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Manual teorico-practico de psic - Isabel Caro Gabalda

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contenido
Título
Prólogo
Introducción
1 Introducción al modelo cognitivo en psicoterapia
2 El proceso terapéutico en el modelo cognitivo
3 La terapia racional emotivo conductual de A. Ellis
4 La terapia cognitiva de A. Beck
5 El modelo de solución de problemas de Arthur Nezu
6 La terapia lingüística de evaluación de Isabel Caro
7 La terapia de valoración cognitiva de Richard Wessler
8 La terapia centrada en esquemas de Jeffrey Young
Casos clínicos
Referencias bibliográficas
Soluciones a los cuestionarios de autoevaluación
Diccionario de términos
Índice temático
MANUAL TEÓRICO-PRÁCTICO DE
PSICOTERAPIAS COGNITIVAS
ISABEL CARO GABALDA
2ª Edición 
BIBLIOTECA DE PSICOLOGÍA DESCLÉE DE BROUWER
1ª edición: enero 2007 2ª edición: octubre 2009 
© Isabel Caro Gabalda, 2007
© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2007 Henao, 6 - 48009
Bilbao
www.edesclee.com
info@edesclee.com
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y
transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de
sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –
www.cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta
obra. Impreso en España - Printed in Spain ISBN: ISBN: 84-330-2122-9
Depósito Legal: 
Impresión: Publidisa, S.A. - Sevilla 
mailto: info@edesclee.com
Prólogo
El termino psicoterapia se ha empleado durante todo el siglo veinte para
referirse a una colección de prácticas heterogéneas que, a veces, tienen poco
que ver entre sí. Su adjetivación como cognitiva, que ha sido utilizada
muchas veces como un especie de salvoconducto para hacerla presentable en
foros en los que el sustantivo era considerado como sospechoso, está también
muy lejos de acotar su significado de un modo claro e inequívoco.
Aún así, las terapias cognitivas han sido una referencia ineludible para
los psicoterapeutas de cualquier orientación durante el último tercio del siglo
veinte. Durante los años ochenta, la hegemonía del reduccionismo
biologicista hizo desaparecer de lo que suelen llamarse revistas biomédicas,
cualquier referencia a los sustentos psicológicos de los trastornos mentales y,
de un modo aún más radical, a los abordajes psicosociales en general y a las
psicoterapias en particular. Esta desaparición tuvo, en ese momento, dos
excepciones. El grupo de Aaron T. Beck, que desarrolló la Terapia Cognitiva
de la Depresión, cuyo manual vio la luz en 1979, y el grupo de Gerald L.
Klerman y Myrna M. Weissman, que desarrolló la Terapia Interpersonal de la
Depresión, cuya versión manualizada se publicó en 1984.
Las propuestas de estos dos grupos tenían unas características comunes
que han conformado el modo en el que la psicoterapia reaparece, en esos
años, en la consideración de los tratamientos de los trastornos mentales.
1. Ambos se presentan al colectivo profesional formalizando su
intervención en un manual, y mostrando sus resultados según el modelo
general del ensayo clínico
2. Ambas se definen como tratamiento de un trastorno definido (con lo
que se hacen coherentes con la práctica médica en su acepción mas
tradicional) y no en función de otros valores como el autoconocimiento, el
desarrollo personal...
3. Ambas se perfilan como una destreza profesional bien definida y para
cuya adquisición existen procedimientos reglados.
4. Ambos conciben su utilidad como complementaria con la de los
tratamientos farmacológicos y no como antagónica a estos.
La propuesta de Beck ofrecía, además, la ventaja adicional de insinuar un
puente a utilizar por los clínicos con el trabajo de investigación de lo que en
los medios más académicos y de investigación básica se conocía como
psicología cognitiva y abrir la posibilidad de aplicar en la clínica sus
hallazgos y poner a prueba sus propuestas.
Para los que observamos con interés, pero desde otros puntos de partida,
estos desarrollos, a los que habría que añadir los de Albert Ellis, la propuesta
inicial podía parecer lastrada por algunas limitaciones y sometida a algún
riesgo.
Su principal limitación, a nuestro modo de ver, estaba ligada a la ventaja
selectiva que la hacía aceptable por un medio inicialmente hostil, como la
comunidad médica del momento, y se refiere a su inicial aceptación acrítica
de la epistemología neopositivista que, en ese momento, ganaba hegemonía
entre los clínicos.
Una segunda limitación, en buena medida derivada de la anterior y que
también constituía en ese momento una ventaja selectiva, se relacionaba con
su aceptación también acrítica de la definición de los problemas a abordar
que proponían las entonces emergentes clasificaciones de consenso como el
DSM.
PRÓLOGO
15
Por último, el éxito alcanzado en la demostración de la eficacia para los
fines propuestos pareció hacer innecesario profundizar la vinculación con los
importantísimos desarrollos que la psicología cognitiva estaba desarrollando
en los medios académicos y los terapeutas cognitivos desarrollaron su labor
en muy buena medida ignorando estos, perdiendo, así la posibilidad de
enriquecerse con ellos y sustentándose en conceptos que, en aras de la
claridad, habían perdido su capacidad de dar cuenta de realidades complejas.
El riesgo que, desde nuestra perspectiva, presentaba el, por otra parte
interesantísimo intento, era el de dar lugar, otra vez en la historia de la
psicoterapia, a una nueva doctrina cerrada alrededor de la que organizar
nuevas actitudes sectarias que, entre otras cosas, pretendieran hacer tabla rasa
de la sabiduría acumulada en un siglo de prácticas psicoterapéuticas.
Los años que siguieron a estas propuestas dieron lugar a un amplio
abanico de lecturas de las mismas en las que algunos de los autores originales
jugaron un papel destacado y que este prólogo no es el lugar de analizar.
Cuando los firmantes de esta nota introductoria tuvimos que buscar
alguien que pudiera dar una visón del panorama resultante de este proceso de
transformación a los profesionales que pretendíamos formar como
psicoterapeutas en una perspectiva integradora, tuvimos la suerte de contar
con la buena disposición de Isabel Caro, con la que luego hemos mantenido
un fructífera colaboración.
Isabel Caro, profesora de la Universidad de Valencia, encarnaba, a
nuestro modo de ver, la superación de las limitaciones y evitación de los
riesgos a los que hacíamos referencia más arriba. Con un profundo
conocimiento de los avances de la psicología cognitiva, Isabel había sido
capaz de detectar, incorporar y hacer sus aportaciones a la migración desde el
neopositivismo originario a las posiciones epistemológicas que a ella le gusta
calificar de postmodernas y dan cabida a una nueva visón de la complejidad
con la que nos confronta la clínica (Y la vida). Sin olvidar por ello la
necesidad de demostrar la eficacia de lo que se hace en la clínica, ha sabido
zafarse del corsé de los sistemas diagnósticos y la ilusión de que existe una
intervención para cada categoría por ellos definida independientemente de
otras consideraciones sobre la persona que pide ayuda por ello y la que la
presta. Y, además, ha sabido convertir la teoría que sustenta su práctica en un
instrumento, no para excluir a quienes no la comparten en todos sus términos,
sino para integrar aportaciones de quienes, compartiendo objetivos, parten de
posiciones o sustentan hipótesis diferentes en algunos aspectos, en un
instrumento, en definitiva, integrador.
Esta concepción impregna todo el texto que el lector tiene entre manos,
tanto la introducción sobre el modelo y los conceptos generales como los
capítulos sobre las propuestas específicas (incluida, por supuesto, la suya
propia). Responde, además la calificación que propone el título de teórico-
práctico incluyendo material clínico, ejercicios prácticos y la posibilidad de
una autoevaluación
Ser claro y accesible no implica necesariamente ser simplificador ni
pretender ocultar la complejidad de los problemas abordados. Como ser
riguroso no implica necesariamente ser abstruso y poco práctico.Creemos
que este libro demuestra una cosa y otra.
Alberto Fernández Liria Beatriz Rodríguez Vega
Introducción
En este texto se recogen algunos de los principales modelos cognitivos en
la actualidad, desde los más clásicos como el de Beck o de Ellis a otros más
actuales que suponen una evolución de los modelos clásicos, como el de
Young, o la aparición de nuevos modelos cognitivos como el de Wessler, o la
terapia lingüística de evaluación. Indudablemente, el texto no puede ser
exhaustivo pues en el no aparecen otros modelos cognitivos, como los
modelos de tipo construccionista. No obstante, los modelos que aquí se
exponen permitirán al lector hacerse una idea bastante adecuada del estado
actual de las psicoterapias cognitivas, en cuanto a cuáles son sus principales
supuestos teóricos, líneas y recomendaciones de actuación, así como las
técnicas principales. Este texto, pues, se preocupa de ofrecer una exposición
teórica y aplicada que sitúe al lector y favorezca la aplicación de diversos
modelos cognitivos, desde los más clásicos enfocados al tratamiento de la
depresión y la ansiedad a los más actuales centrados en trastornos de
personalidad.
Lo que ya parece innecesario es la justificación del modelo cognitivo. El
modelo cognitivo está plenamente asentado en el campo actual. Para exponer
este asentamiento planteamos los orígenes y la evolución del modelo
cognitivo en el primer capítulo (“Introducción al modelo cognitivo en
psicoterapia”), señalando sus antecedentes más claros junto a la evolución
socio-cultural que han tenido las terapias cognitivas hasta la actualidad. El
campo es ciertamente plural, aunque con algunos elementos básicos y
determinantes que cualquier modelo cognitivo va a asumir. No obstante, el
modelo cognitivo (como cualquier otro modelo terapéutico) tiene problemas
e insuficiencias, problemas que se señalan al final de este primer capítulo.
