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Colombia País de regiones. Tomo 2 
Centro de Investigación y Educación Popular 
 
Contenido 
 
PRESENTACIÓN ............................................................................................................................... 4 
III. REGIÓN SANTANDEREANA ................................................................................................... 9 
1. POBLAMIENTO .......................................................................................................................... 10 
2. ECONOMÍA ................................................................................................................................ 31 
3. POLÍTICA ..................................................................................................................................... 54 
4. VIDA COTIDIANA ...................................................................................................................... 76 
5. CULTURA .................................................................................................................................. 100 
 
IV REGIÓN CUNDIBOYACENSE ............................................................................................... 124 
6. POBLAMIENTO ........................................................................................................................ 125 
7. ECONOMÍA ............................................................................................................................... 149 
8. POLÍTICA ................................................................................................................................... 174 
9. VIDA COTIDIANA .................................................................................................................... 189 
10. CULTURA ................................................................................................................................ 209 
 
3 
 
COLOMBIA 
País de regiones 2 
 
REGIÓN NOROCCIDENTAL-REGIÓN CUNDIBOYACENCE 
Esta publicación ha sido realizada con la colaboración financiera de 
COLCIENCIAS entidad cuyo objetivo es impulsar el desarrollo científico y 
tecnológico de Colombia. 
 
Desarrollado por CINEP (Centro de Investigación y Educación Popular) 
Editor: Fabio Zambrano Pantoja 
Coordinación Editorial: Helena Gardeazábal G. 
Investigación gráfica original: Guillermo Vera 
Diseño e investigación gráfica para esta edición: Marcela Otero 
Fotografía e ilustraciones: Carlos Rojas Neira, Geografía pintoresca de 
Colombia, 
América pintoresca, En busca de un país: la comisión corográfica, Historia de 
Medellín. 
Mapas: Ramiro Zapata-El Colombiano 
Composición, diagramación y artes: Cinep, Sandra P. Sánchez O. 
4 
 
PRESENTACIÓN 
 
Es un lugar común el señalar que Colombia es una país de regiones, así como también que 
es un país de ciudades. Nada más cierto que las dos imágenes contenidas en estas frases, las 
cuales hacen referencia al profundo fraccionamiento y a la gran diversidad que han 
caracterizado tanto al territorio, como a su población y a su organización política, 
condiciones que aparecen, precisamente, en la persistencia de las diversas estructuras 
regionales. Como una contribución al conocimiento de estas sociedades regionales, el 
CINEP, con el apoyo de el periódico El Colombiano, organizó una amplia investigación 
con el propósito de estudiar los distintos procesos de formación de esta multiplicidad 
regional colombiana. 
Para ello partimos de la idea de que cada sociedad, en sus distintos momentos históricos, va 
generando una creatividad espacial, es decir la creación de formas originales de organizar el 
espacio, creatividad que puede aparecer en la distribución de las gentes, de las 
infraestructuras, de producciones y de los flujos de todo tipo. Así, iniciamos nuestro trabajo 
bajo el criterio de que el espacio es un producto social, es una obra humana, y representa un 
modo de existencia de las sociedades. Como toda sociedad produce un espacio organizado 
bajo formas visibles y materiales, esta producción queda registrada bajo la forma de la 
valoración del paisaje, las infraestructuras, la vivienda, elementos que son resultado de la 
acción humana. Esto es más claro si tenemos en cuenta que el espacio es producido y 
organizado, y ésta organización es el resultado de un movimiento constante de 
transformación, de manera igual a la evolución de la sociedad que ocupa ese espacio. Esta 
capacidad de generar la creación de un organización específica del espacio no se encuentra 
en autonomía con respecto a las condiciones sociales y económicas, causa fundamental de 
la utilización del espacio. 
El espacio geográfico no es independiente del medio. En razón de ello es que la 
constricción social del espacio refleja los intereses sociales y sus conflictos. Crear un 
espacio social es conceder lugares específicos para los diferentes grupos sociales, con fines 
de residencia, de prestigio y de actividad
1
. Hay que tener presente que el espacio es 
producido por la sociedad y vivido por la sociedad que lo ha creado. En esta vivencia es 
definitiva la representación que la sociedad hace de su espacio, puesto que el espacio vivido 
no es igual para todos, ya que en ello influye la posición social y la cultura, es decir, según 
las experiencias de vida la percepción va cambiando. Concebir el espacio como un 
recipiente de fuerzas sociales exige el análisis de los actores. En efecto, en el espacio hay 
actores, es decir consumidores y productores del mismo. Al menos podemos enumerar los 
 
1
 Bernard Bret. “Reflexiones sobre la creatividad espacial en América latina”. En: Cahiers des Ameriques 
latines, No. 4, IHEAL, París, 1985, p. 61. 
5 
 
siguientes: el Estado, las distintas colectividades, las empresas y los individuos. Todos ellos 
actúan en un sistema complejo de interacciones en diferentes escalas: local, nacional e 
internacional. Los distintos actores son portadores de intereses divergentes, que se 
manifiestan en el espacio bajo la forma de tensiones y competencias por su uso. Las 
distintas fuerzas van construyendo sistemas que se entrecruzan y se superponen y desde el 
poder sé van construyendo las jerarquías de sistemas, es decir las formas y las estructuras 
que ordenan el espacio de las sociedades. 
Con este ejercicio queremos mostrar que las regiones, como espacios socialmente 
construidos, no son inmutables, sino que cambian, creciendo o decreciendo según las 
distintas fuerzas que actúan en la larga duración. Porque la emergencia de un nuevo sistema 
es a costa de otro. En el espacio, acumulación y sustitución se presentan de manera 
simultánea. Si una región crece, otra verá mermada su participación en la economía 
nacional. Por lo tanto, en la toma de decisiones, es importante tener presente la fragilidad 
de las estructuras económicas y su referencia espacial, en particular las regiones. 
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, una región es definida 
como: “(del lot, regio). Porción del territorio determinada por caracteres étnicos o 
circunstancias especiales de clima, producción, topografía, administración, gobierno, etc 
Cada una de las grandes divisiones territoriales de una nación, definida por 
características geográficas e histórico-sociales y que puede dividirse a su vez en 
provincias, departamentos, etc. Militar: cada una de las partes en que se divide un 
territorio nacional, a efectos de mando de las fuerzas terrestres en el mismo”. Esta entrada 
etimológica nos permite comenzar a aproximarnos a entender los distintos problemas que 
entraña el término de región. 
En efecto, desde la geografía, en su preocupación por la descripción de la tierra, resulta 
indispensable para proceder a cualquier descripción dividir la superficie en áreas 
caracterizadas por la afinidad de sus rasgos geográficosmás importantes y las cuales 
reciben el nombre de regiones. La palabra „región‟ tiene precisamente su origen 
etimológico en las divisiones que practicaban los augures latinos al delimitar mediante 
"rectas" determinados sectores del cielo formados por grupos de estrellas. Acompañado de 
preocupaciones en cierta medida parecidas, el geógrafo, y luego otros estudiosos de los 
fenómenos que se suceden en el espacio terrestre, se han esforzado en dividir la superficie 
terrestre en sectores para proceder a su estudio y descripción. De manera inicial, hasta el 
siglo XVIII, se utilizaron como base territorial de estas descripciones los conjuntos 
territoriales históricos, políticos o simplemente administrativos, cualquiera que fuese el 
trazado de sus límites. Con posterioridad se intentó buscar una base más racional, y a fines 
del siglo XVIII se puso de moda la descripción según cuencas hidrográficas, metodología 
que dejó una impronta muy fuerte ya que algunas divisiones administrativas obedecen a esa 
creencia sobre el carácter definido de las cuencas hidrográficas como unidades regionales. 
6 
 
Luego, en el transcurso del siglo XIX, y como resultado de los avances presentados por la 
geografía francesa y a la escuela dirigida por Vidal de La Blanche, fueron descubiertas las 
íntimas relaciones existentes entre el hombre y el medio en que éste se desenvuelve, 
concepto básico de la Geografía moderna. Con ello el medio geográfico adquiría una 
categoría hasta entonces desconocida en la interpretación de los hechos de que se ocupa la 
geografía humana. Este medio no es más que el escenario o paisaje natural en que se 
desenvuelven las actividades humanas y está configurado esencialmente por el relieve, el 
clima y la vegetación. Las características de estos tres elementos y su distribución 
geográfica determinan sobre la superficie terrestre diversos tipos de medios o 
paisajes naturales.
2
 
De esta manera, encontramos que la observación de las distintas unidades territoriales, ya 
sea que estén determinadas por el relieve, el clima y la vegetación constituyen una región 
natural, es decir, un sector de la Tierra en cuya configuración inicial el hombre apenas ha 
tenido ninguna intervención directa, puesto que se trata de un medio determinado por sus 
componentes físicos. El poblamiento ha introducido modificaciones a las características 
naturales, pero la tendencia general ha sido la de adaptación al medio, en procura de la 
obtención del máximo rendimiento. Sin embargo, en razón de que del concepto de “región 
natural” se derivan confusiones, existe la tendencia a designar por región fisiográfica o 
simplemente física estas áreas homogéneas de la superficie terrestre caracterizadas por su 
relieve, clima y vegetación. 
A pesar de que la introducción del concepto de región natural supuso un gran avance en el 
campo de las ideas geográficas, con posterioridad se ha llegado a la conclusión de que no 
siempre el medio físico es el factor determinante de la región geográfica. Existen otros 
factores históricos, sociales, económicos y culturales que influyen de manera notoria. 
Además, también es cierto que de manera frecuente se encuentra que las regiones 
geográficas no son áreas homogéneas, como corresponde siempre a un determinado medio 
fisiográfico, sino que, de manera contraria, la heterogeneidad o la funcionalidad, es decir 
espacios formados por la asociación de varias unidades fisiográficas diferentes, es lo que se 
encuentra como elemento general. 
Este es el caso de regiones como la que se encuentra en la Cordillera Oriental o en la 
Central, donde se combinan elementos de tierras altas con tierras bajas, generándose 
complementariedades ecológicas, situación que explica la formación de los intercambios 
entre distintos pisos térmicos. De esta manera, como resultado del contacto entre las 
distintas unidades o en sus inmediaciones surgen los centros comerciales en donde se 
realiza el intercambio de bienes, y estos centros constituyen el nexo de unión de regiones 
físicamente muy diferentes, asociadas para formar una unidad administrativa, 
cultural, económica, es decir, integradas en una unidad por la acción humana. La verdadera 
 
