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Serie Cuadernos de Aula No 5 © Ediciones UCSH Primera edición, septiembre de 2006 General Jofré 462, Santiago Fono: 4601144 e-mail: publicaciones@ucsh.cl Diagramación: Fabiola Hurtado Céspedes Impresión: UCSH Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica Una aproximación a las Ciencias Sociales y Humanas en Comte, Mill, Dilthey, Marx y Husserl. Ricardo Salas Astrain No 5Cuaderno -Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 3 Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica. Una aproximación a las ciencias sociales y humanas en Comte, Mill, Dilthey, Marx y Husserl Presentación Este Cuadernos de Aula recoge, en esta primera edición, un material producido en el marco del primer año del Proyecto Fondecyt 1050181 en curso, dirigido por el investigador, profesor de esta Casa de Estudios Dr. Ricardo Salas Astraín. Este material responde a la primera línea de trabajo que da cuenta de las principales cate- gorías que permiten la reconstrucción teórica de la experiencia social, tal como ya ha sido delineada en la polémica entre los fundadores de las ciencias sociales y humanas en el siglo XIX: se trata efectivamente de la controversia epistemológica entre tres paradigmas que tienen en Comte, Mill, Dilthey y Marx sus principales representantes. Este debate de mediados del siglo XIX será profundizado, y de cierto modo superado, por la fenomenología sociológica de Husserl y Schütz, de comienzos de siglo XX, y por las diversas corrientes post-empiristas de las ciencias. A saber, posturas críticas, herme- néuticas y pos-estructuralistas en boga. En la primera parte se dará cuenta, en términos generales, del primer debate en el que influye- ron tres planteamientos epistémicos: uno, que delimita la experiencia humana entendida como un “hecho social y psíquico”, elaborada por el positivismo de Comte y Mill. Un segundo, que esbozó una comprensión de las vivencias (Erlebnis) de la experiencia humana como irreducibles a “hechos”, esbozada en la herme- néutica de Dilthey. Y, un tercero, que destaca la construcción de un paradigma dialéctico- crítico donde la teoría y la praxis se conjugan a partir del cuestionamiento de las ideologías que expresan los poderes sociales al interior de la sociedad capitalista. En la segunda parte se ofrece un esquema del tema de la experiencia social vivida en la feno- menología, delineada sobre todo en la propuesta de una ontología social por parte de Husserl y de sus sucesores. A partir de estas dos partes, se busca dar cuenta de los principales textos de los cuatro prime- ros autores que despertaron una rica discusión epistémica que prosigue hasta nuestros días y que, en muchos puntos, dichos fragmentos permiten entender los debates actuales. Este conjunto de textos fundamentales nos propone una síntesis de la comprensión de la estructura de la experiencia humana en las nacientes cien- cias humanas y sociales en la mitad del siglo XIX. Por último, compendiamos los principales textos acerca de las ciencias sociales y huma- nas que los estudiantes pueden consultar para seguir madurando los principales conceptos - Ricardo Salas Astrain - 4 de las epistemologías de las ciencias sociales y humanas. No se trata en este rico campo lógico-episté- mico, que presentan los Cuadernos de Aula, de cerrar la discusión entre los modelos en disputa, ni de sistematizar de una manera indiferencia- da sus propias distinciones epistémicas, ni de mezclar de un modo indiferenciado los aspec- tos ético-políticos de sus doctrinas. Quieren mostrar, estos textos, que la reconstrucción de la experiencia histórico-social se abre temáti- camente al campo epistémico de las acciones humanas, diferente de forma al tratamiento filosófico, pero que, en última instancia, no puede prescindir de éste. Introducción La investigación filosófica acerca del estatuto teórico de las ciencias humanas y sociales en el último siglo se sigue concentrando en el es- quema teórico-epistemológico derivado de la filosofía alemana del período de la ilustración; a saber, la teoría crítica del conocimiento de Emmanuel Kant1. Se sabe que, a partir de la diferenciación entre una crítica de la razón pura y una crítica de la razón práctica, se establece una escisión entre lo que se puede conocer cien- tíficamente y aquello que queda en el terreno de lo que cabe aceptar como supuesto para asumir una acción plenamente moral. Empero, si el neo-kantismo marcó fuertemente la bifurcación entre lo racional y lo razonable, que legó una parte importante del debate acerca de la teoría del conocimiento en la tradición pos-kantiana, cabe relevar que el análisis del mundo histórico, con sus instituciones, valores y creencias, es decisivo en la fundamentación histórica de las ciencias humanas y sociales. En ello tuvo un influjo relevante el proyecto del idealismo trascendental, en especial de la filosofía de Hegel, y la reacción frente a las exageraciones de sus seguidores. La resolución de este quiebre epistémico nos parece que preside este debate del último siglo acerca de las ciencias, y de la especificidad de las ciencias humanas y sociales2. Es, desde este contexto específico, donde cabe considerar la problemática de la experiencia social y la in- fluencia en la elaboración de esta categoría del “mundo de la vida” en la filosofía de Husserl, y desarrollada por Schütz y Habermas en la filosofía germana, y por Luckmann y Berger en la sociología norteamericana. Empero, si nos ubicamos en el contexto del siglo XIX, se puede afirmar que el intento más elaborado y sofisticado por forjar una fun- damentación de las ciencias del espíritu está dirigido principalmente por los esfuerzos filo- sóficos de Comte y Dilthey: una adecuada teoría del método científico y una comprensión del desenvolvimiento del espíritu humano, ambos polos permiten estar más atentos a los hechos y vivencias que constituyen la experiencia huma- na. El pensamiento de Marx contribuye también en este sentido. En todas ellas, las ciencias sociales y humanas están en deuda con el pen- samiento anterior a ya que recogen la tradición del enciclopedismo racionalista del siglo XVIII. En estos tres filósofos nombrados, la cuestión de las ciencias sociales y humanas germinará en 1 Renaut, Alain, Kant aujourd’hui, Paris, Aubier, 1997. 2 Ferry, Jean Marc, Les puissances de l’expérience, Paris, Cerf, 1991, tomo II, p.171. -Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 5 un pensar histórico, que se encontrará también fuertemente desarrollado en la fenomenología, el existencialismo, el neomarxismo y la herme- néutica, en el siglo XX. Los textos de los autores ya citados aunque traen categorías, teorías y supuestos paradigmáticos que a veces resuenan extraños para los lectores actuales, estos materiales son un pequeño es- fuerzo por situar dichas categorías en sus pro- pios contextos. Entender estos textos implica entrar de lleno en un campo de disputas en el que no es de ningún modo irrelevante entender el conflicto entre “paradigmas rivales”. Este problema de los modelos epistémicos es rele- vante para la precomprensión de los acuerdos de la acción social, que interesa a la filosofía social y a las ciencias sociales y humanas en la actualidad. La reconstrucción epistemológica de las cien- cias sociales y humanas exige precisar estos contornos controversiales y comprender en toda su complejidad histórica el debate acerca de la ciencia social, porque apunta precisamente a la formulación científica de un enfoque objetivo de los hechos sociales y psíquicos. Son estos acercamientos ‘epistémicos’ específicos los que conducirán a la elaboración de las ciencias sociales y humanas (denominadas en esos tiem- pos: ciencias de la sociedad, de la cultura y del hombre). En este sentido, el debate que surge entre estos filósofos, Comte, Dilthey y Marx, es muy significativo sise quieren entender las actuales controversias entre los teóricos de las ciencias sociales actuales. Veamos el aporte de los dos primeros. ¿Qué aporta el debate epistémico entre Comte y Mill? El esquema teórico del positivismo de Comte y de Mill resulta muy relevante para explicar la racionalización científica de las acciones en las sociedades modernas, ya que el positivismo no fue sólo un paradigma epistémico, sino que fue, al mismo tiempo, una lógica de la trans- formación social, tal como lo entendieron las elites de muchos países occidentales que se apoyaron en esta concepción para racionalizar sus proyectos societales. En este contexto his- tórico, la “explicación” de los hechos aludía a un esfuerzo teórico no sólo para “preveer”, sino, sobre todo, para “proveer”, en el sentido estricto que tiene el lema comteano del saber que hace posible la convivencia social: “Saber es prever, pero prever para proveer”3. La concepción de los hechos sociales está en estricta relación con un concepto de sociedad científica en el marco de una concepción del progreso histórico. En este sentido, a pesar de las múltiples limitaciones de una parcial epistemología de los “hechos” en el marco del desenvolvimiento inevitable de las sociedades humanas, es posible recuperar este proyecto positivista como la base de sustentación de la convivencia de un orden social racional, que tuvo como pretensión central fundar la racio- nalidad de las ciencias sociales, y, con ello, la justificación científica del “cambio” social, que está en los pilares de la sociología. Esta hipótesis conlleva la afirmación de que las categorías epistémico-lógicas de la experiencia 3 Cf. Zubiri Xavier, Cinco lecciones de filosofía, Madrid, Alianza, 1980, p. 116. - Ricardo Salas Astrain - 6 social, en estos autores, están indisociablemen- te vinculadas a las teorías ético-políticas que intentan sentar las bases racionales de una so- ciedad moderna. El sentido