Otro rasgo básico de los modelos cognitivos es su estructuración. A dicha
cuestión se dedica el capítulo 2 (“El proceso terapéutico en el modelo
cognitivo”). Uno de los aspectos más destacados del enfoque cognitivo es la
necesidad de que los terapeutas sean capaces de realizar una
conceptualización y formulación cognitiva de cada caso clínico. Esto reduce
el número de sesiones, facilita la alianza terapéutica y nos asegura un mejor
diseño del tratamiento, con lo que estamos contribuyendo a la eficacia del
procedimiento en cada caso clínico. Es decir, que cada paciente reciba lo que
necesita y más puede beneficiarlo. Los capítulos 3, 4, 5, 6, 7, y 8 se dedican a
los siguientes modelos:
3. La terapia racional emotivo conductual de A. Ellis.
4. La terapia cognitiva de A. Beck.
5. El modelo de solución de problemas de A. Nezu.
6. La terapia lingüística de evaluación de I. Caro.
7. La terapia de valoración cognitiva de R. Wessler.
8. La terapia centrada en esquemas de J. Young.
Cada uno de estos capítulos comienza exponiendo los principales
conceptos del modelo, sus fases de tratamiento, y sus técnicas más
destacadas. La meta básica consiste en que el lector conozca los conceptos
alrededor de los cuales se articulan los diversos procedimientos clínicos
cognitivos.
Los principales modelos cognitivos se definen, no por las técnicas que
han desarrollado, sino por su particular conceptualización de los problemas
emocionales. Así, el modelo de Ellis gira alrededor del concepto de
pensamiento irracional (capítulo 3), el de Beck gira en torno al concepto de
esquema (capítulo 4), el de Nezu sobre su formulación de la solución de
problemas (capítulo 5), el de Caro sobre la orientación
INTRODUCCIÓN
19
hacia el lenguaje (capítulo 6), el de Wessler alrededor del concepto de
afecto personotípico (capítulo 7), y finalmente, el de Young, lo hace
alrededor del concepto de esquema disfuncional temprano (capítulo 8).
En los apartados dedicados a las técnicas de cada capítulo se presentan
aquellas principales que, además, se pueden generalizar o emplear en los
otros modelos. Se expone el fundamento de las técnicas, así como su
finalidad principal y sus elementos más destacados. Nos aparecen, pues,
técnicas enfocadas al tratamiento de la depresión o la ansiedad, como el
diálogo socrático y los debates filosóficos, la comprobación de hipótesis o el
análisis de la lógica incorrecta. O técnicas lingüísticas como los órdenes de
abstracción y los dispositivos extensionales. Igualmente, las formulaciones de
Nezu sobre la solución de problemas se pueden aplicar para el tratamiento de
la depresión y la ansiedad, aunque han sido empleadas, también, para ayudar
a los cuidadores de enfermos crónicos o en la toma de decisiones clínicas.
Modelos como el de Young o el de Wessler introducen o utilizan técnicas
nuevas, en una formulación más ecléctica. Las terapias cognitivas se ven
mejoradas, pues, por la aportación de técnicas experienciales, conductuales, o
de técnicas para manejar o disminuir la vergüenza.
Al final de cada capítulo se plantean una serie de ejercicios prácticos que
el lector puede confeccionar para afianzar los conceptos de cada modelo,
guiándose por lo expuesto en cada capítulo. Igualmente, tras cada capítulo
aparecen 20 preguntas sencillas, tipo test (con sus soluciones
correspondientes al final del texto), como una forma de ayudar al lector a fijar
los principales elementos de cada modelo. A ello contribuye, también, el
diccionario de algunos de los términos principales utilizados a lo largo del
texto y que se ofrece, igualmente, al final del texto.
Finalmente, se presentan dos casos clínicos tratados con la terapia
lingüística de evaluación, pero que pueden ser enfocados con los otros
modelos de este texto. De manera que al final de cada caso clínico aparece un
esquema de formulación del caso que el lector puede seguir para poder hacer
un diseño de tratamiento adecuado. Si se ofrecen las “guías” y no la
“solución” es porque creemos que no hay dos casos clínicos iguales.
Pretender seguir el mito de la uniformidad (Kiesler, 1966) en terapia es
totalmente equivocado. No hay dos procedimientos terapéuticos iguales, ni
dos terapeutas o dos pacientes que funcionen igual. El desarrollo de cada caso
clínico se plantea como un ejercicio y nunca como un formato fijo a seguir.
Espero con esta introducción haber situado al lector con lo que se va a
encontrar en los capítulos de este texto teórico-práctico. Los libros suelen ir
dedicados a alguien. En este caso, mis pacientes me han enseñado más de lo
que está en los libros, permitiendo que me sienta cómoda con el modelo
cognitivo y contribuya a su divulgación. A ellos está dedicado este texto.
Isabel Caro Gabalda
1 
Introducción al modelo cognitivo en psicoterapia
1. Contexto socio-cultural del modelo cognitivo
La primera cuestión que debemos plantear es que cada modelo
psicoterapéutico representa y refleja el “espíritu de la época” en la que surgió.
Nuestros sistemas de creencias están constituidos socialmente y en este
sentido no podemos escapar al influjo del particular momento histórico que
nos ha tocado vivir. Además, si hacemos válida esta hipótesis podremos
analizar el devenir y la evolución de un modelo psicoterapéutico concreto y
conectar estos cambios con cambios en los sistemas de creencias sobre el ser
humano, la salud, la enfermedad, y la forma de abordar su tratamiento.
Podemos situar, claramente, al modelo cognitivo dentro de un contexto
socio-cultural que pretendía hacer válido el proyecto modernista. Las terapias
cognitivas, al igual, que los principales modelos terapéuticos, como el
psicoanálisis y la terapia de conducta surgen en el marco de una
epistemología de corte modernista (E. Ibáñez, 1993) que podemos relacionar
con las siguientes características (T. Ibáñez, 1992; Weimer, 1979):
1. Asumir el mito del conocimiento válido como aquel que representa
correcta y fiablemente la realidad.
2. Asumir el mito de que existen objetos, constituyentes del mundo.
3. El mito de la realidad como una entidad independiente de nosotros.
4. El mito de la verdad como criterio decisorio.Todo ello tiene su
representación más notable en un último aspecto,
5. La defensa de una epistemología justificacionista que hace inseparables
verdad de conocimiento.
Es decir, lo que se plantea desde esta perspectiva es que los seres
humanos somos seres racionales que podemos procesar adecuadamente los
“datos” (la información) que recibimos del mundo exterior que aparece “al
margen” de nosotros y a la cual accedemos cuando ponemos en marcha
nuestros procesos de conocimiento. Como un sujeto racional, el ser humano
tiene la capacidad de conocer de forma precisa, ajustada y correcta, es decir,
de representar adecuadamente, el mundo de los hechos. De manera que este
tipo de conocimiento será válido y verdadero cuando represente
adecuadamente a la realidad.
Todo el proceso terapéutico de las terapias cognitivas más clásicas, como
Beck o Ellis está basado sobre esta idea. Esto es, los pacientes ponen en
marcha procesos erróneos, distorsionados, de pensamiento, que los llevan a
un conocimiento no válido (en forma de pensamientos automáticos negativos
disfuncionales). Terapeuta y paciente trabajan activamente para encontrar
dichas representaciones equivocadas de la realidad de manera que con las
técnicas terapéuticas el paciente logre hacer pensamientos mejores/más
válidos, más ajustados a la realidad, mejorando sus procesos de
conocimiento.
Esta epistemología modernista se ha visto contrapuesta por otra de tipo
postmoderno, aunque el tema modernidad vs. postmodernidad no deja de
estar zanjado en diversos círculos y, por tanto, tampoco en psicoterapia. No
obstante, si introducimos esta idea es porque nos va a servir para entender el
surgimiento de las terapias cognitivas, sus principales características, así
como su evolución o los motivos y el contexto cultural de dicha evolución
hacia la postmodernidad. En este sentido, algunos capítulos de este volumen,
como el de Beck, serían un buen ejemplo de un modelo cognitivo de tipo
modernista, mientras que otros, protagonistas de la evolución de las terapias
cognitivas, serían un ejemplo de cambios en el propio modelo cognitivo que
suponen formas diferentes de entender al ser humano, sus problemas y su
tratamiento. Dicha evolución hacia otros modelos también se puede explicar
por cambios socio-culturales que afectan a la psicoterapia como disciplina
científica. Es decir, esta distinción modernidad vs. postmodernidad nos va a
permitir entender la evolución y las fases de la terapia cognitiva como luego
plantearemos.
2. Sobre definiciones
Una cuestión importante que cabe resaltar es la dificultad de ofrecer una
definición “perfecta” del modelo cognitivo, sobre todo por las distintas
maneras que existen de entender la terapia cognitiva, pero no hay duda que el
modelo cognitivo se puede distinguir y diferenciar de los otros modelos y así
ha sido desde su origen. Por ejemplo, Arnkoff y Glass (1982) plantearon 5
aspectos básicos que debía cumplir una buena teoría cognitiva. Estos son:
1. Una teoría adecuada debe prestar más atención a cómo funcionan los
fenómenos cognitivos que a su contenido en sí.
2. Debe explicar la relación entre cogniciones y otros aspectos del
funcionamiento humano. Es decir, una buena teoría sobre las estructuras y los
procesos clínico-cognitivos, debe preocuparse por las relaciones que hay y la
integración que podemos establecer entre conductas observables,
pensamientos y afecto reconocidos, y procesos cognitivos y afecto inferidos.
3. Cualquier teoría debe preocuparse de los vínculos entre cognición y afecto.
4. Una teoría adecuada de los fenómenos cognitivos-clínicos debe explicar el
cambio (mejora o empeoramiento) en estos fenómenos.
5. Sobre la base de la necesidad de explicar este proceso de cambio, una
teoría clínica adecuada debe centrarse en los procedimientos para producir un
cambio.
Podemos asumir que las terapias cognitivas principales se preocupan de la
mayoría de estos aspectos, aunque la respuesta dada a cada uno de estos
aspectos es variable y no está exenta de polémica. Polémicas que por otra
parte han estado dentro del modelo cognitivo desde sus inicios (véase
apartados siguientes). Volveremos sobre todo ello en el apartado dedicado a
las críticas al modelo cognitivo. A pesar de las polémicas, podríamos asumir
que en la actualidad, la terapia cognitiva se caracterizaría por los siguientes
rasgos:
1. Diversidad.
2. Variedad y amplio rango de aplicación.
3. Eficacia.
De manera que siempre que se hagan afirmaciones sobre la terapia
cognitiva, la primera pregunta que debemos hacer es “¿desde qué perspectiva
o desde qué modelo, se está hablando?”. Aunque indudablemente existen
aspectos comunes, algunos no son ya tan comunes. O mejor dicho, rasgos de
los nuevos modelos cognitivos suponen un cierto alejamiento frente a los
primeros modelos. Por ejemplo, modelos como el de Young o el de Wessler,
que aparecen en este texto, emplean el papel de los factores “históricos” para
la comprensión de los problemas de los pacientes, lo cual los separa de los
modelos cognitivos más clásicos (por ejemplo, Beck o Ellis) que son modelos
claramente ahistóricos.
