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J. BOWLBY Vínculos afectivos Formación, desarrollo y pérdida EDICIONES MORATA, S. A. Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920 28004 - Madrid A mis compañeros de investigación Mary Salter Ainsworth Anthony Ambrose Mary Boston Dorothy Heard Christoph Heinicke Colín Murray Parkes James Robertson Dina Rosenbluth Rudolph Schaffer l lse Westheimer Vínculos afectivos Formación, desarrollo y pérdida por John Bowlby Traducido por Alfredo GUERA MI RALLES Prólogo a la edición española por Félix LOPEZ SANCHEZ Profesor de Psicología Universidad de Salamanca Título original de la obra: THE MAKING ANO BREAKING OF AFFECTIONAL BONOS © R. P. L. BOWLBY and others Tavistock Publications Ltd., 1979 No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de nioguna forma o por cualquier medio, ya sea elec- trónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos,sin el permiso pre- vio y por escrito de los titulares dei Copyright. ©EDICIONES MORATA, S. A. (1986) Mejía Lequerica, 12. 28004 - Madrid Derechos reservados ISBN: 84-7112-309-6 Depósito legal: M-35.479-86 Compuesto por: Artedita Printed in Spain - Impreso en España Imprime: Unigraf. Paredes, 20. Fuenlabrada (Madrid) CONTENIDO Págs. PROLOGO A LA EDICION ESPAÑOLA, por Félix LOPEZ SAN- CHEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 PREFACIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 PRIMERA CONFERENCIA: Psicoanálisis y cuidado al niño. . . . 15 La ambivalencia y su regulación, 17 .- Condiciones que contri- .buyen a dificultar la solución de conflictos, 22. - Problemas emocionales de los padres, 31.- Conflicto extra e intra-psíqui- co, 38.- Post-scriptum, 41. SEGUNDA CONFERENCIA: Un enfoque etológico de la investi- gación del desarrollo infantil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 Aplicación de conceptos etológicos a la investigación del des- arrollo infantil, 56.- Post-scriptum, 63. TERCERA CONFERENCIA: El duelo en la infancia y sus impli- caciones para la psiquiatría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 Separación de la madre y duelo infantil, 68.- Deseos de recu- perar y de hacer reproches a la persona perdida: su papel en psicopatolog ía, 73. - Dos tradiciones en la teoría psicoanal íti- ca, 80.- Conclusión, 88. CUARTA CONFERENCIA: Efectos de la ruptura de un vínculo afectivo sobre el comportamiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90 Predominio de la vinculación, 91.- Ruptura de vínculos y en- fermedad psiquiátrica, 94.- Efectos a corto plazo de la ruptu- ra de vínculos, 100. 8 Vínculos afectivos Págs. QUINTA CONFERENCIA: Separación y pérdida dentro de la fa- milia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 Pena y duelo en la vida adulta, 106.- Aflicción y duelo en la infancia, 113.- Condiciones que ayudan o impiden un duelo sano, 117. SEXTA CONFERENCIA: Confianza en sí mismo y algunas condi- ciones que la fomentan. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128 El concepto de base segura, 128.- Estudios sobre hombres adultos y jóvenes que tienen confianza en sí mismos, 132.- Desarro!lo durante la lactancia, 135.- Puntos de diferencia con formulaciones teóricas actuales, 141.- El problema de la ansiedad de separación, 145. SEPTIMA CONFERENCIA: Formación y pérdida de vínculos afectivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153 Etiología y psicopatología a la luz de la teoría del apego, 153.- Algunos principios psicoterapéuticos, 171. BIBLIOGRAFIA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191 BIBLIOGRAFIA ADICIONAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201 INDICE DE AUTORES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202 INDICE DE MATERIAS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205 PROLOGO A LA EDICION ESPAÑOLA Por Félix LOPEZ SANCHEZ Profesor titular de Psicología Evolutiva · Universidad de Salamanca John BowLBY es quien ha elaborado la teoría del apego; ver- dadera y, tal vez, única por hoy, alternativa explicativa del des- arrollo afectivo humano. En esta publicación se recogen algu- nos de sus escritos y conferencias más representativos. Formado como médico, psiqu