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Construção das Pirâmides de Egito e a Tumba do Guerreiro de Pilos

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NÚMERO 203
historiang.es
¿CÓMO SE
CONSTRUYERON
LAS PIRAMIDES
DE EGIPTO?
EL ÚLTIMO 
TESORO
DE MICENAS
LA TUMBA
DEL GUERRERO 
DE PILOS
VERCINGÉTORIX
LA TRAGEDIA
DE LA GALIA
EL IMPERIO 
AZTECA
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E D I T O R I A L
JOSEP MARIA CASALS
Director
S obre la colina que domina Alise-Sainte-Reine se yergue una estatua de casi siete metros de Vercingétorix, colocada sobre 
un pedestal que suma otros siete metros. Está muy cerca del lugar 
donde el caudillo galo se rindió a su enemigo Julio César para evitar 
la masacre de los habitantes de la ciudad de Alesia, que iba a caer 
en manos romanas. La construcción de la estatua y los trabajos 
arqueológicos en Alesia fueron una iniciativa de Napoleón III, por una 
parte admirador de César y por otra parte francés, miembro de una 
nación que convirtió a Vercingétorix en símbolo de su coraje (tras 
la segunda guerra mundial, Charles de Gaulle cada año, durante una 
década, peregrinó a Alesia el día de la rendición del líder galo). ¿Cómo 
conciliar ambos ideales? Fácil. Como el mismo emperador escribió: 
«Al honrar la memoria de Vercingétorix, no debemos lamentar su 
derrota. Admiremos el ardiente y sincero amor de este jefe galo por la 
independencia de su país, pero no olvidemos que es al triunfo de los 
ejércitos romanos a lo que debemos nuestra civilización; instituciones, 
costumbres, lengua, todo nos viene de la conquista». En esta actitud 
hacia la conquista romana subyace la justificación de la expansión 
colonial francesa por lo que aportaba a sus súbditos forzosos de 
ultramar. Claro que también influye la lejanía. ¿Nos parecerían hoy 
aceptables esas manos cortadas por César a dos mil o cuatro mil de los 
últimos resistentes galos en Uxellodunum? ¿O las de esos 400 jóvenes 
de Lutia que querían ayudar a los numantinos y a quienes Escipión 
mutiló tras obligar a sus padres a entregárselos? El tiempo...
Editor JOSÉ ENRIQUE RUIZ-DOMÈNEC
Directora General ARIADNA HERNÁNDEZ FOX
Director de Servicios Comerciales SERAFÍN GONZÁLEZ
Proyectos Digitales ARANTXA DEL POZO
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SAN LUIS ANTE LAS
MURALLAS DE JERUSALÉN. 
VIDRIERA DE LA CATEDRAL 
DE NOTRE DAME DE SENLIS.
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NÚMERO 203
historiang.es
¿CÓMO SE
CONSTRUYERON
LAS PIRAMIDES
DE EGIPTO?
EL ÚLTIMO
TESORO
DE MICENAS
LA TUMBA
DEL GUERRERO
DE PILOS
VERCINGÉTORIX
LA TRAGEDIA
DE LA GALIA
EL IMPERIO
AZTECA
MERALA PRI
ADACRUZA
A DE TIERRA SANTALA CONQUISTA
Director JOSEP MARIA CASALS 
Director de arte IÑAKI DE LA FUENTE
Jefe de redacción JESÚS VILLANUEVA
Editora de fotografía MERITXELL CASANOVAS
Redactores CARME MAYANS, ÀLEX SALA
Editora adjunta a la redacción GUIOMAR HUGUET
Maquetación MAITE DUCUN
Tratamiento de imagen JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ
Secretaria de redacción MARTA CUADRAS
Director web: JAVIER FLORES
REDACCIÓN 
Diagonal, 189 08018 Barcelona (España). Tel. 934 15 73 74
Colaboradores externos: VÍCTOR LLORET (COORDINADOR), 
CÉCILE SIGONNEY (MAQUETACIÓN); DAVID HERNÁNDEZ DE 
LA FUENTE (ANTIGÜEDAD); RAMON OLIVA (CORRECCIÓN); 
MIREIA COMPANYS, CARLO CARANCI (TRADUCCIÓN) 
Colaboran en este número: ÁNGEL CARLOS AGUAYO PÉREZ, 
XABIER ARMENDÁRIZ, LAUREN BECK, JORDI CANAL-SOLER, 
ANDREA FREDIANI, MARCOS GARCÍA DIEZ, ARIANNA GIORGI, 
ALFONSO LÓPEZ, JUAN CARLOS LOSADA, CARME MAYANS, 
ENRIQUE MESSEGUER, JOSÉ MIGUEL PARRA, JOSÉ LUIS DE 
ROJAS. MARTINA TOMMASI, JESÚS VILLANUEVA
Asesores de diseño: FERICHE BLACK
ASESORES
JOSÉ ENRIQUE 
RUIZ-DOMÈNEC
Catedrático de 
Historia Medieval 
de la Universidad 
Autónoma de 
Barcelona.
Especialista en 
historia de Europa 
y del Mediterráneo, y 
docente en Francia e 
Italia. Miembro español 
en la comisión de 27 
historiadores para los 
27 países de Europa. 
MAITE 
MASCORT ROCA
Vicepresidenta de 
la Sociedad Catalana 
de Egiptología. 
Arqueóloga de 
la Generalitat 
de Cataluña.
Ha desarrollado 
su labor como 
investigadora en 
Egipto, donde ha 
sido miembro de la 
misión española que 
excava en Oxirrinco.
CARLOS 
GARCÍA GUAL
Catedrático de 
Filología Griega 
de la Universidad 
Complutense. Premio 
Nacional a la obra 
de un traductor.
Especialista en la 
historia y cultura 
de la Antigüedad 
grecolatina, ha 
traducido numerosas 
obras clásicas (entre 
ellas, la Odisea). 
ANTONIO 
PIÑERO SÁENZ
Catedrático 
de Filología 
Neotestamentaria 
de la Universidad 
Complutense 
de Madrid.
Experto en el antiguo 
Israel y los orígenes del 
cristianismo, ha ejercido 
una importante labor 
de divulgación de la 
historia del Próximo 
Oriente antiguo. 
MANUEL 
LUCENA GIRALDO
Investigador del 
Consejo Superior 
de Investigaciones 
Científicas. Profesor 
asociado de IE 
University.
Destacado conocedor 
de la España moderna 
y la América colonial, 
ha compaginado 
la investigación, la 
docencia universitaria 
y la divulgación.
 
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es una institución científica y educativa 
sin fines lucrativos fundada en 
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hi t i ti l hi
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A C T U A L I D A D
un patrimonio arqueológico 
riquísimo que incluye des-
de algunas de las pinturas 
rupestres más hermosas 
del mundo a las ruinas de 
ciudades medievales, don-
de apenas ha puesto el pie 
ningún arqueólogo. 
El equipo de Incipit ex-
cavó en las dunas de Ber-
bera un yacimiento datado 
entre los siglos III y VI, en 
el que aparecieron objetos 
procedentes del sur de Ye-
men y del Egipto romano. 
En otro lugar, la inmensa 
playa de Xiis, se suceden 
más de 300 tumbas exca-
Desde el año 2015, u n p roye c to del Instituto de Ciencias del Pa-
trimonio (Incipit) investiga 
dos mil años de contactos a 
larga distancia en el Cuer-
no de África. Y lo hace en 
Somalilandia. El país se in-
dependizó de Somalia en 
el año 1991 y, al contrario 
que su vecino, ha logrado 
mantenerse en paz desde 
entonces y desarrollar un 
sistema político que combi-
na estructuras tradicionales 
y democracia al estilo occi-
dental. Somalilandia tiene 
vadas por los pastores nó-
madas y acompañadas de 
ricos ajuares. Siglos más 
tarde, durante la Edad Me-
dia y los siglos XVI y XVII, 
Somalilandia fue un punto 
de encuentro: en sus playas, 
donde se celebraban ferias, 
aún quedan restos de por-
celanas chinas, ungüenta-
rios egipcios y cuentas de 
cornalina. Una pequeña 
aldea de comerciantes de 
aquella época fue arrasada, 
y allí se han hallado algunas 
cerámicas como testigos 
mudos de un próspero co-
mercio a larga distancia. 
Arqueología en el
desierto de Somalilandia
Arqueólogos del Instituto de Ciencias del Patrimonio han 
hecho hallazgos de diversas épocas en este país africano
FUNDACIÓN PALARQ
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ESQUELETO en una 
tumba de la necrópolis 
de Xiis. Junto al difunto 
se enterró un jarrón 
romano para perfume 
procedente de Siria.
ABAJO, una imagen 
del conchero de 
Ceel Gerdi, un 
yacimiento fechado 
a mediados del I 
milenio d.C. Los 
arqueólogos del 
Instituto de Ciencias 
del Patrimonio han 
hallado en este 
lugar materiales 
importados del 
reino de Himyar en 
Yemen, del reino 
de Axum en Etiopía 
y también del 
Imperio bizantino.
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El rey de los
chefs, el chef
de los reyes
1833
Años después 
de retirarse, 
muere a causa de 
una enfermedad 
pulmonar.
1815
El Congreso de
Viena supone
su consagración
definitiva en el
mundo de la cocina.
1803
El ministro Talleyrand
empieza a encargarle los
banquetes diplomáticos.
Entre los dos nace una
fructífera colaboración.
1802
Carême termina su
formación de cocinero
bajo la tutela del
famoso Bailly y abre
su propia pastelería.
1784
Marie-Antoine Carême
nace en París. De familia
pobre, es abandonado
por su padre y encuentra
trabajo en un asador.
P E R S O N A J E S I N G U L A R
Carême, la grandeur 
de la cocina francesa
Con sus platos sofisticados pero a la vez basados en productos locales, Antonin Carême 
se impuso en Europa con su gastronomía como Napoleón lo hizo con sus ejércitos
L
a Revolución francesa de 
1789 no sólo sacudió los ci-
mientos de los Estados en 
todo el continente; también 
cambió de forma radical mu-
chos ámbitos de la vida cotidiana. Uno 
de ellos fueron los hábitos alimenta-
rios. En oposición a la suntuosidad 
de la antigua cocina aristocrática, tras 
la Revolución los gustos culinarios 
tendieron a una mayor simplicidad. 
No sólo eso: con la caída en desgracia 
de sus antiguos y nobles señores, pa-
ra los que habían trabajado durante 
siglos, los cocineros tuvieron que 
reinventarse y lo hicieron con una 
admirable rapidez, convirtiéndo-
se en restaurateurs (restauradores) 
y abriendo nuevos locales. Ése es el 
contexto en el que surgió y triunfó 
la figura de Carême.