Nuestra intención es, pues, con este primer capítulo, describir el estado
actual de la terapia cognitiva, sobre todo a niveles de conceptualización y
principios teóricos, como una forma de garantizar la comprensión y el
encuadre del modelo cognitivo, como tal, y de los principales modelos
cognitivos que forman parte de este volumen. Dicho encuadre nos permitirá
también juzgar el modelo cognitivo, como haremos al final de este capítulo.
A lo largo de este capítulo se ofrecerán diversas definiciones, algunas
específicas de los diversos enfoques cognitivos y alguna otra más general o
“integradora”. Por el momento podemos asumir que cuando estamos
hablando de terapia cognitiva debemos partir de los siguientes supuestos:
1. Ser = conocer.
2. Los problemas de los seres humanos se entienden como problemas de
conocimiento y significado.
3. Los terapeutas cognitivos trabajan con los supuestos, premisas y
actitudes de los seres humanos y con la repercusión de este “mundo
cognitivo” en nuestro bienestar.
4. Las terapias cognitivas darán diversas respuestas al problema del
significado y a los mecanismos necesarios de cambio. Por ejemplo, y de
forma muy esquemática, mientras que para unos (por ejemplo, Ellis) la meta
está en desarrollar una filosofía más racional de vida, para otros (por ejemplo,
Beck) la meta estará en cambiar el procesamiento distorsionado de la
información. Finalmente, para modelos constructivistas (como el de
Guidano) la meta está en producir un cambio en la dinámica del sí mismo.
3. Origen de las terapias cognitivas
Los principales modelos que señalan el inicio de las terapias cognitivas
son la terapia racional emotivo conductual de A. Ellis y la terapia cognitiva
de A. Beck. Ambos modelos tienen, lógicamente, su historia aunque
comparten algunos antecedentes comunes. Tanto un autor como el otro parten
de un marco psicodinámico. Ambos, Beck y Ellis, aunque con metas
diferentes, se plantearon sus respectivos modelos cognitivos como un intento
de superación del psicoanálisis. Sería esta la primera cuestión que deberíamos
tener en cuenta.
3.1. Origen de los principales modelos cognitivos
Trazar el origen de todos los modelos cognitivos, sobre todo, de aquellos
que forman este volumen sería una cuestión demasiada extensa para este
primer capítulo. Por ello y para ejemplificar de forma más concreta esta breve
incursión histórica, nos centraremos, exclusivamente, en los modelos de Ellis
y Beck, sin ninguna duda, dos de los modelos más influyentes y que más han
contribuido a la divulgación y aplicación del modelo cognitivo.
Según Beck y Weishaar (1989) serían tres las fuentes principales desde
las que podemos trazar el origen del modelo cognitivo. Por una parte,
tenemos el enfoque “fenomenológico” en un sentido general y donde estos
autores destacan la filosofía estoica para la cual el punto de vista que
mantenemos sobre el sí mismo y el mundo determina nuestra conducta.La famosa frase de Epicteto, en el Enquiridion, describe en gran medida
el espíritu cognitivo de estos autores, así como la apuesta que el modelo
cognitivo hace sobre el origen y tratamiento de los problemas “emocionales”.
Dijo Epicteto:
“Los hombres no se trastornan por las cosas que pasan, sino por las
opiniones sobre las cosas: por ejemplo, la muerte no es terrible, porque si lo
fuera, le hubiera parecido así a Sócrates, ya que la opinión sobre la muerte,
‘que es terrible’, es lo terrible. Cuando nos vemos molestados o
trastornados, o apenados, no debemos culpar a los otros sino a nosotros
mismos, es decir, a nuestras opiniones. Es el acto de un hombre mal
instruido culpar a los otros por sus propias condiciones adversas; es el acto
de un hombre que está empezando a ser instruido, culparse a él mismo; y el
acto de uno cuya instrucción ha terminado, no culpar al otro, ni a él mismo”
(citado en Meichenbaum, 1977, pp. 183-184).
Este punto de vista, según Beck y Weishaar (1989), aparece en Kant con
su énfasis en la experiencia subjetiva consciente y en trabajos más actuales
como los de Adler, Horney o Sullivan.
La segunda influencia radica en la teoría estructural y en la psicología
profunda, por ejemplo, a través de la conceptualización freudiana de la
organización jerárquica de la cognición en procesos primarios y secundarios.
La tercera influencia se encuentra en la psicología cognitiva, como el
trabajo de Kelly (1955) sobre “constructos personales” o el de Richard
Lazarus sobre la primacía dada al papel de la cognición en el cambio
emocional y conductual (Beck & Weishaar, op. cit.).
Revisando diversos trabajos (Beck y cols., 1979; Dryden y Ellis, 1988;
Ellis, 1962) vemos que ambos modelos comparten un origen común en
antecedentes como los de la filosofía estoica (por ejemplo, Epicteto) o en
autores como Kant, Horney, o Adler. Ellis, por su parte, se ve influido, ante
todo, por el existencialismo, filósofos como Russell o Popper, la obra de
Korzybski (véase capítulo 6 de este texto; Ellis, 2002), o autores
conductuales como Watson, Pavlov o Skinner.
Ellis hace en 1989 un detallado recorrido por sus principales influencias,
desde la mencionada filosofía estoica o la filosofía oriental, hasta la filosofía
existencial (Kierkegaard, Heidegger), e incluso fundamenta, en buena parte
de sus trabajos, su modelo en la superación de sus propios problemas
personales (por ejemplo, véase Ellis, 1997a).
En nuestra opinión lo que parece más cierto es que, al margen de
cuestiones filosóficas, la terapia cognitiva se desarrolló desde el psicoanálisis
y desde la terapia de conducta, utilizando elementos de ellas o criticándolas.
Así se pronuncia Freeman (1983) que plantea que los primeros terapeutas
cognitivos tomaron del modelo conductual su interés por el método
científico, el foco en el cambio conductual y diversas técnicas conductuales.
Por otra parte, tomaron del modelo psicodinámico la importancia de
comprender el proceso y el diálogo interno. En la misma línea Dobson,
Backs-Dermott y Dozois (2000) señalan esta doble vía de influencia pero
para resaltar la insatisfacción por parte de los primeros proponentes de la
psicoterapia cognitiva, o bien con el modelo conductual, o bien con el
modelo psicodinámico.
En el cuadro 1 tenemos los momentos clave que marcaron el inicio y
evolución de estos modelos. Dos aspectos cabe destacar: referirnos, de nuevo,
al origen psicodinámico de ambos, y a dos “estilos” diferentes en sus
intereses: el interés por la investigación, junto a la aplicación y desarrollo del
modelo en el caso de Beck, y un interés más centrado en el desarrollo y la
aplicación, y no en la fundamentación empírica por parte de Ellis.
Además del influjo de estos dos autores, la aparición y consolidación del
modelo cognitivo se vio favorecida por el “espíritu cognitivo de la época”
(véase al respecto, Leahy, 1996) y por el trabajo, desde dentro del modelo
conductual (modelo hacia el que se volvió sobre todo Beck, en relación a su
interés por validar su terapia cognitiva) de autores que pretendían cubrir las
insuficiencias del modelo conductual, como por ejemplo, Bandura,
Meichenbaum, Mahoney o Goldfried. En relación a ello, hay una cuestión
importante que cabe resaltar para terminar esta breve revisión histórica y que
tiene que ver con ese “espíritu cognitivo de la época”.
Cuadro 1. Algunos de los primeros trabajos y evolución de los modelos
de Ellis y Beck
 
ELLIS BECK
* 1943-1953: trabajo como 
psicoterapeuta familiar y de 
problemas sexuales dentro del paradigma psicoanalítico.
* 1955: primeras formulaciones de la terapia
* 1956: conferencia ante la APA en Chicago con la primera presentación de
su Terapia Racional.
* 1958: publicación de la conferencia de 1956 (APA) en el artículo,
“Rational Psychotherapy”, Journal of General Psychology, 59, 35-49.
* 1961: cambio de Terapia Racional por Terapia Racional Emotiva.
* 1962: publicación de su primer libro “Razón y emoción en psicoterapia”
* 1993: denominación de Terapia Racional Emotivo Conductual.
* Finales de los 50: primeros estudios sobre la validez de la teoría
psicoanalítica de la depresión.
* 1961: Primera introducción del Inventario de depresión de Beck.
* 1963: publicación de su primer trabajo sobre cognición y depresión,
“Thinking and depression: I.
Idiosyncratic content and cognitive distortions”, Archives of General
Psychiatry, 9, 324-333.
* 1964: publicación del artículo, continuación del de 1963 titulado,
“Thinking and depression: II. Theory and therapy”, Archives of General
Psychiatry, 10, 561-571.
* Años 70: estudio a largo plazo del suicidio y primera formulación del
concepto de “desesperanza”.
* 1971: primera edición revisada del BDI.
* 1976: publicación de su primer manual: Cognitive therapy and emotional
disorders.
* 1978: edición patentada del BDI.
3.2. Relaciones entre la psicoterapia cognitiva y la psicología cognitiva
Las relaciones entre terapia cognitiva y psicología cognitiva son escasas,
a pesar de notables esfuerzos por dotar de una base cognitiva, experimental, a
la terapia cognitiva (por ejemplo, Clark, Beck y Alford, 1999).
Es cierto, tal y como Mahoney (1991) ha señalado, que la revolución
cognitiva que representó el esfuerzo combinado de lingüistas, científicos
informáticos, filósofos, neurocientíficos, etc. tuvo que ver y contribuyó a que
en la Academia se hablara, extensamente, de lo “cognitivo”.