íatra y psicoanalista en Ingla- terra, entre las dos guerras mundiales, ha tenido durante toda su vida la suficiente flexibilidad científica como para abrirse a otros planteamientos teóricos y elaborar una nueva teoría ver- daderamente original y coherente. El trabajo con niños que sufrían diferentes perturbaciones emocionales y su experiencia clínica en investigaciones con ni- ños "sin familia", le llevó al convencimiento de que la necesi- dad afectiva, más en concreto, la necesidad de establecer v ín- culos estables con los progenitores, o quienes les sustituyen, es una necesidad primaria (no aprendida) en la especie humana. Este reconocimiento el ínico, primero, y teórico, después, era especialmente difícil, dado que el psicoanálisis (corriente .de la que él procedía) y el conductismo (psicología dominante en estos años) coincidían en afirmar que el interés afectivo de los niños era secundario (aprendido) a su interés por el alimento y demás necesidades biológicas. E 1 encuentro con la etología (corriente que a través de los estudios de improntación en especies inferiores defendía el in- terés original de las crías por sus progenitores) le permitió 10 Vínculos afectivos afianzarse en sus observaciones el ínicas y formular la teoría del apego. Desde que en 1958 coincidiera con HARLOW en un simposio internacional, BoWLBY nos asegura que empezó a sospechar la posibilidad de formular una teoría unificada de los vínculos afectivos. El conocimiento posterior de la Teoría de los Siste- mas y, más recientemente, la Psicología Cognitiva le ha permi- tido una elaboración más completa y actual caracterizada por un sabio eclecticismo y, a la vez, una· gran coherencia. En esta teoría del apego, se intenta describir y explicar la formación, desarrollo y pérdida de los vínculos afectivos desde el nacimiento hasta la muerte. Este itinerario ideológico-científico seguido por BoWLBY es- tá aquí muy bien representado. En efecto, incluye conferen- cias y escritos desde el año 1956 a 1976, reflejando su evolu- ción a lo largo de veinte años. Los dos primeros textos, dedicados al psicoanálisis y a la etología son representativos de sus fuentes teóricas más impor- tantes. Los otros cinco trabajos de BowLBY contienen, de for- ma resumida, toda su teoría del apego. En algunos casos, como en el último de ellos, titulado ,;Formación y pérdida de vínculos afectivos", escrito en 1976, se encuentran aspectos verdadera- mente nuevos sobre las implicaciones y los criterios terapéuticos de la teoría del apego. Como se indica en el prólogo del propio BowLBY, todos los textos han sido revisados en su vocabulario y se han completa- do con notas que hacen referencia a toda su obra. Esta selección de escritos ha de ser situada entre su primera gran obra Maternal care and mental health (1951) (Cuidado maternal y amor), encargada por la Organización Mundial de la Salud, y el último de los volúmenes de su trilogía, La pérdida afectiva, 1980, dedicada a la teoría del apego. Los otros dos volúmenes, El apego y La separación fueron publicados en 1969 y 1973 respectivamente. Tienen, pues, todos estos escri- tos un indudable valor histórico y de contenido. Félix LOPEZ SANCHEZ Salamanca, Noviembre de 1986 PREFACIO Durante los pasados veinte años me han invitado en diversas ocasiones, a dirigir la palabra a colegas o a una amplia audien- cia con motivo de algún acto. Estas invitaciones me han pro- porcionado la oportunidad de revisar hallazgos de la investiga- ción y esbozar el pensamiento actual. En el presente volumen se han seleccionado algunasde estas conferencias, así como ciertas colaboraciones en simpo- sios, para ser publicadas nuevamente, con la espereanza de que puedan proporcionar una introducción a ideas que ya han sido recogidas de un modo sistematizado y con sus correspondientes datos demostrativos, en los tres volúmenes de Attachment and Loss* que han sido publicados reciente- mente. Ya que cada conferencia, o cada aportación (cali- ficadas aquí de manera general como conferencias) estaba dirigida a un determinado auditorio en una particular oca- sión, he pensado que sería preferible volver a publicarlas en su forma original, que intentar