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, . . _ , _ 0 0 .• •"•'•" •0·�··-· .... ·-M • • � "' .... .. ... � <•• �' • M • TIEMPO PASADO· Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión por Beatriz Sarlo Siglo velntlun� editores Argentina ÍNDICE l. Tiempo pasado 2. Crítica del testimonio: sujeto y experiencia 3. La retórica testimonial 4. Experiencia y argumentación 5. Posmemoria, reconstrucciones 6. Más allá de la experiencia Agradecimiento 9 27 59 95 125 159 167 l. Tiempo pasado El pasado es siempre conflictivo. A él se refieren, en compe tencia, la memoria y la historia, porque la historia no siem pre puede creerle a la memoria, y la memoria desconfía de una reconstrucción que no ponga en su centro los derechos del recuerdo (derechos de vida, de justicia, de subjetividad). Pensar que podría darse un entendimiento fácil entre estas perspectivas sobre el pasado es un deseo o un lugar común. Más allá de toda decisión pública o privada, más allá de la justicia y de la responsabilidad, hay algo intratable en el pasado. Pueden reprimirlo sólo la patología psicológica, in telectual o moral; pero sigue allí, lejano y próximo, ace chando el presente como el recuerdo que irrumpe en el momento menos pensado, o como la nube insidiosa que rodea el hecho que no se quiere o no se puede recordar. Del pasado no se prescinde por el ejercicio de la decisión ni de la inteligencia; tampoco se lo convoca simplemente por un acto de la voluntad. El regreso del pasado no es siempre un momento liberador del recuerdo, sino un adve nimiento, una captura del presente. Proponerse no recordar es como proponerse no percibir un olor, porque el recuerdo, como el olor, asakt, incluso cuando no es convocado. Llegado de no se sabe dónde, el lO llEATRJZ SARLO recuerdo no permite que se lo desplace; por el contrario, obliga a una persecución, ya que nunca está completo. El re cuerdo insiste porque, en un punto, es soberano e incontro lable (en todos los sentidos de esa palabra). El pasado, para decirlo de algún modo, se hace presente. Y el recuerdo necesita del presente porque, como lo señaló Deleuze a propósito de Bergson, el tiempo propio del recuerdo es el presente: es de cir, el único tiempo apropiado para recordar y, también, el tiempo del cual el recuerdo se apodera, haciéndolo propio. Del pasado puede no hablarse. Una familia, un estado, un -·· 'gob!erno pueden sostener la prohibición; pero sólo de modo aproximativo o figurado se lo elimina, excepto que se elimi nen todos los sujetos que van llevándolo (ese fue el enloque cido final que ni siquiera logró la matanza nazi de los judíos). En condiciones subjetivas y políticas "normales", el pasado siempre llega al presente. Esta obstinada invasión de un tiem po (entonces) sobre otro (ahora) irritó a Nietzsche, que lo de nunció en su batalla contra el historicismo y contra una "his toria monumental" represora de los impulsos del presente. Una "historia crítica", por el contrario, que 'juzga y con dena", es la que correspondería a "aquel a quien una nece sidad presente oprime el pecho y que, a toda costa, quiere liberarse de esa carga".l La denuncia de Nietzsche (que es cuchó Walter Benjamín) se dirigía contra posiciones de la 1 Friedrich Nieuschc, Sobre la utilidad y los pe1juicios de la historia para la vida, Madrid, Edaf, pp. 56-58. TIEMPO PASADO 11 historia traducidas en •poder simbólico y en una dirección sobre el pensamiento. La historia monumental ahogaba el impulso "ahistórico" de producción de la vida, la fuerza por la cual el presente arma una relación con el futuro y no con el pasado. La diatriba nietzscheana contra el historicismo, articulada en el contexto de sus enemigos contemporáneos, también hoy puede hacer valer su alerta. Las últimas décadas dieron la impresión de que el im perio del pasado se debilitaba frente al "instante" (los luga res comunes sobre la posmodernidad con sus operaciones de "borramiento" repican el duelo o celebran la disolución del pasado); sin embargo, también fueron las décadas de la museificación, del heritage, del pasado-espectáculo, las al deas potemkin y los theme-parks históricos; lo que Ralph Sa muel designó como "manía preservacionista";2 el sorpren dente renacer de la novela histórica, los best-sellers y los films que visitan desde el siglo XIX hasta Troya, las histo rias de la vida privada, a veces indiscernibles del costum brismo, el reciclado de estilos, todo eso que Nietzsche lla mó, con irritación, la historia de los anticuarios. "Las sociedades occipentales están viviendo una era de auto-ar queologización¡', escribió Charles Maier.3 1 � Ralph Samuel, Theatres uf Memury, Londres, Verso, 1996 ( 1994), p. 139. Samud escribió un libro pionero e u el cambio de foco de la histo IÜ de circulación pública, es decit; la que excede el recinto acadé111ico. 3 Tite Un,w;terab/e Past; flistmy, Hulow.ust, aud Gennan Natiuual!dmtity, Cambt·idge (Mass.) y Londres, Hat·vanl University Press, 1988, p. 12:). ) 12 Bf.ATRlZ SAIU.O Este neohistoricismo deja disconformes a los historiado res y a los ideólogos, como la historia natural victoriana de jaba disconformes a los evolucionistas darwinianos. Indica, sin embargo, que las operaciones con la historia entraron en el mercado simbólico del capitalismo tardío con tanta eficacia como cuando fueron objeto privilegiado de las ins tituciones escolares desde fines del siglo XIX. Cambiaron los objetos de la historia, de la académica y de la de circula ción masiva, aunque no siempre en sentidos idénticos. De un lado, la historia social y cultural desplazó su estudio ha cia los márgenes de las sociedades modernas, modificando la noción de sujeto y la jerarquía de los hechos, destacan do los pormenores cotidianos articulados en una poética del detalle y de lo concreto. Del otro, una línea de la histo ria para el mercado ya no se limita solamente a la narración de una gesta que los historiadores habrían ocultado o pasa do por alto, sino que tam�ién adopta un foco próximo a los actores y cree descubrir una verdad en la reconstruc ción de sus vidas. Estos cambios de perspectiva no podrían haber sucedi do sin uria variación en las fuentes: el lugar espectacular de la historia oral es reconocido por la disciplina académica que, des.de hace varias décadas, considera completamente legítimas las fuentes testimoniales orales (y, por momentos, da la impresión de que las juzga más "reveladoras"). Por su parte, historias del pasado más reciente, sostenidas casi ex clusivamente en operaciones de-la memoria, alcanzan una TIEl'vii'O PASADO 13 circulación extradisciplinaria que se extiende a la esfera pú blica comunicacional, la política y, a veces, reciben el im pulso del estado. Vistas de pasado Las "vistas de pasado" (según la fórmula de Benveniste) son construcciones. Precisamente porque el tiempo del pasado es ineliminable, un perseguidor que esclaviza o libera, su irrupción en el presente es comprensible en la medida en que se lo organice mediante los procedimientos de la na rración y, por ellos, de una ideología que ponga de mani fiesto un continuum significativo e interpretable de tiempo. Del pasado se habla sin suspender el presente y, muchas ve ces, implicando también el futuro. Se recuerda, se narra o . se remite al pasado a través de un tipo de relato, de per sonajes, de relación entre sus acciones voluntarias e invo luntarias, abiertas y secretas, definidas por objetivos o in conscientes; los personajes articulan grupos que pueden presentarse como más o menos favorables a la independen cia respecto de factores externos a su dominio. Estas moda lidades dd discurso implican una concepción de lo social, y eventualmente también de la naturak/ZL Introducen una tonalidad dominante en las "vistas de pasado". En las narraciones históricasde circu lacióu masiva, un cerrado círculo hennenéurico une la reconstrucción de los 14 BEATRIZ SARLO hechos con la interpretación de sus sentidos y garantiza vi .. ��;;;-g:¡;¡;�}e;,·, �iq üe IIas-que-;·err·J.a--mnbü.:íóu..de.ls:lU!"���<.!es -----................ -.. -........ . historiadores del siglo XIX, �·ueron las síntesis que hoy se consideran a veces imposibles, a veces indeseables y, por lo general, conceptualmente erróneas. Si, como dijo hace ya cuarenta aüos Hans-Robert J auss, nadie se propondría es cribir la historia general de una literatura, como fue el pro yecto de los filólogos e historiadores del XIX, las historias no académicas, dirigidas a un público formado por no es pecialistas, presuponen siempre una síntesis . . ..... ,., Las reglas del método de la disciplina histórica (inclui- das sus luchas de poder académico) supervisan los modos de reconstrucción del pasado, o, por lo menos, conside ran que ése es un ideal epistemológico que asegura una aceptable artesanía de sus productos. La discusión de las modalidades reconstructivas es explícita, lo cual no quie re decir que a partir de ella se alcance una historia de gran interés público. Eso más bien.depende de la escritu ra y de temas que no sólo llamen la atención de los espe cialistas; depende también de que el historiador académico no se empecine en probar de modo obtuso su aquiescen cia a las reglas del método, sino que demuestre que ellas son importantes precisamente porque penniten hacer una historia mejor. La historia de circulación masiva, en calllbio, es sensible a las estrategias con que el present e vuelve funcional d asal to del pasado y considera que es completamente legítimo TIEMPO PASADO 15 ponerlo en evidencia. Si no encuentra respuesta en la este- ·•·· .. !�Pii�bJi�_a. __ act�alLha _f.�-��a��.