Marie-Antoine Carême, llamado 
Antonin, nació en París el 8 de ju-
nio de 1784. No conocemos el oficio 
de sus padres, Marie-Jeanne Pascal 
y Jean-Gilbert 
Carême, ya que 
muchos docu-
mentos fueron 
destruidos tras 
la guerra franco-
prusiana de 1871. 
Sólo sabemos que su familia fue muy 
numerosa, pues parece que la pareja 
tuvo entre quince y veinticinco hijos. 
Antonin vivió en el hogar paterno 
hasta los nueve o doce años; después, 
según la tradición, su padre lo llevó a 
comer a un restaurante y, tras pagar 
la cuenta, se despidió de su hijo con 
estas terribles palabras: «Éste es el 
último dinero que puedo gastar en 
ti». No se volvieron a ver jamás. 
Aprendiz con talento
Carême vagó por las calles de la ca-
pital hasta encontrar un trabajo y 
un techo confortable en un asador, 
donde sirvió hasta los quince años 
como ayudante de cocina. En 1798 
continuó su aprendizaje al servicio 
de Sylvain Bailly, un famoso pastelero 
cuyo local se encontraba en la zona 
del Palais-Royal. 
En esa época, la pastelería se con-
sideraba el nivel más alto de la res-
tauración, y los maestros pastele-
ros gozaban de una gran reputación. 
En los años que pasó al servicio de 
Bailly, el joven Antonin aprendió los 
fundamentos de lo que se conocía 
también como «arte blanco», y poco 
a poco fue dominando técnicas cada 
vez más complejas, en particular la 
PORTADA DE EL ARTE DE LA COCINA FRANCESA, DE ANTONIN CARÊME.
Talleyrand lo convirtió en el 
encargado de los banquetes 
diplomáticos del Imperio francés
BRIDGEMAN / ACI
de las llamadas pièces montées, paste-
les formados ensamblando diversos 
elementos para lograr espectaculares 
efectos decorativos; Carême cultivó 
en especial la modalidad de los pas-
teles en forma de edificios. 
Quizás impulsado por el nuevo 
clima de optimismo traído por Napo-
león Bonaparte, aclamado como cón-
sul vitalicio por el plebiscito de 1802, 
Carême, con menos de veinte años, 
abrió su primera pastelería. Boucher, 
el chef del ministro de Asuntos Ex-
teriores Talleyrand, descubrió sus 
cualidades y lo quiso tener con él. 
Y fue el propio ministro Talleyrand 
quien le propuso trabajar, a través de 
la pastelería Gendrom, en la elabora-
ción de comida para las recepciones 
diplomáticas. 
La asociación entre Carême y Ta-
lleyrand duró doce años, y, a pesar 
de las diferencias de rango, entre los 
dos se creó, sino una amistad, sí una 
relación de estima y simpatía. El mi-
nistro, casi treinta años mayor, tenía 
en común con Carême las dificultades 
que sufrió desde su infancia –en su 
caso, una malformación física que 
provocó su exclusión de la herencia 
familiar– y la lucha por ascender en 
la escala social hasta convertirse en 
uno de los protagonistas de la diplo-
macia de la época.
El nacimiento de la alta cocina
Carême elaboró para Talleyrand ex-
quisitos pasteles como la tarta Char-
lotte, los vol-au-vent, el merengue 
y los boudoir, los bizcochos que se 
mojaban en vino de Madeira, como 
lo solía hacer Talleyrand. Sin embar-
go, la innovación más importante de 
Carême se produjo en otro ámbito. 
En 1804, cuando Napoleón, que no 
GRACIAS A su talento y a la 
complicidad de Talleyrand, 
Carême se convirtió en un 
chef muy solicitado por la jet 
set internacional. Incluso Na-
poleón Bonaparte, que no era 
amante de la buena mesa ni de 
los eventos sociales, recurrió 
a él para que diseñara el menú 
de su boda y elaborase la tarta 
nupcial. Para Paulina, herma-
na del emperador, creó unas 
galletas wafer (napolitanas) 
y también se le atribuye la 
paternidad de los turnedós 
Rossini, una pieza de solomi-
llo envuelta en foie gras y aro-
matizada con trufa, en honor 
del compositor, a quien lo unía 
la pasión porel hongo.
UNA TARTA DE 
BODA PARA EL 
EMPERADOR
MARIE-ANTOINE CARÊME FUE EL COCINERO 
DE LAS PRINCIPALES CASAS REALES EUROPEAS. 
GRABADO POR CHARLES DE STEUBEN. SIGLO XIX.
FINE ART / ALBUM
P E R S O N A J E S I N G U L A R
desafío insólitoparaunaépocaenque
las mesas de la alta sociedad ofrecían
platos exclusivos y caros.
También Talleyrand, durante los
años de su colaboración, había ani-
mado a Carême a crear una cocina
nueva,de estilo refinado,más sobria
en cuanto al sabor, pero al mismo
tiempo capaz de sorprender. Del re-
to que estos dos grandes personajes
plantearon al chef nació la haute cui-
sine (alta cocina),un saber gastronó-
mico nuevo que Carême recogería en
una publicación de cinco volúmenes
editada en 1833 con el título L’art de
la cuisine française.
El Imperio y la gastronomía
Las aportaciones de Carême fueron
innumerables. Las hierbas frescas
mejoraban los platos hechos con po-
cos ingredientes, las porciones eran
equilibradas y estéticamente satis-
factorias y las salsas no ocultaban los
sabores, sino que los realzaban.En el
campo de las salsas,Carême hizo una
pequeña revolución, subdividién-
dolas en cuatro preparados básicos:
la bechamel, la velouté, la española
(o salsa oscura) y la salsa de tomate.
Todas las variaciones partían de ahí.
Carêmetambién introdujoel servicio
«a larusa»,esdecir, llevandoa lamesa
los platos ya servidos en porciones.
AK
G 
/ A
LB
UM
MAESTRO 
DE JÓVENES 
PASTELEROS
CUANDO MARIE-ANTOINE Carê-
me abrió su pastelería en Pa-
rís, en Rue de la Paix, tenía 
menos de veinte años. En esa 
época, el «arte blanco» su-
ponía el nivel más alto de la 
cocina y Carême se enorgu-
llecía del «gusto y elegancia» 
de sus colegas más jóvenes. 
Aunque era un hombre mo-
desto, también era consciente 
de su talento, hasta el punto de 
afirmar: «Cuando para poder 
olvidar a los envidiosos voy a 
pasear por las calles de París, 
constato con alegría el cre-
cimiento y la mejora de las 
pastelerías. Nada de todo es-
to existía antes de mi trabajo 
y de mis libros».
UNIFORME DEL COCINERO MODERNO, SEGÚN CARÊME.
EL GORRO ALTO
A CARÊME se atribuye la invención del uniforme de 
chef y la toque blanche, el característico gorro alto 
que aún hoy usan los grandes chefs. Los cocineros 
ya solían llevar gorros en el pasado, pero él tuvo 
la idea de colocar dentro un trozo de cartón para 
mantenerlo levantado y permitir una mayor ven-
tilación, lo que limitaba la sudoración.
era amante de la buena mesa, tuvo 
que confiar a alguien la tarea de en-
cargarse de los banquetes di-
plomáticos, eligió a Carême. 
Pero no le dio carta blanca; al 
contrario, le pidió que prepa-
rase cada día un menú de 
temporada, usando sólo 
productos locales y sin 
repetirse nunca. Un 
UN HOMBRE MIRA LAS CREACIONES DEL 
ESCAPARATE DE LA PASTELERÍA DE CARÊME.
 
YA A LA VENTA
AD MODERNA
DE LOS TERCIOS A NAPOLEÓN: 
EJÉRCITOS Y GUERRAS EN EUROPA
NU
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A
EN
TR
EG
A 
 
P E R S O N A J E S I N G U L A R
El protagonismo indiscutible que 
Carême dio a los productos de Francia 
y sus colonias en las comidas que pre-
paraba para el ministerio de Talley- 
rand no era casual, sino que tenía un 
claro significado político: la grandeza 
napoleónica comenzaba en la mesa, 
totalmente de acuerdo con las ideas 
de Talleyrand. Éste se encargó de dar 
a conocer al chef a la alta sociedad. 
El parco Napoleón también lo aprobó, 
afirmando que los huéspedes de-
bían ser tratados de la mejor manera 
«en nombre de Francia». 
Paradójicamente, la consagración 
definitiva de Carême se produjo tras 
la derrota del emperador, con moti-
vo del Congreso de Viena, cuando 
Luis XVIII pidió a Talleyrand que 
fuera su representante en la mesa de 
negociación. Incluso en esa situación 
se reconoció la grandeza –cuanto 
menos gastronómica– de Francia. 
Con el final de la época napoleónica 
comenzó una nueva fase en la vida de 
Carême. El chef se trasladó a Brigh-
ton, en Inglaterra, donde se puso al 
servicio del príncipe regente, el futuro 
rey Jorge IV. Éste estaba enfermo de 
gota y Carême creó para él una cocina 
ligera, fácil de digerir, pero sabrosa. 
En cualquier caso, en Inglaterra no 
se llegó a sentir cómodo, y después 
de un tiempo aceptó un encargo en 
las cocinas del zar Alejandro I en San 
Petersburgo. Pero su estancia allí tam-
bién fue breve. 
Un final prematuro
Cuando regresó a Francia, ya muy 
famoso, recibió numerosas ofertas 
de empleo de las personalidades más 
importantes de Europa. Eligió al ri-
quísimo barón James Mayer de Rots-
child, banquero que en ese momento
estaba alcanzando un gran éxito. Su
relación comenzó en 1823 y fue un
vínculo sólido, como el que anterior-
mente lo había ligado a Talleyrand; 
concluyó en 1829, cuando el chef se 
retiró a la vida privada para dedicarse 
a escribir sus queridos libros. 
Quizás en su decisión influyó no 
sólo su pasión por la cultura, sino 
también su salud. Trabajando en la 
cocina había contraído una enfer-
medad pulmonar relacionada con la 
inhalación prolongada de humos de 
carbón, ya que en esa época las coci-
nas funcionaban con carbón mineral, 
que era muy contaminante. Falleció 
el 12 enero de 1833, con tan sólo 48 
años. Balzac escribió sobre él: «Murió 
quemado por el fuego directo de los 
fogones y por su genio».
MARTINA TOMMASI
HISTORIADORA
ENSAYO
Historia de la cocina 
y de los cocineros
Jean Pierre Puolain. Zendrera 
Zariquiey, Barcelona, 2007.