revisarlas a fondo. Así pues, cada una de ellas está impresa ciñéndose a la forma en que fue publicada, con un párrafo introductorio en que se menciona la ocasión y audiencia. Lo que sí se ha corregido es la forma gramatical, unificándose asimismo la terminología y las refe- rencias, añadiéndose unas notas a pie de página cuando nos ha parecido necesario. Siempre que una determinada afirma- ción precisaba ser modificada o ampliada a la luz de poste- *Publicados en castellano por Paidós con los siguientes títulos: Tomo 1, E/víncu- lo afectivo, Buenos Aires {agotado); Tomo 11, la separación afectiva, Barcelona, 1985; Tomo 111, la pérdida afectiva: Tristeza y depresión, Buenos Aires, 1983. (N. del T.) 12 Vínculos afectivos riores datos o de otros estudios, he añadido un comentario y más referencias (relativas frecuentemente a capítulos de uno de los volúmenes de Attachment and Loss), en un apéndice al final del capítulo. Ha sido omitida una parte de la conferen- cia número 3, debido a motivos que se exponen en el texto. Mi interés por los efectos ejercidos sobre un niño en vías de desarrollo por diferentes formas de experiencia familiar se inició en 1929, cuando trabajé durante 6 meses en lo que ahora se denominaría una escuela para niños inadaptados. Un decenio más tarde, tras completar mi formación psiquiátrica y psicoanalítica y trabajar durante 3 años en la London Chi!d Guidance C!inic presenté algunas observaciones en un trabajo titulado The influence of Ear!y Environment on the Deve/opment of Neurosis and Neurotic Character (1940) ("La influencia del primer entorno sobre el desarrollo de neurosis y de carácter neurótico") y recopilé asimismo mate- rial para una monografía que llevó por título Forty-Four Juvenil Thieves (1944, 1946) ("Cuarenta y cuatro ladrones juveniles"). Diversos motivos propiciaron que, después de la segunda guerra mundial, eligiera como campo especial de estudio el cambio de residencia de un niño pequeño desde su hogar, a una guardería residencial o a un hospital, y no el campo, más amplío, correspondiente a la interacción proge- nitor-hijo. En primer lugar se trataba de un acontecimiento que en mi opinión puede ejercer graves efectos nocivos sobre el desarrollo de la personalidad de un niño. En segundo lugar, no cabía entablar debate acerca de si había tenido o no lugar, contrastando mucho, a este respecto, con la dificultad de obtener información válida de la forma en que una madre o un padre tratan a su hijo. En tercer término, considerábamos un campo en el que resulta posible establecer medidas preventivas. En esta investigación me he esforzado constantemente por aplicar el método científico y he tenido muy presente, en todo momento, que al igual que en otros campos de la medicina, cuando un psiquíatra emprende un tratamiento o intenta una profilaxis, ha de ir con frecuencia más allá de lo que resulta científicamente aceptable. La distinción entre los criterios necesarios en la investigación y aquellos que resultan aceptables en la terapéutica y la prevención, no siempre es bien comprendida, y ello da origen a muchas confusiones. En una reciente conferencia: Psychoana!ysis as Art and Science Prefacio 13 (1979) ("El psicoanálisis como arte y como ciencia'') he inten- tado exponer claramente mi posición. Mi reconocimiento a los muchos colegas que han trabajado conmigo durante años y a los que está dedicado el presente volumen se pondrá de manifiesto a través de las propias conferencias. Me siento profundamente agradecido a todos ellos, así como a mi secretaria,Dorothy Southern, que ha trabajado desde un principio en cada uno de estos temas, en sus múltiples borradores y distintas versiones, llevando a cabo esta labor con indefectible cuidado y sostenido entu- siasmo. PRIMERA CONFERENCIA PSICOANALISIS Y CUIDADO AL NIÑO* Durante los meses de Abril y Mayo de 1956 y como parte de la celebración del centenario del nacimiento de FREUD, miembros de la British Psychoanalytical Society pronuncia- ron seis conferencias en Londres acerca de º Psico a - nálisis y pensamiento contemporáneo". Yo fui invitado a pronunciar la correspondiente a "Psicoanálisis y cuidado del niño'~ Las conferencias fueron