Sin embargo, a pesar de la variedad de enfoques disponibles, es difícil
conectar la clínica cognitiva con la psicología cognitiva en toda su extensión.
Salvo algunos intentos de reanalizar la psicopatología general de tipo
Jasperiano (Ibáñez, 1982; Belloch e Ibáñez, 1988), o los trabajos de Colby,
en la década de los 70, en lo que parece ser el primer programa de ordenador
de tratamiento cognitivo de la paranoia (Colby, 1979), poco de la psicología
cognitiva, aparece en la terapia cognitiva. Es cierto, que los terapeutas
cognitivos, sobre todo Beck, asumen la terminología del procesamiento de la
información, como por ejemplo el concepto de esquema, sesgos cognitivos,
etc., pero lo hacen más desde una vertiente “light”, que desde un profundo
asentamiento teórico. De hecho, muy poco de lo cognitivo aparece en Beck, y
desde luego en Ellis. Ambos autores han recibido incluso críticas por su
manejo de algunos conceptos. Por ejemplo, Teasdale (1983) comenta en
relación al concepto de esquema, tal y como lo entiende Beck, que no queda
claro a qué se refiere, ni cómo se activa. Teasdale señala que el concepto de
esquema tiene múltiples acepciones. Por ejemplo, parece que los esquemas
pueden funcionar como “templates” (o “patrones”), ser activados por hechos
ambientales, o por la misma depresión, pueden entenderse como estructuras
cognitivas latentes, representar una característica estable de personalidad, etc.
Lo cognitivo, en el sentido que aquí proponemos, aparece en Beck y Ellis
de forma terminológica, pero no guía el trabajo terapéutico; en estas terapias
existe una brecha entre la teoría y la práctica. Sinembargo, en la actualidad, y
no en el momento de su surgimiento, existen importantes intentos por dotar
de una base teórica cognitiva a la terapia cognitiva (por ejemplo, Segal,
1988). El intento más reciente y paradigmático es el texto de Beck, Clark y
Alford (1999) en donde se ponen a prueba, experimental y clínicamente, las
hipótesis descriptivas o sobre la vulnerabilidad cognitiva en los pacientes
depresivos. La evidencia (sobre todo clínica) por ellos recogida no deja de
arrojar serias dudas sobre la mayoría de estas hipótesis y por tanto, sobre las
posibilidades, por el momento, de dotar de base experimental cognitiva a la
terapia cognitiva.
Si en poco podemos relacionar a la terapia cognitiva con la psicología
cognitiva, y revisamos las fechas ya mencionadas en el cuadro 1, lo que
podemos asumir es que las terapias cognitivas, parecen ser una evolución,
lógica podríamos decir, para dar cabida a procesos humanos que no entraban
en algunos modelos imperantes de la época (el conductismo, por ejemplo), o
para dotar de validez a otros (por ejemplo, el psicoanálisis, ya que no
olvidemos que los primeros trabajos de Beck iban en esa línea). En nuestra
opinión, lo que ocurrió fue que la terapia cognitiva, dada su intención
experimentalista y justificacionista, encontró en el paradigma cognitivo de
hace 30 años una propuesta metodológica que convenía a sus propósitos para
la terapia, es decir, encontró un marco empirista, justificacionista y de
búsqueda del ideal nomotético (Lachman y Lachman, 1986). Marco que,
además, compartía con la terapia de conducta.
Es decir, cuando surgió la terapia cognitiva, esta quiso plantearse como
un modelo científicamente sólido y establecido para lo cual debía emplear o
seguir los paradigmas científicos imperantes en el momento de su
surgimiento y que, en cierta medida, facilitaban y contribuían, por su
contenido, a sus propósitos iniciales, esto es a su intento de explicar cómo los
procesos de conocimiento humano incidían en la psicopatología humana.
4. Principales modelos cognitivos
Son numerosos los trabajos en donde se clasifica o se hace un listado de
los principales modelos cognitivos y en ellos se aprecian puntos comunes y
puntos divergentes. Los listados y clasificaciones siguientes se ofrecen para
ejemplificar lo complejo de este tema clasificatorio y para dar un contexto
teórico a nuestra triple clasificación.
Una de las primeras clasificaciones se la debemos a Mahoney y Arnkoff
(1978) que establecieron tres tipos principales: los modelos de
reestructuración cognitiva, los modelos de habilidades de afrontamiento y,
finalmente, las terapias de solución de problemas. Esta clasificación se ha ido
ampliando con el tiempo y en función de la evolución del modelo cognitivo.
Por ejemplo, para Dobson y Block (1988) dispondríamos de cuatro tipos
básicos de hacer terapia cognitiva: 1) las habilidades de afrontamiento, donde
se incluiría, por ejemplo, el entrenamiento en inoculación de estrés de
Meichenbaum; 2) los enfoques de solución de problemas, donde se incluiría,
por ejemplo, la terapia de Nezu y colaboradores (véase, capítulo 5); 3) los
modelos de reestructuración cognitiva, por ejemplo, los de Ellis (véase,
capítulo 3) y donde Dobson y Block (op. cit.) llegan a incluir a las terapias
cognitivas estructurales, por ejemplo, las primeras formulaciones de Guidano
y Liotti (1983). No obstante, y respecto a esta cuestión, en posteriores
revisiones (véase Dobson, BacksDermott y Dozois, 2000; Dobson y Dozois,
2001) ya señalan las diferencias entre enfoques como el de Beck, por ejemplo
y los modelos constructivistas. Lo importante en este apartado es señalar que
el grupo de Dobson sigue manteniendo dicha clasificación, aunque en su
opinión desarrollos recientes en terapia cognitiva se centran menos en los
enfoques de habilidades de afrontamiento y más en los de solución de
problemas o de reestructuración cognitiva (Dobson y cols., 2000). En su
reciente revisión, Dobson y Dozois (2001) ofrecen nombres concretos y tan
dispares de las principales terapias cognitivas, como:
1. La terapia racional emotivo conductual de A. Ellis.
2. La terapia cognitiva de A. Beck.
3. El entrenamiento autoinstruccional de D. Meichenbaum.
4. La reestructuración racional sistemática de M. Goldfried.
5. El entrenamiento en el manejo de la ansiedad de R. Suinn y F. Richardson.
6. El entrenamiento en inoculación de estrés de D. Meichenbaum.
7. La terapia de solución de problemas de T. D’Zurilla, M. Goldfried y A.
Nezu.
8. La terapia de autocontrol de L. Rehm.
9. Los modelos estructurales/constructivistas, por ejemplo, de V. Guidano y
G. Liotti.
Por otro lado, y para Gonçalves (1993), habría cinco paradigmas principales:
1) condicionamiento encubierto; 2) autocontrol; 3) habilidades de
afrontamiento; 4) reestructuración cognitiva y 5) el paradigma
constructivista-evolutivo.
En nuestra opinión (véase Caro, 1995a, 1997a, 2003a) los principales
modelos cognitivos quedan perfectamente recogidos en tres bloques, que a
niveles epistemológicos se reducirían a dos (como luego veremos) y que son:
1. Modelos de reestructuración cognitiva: que incluirían, entre otras, las
terapias de Beck y de Ellis.
2. Modelos cognitivo-comportamentales: que incluirían, entre otras, por
ejemplo el entrenamiento en inoculación de estrés de Meichenbaum, o la
terapia de solución de problemas de Nezu y colaboradores.
3. Modelos construccionistas/constructivistas: que incluirían por ejemplo, la
psicoterapia cognitivo-narrativa de Gonçalves (1994; 1997) o la terapia
cognitiva postracionalista de Guidano (1991, 1997).
Esta clasificación se basa, por tanto, por una parte en su cercanía con
otras. Es decir, parece haber una cierta igualdad en considerar a los modelos
de reestructuración y a los constructivistas como “tipos básicos” dentro del
modelo cognitivo. Por otro lado, no podemos ni debemos dejar de resaltar los
desarrollos que muchos autores conductuales nos ofrecieron y que dio como
resultado el modelo cognitivo-comportamental, dentro del modelo cognitivo.
Nos hemos referido en otro lugar (Caro, 2003b) al problema del etiquetado
del modelo cognitivo y a él referimos al lector. No obstante, y para resumir
esta cuestión que luego se expondrá más extensamente, creemos que
podemos asumir que la “etiqueta” que mejor recoge el espíritu del modelo
cognitivo, como paradigma, es la de “modelo cognitivo” y que dentro de ella
se puede practicar la terapia cognitiva de diversos modos y maneras.
Finalmente, avala esta clasificación el supuesto de que detrás de cada
modelo, dentro del paradigma cognitivo, existirían tres metáforas bien
diferentes (Meichenbaum, 1995). En ello y en sus definiciones entramos a
continuación.
4.1. Los principales modelos cognitivos: definición
Las terapias de reestructuración cognitiva se desarrollaron por teóricos
con entrenamiento psicodinámico, y ante todo destacaban el papel del
significado. Se caracterizan por defender que lo que una persona piensa (o
dice) no es tan importante como lo que cree. Su tarea consiste en desarrollar
estrategias para examinar la racionalidad o validez de las creencias
disponibles (Hollon y Beck, 1994).
El trabajo estándar en terapia cognitiva descrito por Rush, Beck, Kovacs
y Hollon (1977) y sintetizado por Clark (1995) entiende a la terapia cognitiva
como siendo “una psicoterapia estructurada, con limite de tiempo orientada
hacia el problema y dirigida a modificar las actividades defectuosas del
procesamiento de la información evidentes en trastornos psicológicos como
la depresión. Ya que la terapia cognitiva considera a un grupo hiperactivo de
conceptos desadaptativos como siendo la característica central de los
trastornos psicológicos, entonces, corregir y abandonar estos conceptos
mejora la sintomatología. El terapeuta y el paciente colaboran para identificar
las cogniciones distorsionadas, derivadas de los supuestos o las creencias
desadaptativas. Estas cogniciones y creencias están sujetas al análisis lógico
y la comprobación empírica de hipótesis lo queconduce a los individuos a
ajustar su pensamiento con la realidad” (p. 155).