social y político de la filosofía positiva es indesmentible, en cuanto la afirmación del estadio positivo como estado definitivo, es el único que permitirá conciliar el orden y el progreso. Algo parecido se encuentra en el filósofo inglés John Stuart Mill, frecuentemente asimilado a las teorías liberales y utilitaristas. Él es inicial- mente el sistematizador de una teoría científica de lo social, en diálogo y disputa con Comte, pero rápidamente asumirá una perspectiva epistemológica y metodológica propia. Si bien Mill establece un diálogo fecundo, terminará aceptando solamente la ‘estática social’ del pensador francés, ya que considerará que la ‘dinámica social’ requiere una metodología de validación científica, lo que exige profundizar el carácter deductivo de las ciencias morales. En este sentido, Mill conforme a los patrones de una filosofía inglesa más cuidadosa con los hechos psicológicos, desconfía de una ciencia moral que descanse en leyes universales, sin el adecuado proceso de intermediación hacia las motivaciones propias de los individuos. Este planteamiento hace que la postura de Mill acerca de la relación entre la universalidad y el contexto de acción del sujeto, se constituya en la base de la ciencia psicológica, tal como se entiende en el mundo anglosajón. Por último, la perspectiva de una crítica de la razón histórica, tal como fue elaborada por el filósofo Dilthey, no se entiende cabalmente sin el marco neokantiano aludido al inicio, pero tampoco sin la referencia explícita al modelo positivista de los dos autores citados4. En su obra programática, Introducción de las Ciencias del Espíritu, reseñará con fuerza5 los errores de esta metodología psicologista y naturalista que impide la comprensión de las profundas estructuras psíquicas propias de la vida de los individuos. No aceptará las teorías epistémi- cas de los dos filósofos anteriores porque sus respectivos proyectos “sociológicos” no dan cuenta del nexo intersubjetivo que requiere la fundamentación psíquica del pensar histórico. No se trata para Dilthey de explicar “hechos”, sino de comprender “vivencias” humanas. Esto exige consolidar una cierta escisión entre las ciencias de la naturaleza que dan cuenta del nexo causal y las ciencias del espíritu que refieren a los nexos teleológicos. En síntesis, esta operación epistémica de la comprensión de las vivencias de los sujetos requiere distinguir entre la modalidad de la explicación (Erklaren) y la de la comprensión (Verstehen) de la acción humana6. Aunque Dilthey, no se haya conocido por sus teorías ético-políticas, es innegable que esta concepción histórica va de la mano de un cierto historicismo que comprende las dificulta- des de la propia auto-comprensión del espíritu europeo, y en particular de la nación alemana. 4 Arpini, Adriana, “Aspectos teóricos y metodológicos acerca del historicismo, en Otros discursos, Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, 2004. 5 Cfr. en especial en los capítulos XIV-XVII 6 Salas, Ricardo, “Explicación y Comprensión en la teoría epistemológica de W. Dilthey”, en Revista de la Academia Nº 3 (1998), pp. 151-161. -Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 7 ¿Qué entender por ciencias sociales y humanas? Los proyectos de fundamentación de las cien- cias sociales y humanas refieren a terminologías propias de las tradiciones filosóficas del siglo XIX y a los genios propios de las lenguas indo- europeas y dinámicas nacionales de pensamien- to. Los tres autores mencionados, se refieren a conceptualizaciones parecidas acerca de la explicación histórica de la Sociedad. Sea que se trate de la “Physique Sociale” en Comte, de las “Moral Sciences” en Mill, o de las “Geisteswis- senschaften” en Dilthey, la cuestión relevante que atraviesa a estas tres propuestas terminoló- gicas y filosóficas, ciertamente con diferencias y avances, es la superación del veto kantiano a la cognoscibilidad de la acción humana. En un plano conceptual, un modelo teórico de la acción humana considera que la explicación no sólo refiere a la historia de la racionalización progresiva del espíritu humano como lo señala- rá Comte, sino que también alude a la estructura de la psicología que permite sustentar una auto- comprensión racional, tal como aparece en la diferencia de matices entre Mill y Dilthey. De manera que, en medio de las ambigüedades de estos proyectos y de los aportes sustantivos a la constitución de las ciencias sociales huma- nas, estos pensadores precisaron los aspectos básicos que definen una “explicación” y una “comprensión” histórico social y una psicología comprensiva. Un aporte diferente surge desde el modelo dialéctico-crítico donde el materia- lismo histórico precisa una nueva relación entre lo subjetivo y lo objetivo. En estos autores, al menos, se encuentra la primera definición de la comprensión científica de los hechos sociales y psíquicos, y de las vivencias humanas. Una parte importante de la construcción del concepto de “experiencia” histórico-social, desde el modelo positivista y hermenéutico de los “hechos sociales”, pasando por el modelo dialéctico-crítico- hasta la edificación husser- liana del “mundo de la vida”, específicamente en la Crisis ha permitido reconstruir las teorías del conocimiento práctico. De esta manera, las ciencias sociales surgen en especial del legado de la “crítica de la razón práctica” de Kant al igual que del espíritu histórico de Hegel, pero por sobre todo, ellas redefinen el carácter ra- cional de las acciones humanas; ellas definirán las categorías que cimientan racionalmente el proyecto de las ciencias sociales y humanas tal como las entendemos hoy. ¿Qué entenderemos por experiencia social? Lo que constituye en un sentido amplio la noción de la experiencia social –que recoge en buena parte lo que en filosofía, simplemen- te se denomina como experiencia humana–, refiere no sólo al carácter histórico-social de la experiencia humana,lo que presupone una discusión epistemológica de unas ciencias que puedan dar cuenta de ella, sino que a un pensamiento que entrega la insondable riqueza de ella misma. Se puede citar, en este sentido, la correcta afirmación de Jesús Conill quien señala: “Lo importante del nuevo pensamiento experiencial es que ha asumido el pensamiento histórico y vital a través de la incorporación de la experiencia. Este pensamiento ofrece el nue- vo horizonte, desde el cual puede tener sentido pensar también siguiendo los cánones lógicos y - Ricardo Salas Astrain - 8 metodológicos. Pues el pensamiento no puede prescindir de la experiencia originaria, fáctica e histórica. Por eso, la filosofía tiene que contar con los análisis hermenéuticos, genealógicos y noológicos de la experiencia en toda su inson- dable riqueza”7. En las primera líneas ya hemos indicado sinté- ticamente que esta discusión era esencialmente epistemológica y ético-política –propia del ambiente neokantiano, post-hegeliano y de la emergencia de las ciencias que caracterizó el siglo XIX y los inicios del XX– pero por lo ya avanzado nos parece que en la actualidad la categoría de experiencia debería ser releída a partir de sus propias tensiones internas, como una categoría primeramente elaborada por matrices fenomenistas, es decir vinculada a una determinada concepción del conocimiento sensorial, luego por matrices histórico-sociales que nos conducen a superar un conocimiento psicológico sensorial, para vincular luego la experiencia al conjunto de las dimensiones práxicas de la vida social y humana. La categoría de experiencia requiere una con- ceptualización diferente que sólo será madurada en la fenomenología husserliana como algo que no puede ser reducido nunca ni al naturalismo, ni al psicologismo ni al historicismo de los fundadores de las ciencias sociales y humanas del siglo XIX. La categoría fenomenológica de experiencia refiere no sólo a perspectivas o dimensiones epistémicas, sino a una reali- dad humana fundamental que es de carácter multidimensional e intersubjetiva. Ella es el último fundamento en el marco de las teorías comprensivas y comunicativas de la acción so- cial, y en última instancia podríamos llamarla, en términos fenomenológicos, una “ontología regional”, u “ontología social”. J.M. Mardones, en este mismo sentido, valoriza los aportes de las teorías positivistas, herme- néuticas y críticas de las ciencias sociales e históricas que están a la base de la teorías críti- cas actuales –habermasiana y apeliana– acerca de la acción comunicativa, la que reitera esta dimensión previa. Ambos consideran que hay un a priori ineludible en toda acción humana social; por lo tanto, también en la investigación científica: la comunidad comunicativa o la intersubjetividad. El pensamiento está posi- bilitado por el lenguaje, que es radicalmente social e interpersonal. Por esto, la acción sobre la naturaleza, objeto de las ciencias naturales, presupone un sujeto cognoscente que lo es en comunicación con otros sujetos humanos. Esto significa que el ‘diálogo’ es la base de la ciencia social. Analizaremos este a priori constitutivo en otro trabajo, lo que nos develará aquellas condiciones universales de la posibilidad de la comprensión y de la explicación científica (pragmática universal)8. ¿Cómo se estructurará este texto? La primera parte presentaría una básica contex- tualización y explicación generales para enten- der la perspectiva de cada uno de los autores, siguiendo la clasificación propuesta por J. M. Mardones. En primer lugar, destacaremos la postura analítico-formal de Comte y Mill. En segundo lugar, la postura hermenéutica de Di- 7 Conill Jesús, “Concepciones de la Experiencia” en Diálogo Filosófico Nº 41 (1998), p. 151. 