2
 Manuel de Terán, et. al. Geografía regional. Barcelona, Editorial Ariel, 1988, p. 12. 
7 
 
región geográfica, al contrario de la región fisiográfica, es, pues, más una creación del 
hombre que del medio. 
3
 De esta manera, podemos concluir que la región geográfica es una 
área de vida en común y exige un principio de organización social. También se señala la 
necesidad de un centro o ciudad coordinador de las actividades del grupo humano y de las 
relaciones existentes entre los habitantes de una misma región. 
Estas visiones desde la geografía las podemos complementar con observaciones que desde 
la historia se han realizado para entender la conformación de las regiones. En efecto, 
encontramos que la formación de los espacios regionales se explica como un proceso que: 
“Pese a la historia oficial de cien años de centralismo institucionalizado y de vigencia de un 
régimen político fuertemente presidencialista, las regiones colombianas son algo más que 
espacios jurídicos administrativos o referentes territoriales para la planeación del 
desarrollo; lo ha sido siempre y lo son ahora, realidades históricamente formadas, 
socialmente construidas, colectivamente vividas por sus pobladores y a veces también 
pensadas por sus dirigentes, por sus intelectuales que le imprimen un sentido político, una 
dirección y un horizonte de posibilidad a esa existencia histórica compartida mediante la 
formulación y puesta en ejecución de proyectos políticos y éticos culturales que terminan 
definiendo los perfiles de un ethos regional perfectamente diferenciable”. 
4
 
Con estos elementos conceptuales iniciamos la organización de un equipo de trabajo para 
dar cuenta de este reto. Para ello, consideramos conveniente organizar el trabajo con 
múltiples entradas analíticas como fueron los temas de poblamiento, economía, política, 
vida cotidiana y cultura. A su vez, el territorio colombiano se dividió en las regiones 
noroccidental, caribe, santandereana, cundiboyacense, alto Magdalena, suroccidental, 
Pacífico, Orinoquia y Amazonia. Lamentablemente, por consideraciones editoriales no fue 
posible dedicarle la misma extensión a todas las regiones, razón por la cual las tres últimas 
regiones arriba mencionadas recibieron un tratamiento resumido. Los treinta y siete 
fascículos resultantes, circularon con la edición dominal del periódico El Colombiano, de 
Medellín, desde el 9 de mayo de 1993 al 6 de febrero de 1994, y luego con el Heraldo de 
Barranquilla, durante 1994, con un cubrimiento de cerca de un millón de lectores. 
Para la realización del trabajo investigativo se conformó un Comité Científico integrado por 
María Teresa Uribe del Iner de la Universidad de Antioquia, Guillermo Rodríguez de la 
Fundación Prosierra de Santa Marta, Armando Martínez del Departamento de Historia de la 
Universidad Industrial de Santander, Alonso Valencia del Departamento de Historia de la 
Universidad del Valle, Camilo Castellanos del CINEP, y Mauricio Archila, Jaime Arocha y 
Roberto Pineda de la Universidad Nacional. Cada uno de ellos tuvo el encargo de coordinar 
la investigación sobre las distintas regiones y de los respectivos equipos de trabajo 
conformados por sesenta y cinco personas, entre historiadores, geógrafos, economistas, 
 
3
 Ibid. 
4
 María Teresa Uribe. La territorialidad de los conflictos en Antioquia. Medellín, Gobernación de Antioquia, 
1990, p. 10. 
8 
 
antropólogos, musicólogos, literatos, sociólogos, entre otras disciplinas, lográndose así una 
mirada desde las regiones y desde las distintas profesiones, que visto el trabajo en conjuntosemeja una gran matriz de múltiples entradas temáticas, científicas, temporales y 
territoriales que buscan proporcionar un conocimiento de la multiplicidad regional 
colombiana. La dirección general de este trabajo estuvo bajo mi coordinación, labor que se 
benefició de la colaboración de Guillermo Vera en la investigación gráfica y de Luisa 
Navas en la edición. El diseño estuvo a cargo de Byron González y los mapas fueron 
elaborados por Ramiro Zapata, de El Colombiano. Posteriormente, Elias Gómez, de la 
carrera de Historia de la Universidad Nacional realizó el trabajo de actualización 
económica y demográfica. 
La realización de esta obra no habría sido posible sin el auspicio del Banco de Occidente, el 
Banco Popular, la Compañía Suramericana de Seguros, Ecopetrol, La Caja Social y la 
Fundación Social y sus empresas. El apoyo institucional que nos otorgó el Director del 
CINEP, padre Francisco de Roux fue un aporte fundamental para poder realizar todo este 
trabajo de investigación, así como el aliento permanente que recibimos de la Dirección del 
periódico El Colombiano, a cargo de la señora Ana Mercedes Gómez, medio de 
comunicación que ha sido pionero en la defensa de la lectura de Colombia como un país de 
regiones. 
Por último, queremos anotar que luego de la amplia difusión que recibió este trabajo bajó la 
modalidad de fascículos que acompañaban las ediciones dominicales de los diarios arriba 
señalados, estos materiales disfrutaron de una permanente demanda por un público muy 
diverso, situación que motivó a COLCIENCIAS a poyar su edición bajo el formato que hoy 
presentamos. Las directivas del CINEP, en especial su subdirector, Padre Fernán González, 
apoyaron decididamente esta tercera edición de la obra, labor que en el frente editorial ha 
estado a cargo de Helena Gardeazábal. A todas las personas que han aportado al logro de 
esta obra, van nuestros agradecimientos. Todos ellos han colaborado, de distintas maneras, 
a enriquecer el conocimiento de la diversidad regional colombiana. 
 
 
 
 
FABIO ZAMBRANO P 
Editor Profesor Titular Universidad Nacional 
Bogotá, marzo de 1998 
9 
 
III. REGIÓN SANTANDEREANA 
 
 
 
 
 
10 
 
1. POBLAMIENTO 
 
Por los breñales de Santander 
El proceso de su poblamiento y colonización estuvo concentrado en los primeros años 
hispánicos sólo en un pequeño corredor central y muy ligado a las corrientes de los ríos 
Suárez y Chicamocha del lado norte. La resistencia a poblar sus zonas occidental y 
oriental cede cuando la migración convierte en atracción económica el medio Magdalena 
santandereano y las rutas a los llanos. 
 
Fotografía archivo de El Espectador 
Armando Martínez Garnica: Historiador y profesor Depto. de Historia Universidad 
Industrial de Santander (UIS). Jefe del Centro de Documentación e Investigación regional 
UIS. 
11 
 
LA BELLA AGRESTE QUE TIEMBLA 
 
Por siglos los santandereanos evitaron asentarse justo allí donde están hoy las 
promesas económicas de la región y donde con mayor vigor fluyen las corrientes 
migratorias. 
L a superficie terrestre de los actuales dos Santanderes es de 52 mil 195 kilómetros 
cuadrados, lo que representa un poco menos del cinco por ciento del territorio nacional. Y, 
sin embargo, hacia el fin de los tiempos coloniales este pequeño espacio pudo albergar a 
casi la quinta parte de la población de toda la jurisdicción de la Real Audiencia de Santa Fe. 
La identificación de ese milagro demográfico, propiciado por cierto modelo productivo, 
parece contrariar las reglas de la razón geográfica pues durante las tres centurias coloniales 
los hombres de los actuales Santanderes se apiñaron sólo en el pequeño corredor central 
formado por las cuencas de los dos Suárez, Chicamocha, Pamplonita y Cucutilla. 
El espacio histórico del poblamiento santandereano se localizó entonces sólo en las cuencas 
hidráulicas de la vertiente occidental de la Cordillera Oriental. 
El resto del territorio estaba baldío en su dimensión inhóspita: al occidente, los bosques y 
las ciénagas del valle medio del río Magdalena, asolados por las fiebres y los indios 
flecheros; al oriente, los fríos y húmedos páramos que se interponían como una pared en la 
ruta hacia los llanos orientales y hacia las selvas de la cuenca del río Zulia, asoladas 
también por indios flecheros. 
EL ABRAZO MARINO 
La historia natural de las cuencas de la Cordillera Oriental nos cuenta que por unos sesenta 
millones de años se produjo en ellas una invasión de las aguas marinas que dejó su huella 
estructural y selló su destino posterior. El ambiente de fondo marino que desde entonces 
adquirió la cordillera sepultó casi por completo los macizos antiguos bajo los depósitos 
cretácicos desprendidos de la gran cuenca oceánica. 
Una vez retirado el brazo marino, se produjo una intensa modelación hasta el punto de 
mostrar un archipiélago de fragmentos del macizo de Santander sobre un mar de 
12 
 