Es decir, la meta de la terapia cognitiva está en corregir el procesamiento
distorsionado de la información, así como las creencias y supuestos
desadaptativos que mantienen nuestras conductas y emociones (Beck y
Weishaar, 1989).
Estas terapias utilizan como marco conceptual explicativo la metáfora del
procesamiento de la información (Meichenbaum, 1995).
Por su parte, las terapias cognitivo-comportamentales, desarrolladas por
teóricos con entrenamiento conductual, conceptualizan el pensamiento de
forma más concreta, es decir, como un conjunto de autoenunciados
encubiertos (conductas privadas) que puede verse influido por las mismas
leyes del condicionamiento que influyen en otras conductas manifiestas. Su
tarea consiste en desarrollar estrategias para enseñar habilidades cognitivas
específicas (Hollon y Beck, 1994). 
Siguiendo el trabajo de Meichenbaum (1995) asociaríamos dicho modelo con
la metáfora del condicionamiento.
Entrarían dentro de esta clasificación modelos como el entrenamiento en
inoculación de estrés de Meichenbaum (1977; Ruíz, 1997) o la solución de
problemas de D’Zurilla y Goldfried (1971), más desarrollada en la actualidad
a través de los trabajos de Nezu y su grupo (Nezu y cols., 1997a). Para Vallis
(1991) estas terapias serían tipos de modelos cognitivos que se han
desarrollado a partir de la terapia de conducta y que, por tanto, comparten con
ella características tales como la elevada estructuración, y la de ser modelos
de naturaleza didáctica y educativa.
Existe, pues, una gran cercanía entre estos dos modelos. La terapia de
conducta y la terapia cognitiva comparten, pues, las siguientes características
(en Arnkoff y Glass, 1992): 1) Una relación de colaboración entre terapeuta y
cliente. 2) El supuesto de que los trastornos emocionales y la conducta son,
en parte, una función de los trastornos en los procesos cognitivos. 3) El foco
está en cambiar cogniciones para producir los cambios deseados en el afecto
y la conducta. 4) Son formas de tratamiento, generalmente, de tiempo
limitado y educativas que se centran en problemas-meta específicos.
Aunque volveremos sobre la cuestión del etiquetado del modelo cognitivo
por considerarla muy importante en este capítulo de revisión del estado actual
del modelo, debemos recalcar las diferencias entre un modelo de
reestructuración y otro de tipo cognitivo-comportamental. Newell y Dryden
(1991) se pronuncian claramente diferenciándolos. Mientras que los primeros
destacan ante todo el papel de la cognición, los segundos destacan el papel de
otros sistemas de respuesta (como el fisiológico, por ejemplo) y la interacción
recíproca entre estos sistemas de respuesta y el ambiente, utilizando
fundamentalmente el principio del “determinismo recíproco” de Bandura
(1978). Las metas de la terapia cognitivo-comportamental están unidas a este
importante concepto y suponen que el cliente se de cuenta de la interacción
entre las cogniciones disfuncionales y las conductas (y la posibilidad de
cambiar esta interacción) a través de una combinación de intervenciones
cognitivas, conductuales y fisiológicas.
Hay diferencias entre esta forma de entender lo cognitivo en estos enfoques y
el enfoque construccionista, que correspondería a una tercera metáfora la de
la narrativa constructiva (Meichenbaum, 1995).
La relativamente corta historia del construccionismo y su “afán por el
descubrimiento” hace que su definición sea más complicada. Como señala
Anderson (citado en Neimeyer, 1993, p. 137) “la terapia constructivista no es
tanto una técnica como un contexto filosófico dentro del cual se hace terapia,
y es más el producto de un zeigeist que el parto del ingenio de un único
teórico...”.
El constructivismo acoge a una familia de teorías o terapias que destacan, los
siguientes principios (Guidano, 1991; Mahoney, 1991, 1995; Neimeyer,
1993, 1995):
1. Los seres humanos son participantes proactivos (y no pasivos de forma
reactiva) en su propia experiencia –es decir, en toda su percepción, memoria
y conocimiento. El conocimiento humano es interpersonal, evolutivo y
proactivo. Es decir, los seres humanos no reaccionamos, de forma pasiva, a
los estímulos que nos llegan de fuera, no somos una máquina que procesa
datos, sino participantes activos que nos “anticipamos” a dichos “datos”,
desarrollando “planes” (y no “mapas” de los eventos) para organizar nuestra
actividad.
2. La casi totalidad de procesos de orden que organizan la vida humana
opera a niveles tácitos de conciencia. Es decir, el constructivismo recupera el
papel de procesos no conscientes, tácitos, (por ejemplo, a través del núcleo
metafísico central) que están fuera de la conciencia, que dirigen, pero no
marcan, el contenido de la experiencia consciente.
3. La experiencia humana y el desarrollo psicológico personal reflejan la
operación continua de los procesos individualizados, autoorganizadores, que
tienden a favorecer el mantenimiento (sobre la modificación) de los patrones
experienciales. Los sistemas humanos son sistemas caracterizados por un
desarrollo autoorganizativo, que busca proteger y mantener la coherencia y la
integridad interna. El constructivismo da una gran importancia al sí mismo y
a todos los procesos que contribuyen a nuestra identidad personal. Lo que
plantean los autores constructivistas es la tendencia a mantener y preservar
nuestra identidad personal (auto-organización) de manera que cuando
tenemos experiencias que no podemos integrar en nuestro sí mismo, podemos
desarrollar problemas de tipo psicológico.
4. Estos modelos asumen parte de los presupuestos del construccionismo
social y sobre todo aquel en el que se afirma la constitución social de los
sistemas de creencias y de lo que podemos llamar nuestras “realidades”. El
conocimiento no es un acto individual, sino consecuencia de un proceso de
negociación social. Partiendo de esto, se asume que diversas culturas,
subculturas, momentos históricos, etc., van a contribuir a esta constitución
social determinando todo nuestro sistema de creencias, valoraciones,
actitudes, etc. En este sentido, se emplaza al sí mismo en un contexto social.
Conocemos el mundo y a nosotros mismos en un marco de relaciones, en un
marco interpersonal, siempre en conexión con nuestra relación con los otros
(ver al respecto, Gergen, 1991).
5. Uno de los presupuestos básicos mantiene que no podemos afirmar la
validez del conocimiento, sino su viabilidad. Una construcción es viable en
función de las consecuencias que tiene para el individuo o el grupo que la
mantiene en un momento determinado, al igual que está en función de su
grado de coherencia respecto al sistema personal o social en el que se incluye.
El modelo construccionista critica la visión modernista sobre el conocimiento
humano (véase apartado 1). Puesto que no podemos hacer copias precisas y
exactas de la realidad, nuestro conocimiento no puede aspirar a ser válido.
Ahora bien, la alternativa constructivista no es la de plantear o buscar un
conocimiento no válido, lógicamente. En su lugar, optan por el concepto de
viabilidad que permite a un terapeuta entrar a discutir con su paciente sus
creencias y modificarlas, no en función de su ajuste objetivo al mundo de los
hechos, sino en función de sus consecuencias (si mantiene o rompe sus
procesos de significado, su visión de sí mismo, etc.) para el paciente.
5. Fases de evolución
 
Podemos establecer la evolución cognitiva en tres momentos principales que
explicaremos en función de una evolución socio-cultural.
 5.1. 1ª fase: La terapia cognitiva está en el aire (mediados de los años 50-
1980)
Esta fase comienza a mediados de los años 50 con los primeros trabajos
de Ellis y los primeros de Beck a comienzos de los 60, incluye el primer gran
estudio en eficacia del grupo de Beck (Rush, Beck, Kovacs y Hollon, 1977) y
termina, en nuestra opinión, con las primeras críticas hacia el modelo
cognitivo, desde dentro del modelo, como por ejemplo las de Mahoney
(1977a,b;1980). En el centro de estas críticas estaba el inicio de los modelos
constructivistas que criticaban a los que hoy podemos considerar “modelos
clásicos” como siendo modelos racionalistas que no tenían en cuenta
procesos importantes como el papel del afecto y la emoción, o procesos de
tipo no consciente o “inconsciente”. La polémica entre los modelos
racionalistas y los constructivistas, sin embargo, fue más relevante en la
segunda fase de evolución que en esta primera que acoge, básicamente,
aquellos trabajos que permitieron la aparición del modelo cognitivo, como los
ya citados de Beck y Ellis.
Sin duda, contribuyó a dar un gran impulso al modelo cognitivo el
desarrollo en esta fase de los modelos cognitivo-comportamentales, por
ejemplo, el trabajo en solución de problemas de D’Zurilla y Goldfried (1971),
y los primeros de Meichenbaum (1977) en el entrenamiento en inoculación
de estrés. Encuadrar estos modelos nos lleva a cuestiones relacionadas con el
etiquetado del modelo/paradigma cognitivo, así como a las relaciones del
modelo cognitivo con el modelo de la terapia de conducta. Esta última
cuestión ya la hemos tratado brevemente y desarrollaremos, en un apartado
posterior, aspectos relacionados con el etiquetado del modelo.
5.2. 2ª fase: El establecimiento cognitivo (1981-1991)
Esta fase comienza en 1981 y es donde se establece, de forma definitiva,
la terapia cognitiva, puesto que los modelos de reestructuración y los
cognitivo-comportamentales aumentan su relevancia y grado de aplicación.
Es la década de ampliación y popularización ya que en ella se aplica la
terapia cognitiva a prácticamente cada tipo de trastorno y la profusión de
manuales y de libros de autoayuda (p. ej., Beck, Emery & Greenberg, 1985;
Ellis & Grieger, 1981; Dobson, 1988; Emery, 1981; Perris, Blackburn, &
Perris, 1988). En esta fase aparecen modelos nuevos como la terapia de
valoración cognitiva de Wessler (1987, véase capítulo 7), la terapia centrada
en esquemas de Young (1990; véase capítulo 8) o el modelo de tratamiento
para el pánico (Clark, 1986) que aún defendiendo una forma diferente de
actuar no suponen un intento de ruptura de paradigma.