��_y_ ����c� __ compl�_ta�nente de_. interés. La modalidad no académica (aunque sea un histo- riador de formación académica quien la practique) escu cha los sentidos comunes del presente, atiende las creen cias de su público y se orienta en función de ellas. Eso no la vuelve lisa y llanamente falsa, sino conectada con el imagi nario social contemporáneo, cuyas presiones recibe y acep ta más como ventaja que como límite. Esa historia masiva de impacto público recurre a una misma fórmula explicativa, un principio teleológico que asegura origen y causalidad, aplicable a todos los fragmen tos de pasado, independientemente de la pertinencia que demuestre para cada uno de los fragmentos en concreto. Un principio organizador. simple ejerce su soberanía sobre acontecimientos que la historia académica considera-influi dos por principios múltiples. Esta reducción del campo de las hipótesis sostiene el interés público y produce una niti dez argumentativa y narrativa de la que carece la historia académica. No sólo recurre al relato sino que no puede presciudir de él (a diferencia del ab andono frecuente y de liberado del relato en la historia académica); por lo tanto, impone unidad sobre las discontinuidades, ofreciL:ndo una "línea de tiempo" consolidada en sus nucks y desenlaces. Sus grandes esquemas explicativos son relativamente in dept:ndientt·s de Lt materia del pas;tdo sobre la que impo nen una línea superior de significados. l.a potencú organi- 1 1 1 16 BEATRIZ SARLO zadora de estos esquemas se alimenta del "sentido común" con el que coincide. A este modelo también respondieron las "historias nacionales" de difusión escolar: un panteón de héroes, un grupo de excluidos y réprobos, una línea de de sarrollo unitario que conducía hasta el presente. La quiebra de la legitimidad de las instituciones escolares en algunos países, y la incorporación de nuevas perspectivas y nuevos sujetos, en otros, afectaron también las "historias naciona les" de estilo tradicional. Las modalidades no académicas de escritura encaran el asalto del pasado de modo menos regulado por el oficio y el método, en función de necesidades presentes, intelec tuales, afectivas, morales o políticas. Mucho de lo escrito so bre las décadas de 1960 y 1970 en la Argentina (y también en otros países de América Latina), en especial.las recons trucciones basadas en fuentes testimoniales, pertenece a ese estilo. Son versiones que se sostienen en la esfera públi ca porque parecen responder plenamente las preguntas so bre el pasado. Aseguran un sentido, y por eso pueden ofre cer consuelo o sostener la acción. Sus principios simples reduplican modos de percepción de lo social y no plantean contradicciones con el sentido común de sus lectores, sillo que lo sostienen y se sostienen en él. A diferencia de la hue na historia académica, no ofrecen un sistema de hipótesis :sino cenezas . .E:stos modos de la historia �esponden a la inseguridad perturbadora que causa el pasado en ausencia de un princi- TlFMI'O PASADO 17 pio explicativo fuerte y con capacidad incluyente. Es cierto que las modalidades comerciales (porque esa es su circula ción en las sociedades mediatizadas) despiertan la descon fianza, la crítica y también la envidia rencorosa de aquellos profesionales que fundan su práctica solamente en la ruti na del método. Como la dimensión simbólica de las socie dades en que vivimos está organizada por el mercado; los criterios son el éxito y la puesta en línea con el sentido co mún de los consumidores. En esa competencia, la historia académica pierde por razones de método, pero también por sus propias restricciones formales e institucionales, que la vuelven más preocupada por reglas internas que por la búsqueda de legitimaciones exteriores que, sin son alcanza das por un historiador académico, pueden incluso originar la desconfianza de sus pares. Las historias de circulación masiva, en cambio, reconocen en la repercusión pública de mercado su legitimidad. El giro subjetivo Hace y�t décadas, la mirada de muchos histori�tdorcs y cien tíficos sociales inspirados por lo etnográfico se desplazó ha cia la brujería, la locura, la tiesta, la literatLmt popular, el campesinado, las es trategias de lo cotidiano, buscando el de talle excepcional, el rastro de aquello que se opone a la nonn�tlizacióu, y las subjetividades que se distinguen por l!:l BEATRIZ SARLO una anomalía (el loco, el criminal, la ilusa, la posesa, la bru ja), porque presentan una refutación a las imposiciones del poder material o simbólico. Pero también se acentuó el in- terés por los sujetos ''normales", cuando se reconoció que no sólo seguían itinerarios sociales trazados sino que prota gonizaban negociaciones, transgresiones y variantes. En un artículo pionero de imaginativa etnografía social,4 Michel de Ceneau presentó las estrategias inventadas por los obre ros en la fábrica para actuar en provecho propio, tomando v�.n�<0a de mínimas oportunidades de innovación ni políti ca ni ideológica sino cultural: usar en casa las herramientas del patrón o llevarse oculta una pequeíia parte del produc to. Estos actos de rebelión cotidiana, las "tretas del débil" escribe de Certeau, habían sido invisibles para los letrados que fijaron la vista en los grandes movimientos colectivos, cuando no sólo en sus dirigentes, sin descubrir, en los plie gues culturales de toda práctica, el principio de afirmación de la identidad, invisible desde la óptica que definía una "vista del pasado" que privaba de interés a la inventiva su balterna; y, por tanto, en un círculo vicioso de método, no podía observada. Las hipótesis de Michel de Ceneau se han fundido de tal modu con b ideología de las historias de "nuevos suje- 1 .. F,titc l:t petTut¡uc", en ;\rls dejaiH', !'arí,, Callilllard, l'JSO. ll.a iu vt>nciúu df fu cotidiww l. ArlfS de lwrn; México, Universidad Iberoamerica na, J�0íi.] TIEMPO PASADO 19 tos" que se lo menciona poco como uno de sus innovadores teóricos(hoy se pescan más citas en el torrente de Homi Bhabha que en la historia francesa o el materialismo britá nico). Los nuevos sujetos del nuevo pasado son esos "cazado res furtivos", que pueden hacer de la necesidad virtud, que modifican sin espectacularidad y con astucia sus condicio nes de vida, cuyas prácticas son m:1s independientes que lo que creyeron las teorías de la ideología, de la hegemonía y de las condiciones materiales, inspiradas en los diferentes marxismos. En el campo de esos s�jetos hay principios de rebeldía y principios de conservación de la identidad, dos rasgos que las "políticas de L:\ identidad" valoran como au toconstituyen tes. Las "historias de la vida cotidiana" producidas, en gene r;J.l, de modo colectivo y monográfico en el espacio acadé mico, a veces extienden su público más allá de ese .ámbito precisamente por el interés "novelístico" de sus objetos. El pasado vudve como cuadro de costumbres donde se valo ran los detalles, las originalidades, la excepción a la norma, las curiosicLtdcs que ya no se encuentran en el presente. Como se trata de vida cotidiana, bs m t�eres (especialistas en esa dimensión de lu privado y lo público) ocupan una porción rdt:\ 'an te dd cuadro. Es tus st�jetos marginales, qut� habrían sido n:btivameute ignorados en 1Jlros modos ele b nanaciótl del pas�tdo, plantean nuevas exigencias ck IllL'tu do e inclin�tn a b escucha sistenütica de los ''discursos de meinoria": diarios, canas, consejos, oraciones. ! 1 1 j 20 BEATRIZ SARLO Este reordenamiento ideológico y conceptual del pasa do y sus person<�es coincide con la renovación temática y metodológica que la sociología de la cultura y los estudios culturales realizaron sobre el presente. En The Uses of Lite racy, el libro pionero de Richard Hoggart, la vida domésti ca, la organización de la casa obrera y popular, las vacacio nes, la administración del gasto en condiciones de relativa escasez, las diversiones familiares esbozan un programa de investigaciones futuras que tocan no sólo a los estudios cul- ,. �urales sino también a las reconstr�ccíones del pasado. Hoggart cumple ese p¡:og¡:�ma" eri"l957; ·antes de que se lo presente como gran gesto de innovación teórica. En un movimiento que, en los años cincuenta del siglo XX, po día ser considerado sospechoso para las ciencias sociales, Hoggan trabaja con sus recuerdos y sus experiencias de in fancia y adolesc�ncia, sin considerarse obligado a fundar teóricamente la introducción de esa dimensión subjetiva . En el prólogo de la edición francesa,Jean-Claude Passeron alerta a Jos lectores que se encontraban hente a una forma nueva de abordar un objeto que todavía no había termina do de establecer su legitimidad. En 1970, Passeron todavía se siente obligado a escribir: "Es verdad que una experien cia autobiugr:dica no constituye por sí sola un protocolo de observación mt.:tódica ... Pero la obra de Hoggan tiene pn�cisamcnte la característica, aunque la vivacidad de la dc�cripción di�imuk a vece� su organización subyacente, de ordenarse según un plan de observación que tiene la TIEMPO PASADO 21 rúbrica y los conceptos operativos del inventario etnográfi co".5 En una palabra: Passeron reconduce a Hoggart a los marcos disciplinarios, precisamente porque el recurso a la primera persona y a la experiencia propia podían enton ces, en aquel lejanísimo 1970, dar la impresión de que los debilitaba. La idea de entender el pasado desde su lógica (una uto pía que ha movido a la historia) se enreda con la certeza de que ello, en primer lugar, es completamente posible, lo cual aplana la complejidad de lo que se quiere reconstruir; y, en segundo lugar, de que se lo alcanza colocándose en la perspectiva de un sujeto y reconociendo a la subjetivi dad un lugar, presentado con recursos que en muchos ca sos provienen de lo que, desde mediados del siglo XIX, la literatura experimentó como primera persona del relato y discurso indirecto libre: modos de subjetivación de lo na rrado. Tomadas esta� innovaciones en conjunLo, la actual tendencia académica y del mercado de bienes simbólicos que se propone reconstruir la textura de la vida y la ver dad albergadas en la rememoración de la experiencia , la revaloracióu de la primera persona como punLo de vista, la reivindicación de una dimensión subjetiva, que hoy se expande subre los estudios del pasado y los t:studios cultu- '• l'rcs<.:Ill�t<iÚll tk .J..:aH-Claudc Passerun a: lZichard llugg�ut, La mL ture du ¡muo u:, l',trís, Minuit, cul. Le sens COllllllllll, J '170. Cuuw se sabe, la cokcciún eLt dirigida por Pinrc Bounlieu, lo cu�d 110 dej�t de ser llll dato imponante. 