversos: algunos salen 
constantemente del barrio para realizar actividades (ir a trabajar o a estudiar) y dependen del transporte público 
mientras que otros desarrollan su vida en el entorno próximo a sus casas. 
 
Para realizar este análisis se ha establecido un límite en el barrio teniendo en cuenta los principales elementos, la red 
de transporte público y la oferta de equipamientos y servicios, tal y como puede observarse en el mapa adjunto (2). 
Posteriormente se han marcado sobre el plano los recorridos de los protagonistas por esta zona y definido los 
caminos y el uso de los espacios realizados por cada uno de ellos. 
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Ana tiene 10 años y todos los días va de 
casa a la escuela. En el recorrido pasa 
por tres plazas que encuentra en su 
camino y, siguiendo las 
recomendaciones de su madre, elige las 
calles peatonales. 
 
 
Juan tiene 35 años, vuelve del trabajo en 
metro, recoge a los niños en la escuela y 
juntos pasan por la plaza del Diamant para 
jugar un rato en ella. Escogen para 
regresar a casa las calles más tranquilas 
para pasar con el cochecito de bebé. 
 
 
 
Manuel tiene 45 años y vive cerca de la 
plaza Joanic. Tiene coche y lo deja en el 
aparcamiento de la misma plaza. 
Algunos días, al llegar del trabajo, va a 
la plaza Vila

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