Esta es la fase donde se defiende un cambio de paradigma y la apertura de
la terapia cognitiva a otros modelos e influencias, tal y como muestran los
trabajos de Guidano y Liotti (1983), Guidano (1987), Mahoney (1988),
Safran y Segal (1990), Gonçalves (1994) o nuestros trabajos en semántica
general (Caro, 1990) y en la terapia lingüística de evaluación (Caro,
1994,1997b; véase capítulo 6), basados sobre este trabajo de 1990, ya citado
(Caro, 1990).
Buena parte de esta fase, y en relación a las críticas de los modelos
constructivistas hacia los modelos cognitivos que podríamos denominar
“clásicos”, se centró en la clasificación que establecieron Mahoney y Gabriel
(1987) entre modelos “racionalistas” y “constructivistas/evolutivos”. La
clasificación, que articulaba las diferencias teóricas, epistemológicas,
ontológicas o de estilo de funcionamiento entre estas formas de practicar la
terapia cognitiva representaba las críticas constructivistas a las terapias
cognitivas, así como la defensa de una forma diferente de hacer terapia
cognitiva. Por motivos de espacio no podemos entrar en detalle en ella, pero
sí podemos remitir al lector a dicha fuente o a otras posteriores (Caro, 1995a;
Mahoney, 1991). Lo que sí podemos asumir es que hoy en día esa
clasificación ha caído en desuso. Como dijo Mahoney (1995, p. 54) para qué
separar “racionalismo” y “constructivismo” cuando nadie quiere reconocerse
como “racionalista” hoy en día.
Por este motivo se han planteando alternativas. Es decir, mientras que
unos señalaban que esta diferenciación nos servía como “una dimensión para
medir desarrollos dentro de una escuela concreta de terapia, y no como un
principio clasificatorio que establezca límites entre enfoques” (Neimeyer,
1993), otros como Mahoney (1995) sugirieron un cambio de etiquetas,
oponiendo, entonces, los modelos simples a los modelos complejos.
Desde nuestro punto de vista, estas formas distintas de trabajar
“cognitivamente” se entienden mejor asumiendo que las terapias cognitivas
no son ajenas, al igual que cualquier otra cosa, al paso del tiempo. Si
asumimos este paso del tiempo, situaremos a cada modelo cognitivo en su
lugar, sin levantar barreras infranqueables. De ahí, y tal y como planteábamos
en el primer apartado de este capítulo conviene entender la evolución de la
terapia cognitiva en función de un planteamiento sociocultural que nos lleva a
asumir que los cambios en los modelos terapéuticos son consecuencia de
cambios en creencias, expectativas, normas, etc. sociales. Lo que supone
contribuir a este tema de la clasificación y diferenciación entre modelos
cognitivos con la ya propuesta clasificación de modelos cognitivos cercanos a
una epistemología modernista y otros cercanos a una epistemología
postmoderna. Por ello, hemos concretado el final de esta segunda fase en
1991, momento en el que se publican dos textos importantes Human change
processes de Mahoney (1991) y The self in process de Guidano (1991).
Igualmente, y en el campo de la psicología social, K. Gergen publica en 1991
su obra El yo saturado, donde se describen de forma divulgativa la cultura
modernista, romántica y postmoderna y las consecuencias para la psicología.
5.3. 3ª fase: Un mundo cognitivo feliz (1992-hasta la fecha)
En principio esta fase va desde 1992 hasta la fecha actual. En esta fase
vemos una mayor contribución al campo cognitivo de los modelos
constructivistas, lingüísticos y narrativos y un aumento de las características
de las fases anteriores: amplio rango de aplicación, reconocimiento y
popularidad, etc. De todas maneras, lo más importante es la convivencia de
dos paradigmas de trabajo cognitivo: el clásico o racionalista y el rupturista o
evolutivo que corresponderían, respectivamente, a los que consideramos
como modelos modernistas y modelos postmodernistas en terapia cognitiva
(Caro, 1995a, 1997a). Lo que quizá podría haber supuesto una ruptura dentro
del campo cognitivo por estas dos formas tan diferentes de hacer terapia
cognitiva, no ha tenido lugar, al menos de momento.
De manera que esto nos lleva a plantearnos lo siguiente: ¿podemos abrir
una cuarta fase?: creemos que no. Por el momento, seguimos viviendo en un
mundo cognitivo feliz. Los dos congresos internacionales que se han
celebrado en 2005, el Congreso Internacional de Psicoterapia Cognitiva y el
Congreso Internacional de Psicoterapia Constructivista tuvieron lugar en
Suecia, de forma conjunta. Por lo que creemos que este mundo feliz del
modelo cognitivo va a seguir por un tiempo, al menos en la esfera
internacional y a estos niveles. De manera que asumimos, por el momento,
que las fases anteriores tal y como han sido propuestas, siguen siendo
descriptivas de esta evolución de la terapia cognitiva.
La idea que conviene tener en cuenta es, como ya se ha señalado, que la
evolución de las terapias cognitivas se explica, en buena medida, por una
postmodernización del modelo que empieza en la segunda fase, pero que es
mucho más obvia en esta tercera fase. Es decir, actualmente algunas de las
características de la terapia cognitiva son bastante postmodernas, mientras
que en otras se sigue apreciando una actitud modernista. Por tanto, y aunque
clasificar es reducir y abstraer, a veces más de la cuenta, creemos que
relacionar de forma epistemológica a los modelos de reestructuración
cognitiva1 y los cognitivocomportamentales con una epistemología
modernista, y a los construccionistas con una epistemología de tipo
postmoderno facilita entender las diferencias y la evolución entre los modelos
cognitivos.
De manera, que en este texto tenemos representados modelos cognitivos
que ejemplifican una práctica cognitiva de tipo modernista como los de Beck,
Ellis, o Nezu, junto a tres modelos, los de Young, Wessler o Caro, que toman
o retoman de estos algunos elementos y características pero que, sin embargo,
podríamos calificarde modelos “intermedios”, por cuanto tienen rasgos que
los separan de los modelos clásicos y los acercan a algunos rasgos de tipo
más postmoderno. Por ejemplo, son más constructivistas que los modelos
clásicos (por ejemplo, la terapia lingüística de evaluación), dan una mayor
importancia al papel del afecto (por ejemplo, la terapia de valoración
cognitiva) o son de formato aplicado más ecléctico (por ejemplo, la terapia
centrada en esquemas).
1. Clark, Beck y Alford (1999, p. 62) plantean que la terapia cognitiva por ellos practicada asume una
epistemología modernista y realista.
 6. ¿Terapia cognitiva o terapia cognitivo-comportamental?
La cuestión del etiquetado de un modelo es un tema complejo y pensamos
que no es un tema cerrado, sobre el que ya nos hemos pronunciado en
diversas ocasiones (Caro, 1997a, 2003a). Pero, en nuestra opinión, podemos
asumir que las tres formas básicas de practicar la terapia cognitiva a las que
nos hemos referido en este apartado, recordemos modelos de
reestructuración, cognitivo-comportamentales y construccionistas, acogerían
perfectamente todos los enfoques en el área.
Recordemos que las primeras terapias cognitivas, o lo que es lo mismo,
los enfoques de Ellis y de Beck, surgieron del psicoanálisis, mientras que la
terapia cognitivo-comportamental parte de la terapia de conducta. Aunque
hoy en día se señala que no existen prácticamente diferencias entre ellas
(Hollon y Beck, 1994) esto no deja de ser curioso puesto que sí que existen
diferencias conceptuales ofrecidas, incluso, por los mismos que las toman por
iguales (Hollon y Beck, 1994). Podemos apreciar, en muchas publicaciones,
una inclusión un tanto al azar, sin hilo conductor, de muchos autores y
enfoques, lo cual queda implícito en algunas de las clasificaciones del
apartado 2, de este mismo capítulo.
Así por ejemplo, hay autores (Meichenbaum, 1995) que incluyen bajo la
etiqueta de cognitivo-comportamental a todos los modelos, es decir, a la
terapia racional emotivo conductual, a Beck, la solución de problemas, las
habilidades de afrontamiento, los trabajos de Kendall con niños, y el
constructivismo.
Otros autores como Dobson y Shaw (1995) incluyen todos los modelos
bajo la etiqueta de cognitiva (Beck, Ellis, habilidades de automanejo;
solución de problemas y constructivismo), aunque en un momento llegan a
hacer iguales cognitivo y cognitivo comportamental. Mahoney (1995) incluye
como terapias cognitivas a Ellis, Kelly, la modificación de la conducta
cognitiva, Beck y el constructivismo.
Otros como Hollon y Beck (1994) distinguen entre modelos cognitivos
que incluirían a Beck y a Ellis y cognitivo-comportamentales que incluirían
la solución de problemas, y los trabajos de Meichenbaum, Rehm, Barlow,
Marlatt y Lineham.
A la vista de lo expuesto, creemos que tiene más sentido que cuando
hablamos de terapias cognitivas asumamos los tres modelos básicos ya
planteados. Estas tres formas han sido definidas y diferenciadas en diversos
trabajos (Hollon y Beck, 1994; Clark, 1995, Meichenbaum, 1995, etc.) como
ya hemos visto y además, y esto es lo más importante, es factible entenderlas
dentro de un paradigma cognitivo. En esta cuestión del paradigma radica,
como ya hemos planteado en otro trabajo (Caro, 2003a), el criterio principal
que nos lleva a decantarnos por la etiqueta de terapia cognitiva y no de
terapia cognitivo-comportamental como siendo la más adecuada para acoger
todos los enfoques dentro de este campo.
En un sentido kuhniano, cuando hablamos del paradigma cognitivo nos
referimos a un complejo total de métodos, conceptos y teorías; técnicas y
aparatos de laboratorio; procesos sociales y estructuras institucionales, que
determinan cuáles son los problemas legítimos y las soluciones en el campo
de la investigación científica (Bem y de Jong, p. 165, 1997). Y no cabe duda
que el paradigma cognitivo cumple todos los requisitos para ser considerado
como tal.
En nuestros trabajos anteriores (Caro, 1995a, 1997a, 2003a) defendimos
esta triple clasificación y sobre todo las diferencias que son evidentes entre
los tres enfoques básicos cognitivos. Pero el problema viene, en nuestra
opinión, y por eso es por lo que nos parece necesario seguir con el tema,
cuando se hace un uso extenso de la etiqueta cognitivo-comportamental,
como etiqueta principal.