22 Bf.ATRlZ SARLO rales del presente, no resultan sorprendentes. Son pasos de un programa que se hace explícito, porque hay condi ciones ideológicas que lo sostienen. Contemporáneo a lo que se llamó en los años setenta y ochenta el "giro lingüís tico", o acompaúándolo muchas veces como su sombra, se ha impuesto el giro subjetivo. Este reordenamiento ideológico y conceptual de la socie dad del pasado y sus personajes, que se concentra sobre los derechos y la verdad de la subjetividad, sostiene gran parte de la empresa reconstructiva de las décadas del se senta y setenta. Coincide con una renovación análoga en la sociología de la cultura y los estudios culturales, donde la identidad de los sujetos ha vuelto a tomar el lugar que, en los aúos sesenta, fue ocupado por las estructuras.ti Se ha restaurado la razón del sujeto, que fue, hace décadas, me ra "ideología" o "falsa conciencia", es decir, discurso que encubría ese depósito oscuro de impulsos o mandatos que el sujeto necesariamente ignoraba. En consecuencia, la his toria oral y el testimonio han devuelto la confianza a esa primera persona que narra su vida (privada, pública, afec tiva, política), para conservar el recuerdo o para reparar una id en ti dad lastimada. ti P�tL.l una exposición detallada de esta problemática en el cunpo de los estudios culturales y de la semiología (�tdernás de una completa bi btiogralía), \'éasc: l.eonor Arfuch, 1�'1 espacio /;iogHijiw; dilemas de la subjeti vidad wnlemjJUrlÍIIW, Buenos Aires, FCE, 2002. TIEMPO PASADO 23 Recordar y entend�r Este libro se ocupa del pasado y la memoria de las últimas décadas. Reacciona no frente a los usos jurídicos y morales del testimonio, sino frente a sus otros usos públicos. Anali za la transformación del testimonio en un ícono de la Ver dad o en el recurso más importante para la reconstrucción del pasado; discute la primera persona como forma privile giada frente a discursos de los que la primera persona está ausente o desplazada. La confianza en la inmediatez de la voz y del cuerpo favorece al testimonio. Lo que me propon go es examinar las razones de esa confianza. Durante la dictadura militar algunas cuestiones no po dían ser pensadas a fondo, se las revisaba con cautela o se las soslayaba a la espera de que cambiaran las condicio nes políticas. El mundo se dividía claramente en amigo y [ enemigo y, bajo una dictadura, es preciso mantener la , convicción de que la separación es tajante. La crítica de i la lucha armad�, por ejemplo, parecía trágicamente para : dójica cuando 1 1 los militantes eran asesinados. De todos 1 modos, durantf los años de la dictadura, en la Argentina y en el exilio, s� reflexionó precisamente sobre ese tema, 1 pero la discusiqn abierta, sin chant;,�es morales, sólo em ! . pezó, y con un�chas dificultades, con la transiciCm demo- cr:nica. Han pa�ado veinte años y es, por lo tanto, absurdo 1 ' negarse a pensar sobre cualquier cosa, con las consecuen cias que pueda tener su exam e n . El espac i o de libertad 24 BEATRIZ SAlti_O intelectual se defiende incluso frente a las mejores in tenciones. La memoria ha sido el deber de la Argentina posteriora la dictadura militar y lo es en la mayoría de los países de América Latina. El testimonio hizo posible la condena del terrorismo de estado; la idea del "nunca más" se sostiene en que sabemos a qué nos referimos cuando deseamos que eso no se repita. Como instrumento jurídico y como modo de reconstrucción del pasado, allí donde otras fuentes fue ron destruidas por los responsables, los actos de memoria fueron una pieza central de la transición democrátic;;t, sos tenidos a veces por el estado y de forma permanente por organizaci�nes de la sociedad. Ninguna condena hubiera sido posible si esos actos de memoria, manifestados en los relatos de testigos y víctimas, no hubieran existido. Como es evidente, el campo de la memoria es un campo de conflictos que tienen lugar entre quienes mantienen el recuerdo de los crímenes de estado y quienes proponen pa sar a otra etapa, cerrando el caso más monstruoso de nues tra historia. Pero también es up campo de conflictos entre los que sostenemos que el terrorismo de estado es un ca pítulo que debe quedar jurídicamente abierto, y que lo sucedido durante la dictadura militar debe ser enser1ado, difundido, discutido, comenzando por la escuela. Es un campo de conflictos también para quienes sostenemos que el "nunca más" no es un cierre que deja atrús el pasado si uo una decisión de evitar las repeticiones, recordándolo. TIEMPO PASADO 25 Desearía que esto quedara claro para que los argumentos que siguen puedan ser leídos en lo que realmente tratan de plantear. Vivimos una época de fuerte subjetividad y, en ese senti do, las prerrogativas del testimonio se apoyan en la visibili dad que "lo .personal" ha adquirido como lugar no simple mente de intimidad sino de manifestación pública. Esto sucede no sólo entre quienes fueron víctimas, sino también y fundamentalmente en ese territorio de hegemonía sim bólica que son los medios audiovisuales. Si hace tres o cua tro décadas el yo despertaba sospechas, hoy se le reconocen privilegios que sería interesante examinar. De eso se trata, y no de cuestionar el testimonio en primera persona como instrumento jurídico, como modalidad de escritura o co mo fuente de la historia, a la que en muchos casos resulta indispensable, aunque le plantee el problema de cómo ejer cer la crítica que normalmente ejerce sobre otras fuentes. Mi argumento aborda la primera persona del testimonio y las formas del pasado que resultan cuando el testimonio es la única fueme (porque no existen otras o porque se lo con sidera más confiable que otras). No se trata sim¡.Jiemente de una cuestión de la forma del discurso, sino de su pro dticción y ele las condiciones culturales y polítiGts que lo vuelven creíble. Se ha dicho muchas vecn: vivimos en la era de la mnnoria y el temor o la ameuaza de una ··pérdida de memoria" responde, m:ts que al bonamit�uto efectivo de algo que debería ser recordado, a un "terna cultural" que, 26 BEAl'RIZ SAIU.O en países donde hubo violencia, guerra o dictaduras milita res, se entrelaza con la política. La cuestión del pasado puede ser pensada de muchas maneras y la simple contraposición de memoria completa y olvido no es la única posible. Me parece necesario avanzar críticamente más allá de ella, desoyendo la amenaza de que, si se examinan los actuales procesos de memoria, se estaría fortaleciendo la posibilidad de un olvido indeseable. Esto no es cierto. Susan Sontag escribió: "Quizá se le asigna demasiado valor a la memoria y un valor insuficiente al pensamiento". La frase pide precaución frente a una historia en la que el exceso de memoria (cita a los serbios, a los irlandeses) pue de conducir, nuevamente, a la guerra. Este libro no explora en la dirección de esas memorias nacionales guerreras, si no en otra, la de la intangibilidad de ciertos discursos sobre el pasado. Está movido por la convicción de Sontag: es más importante entender que recordar, ·aunque para entender sea preciso, también, recordar. 1 1 1 1 2. Crítica del testimonio: sujeto y experiencia A los combates por la historia también se los llama ahora combates por la identidad. En esta permutación del voca bulario se ret1eja la primacía de lo subjetivo y el rol que se le atribuye en la esfera pública. Sujeto y experiencia han vuelto y, por consiguiente, deben examinarse sus atributos y sus pretensiones una vez más. En la inscripción de la ex periencia se reconoce una verdad (¿originada en el suje to?) y una fidelidad a lo sucedido (¿sostenida por un nuevo realismo?). Al respecto, algunas preguntas. ¿Qué relato de la experiencia está en condiciones de eva dir la contradicción entre la fijeza de la puesta en discurso y la moviLidad ele lo vivido? ¿Guarda la narración de la expe riencia algo de la intensidad de lo vivido, ele la �'rlebnis? ¿O simple men te las innumerables veces que ha sido puesta en discurso ha gast:lclo toda posiLilidad de significación? ¿La experiencia se disuelve u se cow;erva en el relato? ¿Es posi ble recordar una experiencia o lo c¡ue se recuerda es súlo el recuerdo previam ente puesto en discuiso, y así sólo hay una sucesión de relatos e¡ u e no tien en la posibilitLtd de recupe rar nada de lo que pretenden como objeto? ¿El rebLO, eu 28 BI0\TRIZ SARLO lugar de re-vivir la experiencia, es una forma de aniquilarla forzándola a responder a una convención? ¿Tiene algún sentido re-vivir la experiencia o el único sentido está en comprenderla, lejos de una re-vivencia, incluso contra ella? ¿Cuánto garantiza la primera persona para captar un senti do de la experiencia? ¿Debe prevalecer la historia sobre el discurso y renunciarse a aquello que de individual tuvo la experiencia? Entre un horizonte utópico de narración de la experiencia y un horizonte utópico de memoria: ¿qué lu gar queda para _ un saber del pasado? La actualidad de estas preguntas viene de lo político. En 1973 en Chile y en Uruguay, y en 1976 en la Argentina se producen golpes de estado de nuevo tipo. Los regímenes que se establecen realizan actos (asesinatos, torturas, cam pos de concentración, desaparición, secuestro) que consi- ' deramos inéditos, novedosos, en la historia política de estos países. Desde ames de las transiciones democráticas, pero acentuadamente a-partir de ellas, la reconstrucción de esos actos de violencia estatal por víctimas-testigos es una dimen sión jurídica indispensable a la democracia. Pero, además de que fue la base probatoria de juicios y condenas al terro rismo de estado en la Argentina (y lo están haciendo posi ble en Chile), el testimonio se ha convertido en un relato de gran impacro fuera de la escena judicial. Allí donde ope ra cultural e ideológicamente, se moverán las tentativas de respuesta a las pregllnt<.