8 Mardones Jose María., Filosofía de las ciencias huma- nas y sociales, Barcelona, Anthropos, 1991, p. 318 -Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 9 lthey; y, en la tercera, expondremos el modelo dialéctico-crítico de Marx. En la segunda parte diseñaremos, una panorá- mica que ayude a la reconstrucción categorial de la experiencia histórico-social que tendrá lugar en la obra filosófica acerca de la lógica y del conocimiento científico elaborada por la fenomenología, vínculada a la obra del filósofo E. Husserl. En particular, destacaremos algo específico relativo al tema del alter-ego y a la categoría del lebenswelt. En la tercera parte, citaremos algunos textos y parágrafos literales de los autores relativos a las ciencias sociales y humanas, en particular a sus formas de explicación categorial de la “experiencia histórico-social” en algunas de las obras principales de Comte, Mill, Dilthey, Marx y Husserl. 1. AUGUSTE COMTE Y JOHN STUART MILL. La postura analítico-empírica de las ciencias sociales Auguste Comte (1798-1857) es conocido como fundador de la filosofía positiva y, por extensión, fundador del positivismo y de la sociología, pero es preciso indicar que los tér- minos actualmente vigentes de “positivismo” y de “sociología” encierran sentidos que no corresponden exactamente a su doctrina. Acerca del primer punto, Lalande considera que, es- pecíficamente, el significado de “positivismo” respecto a Comte se reduce a los siguientes rasgos: “considera que sólo el conocimiento de los hechos es fecundo, que el tipo de certeza es proporcionado por las ciencias experimentales; que el espíritu humano, en la filosofía como en la ciencia, no evita el verbalismo o el error más que a condición de mantenerse en contacto con la experiencia y de renunciar a todo a priori; por último, que el ámbito de ‘las cosas en sí’ es inaccesible y que el pensamiento sólo puede alcanzar relaciones y leyes”9. El segundo punto tiene que ver con una concep- ción de la sociología, más bien de una “filosofía social” y que ciertamente plantea problemas teóricos para las ciencias sociales que sus discipulos Littré y en particular Durkheim y Lévi-Bhrül tendrán que aclarar. Pero, como lo señala Zubiri, parte de los desarrollos teóricos de las ciencias de las costumbres, dirigidos por éstos, están muy alejados de la perspectiva de aquel filósofo. Para Comte, la “filosofía positiva” tiene que ver con un estado del espíritu que corresponde al tipo de sociedad positiva e industrial que se construye en Europa; no es una filosofía que se plantee de un modo especulativo frente a la realidad social, sino de una filosofía que asume las verdaderas necesidades del cuerpo social. En este sentido, Comte denuncia en el hegelianismo esta ruptura entre la filosofía y el conocimiento científico, por la que la sociedad no puede encontrar el conocimiento requerido por el desarrollo de su espíritu. Con ello, Comte no concibe de ningún modo que la filosofía positiva se reduzca a las ciencias, pero señala expresamente que se trata de un tipo de filosofía que debe desprenderse del lastre metafísico, de querer comprender la realidad como tal. La filosofía positiva, siguiendo las enseñanzas de 9 Lalande André, Vocabulaire Téchnique et critique de la philosophie, Paris, PUF, 1981, pp. 972-3. - Ricardo Salas Astrain - 10 las ciencias, debe asumir los hechos tal como se presentan al espíritu humano, sin indagar por sus causas primeras, sino por la conexión legal con otros hechos. Una buena parte del problema de las ciencias sociales y de los métodos de la investigación sociológica se encuentran en el famoso libro en seis volúmenes, Cours de Philosophie Positive. Las diversas reglas del método positivo son coincidentes con las ya expuestas respecto de las otras ciencias, v.g., la ley de subordinación constante de la imaginación a la observación; segundo, la relatividad de toda ciencia; tercero, el alejarse igualmente del empirismo como del misticismo; y cuarto, la invariabilidad de las leyes naturales. Para Comte, la formulación de las leyes de los hechos sociales debe serel resultado de la cien- cia social; aunque algunas veces por la comple- jidad de los fenómenos debamos contentarnos con leyes probables. La principal relación que establece entre esta “física social” y las “cien- cias de la naturaleza” es la subordinación de aquélla a éstas. En este sentido, cabe afirmar que la investigación de los fenómenos sociales tiene que lograr un tipo de determinación que el método “de las ciencias empírico-formales” ha logrado exitosamente en el plano de la na- turaleza. La propuesta de una “sociología positiva” tiene un fuerte sentido práctico y redentor; tiene que ver con el papel que le asigna Comte a una disciplina teórica y social que pueda salvar a la humanidad de la anarquía y del desorden espiritual en que la han sumido las revoluciones del siglo XVIII: la sociología representa el tér- mino último del progreso intelectual y elabora, teniendo en cuenta los resultados conseguidos por las ciencias, los nuevos principios que han de regir la organización del nuevo régimen político. Empero, esta concepción plantea serias dificul- tades: en primer lugar, el estudio exhaustivo de la “estática” y la “dinámica” social –en que divide la sociología– debería mostrar hasta qué grado Comte aceptó esta doctrina, y en forma particular, si él era o no consciente de las dificultades en torno a la noción de lega- lidad propuesta, pues mientras desarrollemos nexos entre hechos dentro de la estática, queda en evidencia su conexión estructural. Otro problema ocurre, en cambio, cuando se deben establecer leyes entre fenómenos que advienen. En este punto, se plantea, como lo denunció primeramente Dilthey y en nuestro tiempo lo ha hecho ver Habermas, el carácter ambiguo de la ley comteana denominada ley general del progreso. B. John STUART MILL La ciencia del hombre social y de los diversos fenómenos de la vida social en Mill (1806-1873) prosigue de cerca la inspiración de Comte, y se expresa en el famoso libro VI titulado On the logic of the Moral Sciences, en su también célebre libro Sistema de Lógica, publicado en 1843. La importancia de este libro, es que Mill, siguiendo las reflexiones de Bacon, sistematiza la estructura de la inducción que está a la base de todas las investigaciones experimentales. Mill la considera la “lógica universal” que es aplicable a toda investigación posible10 . Este es el famoso principio que comentarán los con- -Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 11 temporáneos partidarios del empirismo lógico, como Hempel y Nagel. Según Mill, las ciencias morales se fundan en una ciencia que denomina “etología” –ciencia deductiva que se basa en principios medios “axiomata media” para el conocimiento prác- tico de los hombres11 . La etología no coincide con la psicología que tiene para él un carácter experimental: se relaciona con la mecánica y la física teórica. El objetivo del científico social es explicar las leyes empíricas de la historia demostrando cómo se deducen, primero de las “axiomata media” de la etología, y en última instancia, de las leyes generales de la psicolo- gía. Esto conduce a Mill a su concepción del “método deductivo inverso”. En otras palabras, en el caso de desarrollos históricos de largo alcance, el científico social debe aguardar y ver qué ocurre, debe formular los resultados de sus observaciones mediante “leyes empíricas de la sociedad” y finalmente conectarlas con las leyes de la naturaleza humana. En conclusión, Mill pretende configurar esta ciencia social en ciencia positiva rigurosa, al modo de las cien- cias físicas que mediante la observación de las leyes invariables que condicionan los fenóme- nos sociales, puedan dominar el conjunto de la sociedad, prevenir y dirigir los acontecimientos futuros de la sociedad. En general, la fundamentación teórica que pro- pone el positivismo como base de las ciencias sociales en Comte y en Mill exige una reflexión sistemática acerca de la teoría y del método de conocimiento de las ciencias naturales. Para ambos autores, no existe alguna característica de los hechos sociales que lleve a cuestionar la forma “normal” de hacer ciencia; en este marco, ambos autores son partidarios netos de lo que en nuestra época se llama “la unidad de la ciencia”. 2. LA POSTURA HERMENÉUTICA EN Wilhelm DILTHEY Dilthey (1833-1911) es conocido por ser funda- dor de la historiografía, pero hay que afirmar, desde el inicio, que el problema filósofico de las ciencias del espíritu no se reduce a la tema- tización epistemológica de la ciencia histórica que había sido ya desarrollada por eminentes estudiosos alemanes, eruditos de la talla de un Momsen, Droysen, Grimm entre otros. Si bien es cierto que Dilthey elabora su teoría de las ciencias del hombre a partir de los ricos mate- riales de la historiografía de su tiempo, él tiene clara conciencia, desde sus primeros textos, que lo que está en cuestión es la metodología propia de las ciencias del hombre, de la socie- dad y del Estado. En este marco, la propuesta diltheyana remite a la fundamentación de las ciencias “político-morales” como lo señala en su trabajo de 1875. Dilthey valorizó en su justa dimensión la pro- puesta de una metodología basada en el análisis experimental de la realidad social tal como lo proponían Comte y Mill, pero les critica, en general, la excesiva subordinación del método de las ciencias del espíritu al de las ciencias naturales. En este sentido, es necesario matizar una distinción que surge en su obra principal: La introducción a las ciencias del espíritu (1881) entre el explicar (Erklaren) y el comprender (Verstehen). Hemos demostrado en trabajo que, 10 Mill, J. Stuart, Lógica, III, cap. I, nº1-2.11 Mill, Lógica VI, cap. 5. - Ricardo Salas Astrain - 12 en los textos principales de Dilthey, de diferen- tes épocas, acerca del debate entre explicar y comprender, no se encuentra una escisión meto- dológica