Para 
saber 
más
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AN
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AC
I
El arquitecto de los pasteles
CARÊME se hizo conocido por sus pasteles de azúcar y mazapán, a veces de más de un metro de 
altura, que reproducían edificios de la Antigüedad clásica. Para elaborarlos buscaba inspiración 
en libros de historia de la arquitectura que consultaba en la Biblioteca Nacional de París.
Ermita de Sion.
Pasta blanca de 
almendras y color 
chocolate para 
techos y marcos.
Doble cascada a 
la italiana con 32 
columnas. El agua 
se recrea con hilos 
de azúcar plateado.
Gran fuente del 
Parnaso. Con el 
nombre de cuatro 
grandes hombres 
en sus lados.
S U S C R Í B E T E A L A R E V I S TA 
H I S TO R I A N AT I O N A L G E O G R A P H I C D I G I TA L
 
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Tras las expediciones del neerlan-
désAbelTasman,en1642,ydel inglés
James Cook, en 1769, los europeos,
sobre todo británicos, comenzaron a
llegar a Nueva Zelanda a finales del
siglo XVIII. Eran balleneros, caza-
dores de focas y comerciantes a los
que los maoríes adquirían tejidos,
clavos y otros utensilios de metal,
especialmente armas de fuego para
saldar viejas rencillas tribales.
Los misioneros que llegaron poco
después se escandalizaron ante el
caos y descontrol de los asentamien-
E
n la historia de las migra-
cioneshumanas,lasúltimas
grandesislasenserpobladas
fueron las de Nueva Zelan-
da. Los maoríes llegaron a
ellas a mediados del siglo XIII desde
la Polinesia oriental y ocuparon todo
el territorio,dividiéndose en tribus y
subtribus. Además de cazar hasta la
extinciónalmoa (unavesemejanteal
avestruz), introdujeron cultivos,cer-
dosyperroscomofuentedealimento,
yseadaptaronalclimafríode las islas
usando pieles y aguas termales.
tos europeos, en los que abundaban 
el alcoholismo, la prostitución y las 
estafas a los maoríes para conseguir 
tierras baratas. Los misioneros pidie-
ron al gobierno británico que inter-
viniera para imponer el orden. Tras 
algunas reticencias, las autoridades 
de Londres concluyeron que la mejor 
solución era anexionar las islas al Im-
perio británico, tanto para proteger a 
los maoríes como para controlar a sus 
súbditos y, naturalmente, para ase-
gurar los intereses comerciales britá-
nicos frente a potencias extranjeras.
Maoríes contra ingleses 
en Nueva Zelanda
En la década de 1860, los indígenas de Nueva Zelanda se levantaron contra los colonos 
británicos que les desposeían de sus tierras y mediosde subsistencia ancestrales
En 1833 llegó a las islas el primer
residente británico. Establecido en
Waitangi, James Busby tejió alianzas
con los jefes locales a fin de preparar
el terrenoa laanexión.En1839arribó
a Nueva Zelanda el capitán William
Hobson para «conseguir el consen-
timiento libre e informado» de los
maoríes a fin de convertir Nueva
Zelanda en una colonia británica.Se
decidió que lo mejor sería la firma
tado entre
no Unido
los jefes
bales del
hipiélago,
el cual los
maoríes aceptarían a la reina Victoria
como su soberana y, a cambio, ésta
les reconocería la propiedad de sus
tierras,secomprometeríaacomprar-
las a precios justos para revenderlas a
loscolonosyconcederíaa losmaoríes
todos los derechos y privilegios de
los súbditos británicos.
Súbditos de la reina
El Tratado de Waitangi, considerado
como el texto fundacional de Nueva
Zelanda, fue redactado por Hobson,
su secretario, y Busby, y lo firmaron
43 jefes maoríes el 6 de febrero de
1840. Durante los meses sucesivos,
otros quinientos jefes suscribieron
el documento. La mayoría de ellos 
pensabanque laCoronabritánicago-
bernaría sobre los colonos, pero que 
los maoríes seguirían controlando 
suspropiosasuntos,ejerciendoplena 
autoridad sobre sus propias comu-
nidades, tierras y recursos.
Pero las cosas cambiaron rápida-
mente desde que Hobson proclamó 
la soberanía británica sobre Nueva 
Zelanda en junio de 1840. La afluen-
cia de colonos fue tan grande que no 
habíasuficientetierradisponiblepara 
todos. Bajo la presión de empresas 
encargadas de la colonización, como 
laNewZealandCompany,elgobierno 
británico empezó a comprar a bajo 
precio las tierras de los maoríes para 
venderlasenprovechode loscolonos. 
Losgobernadoressucesivostendieron 
a favorecer a los colonos en contra de 
losmaoríesmedianteleyesespeciales. 
El tratado de 1840 había prometido 
a los maoríes los mismos derechos 
que todos los súbditos británicos, MATI WAKA NENE. JEFE MAORÍ ALIADO DE LOS BRITÁNICOS.
n 1840, los jefes maoríes
econocieron la soberanía
e la Corona británica
H E C H O H I S T Ó R I C O
DE UNA ISLA A OTRA
EL ARCHIPIÉLAGO DE NUEVA ZELANDA se conoció con este nombre 
(alusivo a la provincia neerlandesa de Zelanda) tras el viaje de ex-
ploración del neerlandés Abel Tasman en 1642. Se integró en la 
órbita británica a raíz del viaje de James Cook en 1769, y, tras la 
fundación en 1788 de Nueva Gales del Sur, en el sureste de Australia, 
empezaron a partir colonos de Sídney hacia las islas de los maoríes.
ASALTO BRITÁNICO a una 
fortificación maorí durante 
la guerra de la década de 
1860 en Nueva Zelanda. 
Acuarela por Olando Norie. 
ERICH LESSING / ALBUM
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decidió que lo mejor serí
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El Imperio británico en el siglo XIX
Nueva
Zelanda
TRATADO DE WAITANGI. FRAGMENTO DEL DOCUMENTO ORIGINAL FIRMADO EN 1840.
La sombra de la tierra, 
para la reina Victoria
una vez redactada la versión 
inglesa del Tratado de Waitangi 
entre la Corona británica y los 
maoríes (1840), se encargó su 
traducción a la lengua maorí al 
reverendo Henry Williams, un 
misionero establecido en el país 
desde hacía años y que conocía 
bien a varios jefes tribales. La exis-
tencia de estas dos versiones hizo 
que el tratado tuviera, en varios 
puntos, una significación diferen-
te para británicos y maoríes. Por 
ejemplo, mientras la versión ingle-
sa decía que los maoríes habían 
traspasado a la Corona británica la 
«soberanía» de las islas, los mao-
ríes hablaban sólo de kawanatan-
ga, gobernanza. Del mismo modo, 
los maoríes leían en su versión del 
tratado que la Corona británica 
prometía proteger la tino rangati-
ratanga, el ejercicio de la autori-
dad de los jefes sobre sus tierras 
y pueblos. Muchos creyeron que 
el tratado les permitiría conservar 
su autonomía y les daría garantías 
en sus relaciones con los colonos. 
Quizá por ello un jefe maorí, No-
pera Panakareao, interpretó que 
«la sombra de la tierra era para 
la reina Victoria, pero la sustan-
cia quedaba para los maoríes». 
El desengaño llegaría enseguida.
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VARIOS JEFES maoríes 
firman el Tratado de 
Waitangi en presencia 
de las autoridades 
británicas. Ilustración 
del siglo XIX.
H E C H O H I S T Ó R I C O
ATENTOS AL PELIGRO
PAHU. MUSEO NACIONAL DE NUEVA ZELANDA, WELLINGTO
perocuandoen1852secreóelprimer
Parlamento de Nueva Zelanda, los
maoríes no pudieron votar porque el
derechoasufragiodependíade lapo-
sesiónindividualdetierra,y lastierras
maoríes eran de propiedad comunal.
Nacionalismo maorí
Los maoríes, presionados para ven-
der sus tierras a cualquier precio, se
sintierontraicionados.La tierraerael
medio de subsistencia de sus tribus,
pero también la fuente de sus tra-
diciones y su cultura. Venderlas era
renunciar a su pasado y a su futuro.
Como reacción surgió el movimien-
to Kingitanga, formado por varios
jefes tribales que no habían firmado
el acuerdo y que decidieron nom-
brar rey a uno de ellos, Potatau Te
Wherowhero.Éstedebíaactuarcomo
un contrapeso local a la reina Victo-
ria y evitar así la venta de las tierras
maoríes. Pero el rey maorí nunca fue
reconocido por los británicos, y en
1858 ya había en Nueva Zelanda más
colonos que maoríes.
Laguerraera inevitable.Entre1844
y 1845,en la llamada guerra del Asta,
el líder maorí Hone Heke, que había
sido el primer firmante del tratado,
derribó hasta tres veces el asta de
la bandera británica de Kororareka
y acabó saqueando la ciudad. La re-
presiónorganizadapor el gobernador 
GeorgeGreysofocó la revuelta y abrió 
una fase de trece años de paz.
A partir de 1860, la tensión escaló
rápidamente. En los alrededores del
volcánTaranaki,enlacostaoestedela
isla del Norte, l
empezaronuna
guerrillas prot
por una tierra s
LA VIDA de los maoríes se organizaba en torno a a
deas fortificadas llamadas pa, situadas en lugares alto
desde los que se dominaba el acceso a puntos estra
tégicos. Cuando se hacía sonar el pahu o gong par
advertir de un peligro, los pa se convertían en refugio
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os maoríes
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salvaje 
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os
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BATALLA DE SAINT JOHN. El 19 
de julio de 1847, los británicos 
rompieron el cerco maorí sobre 
Whanganui, en la Isla Norte. 
Pintura por George Hyde Page.
una de las consecuencias de las 
guerras maoríes fue el surgimien-
to de varios movimientos proféti-
cos que buscaban reforzar la iden-
tidad maorí con un estilo de vida y 
una organización política alterna-
tivos. El primero fue la Pai Marire 
(Bondad y Paz), creado por Te Ua 
Haumene en 1862. A partir de 
una lectura particular de la Biblia 
y de un cristianismo «purificado 
del error de los misioneros», Te 
Ua instaba a los maoríes a luchar 
como los judíos para recuperar la 
tierra de Canaán, que él asimila-
ba a Nueva Zelanda. Sus adeptos 
fueron conocidos como hauhau 
por el grito que daban invocando 
a Te Hau, el aliento de Dios. 
En contra de la idea fundadora 
de Te Ua, los hauhau se tornaron 
violentos y empezaron a lanzar 
ataques contra los colonos y los 
soldados británicos. En abril de 
1864 tendieron una emboscada a 
un regimiento, decapitaron a sie-
te soldados y mostraron después 
sus cabezas como estandartes de 
victoria. Pocos meses después, 
los hauhau más radicales y faná-
ticos atacaron también la misión 
de Opotiki, colgaron al misionero 
alemán Carl Völkner y canibaliza-
ron parte de su cadáver. Los britá-
nicos persiguieron el movimiento, 
y encarcelaron tanto a Te Ua (que 
murió en 1866) como a gran parte 
de sus correligionarios.