�s del comienzo. CRÍTICA DEL TESTIMONIO: SUJETO Y EXI'ERIENCL\ 29 Narración de la experiencia La narración de la experiencia está unida al cuerpo y a la voz, a una presencia real del sujeto en la escena del pasa do. No hay testimonio sin experiencia, pero tampoco hay experiencia sin narración: el lenguaje libera lo mudo de la experiencia, la redime de su inmediatez o de su olvido y la convierte en lo comunicable, es decir, lo común. La na rración inscribe la experiencia en una temporalidad que no es la de su acontecer (amenazado desde su mismo co mienzo por el paso del tiempo y lo irrepetible), sino la de su recuerdo. La narración también funda una lemporali dacl, que en cada repetición y en cada variante volvería a actualizarse. El auge del testimonio es, en sí mismo, una refutación de · lo que, en las primeras décadas del siglo XX, algunos consi deraron su cierre definitivo. Walter Benjamín, frente a las consecuencias de la primera guerra mundial, expuso el ago tamiento del relato a causa del agotamiento de la experien cia que le daba origen. De las trincherasy los fi·entes de bata lla de la guerra, afirmó , los hombres volvieron ennmdecidos. Como es in n egable, Benjamín se equivocaba en lo relativo a la escasez de testimonios, precisamente porque "la guerra ele l�Jl4-EJlB marca el comienzo del testimonio de masas".l 1 Annl'LLt.: \Yieviurka, L'he du témoin, París, Plon, 19�18, p. 12. 30 BEATRIZ SARLO Sin embargo, es iiltet·esante analizar el núcleo teórico del argumento be1�jaminiano. El shock habría liquidado la experiencia transmisible y, eri consecuencia, h1 experiencia en sí misma: lo que se vivió como shock era demasiado fuerte para "el minúsculo y frágil cuerpo humano".2 Los hombres muelos no habrían encon trado una forma para el relato de lo que habían vivido, y el paisaje de la guerra sólo conservaba del pasado las nubes. Benjamín seúala con precisión: "las nubes", porque sobre todo el resto había volado el huracán de un cambio, impre visible cuando las primeras columnas de soldados se enca minaron hacia los campos de las primeras batallas. El fin de La mouta·ña mágica y de La marcha de Radetzky son variacio nes sobre la llegada de algo que no se esperaba, una espe cie de maligna potencia de redención _ inversa, que terminó con lo anterior, destruyéndolo radicalmente, sin posibili dad ele que sus resros se incorporaran a ningún porvenir. Entonces, los hombres que fueron llevados al teatro donde esa fuerza desplegó su novedad perdieron la posibilidad de reconocer su experiencia, porque ella les fue completamen te ajena ; su carúcter inesperado (para esos oficiales que avanzaron en uuifm me de gala hacia el barro de las trin cheras, para esa caballería que iba a enü-eutarsc cou los tan- � W.dter lknj.llnin, "El narr�tdur. Cunsidt-raciollc., sobre la obra de Nikubi Leskuv", t>ll Sobre d Jnvgmma de lajiluiUjia jillum )' ulrus UIIIIIJUI, Ct ClCt;,, 1\·!unt<: A.vib, 1970, p. 190. CRÍTICA DEL TESTJMONJO: SUJETO Y EXPERIENCIA 31 ques después de los desfiles de despedida donde la victoria parecía asegurada para todo el mundo, para todos los con tendientes enemigos) provocó que lo nuevo no pudiera ser vivido sino físicamente, en los mmilados, los enf�rmos, los hambrientos y los millones de muertos. "Lo que, diez aíi.os . después, se vertió en el caudal de los libros de guerra, era una cosa muy distinta de la experiencia que pasa boca a bo ca", escribió Benjamín. En su clásico ensayo sobre el narrador, Benjamín expre só no sólo una perspectiva pesimista, sino melancólica, por que lo que se ha ausentado no es simplemente el relato de lo vivido, sino la experiencia misma como suceso compren sible: lo que sucedió en la gran guerra probaría la relación inseparable de experiencia y relato, por una parte; y tam bién que llamarnos experiencia a lo que puede ser puesto en relato, algo vivido que no sólo se padece sino que se transmite. Existe experiencia cuando la víctima se convier te en testigo. Hija y producto de la modernidad técnica, la primera guerra hizo que los cuerpos ya no pudieran com prender, ni orien tarse en el mundo donde se movían. La guerra anuló la experiencia. El tono nwbncúlico del argumeu tn benjaminiano se ex Liewk hacia atrás. Aunque la guerra le da un car:tner defi nitivo al cie rre del ciclo de narraciones sostenidas por la ex periencia , v�trios siglo:, antes, eu la elllergencia de la modernidad europea, el narradur del gesto y b voz, cumu Odisco o lus t'\';tngdistas, COHH'llí.Ó a perder dumittio sobre 32 BEATRIZ SARLO su historia. El Quijote es, desde el romanticismo hasta los formalistas rusos, un texto-insignia, porque la novela mo derna nace bajo el signo irónico del desencanto. Aunque no es mencionado, Lukács da la clave interpretativa de la novela en términos de desgarramiento de un mundo don de la desinteligencia entre lo vivido y la comprensión ele lo vivido escinde el acto de su narración. Debilitadas las razo nes trascendentes que estaban detrás de la experiencia y el relato, toda experiencia se vuelve . problemática (es decir, no encuentra su significado) y todo relato está perseguido por un momento autorreferencial, metanarrativo, es decir, no inmediato. La experiencia se ha desconcertado y tam bién su puesta en discurso: "Ah, ¿a quién pedir ayuda? No al ángel, ni a los hombres, y los astutos animales ya se han dado cuenta de que no confiamos ni nos sentimos en casa en el mundo dt; los significados".3 Benjamín se refiere a un "enmudecimiento", a partir de que el relato de una expe riencia significativa se eclipsó, mucho antes del shock de la guerra y del shock técnico de la modernidad, con el surgi miento de la novela, que tomó el lugar de las ''formas arte sanales" de transmisión, es decir, aquellas arraigadas en la inmediatez de la voz, en un mundo donde el peligro rodea- :J "Ach, w.:n verméígen / wir denn zu bt·auchen? Engel 11icht, tvlens chen nicht, / und die findigcn Tit:Te llltTken es schon, / dass wir nidtl 'chr verl:[,s!ich Lll Haus sind / in dcr gedeut<:tell \Velt" (l·biner !'viaria Rilke, "Uie erste E!egie"; en adelante, s�dvo indicación en coutr:1riu, tll da, las traduccionc"s SOl! tnías). CRÍTICA DU. TESTIMONIO: SUJETO Y EXPERIENCIA 33 ba a la experiencia (la hacía posible), en lugar de habitar en su centro. En el momento en que el riesgo de la expe riencia se interioriza en la subjetividad moderna, el relato de la experiencia se vuelve tan problemático corno la posi bilidad misma de construir su sentido. Y eso, siglos antes de Flaubert y La educación sentimental. Cuando la narración se separa del cuerpo, la experien cia se separa de su sentido. Hay una huella utópica retros pectiva en estas ideas benjarninianas, porque dependen de la creencia en una época de plenitud de sentido, cuando el narrador sabe exactamente lo que dice, y quienes lo escu chan lo entienden con asombro pero sin distancia, fascina dos pero nunca desconfiados o irónicos. En ese momento utópico lo que se vive es lo que se relata, y lo que se relata es lo que se vive. Naturalmente, no corresponde a ese mo mento legendario la nostalgia, sino la melancolía que reco noce su absoluta imposibilidad. Si se sigue a Benjamín, resulta contradictorio en térmi nos teóricos y equivocado en términos críticos afirmar la posibilidad del relato de la experiencia en la modernidad y, especialmente, en las épocas posteriores al shock de b gran guerra. ¿Si ésta desgarró la trama de experiencia y discurso , qué desgarramientos no prodtúo el Holocausw y, después, los crímenes masivos del siglo XX, el Gulag, las gLterras de limpieza rac ial , el terrorismo de esLado? Trab<üando más bien al costado de las hipótesis sobre experienci;t y relato, Benjamín abri,·J otra línea de reflexión. 