sedimentos fácilmente erosionables, causa de la fragilidad de los suelos de la región. En las 
afloraciones del macizo se encuentran depósitos de oro, cobre y plomo, no muy lejos de las 
rocas sedimentarias que presentan alguna riqueza en acumulaciones de fósforo, yeso, 
calizas y carbón, como ocurre en el gran yacimiento del Páramo del Almorzadero y en el 
estrecho cañón del río Pamplonita. 
Por el movimiento de las placas terrestres se formó la falla de Bucaramanga, la cual 
atraviesa todo el territorio de Santander de sur a norte. Se define la especial sensibilidad 
sísmica de las dos capitales departamentales y un nido sísmico en la Mesa de los Santos. En 
el siglo pasado Cúcuta fue destruida por un terremoto, si bien sus vecinos se dieron mañas 
para reconstruirla con notable rapidez. 
LOS ESPACIOS DEL POBLAMIENTO 
El espacio santandereano tradicional ha sido el de su parte montañosa, en donde se produce 
una especial dialéctica de belleza y brusquedad, como puede apreciarse en el cañón del río 
Chicamocha, en las estrechas cuencas de San Joaquín y Onzaga, en el páramo de Guantiva 
o en las paredes que dominan el río Sogamoso en la jurisdicción de Betulia. Fue en esta 
zona donde se trazaron los dos caminos básicos en dirección nortesur que concentraron la 
circulación de los hombres y las mercancías por siglos. El primero entraba a la región por 
Capitanejo y paralelo al río Servitá se dirigía hacia Pamplona, desde donde conectaba con 
Cúcuta para proseguir hacia Caracas o Maracaibo. El segundo ingresaba por Vélez y 
corriendo paralelamente al río Suárez pasaba por las villas del Socorro y San Gil, cruzando 
el río Chicamocha por Sube para ascender a la Mesa de los Santos y de allí bajar a Girón o 
a Bucaramanga, desde donde podía proyectarse hacia la costa por los ríos Sogamoso o 
Lebrija. 
Al occidente de Santander los ríos Carare, Opón, Sogamoso y Lebrija entran en contacto 
con la cuenca media del río Magdalena; zona con mayores niveles de fertilidad y 
abundancia de bosques. La penetración extensa y su poblamiento sólo se produjo en este 
siglo después de la instalación del enclave de la explotación petrolera en Barrancabermeja. 
Desde hace dos décadas se cultiva intensivamente cacao, arroz y palma africana, al tiempo 
que se derriban los bosques para dar paso a las ganaderías vacunas. Su ocupación ha 
provocado una severa disminución de los recursos ictiológicos de la cuenca, que por otra 
parte tiene un gran potencial por la calidad que dan a sus suelos los sedimentos 
transportados por las aguas. 
Hacia esta zona se han dirigido las colonizaciones de los santandereanos y de los 
departamentos vecinos en este siglo. Anunciando la dinámica que hoy muestra el traslado 
hacia el occidente, los cinco municipios santandereanos del valle del Magdalena (Barranca, 
Puerto Parra, Cimitarra, Sabana de Torres y Puerto Wilches ya agrupan el quince por ciento 
13 
 
del total de la población del departamento. Barrancabermejaes el tercer municipio más 
poblado y cabecera de la provincia de Mares. 
Cúcuta ha mostrado desde el siglo pasado un crecimiento ininterrumpido que la afianza en 
su posición de capital departamental, mientras que por otra parte la colonización de Tibú 
que fue estimulada por la explotación petrolera parece haberse redirigido recientemente 
hacia la zona de El Tarra. 
14 
 
EL PORTÓN DE QUESADA 
 
La población hispana en la región en un principio la motivó la necesidad de controlar 
la entrada al Nuevo Reino y después la fiebre del oro. Tales los orígenes de Vélez y 
Pamplona. 
E l 3 de julio de 1539 y con el nombre de Vélez se fundó una ciudad. Su destinación fue 
asegurar el derecho quesadista al control de la primera puerta de ingreso al Nuevo Reino 
por el río Opón. Un mes y medio después fue trasladada la sede del asentamiento desde los 
términos de Ubaza hasta el territorio del cacique Chipatá, donde se podía controlar mejor el 
ingreso de los caminantes que marchaban hacia Tunja y Santa Fe. 
Desde allí se organizó entonces el reparto de los indios y de las tierras de la provincia de 
Vélez entre los soldados quesadistas. Pronto hicieron su negocio con el abastecimiento de 
conservas, carnes, quesos y panes a los pasajeros que entraban y salían del territorio del 
Nuevo Reino por el río Magdalena. No es posible asegurar que las primeras cañas 
azucareras fueran introducidas en el territorio de esta ciudad por don Alonso Luis de Lugo, 
quien las habría traído desde las haciendas de su abuelo en la isla de Tenerife, pero lo que sí 
es seguro es que la manufactura del dulce (conservas, azúcares y mieles) definió desde muy 
temprano la vocación del trabajo veleño, como el gusto por la cría de ganaderías de carne, 
paso y carga. 
El control del puerto del desembarco y el comercio de las ropas de Castilla y de esclavos 
hizo la riqueza temprana de los veleños, consolidada por la exportación de bienes 
agropecuarios y artesanales hacia los distritos mineros del río del Oro, Mariquita y 
Antioquia. El trazo del camino por el río Carare en 1543 alivió ciertas incomodidades del 
primer camino. 
 
15 
 
EXPANSIÓN PAMPLONITA 
El día de Todos los Santos del año 1549 fue fundada Pamplona, la segunda ciudad en el 
actual territorio santandereano, por Pedro de Ursúa y por el capitán Ortún Velasco. 
Asesorados por un perito minero, los vecinos de Pamplona hallaron en 1551 las arenas 
auríferas de los ríos Suratá y del Oro, seguidas por las vetas del Páramo Rico. Se generó así 
una fiebre de oro que movilizó decenas de cuadrillas de lavadores indígenas hacia las reales 
minas, atrayendo de paso a los comerciantes de vino, ropa, hierro y abastos. En 1553 se 
contaron setenta españoles avecindados en esta ciudad, atraídos por la posibilidad de 
extraer oro a bajo costo: la renta de las encomiendas indígenas subsidiaba con trabajo y 
mantenimientos la producción, amén de que el oro circulante propiciaba la expansión del 
comercio pamplonés y las ganaderías de los valles de Cúcuta. 
Las demandas de mano de obra indígena promovieron nuevas empresas conquistadoras de 
los vecinos pamploneses hacia el nororiente. Con su empuje nacieron las ciudades de San 
Cristóbal y Mérida. Los nuevos grupos étnicos conquistados surtieron de fuerza laboral los 
distritos mineros, las haciendas y la arriería del comercio, mientras Pamplona disfrutaba de 
algunos consumos suntuarios que para algunos era sólo una muestra de su imprudencia por 
la fiebre aurífera. Sin embargo, buena parte de los excedentes fueron gastados en el 
mantenimiento de tres conventos de frailes, un monasterio de clarisas y un colegio de los 
jesuitas. 
La búsqueda de una nueva ruta hacia el río Magdalena, diferente a la que ofrecía el río 
Lebrija y su puerto de Botijas, propició la fundación de la ciudad de Ocaña en 1570 por un 
grupo de pamploneses encabezados por el capitán Francisco Fernández de Contreras. El 
proyecto, no obstante, adquirió tal autonomía que el vecindario ocañero se esforzó por 
desviar la ruta de la ropa de Castilla hacia su puerto, convirtiéndose rápidamente esta 
ciudad en un centro comercial de intercambio entre las ciudades del Nuevo Reino y la 
gobernación de Santa Marta. 
Otra ciudad fundada por la expansión de las actividades del vecindario pamplonés fue la de 
Salazar de las Palmas, enclavada en la ruta comercial que unía a Pamplona con los puertos 
del lago de Maracaibo por el río Zulia. El capitán Alonso Esteban Rangel realizó en 1583 
esta fundación y estableció el puerto fluvial zuliano que desde entonces sirvió al comercio y 
permitió a los pamploneses acceder a una amplia gama de mercados externos para su 
harina, jarcia, cacao y ganadería. Con el mismo propósito se fundó hacia 1662, río Zulia 
abajo, San Faustino de los Ríos, un logro de la persistencia del capitán Antonio de los Ríos 
Jimeno para mantener la ruta hacia los puertos del lago de Maracaibo pese a la resistencia 
de chinatos y motilones y a las vicisitudes del asentamiento en una zona tan despoblada. 
16 
 
 
Santanderes poblamiento 
prehispánico. Grupos étnicos 
SAN JUAN GIRÓN 
La capitulación original para la fundación de esta ciudad fue otorgada en 1630 por el 
presidente Sancho de Girón a un prestante vecino de Vélez, el capitán Francisco Mantilla 
de los Ríos, comisionado para limpiar el río Sogamoso de supuestos ataques perpetrados 
por los indios yariguies a las embarcaciones que se fletaban por dicha ruta hacia Mompox, 
y para que fundase una nueva ciudad a sus orillas. 
Sin embargo, Mantilla asentó la ciudad en el sido de Zapamanga para extender su 
jurisdicción sobre el pueblo de indios y distrito minero de Bucaramanga, lo cual le valió 
perder un pleito seguido en su contra por el cabildo pamplonés. Suspendido temporalmente 
el proyecto, fue reanudado por su sobrino español, llamado Francisco Fernández Mantilla 
de los Ríos, quien en 1636 refundó la ciudad en el sitio de Pujamanes y en 1638 la trasladó 
junto al río del Oro, donde hoy permanece. 
Como cabeza de gobernación, Girón explotó las plantaciones de cacao en las márgenes del 
río Sogamoso y mantuvo activo el tráfico comercial por dicha ruta hasta Mompox, 
estimulando el mazainorreo de las arenas auríferas de los ríos del Oro y Lebrija. 
 