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REWI MANIAPOTO ENCABEZÓ LA RESISTENCIA MAORÍ DURANTE 
EL SITIO DE ORAKAU EN 1863. FOTO TOMADA HACIA 1879.
Los temibles 
guerreros hauhau
SEGUIDORES hauhau 
presos en un barco 
británico atracado en 
el puerto de Wellington, 
antes de su traslado a 
la cárcel, en 1866.
JORDICANAL-SOLER
PERIODISTA
ENSAYO
A History of New Zealand
Keith Sinclair. Penguin Books,
Londres, 2000.
Para
saber
más
y hostil que conocían muy bien. Su 
coraje, astucia y habilidad para luchar 
los convirtieron en enemigos formi-
dables del ejército imperial británico y 
las milicias coloniales. El historiador 
militar John Fortescue escribió que, 
para los británicos, «los maoríes fue-
ron los más extraordinarios enemigos 
con los que jamás toparon». Se los ad-
miraba por el caballeroso tratamiento 
que daban a los heridos y por el ca-
rácter deportivo con el que encaraban 
la guerra: en más de una ocasión, los 
maoríes pidieron munición o agua 
a sus enemigos para poder seguir 
luchando, o mandaron comida a los 
británicos para continuar la batalla. 
Fiera resistencia
Uno de los momentos culminantes de 
la guerra tuvo lugar en 1863 durante 
el sitio de Orakau, una fortificación 
maorí en la que se refugiaron cerca de 
trescientos hombres, mujeres y niños 
guiados por el jefe Rewi Maniapoto. 
Cuando el general Duncan Cameron, 
al frente de más de 3.000 soldados 
británicos, les ofreció la rendición, los 
maoríes respondieron: «Ka whawhai 
tonu ahau ki a koe, ake ake!» («¡Se-
guiremos luchando para siempre!»). 
Cuando el general ofreció que salieran 
las mujeres y los niños, le respondie-
ron que lucharían junto a los hombres. 
Aquel mismo atardecer, los maoríes 
lanzaron un ataque sorpresa que per-
mitió escapar a cerca de la mitad de 
ellos, incluido Rewi Maniapoto. 
Los británicos se vengaron con-
fiscando la tierra de las tribus re-
beldes: más de un millón de hectá-
reas, algunas pertenecientes a tribus 
que se habían mantenido neutrales, 
pasaron a propiedad de la colonia. 
En 1865, otra ley permitió a los mao-
ríes vender directamente las tierras a 
los colonos sin pasar por la Corona, en 
contra de lo establecido en el tratado. 
Desesperados por la imposibilidad 
de conservar sus tierras, los maoríes 
cayeron en la desmoralización y la 
depresión. El novelista Anthony Tro-
llope, que viajó por Nueva Zelanda en 
1872 al final de la guerra, escribió que 
no había esperanza para su futuro. 
A finales del siglo XIX, los maoríes 
sólo representaban un cinco por cien-
to de la población y sus tierras se ha-
bían reducido al diecisiete por ciento 
de la superficie del país. Durante el 
siglo XX, sin embargo, siguieron lu-
chando por la autodeterminación y 
la recuperación de las tierras ances-
trales, y aun hoy siguen reclamando 
al gobierno de Nueva Zelanda que 
honre el Tratado de Waitangi.
TE PORERE. Restos de la 
fortificación maorí que fue 
escenario de la última gran 
batalla de la guerra. Los 
ingleses la tomaron en 1869.
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H E C H O H I S T Ó R I C O
G R A N D E S I N V E N T O S
A
iniciosdel sigloXIX, la in-
vención de la locomotora
demostró las extraordi-
narias posibilidades que
la máquina de vapor patentada por
James Watt en 1769 ofrecía al trans-
porte. Si en pocos años el ferrocarril
revolucionó el transporte terrestre,
¿no sería posible hacer lo mismo en
la navegación? Numerosos ingenie-
ros navales se lanzaron a desarrollar
sistemas de propulsión mediante
motoresdecombustiónparasustituir
las velas de toda la vida.
Los logros llegaronpronto.En1819,
elSavannahcruzóelAtlántico impul-
sado a la vez por el viento y por una
1827 La hélice 
revoluciona 
la navegación
El austríaco Josef Ressel ideó la primera hélice de tornillo 
para propulsar barcos de vapor, aunque el mérito de la 
invención se atribuyó a inventores ingleses posteriores
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el transcurso de una travesía de 19 
horas en el ruidoso e incómodo va-
por de ruedas que unía Trieste con 
Venecia, comenzó a desarrollar una 
idea revolucionaria para propulsar un 
navío: sustituir la pala de ruedas por 
un tornillo de Arquímedes. 
rueda de palas a vapor. El viaje, sin 
embargo, demostró las limitaciones 
del sistema, pues la rueda de palas era 
ineficiente en alta mar, al sumergir 
tan sólo su mitad inferior en el agua 
y quedar completamente en el aire 
con mala mar. Por esta causa, la rueda 
de palas quedó relegada rápidamente 
a buques fluviales o a la navegación 
en bahías resguardadas.
Guardabosques e inventor
A principios de la década de 1820, 
un joven austríaco, Josef Ressel, tra-
bajaba como guardabosques en la 
región de Istria, perteneciente por 
entonces al Imperio austrohúngaro. 
H bí diado mecánica, hidráulica 
en la Universidad Técnica 
pero la ruina de su familia 
abandonar los estudios 
se a Trieste. El sueldo de 
ques apenas le daba para 
a su familia. Ressel, sin 
era un ingeniero brillante 
nventiva. En 1825, durante 
1801
William Symington, 
ingeniero escocés, 
fabrica el primer 
barco movido 
por una pala de 
ruedas a vapor.
1819
El barco Savannah 
atraviesa el 
océano Atlántico 
propulsado a la vez 
por velas y por una 
máquina de vapor.
JOSEF RESSEL
(1793-1857).
RETRATO DEL
INVENTOR AL
FINAL DE SU VIDA.
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de Viena, p
le obligó a
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HÉLICE DEL NAVÍO 
ARCHIMEDES, 
FABRICADA EN 
1839 SIGUIENDO EL 
MODELO DE FRANCIS 
PETTIT SMITH. 
SSPL / AGE FOTOSTOCK
En 1827, Ressel patentó el primer 
prototipo, una hélice de bronce de 45 
centímetros de diámetro que mon-
tó en un bote de madera. Creyó que 
el mejor lugar para ubicar la hélice 
debía ser la proa, puesto que a popa 
se vería afectada por la corriente del 
casco. Accionando él mismo la hélice 
a mano, el bote consiguió navegar 
por el río Krka, en la actual Croacia. 
Dos personajes que serían claves 
en su vida asistieron al aconteci-
miento: Octavio Fontana, quien que-
dó fascinado por el diseño y ofreció a 
Ressel financiar más pruebas a cam-
bio de compartir la patente, y el inglés 
William Morgan. Este último, dueño 
del vapor Trieste-Venecia, enseguida 
temió la competencia que suponía 
aquel invento, hasta el punto que de-
nunció a Ressel ante las autoridades 
1829
Josef Ressel hace 
en el navío Civetta 
el primer trayecto 
marítimo con una 
hélice de tornillo 
como propulsor.
1836
Francis Pettit 
Smith elabora un 
nuevo modelo de 
hélice de tornillo 
que desde 1839 
se usa en navíos.
1845
El SS Great Britain 
es el primer 
navío impulsado 
exclusivamente 
por vapor que 
cruza el Atlántico.
EL CIVETTA. Sección 
del primer navío impulsado 
por una hélice de vapor, 
construido por el austríaco 
Josef Ressel en 1829.
G R A N D E S I N V E N T O S
y logró paralizar las pruebas. Entre-
tanto, Ressel recibió la visita de un
francés, Louis Bauer, que dijo hablar
en nombre de inversores franceses y
británicos.El desprendido Resssel le
hizo entrega de todos los planos de
su hélice.
El primer trayecto
Finalmente,Fontana y Ressel consi-
guieron la autorización para probar la
hélice en un barco a vapor, el Civetta,
construido ex profeso para la prueba.
La única condición que pusieron las
autoridades fueque lamáquina fuese
de fabricación austríaca, pese a que
Ressel habría preferido un modelo
inglés.Enoctubrede1829,el austría-
co introdujo una nueva innovación:
situó la hélice a popa, entre el timón
y el casco.Durante la primera prueba,
la máquina austríaca se averió tras
mediamilladenavegaciónyelCivetta
fue llevado a puerto.
A pesar de que el problema no fue
la hélice, que se demostró eficiente,
Fontana abandonó a Ressel sin de-
volverle los derechos de su invento
y forzándole a largos litigios. Por si
fuerapoco,Resselseenteródeque los
inversores francesesencabezadospor
Bauer habían patentado su diseño en
Francia e Inglaterra sin mencionarlo
ni darle nada a cambio.
Pronto surgieron nuevos modelos
de hélice basados directamente en
las innovaciones de Ressel. En 1836,
FrancisPettitSmithexperimentócon
el tornillo de hélice y al sufrir una ro-
tura se percató de que así funcionaba
de manera más eficiente.Su modelo,
una vez patentado, llegó a ser utili-
zado en el SS Great Britain, el primer
buque hecho íntegramentede hierro.
Por su parte, Josef Ressel nunca
abandonó su idea de la hélice y con-
tinuó mejorándola, creando un sis-
tema de propulsión horizontal que
hoy utilizan los grandes buques de
crucero. Cuando en 1852 el Almi-
rantazgo británico ofreció la suma
de 20.000 libras a quien demostrase
ser el inventor de la hélice de tornillo,
Ressel, seguro de que por fin se haría
justicia,enviótoda ladocumentación,
pero al final el gobierno británico
repartió el premio entre cinco ingle-
ses. El gobierno austríaco interpuso
una protesta, pero las autoridades
británicas finalmente adujeron que
la documentación se había perdi-
do. Ressel murió de malaria en una
humilde pensión de Liubliana, en la
actual Eslovenia,en 1857,y sus méri-
tos no fueron reconocidos hasta bien
entrado el siglo XX.
XABIER ARMENDÁRIZ
HISTORIADOR
THE NATIONAL TECHNICAL MUSEUM, PRAGUE
HE
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IM
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3
1
2
LA HÉLICE DE RESSEL
Inspirada en 
el tornillo de 
Arquímedes, contaba 
con dos secciones en 
línea montadas en el 
árbol transmisor 1. 