34 BEATRIZ SAlU.O Su filosofía de la historia es una reivindicación de la memo ria como instancia reconstructiva del pasado. Los llamados "hechos" de la historia son un "mito epistemológico", que reitica y anula su posible verdad, encadenándolos en un rela to dirigido por alguna teleología. En la estela de Nietzsche, Benjamín denuncia el causalismo; en la estela de Bergson, reivindica la cualidad psíquica y temporal de los hechos de memoria. El historiador, seguida esta afirmación en todas sus consecuencias, no reconstruye los hechos del pasado (esto equivaldría a someterse a una filosofía de la historia reificante y positivista) ,,sino .que Jos "recuerda", dándoles así su carácter de pasado presente, respecto del cual hay siempre una deuda impaga. Benjamín, entonces, hace dos Ínovimientos que se emre lazan en una contradicción desgarrada. Por un lado, señala la disolución de la experiencia y del relato que ha perdido la verdad presencial antes anclada en el cuerpo y la voz. Por ot,ro lado, critica el positivismo histórico que reificaría aque llo que en el pasado fue experiencia y, al convertirlo en "he cho",anularía su relación con la subjetividad. Sin embargo, si se acepta la disolución de la experiencia ante el shodc, ese "hecho" reiiicado no podría ser sino lo que es: un resto obje tivo de temporalidad y subjetividad inertes. Benjamín se re bela freutc a esto, a través del movimiento romántico-mesiá nico de la redención del pasado por la memoria, que uevu\vcrü �ü pasado la subjetividad: la historia como memo ria de la historia, es decir, como dimensión temporal snbje- CIÚTICA DEL TESTIMONIO: SUJETO Y EXPERIENCIA 35 tiva. Como sea, si la m<:omoria de la historia posibilitaría un� restauración moral de la experiencia pasada, subsiste el pro blema de construir experiencia en una época, la moderni dad, que ha erosionado su posibilidad y que, al hacerlo, tam bién ha vuelto frágiles las fuerzas del relato. Esta aporía no se resuelve, porque las condiciones de re dención de la experiencia pasada están en ruinas. El pensa miento de Benjamín se mueve entre un extremo y su opues to, reconociendo, por un lado, las imposibilidades y, por el otro, el mandato de un acto mesiánico de redención. Po dría decirse que las aporías de la relación entre historia y memoria se esbozan ya casi completamente en estos textos. Hasta aquí Benjamín. Muerte y resurrección del sujeto "Lo que hacía hmiliar al mundo ha desaparecido. El pasa do y la experiencia de los viejos ya no sirven corno refe rencia para orientarse en el mundo moderno e iluminar el futuro de las jóvenes generaciones. Se ha roto b conti nuidad de la experiencia. "4 Jean-Pierre Le Goff localiza esta ruptura en los aíios sesenta del siglo XX y la explica con argumentos de inuovación tecnoló��ica, cullltral y mu- ·1 .Jt:an-Pint t: L, Culf, i\lai 60, l 'hilitage ilnjJ<H.1ilde, !\tri,;, La lkcuuvn ' tt:, 2002 ll !J�JB]. p. :i-1). 36 llEATRlZ SAlUD ral. Lo que describe como destrucción de la continuidad entre generaciones no proviene de la "naturaleza" de la experiencia, sino de la aceleración del tiempo; no provie ne del shock que dejó enmudecidos a los soldados de la primera guerra, sino de experien�ias que ya no se entien den y son mutuamente inconmensurables: los jóvenes per tenecen a una dimensión del presente donde los saberes y las creencias de sus padres se revelan inútiles. Allí donde Benjamín seúaló la imposibilidad del relato, Le Goff (y antes Margaret Mead) seilaló su carácter intransferible en tre generaciones diferentes. Benjamín captó algo propio de la modernidad capitalis ta en su sentido más específico. Ella habría afectado las sub jetividades hasta enmudecerlas; en ella, sólo el movimiento de redención mesiánica podría abrir el horizonte utópico de una restauración del tiempo histórico por la memoria que quebraría la corteza reificada de los hechos. Quienes sostienen, por su parte, la hipótesis de un cambio en la con tinuidad de las generaciones, seilalan un tipo de incomuni cabilidad de la experiencia de carácter diferente. Se trata de la crisis, también moderna, de· la autoridad del pasado sobre el presente. Lo nuevo se impone sobre lo viejo por su intrínseca cualidad liberadora. Todo esto es bien conocido cksde las vanguardias estéticas de comienzos del siglo XX: lo que ellas sostuvieron para el arte desbordó sobre la vida en las décadas siguientes. En este corte entre lo nuevo y lo viejo no está la sul�je- CRiTICA DEL TESTIMONIO: SUJETO Y EXPLRJENCIA 37 tividad en juego, por lo meuos en primer lugar. La crisis de la idea de subjetividad proviene de otros procesos y po siciones, de gran cxpansividad más allá del campo filosófi co a partir de los ailos sesenta. El estructuralismo triun fante conquistó territorios desde la antropología hasta la lingüística, l.a teoría literaria y las ciencias sociales. Ese ca pítulo está escrito y lleva por título "la muerte del suje to".5 Cuando ese giro del pensamiento contemporáneo parecía completamente establecido, hace dos décadas, se produjo en d campo de los estudios de memoria y de me moria colectiva un movimiento de restauración de la pri macía de esos sujetos expulsados durante los aíios a�1te riOI·es. Se abrió un nuevo capítulo, que podría llamarse "el sujeto resucitado". Pero antes de celebrar a este sujeto que ha vuelto a la vi da, conviene repasar los argumentos que decreTaron su muerte, cuaudo su experiencia y su representación fueron criricadas y declaradas imposibles. En 1979, Paul de Man publicó un artículo que, sin men ciouar la moda de los estudios autobiográficos que domina ba en la academia literaria, era una crítica radical a la posii.Ji li<bd misma de establecer cualquier sistema de equivalencias sustanciales entre el yo de un rebLo, su amor y la experiencia '' Con un;t pcrspéctiva crítica es, sin ctub;ttgo, cxlt.tttslil'il el p:uwra· ma proporct<llt;tdo por Luc Fcrry y Abin Rcn:udt, /_¡¡ jJ<'JL.\t:,. 68. F,�;r¡{ .1/ll l'anldtulltti!Ú.IIItt' coll.ll'lltjJulain, l'aris, ( ;;tllinul d, 1 �IWl. 38 1\EATRJZ SARLO vivida (triángulo semiológico en el que se apoyaba la teoría de la autobiograiía de Philippe Lejeune, que lo presentaba como un "pacto de lectura").6 Frente a la idea de que existe un género estable, sostenido por el contrato entre autor y lector, de Man niega la idea misma de género autobiográfi co. Lo que las llamadas "autobiografías" producen es "la ilu sión de una vida como referencia" y, en consecuencia, la ilusión de que existe algo así como un st�eto unificado en el tiempo. No hay sujeto exterior al texto que pueda sostener esta ficción de unidad experiencia! y temporal. Las llamadas autobiografías serían indistinguibles de la ficción en primera persona, una vez que se acepte que es imposible establecer un pacto referencial que no sea ilu sorio (es decir: los lectores pueden creerlo, incluso el es critor puede escribir bajo esa ilusión, pero nada de eso ga rantiza que ella remita a una relación verificable entre un yo textual y un yo de la experiencia vivida). Como en la ficción en primera persona, todo lo que una "autobiogra fía" puede mostrar es la estructura especular en la que al guien, que dice llamarse yo, se toma por objeto. Es decir que ese yo textual pone en escena a un yo ausente, y cu bre su rostro cun esa máscara. De este modo, de Man deii- ,; El anícul<l dc- l'aul de Man, "r\utoLiography as De-facement", a¡.:M reci,) pur priuter�l \'l?Z en MLV, Comjl(tmlive l.ileralure, vul. 9'1, IIÚHtero :,, dicit:tttbre <k 1')7�J. El lilJro ele l'hilippe Lej<·une, I.e Jmde auloúiugraplu 'ftlt', lúe puLlictclo <.:11 P�trís, por f:ditiuns du Seuil, eu 197!í. [FI Jmllo au tuln.ugnijico )' ulru> ntwfio,, ¡\hch-i< 1-¡\Lílaga, 1\'kga:wl-Endymion, 1 q<).l_] CRÍTICA DEL TESTIMONIO: SUJETO Y EXI'ERIENCIA 39 ne la autobiografía (la autorreferencia del yo) con la figu ra de la prosopopeya, es decir, el tropo que otorga la pala bra a un muerto, un ausente, un objeto inanimado, un animal, un avatar de la naturaleza. Nada queda de la au tenticidad de una experiencia puesta en relato, ya que la prosopopeya es un artificio retórico, inscripto en el orden de los procedimientos y de las formas del discurso, donde la voz enmascarada puede desempeílar cualquier rol: ga rante, consejero, fiscal,juez, vengador (enumera de Man). La voz de la autobiografía es la de un tropo que hace las veces de sujeto de lo que narra. Pero no podría garantizar identidad entre sujeto y tropo. En sus estudios sobre Rousseau (agrupados en Alegorías de la lectura), de Man afirma que la conciencia de sí no es una representación sino la "forma de una representación", la figura que indica que una máscara está hablando. Habla el person<�e (persona, máscara del te atto clásico), que no puede ser medido en relación con la referencia que su mis mo discurso propone; ni puede ser juzgado (corno no se juzga al actor) por su sinceridad, sino por su presentación deun estado de "sinceridad". En consecuencia, esa másca ra no est:t ligada por ningún pacto refer encial; nc1 hay par e cido que pu eda juzgarse esencial a su discurso ni probarse a trav�s de i:l. Lo decisivo es la atribución de voz <¡uc st: h:t ce a travé·s de Lt buca de la mJ.scara; no hay verdad sin o una nüscara que dice decir su venbd (de m:iscara: de Vl·nga dor, de víctiwa, de seductor, de seducido). ,¡ ,j 40 BEATRIZ SAIU.O La crítica de Paul de Man a la autobiografía es posible mente el punto más alto del deconstruccionismo literario, que todavía hoy es una línea hegemónica. No puede pasar se por alto, en la medida en que la reivindicación del testi monio y de la verdad de la voz se hace sin tomar en cuenta que, si se quiere avanzar en ese camino, es necesaria una respuesta a esta crítica radical. Es más, casi podría decirse que muchas veces, en los mismos espacios en que se difun den las tesis de De Man, se afirman las verdades de la subje tividad y de sus testimonios autobiográficos. Poco después, en 1984, Derrida presentó algunas ref1e xiones sobre autobiografía que tienen fuertes afinidades con el texto de Paul de Man.7 En su crítica, las bases filo sóficas de un testimonio autobiográfico son imposibles. Derrida niega que se pueda construir un saber sobre la experiencia, pm'que no sabemos qué es la experiencia. No hay relato que pueda darle unidad al yo y valor de verdad a lo empírico (que queda siempre fuera). No sabemos tampoco por dói1de pasa la línea móvil que separa lo esen cial de los hechos empíricos entre sí, y un hecho empírico de algo que no lo es. Lo que en la autobiografía se mani fiesta como identidad de un sujet.o con sus enunciados só lo está sostenido por la firma. "Un autor, que es una firma � 0/u/;iugmp!tirs; J:mságnemn¡/ de Nidzsdu: 1'1 /a pulitique du nom pruJHe, l'�uís, C;tlike, 10/H. Aparecido al aúo siguiente, con ;tgregados, en ingl<'s nnno Tlw Far of tite Ot/u:r, Nueva York, Schucken Buoks. CRÍTICA DEL