Con este fin partiremos no sólo del concepto de paradigma arriba
expuesto, sino de la distinción entre integración y eclecticismo (Norcross y
Newman, 1992). En este sentido, consideramos que la etiqueta cognitivo-
conductual puede reflejar dos cosas:
1. La mejora del modelo conductual al integrarse con el cognitivo,
y así es como creemos que la usan los autores conductuales que quieren
mejorar el modelo conductual.
2. Un eclecticismo en su uso, es decir, una práctica clínica ecléctica. El
modelo cognitivo usa técnicas conductuales (como ayuda para el cambio
cognitivo) dentro de un modelo cognitivo pero asume una teoría cognitiva
sobre los trastornos y el cambio psicológico. Y así es usado, inferimos, por la
mayoría de autores cognitivos.
Por todo ello, y jugando con la cuestión mejora y desarrollo de una teoría
(un requisito propio de la integración) vs. uso de técnicas (un requisito propio
del eclecticismo) consideramos que la terapia cognitiva, como modelo teórico
diferencial de otros, se ve representada mejor a través de la etiqueta “terapia
cognitiva” y no de “terapia cognitivoconductual”, y que cuando usamos la
etiqueta cognitivo-comportamental como “etiqueta principal” estamos
refiriéndonos a su uso, a su aplicación y no a un paradigma. O, en todo caso,
nos estamos refiriendo a un enfoque dentro de un paradigma principal y que
ejemplifica nuestra propia clasificación.
7. La eficacia de las terapias cognitivas
En el momento de escribir estas líneas, hace unos 50 años que surgieron
las terapias cognitivas. Durante este tiempo la terapia cognitiva ha
demostrado su eficacia en diversos trastornos y para diversos enfoques. Por
ello hay varias cuestiones que podemos establecer en un primer momento:
1. La terapia cognitiva es muy eficaz para el tratamiento de la depresión
(Rush, Beck, Emery y Greenberg, 1977; Blackburn y cols, 1990).
2. El modelo mejor evaluado (con ensayos clínicos controlados) es el
modelo de Beck (Elkin y cols., 1989; Struck y DeRubeis, 2001).
3. Se está comenzando a disponer de ensayos clínicos controlados en otros
trastornos que no sean la depresión como, por ejemplo el trastorno de pánico
(Sanderson y Rego, 2000), o el trastorno obsesivo-compulsivo (Wilhem,
2000).
4. Según la clasificación que hemos establecido aquí, los modelos de
reestructuración cognitiva y los cognitivo-comportamentales aportan los
principales estudios en eficacia, mientras que los modelos construccionistas
(cercanos a una óptica postmoderna) por motivos epistemológicos sobre la
visión de la ciencia que les lleva a estar todavía preocupados o no decantados
por el tipo de Método a seguir, no se han preocupado tanto de estas
cuestiones (Mahoney, 1997) (y véase, Mérito # 1, apartado 8).
En años recientes esta cuestión de la eficacia (que podemos retrotraer a la
polémica generada por el artículo de Eysenck de 1952), se está dirimiendo en
el contexto de la tendencia hacia los tratamientos empíricamente validados.
No vamos a entrar a exponer sus indudables ventajas (Chambless y cols.,
1996; Pérez, Fernández, Fernández y Amigo, 2003), ni tampoco sus notables
desventajas (Elliott, 1998; Caro, 2002a; McLeod, 2001) pero sí revisar
algunos datos sobre eficacia de las terapias cognitivas a la luz de esta
tendencia.
Según Lyddon y Jones (2001, p. 6) la terapia cognitiva está funcionando
extraordinariamente bien en el contexto de los tratamientos empíricamente
validados, sobre todo, en el campo de la depresión. Así, por ejemplo, Roth y
Fonagy (1996, p. 83) en su revisión de los principales modelos de tratamiento
para la depresión destacan que la terapia cognitiva es más eficaz que formas
menos estructuradas de terapias y que otros modelos de tratamiento, no
farmacológicos(véase, la revisión que de la comparación hacen Fernández
Liria y Rodríguez Vega, 2003). En el mismo sentido se decantan en la
revisión que hacen del tema Pérez y García (2003).
A los trabajos ya citados de eficacia de la terapia cognitiva en la
depresión, hay que añadir los de Clark, Beck y Alford (1999) o el de
Williams (1997). A estos hay que sumarles los realizados en otras áreas,
como los trastornos de ansiedad o las fobias (Bruce y Sanderson, 1998;
Clark, 1997), los trastornos alimentarios (Fairburn, 1997), o el trastorno
bipolar (Basco y Rush, 1996; Linehan, 1993). En definitiva, la terapia
cognitiva ha demostrado ser una terapia eficaz, aunque no haya cerrado, ni
mucho menos, esta cuestión de la eficacia y queden aún muchas cuestiones
que resolver. Pasamos, pues, al último apartado.
8. Ventajas y limitaciones de la terapia cognitiva
El modelo cognitivo, tal y como hemos planteado en este capítulo, es un
modelo flexible, variado, que acoge enfoques diferentes (y algunos
complementarios), que ha evolucionado notablemente y que aún tiene
muchos aspectos que desarrollar para continuar siendo un enfoque de
referencia importante junto a los otros modelos psicoterapéuticos. De manera
que recogeremos, brevemente, en esta conclusión algunos de los principales
elementos de las terapias cognitivas, que nos aparecen resumidos en el
cuadro 2, junto con las limitaciones y nuevas direcciones. La idea
fundamental de esta reflexión final es que ningún modelo terapéutico, ni
enfoque dentro de ese modelo, cubre todo el amplio espectro del
funcionamiento humano. En principio, lo que es un déficit en un determinado
modelo es una ventaja en otro. Pero aquí no vamos a recoger críticas a la
terapia cognitiva desde fuera del modelo, sino desde dentro, señalando sus
limitaciones, junto a cómo se está respondiendo dentro del propio modelo a
algunos de los elementos criticados.
Cuadro 2. Ventajas, limitaciones y nuevas direcciones de las terapias
cognitivas.
 
VENTAJAS LIMITACIONES DIRECCIONES
Modelo eficaz de tratamiento
Investigación de resultados, sobre todo
Estudios en investigación de procesos
Papel de la mente Exceso de racionalismo
 
Teoría comprensiva sobre el ser humano
Exceso de individualismo Papel de la mente no 
consciente (modelo 
construccionista)
Enfoques construccionistas sociales
Modelo claro, 
estructurado y organizado Tipo de relación terapéutica. Modelos teleológicos
Modelo flexible ¿Está perdiendo su
identidad como modelo? Cambios en tipo de relación terapéutica.
Modelos teleonómicos
Reflexiones teoréticas
Mérito # 1: Modelo eficaz de tratamiento . Este es un mérito indudable,
tal y como hemos señalado en el apartado correspondiente anterior. Sin
embargo, en nuestra opinión, las investigaciones de resultado que tan buen
“resultado” han dado a la terapia cognitiva para que se establezca como
modelo, deben ser complementadas y abiertas a estudios de tipo procesual
donde no sólo se explique si la terapia es eficaz o no, sino mediante qué
mecanismos, qué operaciones ponen en marcha pacientes y terapeutas que
den cuenta de esos niveles de eficacia. Creemos que responder al qué, sin
complementar con el cómo, no puede mantenerse por mucho más tiempo en
terapia cognitiva y existen algunos trabajos al respecto que señalan y
demuestran las ventajas del estudio de procesos en terapia cognitiva (Caro,
1999, 2002b; Whisman, 1993; Gonçalves y Machado, 1999; Shapiro,
Barkham y cols, 1992).
Por otro lado, a pesar del innegable nivel de eficacia de las terapias
cognitivas, faltan más estudios concluyentes sobre la aplicación del modelo al
amplio rango de patologías y poblaciones en el que se está empleando. Así
como sobre el nivel de eficacia de los nuevos modelos en terapia cognitiva.
Finalmente, mientras que los modelos clásicos de terapia cognitiva, sobre
todo el de Beck (Clark, Beck y Alford, 1999) han intentado explicar
experimentalmente las diversas hipótesis cognitivas sobre la aparición,
mantenimiento y cambio de los trastornos emocionales, otros modelos
cognitivos se han preocupado menos de dotar a su enfoque de la necesaria
fundamentación empírica, como el de Ellis, y se han preocupado mucho más
de divulgar y acercar el modelo a todos los ámbitos clínicos, exponiendo ante
todo, no resultados experimentales grupales con muestras clínicas, sino casos
clínicos.
Respecto a la investigación sobre la eficacia en el modelo
construccionista, como señala Neimeyer (1995, p. 14), el método es más bien
anárquico. El enfoque más estudiado es, quizás, el de la psicoterapia como
una ciencia personal, sobre todo con los estudios sobre la técnica de la
rejilla. De los otros dos enfoques constructivistas (Neimeyer y Raskin, 2001),
el de la reautorización narrativa, y el de reconstrucción evolutiva, es el
primero el que más volumen de investigación ha recibido, sobre todo de tipo
procesual y hermenéutica. El paradigma de reconstrucción evolutiva, ha
estado poco preocupado por la eficacia, y existen estudios indirectos sobre
aspectos del modelo que pueden influir en el cambio, por ejemplo, estudiar el
papel y la influencia en el cambio de la búsqueda de coherencia por parte del
sí mismo (Neimeyer y Raskin, 2001).
Mérito # 2: Papel de la mente. El modelo cognitivo, a diferencia del
modelo freudiano, planteó el papel de la mente no inconsciente, como un
rasgo importante para explicar el funcionamiento del ser humano. Sin
embargo, este papel de la mente fue criticado, ya en sus inicios, como hemos
comentado (Mahoney, 1980; 1981) por dotar a la terapia cognitiva de un
exceso de racionalismo. En este sentido, los nuevos modelos en terapia
cognitiva, de tipo construccionista, plantearon el papel de la mente no
consciente, haciendo uso y mención de conceptos como el de núcleo
metafísico central, conocimiento tácito, etc. (Guidano, 1987) que recogían
estructuras afectivas filogenéticamente anteriores a las estructuras más
explícitas o superficiales, que dirigen nuestro pensamiento racional, operando
en el nivel pre-consciente. Parece difícil complementar ambos modelos pero,
al menos, disponemos de otras explicaciones sobre el funcionamiento de la
“mente” y de los procesos por los que se adquiere y mantiene el
conocimiento humano.