entre dos tipos de métodos científicos, sino un intento por fundamentar epistemoló- gicamente las ciencias del espíritu a partir de una articulación entre ambas modalidades del conocimiento científico. Se puede afirmar que el problema epistemo- lógico principal de Dilthey que subyace a la distinción entre el explicar y el comprender está en relación directa con el modo en que es posible comprender las conexiones de fin y de efectividad que operan en la realidad histórica en vez del principio clásico de causalidad que exigen las ciencias de la naturaleza. Se debe sostener, así, que el esfuerzo fundamental de Dilthey es constituir un tipo de teoría que fundamente las conexiones en el ámbito de la vida psíquica e histórica. En este sentido, cabe protestar contra aquéllos que consideran la teoría hermenéutica como una concesión a la mera subjetividad del intérprete. Ya que no se trata de elevar la propia vida psíquica como criterio de comprensión de otras vidas, sino de comprender que toda captación en el orden hu- mano involucra conocer el entramado complejo de sentidos y significados que provienen de las subjetividades humanas. Mientras dichos senti- dos y significados no se expresen y condensen en obras que podamos interpretar, no es posible conocer a los individuos y sujetos creadores de la historia. La teoría del nexo estructural aspira a responder precisamente a las determinaciones de regularidades en el ámbito humano. Para Dilthey, las ciencias del espíritu son objetivas, pero no al modo de las ciencias de la naturaleza. La subjetividad que integra el historiador en el análisis de los hechos que le interesan no es una concesión a los intereses, valores y prejuicios de un intérprete ingenuo. La primera condición para edificar el mundo histórico es “depurar las confusiones por la crítica”12 . La objetividad en historia es parte de un procedimiento científico, pero se trata de mostrar que la subjetividad del historiador es una condición insuperable de la comprensiónde los individuos del pasado y de sus obras: “La Objetividad de la Historia es sólo posible cuando, entre los diversos puntos de vista des- de los cuales se puede establecer la conexión de un todo y destacar los miembros que le son necesarios, hay un punto de vista que capta esta conexión tal como ha tenido lugar”13, es decir, se trata de la condición que la teoría hermenéu- tica denomina “historicidad”. 3. LA POSTURA DIALÉCTICO- CRÍTICA en Karl Marx Hablar de la filosofía de Marx (1818-1883) y del impacto del marxismo en las ciencias so- ciales no es fácil; sobre todo porque durante las últimas décadas del siglo pasado, esta filosofía tuvo una gran relevancia en la reconstrucción de las ciencias sociales críticas. Las pretensiones y repercusiones de las perspectivas históricas, estructurales y postestructurales de las últimas décadas han sido muy fuertes para refundar, desde el marxismo, una determinada ciencia social que diera cuenta de una praxis política. Por ello, a pesar de las múltiples y relevantes interpretaciones de más de un siglo, nos res- 12 Dilthey Wilhelm, Obras Fundamentales, VII, p. 286. 13 Dilthey Wilhelm, Obras Fundamentales, VII, p 287. -Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 13 tringiremos al propio pensamiento del primer Marx, y vamos a desprendernos de las lecturas posteriores de algunos de sus discípulos brillan- tes, para destacar el principal aporte de Marx a la construcción de un paradigma dialéctico- crítico. En el plano de la filosofía contemporánea y de la epistemología de las ciencias sociales, existen muchos estereotipos y prejuicios, sea a favor ya sea en contra del enfoque dialéctico-crítico de las ciencias sociales. Para precisar el aporte más importante de Marx hay que situarlo frente a otras posturas epistemológicas de su tiempo. Se sabe que en Marx hay una obra que evolu- ciona desde sus primeros escritos filosóficos en pugna con el idealismo y sus escritos eco- nómicos maduros en el marco del materialismo histórico. Los primeros son fundamentales para situarlo como crítico de la filosofía idealista de Hegel, y como perspicaz analista de la situa- ción histórico-política de su tiempo. Es aquí donde cabe ubicar sus reflexiones acerca del desarrollo de su pensamiento dialéctico. Los primeros escritos de Marx se ubicaban en el marco de una teoría iluminista de los hechos sociales, donde la concepción de la dialéctica no se la acepta en cuanto aparece asimilada al pensamiento idealista. Aparece, según lo refiere Lucien Goldmann, un pensamiento basado en una concepción sociológica de la historia y una concepción más filosófica. Son conocidas las dificultades que han tenido los comentaristas para precisar la efectiva in- fluencia de Hegel en Marx. Sigamos una indi- cación de Fernando García quien ha destacado adecuadamente una diferencia específica: para Hegel, la producción de la totalidad en el pen- samiento se confunde con la producción de la realidad, en cambio para Marx el pensamiento establece una reproducción de la realidad so- cial. Para Hegel, la realidad alcanza su verdad en tanto se eleva al concepto; en Marx, el conocimiento es verdadero en tanto reproduce la realidad en el pensamiento. Pero con Hegel Marx está de acuerdo, en contra del materia- lismo en que el conocimiento es producto de la actividad, pero en oposición al idealismo, considera que el conocimiento es producto de la actividad humana: “El defecto fundamental de todo el materialismo anterior –incluido el de Feuerbach– es que sólo concibe la realidad concreta y sensible bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sen- sorial humana, como práctica, no de un modo subjetivo”14 . En este plano, Marx no está de acuerdo en que la conciencia reproduce lo dado porque lo que se nos entrega en la experiencia social es algo mediado y conocer es producir en el pensamien- to esa mediación. Para Marx, entonces, el sujeto y el objeto son indisociables, y la síntesis de ambos lleva a una teoría de lo real inseparable de la praxis. La verdadera realidad social es crítica y práctica, es teoría dentro de la acción y acción conforme a la teoría de la realidad. Esta manera de entender el conocimiento de lo social coloca a Marx en las antípodas del positivismo de Comte y Mill. El fundamento filosófico de la ciencia social dialéctica implica que la ciencia no es un co- nocimiento teórico, sino un saber “práctico”, esencialmente ordenado a la acción. Se basa 14 Marx Karl, 1ª Tesis sobre Feuerbach - Ricardo Salas Astrain - 14 no en categorías abstractas, sino en la actividad humana transformadora de la realidad. La cues- tión de la verdad objetiva no pertenece al campo de la teoría, sino que es una cuestión práctica: “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demos- trar la verdad, es decir la realidad, el poderío, la terrenalidad de su pensamiento”15 . La unión de la teoría y de la práctica hace del conocimien- to, como reflejo de la praxis humana, un saber dialéctico que cambia y se transforma según el movimiento de las realidades prácticas que son las relaciones sociales. La dialéctica no es, entonces, una ciencia, sino que podría considerarse “la lógica de lo real concreto”: no se trata exclusivamente como se encuentra en la lógica formal preconizada por el positivismo de alcanzar la abstracción y el análisis, sino de resituar siempre estas etapas de la ciencia en lo concreto total. Pero también en Marx existe une reflexión teórico-social a través de su legado de una crítica a la economía política. En este plano, se trata de estudiar la realidad económico-social con instrumentos categoriales precisos; aquí aparece la diferencia más tajante con el posi- tivismo burgués de Comte y de Mill. Su libro más imponente es el Capital, que, a pesar de su inacabamiento y de su amplitud, propone una teoría del modo de producción capitalista, de las relaciones de producción y de las relaciones de cambio, que sigue teniendo relevancia en la ciencia política. Según F. García, esta ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna es parte de una disputa que para algunos se considera supe- rada; para otros, que no se tienen los elementos necesarios que permitan descalificarla como teoría. En ambos casos, se concibe esta ley de Marx de una forma determinista y positivista; lo que hacen estas lecturas destacan aspectos unilaterales de la teoría de Marx. El punto de discusión es distinto si se la considera bajo el modelo de ciencia propuesta por los dos autores destacados anteriormente, o la consideramos como una ley que exige otro tipo de modelo de ciencia. Si se aceptan los presupuestos teóricos de Marx, cabe admitir entonces que los distintos proble- mas que suscita el desarrollo de la sociedad capitalista actual requieren aún ser explicados a partir de categorías económicas que son parte de un sujeto político que va madurando su crítica al sistema económico. Si es teoría científica, no se puede aplicar mecánicamente como si todo el problema económico-social estuviera ahí. En este plano, se podría decir que la actualidad de Marx en las ciencias sociales críticas es indudable: no es posible constituir un pensamiento social crítico sin un ajuste de cuentas con el modelo económico hegemónico que rige sin contrapeso. En otros términos, si nos atenemos a los estu- dios actuales se equivocarían los partidarios de la escolástica marxista y sus detractores neo- liberales al querer buscar una verificación de lo expuesto por Marx en las experiencias de los socialismos “reales”: la teoría de Marx requiere ser pensada, como lo han considerado con jus- teza, sus discípulos de la Escuela de Frankfurt, 15 Marx Karl, 2ª Tesis sobre Feuerbach -Epistemología y pre-comprensión de la experienciasocio-histórica- 15 en las posibilidades de establecer una crítica fundada de la lógica del