17 
 
POBLAMIENTOS FALLIDOS 
Tres ciudades más fueron fundadas en el hoy territorio santandereano pero su poblamiento 
no pudo durar mucho por los líos jurisdiccionales que crearon o por motivos del cálculo 
económico. Málaga surgió en 1541 en la zona de las quebradas de Tequia como realización 
de una aspiración del mismo fundador de Tunja, ejecutada por el capitán Jerónimo de 
Aguayo, pero don Alonso Luis de Lugo ordenó despoblarla casi tres años más tarde como 
parte de su estrategia contra los quesadistas. 
La ciudad Franca de León fue fundada en la provincia de los indios yariguíes en 1551 por 
un destacado vecino veleño, el capitán Bartolomé Hernández de León, pero este intento 
pionero de colonización del medio Magdalena no pudo fructificar porque no contaba con la 
licencia de la Real Audiencia. 
Finalmente, la ciudad de Villa Rica de los Cañaverales, poblada por el mismo fundador de 
San Juan Girón en 1638 en las vegas del río Lebrija y gobernada por uno de sus tenientes, 
Pedro del Castillo y Quijano, fue destruida no sólo por la oposición del cabildo de 
Pamplona sino por el alto costo de los fletes para llevar la miel de caña a los mercados de 
Mompox y Pamplona, lo que obligó hasta el propio Colegio de los Jesuitas de Pamplona a 
abandonar su hacienda de Provincia. 
18 
 
DEL MILAGRO DE PARROQUIA A VILLA 
 
Con el fin del siglo XVI concluye la expansión minera y la economía regional se 
orienta a la producción de los frutos de la tierra. Nuevos asentamientos y disputa por 
las jerarquías urbanas. 
L a instalación de las empresas mineras y agropecuarias implicó la movilización de los 
indios desde sus asentamientosoriginales hacia el nuevo territorio hispano de producción: 
hacia los distritos mineros del río del Oro y las vetas pamplonesas, al igual que hacia la 
arriería. Los estancieros no pararon de sonsacar domésticos y aparceros para el servicio de 
los trapiches, para las ganaderías y para el abasto de los mercados urbanos y mineros. 
Pero a finales del siglo XVI ya había terminado la expansión minen en la región y su 
economía se orientó hacia la producción de bienes de consumo. Ese proceso siguió el curso 
de la artesanía en los hogares campesinos que podían subsidiarla con la producción de 
bienes de consumo en sus parcelas familiares. Todo lo cual supuso readecuar los 
asentamientos debido a que muchas ciudades se encontraban despobladas por la dispersión 
que provocó la conquista. 
 
 Rutas de los conquistadores y primeras 
ciudades fundadas 
19 
 
PUEBLOS DE INDIOS 
La reversión del asentamiento disperso que marcó la decadencia de Vélez, Pamplona y las 
demás ciudades se inició durante la segunda y tercera décadas del siglo XVII con la 
aplicación del programa de reducción de los indios a pueblos dotados de tierras 
resguardadas. Las directivas de los oidores Lesmes de Espinosa Saravia (1617) y Juan de 
Villabona Zubiaurre (1622-1623) consolidaron respectivamente para las jurisdicciones de 
Vélez y Pamplona la existencia de los pueblos de indios bajo la mirada vigilante de los 
curas doctrineros. Así, los pueblos de Bucaramanga, Cúcuta, Cácotas, Oiba, Guáca, Servitá, 
Moncora (Guane), Charalá, Curití, Arboledas y otros sirvieron no sólo de concentración de 
los indios en rancherías sino que además ofrecieron al campesinado rural la posibilidad de 
llevar alguna vida social dominical gracias a su asistencia a la iglesia doctrinera 
como agregados. 
Este reasentamiento de los indios en pueblos fue el resultado de la aplicación de la política 
realenga que había sido diseñada por los partidarios de las tesis de fray Bartolomé de las 
Casas. Su implantación en la región puede hacerse remontar al primer esfuerzo del oidor 
Tomás López en la jurisdicción de Pamplona (1560). Pero sólo hasta la visita de Luis 
Enríquez y Beltrán de Guevara entre 1600 y 1602 fue que se hicieron trazas de pueblos de 
indios en los cuales se reasentaban los diversos grupos étnicos en barrios equidistantes de la 
iglesia doctrinera y se les delimitaban las tierras resguardadas que les permitirían tener 
ganados y una producción familiar que al sostenerles contribuía a abaratar el precio de su 
fuerza laboral en las haciendas y en la minería. 
En lo espiritual, la aplicación del proyecto de los pueblos de indios significó el 
establecimiento del control de las Ordenes Mendicantes al norte, 
los agustinos administraron las doctrinas de Cúcuta y Capacho, y posteriormente las de los 
pueblos de misión en la jurisdicción de Ocaña. En la actual provincia de García Rovira, 
los dominicos impusieron su orden espiritual y la devoción por el Rosado y la Virgen de 
Chiquinquirá, mientras que en la provincias de Vélez y Pamplona coadministraron a los 
indios con los franciscanos. 
LA INSURGENCIA DE LAS PARROQUIAS 
Los hogares campesinos autoabastecidos con su propia producción lentamente reactivaron 
las exportaciones de conservas, alpargates, lienzos de algodón y harinas, hacia los 
mercados mineros y marítimos distantes. Surgieron centros de acopio dinamizados por 
nuevos grupos de comerciantes. 
La forma administrativa que el vecindario blanco y mestizo usó con mayor facilidad para 
establecer trazas urbanas fue la parroquia, experimentada tempranamente por los feligreses 
del Capitanejo, San Gil y Socorro. En cuanto el crecimiento demográfico de los estancieros 
y el aumento de sus beneficios alcanzaban el nivel suficiente para pagar la congrua de un 
20 
 
cura y sostener tres cofradías y una iglesia, aparecía una nueva parroquia en medio del 
escenario rural, cuya traza y servicios públicos siguieron el viejo modelo experimentado 
por las ciudades de la conquista. 
Durante el siglo XVIII puede registrarse un excepcional crecimiento demográfico gracias a 
la erección sostenida de nuevas parroquias por parte de los desagregados de las viejas 
doctrinas. En algunas de ellas se aprecia un especial, crecimiento económico por la 
posición que ocuparon como polos de acopio de la producción campesina y sede de los 
comerciantes compradores y exportadores hacia mercados distantes por las rutas de los ríos 
Magdalena, Lebrija, Sogamoso y Zulia. 
La importación de sal marina o de Zipaquirá y Chita, un producto básico en una región 
donde la dieta alimenticia se basaba en la carne, la yuca y la changua, contribuyó a 
estimular la producción campesina de excedentes artesanal les para los mercados de San 
Gil, Socorro, Charalá, Barichara, Vélez y Málaga. 
SOCORRAMOS CONTRA SANGILEÑOS 
La estrategia política de los estancieros y comerciantes que pagaron los gastos de las 
erecciones parroquiales se dirigía al elevamiento de su estatus y prerrogativas por medio de 
su transformación en villas gobernadas por cabildos. Estas tenían capacidad de imponer 
regímenes urbanos financiados por las rentas públicas que ofrecían las tarabitas, las rentas 
de Propios y la participación en los impuestos realengos. Los parroquianos de San Gil y 
Socorro habían llegado casi simultáneamente a la condición de parroquia, pero la primera 
ganó de mano la posición de villa, cerrándole a la segunda por casi setenta años ese 
derecho, como también le ocurrió a Barichara. 
Como acaeció que las dos parroquias mencionadas lograron convertirse en los más 
importantes mercados de acopio de la producción artesanal y agropecuaria del feligresado 
de las parroquias vecinas, constituyendo sendas redes de comercialización, la oposición se 
planteó también en el terreno del estatus político: la villa de San Gil con mayores rentas 
públicas, se enfrentó a la parroquia del Socorro, con mayor población e iniciativa privada. 
La rivalidad ha llegado hasta nuestros días, quizás porque socorranos y sangileños no han 
podido reconocer que fue la acción mancomunada de sus antepasados la que produjo 
el milagro económico que convirtió a la provincia socorrana en una de las más pobladas y 
dinámicas del virreinato durante la segunda mitad del siglo XVIII. 
La ciudad de Girón, vinculada al circuito comercial de Mompox por el río Sogamoso, 
también experimentó un notable crecimiento demográfico y una expansión de su 
poblamiento hacia las parroquias de Piedecuesta, Bucaramanga, Floridablanca y Rionegro, 
gracias a sus privilegios realengos para la producción libre de tabaco y sus exportaciones de 
cacao, un producto que estimuló hacia el oriente la urbanización de las parroquias de San 
José y El Rosario de Cúcuta.
21 
 
SANTANDER FLUYE AL MAGDALENA, camina al llano 
 
Las colonizaciones santandereanas de los siglos XVIII y XIX ayudaron a completar el 
poblamiento de su actual territorio. 
LOS SOCORRANOS Y SU ESPECIAL CAPACIDAD COLONIZADORA. 
E n la villa del Socorro, en el año 1787, se reclutaron familias dispuestas a marchar hacia la 
provincia del Darién con el ánimo de establecerse allí como colonizadores. Por encargo del 
arzobispo-virrey Antonio Caballero y Góngora, un religioso inscribió a las familias que 
realizarían el proyecto estratégico del poblamiento de una provincia que parecía escaparse a 
la autoridad del Estado metropolitano por la rebeldía de sus indios y por la presencia de una 
colonia de contrabandistas escoceses en la bahía de Nueva Caledonia. 
BUSCANDO EL MAGDALENA 
La confianza de la política virreinal en la capacidad de los socorranos para colonizar lejanas 
provincias es una muestra de un fenómeno social santandereano aún no estudiado: el 
espíritu emprendedor de colonizaciones en tierras de promisión. Esta frase fue utilizada en 
1802 por un corregidor de la provino! del Socorro al referirse al proyecto de 
establecimiento de colonias de socorranosen los territorios de los ríos Opón y Chucurí, que 
condujeron a la fundación de las parroquias de Nueva Socorro del Opón y San Vicente del 
Chucurí avanzadas de la futura colonización del medio Magdalena Santandereano. 
En plena reconquista española, los socorranos lograron comprometer al coronel Pascual 
Enrile con la empresa de apertura de un camino que permitiera el paso de carretas entre su 
villa y el río Chucurí, pues desde siempre su sueño comercial pasaba por la apertura de 
nuevos caminos hacia el río Magdalena. 
Durante el siglo XIX se registra un constante flujo de colonos de las provincias Comunera 
y Guanentina hacia el pie de monte de la Cordillera Oriental. Hombres como Sacramento 
Tristancho se hicieron leyenda por el vigor con que estimularon las colonizaciones de San 
Vicente y Betulia, al tiempo que los vecinos de Jesús María salían a colonizar las nuevas 
tierras que originaron tantas parroquias en la provincia de Vélez. 
22 
 
Esa avanzada llegaría en este siglo hasta las márgenes del río Magdalena, con el 
antecedente de Puerto Santander (Barrancabermeja), y desde entonces no ha cesado el 
proceso colonizador en Puerto Wilches, Puerto Araújo, Vijagual, El Llanito y Bocas del 
Rosario. Allende el río Magdalena, Santa Rosa de Simití está acogiendo hoy una fuerte 
colonización de hombres de la provincia de García Rovira, 
Desde siempre, el medio Magdalena abrigó a los hombres expulsados de la cordillera por 
motivos políticos o cuentas con la justicia, y es por ello que los liberales desmovilizados 
por la derrota de Palonegro debieron refugiarse allí, donde reforzaron las colonias ya 
existentes que resistían la autoridad de los gobiernos del partido adverso. San Vicente de 
Chucurí, una tierra de especial fertilidad, vivió un momento de expansión económica por 
esas colonizaciones hasta que la propia contradicción de su vida política forzó las 
emigraciones recientes. 
 