Mérito # 3: Teoría comprensiva sobre el ser humano . La terapia
cognitiva siempre ha surgido con la pretensión de ser una teoría comprensiva
sobre el ser humano. En este sentido, la terapia cognitiva no se define por su
grupo de técnicas, sino por su especial y particular conceptualización de los
problemas que aquejan a los seres humanos, tal y como ya señaló Beck
(1970a) en sus inicios. No obstante, uno de los aspectos que cabe criticar a
las terapias cognitivas, es su comprensión individualista del ser humano. De
ahí que los desarrollos en terapia cognitiva quieran acercarla a teorías como
la del construccionismo social (Neimeyer, 1993) que plantea que todos
nuestros sistemas de creencias están constituidos socialmente. Dejando al
margen que la pretendida base construccionista social de los modelos
construccionistas está aún por justificar, sí podemos afirmar que los nuevos
acercamientos en terapia cognitiva, intentan dotarla de una lectura de tipo
social e interpersonal (Safran y Segal, 1990).
Mérito # 4: Modelo claro, estructurado y organizado . Esta característica
de los modelos cognitivos (véase capítulo 2) propicia, en primer lugar, un
tipo de relación terapéutica basada en la metáfora del ser humano como un
científico y en la que el terapeuta adopta el papel de guía activo del paciente
para que este desarrolle formas alternativas, más válidas de pensar. En
segundo lugar, los modelos clásicos cercanos a una epistemología modernista
son modelos de tipo teleológico, finalistas, donde se prescriben las líneas a
seguir desde un principio (obviamente, atendiendo a las necesidades de los
pacientes), lo cual se ve facilitado por ese alto nivel de estructuración que
poseen (véase capítulo 2). Su meta será entonces poner en marcha técnicas
que controlen, corrijan y dirijan (Mahoney,1991) al paciente hacia una meta
especificada.
Por su parte, los modelos construccionistas, más cercanos a una
epistemología postmoderna abogan por un tipo de relación terapéutica más
propia de un modelo humanista, una relación de tú a tú, donde el terapeuta no
guía, sino que acompaña al paciente en su proceso de descubrimiento, de
desarrollo de formas viables, más funcionales de conocer, en un proceso de
tipo teleonómico. Es decir, sabemos por dónde vamos, pero no hacia o hasta
donde. Es decir, hay una direccionalidad, sin una meta final (Mahoney,
1991).
En nuestra opinión y siguiendo estudios sobre los motivos que nos llevan
a elegir determinados modelos terapéuticos (Vasco, 1993) creemos que
ambas formas de funcionar suponen filosofías de vida diferentes. Es decir, los
estilos de práctica de la terapia cognitiva tan diferentes entre sí, pueden
interesarnos de forma distinta en función de nuestras actitudes, valores, y
creencias sobre la terapia y la forma más adecuada de abordar los problemas
de los pacientes. Sinceramente, no creemos que debamos decantarnos por
uno u otro. Ambos tienen ventajas e inconvenientes. La idea será que el
terapeuta elija adecuadamente la forma de práctica que mejor se acomode a
su “personalidad”, y sepa aplicarla o modificarla en función de las
características del caso clínico concreto.
Mérito # 5: Modelo flexible . Los méritos esbozados hasta ahora nos
permiten afirmar que el modelo cognitivo es un modelo flexible (o altamente
flexible, según se mire), que permite integrarse en su aplicación con otros
modelos y acoge las evoluciones dentro del propio modelo. Podemos afirmar,
al respecto, que buena parte de esa postmodernización se explica por cambios
en función de un espíritu postmoderno de la época. A tenor de esta cierta
postmodernización de la terapia cognitiva, surgen una serie de
preocupaciones sobre el futuro de ellas y por el acercamiento entre todos los
modelos.
Por seguir con el planteamiento socio-cultural que hemos elegido para
entender la evolución de las terapias cognitivas tenemos un rasgo cultural
modernista, frente a otro postmoderno que justifican nuestra principal
preocupación. El collage es un rasgo de la cultura modernista y su finalidad
era mezclar materiales para formar composiciones abstractas o
semiabstractas. Sin embargo, al concepto de collage debemos oponer el de
pastiche. Jameson (1984) considera al pastiche una parodia del pasado que
refleja la carencia de un estilo personal, la mezcla indiscriminada en función
de la apariencia y no de la forma.
Desde nuestro punto de vista, y si la terapia cognitiva se sigue
“postmodernizando”, (y debemos asumir que al igual que otras formas de
terapia) se puede convertir en un pastiche, puede perder su esencia, su
identidad, su razón de ser, e incluso puede ser imposible diferenciarla de
otros modelos. La única salida puede provenir, en nuestra opinión, de las
críticas y reflexiones desde dentro y fuera que se están haciendo a la
postmodernización de la psicología y por derivación de la psicoterapia, pero
este tema escapa al contenido de este capítulo. En el campo cognitivo, lo que
creemos que cabe hacer (sin dividir al modelo cognitivo) es diferenciar,
entender y enmarcar en reflexiones teoréticas sus límites y su alcance.
9. Conclusión: hacia una definición de terapia cognitiva
 
A tenor de lo expuesto en este capítulo nos gustaría definir el paradigma
cognitivo de la siguiente manera:
El paradigma cognitivo es un paradigma plural y delimitado que ha
demostrado su eficacia y que se centra, básicamente, en los procesos del
conocimiento humano, en su influencia en nuestro bienestar y en el uso que
de ellos podemos hacer para facilitar ese bienestar.
Que es plural, delimitado y eficaz creemos que ha quedado patente a lo
largo de este capítulo, por lo que conviene para terminar precisar a qué nos
referimos cuando hablamos de procesos del conocimiento humano. Por
procesos del conocimiento humano nos referimos a premisas, actitudes,
historia, orientación lingüística, valores, supuestos, etc. que influyen en
nuestra visión de nosotros mismos, de nuestras experiencias y de aquello que
denominamos “nuestra realidad”.
Finalmente, hemos evitado hablar de salud mental, problemas
psicológicos, etc., deliberadamente. En función de su grado de desarrollo, la
terapia cognitiva puede llegar a poblaciones no sólo clínicas, por lo que el
término “general” de “bienestar” nos facilita asumir la extensa aplicación de
la terapia cognitiva.
¿Qué movilizan los modelos cognitivos? Cada uno, de manera diferente,
pretende que los pacientes se den cuenta de cómo y por qué conocen, se
interpretan a sí mismos, o son incapaces de hacerlo, es decir, sus experiencias
o cómo se ven a sí mismos carece de sentido para ellos. De manera, que el
terapeuta cognitivo se dirige a este ser humano que es capaz de conocer y
entender sus pensamientos, sus emociones y su conducta, es decir, a sí
mismo. La respuesta a cómo se hace esto se ofrece en los capítulos restantes
de este texto, al menos desde el marco teórico que los modelos aquí incluidos
asumen. EJERCICIOS PRÁCTICOS
1. ¿Cuál de los siguientes enunciados representa mejor su opinión sobre
una posible definición de terapia cognitiva? ¿Por qué? ¿Qué elementos de esa
definición son propios de un modelo cognitivo?
A. La terapia cognitiva conceptualiza los problemas de los seres
humanos en función de la interacción ambiente-conducta.
B. Para la terapia cognitiva los seres humanos conocen de forma activa y
aportan significado a sus experiencias.
C. Para la terapia cognitiva el ser humano es único, y debe definirse en
función de su mundo fenomenológico.
2. En función de lo expuesto en el apartado 3, una con una flecha los
autores que podemos considerar antecedentes de los modelos de Beck y Ellis
Adler Bowlby Russell
Beck Rogers Arieti Korzybski Perls Kant
Ellis Horney Rychlak Mahoney Skinner
3. Relacione mediante una flecha, los tres modelos básicos de tipo
cognitivo, definidos en el apartado 4.1. con las características que aparecen
en el bloque de la derecha
Modelos de reestructuración
 
Modelos cognitivo-comportamentales
Modelos construccionistas Aprendizaje de habilidades cognitivas
Sistemas autoorganizativos
Análisis lógico
Metáfora del condicionamiento Viabilidad del conocimiento humano
Estructuración
Determinismo recíproco
Participación proactiva del ser humano Identificar cogniciones distorsionadas
Leyes del condicionamiento
Búsqueda de coherencia
Colaboración paciente-terapeuta Metáfora narrativa
Comprobación empírica de hipótesis Encubiertalismo
Niveles tácitos del conocimiento
4. Discrimine y relacione mediante una flecha, elementos característicos
de cada una de las fases de evolución de la terapia cognitiva
Popularización
Desarrollo de los modelos cognitivocomportamentales
1ª Fase Críticas al modelo cognitivo Amplio rango de aplicación
2ª Fase Libros de autoayuda
Postmodernización 
3ª Fase Primer gran estudio en eficacia Polémica racionalismo-
constructivismo Desarrollo de manuales
Defensa de un cambio de paradigma
5. Identifique algunas de las características básicas de la terapia cognitiva
modernista:
A. Viabilidad del conocimiento humano
B. Validez del conocimiento humano
C. Ideal nomotético
D. Mente como sistema proactivo
E. Mente como sistema reactivo
F. Crisis existencial
6. ¿Cuál de los siguientes enunciados representa mejor su opinión sobre
el conocimiento humano desde un punto de vista
construccionista/postmoderno?:
A. Construcción social de la realidad
B. Mente como un sistema reactivo
C. Procesos de autoorganización
D. Mente como sistema proactivo
E. Creencias y cogniciones al margen del marco social
7. En nuestra opinión, la etiqueta de modelo cognitivo, define mejor al
paradigma cognitivo, detrás de estos modelos. ¿Por qué? Señale los
elementos principales sobre los que se basa esta decisión.
8. En la evolución de las terapias cognitivas se ha evolucionado hacia
aspectos nuevos. Relacione los dos bloques:
De la investigación de resultados

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