capitalismo avanzado y no manteniendo la crítica al capitalismo de- cimonónico conocido por Marx. En este plano, su epistemología social crí- tica, como lo ha mostrado correctamente el pensamiento hermenéutico, tiene un esquema parecido al del psicoanálisis: su validez no se juzga sólo por los hechos socio-económicos de ciertas sociedades históricas concretas (éste es el interés ideológico-político que no podemos tratar aquí), sino por la validez de una heurística socio-económica que no está deslegitimada teóricamente, sino únicamente desgastada por el juego de hermeneúticas rivales. Marx, Nietszche y Freud, están hermanados por la reconstitución de propuestas epistemológicas que des-mitifican el racionalismo y cientificis- mo del siglo XIX. Como dice P. Ricoeur en una fórmula célebre, son ellos “los maestros de la sospecha”. La crítica fenomenológica a los fundadores de las ciencias sociales En la primera parte de esta Antología, dimos cuenta de la compleja problemática relativa al nacimiento de las ciencias sociales y huma- nas, y señalamos las dificultades de levantar una común teoría lógico-epistemológica de la experiencia histórico-social. En lo que refiere a esta segunda parte, queremos demostrar la necesidad teórica de establecer el tránsito de lo epistemológico a lo ontológico a partir de la propuesta de Edmund Husserl, (1859-1938). Se trataría de avanzar en una crítica no positivista ni historicista de las ciencias de lo social a partir de la crítica de los reduccionismos específicos nacidos del naturalismo, historicismo y psi- cologismo, para dar cuenta de una “ontología social”. La filosofía levantada por el primer Husserl es el ariete de la crítica a la racionalidad objetivadora y dominante consolidada por el positivismo, el naturalismo, el psicologismo y el historicismo predominantes en el siglo XIX. A partir de esta indicación, se observamos la distancia que separa el planteo de Husserl del positivis- mo comteano, del psicologismo de Mill y del historicismo de Dilthey. La fractura diltheyana clásica, que separa la ciencia natural y la ciencia del espíritu, no responde a la cuestión de fondo que plantearía la racionalidad moderna, según el concepto husserllano. Asimismo, no hay nada más diferente que la fenomenología ocupada en el análisis de lo dado a la conciencia, que el materialismo histórico de Marx. La perspectiva del Husserl tardío se centrará más bien en la categoría del mundo de la vida (cotidiana) que le permite exponer las bases teó- ricas firmes para fundar las ciencias del espíritu, de un modo sistemático y profundo, y evita las consecuencias del relativismo gnoseológico y ético. El proyecto husserliano reconociendo la capacidad teleológica de la razón histórica, im- pulso que viene dado desde la antigüedad, exige sobrepasar la categoría de las “concepciones de mundo” elaborado por Dilthey, ya que, a juicio de Husserl, ella no puede desvincularse de sus consecuencias relativistas. En el contexto de la exposición de la “la Esencia de la Filosofía”, no contribuye a una fundamentación de normas éticas para un mundo fracturado por el predo- minio de una racionalidad científica sobre los mundos de vida. Estas mismas observaciones - Ricardo Salas Astrain - 16 conducen a varios estudiosos a demostrar las coincidencias entre el pensamiento fenomeno- lógico husserliano y el pensamiento marxista, donde pueden citarse a Lukács, Kosik, Pace, Merleau-Ponty, Ricoeur y Habermas, por men- cionar algunos autores16. Si indagamos, por ejemplo, en la categoría del mundo de la vida y del a priori histórico en la Crisis de las Ciencias Europeas y Fenomeno- logía trascendental, aparecen cuestiones rele- vantes para comprender el mundo social. Los principales aspectos de su teoría del lebenswelt, en la que se plantean de forma sistemática las bases de una crítica radical de la cientificidad moderna presente en la matemática a partir de un mundo de la vida que le es previo, ayuda a comprender la estructura de la comprensión del mundo vivido. Los principales rasgos de esta teoría permiten avanzar en la epistemología de las ciencias históricas, basadas en un a priori que permite comprender de modo más adecua- do la fractura diltheyana entre la ciencia natural y la ciencia del espíritu, y que nos sugiere bases teóricas más firmes para fundar las ciencias del espíritu, de un modo más sistemático, en un sentido de lo racional humano. Esto sobrepasa lo intentado en forma pionera por Dilthey, y que Husserl ya cuestiona en su artículo famoso: “La filosofía como ciencia estricta”, de 1911. Para ilustrar este diálogo inconcluso, citaría un párrafo del último libro publicado por Dilthey, El Mundo Histórico, donde él escribirá que el estudio de la vida y de sus manifestaciones ‘psíquicas’ alberga una tendencia teleológica que denominará “conexión estructural”, y que encuentra puntos de convergencias con Husserl sobre todo cuando éste “establece una funda- ción rigurosamente descriptiva de la teoría del saber como “fenomenología del conocer”17 . Esta referencia explícita a la fenomenología es una clara indicación de que la mentada con- troversia sobre la racionalidad en las ciencias sociales y humanas ha sido exagerada en los términos de una confrontación filosófica entre el concepto de filosofía en Dilthey y Husserl. Al referir al debate explicitado en los términos de la correspondencia entre ambos, ya se observan los matices de uno y otro; donde cabe precisar las acusaciones del historicismo del primero y la defensa del ideal rigurosamente científico de la filosofía del segundo18. Esta expresión del nexo estructural propio de la experiencia humana histórica funda el cono- cimiento que permite descifrar los sentidos no objetivos de la experiencia humana y social. Se podría indicar que el debate de la filosofía de la comprensión histórica marca profundamente los esbozos teóricos de las ciencias humanas y sociales hasta hoy. En este sentido, parte del de- bate epistémico contemporáneo de las ciencias humanas sociales tiene que ver con la adecuada crítica de las simplificaciones de las teorías racionalistas, empiristas y criticistas del conoci- miento de las ciencias sociales y humanas, con la posibilidad de superar sus propios impasses 16 San Martín Javier, “Fenomenología y marxismo”, en La fenomenología como teoría de una racionalidad fuerte, Madrid, UNED, 1994, p. 110. 17 W. Dilthey, Obras fundamentales, VII, p. 13. 18 Parte del problema lo podemos rastrear hasta nuestros días en el relieve asignado al análisis de la experiencia histórica humana desarrollado por autores como Gad- amer y Bolnow. Entre nosotros, los trabajos relevantes de A. Bonilla, Mundo de la vida: Mundo de la historia, y C. Monteagudo, “Mundo de la vida y autorregulación de las ciencias del Espíritu”. -Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 17 y atolladeros. En este plano, el avance de las propuestas científicas que se han desplegado durante el siglo XX no pueden desligarse de sus dificultades para buscar un punto de partida incuestionable del conocimiento histórico, que nos lleve de nuevo a la exigencia de un a priori histórico19. Bolnow, que mantiene una notoria cercanía con Dilthey, sostiene claramente que este punto es inalcanzable, y que es necesario admitir que todo conocimiento científico de la sociedad y de la cultura tiene su origen en un mundo de preconceptos que nos vienen del medio social, familiar o individual, y que, como tales, constituyen la trama inicial de los mundos de vida en los que vivimos y que presuponen las mismas ciencias históricas: ¿no es éste el fondo mismo de la dificultad? La rica veta husserliana acerca del sentido de la historia refiere a la historicidad misma de los mundos de vida, de modo que, si se analiza la crisis delas ciencias y de la humanidad euro- pea, queda en evidencia que no se trata sólo de esclarecer un cuestionamiento de la racionali- dad científica que lleve a explicar los hechos históricos, sino del sentido de la racionalidad misma para la experiencia del hombre mismo. El Mundo de la vida y el a priori histórico conllevan, asimismo, los elementos ético-an- tropológicos de la responsabilidad del filósofo de cara a la situación epocal. En este sentido, la Crisis nos abre al sentido teórico y práxico de la racionalidad. Se trataría cómo en un mundo socio-cultural específico, donde se han constituido las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu, podemos re-encontrar el sentido mismo del filosofar, que no es otro que el asumir el carácter teleológico de la razón. Proyecciones de la fenomenología en la epistemología de las ciencias sociales contemporáneas Esta perspectiva husserliana no tiene impacto sólo en la sociología comprensiva, sino que tiene una relevancia desde el punto de vista de la ciencia social crítica, porque se preserva una formulación mucho más modesta de la ciencia de lo social y de un cuestionamiento del mundo reconstruido por las ciencias sociales, que tiene serias repercusiones ético-políticas porque conduce al problema relevante de si es posible elaborar una ciencia social sólo a partir de colectividades. A juicio de Ricoeur, se pueden condensar estas consecuencias: “...en mi opinión, los criterios mínimos de la acción humana, a saber, que se la pueda identificar mediante proyectos, intenciones, motivos de agentes capaces de imputarse a ellos mismos su acción. Si se abandonan estos criterios míni- mos, se comienzan a hipostasiar nuevamente las entidades sociales y políticas, a elevar al cielo el poder y a temblar frente al Estado”20 . Esta concepción tampoco es irrelevante frente a una teoría social que asume una mediación crítica de la interpretación de los sujetos en el seno de los conflictos sociales, e introduce el dossier de la ciencia y de “la crítica de las ideologías”. Frente a la pregunta central de una fenomenología del imaginario social, se pregunta Ricoeur: “¿puede la teoría social, concebida como crítica, acceder a un estatuto enteramente ideológico según sus propios cri- 19 Bolnow Otto, Introducción a la filosofía del conocimien- to, 1976. 