 
SANTUARIO LLANERO Y COLONIZACIÓN CAFETERA 
El movimiento de santandereanos hacia los llanos orientales se remonta al siglo XVIII al 
calor del tráfico comercial con La Salina y Chita. También durante la época de la república 
las guerras civiles promovieron algunos exilios en esa dirección, tal como ocurría hacia el 
Magdalena. Entre los fundadores de El Yopal y Tame hay santandereanos, pues antes de 
que el general Solón Wilches Calderón abriese el camino que comunica a La Concepción 
23 
 
con el Casanare, ya las emigraciones bajaban por los caminos de Sogamoso. La ruta de 
ganados llaneros hacia el Socorro fue dejando colonos santandereanos en el llano y en el 
Sarare, una zona que recibe hoy una intensa inmigración nortesantandereana. 
Pero fue la expansión de los cultivos de café durante la segunda mitad del siglo XIX el 
fenómeno que promovió con mayor intensidad la emigración de los jornaleros guanentinos, 
socorranos y rovirenses hacia la provincia de Cúcuta y al occidente andino venezolano. 
Entre 1851 y 1912 las zonas cafeteras de Cúcuta y Ocaña crecieron demográficamente en 
260%, mientras que las provincias de Socorro y San Gil decayeron un 3%. Hay huella 
también de la colonización santandereana en el Táchira y en el Zulia. 
En ese proceso, la colonización de los cafetales de Rionegro, esa parroquia malsana 
desprendida de Bucaramanga antes de la independencia, revistió características 
espectaculares: entre 1870 y 1896 creció en 352%, una cifra muy alta comprada con el 38% 
promedio en que creció Santander Rionegro se convirtió en el segundo municipio más 
poblado del departamento de Santander antes de terminar el siglo. 
En este siglo, las corrientes colonizadoras siguieron profundizándose hacia el medio 
Magdalena y los llanos orientales, con la novedad de la emigración hacia los departamentos 
del Cesar y Magdalena. En este último proceso se destacan los betulianos y zapatocas, 
quienes por su especial personalidad cultural no pueden pasar desapercibidos en Fundación 
o en San Alberto. Fueron sus extensas relaciones familiares las que les abrieron la 
oportunidad de establecer plantaciones de palma africana y ganaderías modernas en las 
tierras planas del Cesar, aprovechando la carretera a Santa Marta como oportunidad para 
ampliar la frontera agropecuaria de Santander hacia el norte. 
LOS INMIGRANTES 
La otra cara de la moneda es la inmigración de otras gentes al territorio de Santander. El 
precepto constitucional del Estado soberano que en 1857 abrió la ciudadanía a toda persona 
que se estableciera en su territorio facilitó la inmigración de comerciantes alemanes e 
italianos a Bucaramanga, Ocaña y Cúcuta, los cuales actuaron como agentes activos en el 
proceso de exportación de las quinas, café y cueros hacia los mercados europeo y 
norteamericano, así como en la importación de los géneros de consumo que transformarían 
las sensibilidades y las modas durante la segunda parte del siglo XIX. 
A fines de ese siglo y comienzos del presente aparecieron los sirio-libaneses, quienes 
ocuparían un destacado papel en la vida social de Cúcuta y Ocaña. El impacto económico 
de esos inmigrantes se registra con claridad en el siglo pasado por el desarrollo de las 
empresas de expansión urbana de Cúcuta, las rutas carreteables y férreas hacia el puerto de 
Maracaibo, los primeros bancos comerciales y los almacenes de distribución de mercancías 
importadas.
24 
 
PROVINCIAS POR SIEMPRE 
 
La provincia sigue siendo, sin duda, una de las referencias inmediatas del poblamiento 
humano en Santander. Representaran los perfiles humanos distintos que los 
españoles i b an descubriendo al paso de la conquista. 
L a palabra provincia fue usada en el siglo XVI por los transterrados hispanos para designar 
los diversos conjuntos étnicos claramente diferencia dos que iban descubriendo. Con el 
paso del tiempo, las personalidades culturales de las seis ciudades originales (Vélez, 
Pamplona, Ocaña, Salazar de las Palmas, Girón y San Faustino) fueron identificadas como 
provincias, si bien la provincia Guane fue enriquecida por la personalidad que le dieron las 
villas de San Gil y el Socorro. 
Los elementos que constituyeron la identidad y el sentimiento de pertenencia de las gentes 
de Santander a una provincia particular aún están por jerarquizar. Sin embargo, se 
destacaran entre ellos la especialización provincial del trabajo en la elaboración de uno o 
varios productos de exportación hacia el mercado regional o distante, la cristalización de 
élites políticas en las cabeceras provinciales y el movimiento económico inducido por la 
exportación de los excedentes mercantilizados. 
SOCORRAMOS Y GIRONESES 
Quizás las provincias de Girón y Socorro-San Gil ejemplifican mejor el proceso histórico 
de la construcción de las provincias en Santander, uno de los datos inmediatos que aún hoy 
definen la peculiaridad del poblamiento santandereano. Descendientes de veleños, los 
gironeses crearon una provincia nueva en la tierra de los yariguíes, inaugurando así las 
primeras oleadas colonizadoras del medio Magdalena. La provincia de Girón fue 
políticamente construida como una gobernación independiente y su vecindario organizó el 
flujo comercial de sus cacaos, tabacos y mieles de caña por los ríos Sogamoso y Lebrija. El 
mercado momposino, río Magdalena abajo, estimuló su crecimiento económico que por 
25 
 
otra parte era favorecido por el privilegio que tenía para la siembra libre de tabacos. 
Encontraron en la minería del río del Oro una parte de sus medios de cambio. 
En contienda por el acopio de las producciones domiciliarias, los comerciantes de las villas 
de Socorro y de San Gil construyeron una provincia orgullosa de sí misma por su 
crecimiento económico y demográfico, así como por la longitud de las distancias que sus 
arrieros recorrían para llevar a todas las partes del virreinato sus lienzos de algodón, 
sombreros, alpargates y tabacos. En 1795 lograron establecer un ilustrado corregimientopropio separado del de Tunja, al cual habían pertenecido la mayor parte de las ciudades 
santandereanas, si se exceptúa a Girón y a Ocaña. 
LAS PROVINCIAS EN LA REPÚBLICA 
Al momento de la independencia la palabra provincia ya designaba a cada uno de los dos 
extensos territorios que agrupaban los corregimientos de Socorro y Pamplona. Los 
socorranos se atrevieron entonces a erigirse como Estado independiente y aun como sede 
diocesana, pero la fuerza autonomista de sus cabildos constitutivos le separó las 
jurisdicciones de San Gil y Vélez. En marzo de 1812 la provincia del Socorro fue anexada 
por Nariño al Estado de Cundinamarca y el cisma provocado por el primer experimento de 
su diócesis también fue rápidamente neutralizado. 
Al corregimiento de Pamplona lo fragmentaron durante la independencia, no sólo porque 
Girón se adhirió al Estado soberano de Tunja sino además porque Bucaramanga, San José y 
El Rosario de Cúcuta se proclamaron villas autónomas. 
El orden republicano de 1824 integró las provincias de Pamplona y Socorro, constituidas 
por cantones, al gran departamento de Boyacá. Fue la oportunidad para el ascenso de 
muchas de las parroquias santandereanas al rango de villas, colmando así viejas 
aspiraciones sofocadas por los cabildos antiguos. Con la restauración del 
territorio histórico neogranadino por la Convención Nacional de 1831 se produjo también 
la actualización de las tradiciones provinciales, lo que aprovecharon Vélez y Ocaña para 
recuperar la dignidad de sus independencias provinciales respecto del Socorro y Santa 
Marta. 
Debido a la iniciativa política y al ascenso económico de nuevas villas, a mediados del 
siglo XIX emergieron nuevas provincias segregadas de las antiguas: La Concepción definió 
la medida de la provincia de García Rovira, mientras que los comerciantes bumangueses y 
cucuteños erigieron respectivamente las de Soto y Santander. Aunque el régimen municipal 
fue levantado desde el inicio del Estado Soberano en 1857, dos años después renacieron 
con todo su vigor las provincias de Soto, Socorro, Vélez, García Rovira, Cúcuta, Pamplona 
y Ocaña bajo la forma de departamentos. 
26 
 
Al derrumbarse en 1885 el Estado Soberano, la nueva Constitución centralista pareció 
anunciar el triunfo definitivo del régimen municipal. Sin embargo, el gobernador Alejandro 
Peña Solano aumentó al año siguiente con las provincias de Charalá y Guanentá el grupo de 
las ya enumeradas. Los prefectos provinciales volverían a actuar como agentes del poder de 
los gobernadores. 
Los experimentos político-administrativos del presidente Rafael Reyes hicieron nacer en 
1905 un nuevo departamento segregado de Santander (Galán, capital San Gil), preámbulo 
de la división definitiva del antiguo territorio de Santander en dos departamentos separados: 
desde 1910 comenzó su existencia el Norte de Santander con las provincias de Pamplona, 
Ocaña y Cúcuta, dirigido desde la cabecera de esta última; las demás provincias 
(Comunera, Guanentá, García Rovira, Soto y Vélez) siguieron conformando el 
departamento de Santander con capital en Bucaramanga. 
Aunque las provincias ya no tienen existencia constitucional siguen existiendo como 
realidad cultural y recurso de las identidades inmediatas de los santandereanos. Por ello, el 
ascenso de Barrancabermeja en las últimas cinco décadas construido también una nueva 
provincia, bautizada por ahora con el nombre de Roberto de Mares, a la cual se afilian los 
sentimientos de pertenencia los inmigrantes del medio Magdalena. 
27 
 
¿SE AGOTA LA FUENTE? 
 