La presión generada 
por el doble paso 
de la hélice 2 
impulsaba el Civetta a 
seis nudos (11 km/h) 
de velocidad. A pesar 
de los temores de 
Ressel, el flujo de 
agua de la hélice no 
afectó al timón en 
popa 3, sino que 
favoreció una mayor 
estabilidad.
EL NAVÍO DE GUERRA británico 
HMS Sans Pareil durante su 
construcción en los muelles de 
Londres en 1887. La fotografía, 
de Henry Taunt, muestra la popa 
y una de sus dos hélices.
V I D A C O T I D I A N A
ra, imagen explicada mediante una 
glosa: «Así cabalgan o se pasean las 
damas de la nobleza». Por su parte, 
el inglés Philip Stubbes, en su obra 
Anatomie of Abuses (1583), explica-
ba: «Cuando las mujeres salen fuera, 
llevan una máscara de terciopelo con 
la que se cubren todo su rostro, con 
unos huecos en los ojos por donde 
miran. De modo que si un hombre 
que antes no conocía su aspecto se 
encontrara con una de ellas, pensaría 
que se ha topado con un monstruo o 
un demonio; pues cara no verá nin-
guna, excepto dos agujeros frente a 
sus ojos con cristales en ellos».
alta, pues la piel curtida se asociaba 
con los trabajos físicos y, por consi-
guiente, con las posiciones sociales 
más bajas. La blancura del rostro era 
asimismo un ingrediente funda-
mental del ideal de belleza femenino. 
Esto explica que las mujeres trata-
ran de no exponerse largo tiempo al 
sol. Cuando no podían evitar en-
contrarse al aire libre, por ejemplo 
durante un desplazamiento a pie o a 
caballo, un modo de protegerse era 
ponerse una máscara. 
Agujeros para mirar
Esta costumbre caló tanto entre las 
damas de la nobleza que numerosos
artistas reprodujeron esos atuendos
propios de los largos paseos. Así, en
una recopilación de moda realizada
por el grabador neerlandés Abraham
de Bruyn y titulada Omnium Poene
Gentium Habitus aparece una mujer
montando un caballo a la amazona
con la cara cubierta por una másca-
P
ocos objetos hay más mul-
tiformes que las máscaras. 
Pueden cubrir todo el ros-
tro, sólo los ojos o úni-
camente la boca. A veces 
forman parte de un rito religioso o 
festivo, otras son una garantía de ano-
nimato, o bien sirven para proteger la 
salud, como las mascarillas médicas 
inventadas por Berger y Mukulicz en 
1897 y popularizadas en ocasión de la 
«gripe española» de 1918-1919. En los 
siglos XVI y XVII las hubo también de 
muchos tipos. Se usaban en ocasiones 
especiales, como el carnaval, o por 
parte de grupos particulares, como 
los actores. Pero había también quien
se las ponía siempre al salir de casa,
en particular mujeres de condición
elevada que querían proteger su tez
y, de paso, darse un aire de misterio.
Desde la Antigüedad, las máscaras
se habían usado para proteger el cutis
de los rayos del sol. La tez clara era
un signo de pertenencia a una clase
Cuando las 
máscaras eran 
un signo de clase
En los siglos XVI y XVII, las mujeres de clase alta viajaban 
enmascaradas para proteger su piel de los malos aires
MÁSCARA INGLESA
EN 2010 se halló en Daventry, en el centro de
Inglaterra, una máscara del siglo XVI que había
quedado oculta en el nicho de una pared. Tiene
19,5 cm de alto y 17 de ancho, el exterior es de
terciopelo negro, el forro de seda blanco, y en
medio lleva una capa de papel prensado, cosi-
do a las otras capas con hilo de algodón negro.
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PORTABLE ANTIQUITIES SCHEME / NORTHAMPTONSHIRE COUNTY COUNCIL
 
Otro autor inglés, Randle Holme, 
en una obra publicada a finales del si-
glo XVII, describía dos tipos de más-
caras. Una, llamada en inglés mask, 
«es una cosa que en otros tiempos las 
mujeres nobles solían usar para cu-
brirse el rostro cuando viajaban para 
evitar que el sol las quemara; cubría 
sólo las cejas, los ojos y la nariz, y a 
través de los ojos veían el camino. El 
resto de la cara estaba cubierto por 
una tela. Podían tener forma cuadra-
da, o bien terminar en semicírculo por 
arriba. Generalmente estaban hechas 
de terciopelo negro». El segundo tipo 
MUJERES con máscara en una 
peregrinación al santuario de 
Laeken, junto a Bruselas, en 1601. 
Óleo anónimo. Monasterio de 
las Descalzas Reales, Madrid.
Las tapadas, una 
alternativa española
EN ESPAÑA parece que no arraigó la moda de las máscaras 
femeninas. Las mujeres españolas preferían protegerse 
la piel con un pañuelo o velo ligero, parecido al yashmak 
turco, que les cubría la cara de los ojos a la garganta.
Desde la Edad Media, de he-
cho, se usaban las TOCAS para 
resguardarse de los agentes 
atmosféricos. La más común 
era la TOCA DE REBOZO, que se 
utilizaba tanto en el ámbito do-
méstico como en público, pues 
cubría la cabeza, pero también 
la boca y la nariz. En las ciuda-
des se hizo habitual la figura de 
la TAPADA, o más precisamen-
te, la «tapada de un solo ojo» 
o la «tapada de un solo lado», 
porque el manto dejaba al des-
cubierto un lado de la cara; un 
atuendo que solía identificarse 
con el de una mujer adúltera o 
incluso con una prostituta.
V I D A C O T I D I A N A
SIGNO DE 
DISTINCIÓN
EN LA CORTE f rancesa de 
Luis XIII, algunas damas man-
tenían la máscara puesta para 
marcar distancias con los de-
más. Un memorialista cuenta 
que la reina madre, María de 
Médicis, era tan orgullosa que 
cuando una vez fue a Bruse-
las, aunque le hicieron una
espléndida recepción, «no
se dignó quitarse la máscara
hasta que entró en la iglesia».
de máscara que detallaHolme, llama-
do visard, «cubre toda la cara y tiene
agujerospara losojos,unestuchepara
la nariz y una hendidura para la boca
ara se
to, y
edio
don-
apor
más-
aban
por-
oda-
ban miedo a los niños», según expli-
caba Antoine Furetière en su diccio-
nario de la lengua francesa de finales
del siglo XVII. Aunque hoy en día se
entiende que el loup es un antifaz
como los que se usaban en los bailes
de máscaras, Furetière explica que
el loup del siglo XVII cubría desde la
frente hasta el mentón y se sujetaba
conunbotónen laboca.Elautor fran-
cés anota que «mientras que antaño
se usaban máscaras cuadradas,ahora
se llevan los loups. Las máscaras del
campo son muy grandes; las de la
ciudad muy pequeñas». De hecho,
los antifaces de satén negro también
eran muy corrientes en las grandes
ciudades europeas, como prueban
numerosas pinturas y grabados de
aquella época.
Fueran de un tipo u otro, las más-
caras se convirtieron en un comple-
mento cargado de coquetería que
toda mujer con clase debía poseer
en su armario. Se consideraba que
el negro del terciopelo hacía resal-
tar la blancura del cuello y el escote.
Lamáscaraservía igualmenteaaque-
llasmujeresquepretendíandisimular
tanto un rostro quemado por el em-
pleo de cremas o ungüentos agresi-
vos como una piel estropeada por
los estragos de una enfermedad. Un
memorialista francés explica, por
ejemplo, que la esposa de un juez de
París, Lescalopier, ocultaba tras una
máscara lasmarcasquelatuberculosis
había dejado en su piel. También se
apreciaba la ventaja que las caretas
ofrecían para mantener el anonimato
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LOUP FRANCÉS DEL SIGLO XVII. MUSEO
NACIONAL DEL RENACIMIENTO, ÉCOUEN.
VIERNO DE UNA DAMA INGLESA. ÓLEO POR W. HOLLAR. SIGLO XVII.
gro del terciopelo de las
aras realzaba la blancura
uello de las mujeres
DAMA QUE SE HA RETIRADO LA 
MÁSCARA PARA DESCUBRIR «LA 
VIRTUD QUE BRILLA EN SUS OJOS». 
GRABADO DEL SIGLO XVII.
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y para hablar.Este tipo de másca
quita y se coloca en un momen
se sujeta con los dientes por m
de una cuenta red
daqueseaguanta
dentro»
Antifaces
En Francia estas m
caras se llama
loup, «lobo»,«
quealprincipio
VESTIDO DE IN
El neg
másca
del cu
BRIDGEMAN / ACI
al pasear por la ciudad. Y obviamente 
eran un accesorio indispensable para 
los bailes de máscaras que se pusieron 
de moda en muchas ciudades. 
En Londres, en la década de 1660, 
el vestido de invierno de una dama 
elegante debía incluir guantes, bufan-
da, manguito de piel y una máscara o 
antifaz para proteger el cutis. Samuel 
Pepys hace en su diario diversas refe-
rencias al uso de las máscaras por las 
mujeres. En una ocasión, encontró en 
el Teatro Real a lord Fauconberg y a su 
esposa, Mary Cromwell, «que tiene 
tan buen aspecto como siempre, muy 
bien vestida: sin embargo, cuando el 
teatro empezó a llenarse se puso un 
antifaz y lo mantuvo durante toda la 
obra». En otra ocasión, Pepys acom-
pañó a su esposa Isabel a una tienda 
en Covent Garden para comprarse una 
máscara. Por otra parte, las máscaras 
podían dar una impresión engañosa. 
Pepys explica que cierta señora Hayter 
«a través de su máscara al principio 
parecía ser una anciana, pero después 
me pareció que era una mujer morena 
muy bonita y modesta». Las máscaras 
eran especialmente habituales en las 
casas de juegos, que a veces también 
lo eran de prostitución, por lo que la 
reina Ana prohibió las máscaras de 
óvalo facial en 1704.
La «bauta» veneciana
Pero si hubo una ciudad donde las 
máscaras se incorporaron a la vida dia-
ria de sus habitantes, ésa fue Venecia. 
Allí, durante el carnaval, pero también 
en otras épocas del año, en especial 
los meses de octubre a diciembre, los 
hombres con el estatuto de ciudadanos 
tenían el derecho de llevar el disfraz 
de bauta, compuesto de tabarro (capa),
tricornio y una careta característica
con nariz agrandada, labio superior
protuberante y una mandíbula fuerte 
que distorsionaba la voz. 
En Venecia existía asimismo una 
variante de máscara reservada a las 
mujeres, la moretta, muy semejante a 
la máscara de viaje popular en Francia 
e Inglaterra durante los siglos XVI y 
XVII. Consistía en un óvalo de ter-
ciopelo que se sujetaba con un botón 
interior y que se completaba de un 
sombrero de ala ancha y con un velo. 