20 Ricoeur Paul, Del Texto a la Acción, p. 278 - Ricardo Salas Astrain - 18 terios de ideología?”21, no existe una respuesta fácil. En un sentido hipotético, Ricoeur apuesta teóricamente que, para elaborar plausiblemente una respuesta, se requería al menos superar tres dificultades que están presentes en las ciencias sociales críticas: 1. Dar a la crítica el estatuto de una ciencia “combativa”. En este plano, el peligro es que la ciencia marxista se transforme en ideología según sus propios criterios. 2. Los obstáculos que se oponen a la expli- cación de la formación de las ideologías en términos no ideológicos. El problema es que un discurso no ideológico tropieza con la dificultad de alcanzar una realidad social anterior a la simbolización. 3. La dificultad más fundamental consiste en la imposibilidad de ejercer una crítica que sea absolutamente radical. La teoría social no se puede desprender de su con- dición ideológica porque no puede efec- tuar la reflexión total ni llegar a un punto de vista capaz de expresar la totalidad que la sustraería de la mediación ideológica a la cual están sometidos todos los demás miembros del grupo social. Esta triple cuestión nos parece clave en la medida que nos preocupa centralmente aquí la reconstrucción de la noción de “experiencia so- cial”. Pero también se pueden considerar otras observaciones levantadas por el último Husserl y en particular a partir de la categoría del Le- benswelt. El “mundo de la vida” y el “mundo de la historia” se vuelven centrales para releer hoy este debate epistémico22 . En términos sin- téticos, en su última obra Crisis de las Ciencias Europeas y Fenomenología trascendental, se encuentran los principales esbozos de su teoría del lebenswelt, tal como aquí nos interesa; se encuentra la base de una noción de “experiencia social cotidiana” desde la que se puede plantear, en forma sistemática, una crítica radical de la cientificidad moderna presente en la concepción galileana de la matemática y en su tematización filosófica en Kant. Considerar un mundo de la vida que es previo a la actividad científica no alude sólo al debate previo desde el que parten los autores destaca- dos, sino que es preciso retrotraerse a los oríge- nes de la modernidad. Por extensión, ella per- mite comprender la racionalidad objetivadora y dominante del positivismo, marca una nueva comprensión de la fractura diltheyana entre la ciencia natural y la ciencia del espíritu, y abre principios teóricos más firmes para fundar las ciencias del espíritu, de un modo más sistemá- tico y profundo en un sentido de lo racional que sobrepasa lo ya intentado por Dilthey. Si consideramos ahora el proyecto husserliano desde la crítica de la visión reductivamente epistemológica, entonces habría que considerar en detalle la teoría neo-kantiana que prevalecía en Alemania para la solución del problema del conocimiento de las ciencias empírico-forma- les. Sin embargo, esta crítica se extiende tam- bién al análisis de la vida colectiva y psíquica 21 Ricoeur Paul, Del Texto a la Acción, p. 293 22 Para comprender esta temática se pueden considerar las obras siguientes: J. San Martin (Ed.), Sobre el concepto de mundo de la vida, Madrid, UNED, 1993; Fernando Montero, Mundo y Vida en la fenomenología de Husserl, U. De Valencia, 1994. -Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 19 donde predominan los reduccionismos decimo- nónicos, a saber el naturalismo, el psicologis- mo y el historicismo. Se conocen, a través de diversos estudios, los esfuerzos sistemáticos de la fenomenología de Husserl por levantar una comprensión rigurosamente científica y filosó- fica de los significados humanos históricos. Pero no es únicamente la tradición fenomeno- lógica en la que se ubica Ricoeur que releva el aporte de las tesis fenomenológicas y la crítica a los modelos decimonónicos de las ciencias sociales. Indiquemos someramente la relevan- cia que tiene el tratamiento que hace la crisis de la categoría de Lebenswelt para las ciencias sociales y humanas en un discípulo directo de la teoría crítica marxista redefinida por la Escuela de Frankfurt; a saber, Jürgen Habermas. Con total independencia de que se acepte la interpretación específica, expuesta por Haber- mas en sus libros, de la noción husserliana del “mundo de la vida”, es relevante dejar estable- cido que el tema del lebenswelt se vincula con la recuperación del programa fenomenológico del conocimiento para un programa de la teoría crítica en el ámbito de las ciencias humanas y sociales. La teoría de la acción comunicativa tiene una clara deuda con los aspectos definidos por la fenomenología y, por ello, es fecundo entender las diversas y recíprocas articulaciones que observa Habermas entre su propio proyecto y de Husserl; en este cotejo, se destacan las paradojas conceptuales que surgen al contrastar ambas teorías de la razón. Por ambas referencias explícitas, parece cla- ramente que Habermas no tiene dificultades para empalmar su concepto de “acción comu- nicativa” con el de “mundo de vida”, a pesar de las dificultades que se pueden detectar; empero, es conveniente indicar que, en este caso, ya no estamos hablando, en un sentido estricto, en términos fenomenológicos, sino de las condiciones de una reconstrucción de los presupuestos de la racionalidad social. Lo que desarrolla particularmente Habermas, en su lectura del Lebenswelt husserliano, no es la intuición central de un mundo circundante ori- ginario, sino aquellos elementos que destacan el carácter intersubjetivo del mismoentorno vital, por lo que es preciso no equivocarse ya que se trata de una reutilización de una categoría fenomenológica para una teoría intersubjetiva de la sociedad. La óptica de Habermas y de los cientistas so- ciales críticos que prosiguen sus indicaciones teóricas del mundo de la vida, refieren a algo parecido a lo que se ha llamado “conocimiento social o del hombre”, pero no es un trabajo de cuestionamiento de la racionalidad social. Pero, si por un lado esta asimilación habermasiana es en cierto sentido limitada respecto de lo indica- do en la visión husserliana de la Crísis, por otro lado, ella nos entrega una adecuada perspectiva heurística para comprender el sentido de la racionalidad en las sociedades tecnológicas de nuestro tiempo. Se trata, pues, de un mundo de vida que no sólo resiste a los tres grandes siste- mas de la racionalidad moderna, sino que ella es el substrato de la racionalidad moderna. A pesar de esta limitación filosófica de Haber- mas, nos parece que su teoría comunicativa, tal cual lo demuestran los trabajos de los investiga- dores y filósofos contemporáneos, permite re- fundar una noción más amplia de “experiencia - Ricardo Salas Astrain - 20 humana” en el plano de las ciencias sociales y humanas, que reinterpreta los aportes de las teo- rías epistémicas y los supuestos ético-históricos del mundo vital en que ellos están insertos, en vistas a cuestionar el predominio hegemónico de la racionalidad instrumental. En conclusión, la discusión que abre la Crisis de las ciencias europeas de Husserl no es, enton- ces, sólo una crisis de la fundamentación de las ciencias de la naturaleza (empírico-formales), sino también las ciencias del espíritu. Por ello, la tesis propuesta por este libro de Husserl tiene implicancias metodológicas, epistemológicas y ontológicas para una teoría de la razón. La cuestión filosófica que se plantea es cómo esta noción del “mundo de la vida” permite levantar una crítica detallada y sistemática a las bases de la cientificidad moderna presente en la reduc- ción matemática. Asimismo, el reconocimiento del mundo de la vida previo, y le lleva a revalo- rizar el sentido del mundo individual y cultural, y a la posibilidad de abrirse a la comprensión de otros mundos individuales y culturales. -Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 21 En esta tercera parte, vamos a presentar una se- rie de textos y fragmentos seleccionados de los cinco autores indicados más arriba, que ayuden a los estudiantes a encontrar, de un modo más o menos sencillo, las propias formulaciones de los autores acerca de la naturaleza de las ciencias sociales y humanas y, en especial, de algunas de las categorías que nos ocuparán en este trabajo: experiencia histórico-social, hechos sociales y conciencia. Vamos a estructurar cada uno de los acápites por cada uno de los cinco autores de los tex- tos. En primer lugar, presentamos una muy breve biografía que ayude al estudiante a contextualizar la época específica de cada uno de los filósofos, y entregaremos una mínima bibliografía en castellano relativa a las cien- cias sociales, para luego acceder a la lectura insustituible de textos integrales, y que son una breve y sintética selección. Presentaremos, a continuación, los principales textos seleccio- nados y, finalmente, entregaremos un conjunto de preguntas y actividades que ayudan a en- contrar algunas de las cuestiones centrales de esta Antología de Textos acerca de las ciencias sociales y humanas. Los textos elegidos permiten elaborar un esquema comparativo donde los estudiantes pueden hacer cuadros con las convergencias y divergencias de los autores mismos. AUGUSTE COMTE (1798-1857) Filósofo francés considerado el fundador del positivismo. Fue Secretario del pensador re- formista Saint-Simon. A los pocos años rompió con él y se consagró a dictar, en forma privada, su Curso de Filosofía Positiva, que, en sus 51 Lecciones, era una enciclopedia del avance del saber científico de su tiempo. Asistente de matemáticas de la