La población que ocupaba el territorio santandereano en la época de la independencia era 
una importante mayoría, pero hoy ha disminuido su demografía y existe el peligro de que 
los santandereanos se conviertan en una minoría nacional . 
El Padrón General del Virreinato del Nuevo Reino de Granada mostró en 1777 que los 
habitantes de las provincias nororientales de la actual república colombiana se aproximaban 
a 271 mil, el 32% de la totalidad de la gente que vivía en: el territorio. Se comprendían en 
esa cifra el corregimiento de Tunja (Tunja, Vélez, Pamplona, Leyva, Socorro, San Gil) y 
las gobernaciones o alcaldías mayores de Girón, Salazar de las Palmas y Vetas de 
Pamplona. En cambio, no incluimos en ella a la población de la ciudad de Ocaña, a la sazón 
parte de la jurisdicción de Santa Marta. 
La cifra representaba tres veces la población de la provincia de Santa Fe y poco más de dos 
veces las de las provincias de Cartagena o Popayán. Esa extensa población obligó a dividir 
administrativamente el antiguo corregimiento de Tunja tres fracciones, y desde entonces 
Tunja, Socorro y Pamplona mostraron repetidamente una autonomía política que se 
prolongaría por más de un siglo. 
POBLACIÓN Y TRABAJO 
Al comenzar el siglo XIX, el corregimiento del Socorro distribuía en 33 poblaciones sus 
125 mil habitantes y su orgullosa cabecera, la villa del Socorro, contaba con cerca de 17 mil 
almas. Esta suma era en aquella época la dimensión de una verdadera urbe: el tamaño 
normal de una parroquia no pasaba de 3 mil habitantes. Sólo la Villa de San Gil y las 
parroquias de Charalá, Simacota, Oiba y Barichara podían mostrar cifras lejanamente 
aproximadas e incluso la gobernación de Girón que apenas llegaba a los 7.073 habitantes. 
Sumada la población de Socorro y Pamplona con la correspondiente a Ocaña, encontramos 
que hacia el momento de la independencia el actual territorio santandereano albergaba casi 
la quinta parte del total de la población que vivía en el territorio que constituiría la 
república. 
28 
 
La explicación a este fenómeno de concentración demográfica en unas provincias que no 
dispusieron de grandes concentraciones prehispánicas de población étnica puede hacerse 
partir del modelo económico: combinaba la artesanía domiciliaria con la parcela campesina 
que la subsidiaba y a éstas con los centros de acopio parroquiales que albergaban a los 
grupos de comerciantes exportadores para los mercados distantes. La masa de fuerza de 
trabajo invertida para hacer funcionar este modelo es incalculable, pero lo que sí se sabe 
con seguridad es que todos los miembros de las familias participaban en el trabajo 
domiciliario y que las tradicionales virtudes morales del santandereano de la cordillera 
(disciplina, laboriosidad, aseo y mesura) fueron forjadas mancomunadamente por ese 
régimen tan exigente. 
DISMINUCIÓN DEMOGRÁFICA 
Al mediar el siglo XIX los santandereanos representaban el 17% de los colombianos, pero 
desde entonces comenzó el proceso inverso que no ha parado de disminuir su participación 
relativa en la masa nacional: descendieron al 14,5% en el año 1870 y para el censo de 1918 
ya no eran sino el 11,6% de los nacionales. El proceso amenaza con convertir a los 
santandereanos en una nueva minoría nacional, pues en el censo de 1985 se vio que aunque 
se sumen los del departamento del Norte a los del Sur apenas llegan al 8,3% del total 
nacional, a decir, que en los últimos 150 años los santandereanos redujeron su participación 
en la población del país a la mitad de lo que aportaban antes de que la apertura 
económica de mediados del siglo pasado comenzara a promover las migraciones. 
Los cambios demográficos acaecidos en este último siglo y medio cambiaron las 
fisonomías de las provincias santandereanas. Mientras que los municipios de las provincias 
de García Rovira, Guanentina y Comuneros detuvieron su crecimiento relativo, otras 
provincias crecieron en forma espectacular. Entre ellas se destacaron las de Ocaña, Cúcuta 
y Soto, estas dos últimas sedes de las cabeceras departamentales. 
La expansión cafetera produjo el boom poblacional de todas las parroquias cucuteñas y 
ocañeras, al igual que Bucaramanga, Piedecuesta, Rionegro y Lebrija iniciaron su 
irrefrenable crecimiento. Por su condición de ciudad dormitorio, Floridablanca presenta 
hoy el más elevado crecimientodemográfico y se ha convertido en el segundo municipio 
más poblado de Santander. Al norte, Cúcuta emergió como la verdadera ciudad de la 
frontera y sede de dinámicas inmigraciones extranjeras. 
Un municipio de extraordinario crecimiento relativo durante el siglo pasado fue San 
Andrés, al punto de llegar a convertirse en capital de la provincia de García Rovira hasta el 
momento de la Regeneración. Las parroquias de la colonización veleña hacia el Magdalena 
(Jesús María, Bolívar y Sucre) también crecieron en forma notable, proyectándose hacia 
Cimitarra y Landázuri para anunciar la posible emergencia de una nueva provincia del 
Carare. 
29 
 
La más reciente novedad es la aglomeración demográfica en una zona metropolitana 
compuesta por los municipios de Bucaramanga, Floridablanca, Girón y Piedecuesta. Los 
datos de este año atribuyen a ese conjunto una cifra de 737.042 habitantes, lo que 
representa un poco más de las dos quintas partes del total del departamento de Santander. 
Sólo el polo de atracción de Barrancabermeja puede emular de lejos esa notable 
concentración demográfica. 
La dinámica poblacional de los Santanderes, pese al descenso en su participación respecto 
al total nacional, es muy activa. Con los datos de 1985 se percibe que aunque la proporción 
intersexual es casi insignificante (1.169.595 mujeres frente a 1.152.545 hombres), en 
cambio el 36% de los vecinos habían nacido en un lugar distinto al de su residencia, una 
indicación de que aún se ni tiene el espíritu aventurero en la región. Por otra parte, los 
menores de años representan casi el 70% del total de la población, lo que permite 
caracterizar a los santandereanos como un pueblo joven. 
PORCENTAJE DE LOS SANTADEREANOS RESPECTO AL PAÍS 
AÑO 
1825 
1835 
1843 
1851 
1870 
1918 
1985 
1993 
% 
16,3 
16,5 
16,8 
17,0 
14,5 
11,6 
8,3 
7,7 
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN 1985-1993 
NOMBRE 
POBL. 
 
URBANA 
1985-1993 
POBL. 
RURAL 
1985-
1993 
 POBL.TOTAL
 
1985-1993 
Norte de S. 
Santander 
 594,244 813,581 89
7,015 1‟209.793 
 319,24
7 
348,893 
 614,3
77 
601,948 
 913,491 1
‟162.474 
 1‟511.392 
1‟811.741 
30 
 
Fuente: DANE Censos 1985, 1993 
 
BIBLIOGRAFÍA 
Ancízar, Manuel. Peregrinación de Alpha, Banco Popular, Bogotá, 1984. 
 
Codazzi, Agustín. Geografía física y política de las provincias de la Nueva 
Granada, Publicaciones del Banco de la República (Archivo de la Economía Nacional, 21 
y 23), Bogotá, 1957-1958. 
 
Oviedo, Basilio Vicente de. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de 
Granada, Gobernación de Santander (Colección Memoria Regional 4), Bucaramanga, 
1990. 
 
Rodríguez Plata, Horacio. La antigua provincia del Socorro y la 
Independencia, Publicaciones editoriales, Bogotá, 1963. 
 
31 
 
2. ECONOMÍA 
 
Industria de quimeras 
Trataremos sobre la economía en el territorio de los actuales departamentos de Santander 
y Norte de Santander que ocupa una extensión de más de 52 mil kilómetros cuadrados. Su 
geografía goza de los más variados climas y se encuentra bañada por abundantes 
quebradas y ríos. Sobre ese ecosistema tan variado como rico, han trasegado los 
santandereanos arrancándole con su trabajo la subsistencia de muchas generaciones. A lo 
largo del tiempo la explotación económica ha sido variada y ha tomado formas distintas. 
 