TESTIMONIO: SUJETO Y EXPERIENCIA 41 que se declara como narrador-sujeto de su propia narra ción", escribe Nora Catelli.S Por lo tanto, el interés de la autObiografía (Derrida está leyendo Ecce horno de Nietzsche) reside en los elementos que presenta como cimiento de una primera persona cuyo úni co fundamento es, en realidad, el mismo texto. Nietzsche escribe: "Vivo de mi propio crédito. Y quizá sea un simple prejuicio, que yo viva". El yo sólo existe porque hay un con trato secreto, una cuenta de crédito que se pag:..trá con la muerte. En la frase de Nietzsche, Derrida encuentra una clave: lejos del acuerdo por el que los kctores adjudica rían un crédito ele verdad al texto, éste sólo puede aspirar a la existencia si el crédito ele su propio autor lo sostiene. No hay fundamento exterior al círculo firma-texto y nada en esa dupla está en condiciones de aseverar que se dice una verdad. Como de Man, Derrida hace la crítica ele la subjetividad y la crítica de la representación, y seiiala el modo en que cualquier relato autobiográfico se despliega buscando per suadir. Ecce hamo lo deja ver desde sus primeras líneas: la in tervención autobiográfica es pro domo sua, y por eso la nece sidad de su examen retórico. No es necesat-io suscribir una epistemología nihilista para traer estas posiciones a una dis cusión con las con cepcio n es simples de la verdad en el tes- ¡; En Ji/ "'Jmcio autobiográjico (Barcelona, Lumen, 1 <)t) 1), Cttelli oli·eu� una di:tbna exposiciún de los e;,criws de Paul de Man sobre el Lema. 42 BEATRIZ SARLO timonio autopiográfico o con las ideas de que un relato de posmemoria (como se verá más adelante) es vicario. Para de Man y Derrida ser vicario no significa nada, ya que antes de ese vicario no hubo un sujeto que estuviera en condicio nes de pretender ser sujeto verdadero de su verdadero rela to. El sujeto que habla es una máscara o una firma. "Quise darle al lector la materia prima de la indignación" La frase es de Primo Levi. Señala, como es habitual en Levi, el núcleo del problema sin necesidad de grandes gestos teó ricos. Su testimonio sobre Auschwitz es una materia a partir de la cual puede emerger un sentimiento de índole moral. Las condiciones que hacen posible su testimonio son extre mas, y por eso mismo las reglas que lo regulan deben limi tar todas las posibilidades de la exageración. Nunca, dice Levi, un testimonio verdadero debe abrir la posibilidad de que un testimonio exagerado tome su lugar. La materia pri ma de la indignación debe ser restringida. Si esto es un hom bn: es un testimonio parco y, en vistas a la proliferación de horrores que toma por objeto, breve. A Levi no pueden planteársele los mismos problemas ele b primera persona del modo en que ésta queda sometida a sospecha cuando se cri t ica la centralidad del sujeto. Por el contrario, l.evi habla por dos razones. La primera, exu·atex- CRÍTICA DEL TESTIMONIO: SUJETO Y EXPERIENCIA 43 tual, psicológica, ética y compartida con casi todos los que sa len del Lager: simplemente es imposible no hablar. La segun da tiene que ver con el objeto del testimonio: la verdad del campo de concentración es la muerte masiva, sistemática, y de ella sólo hablan los que pudieron escapar a ese destino; el sujeto que habla no se elige a sí mismo, sino que ha sido ele gido por condiciones también extratextuales. Los que no fue ron asesinados no pueden hablar plenamente del campo de concentración; hablan entonces porque otros han muerto y en su lugar. No conocieron la función última del campo y por lo tanto sobre ellos no operó su lógica por completo. No hay pureza en la víctima que está en condiciones de decir "fui víctima". No hay plenitud de ese sujeto. "Era típico del Lager volverse culpable en alguna medi da, yo, por ejemplo, acepté trabajar en un laboratorio de lG-Farben." La "regla era ce�er" porque (excepto en las su blevaciones, cuya cualidad inevitable era suicida) el Lager no es un espacio de resistencia. Todos, prisioneros y nazis, perdían parte de su humanidad y el sujeto del testimonio del campo no está convencido de ser sujeto pleno de lo que va a enunciar. Por el contrario, es un sL�jeto herido, no por que pretenda ocupar vicariamente el lugar de lus muertos, sino pon¡tte sabe de antemano que ese lugar no le corres ponck. lbhbr;i entonces trasmitiendo un�t ''wateria pri ma", pun¡ue el que debería haber sido el stueto en printLéra persona dd tes t i monio está ausente, es llil mucno del que nu hay rc-prese11tación vicaria. Los "condc�nados" ya no pue- 44 llEATRIZ SARLO den hablar y ese silencio impuesto por el asesinato vuelve incompleto el testimonio de los "salvados". Agamben lee acá la problemática de un stueto ausente, una primera per sona que, cuando surge en el testimonio, siempre está en reemplazo de otra, pero no porque pueda ser su vicaria, su representante, sino porque no ha muerto en lugar del que ha muerto. De modo radical, no puede representar· a los . ' ausentes y en esta imposibilidad se alimenta la paradoja del testigo: el que sobrevive a un campo de concentración so brevive para testificar y toma la primera persona de los que serían los verdaderos testigos, los muertos.9 Un caso límite, terrible, de prosopopeya. El testimonio de los salvados es la "materia prima" de sus lectores o escuchas que deben hacer algo con eso que se les comunica y que es, precisamente porque logró ser comuni cado, sólo u�a v'ersión incompleta. Los que se salvaron "no pueden sino recordar" (escribe Agamben) y, sin embargo, no pueden recordar lo decisivo, no pueden testificar sobre el campo en la medida en que no han sido víctimas totales, como lo fue el "musulmán" que se entregó y dejó de luchar, y se separó de aquellos restos desagregados de sociedad que quedaban en el campo. Levi los llama "no vivos", es ckcir:no sLuetos que han perdido la noción de cualquie r límite ético y, para comenzar, han pe rdido la palabra en vida. 9 CoJIJcnurio de Giurgio .-\g:JJn!Jen a Jos escriws de Primo [,e\·i: l.u que queda de ,!usdauitz, Valencia, Pretextos, 20UO ( 1 !)91)). CRÍTICA DEL TESTIMONIO: SUJETO Y EXPD<.JENCIA 45 Como Levi lo comprobó en quienes lo escuchaban y lo leían, en especial durante los ai1os inmediatamente poste riores a 1945, todo en el campo resulta increíble. No sólo la organización sistemática de la muerte; también la disolu ción de las relaciones y de la idea social del tiempo. Por eso, del campo de concentración tampoco se puede repre sentar el aburrimiento de la vida que transcurre. La memo ria tiende a rescatar los "episodios singulares, clamorosos o terribles", pero estos episodios sucedían en un tejido total mente deshecho, que había perdido casi por completo sus i cualidades sociales. Y, en el otro extremo, también es irre presentable la intensidad de la experiencia en el campo, ! que en muchos aspectos fue una aventura, "el período más interesante de mi vida", dice Levi.lO Una amiga suya, que , fue a Ravenbruck a los diecisiete años, afirmaba después , que ésa había sido su universidad. Levi escribió: "Crecí en Auschwitz". Esta intensidad de la experiencia vivida, increí ble para quien no haya vivido esa experiencia, es también lo que el testimonio no es capaz de representar. En suma: no puede representar todo lo que la experien cia fue para el sujeto, porque se trata de una "materia pri ma" donde el sujeto testigo es menos importante que los efectos moLdes de su discurso. No es d sLueto el que se res- IU F.Htrn·ist�t de tvbrcu Vigev�mi a l'riiiJo L.:vi, t·n: !'rimo Le\'i, Cun-.xF saz.úmi r inln vi, ti; 1 ')úJ-1987, Turín, Einaudi, 1 'l'Jí, p. :!:!G. [L'ntn:uislus y wnvnsaciunD, Lbrcelona, l'.:llÍnsula, l'J'JS.] 46 BEATRIZ SARI.O taura a sí mismo en el testimonio del campo, sino una di mensión colectiva que, por oposición y por imperativo mo ral, se desprende de lo que el testimonio transmite. Esta perspectiva sobre el testimonio es dubitativa y final mente escéptica en cuanto a su poder de restauración del sujeto testigo, y podría explicar el destino suicida de algu nos "escapados", como Primo Levi, Jean Améry, Bruno Bettelheim. Aunque Levi sea citado por quienes creen en la potencia sanadora de la memoria, su propio testimonio es cautelosamente acompaúado por un escepticismo que im pide toda teodicea de la memoria como principio de cica trización de las heridas. Para Levi, su testimonio no repre senta una epifanía del conocimiento ni tiene un poder de sanación de la identidad. Es, simplemente, inevitable por razones psicológicas y morales. La preocupación de Levi, por lo menos durante los primeros aúos de la posguerra, es la de ser escuchado y creído. Mientras estaban en los cam pos, _muchos prisioneros ya desconfiaban de la forma en que su relato (si ese relato se volvía posible) sería tomado. Esta dificultad es bien evidente cuando se piensa en tér minos de verdad. Riccrur, al referirse a los testimonios ori ginados en la Shoah, dice que establecen un caso límite, porque es difícil incorporarlos al archivo y suscitan una verdadera "crisis del concepto de testimonio ".11 Son una 11 l';llll Ric�ur, l.a mémoire, l'histoire, l'oubli, París, Seuil, 2000, p. 2:!2. [ La 1/IC//turia, La /ti;tvlia, el olvido, Madrid, TroLU, 2003.] CRÍTICA DEL TESTIMONIO: SUJETO Y EXPERIENCIA 47 excepción sobre la cmtl es complicado (quizás iwpropio) ejercer el método historiográfico, porque se trata de expe riencias extraordinarias, que no pueden mensurarse con otras experiencias. Pero si Ricreur está en lo cierto, su ad vertencia sobre los testimonios del Holocausto como caso límite permitiría también pensar hacia adentro de los lími tes. El testimonio del Holocausto se ha convertido en mo delo testimonial. De modo que un caso límite transfiere sus rasgos a casos no límite, incluso a condiciones de testi monio completamente banales.I2 No sólo en el caso del Holocausto el testimonio reclama que sus lectores o escu chas contemporáneos acepten su veracidad referencial, po niendo en primer plano argumentos morales sostenidos en el respeto al sujeto que ha soportado los hechos sobre los cuales habla. Todo testimonio quiere ser creído y, sin embargo, no lleva en sí mismo las pruebas por las cuales puede comprobarse su veracidad, sino que ellas deben ve nir desde afuera. En condiciones judiciales, por ejemplo en el juicio a las tres juntas de comandantes de la dictadura argentina, los fiscales se vieron obligados a elegir, entre cientos, a los tes tigos cuya palabra facilitaba el ejercicio de las reglas de la l� Con esto suc"de lo que tamoién sucede con la pabbra genocidio, cuyo uso extenclido a lus m:t, cliversus escenarios )'a ha sido discuticlu su ficientemente por llugo Vezzetti en l)u;atlu y pn:swle, l>tteJtlls Aires, Si glo XXI Editores, 2002; y la serie de sus anículos en Punto de Vista, desde los aiios uoventa . 