Escuela Politécnica de París, nunca pudo obtener un cargo titular. Su personalidad era compleja y sufrió varias crisis emocionales. Desde 1823, vivió bajo la protec- ción de sus discípulos. En la última década de su vida, re-elaborará su Curso dando origen a una doctrina de la Religión de la Humanidad, pro- ducto de su amistad con Clotilde de Vaux. Tuvo una influencia considerable en la intelectualidad laica francesa, y desde Francia se expandió hacia las élites científicas de América Latina, donde tuvo aplicaciones político-educativas en México, Brasil, Argentina y Chile. Textos y fragmentos para una introducción a las Ciencias Sociales y Humanas de Auguste Comte, John Stuart Mill, Wilhelm Dilthey, Karl Marx y Edmund Husserl - Ricardo Salas Astrain - 22 Breve bibliografía de Comte en castellano A. Comte, Curso de Filosofía Positiva, Lecciones 1 y 2, Barcelona, Folio, 1999. A. Comte, Discurso sobre el Espíritu Positivo, Ma- drid, Aguilar, 1982. A. Comte, La Filosofía positivista, México, Porrúa, 2000. Textos y fragmentos de Comte seleccionados de las lecciones 1 y 2 del Curso de Filosofia Positiva El espíritu humano marcha a través de tres métodos filosóficos Para explicar convenientemente la verdadera naturaleza y el carácter propio de la filosofía positiva, es indispensable, desde un principio, echar una mirada retrospectiva a la marcha progresista del espíritu humano considerado en su conjunto, ya que cualquiera de nuestras especulaciones no puede ser bien comprendida más que a través de su historia. Así, al estudiar el desarrollo total de la inte- ligencia humana en sus diversas esferas de actividad, desde sus orígenes hasta nuestros días, creo haber descubierto una gran ley fun- damental, a la cual está sujeto este desarrollo con una necesidad invariable, y que me parece que nos proporciona el conocimiento de nues- tra organización, bien con las verificaciones históricas que resultan de un atento examen del pasado. Esta ley consiste en que cada una de nuestras principales especulaciones, cada rama de nuestros conocimientos, pasa sucesivamente por tres estados teóricos diferentes: el estado teológico o ficticio, el estado metafísico o abs- tracto, y el estado científico o positivo. En otras palabras, que el espíritu humano, por su natu- raleza, emplea sucesivamente, en cada una de sus investigaciones, tres métodos de filosofar, cuyos caracteres son esencialmente distintos e, incluso, radicalmente opuestos: primero, el método teológico; a continuación, el método metafísico; y, por fin, el método positivo. De aquí, tres clases de filosofías, o de sistemas generales de reflexión sobre el conjunto de los fenómenos que se excluyan mutuamente: el primero es el punto de partida necesario de la inteligencia humana, el tercero su estado fijo y definitivo, y el segundo está destinado única- mente a servir de transición. Esta necesidad es aún más manifiesta si obser- vamos la perfecta adecuación de la filosofía teológica, con la naturaleza propia de los pro- blemas a los que se entrega el espíritu humano durante su infancia. Es curioso ver cómo las cuestiones más inaccesibles para nuestros medios, tales como la naturaleza íntima de los seres, el origen y el fin de todos los fenómenos, sean precisamente las que con más interés se plantea nuestra inteligencia en este estado pri- mitivo, que, a su vez, desprecia como indignos de una meditación seria todos los problemas solubles. Esto tiene una fácil explicación, y es que sólo la experiencia ha podido mostrar cuál es la medida de nuestras fuerzas; si el hombre no hubiese comenzado por tener una opinión desmesurada de ellas, nunca hubiera podido adquirir el desarrollo de que son capaces. Así lo exige nuestra organización. Pero, sea como fuere, representémonos, en la medida de lo posi- ble, esta disposición tan universal y tan desme- -Epistemologíay pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 23 surada, y preguntémonos qué acogida hubiera tenido en aquella época, suponiéndola formada, la filosofía positiva, cuya mayor ambición es la de descubrir las leyes de los fenómenos, y cuyo carácter más peculiar consiste precisamente en considerar prohibitivos para la razón humana todos estos sublimes misterios de los que la filosofía teológica da razón, con tan admirable facilidad en sus más mínimos detalles. Sucede lo mismo si observamos la naturaleza de las cuestiones que ocupan primitivamente al espíritu humano, desde un punto de vista práctico. En este aspecto, esta búsqueda pre- senta al hombre el gran atractivo de un dominio ilimitado sobre el mundo exterior, considerado totalmente para nuestro uso, y cuyos fenóme- nos guardan relaciones íntimas y continuadas con nuestra existencia. Así, estas quiméricas esperanzas, estas exageradas ideas de la im- portancia del hombre en el universo que nacen con la filosofía teológica, y que destruyen sin remedio las primeras influencias de la filosofía positiva, son, desde sus comienzos, un esti- mulante indispensable sin el cual no se podría concebir cómo el espíritu humano se entregó a tan penosos trabajos. Hoy estamos tan alejados de esta primitiva disposición en relación con la mayor parte de los fenómenos que incluso tenemos la dificultad para representarnos exactamente la necesidad y la fuerza de tales consideraciones. La ra- zón humana es ya lo suficientemente madura como para entregarse a laboriosas búsquedas científicas, sin tener a la vista ningún motivo ajeno a la ciencia, que sea capaz de actuar con fuerza sobre la imaginación, como los que se propusieron en su tiempo, por ejemplo, los astrólogos o los alquimistas. Nuestra actividad intelectual está suficientemente motivada con la simple esperanza de descubrir las leyes de los fenómenos, o con el simple deseo de confirmar o desmentir una teoría. Pero no podía suceder así durante la infancia del espíritu humano. Sin las atractivas quimeras de la astrología, sin las enérgicas decepciones de la alquimia, por ejemplo, ¿de dónde hubiéramos sacado la constancia y el ardor necesario para recoger tantas observaciones y experiencias que han servido más tarde de fundamento para las pri- meras teorías positivas de una y otra clase de fenómenos? Vemos, en este conjunto de consideraciones, que si bien la filosofía positiva es el verdadero estado definitivo de la inteligencia humana, hacia el que ésta siempre ha tendido, no es menos cierto que durante varios siglos esta inteligencia ha tenido que emplear, bien como método, bien como doctrina provisional, la filosofía teológica; filosofía cuyo carácter es el de ser espontánea y, por ello, la única posible en los orígenes, y la única también que ha podido ofrecer a nuestro espíritu infantil un interés suficiente. Fácil es comprobar que, para pasar de esta filosofía provisional a la filosofía defi- nitiva, el espíritu humano ha tenido que adoptar naturalmente como la filosofía transitoria los métodos y las doctrinas metafísicas. Esta úl- tima consideración resulta indispensable para completar la exposición general de la gran ley que he presentado. Es fácil concebir, en efecto, que nuestro enten- dimiento, obligado a progresar con pasos lentos, no podía pasar bruscamente y sin intermediarios, de la filosofía teológica a la filosofía positiva. - Ricardo Salas Astrain - 24 La teología y la física son tan profundamente incompatibles, tan radicalmente opuestos los caracteres de sus concepciones, que antes de renunciar a unos para emplear exclusivamente los otros, la inteligencia humana ha tenido que servirse de concepciones intermedias, de un carácter espúreo, propias, por ello mismo, para preparar gradualmente la transición. Éste es el destino natural de las concepciones metafísicas: no tienen otra utilidad real. Cuando en el estudio de los fenómenos se sustituyen la prevalente acción sobrenatural, por la correspondiente e inseparable entidad, aunque ésta no sea conce- bida sino como una emanación de la primera, el hombre se habitúa poco a poco a considerar los hechos en sí mismos, ya que las nociones de estos agentes metafísicos se convierten gra- dualmente en algo sutil, que quedan reducidas a ser, para toda mente sensata, los meros nom- bres abstractos de los fenómenos. Es imposible imaginar otro procedimiento mediante el cual nuestro espíritu haya podido pasar de unas concepciones realmente sobrenaturales a otras simplemente naturales, es decir, del régimen teológico al régimen positivo. La filosofía positiva Una vez establecida la ley general del desarrollo del espíritu humano y sin entrar en una discu- sión más especial sobre el tema, lo que quedaría fuera de lugar en este momento, nos concierne ahora determinar con precisión la naturaleza propia de la filosofía positiva, lo cual constituye el objeto esencial de este discurso. Hemos visto, por lo que precede, que el carácter fundamental de la filosofía positiva consiste en considerar todos los fenómenos como sujetos a leyes natu- rales invariables, cuyo descubrimiento preciso y la posterior reducción al menor número posible constituyen la finalidad de nuestros esfuerzos. Consideremos como absolutamente inaccesible y vacía de sentido la búsqueda de lo que lla- man causas, sean estas primeras o finales. Es inútil insistir demasiado en un principio que ha llegado a ser familiar para todos aquellos que tienen un conocimiento algo profundo de las ciencias de la observación. Todos sabemos que en las explicaciones positivas, incluso en las más perfectas, no tenemos la más mínima pretensión de exponer cuáles sean las causas ge- neradoras de los fenómenos, ya que con ello no conseguiríamos sino retrasar la dificultad, antes al contrario, pretendemos analizar con exactitud las circunstancias de su producción y coordinar unos fenómenos con otros, mediante relaciones normales de sucesión y de similitud. Aclaremos esto con el más