Fotografía Marco A. Gonzáles 
Jairo Gutiérrez Ramos: Sociólogo y Mágister en Historia, Diplomado en Archivística en 
Madrid, Profesor del Depto de Historia de la Universidad Industrial de Santander e 
Investigador del Centro de Documentación e Investigación Histórica Regional. 
32 
 
LABOR EN EL SESGO NATURAL 
 
Los primitivos habitantes de lo que actualmente es Santander fueron pueblos 
laboriosos gracias a lo cual comerciaron con las comunidades circunvecinas, 
especialmente con los muiscas. 
El extenso y variado paisaje de los actuales santanderes se encontraba ocupado en sus 
diversos nichos ecológicos por distintas tribus indígenas, cada una de las cuales, a su 
manera, procuraba obtener de la naturaleza circundante sus medios de subsistencia e 
intercambio. Sin embargo, en términos generales podríamos decir que los grupos indígenas 
de este territorio se dividían en dos grandes categorías: 
1) Recolectores y Cazadores: por tener su hábitat en un medio inhóspito y selvático 
tuvieron una economía basada en la simple apropiación, mediante la recolección, la caza y 
la pesca, de los recursos necesarios para su subsistencia. Estos pueblos selváticos, belicosos 
e indómitos habitaron en las zonas cálidas, en las cuencas y valles de los ríos Magdalena, 
Zulia, Catatumbo. 
2) Agricultores y Artesanos: vivieron en el ambiente más benévolo de la zona andina y 
alcanzaron un mayor grado de desarrollo económico y social. Estos, a diferencia de los 
anteriores, practicaron la agricultura y la artesanía. En consecuencia fueron pueblos más 
numerosos, sedentarios y relativamente pacíficos. 
ECONOMÍA DE LAS SELVAS TROPICALES 
En la categoría de pueblos que vivían primordialmente de lo que la naturaleza les 
proporcionabas podemos clasificar a los opones, carares y yariguíes que ocupaban el actual 
Magdalena medio santandereano; así como a los motilones que ocupaban el valle de Cúcuta 
y las selvas del Catatumbo. 
De ancestros y lenguas de origen caribe, se caracterizaron por su belicosidad y amor a la 
libertad. Vivían a sus anchas en el ambiente selvático que los rodeaba y les ofrecía con 
abundancia y sin mayores esfuerzos el alimento. Algunos de ellos practicaron, sin embargo, 
33 
 
una especie de agricultura primitiva y trashumante, en concordancia con su organización 
social de bandas tribales y su forma de vida nómada y belicosa. 
Estos pueblos sólo mantuvieron intercambios ocasionales con sus vecinos para obtener 
aquello que no les ofrecía su medio ambiente, como la sal. Carares, opones y yariguíes 
obtenían sal de los muiscas a cambio del oro. Este metal lo recibían de los pueblos que 
moraban más al norte de la ribera magdalenense a cambio de la misma sal y de la coca que 
se daba de manera espontánea en su territorio. Se constituían así en una especie de 
intermediarios inevitables entre la economía muisca y la región momposina, hasta 
Tamalameque. Algo similar ocurría con los motilones en el norte, ya que estos dominaban 
un amplísimo territorio imposible de transitar sin su consentimiento. 
Por lo demás, practicaron algunas formas muy rudimentarias de artesanía utilitaria 
destinada a satisfacer sus necesidades domésticas básicas. Fueron, pues, productores de una 
alfarería tosca y precaria, así como de tejidos burdos elaborados a partir del hilado del 
algodón silvestre y, en algunos casos, como el de los motilones, elaboraron también cestas 
y productos bastos de fique que les sirvieran para su uso y como eventuales medios de 
intercambio con las tribus vecinas. 
ECONOMÍA DE LOS PUEBLOS ANDINOS 
Los pueblos selváticos que se asentaron en las montañas se caracterizaron por un nivel 
mucho más avanzado de desarrollo económico y social. Los guanes y los laches, habitantes 
de la zona andina del actual Santander y los chitareros del Norte fueron pueblos 
sedentarios, con una mediana organización política basada en los cacicazgos y dedicados 
principalmente a la agricultura y a la producción artesanal. De los guanes, el pueblo más 
numeroso de la región al momento de la conquista (unas 100 mil personas), se sabe que 
cultivaban algodón, tabaco, tique, coca y productos alimenticios como maíz, yuca, fríjol, 
arracacha, batata y ahuyama. Debido a la sequedad de su territorio, los guanes debieron 
implementar una sofisticada agricultura de regadío mediante largas acequias por medio de 
las cuales canalizaban el agua de ríos y quebradas hasta sus sementeras.Eran además diestros hiladores y tejedores de mantas y mochilas de algodón así como de 
sogas y costales de fique. Desarrollaron también la alfarería y mantuvieron un permanente 
intercambio con sus vecinos muiscas, panches, opones, carares y yariguíes: al importante 
mercado de Sorocotá (Boyacá) llevaban los guanes periódicamente algodón en rama y 
hojas de coca así como sus apreciados tejidos de algodón y fique para intercambiarlos por 
sal, mantas y cerámica fina, esmeraldas y oro. En su territorio realizaban mercados 
regionales en Oiba y Charalá. 
Los laches, por su parte, acupaban el territorio de la actual provincia santanderiana de 
García Rovira. Eran, como los guanes, un pueblo de agricultores-artesanos que producían 
maíz, coca, algodón, fique y productos de tierra fría como la papa. Con el algodón y el 
34 
 
fique fabricaban tejidos, que, junto con la cerámica y la coca, les servían para obtener de 
los muiscas mantas finas y orfebrería. 
Más al norte, en la actual provincia de Pamplona y hasta las sierras de Mérida (Venezuela), 
se extendía el territorio de los chitareros. Con una economía muy similar a las anteriores, 
producían yuca, maíz, batatas, apios, frijoles y achiote (bija). Eran también tejedores y 
alfareros y todo parece indicar que practicaban ocasionalmente la minería del oro en los 
yacimientos de sus dominios (las vetos de Pamplona). Su comercio se centró en el 
intercambio de oro y bija por mantas, cerámica, orfebrería y cestería con muiscas, laches y 
motilones. 
Gracias a las diferencias ambientales, económicas y sociales, y por ello mismo, los pueblos 
que habitaron el actual ámbito santandereano mantuvieron entre con los pueblos 
circunvecinos permanentes e importantes intercambios de productos que prefiguran la 
especialización productiva subregional y los circuitos comerciales que habrían de 
permanecer por mucho tiempo. Por lo demás, los rasgos dominantes de las economías 
precolombinas de Santander, con énfasis en la agricultura y la artesanía, se convertirían en 
la matriz que moldearía, hasta bien entrado el siglo XIX, la producción regional aunque, 
por supuesto, la dominación española significó para las comunidades indígenas una 
profunda modificación de sus formas tradicionales de explotación de los recursos naturales, 
de los sistemas y ritmos de trabajo y de la distribución y consumo de lo producido. 
35 
 
SACUDÓN FEBRIL DEL SIGLO XVI 
 
La economía colonial se estableció y consolidó en Santander a lo largo de los siglos 
XVI y XVII alrededor de Vélez, Pamplona, Girón, San Gil, Ocaña y el Socorro. 
Los conquistadores prefirieron asentarse en los territorios ocupados por aquellas etnias que 
habían alcanzado un mayor grado de desarrollo económico y social: se limitaron a 
ocupar efectivamente sólo aquellos espacios anteriormente controlados y explotados por 
guanes, laches y chitareros. 
Opones, carares, yariguíes y motilones fueron considerados más como enemigos 
irreductibles que debían ser aniquilados que como eventuales sujetos de dominación y 
explotación. Su hábitat salvaje y malsano, sus primitivas formas de vida y su crónica 
beligerancia hicieron de ellos comunidades marginadas de la sociedad colonial que 
comenzaba. 
Puede decirse, pues, que la producción colonial temprana en Santander se sustentó en las 
comunidades indígenas más avanzadas que debieron soportar sobre sus débiles estructuras 
económicas el pesado edificio del colonialismo hispánico y en el espíritu empresarial de los 
conquistadores, acicateado por su ambición desmedida y su conocida avidez de riquezas y 
honores. 
36 
 
 
 
DESARROLLO Y DESINTEGRACIÓN ANCESTRAL 
En la instauración de la naciente economía colonial santandereana jugaron un papel 
decisivo las primeras ciudades hispánicas fundadas en su territorio. Vélez (1539) y 
Pamplona (1549), constituyeron los primeros polos de desarrollo de la nueva estructura 
económica y social impuesta por los conquistadores. 
Tomando como epicentros las dos ciudades asentadas en los territorios étnicos tradicionales 
de guanes y chitareros, los españoles comenzaron a organizar la producción y el trabajo 
indígenas según sus intereses, hábitos y mentalidad económica. Repartidos en 
encomiendas, los indios fueron obligados a mantener a sus nuevos amos con tributos y a 
servirles con trabajo en sus nacientes empresas productivas y en sus necesidades 
domésticas. Las más adelantadas economías prehispánicas pasaron a convertirse en simples 
generadoras de abastecimientos, riqueza y servicios para los españoles, reservándose para sí 
una precaria subsistencia: su acelerado proceso de desintegración económica, social y 
demográfica. 
Las nuevas instituciones y usos económicos, los inusuales ritmos de trabajo, los 
desplazamientos forzosos a las minas y haciendas, hirieron de muerte los pueblos y las 
economías que los invasores habían encontrado en el momento de su llegada. A cambio de 
ello florecieron nuevas formas de explotación económica y de acumulación de riqueza que 
37 
 