Las venecianas llevaban también an-
tifaces de seda negra decorados con 
perlas o plumas, ceñidos con correas, 
o uno más sencillo que, guarnecido 
de encaje, se sujetaba con un palo y se 
colocaba a la altura de los ojos. Todas 
las variedades estaban permitidas 
en la ciudad de las máscaras.
ARIANNA GIORGI
UNIVERSIDAD DE MURCIA
ENSAYO
Las mujeres en la Venecia 
del siglo XVIII
Elisabeth Ravoux-Rallo.
Universidad Complutense, 2009.
Para 
saber 
más
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Al casino se va con máscara
UNO DE LOS LUGARES a los que los venecianos del siglo XVIII gustaban de ir 
enmascarados eran las salas de juego o ridotti. En este óleo de Pietro Falca casi 
todos los hombres (y una mujer) llevan la bauta, un disfraz que incluía la típica 
máscara blanca; las damas se cubren con una moretta ovalada.
LA PIRÁMIDE DE MEIDUM
Conocida como «falsa pirámide», tenía 
que ser de caras lisas, pero después de sufrir 
un derrumbe adquirió un aspecto parecido 
a una torre. La empezó Uni, el último rey 
de la dinastía III, y la acabó Esnofru, 
primer faraón de la dinastía IV y padre 
de Keops, el artífice de la Gran Pirámide.
KENNETH GARRETT
PIRÁMIDES
EN CONSTRUCCIÓN
Durante mil años, los reyes de Egipto fueron 
enterrados bajo enormes moles de piedra en 
forma de pirámide. Su construcción era una 
empresa arquitectónica y económica que 
requería una cuidadosa planificación
JOSÉ MIGUEL PARRA
EGIPTÓLOGO
ENSAYO
Historia de las pirámides de Egipto
José Miguel Parra. Complutense, Madrid, 2009.
Para
saber
más
tiguacapitaldeEgipto,la
orilla occidental del Ni-
lo debía de ser algo ex-
cepcional,porque desde
Abu Rowash hastaDashur,todo loque
abarcaba la vista estabasalpicadodepirámi-
des. La prodigiosa altura de estas peculiares
estructuras triangularesservíapararecordar
a todo el mundo el poder de los faraones se-
pultados en su interior. Como es lógico, la
construcción de estas estructuras monu-
mentales requería un gran esfuerzo de or-
ganización, planificación y administración.
Dada su relevanciaysucoste,unapirámide
no podía construirse de un modo improvi-
sado, sino que requeríaunacuidadosaplani-
ficación. El faraón y su consejo decidían sus
características y luego los arquitectos reales
diseñaban el edificioatendiendoaestasindi-
caciones. Al soberano se le presentaba el re-
sultado final en formadeplanosymaquetas,
para que concediese su aprobación.
El eterno descanso del faraón
La construcción comenzaba con la elección
del emplazamientode la tumbadelmonarca,
que obligatoriamente había de situarse en la
orilla occidental delNilo,dondeseubicabael
reino de los muertos.No obstante, también
se tenían en cuenta otros factores como la
visibilidad respecto al templo del dios solar
Re en Heliópolis o contar con la referencia
de una pirámide más antigua.
No parece probable que la cantidad de
obreros que participabaenlaconstrucciónde
uno de estos enormesmonumentos llegaraa
los cien mil, comosellevasugiriendodesdela
Antigüedad. Una mano de obra mucho más
limitada, pero más preparada para la tarea, la
llevó a cabo de forma más eficiente y rápida.
De hecho, si son ciertos los cálculos realiza-
chasescritas
en los sillares de la pirámide Roja de
Esnofru, la construcción de las pirá-
mides se pudo llevar a cabo con rapi-
dez.En este caso,bastaron once años
para erigir una mole de piedra de casi
105 metros de altura y 220 de base. Todo un
logro. La Gran Pirámide, en cambio, requirió
casi el triple de tiempo, pues un papiro en-
contradoenelwadial Jarfnosinformadeque
se necesitaron 26 o 27 años para terminarla.
Otroelementoimportantealahoradepla-
nificar laconstruccióndeuncomplejo fune-
rario eran las canteras de donde se extraían
los bloques (tanto de las pirámides como de
susedificiosanejos),quesiempresehallaban
aapenasunoscientosdemetrosdelapirámi-
de. Sólo algunas piedras especiales como el
granito venían desde lejos.De hecho, la can-
tidad y el tamaño de estos sillares es tal que
el método utilizado para elevarlos a la altura
necesaria lleva siglos dando que pensar a los
estudiosos.Desdelasmáquinasde«maderos
cortos» descritas por el historiador griego
Heródoto hasta los sistemas imposibles su-
geridosporalgunosaficionados,laspropues-
tas son innumerables, pero los especialistas
se han decantado siempre por las rampas.
Mientras la pirámide se iba alzando, se
celebraban diferentes ceremonias, ya fuera
para dibujar las trazas de los edificios o para
celebrar la llegadadelpiramidión,la«minipi-
rámide»queformaba lacúspidede la tumba.
Al final se consagraban los templos anejos,
tras lo cual el complejo funerario del faraón
empezaba a funcionar, a la espera de recibir
el cuerpo momificado del rey que había or-
denado su construcción.
ESCUADRA
Y PLOMADA
PROCEDENTES
DE LA TUMBA DE
SENNEDJEM EN
DEIR EL MEDINA.
DINASTÍA XIX.
istadesdeMenfis, la an- dosapartirdealgunasfe
ESCUADRA
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EL PAÍS 
DE LAS 
PIRÁMIDES
2592-2566 a.C. 
El arquitecto 
Imhotep levanta 
en Saqqara una 
pirámide escalonada 
para Djoser.
2543-2510 a.C. 
Esnofru manda erigir 
varias pirámides, 
entre las que destacan 
la Romboidal 
y la Roja, en Dashur.
2472-2448 a.C. 
Kefrén ordena erigir 
su pirámide junto a 
la de su padre Keops. 
Es la segunda más 
grandede Egipto.
2
2509-2483 a.C. 
El faraón Keops 
encarga al arquitecto 
Hemiunu la 
construcción de su 
pirámide en Gizeh.
2447-2442 a.C. 
El hijo de Kefrén, 
Micerino, levanta su 
propia pirámide en 
Gizeh, de un tamaño 
mucho menor.
2435-2306 a.C. 
Diversos faraones 
de la dinastía V 
hacen construir 
sus pirámides en 
la zona de Abusir.
1939-1760 a.C. 
Los faraones de la 
dinastía XII erigen 
sus pirámides 
con materiales 
de peor calidad.
2
1
LA GRAN GALERÍA
En el interior de la 
Gran Pirámide, erigida 
por Keops en la meseta 
de Gizeh, se abre este 
amplio pasaje interior, 
de 48 m de largo por 
8,5 de alto, que lleva a la 
Cámara del Rey, donde 
se halla el sarcófago 
de granito del faraón.
grabado un plano
del templo de Heliópolis.
Museo Egipcio, Turín.
Tableta
de esquisto
en la que se ha
grabado un plano
PLANOS Y MAQUETAS
C
omo los arquitectos actuales, los 
egipcios realizaban planos y ma-
quetas antes de ponerse a cons-
truir edificios de gran envergadura, 
ya que sólo así podían hacerse una idea real 
de cómo quedaría la construcción que esta-
ban diseñando. Aunque por desgracia no se ha 
conservado ningún plano de una pirámide del 
Reino Antiguo o de sus templos, sí tenemos 
un par de ejemplos de maquetas de la época. 
El primero de ellos corresponde a los llamados 
«pasajes de prueba». Se encuentran a unos 
90 metros de la cara este de la Gran Pirámide 
y consisten en unos corredores excavados en 
la roca. Estos pasillos tienen las mismas di-
mensiones de ancho y alto que los de la Gran 
Pirámide, aunque son mucho más cortos. 
Sirvieron para comprobar previamente si era 
funcional la distribución que se había pensa-
do para el punto de contacto del corredor de 
entrada con el corredor ascendente que daba 
paso a la Gran Galería. La segunda maqueta 
es un bloque de caliza de unos 70 x 30 cm 
donde están tallados los corredores y cámaras 
DIBUJANDO UNA PIRÁMIDE
DE
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EL FARAÓN EN LAS OBRAS
Este grabado en madera, 
hecho a partir de un dibujo de 
Heinrich Leutemann, muestra a 
un faraón observando los planos 
de su pirámide, que le enseña su 
arquitecto. Siglo XIX.
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 A
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I
de las estancias de la pirámide de Hawara,
construida para Amenemhat III. Si bien la dis-
tribución es la misma, la longitud de los pa i
llos aparece acortada para «encajarlos» en
bloque de piedra. Un par de tacos de mad
sirven para representar los monolitos que
utilizarían en la pirámide para bloquear el pa
hasta la cámara funeraria. Esta maqueta se e
contró en el templo funerario de la pirámide
Amenemhat III en Dashur. Las decisiones
madas en estos planos y maquetas eran lue
trasladadas al edificio real mediante líneas
control (orientación, horizontalidad) y de c
mentarios plasmados por su diseñador, co
se puede ver perfectamente en la pirámide
Pepi I, «firmada» por el arquitecto Inti.
MODELOS
FUNERARIOS
Maqueta de una
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Maqueta de una
tumba hecha
en piedra caliza
y hallada en el
templo del valle
de Amenhemat III.
Dinastía XII.
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Imhotep, 
arquitecto de 
la pirámide 
escalonada 
de Saqqara, 
venerado en la 
Baja Época.
DE
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UM
LOS ARQUITECTOS
El más famoso arquitecto del antiguo Egipto 
es Imhotep, al que los egipcios terminaron 
considerando el inventor de la arquitectura 
en piedra. Algo lógico, si consideramos que 
fue el diseñador tanto de la primera pirámide 
jamás construida, la escalonada de Saqqara 
para el faraón Djoser, como de la segunda, la 
del faraón Sekhemkhet, sucesor del primero. 
Su fama fue tal que durante la Baja Época 
llegó a ser considerado un dios sanador, 
asimilado por los griegos con Asclepio 
y por los romanos con Esculapio. 
LA DIOSA 
QUE MIDE 
Ptolomeo III 
Evergetes realiza 
la ceremonia 
de «estirar la 
cuerda» junto 
a la diosa de 
la escritura 
Seshat, tocada 
con una estrella 
de siete puntas. 
Templo de 
Horus en Edfú.