48 BEATRiZ SAlUD prueba. En condiciones no judiciales, el testimonio pide una consideración donde se mezclan los argumentos de su verdad, sus legítimas pretensiones dé credibilidad, y su uni cidad sostenida en la unicidad del sujeto que lo enuncia con su propia voz, poniéndose como garantía presente de lo que dice, incluso cuando no se trate de un sujeto que ha soportado situaciones límite. Si, como afirma Ricceur en Temps et récit, el testimonio está en el origen del discurso histórico, la idea de que sobre un tipo de testimonio sea dificil, cuando no imposible, ejer cer el método crítico de la historia, pone una res.tricción que no concierne a sus funciones sociales o judiciales pero sí a sus u_sos historiográficos. Y si es admisible que un acon tecimiento de carácter excepcional como el Holocausto re clame para sí una cualidad inabordable, es posible pensar los testimonios contemporáneos que no surgen de sucesos comparables con aquellos que volverían intocables los testi monios del Holocausto. La crítica �el sttieto y su verdad, la crítica de la verdad de la voz y de su conexión con una ver dad de la ·experiencia que afloraría en el testimonio, inclu so cuando no se sigan las conclusiones radicales de De Man y Derrida, es ueccsaria excepto que se decida adjudicar al testimonio un valor referencial general del que se descon fía cuando otros discursos lo reivindican para sí . La perple jidad de Ricu:ur frente a los testi monios dd llolocausto, que escap�u1 a las reglas de la crítica, Licue suficientes razo nes; pero ellas no son suficientes para otros casos. El tcsti- CRÍTICA DEL TESTIMONIO: SUJETO Y EX!'EIUENCIA 49 monio, por su autorrepresentación como verdad de un su jeto que relata su experiencia, pide no someterse a las re glas que se aplican a otros discursos ele intención referen cial, alegando la verdad de la experiencia, cuando no la del sufrimiento, que es la que precisamente necesita ser exami nada. Acá hay un problema. Frente a un problema, el recurso al optimismo teórico La actualidad es optimista y ha aceptado la construcción de la experiencia como relato en primera persona, aun cuan do desconfíe de que todos los demás relatos puedan remitir de modo más o menos pleno a su referente. Proliferan las narraciones llamadas "no ficcionales" (tanto en el periodis mo como en la etnografía social y la literatura): testimonios, historias de vida, entrevistas, autobiografías, recuerdos y me morias, relatos identitarios.l3 La dimensión intensamente subjetiva (un verdadero renacimiento del st�eto que se ere- 1:1 v,:;ase: Leonor Arfuch, m npaciu biu,grájiru, .. , cit.; y LL'lHtur Arfuch (comp.), ldotluiadn, 'ujelus, .\ttbjetivú/ade,, BLtcnos Air..:s, l'runlt:lt:O Li bros, �00�1. No pueck dejar de se íi.alarse d GtLÜ '' ·r pionero debs inws tigacioncs de l'ltilippt: l.ejeunc sobre el espacio y el p••cto autuiJiogr•ifi co, 'tsÍ conH> los estudios de Ceorgt·s Cusdorf y Jt·:w St,llobinski. Sin embargo, t:llllO Cusdorf como Starubinski "' anticipan a Lt motb con temporánea )' no penenecen a dLt. 50 BEATRIZ SARLO yó muerto en los. ailos sesenta y setenta) caracteriza el pre sente. Lo mismo sucede en el discurso cinematográfico y plástico que en el literario y en el mediático. Todos los gé neros testimoniales parecen capaces de hacer sentido de la experiencia. Un movimiento de devolución de la palabra, de conquista de la palabra y de derecho a la palabra se ex pande reduplicado por una ideología de la "sanación" iden titaria a través de la memoria social o personal.l4 El tono subjetivo marcó la posmodernidad, como la desconfianza o la pérdida de la experiencia marcó . los últimos capítulos de la modernidad cultural. Los derechos de la primera perso na se presentan, por una parte, como derechos reprimidos que deben liberarse; y como instrumentos de verdad, por la ou·a. Si fueran lo segundo, es claro por qué, desde los lu gares de autoridad, se desconfiaría de ellos. Según Benjamín, aquello que fue posible hasta un mo mento determinado de la historia se volvió imposible, a causa del carácter irreversible de la intervención capitalista moderna sobre la subjetividad; pero hoy, incluso citando a Benjamín, la restauración de un relato significativo de la experiencia se considera posible, pasando por alto precisa mente aquello que, para Benjamín, volvía trágica la situa- 11 Ceotln:y Hanmann, crítico liter;uio y responsable acadt>mico dd ar chivo del llolucausto de la Universicbd de Ycde seúala esta dimensión: ''El ddJCl de t·"·uch;tr y de restablecer un di;ilogu con persun;¡s que fueron w;u-c;trbs por su expetiencia de ulmodo t¡ue la integración w�tl en b vida cutidiana no t:'S sino aparente" (en: \Vieviorka, cit., p. 141). CRÍTICA DEL TESTIMONIO: SUJETO Y EXPERIENCIA 51 ción contemporánea. En efecto, la confianza en un healing identitario producido por la palabra se sustrae de la dimen sión problemática en que la subjetividad fue focalizada des de finales del siglo XIX y abandona, por decirlo rápidamen te, no sólo la perspectiva desde la que se descubre la herida cultural capitalista, sino todas las epistemologías de la sos pecha, de Nietzsche a Freud. El sujeto no sólo tiene expe riencias sino que puede comunicarlas, construir su sentido y, al hacerlo, afirmarse como sujeto. La memoria y los rela tos de memoria serían una "cura" de la alienación y la cosi ficación. Si ya no es posible sostener una Verdad, florecen eu cambio unas verdades subjetivas que aseguran saber aquello que, hasta hace tres décadas, se consideraba oculto por la ideología o sumergido en procesos poco accesibles a la introspección simple. No hay Verdad, pero los sujetos, paradójicamente, se han vuelto cognoscibles. A veces resulla sorprendente encontrar en este campo de ideas la convivencia de un deconstruccionismo filosófico "blando" junto con un optimismo identitario que, si bien no restaura la primacía de Aquel Sujeto anterior al siglo XX, construye St�jetos Múltiples, hábiles como Ulises en las c·sca ramuzas para m�tntener lo que son y cambiarlo; recuperar el pasado y ade cuarlo al presente; acept;u· lo extrzu uero colllu una m:tsctra a la que, en el momento 111ismo dt� act:ptada, se la ddúrm�1, transforma o parocliza; sostener las contradic ciones lihcr;Ü1duse, al mismo tiempo, del binarisn w simple, etc. Siguiendo al m(ts brilbnte de estos teóricos, Humi \¡ 1, 5:.! BEATRIZ SAlU.O Bhabha,l5 se relee no sólo escritos inc�mpatibles con estos principios (como sucede con los usos poscoloniales de Gramsci), sino que se los presenta en,marcados en un apara to filosófico de efecto deconstrucúvo que, de ser coherente, no admitiría ninguna positividad en el discurso identitario. Como sea, las contradicciones teóricas que admiten al mismo tiempo la indecibilidad de una Verdad y la verdad identitaria de los discursos de experiencia plantean proble mas no sólo a la filosof1a sino a la historia. Y eso es lo que me interesa ah_ora: ¿qué garantiza la memoria y la primera persona como captación de un sentido de la experiencia? Después de haber sido sometida a crítica radical, la restau ración de la experiencia como memoria es una cuestión que debería examinarse. La intensa subjetividad del "tem peramento" posmoderno marca también este campp de es tudios. Cuando nadie está dispuesto � aceptar la verdad de una historia (lo que Benjamín denominó los "hechos" reifi cados), todos parecemos más dispuestos a la creencia en las verdades de unas historias en plural (el plural: esa inflexión del paradigma que ha ganado la más alta categoría, lo cual es afortunado, pero también se propone como solución ver balista a cualquier cuestión cont1ictiva). h llomi Hhabha, The Lowtion of Cultwe, Londn:s, Routlcdge [l�llugar de la ru/twu, Hueno' Aires, Manantial, 2002]; y '"DissemiNation: time, na rrative, amlthe margins of the modern nation", en !Iomi llhabha (ed.), Natiun ami Narmtiun, Londres, Routledge, 1991. CRÍTICA lll!:L TESTIMONIO: SUJETO Y EXL'ERlENCIA 53 La imaginación sale de visita Apoyada sobre la hipotética continuidad entre experiencia y relato, se reivindica esta proximidad como sustento de una representación verdadera. Sin embargo, una línea de cisiva de la estética del siglo XX sostuvo la necesidad de una ruptura reflexiva con la inmediatez de las percepciones y de la experiencia para que éstas puedan ser repn:�entadas. Bertolt Brecht y los formalistas rusos pensaron que el arte está en condiciones de iluminar lo que nos rodea de modo más inmediato a condición de que produzca un corte por extraúarniento, que desvíe a la percepción de su hábito y la desarraigue del suelo tradicional del sentido común. La puesta en cuestión de lo acostumbrado es la condición de un conocimiento de los objetos más próximos, a los que ig· noramos precisamente porque permanecen ocultos por la ümliliaridad que los vela. Esto rige también para el pasado. "Pensar con una mente abierta", escribe Hannah Arendt, "significa entrenar a la imaginación para que salga de visita". La imagen alude a una externidad de la imaginación res pecto de su relato. Quien cuenta una historia se enfrenta, ante todo, con una materia que, incluso en el caso de la ex periencia propia, se ha vuelto, por su familiaridad, incom prensible o banal. Odilio Alves Agui�u, t·xaminando est a dimensión del pensamiento arendliano, afirrn�t que, en au sencia de Lt imaginación, '"la experiencia pierde Sll decihili dad y se pierde eu el torbellino de las vivencias y de los hi- BEATRIZ SAlU.O bitos repetidos".l6 Es posible dar sentido a este torbellino, pero sólo a condición de que la imaginación cumpla su tra b::.