publicadas dos años más tarde. Ningún campo del pensamiento contemporáneo muestra quizá más claramente la influencia ejercida por la labor de FREUD como el del cuidado del niño. Aunque siempre han existido personas que han reconocido que el niño es el padre del hombre y que el amor materno proporciona al lactante que se va desarrollando algo que le es indispensable, estas antiguas verdades no fueron jamás tema de investigación científica con anterioridad a FREuo y, por tanto, fueron rápidamente dadas de lado como propias de un trasnochado sentimentalismo. FR E u o no sólo insistió acerca del evidente hecho de que las raíces de nuestra vida emocional se hallan situadas en la lactancia y la primera infancia, sino que *Publicada primeramente en SUTHER LAND, J. D. (ed.) ( 1958), Psychoana!ysis and Contemporary Thought, Londres: Hogarth Press. Reimpresa con autorización de Hogarth Press. ( N. del A.) 16 Vínculos afectivos intentó as1m1smo explorar de un modo sistemático la cone- xión existente entre los acontecimientos de los primero años de la vida y la estructura y la función de la posterior personal id ad. Aunque, como todos sabemos, las formulaciones de FREuo tropezaron con gran oposición -en fechas tan recien- tes como 1950, eminentes psiqu íatras afirman que no está demostrado que cuanto sucede en los primeros años de la vida revista importancia con respecto a la salud mental-, mu- chas de sus proposiciones básicas se consideran hoy día como garantizadas. No sólo vemos cómo revistas tan popula- res como el Picture Post*, manifiestan a su público que "el niño desdichado se convierte en el desdichado neurótico adulto" y que lo importante es "el comportamiento de aquellos entre los que crece un niño ...... y especialmente, en los años más tempranos de la vida, el comportamiento de la madre"; si no que tales puntos de vista hallan eco en las publicaciones oficiales. Así, el Home Office (Ministerio del Interior), en 1955, al describir la labor desarrollada por su Children's Department (Departamento para la Infancia) afir- ma que "las pasadas experiencias de un niño desempeñan un papel vital en su desarrollo y continúan siendo importantes para aquél. .. " haciendo constar que "la finalidad ha de con- sistir en asegurar, en la medida de lo posible, que todo lac- tante sea criado con regularidad por.. una misma persona". Existe, por último, un informe preparado por un comité nombrado por el ministro de Educación, que trata, en exten- sión los problemas del niño inadaptado (Ministerio de Educa- ción, 1955). Basa firmemente sus recomendaciones en propo- siciones como la de que "la investigación moderna muestra que las influencias más formativas son las que el niño experi- menta antes de ingresar en la escuela, adoptando ya, entonces, forma ciertas actitudes que afectarán decisivamente la total i- dad de su posterior desarrollo", y que "el hecho de que un niño sea feliz y de comportamiento estable durante dicho período (la segunda infancia), o desdichado y mal adaptado a la sociedad o a sus clases, depende en gran medida de una cosa: que hayan sido adecuadoslos primeros cuidados que ha recibido". Al celebrar el centenario del nacimiento del funda- dor del psicoanálisis es de justicia que recordemos la revolu- ción que ha pr~pi_ciado en el pensamiento contemporáneo. *Semanario de gran difusión, posteriormente interrumpido. Psicoanálisis y cuidado al niño 17 Por lo que se refiere, al menos, a algunas de las cuestiones esenciales de la asistencia al niño existe en la actualidad un gran acuerdo entre los psicoanalistas y las áreas de su .in- fluencia. Así por ejemplo, todos coinciden en la vital impor- tancia de una relación estable y permanente con una madre amorosa (o con una persona que la sustituya) durante la lactancia y la niñez, y de la necesidad .. de esperar que llegue un cierto nivel de maduración antes de emprender interven- ciones como el destete y la educación para el aseo y, por supuesto, para todos los demás pasos correspondientes a la educación del niño. Con respecto a otras cuestiones, existen, sin embargo, diferencias de opinión y, en vista de la relativa novedad que supone el estudio científico de estos problemas