LA LOCALIZACIÓN IDEAL
E
l emplazamiento de las pirámides no es 
aleatorio, ya que se ajusta a una serie 
de requisitos. El primero e inmutable 
es que, como de hecho eran tumbas, 
debían ser construidas en la orilla occidental 
del Nilo, donde muere el dios Sol diariamente 
y donde los egipcios situaban el Más Allá, la 
Duat. Además, durante las dinastías IV y V, las 
pirámides se situaron en puntos desde donde 
podían mantener una relación visual con el gran 
templo de Heliópolis, donde se adoraba al dios 
solar Re. Lógico, si pensamos que las pirámi-
des de caras lisas representaban rayos de sol 
petrificados que eran el vehículo utilizado por 
el faraón difunto para acceder al firmamento. 
No tenemos más que fijarnos en las pirámi-
des de Gizeh, cuyas esquinas sur-este se unen 
formando una línea imaginaria que apunta 
precisamente hacia ese santuario. Lo mismo 
sucede con la línea formada por las esquinas 
noroeste de tres de las pirámides de Abusir. 
Cuando ya no hubo lugares adecuados (por 
las características del terreno o por no consi-
derarse «consagrados»), la conexión visual se 
MEDICIONES EXACTAS 
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Complejos funerarios 
de Sahure, Niuserre, 
Neferirkare, Neferefre 
y, al fondo, los templos 
solares de Userkaf y 
Niuserre, en Abusir.
LAS CEREMONIAS
Construir un templo requería 
en el antiguo Egipto hasta 
diez ceremonias distintas, 
que podemos ver grabadas 
en las paredes del templo de 
Horus en Edfú. La primera 
de ellas era la de «estirar la 
cuerda», es decir, marcar 
las trazas del edificio en 
el suelo. Seguramente, 
las pirámides requirieron 
ceremonias semejantes para 
colocar sus trazas y alinear 
las caras del edificio con 
los puntos cardinales. 
Abajo, dibujo que recrea la orientación estelar de las grandes pirámides 
de Gizeh. La imagen muestra la constelación de la Osa Mayor.
estableció con una pirámide más antigua. En el 
caso de Saqqara norte, por ejemplo, la esquina 
noroeste de la pirámide de Teti, la esquina su-
reste de la de Userkaf, la esquina sureste de la 
de Djoser, el centro de la de Unas y la esquina 
noroeste de la de Sekhemkhet se encuentran 
conectadas por una línea recta. Además, du-
rante la dinastía IV parece haber existido tam-
bién la costumbre (o tal vez la obligación) de 
que el nuevo rey no construyera su pirámide 
en la misma necrópolis que su predecesor. Ni 
siquiera las pirámides de Gizeh se levantaron 
sucesivamente: el faraón Djedefre (sucesor de 
Keops) edificó su pirámide en la necrópolis de 
Abu Rowash y Baka (sucesor de Kefrén) erigió 
la suya en Zawiet el-Aryan.
Grupos de obreros
arrastran trineos
cargados de
grandes bloques
de piedra que
serán embarcados
y llevados al lugar
de construcción.
3
E
gipto gozaba de una importante venta-
ja a la hora de erigir grandes edificios: 
todo el país es una inmensa cantera de 
piedra caliza, lo que permitía extraer y 
transportar fácilmente los sillares para las cons-
trucciones. De ahí que las canteras siempre se 
encuentren a unos centenares de metros, como 
mucho, de la pirámide que se iba a construir. En 
Gizeh, por ejemplo, el punto de extracción está 
600 metros al sur de la Gran Pirámide, justo 
delante de la pirámide de Kefrén. El volumen 
de piedra extraído se corresponde con el que 
se calcula que se utilizó en las pirámides de la 
meseta. La caliza es una piedra «blanda», que 
podía trabajarse sin demasiados problemas 
con las herramientas disponibles en época 
faraónica: mazas de madera y punzones de 
cobre. Para extraer los bloques se trazaban 
en el suelo de la cantera «calles» estrechas 
LOS BLOQUES DE PIEDRA, 
DE LA CANTERA A LA OBRA
DE LA CANTERA A LA PIRÁMIDE
que los canteros iban rebajando poco a poco 
hasta delimitar los sillares.En cambio, para 
determinados elementos de la construcción 
–como las paredes de las cámaras funerarias, 
el sarcófago donde reposaba el faraón, los 
suelos de los templos y las estatuas que 
los decoraban–, se utilizaban piedras duras 
como el granito, el basalto o la diorita, cuyas 
canteras se encontraban a centenares de ki-
lómetros de distancia. Desde allí, los bloques 
de piedra eran transportados en barco. Para 
trasladar los sillares desde las canteras hasta 
el pie de la pirámide se utilizaban caminos en 
forma de rampa construidos con este fin, que 
proporcionaban una superficie más homogé-
nea sobre la que arrastrar los bloques mon-
tados sobre trineos de madera. La tracción la 
proporcionaban los trabajadores del faraón, en 
ocasiones ayudados por bueyes. 
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ACUARELA DE JEAN-CLAUDE GOLVIN. MUSÉE DÉPARTEMENTAL ARLES ANTIQUE. © ÉDITIONS ERRANCE
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EGIPTO, UN PAÍS RICO 
EN PIEDRA
Durante el Reino Antiguo, la 
diorita se obtenía de la «cantera 
de Kefrén», en la Baja Nubia. 
El basalto, una piedra negra que 
representaba la tierra empapada 
por el agua de la regeneradora 
crecida, se obtenía en una 
cantera situada en la orilla oeste 
del lago Fayum, mientras que 
el granito se conseguía en las 
minas próximas a la primera 
catarata del Nilo, en Asuán.
UNA CUADRILLA DE OBREROS
extrae enormes bloques de 
piedra en la cantera de Gizeh. 
Con estas piedras fueron 
construidas las grandes 
pirámides de la dinastía IV. 
Canteras de 
arenisca de Gebel 
el-Silsila, 65 km 
al norte de Asuán.
4
P
ara muchos investigadores, el sistema
utilizado para izar los bloques de las
pirámides constituye la gran incógnita
de la Antigüedad. Sabemos qué ele-
mentos utilizaron: trineos, palancas, cuerdas
y rampas, pero desconocemos los detalles
concretos de cómo se organizaron estas he-
rramientas para erigir cada pirámide. Algo que
sabemos con certeza es que resulta imposible
que emplearan una rampa perpendicular a la
pirámide para elevar los bloques. La arqueo-
EL TRABAJO
DE LOS OBREROS
LA ELEVACIÓN DE LOS BLOQUES
logía nos proporciona pruebas. En Meidum,
Abusir o Gizeh se han encontrado restos de
rampas no perpendiculares, dos muros de
piedra paralelos rellenos de cascotes, que en
el caso de Lisht es una rampa de ladrillos re-
forzada con traviesas de madera. Además, en
Deir el-Bahari han aparecido restos de anima-
les de tiro, concretamente bueyes; mientras
que los papiros del Diario de Merer, escritos
por el capataz de un equipo de trabajadores,
Capataces
Acompañaban a los
arquitectos dirigiendo
y ordenando los
trabajos diarios.
Esta ilustración
recrea uno de
los sistemas
que quizá se
emplearon
para levantar
las pirámides.
 
Obreros 
fabricando 
adobes. Pintura
de la tumba del
visir Rekhmire
en Gurna.
Dinastía XVIII.
Rampas. Quizá 
se utilizaban 
como camino 
para llevar hacia 
lo alto los bloques 
de piedra.
SOL 90 / ALBUM
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HERRAMIENTAS 
En la tumba
del arquitecto
Kha y su esposa
Merit, en Deir
el-Medina
(dinastía XVIII),
se hallaron estos
útiles para la
construcción.
Museo Egipcio,
Turín.
INSRUMENTOS PARA 
LA CONSTRUCCIÓN
Los instrumentos que los obreros egipcios 
emplearon para construir las pirámides 
eran sencillos de diseño, pero muy 
efectivos. La plomada servía para controlar 
la verticalidad de las cosas, mientras 
que la escuadra y el uso de los triángulos 
rectángulos servían para verificar los 
ángulos según el edificio iba elevándose. Si 
hablamos de una pirámide del Reino Medio, 
que no se construían en piedra, como las del 
Reino Antiguo, sus ladrillos se fabricaban 
con moldes de tamaño unificado.
nos describen cómo tenía lugar el transporte 
de las piedras del revestimiento de la Gran Pi-
rámide desde Tura hasta Gizeh. Precisamente 
en esta cantera se encontró un sillar de piedra 
abandonado sobre los rodillos con los que iba 
a transportarse. Por último, pensemos que 
los egipcios intentaron ahorrarse todos los 
esfuerzos posibles, de ahí que aprovecharan 
una masa de roca ya existente para conver-
tirla en parte de la pirámide. Así lo hicieron, 
por ejemplo, en las tres pirámides de Gizeh y 
en la pirámide de Djedefre en Abu Rowash: 
construyeron cada tumba en torno a un salien-
te de roca de la meseta, algo que también se 
aprecia claramente en la esquina suroeste de 
la pirámide de Kefrén, cuyas primeras hiladas 
están talladas en la roca, no son de sillares. 
En la pirámide de Djedefre, el saliente de roca 
supuso el 44 por ciento del total del volumen 
construido, lo que da una idea del ahorro en 
materiales y tiempo de construcción.
Finalización. Remataban el 
exterior de las pirámides con 
piedra caliza de color blanco.
Granito y caliza. 
Eran las principales 
materias primas 
utilizadas. 
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El dibujo recrea de modo no totalmente 
exacto el modo en que los obreros 
desplazaban los bloques de piedra. 
En realidad, éstos se colocaban sobre 
un trineo, que se arrastraba sobre un 
camino-rampa. Si el camino era de 
tierra apisonada o de barro, delante 
de los patines del trineo se derramaba 
agua para que se deslizara mejor. En los 
tramos cortos, los bloques a veces se 
movían colocando debajo rodillos.
PIRÁMIDES EN SAQQARA
En esta panorámica aérea se 
aprecia en primer término el 
complejo funerario de Djoser, 
presidido por su imponente 
pirámide escalonada. A su 
lado, la pirámide de Userkaf, 
fundador de la dinastía V. 
KENNETH GARRETT
Piramidión que 
culminaba la pirámide 
de Amenemhat III, 
faraón de la dinastía XII, 
descubierto en 1900. 
Museo Egipcio, El Cairo.
Piramidión de
la pirámide Roja de
Esnofru en Dahshur.
Este remate se exhibe
hoy junto a la pirámide.
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5
LA ÚLTIMA 
PIEDRA: 
EL PIRAMIDIÓN
UNA PEQUEÑA PIRÁMIDE
E
l piramidión constituía el bloque final 
de la pirámide. De hecho, al ser una 
pirámide en miniatura seguramente 
poseía un significado simbólico; de ahí 
que su colocación fuese motivo de una ce-
remonia en la que estaba presente el faraón. 