admirable de los ejemplos: decimos que los fenómenos generales del universo son explicados, en la medida en que éstos puedan serlo, por la ley de la gravi- tación newtoniana, ya que esta gran teoría nos muestra toda la inmensa variedad de los hechos astronómicos, como si fueran uno y el mismo hecho, considerado bajo diversos puntos de vista: la tendencia constante de atracción entre las moléculas en directa razón de sus masas y en razón inversa de los cuadros de distancia; aún más: este hecho general se nos presenta como una simple extensión de un fenómeno muy familiar para nosotros y, por tanto, perfec- tamente conocido, cual es el de la caída de los cuerpos. En cuanto a determinar en qué consiste esta atracción de gravedad, o cuáles sean sus causas, decimos que son cuestiones insolubles, que no pertenecen al dominio de la filosofía positiva y que cedemos, con todo derecho, a la -Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 25 imaginación de los teólogos o a las sutilezas de los metafísicos. La física social como ciencia de los fenómenos sociales En efecto, entre las cuatro categorías principales de los fenómenos naturales, los astronómicos, los físicos, los químicos y los fisiológicos, se observa una laguna esencial relativa a los fenómenos sociales, merecen bien por su im- portancia, bien por las dificultades propias de su estudio, formar una categoría distinta. Este último orden de especulaciones, que hace re- ferencia a los fenómenos más peculiares, a los más complicados y a los más dependientes del resto, ha debido, por esto sólo, perfeccionarse más lentamente que todos los precedentes, in- cluso sin tener en cuenta las especiales dificul- tades que serán tratadas más adelante. Sea como fuere, es evidente que no han entrado todavía en el dominio de la filosofía positiva. Los métodos teológicos y metafísicos, que para el resto de los fenómenos han sidoya abando- nados, ya sea como medio de investigación o solamente como medio de argumentación, sin embargo, son todavía utilizados exclusivamente bajo uno y otro aspecto, para todo lo que con- cierne a los fenómenos sociales, aunque su insu- ficiencia a este respecto ha sido ya plenamente sentida por todas las mentes claras fatigadas de esas vanas réplicas interminables entre el derecho divino y la soberanía del pueblo . Ésta es la única, aunque grande laguna que hay que rellenar para acabar de constituir la filosofía positiva. Ahora el espíritu humano ha fundado la física celeste, la física terrestre mecánica o química, la física orgánica, vegetal o animal, fáltale contemplar el sistema de las ciencias de la observación fundando la física social. Ésta es la más grande y la más acuciante necesidad de nuestra inteligencia; ésta es, me atrevo a decir, la primera finalidad de este curso, su finalidad especial. Relaciones entre el punto de vista estático y dinámico Si a estas funciones se las considera desde el punto de vista estático, su estudio no puede consistir sino en la determinación de sus con- diciones orgánicas de las cuales depende: así, forman una parte esencial de la anatomía y de la fisiología. Al considerar, desde el punto de vista dinámico, todo se reduce a estudiar la marcha efectiva del espíritu humano en ejercicio, me- diante el examen de los procedimientos emplea- dos en la obtención de diversos conocimientos exactos, lo que constituye, en esencia, el objeto general de la filosofía positiva. En una palabra: al considerar todas las teorías científicas como grandes hechos lógicos, solamente con la pro- funda observación de esos hechos, se puede llegar al conocimiento de las leyes lógicas. Crítica de la psicología como método de las ciencias sociales Estas dos son las únicas vías generales, com- plementaria la una de la otra, por las que se puede llegar a algunas nociones racionales sobre los fenómenos intelectuales. Claramente se ve que de ninguna manera se puede admitir esa psicología ilusoria, última transformación de la teología, que tan vanamente se pretende reanimar en nuestros días, y que sin ocuparse ni del estudio psicológico de nuestros órganos in- telectuales, ni de la observación de los procesos - Ricardo Salas Astrain - 26 racionales que dirigen nuestras investigaciones científicas, intenta llegar a descubrimiento de las leyes fundamentales del espíritu humano, contemplándose a sí mismo, es decir, haciendo abstracción de las causas y efectos. La filosofía positiva, a partir de Bacon, ha llegado a tener tal preponderancia, y adquiere hoy tan gran ascendiente sobre los espíritus, incluso sobre los que han permanecido ajenos a su gran desarrollo, que los metafísicos, ocu- pados en el estudio de nuestra inteligencia, no han visto otra manera de frenar la decadencia de su pretendida ciencia, sino empeñándose en presentar sus doctrinas, como si estuvieran fundadas sobre la observación de los hechos. Y, así, han imaginado en estos últimos tiempos que podían distinguir, por una singular sutileza, dos clases de observación de igual importan- cia, la una exterior y la otra interior, estando destinada esta última únicamente al estudio de los fenómenos intelectuales. No es éste el lugar para entrar en la discusión de este sofisma fundamental. Me limitaré sólo a indicar cuál es la prueba fundamental que demuestra que esa pretendida contemplación directa del espíritu por sí mismo es puramente ilusoria. Evidentemente, el espíritu humano puede ob- servar todos los fenómenos, excepto los suyos propios por más empeño que en ellos pusiere. Porque, ¿cómo haría tal observación? Puede admitirse que el hombre se observe a sí mis- mo, tratándose de fenómenos morales, ya que dada su constitución anatómica, los órganos que son la sede de las pasiones son distintos de los destinados a las funciones observadoras. Y aunque cada uno de nosotros hayamos tenido la ocasión de hacer sobre nosotros mismos tales observaciones, éstas no pueden tener una excesiva importancia científica, ya que el mejor medio de conocer las pasiones será siempre ob- servarlas fuera de uno mismo, pues todo estado de pasión fuerte, justamente el que más interesa examinar, es incompatible con el estado de ob- servación. Pero, con relación a los fenómenos intelectuales, tal observación es por completo imposible de realizar. El individuo pensante no podrá dividirse en dos: el uno razonando y el otro observándose en el razonar. Si el órgano observador y el observado son el mismo, ¿cómo podría darse la observación? Este pretendido método psicológico es radi- calmente nulo desde sus principios. ¡Conside- remos a qué resultados tan contradictorios nos conduciría de inmediato! Por un lado se nos recomienda aislarnos, en la medida de lo po- sible, de toda sensación exterior: sobre todo si hay que evitar todo trabajo intelectual, porque, si nos ocupamos, aunque nada más sea de hacer el más mínimo cálculo, ¿ en qué se convertirá la observación interior? Por otro lado, tras haber alcanzado, a fuerza de precauciones, ese estado perfecto de sueño intelectual tendremos que ocuparnos en contemplar las operaciones que se suceden en nuestro espíritu,¡cuando en él, ya no sucede nada! Nuestros descendientes verán un día tales pretensiones llevadas a la escena. Los resultados de tan extraña manera de proceder son perfectamente acordes con sus principios. Hace dos mil años que los meta- físicos trabajan así en la psicología y aún no han llegado a estar de acuerdo sobre una sola proposición que sea inteligible y sólidamente inmutable. Se encuentran, incluso hoy, dividi- dos en una multitud de escuelas que se disputan -Epistemología y pre-comprensión de la experiencia socio-histórica- 27 entre sí los primeros elementos de sus doctrinas. La observación interior engendra casi tantas opiniones divergentes como individuos hay que la practiquen. Los auténticos investigadores, los hombres de- dicados a los estudios positivos, todavía están preguntando vanamente a estos psicólogos por un solo descubrimiento real, grande o peque- ño, que se deba a este método tan alardeado. No hay que insistir en que todos los trabajos carecen de resultados que puedan contribuir al progreso general de nuestros conocimientos, con independencia del eminente servicio que han prestado, al sostener la actividad de nuestra inteligencia en la época en que ésta no tenía nada más importante en que ocuparse. Pero puede afirmarse, siguiendo al ilustre filósofo positivo, señor Cuvier, que en los escritos de estos vanos psicólogos, todo lo que no consiste en metáforas tomadas por razonamientos son verdades que no provienen de su pretendido método, sino que han sido obtenidas de efec- tivas observaciones que han sido engendradas a lo largo del tiempo por el desarrollo de las ciencias. E incluso estas nociones tan evidentes, proclamadas con tanto énfasis, y que se deben sobre todo de estos psicólogos a su pretendido método, se dan la mayoría de las veces o muy exageradas o muy incompletas, y siempre inferiores a las observaciones ya hechas sin ostentación por los científicos con los proce- dimientos que ellos emplean. Cómodo sería citar aquí una serie de ejemplos ilustradores, si no fuera conceder excesiva importancia a la presente discusión. Ignoro si más adelante será posible hacer a priori un curso sobre el método, independiente del estudio filosófico de las ciencias, pero estoy plenamente convencido que hoy este estudio es irrealizable, ya que los grandes procesos psicológicos no pueden ser explicados todavía con precisión suficiente, al separarlos de sus aplicaciones. Me atrevo, incluso, a añadir que cuando tal empresa pueda realizarse, lo cual en efecto se puede concebir, solamente se conseguirá con el estudio de las aplicaciones regulares de los procedimientos científicos, para llegar a formarse un buen sistema de hábitos
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