fueron gradualmente sustituyendo a la agricultura, la artesanía y los trueques ancestrales: la 
minería intensiva, las haciendas, las estancias y el comercio de larga distancia. 
Con todo, al menos parte de la tradición económica prehispánica pudo mantenerse. El 
cultivo de tabaco, algodón, fique y achiote y la producción de mantas, mochilas, sogas y 
cotizas, perduraron a lo largo de la Colonia y buena parte de la república. Sin embargo, las 
nuevas formas, unidades y tipos de producción introducidos por los españoles se fueron 
imponiendo aceleradamente. Así, en medio de las sementeras de maíz, fríjol, tabaco, 
algodón o papa, comenzaron a surgir las haciendas dedicadas a la ganadería y al cultivo del 
trigo o la caña de azúcar. Y se alteraron los ciclos de cosechas, el paisaje, las formas y 
ritmos de trabajo y nuevos productos empezaron a surgir de la tierra y de las manos aún 
inexpertas de los indios. 
Ya desde el siglo XVI emergieron como de la nada las haciendas, los cañaduzales y 
trapiches en Vélez y los cerros de Pamplona comenzaron a adornarse con los dorados 
trigales y los enhiestos molinos de tan raizal ancestro castellano. Los mercados regionales 
vieron llegar hasta ellos a lomo de indio, o en las mulas y caballos criados en sus flamantes 
estancias, los más insólitos productos: carnes de vaca, cerdo y carnero; quesos y leche; 
harina y pan; azúcar y dulces en conserva; aparte de los tradicionales abastos lugareños. Y 
como complemento a esta pujante dinámica económica, a finales de ese siglo se fundaron la 
ciudad y el puerto de Ocaña (1570), gracias a los cuales lograrían comunicarse los 
mercados de Pamplona y las recién fundadas ciudades de los Andes venezolanos con el río 
Magdalena, constituyéndose de este modo un nuevo y muy activo circuito comercial. 
LAS GRANDES EMPRESAS DE LOS ENCOMENDEROS 
Además de la agricultura, la minería fue una actividad que cobró gran importancia en la 
temprana economía colonial santandereana. Bien pronto los conquistadores recién 
asentados en las novísimas ciudades de Vélez y Pamplona tuvieron noticia de las ricas 
arenas del que denominaron Río del Oro, así como de la vetas que existían en las 
proximidades de Pamplona. Los encomenderos más poderosos y visionarios de ambas 
ciudades trasladaron a estos dos enclaves mineros cuadrillas de indios dedicadas a extraer 
el codiciado metal. 
Para albergar estas cuadrillas se levantaron rancherías y para mantenerlas se conformaron 
estancias y grandes haciendas, también labradas por la mano de obra de los indios de 
encomienda. Cuando los indios escasearon se trajeron esclavos negros, y unos y otros 
integraron, junto con las ciudades en rápido ascenso, un mercado creciente para los 
productos de las haciendas y para los géneros de los mercaderes que comenzaban a llegar 
cargados de ropas, abalorios, aguardiente y vino para los ávidos mineros y encomenderosrecién enriquecidos. 
38 
 
Gracias al efectivo dominio que ejercían sobre los recursos naturales y la mano de obra, 
algunos encomenderos llegaron a controlar tanto la economía de los enclaves mineros como 
la de las ciudades en construcción, constituyéndose en auténticos multiempresarios que 
manejaban a su antojo la agricultura, la minería y buena parte del comercio y la producción 
artesanal, obteniendo de ello pingües beneficios. 
Pero el ciclo del oro no fue muy largo. Los indios escaseaban, los negros resultaban muy 
costosos, las vetas se agotaban pronto... y así, las que parecían ser las más rentables y 
promisorias empresas de los encomenderos comenzaron a desmoronarse. Para mediados del 
siglo XVII la abundancia de indios y de oro y el esplendor de Vélez y Pamplona no eran 
más que un recuerdo. La del oro fue, pues, la primera efímera bonanza de las muchas que 
habrían de sacudir febrilmente la economía santandereana de ahí en adelante. 
Pero al menos dos cosas importantes y duraderas quedaban de ella: el surgimiento de 
nuevos centros urbanos como las ciudades de Ocaña, Girón y Málaga, la Villa de San Gil y 
la parroquia del Socorro, nacidas de la pujanza de una creciente y laboriosa población 
blanca y mestiza; y la configuración de nuevos circuitos comerciales que, contra viento y 
marca, seguirían adelante con la empresa de construir la economía colonial sobre los restos 
de las formas de producción prehispánicas. 
 
39 
 
ESPLENDOR DE LA TIERRA Y LAS MANOS 
 
Concluida la fiebre del oro y acelerada la despoblación indígena, las únicas 
alternativas económicas viables eran la agricultura campesina y la artesanía 
doméstica. 
A diferencia del recesivo siglo XVII, el XVIII se caracterizó por su notoria dinámica 
económica, originada en diversos factores entre los cuales vale la pena destacar la 
apreciable recuperación de la población neogranadina, integrada ahora mayoritariamente 
por mestizos libres y blancos pobres, necesitados de tierras, ocupación y reconocimiento 
social; y el ascenso al trono español de la dinastía borbónica, con cuya égida se intentó 
modernizar la administración y la economía tanto en la Península como en Hispanoamérica. 
LAS REFORMAS BORBÓNICAS 
Naturalmente, esta región no fue la excepción y en este período florecieron en su economía 
nuevas actividades, nuevos actores y nuevos polos de desarrollo. Su economía se orientó 
con éxito hacia la producción campesina y artesanal, dado que, en general, en la región no 
fueron frecuentes las grandes haciendas y tanto la minería intensiva como la encomienda 
tuvieron una vigencia relativamente corta. 
En consecuencia, la apicultura estuvo principalmente en manos de pequeños y medianos 
campesinos que en sus parcelas y estancias producían lo necesario para su propia 
subsistencia y para el abasto de una creciente población. La producción artesanal por su 
parte no sólo sobrevivió sino que se desarrolló a lo largo de la Colonia a la par con la 
agricultura y frecuentemente agenciada por los mismos actores económicos: el pequeño 
campesino y su familia que mantenía en su propia casa un pequeño taller. 
Sobre esos dos pilares —agricultura campesina y artesanía domiciliaria—, se sustentó el 
vertiginoso desarrollo de la provincia del Socorro en el siglo XVIII, que la llevó a 
convenirse en corto tiempo en la mis dinámica, poblada y rica de la región y en una de las 
más prósperas de todo el virreinato neogranadino. El auge del comercio que se vivió al 
calor del crecimiento económico generalizado que caracterizó a la época y la 
40 
 
llamada liberación comercial auspiciada por las Reformas Borbónicas hicieron más fluido 
y rentable el intercambio mercantil entre las distintas colonias y entre estas y la metrópoli. 
A esta liberación comercial restringida respondió la economía santandereana con el 
desarrollo de una incipiente agricultura comercial que tuvo su epicentro en el hasta 
entonces despoblado valle de Cúcuta y su producto estrella en el cacao. 
 
EL SOCORRO Y CÚCUTA, LOS NUEVOS POLOS 
Con la ruina de los encomenderos y la inexorable decadencia de las ciudades de Vélez y 
Pamplona al escasear el oro y los indígenas, florecieron la agricultura primordialmente 
campesina y la artesanía doméstica. Resultaron favorecidos aquellos lugares que ofrecían 
las condiciones más propicias para la agricultura y la artesanía, bien fuera por su estratégica 
ubicación en relación con las vías de comunicación, por la vocación de sus tierras, o por la 
abundancia o habilidad de la mano de obra. 
De todas esas favorables condiciones gozaba la provincia del Socorro y fueron las que 
hicieron posible su impresionante crecimiento: tierras aptas para la producción de materias 
primas como el algodón o el fique, explotadas directamente por sus propietarios; gentes 
laboriosas y diestras en el manejo del azadón, la rueca o el telar; y una comunicación 
relativamente eficiente con los principales mercados de sus productos hicieron el milagro 
de transformar a la joven parroquia socorrana en el segundo centro urbano del virreinato 
por su población y riquezas. 
41 
 
Las provincias del Socorro y San Gil, antiguo asiento de los guanes y con una numerosa 
población mestiza de agricultores y artesanos, se especializaron en la producción de tejidos 
de algodón y fique, de clara estirpe prehispánica, y abastecieron durante todo el siglo XVIII 
y buena parte del XIX más del 75% de la demanda neogranadina. 
Se ha calculado que hacia 1830 la producción artesanal del Socorro, constituida 
principalmente por hilados y telas burdas de algodón, sogas y costales de fique y alpargatas, 
valía más de medio millón de pesos, una suma muy apreciable para la época y el lugar. El 
indicador más claro de la prosperidad de la provincia lo muestra el crecimiento de su 
población que alcanzó en 1800 una cifra cercana a los 20 mil habitantes, siendo superada 
sólo por Santa Fe. 
En cuanto a Cúcuta, su cálido, extenso y fértil valle había permanecido prácticamente 
despoblado hasta el siglo XVIII debido a su poco atractivo clima, a lo inseguro su territorio 
y a la inexistencia de minas y mano de obra sumisa en su jurisdicción. 
Al menos cuatro factores de mucho peso incidieron en la fundación y en el acelerado 
desarrollo del puerto de San José de Cúcuta: 1) la prematura e irreversible decadencia del 
antiguo puerto de San Faustino; 2) la consolidación de ciudades como Mérida, San 
Cristóbal y La Grita, en los Andes venezolanos, y las evidentes dificultades que para su 
comercio implicaba el largo y accidentado camino de Ocaña hacia el Magdalena; 3) el 
promisorio desarrollo del cultivo y comercialización del cacao y el café; y, 4) la 
progresiva pacificacíón de los motilones que ocupaban las riberas del río Zulia. 
Por ello, desde el mismo momento de su fundación en 1733 Cúcuta experimentó un 
crecimiento tan rápido como sostenido. Y aunque por su conducto había traficado desde un 
principio y con intensidad con mercancías de contrabando —de entrada y de salida—, la 
legalización del comercio intercolonial facilitado por las Reformas Borbónicas significaron 
un espaldarazo definitivo para la economía cucuteña, pues su valle y su puerto se 
convirtieron en corto tiempo en el epicentro de la producción y comercialización del cacao 
que exportaba en abundancia hacia el rico mercado mexicano de Veracruz. 
LA SUERTE DE LAS ANTIGUAS FIEBRES 
Entre tanto los viejos enclaves urbanos capoteaban a su manera las nuevas circunstancias. 
Vélez, que había logrado consolidar en los tiempos de su bonanza una importante economía 
agrícola sustentada en sus haciendas, se especial en ganado, cueros, mulas, panela, miel, 
azúcar y conservas de frutas. Sus productos estaban destinados a los mercados de Tunja, 
Santa Fe y Antioquia, situación intermedia entre la pujante región del Socorro y el altiplano 
cundiboyacense y su obstinación en mantener el infortunado camino

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