Un relieve hallado en la calzada de acceso 
de la pirámide de Sahure, de la dinastía V, 
nos muestra a un cantante llamado Semerka 
delante de 18 trabajadores repartidos en dos 
filas que tiran de sendas cuerdas atadas a un 
trineo sobre el que va montado el piramidión; 
de espaldas a ellos, dos sacerdotes observan 
el bloque tallado mientras llevan a cabo una 
ceremonia acompañados por cuatro can-
tantes que baten palmas y un trabajador que 
derrama agua delante del trineo. Uno de estos 
dos oficiantes es el sacerdote uab («puro») 
Merynefu, que en una mano lleva un pañuelo 
doblado y en la otra alza un espantamoscas. 
El piramidión no es visible en el bloque, pero 
el texto nos informa con claridad de que es-
taba revestido de electro: «Trayendo el pira-
midión de oro blanco de la pirámide “El alma 
de Sahure brilla” por parte de los dos equipos de 
los dos barcos». El piramidión de la pirámide 
de Sahure no se ha encontrado, pero qui-
zá todos los piramidiones de las dinastías V 
y VI estuvieran revestidos de reluciente metal 
precioso, porque, al parecer, lo mismo suce-
día con el que coronaba la pirámide de la reina 
Udjebten, esposa de Pepi II, de la dinastía VI. 
En cambio, los piramidiones de las pirámides de 
la III y la IV dinastías parecen haber sido sólo 
de piedra. Es lo que sucede con el que coronaba 
la pirámide Roja de Esnofru en Dashur, formado 
por cinco bloques, el quinto de ellos en forma 
de pequeña pirámide. Por su parte, parece que 
los piramidiones que coronaron la cima de las 
pirámides de la dinastía XII eran de basalto y 
estaban decorados con una inscripción con el 
nombre del faraón, como se puede ver en 
el de la pirámide de Amenemhat III en Dashur.
UN REVESTIMIENTO 
MILENARIO
Pese a lo queparece vista 
desde lejos, la pirámide 
de Kefrén no conserva su 
piramidión, sino sólo la parte 
superior del revestimiento 
de piedra caliza, al que 
precisamente le falta el último 
bloque. La pirámide mantuvo 
su revestimiento hasta 
la Edad Media, cuando, tras 
un terremoto, los habitantes 
de El Cairo convirtieron 
las pirámides de Gizeh 
en una fuente de materiales 
de construcción.
LA MESETA 
SAGRADA 
Sobre estas 
líneas 
reconstrucción 
de los complejos 
funerarios de 
los faraones 
Keops, Kefrén y 
Micerino en la 
meseta de Gizeh.
3
2
4
TEMPLOS Y CALZADAS
L
a pirámide no era sino el principal de 
los diferentes edificios que componían 
el complejo funerario de un faraón. Las 
pirámides de la III dinastía, cuando pre-
valecía el culto estelar, estaban situadas dentro 
de un recinto rectangular, en cuyo interior se 
distribuían los edificios y las capillas de piedra 
que permitirían al rey celebrar eternamente la 
fiesta Sed, el jubileo real que le devolvía las fuer-
zas para seguir reinando en el país del Nilo. En la 
dinastía IV, el recinto de norte a sur desaparece 
y es sustituido por tres edificios diferentes dis-
tribuidos de este a oeste, remedando el recorri-
do del Sol por el firmamento. El primero era el 
templo bajo o del valle, un embarcadero al que 
alcanzaban las aguas de la inundación y donde 
se cree que era recibida la momia del soberano, 
que llegaba en una barca. Desde allí se pasaba 
a la calzada de acceso, un camino cubierto, en 
cuyo techo se abrían tragaluces y que desem-
bocaba en el templo alto, junto a la pirámide. 
La función de este último edificio era albergar 
el culto al rey difunto, que incluía el ritual de 
la presentación de ofrendas. Los elementos 
EL COMPLEJO FUNERARIO
Templo del valle de Kefrén, en Gizeh. 
Este edificio, localizado cerca de 
la Gran Esfinge, está construido 
con gruesos pilares de granito rosa.
La pirámide de Sahure, en Abusir, 
vista desde la calzada procesional 
que conducía hasta ella y que 
alcanza una longitud de 235 m. 
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que formaban el templo alto quedaron fijados 
en tiempos de la dinastía V: el primero era un 
vestíbulo de entrada seguido de un patio con 
soportales, ambos flanqueados por almacenes; 
venía después un corredor transversal que daba 
paso a una estancia con cinco nichos, desde 
donde se llegaba a un espacio con una columna 
en el centro, al que seguía una habitación con 
una estela de falsa puerta, todo ello flanquea-
do por más almacenes. El culto se celebraba 
en el patio y en las cinco capillas. Dentro de 
cada una de ellas había una estatua del faraón 
(representado como Osiris, como rey del Alto 
Egipto y como rey del Bajo Egipto). Dos veces 
al día, las estatuas eran sacadas de su capilla, 
limpiadas, vestidas y alimentadas con ofrendas.
1
1 Complejo funerario de Keops
2 Gran Esfinge
3 Complejo funerario de Kefrén
4 Complejo funerario de Micerino 
EL ÁGATA DEL COMBATE
Hallada entre las numerosas 
piezas del ajuar funerario del 
Guerrero del Grifo, esta joya 
recrea un brutal combate entre 
dos guerreros con una estética 
completamente minoica. La pieza 
mide tan sólo 3,6 cm de longitud.
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ÁNGEL CARLOS AGUAYO PÉREZ
ARQUEÓLOGO
Cerca del palacio de Néstor en Pilos, al sureste 
de Grecia, los arqueólogos localizaron en 2015 
una tumba de fosa intacta con los restos de un 
antiguo guerrero de la Edad del Bronce
LA TUMBA 
 DEL GUERRERO 
DEL GRIFO
UN SENSACIONAL AJUAR 
PLAYA DE VOIDOKILIA
Se abre al norte de la bahía de 
Navarino, en la península del 
Peloponeso. Nueve kilómetros al norte 
se encuentran el palacio de Néstor y la 
tumba del Guerrero del Grifo.
consecutivashastaconcluiren1966.Gracias
aaquellosesfuerzossesacóa la luzelpalacio
mejorconservadodetoda laEdaddelBronce
egea. En la historia del mundo micénico, el
término «palacio» designa una mansión re-
giaquedesempeñaa lavezfuncionesdecen-
tro religioso y de almacén redistribuidor del
excedente agrícola de la región que domina,
un modelo semejante a los palacios que flo-
recieron en la Creta minoica, entre 2000 y
1500a.C.aproximadamente,enlugarescomo
Cnossos, Festo o Malia. En Pilos se halló un
gran archivo de tablillas administrativas en
escritura lineal B que servía justamente para
contabilizar los productos agrarios.
Aparece el guerrero
Los arqueólogos que trabajaron en las exca-
vaciones de Pilos no se limitaron a investi-
gar el palacio, sino que también exploraron
el área circundante. Así, inspeccionaron de
nuevo una necrópolis situada al noreste del
palacio que ya había sido explorada en 1912,
cuando se halló un tholos, una tumba de
corredorycámaraenformadecolmena.Pero
había muchas más cosas por descubrir.
C R O N O LO G Í A
ENTRE
PILOS Y
MICENAS
1500 a.C.
El Guerrero
del Grifo muere
en torno a estas
fechas, por
causas que se
desconocen.
1912
Los arqueólogos
localizan cerca
de la antigua
Pilos una tumba
de corredor y
cámara (tholos).
1939
El arqueólogo
estadounidense
Carl Blegen
excava en el
palacio de
Néstor en Pilos.
2015
Se halla la
tumba del
Guerrero del
Grifo cerca del
tholos localizad
en el año 1912.
NÉSTOR. REY DE PILOS, EN UN ÁNFORA DEL SIGLO V A.C. MUSEO DEL LOUV
E
l 18 de mayo de 2015, en un olivar cercano al 
llamado palacio de Néstor en Pilos, un equi-
po de arqueólogos descubrió la esquina de 
una tumba que pocos días después se reveló 
intacta. La investigación de su contenido, 
todavía en curso, está revolucionando nuestros cono-
cimientos sobre la Prehistoria en la zona del mar Egeo. 
Pilos se encuentra al suroeste de la pe-
nínsula griega del Peloponeso, en lo alto de 
una colina que cierra por el norte la bahía 
de Navarino. Allí, un equipo dirigido por el 
profesor Carl Blegen, de la Universidad de 
Cincinnati, comenzó en 1939 a exhumar las 
ruinas de lo que no tardaría en denominar-
se, de forma coloquial, el palacio de Pilos, la 
supuesta residencia de Néstor, uno de los 
personajes de los poemas de Homero. 
Rey de «la arenosa Pilos», aquel anciano 
resabiado que participó en la guerra de Troya 
fue uno de los pocos afortunados que –qui-
zá por la prudencia que otorgan los años– 
consiguió regresar a casa tras una década 
de cruentas batallas hasta que los griegos 
lograron conquistar la célebre fortaleza de 
Asia Menor. Fue en Pilos donde, pasado un 
tiempo, recibió a Telémaco, quien andaba 
buscando a su padre, Odiseo o Ulises, en pa-
radero desconocido desde que había zarpado 
de Troya para regresar a Ítaca. 
Los trabajos en aquel mítico lugar pron-
to se detuvieron a causa del estallido de la 
segunda guerra mundial. Se reanudaron en 
1952 y se prolongaron durante 15 campañas 
EL EGEO 
DEL BRONCE
El mapa muestra 
los principales 
enclaves 
micénicos, 
así como las 
rutas comerciales 
más importantes 
de la Edad del 
Bronce en el área 
del mar Egeo.
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ENTERRADO 
CON SUS 
ARMAS
En este dibujo, se muestra un buen 
número de los objetos que forman 
el ajuar funerario del Guerrero del 
Grifo, agrupados y diferenciados 
con cuatro colores según el 
material del que están hechos.
Objetos realizados en bronce, que 
 incluyen una significativa cantidad de 
armas, entre ellas una daga y una espada.
Objetos de oro, principalmente joyas, 
entre las que se incluyen un collar 
y numerosas cuentas.
 Objetos de plata, que constituyen un 
servicio de recipientes posiblemente 
destinado al banquete.
 Cuentas de collar y gemas de piedras 
semipreciosas (cornalina, amatista, 
ámbar) dispuestas sobre el tórax del difunto.
RECONSTRUCCIÓN DE LOS RESTOS 
Y AJUAR DEL GUERRERO DE PILOS 
TAL COMO SE HALLARON.
Recipiente de bronce
Vasos de plata
Collar
Espada larga
Vaso de oro
Espada corta

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