�o de externalización y de distancia. Se trata no sólo de una cualidad del historiador sino también de quien lo escu cha: la imaginación "sale de visita" cuando rompe con aque llo que la constituye en proximidad y se aleja para capturar reflexivamente la diferencia. La condición dialógica es esta blecida por una imaginación que, abandonando el propio territorio, explora posiciones desconocidas donde es posi ble que smja un sentido de experiencias desordenadas, contradictorias y, en especial, resistentes a rendirse ante la idea demasiado simple de que se las conoce porque se las ha soportado. Con la franqueza severa que su condición de víctima vol vió audible , Primo Levi sostuvo que el campo de concentra ción no ennoblece a sus víctimas; podría agregarse que tam poco el horror padecido les permite conocerlo mejor. Para conocer, la imaginación necesita ese recorrido que la lleva fuera de sí misma, y la vuelve reflexiva; en su viaje, aprende que la historianunca podrá contarse del todo y nunca ten drá un cierre, porque todas las posiciones no pueden ser re corridas y l�ul lpoco su acumulación resulta en una totalidad. El principio de un diálogo sobre la historia descansa en el lti Odilio Al ve> Ag,uictr, "PenS<lllWI}to e Narrac,:ao e m l Lumah t\rendt", lklo Horizuntt:, Editorial de b Univnsid•td dt· Minas Ct:rais, �001 (tra ducido por Ada Solari, en Pu 11 tu de Vis fa, 78, abril de 200-1). CRÍTICA DEL TESTIMONIO: SUJETO Y EXPERIENCIA 55 reconocimiento de su carácter incompleto (que, por supues to, no es una blta en la representación de los detalles ni de los "casos", sino una admisión de la cualidad múltiple de los procesos). De este modo, la narración así pensada no po dría sostener una identidad ni una tradición, tampoco dotar de legitimidad a una práctica. No cumple funciones de for talecimiento identitario ni de fundación de leyendas nacio nales. Permite ver, precisamente, lo excluido de las narra ciones identitarias reivindicadas por un grupo, una minoría, un sector dominante o una nación. La óptica de esta histo ria no es lejana sino desplazada de lo familiar: como lo su giere Benjamín, es la óptica de quien soporta el desplaza miento del viajero, que abandona el país de origen. A las narraciones de memoria, los testimonios y los escri tos de fuerte inflexión autobiográfica los acecha el peligro de una imaginación que se establezca demasiado firmemen te "en casa", y lo reivindique como una de las conquistas de la empresa de memoria: recuperar aquello perdido por la violencia del poder, deseo cuya entera legitimidad moral y psicológica no es suficiente para fundar una legitimidad in telectual igualmente indiscutible. Entonces, si lo que la me moria busca es recuperar un lug·;u· perdido o Llll tiempo pa sado, sería �yena a su movimiento la deriva que la alejaría de ese centro utópico. Esto es lo que VLlelve a la mnnoria, ele algún modo, irre futable: el v<Llor de verdad del teslimonio prete nde soste nerse sobre la inmediatez de la experiencia; y su capacidad 56 BEATRIZ SARLO de contribuir a la reparación del daño sufrido (una repara �ión judicial indispensable en el caso de las dictaduras) la 1 • localiza en aquel!;:¡ dimensión redentora del pasado que �enjamin reclamaba como deber mesiánico de una historia ¡ �ntipositivista. . � Del lado de la historia (si es que pese a todas las heridas, q por ellas justamente, queremos tener una historia, y escri-· bo la palabra en singular para evitar que el tributo a un fe tichismo gramatical de los plurales cierre el problema de ' lf1 multiplicidad de perspectivas), el derecho de veto recla- �ado por J�1 memqri<! plqpJ�<Lun desafío. En las últimas décadas la historia se acercó a la memoria y aprendió a in terrogarla; la expansión de las "historias orales" y de las mi crohistorias es suficiente para probar que ese tipo de testi- ' monios ha obtenido una escucha tanto académica como mediática. El "deb�r de memoria" que impone el Holocms to a la historia europea fue acompañado por la atención prestada a las memorias de los sobrevivientes y las huellas dejadas por las víctimas. Sin embargo, hay que problematizar la extensión de esta hegemonía moral, sostenida por un deber de resarcimien to, sobre todo hecho de memoria: "La legítima lucha por 110 olvicbr el ge u ocidio de los judíos erigió un santuario de b memoria y fundú una 'nueva religión cívica', según b ex presión de Georges lknsoussan. Extendido por el uso a otros ol�jetos hi�Lóricos, el 'deber de memoria' induce una relación afectiva, moral, con el pasado, poco compatible CRÍTICA OEL TESTIMONIO: SUJETO Y EXI'ERlENClA 57 con la puesta en distancia y la búsqueda de inteligibilidad que son el oficio del historiador. Esta actitud de deferencia, de respeto congelado frente a algunos episodios dolorosos del pasado puede hacer menos comprensible, en la esfera pública, a la investigación que se nutre de nuevas pregun tas e hipótesis. Del lado de la memoria, me parece descu brir la ausencia de la posibilidad de discusión y de confron tación crítica, rasgos que definirían la tendencia a imponer una visión del pasado".l7 En medio siglo, el que va entre el fin de la segunda guerra y el presente, la memoria ha gana do un estatuto irrefutable. Es cierto que la memoria puede ser un impulso moral de la historia y también una de sus fuentes, pero estos dos rasgos no soportan el reclamo de una verdad más indiscuti ble que las verdades que es posible construir con y desde otros discursos. Sobre la memoria no hay que fundar una epistemología ingenua cuyas pretensiones serían rechaza das en cualquier otro caso.I8 No hay equivalencia entre el derecho a recordar y la afirmación de una verdad del re cuerdo; tampoco el deber de memoria obliga a aceptar esa equivaleucia. !Vbs bien, grandes líneas del pensamiento del siglo XX se han permitido cksconüar fren te a un discurso 17 Didit·r Cuiv;trr'h, J.a uu:moirt: wl!alwe. f),· /u¡;·dmrhe a l't·n:>t'ignellll'lll, Croupe de Rn:herclte en lliswirt: ltllllt:di;tlc, ectsLex(IDuuiv-tlst·�.fi·. IH Escribe VeLLelli: "[la tnemnri:¡J tiende;¡ l't:l· lus aconlt'Cilllint!OS desde una pnspectiva única, recl¡;¡z·,¡ la ;unbigüedad y li;tsla reduce lus acontecimieul<Js a arqtwtipos fijadus". 58 BEATIUZ SARLO de la memoria ejercido como construcción de verdad del sujeto. Y el arte, cuando no busca mimetizarse con los dis cursos sobre memoria que se elaboran en la academia, LO mo sucede con algunas de las estéticas de la monumentali zación y contramonumentalización del Holocausto,l9 ha demostrado que la exploración no está encerrada sólo den tro de los límites de la memoria, sino que otras operacio nes, de distanciamiento o de recuperación estética de la di mensión biográfica, son posibles. ��Pienso en el discurso mimético entre crítica de ane y monumentos y coutramonumentos. y¿ase, po¡· ejemplo: James Yuung, !lt lvlemory 's l�'dge; A)ter-Images in Coulempomry Art uml Architature, Nueva York y Lon dres, Yale University Press, 2000. Por el colltrario, el análisis de Andreas Huysse11 dt· la obra de Ansehu K.iefer pennité pensar una intervención eslétict (¡ue tiene al pas;�do como objeto desde tlll;l perspectiva c¡ue no n:produce el discurso dd anist�t sobre su our;t (En lmsw del jilturu J'erdi du; cullu ra y mnnuria e11 tiempu:; de glubaliz.aciuri, Buenos Aires, FCE, 2001). 3. La retórica testimonial A la salida de las dictaduras del sur de América Latina, re cordar fue una actividad de restauración de lazos sociales y comunitarios perdidos en el exilio o destruidos por la vio lencia de estado. Tomaron la palabra las víctimas y sus re presentantes (es decir, sus narradores: desde el comienzo, en los ·aiios sesenta, los antropólogos o ideólogos que re presentaron historias como las de Rigoberta Menchú o de Do mi tila; más tarde los periodistas). Desde mediados de la década de 1980, en la escena euro pea, especialmente la alemana, se comenzó :1 escribir un nuevo capítulo, decisivo, sobre el Holocausto. Por una par te, el debate de los historiadores alemanes sobre la solu ción final y el papel activo del estado alem{m en las políti cas de reparación y la monumentalización del Holocausto; por la otra, la gran difusión de los escritos luminosos de Primo Levi, donde sería difícil hallar ninguna afirmación del saber del sujeto en el Lagn� más tarde, bs lecturas de Giorgio Agambcn, donde tam poco es posible encontrar una positivichd optimista; el íllm Slwah de CLtucle Llllz lllann, que propuso u11 tratamiento uuevo cld testimonio y I-euunciú, al mismo tiempo, a la imagen de lus campos ti O BEATRIZ SAIU.O de concentración, privándose, por un lado, de iconografía y forzando, por el otro, el discurso de los sobrevivientes. La mención de a con tecimien tos podría seguir.! Todos acompaiiaron
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