y dada la complejidad de los mismos, sería sorprendente que no fuese así. Frecuentemente esto sume a los padres en la confusión y la perplejidad, en especial a los que buscan siempre una absoluta certeza en todas las cosas. Cuanto más fácil sería todo para nosotros si supiésemos la totalidad de las respuestas, o al menos algunas más, al problema de cómo criar y educar a nuestros hijos. Actualmente nos hallamos aún muy lejos de ello y no quiero dar la impresión, ni por un solo momento, de que nos hallamos en posesión de las mismas. Estimo que la obra de FREUD nos ha proporciona- do ciertos conocimientos firmes y lo que quizá es más importante: nos ha mostrado una fructífera vía para conside- rar y comprender más a fondo los proble,mas que plantea el cuidado adecuado del niño. La ambivalencia y su regulación Donald W1NN1con en su conferencia acerca del psicoanáli- sis y la culpa*, ha discutido el esencial papel que desempeña en el desarrollo humano la formación de una sana capacidad para experimentar sentimiento de culpa. Ha demostrado que una capacidad para experimentar este sentimiento constituye un necesario atributo de la persona sana. Por desagradable que ello sea, al igual que sucede con el dolor físico y la ansiedad, es algo biológicamente indispensable y parte del precio que pagamos por nuestro privilegio de ser humanos. * ln.cl11ida en la serie de conferencias homenaje a FREUD. 18 Vínculos afectivos Ha descrito, además, cómo la capacidad de sentir culpa "implica la tolerancia de la ambivalencia" y una aceptación de la responsabilidad relativa tanto a nuestro amor, como a nuestro odio. Se trata de temas que, debido en qran parte a la influencia de Melanie 'KLEIN, han revestido principal inte- rés para los psicoanalistas británicos. Intentaré ahora exami- nar más a fondo el papel que la ambivalencia desempeña en la vida psíquica -<esa inconveniente tendencia que todos tenemos a encolerizarnos, y odiar, en ocasiones, a la persona que más queremos- y consideraré asimismo aquellos méto- dos de asistencia al niño que parezcan facilitarle o, por el contrario, hacerle más difícil el desarrollo de una capacidad para regular dicho conflicto de una manera madura y cons- tructiva. Ya que creo que un esencial criterio para juzgar el valor de los diferentes métodos de asistencia infantil consiste en los efectos, beneficiosos o adversos, que ejercen sobre la capacidad, en vías de desarrollo, del niño para regular su conflicto de amor y odio y, a través de ello, su capacidad para experimentar, de un modo sano, su ansiedad y su culpa. Voy a resumir brevemente las ideas de FREUD acerca de la ambivalencia. De los innumerables temas desarrollados a través de su obra, ninguno fue considerado de un modo tan brillante ni persistente. Hace su primera aparición en los días más tempranos del psicoanálisis. Durante su investigación acerca de los sueños, FREUD ( 1900) advirtió que un sueño en el que muere un ser querido indica, con frecuencia, la existencia de un deseo inconsciente de que dicha persona muera -revelación que, si bien resulta ahora menos sorpren- dente que cuando fue expuesta por vez primera, no es hoy quizá menos turbadora que lo fue hace medio siglo. En su búsqueda del origen de estos malhadados deseos, FREUD dirigió su mirada a la vida emocional de los niños y lanzó la por entonces. osada hipótesis de que en nuestros primeros años de vida constituye la regla, y no la excepción, que seamos impulsados tanto hacia -nuestros hermanos, como hacia nuestros padres, por sentimientos de ira y odio, así como por otros de apego y amor. Desde luego dentro de este contexto es donde FREUD introdujo por primera vez al mundo en los temas, que nos resultan actualmente tan fami- liares, de la rivalidad fraterna y de los celos ed ípicos. En los años que precedieron a la publicación de su gran ·obra sobre los sueños, el interés de FREUQ por la sexualidad Psicoanálisis y cuidado al niño 19 infantil le condujo a que el tema de la ambivalencia fuese menos destacado en sus escritos. Reaparece en 1909 cuando en un trabajo sobre la neurosis obsesiva nos recuerda que "en toda neurosis nos hallamos ante las mismas pulsiohes contenidas, tras los síntomas ........ lo odiado se mantiene reprimido, en el inconsciente, por el amor .... ". Algunos años más tarde y para destacar la esencial importancia de este conflicto, FREUD ( 1912) introdujo el término de ambivalen- cia, que había sido recientemente creado por BLEULER. La importancia clínica concedida por FREUD a la ambiva- lencia queda reflejada en sus construcciones teóricas. En la primera de sus dos formulaciones principales le vemos pos- tulando que entre las pulsiones sexual y del yo tiene lugar un i conflicto intrapsíquico. Ya que por entonces FREUD soste- nía que los impulsos agresivos formaban parte de las pul- siones del yo, es capaz de afirmar, en resumen, que "las pulsiones sexual y del yo desarrollan rápidamente una antíte- sis que reproduce la del amor y el odio" (1915). El mismo conflicto básico se refleja de nuevo en la segunda de ambas formulaciones: la relativa al conflicto entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte. En su terminología hallamos que la ambivalencia que se produce en los pacientes neuróticos es considerada por FREUD, o bien debida a un fallo del proce- so de fusión de las pulsiones de vida y las de muerte, o bien a una posterior ruptura de dicha fusión es decir: a una de- fusión ( 1923). Así pues, de nuevo considera que el esen- cial problema el ínico y teórico es el de comprender cómo llega a ser satisfactoriamente regulado (o cómo no alcanza a serlo) el conflicto entre amor y odio. Las opiniones varían en cuanto a los méritos de estas formulaciones metapsicológicas de FREUD y así sucederá durante muchos decenios. He pensado, en ocasiones, si las controversias teóricas que dichas formulaciones han desperta- do y el abstracto lenguaje en que se. envuelven no han contribuido· a enturbiar la rigurosa desnudez y simplicidad del conflicto que oprime a la humanidad: el de enfrentarse con la f)ersona que más se ama y desear herirla. Se trata de una tendencia de la humanidad que ha ocupado siempre una posición central en la teología cristiana y que conocemos bien a través de frases coloquiales como la de "morder la mano que te da el pan" o "matar la gallina de los huevos de oro". Es el tema de la Bal/ad of Reading Gaol (Balada de la 20 Vínculos afectivos cárcel de Reading) de Osear W1LDE, en donde aparecen los siguientes versos: Pues todo hombre mata lo que ama, y que lo sepan todos, Uno lo hará con su mirada torva, Otro mientras adula, El más cobarde lo hará con un beso, Y el bravo, con su espada! Gracias a F R Euo , la importancia de este conflicto en la vida del hombre ha sido verificada de nuevo y, asimismo, gracias a él, se ha convertidopor vez primera en objeto de investigación científica. Sabemos ahora que son el miedo y el sentimiento de culpa procedentes de dicho conflicto los que subyacen a muchas enfermedades psíquicas y que es la inca- pacidad para enfrentarse con dicho miedo y dicho sentimien- to de culpa la que fundamenta muchos trastornos caracte- rológicos, incluyendo la delincuencia crónica. Aunque nues- tra labor dará un gran paso adelante cuando se esclarezcan determinadas cuestiones teóricas, creo que, en múltiples as- pectos, podemos realizar excelentes progresos utilizando con- ceptos tan corrientes como los de amor y odio y teniendo en cuenta el conflicto -el inevitable conflicto- que se desarrolla en nuestro interior cuando tanto el amor como el odio se diri- gen a una misma persona. Es evidente que los pasos que un lactante o un niño realiza en el sentido del progreso hacia la regulación de su ambivalencia son de esencial importancia para el desarrollo de su personalidad. Si todo ello sigue un curso favorable, el niño se desarrollará no sólo dándose cuenta de la existencia en su propio interior de impulsos contradictorios, sino tam- bién dotado de una capacidad para dirigirlos y controlarlos y la ansiedad y el sentimiento de culpa que generan le serán soportables. Si su progreso es menos favorable, se verá acosa- do por impulsos que se sentirá incapaz de controlar de modo adecuado, o que no controlará en absoluto y, en consecuen- cia, sufrirá una ansiedad aguda respecto a la seguridad de las personas a las que ama y temerá también el castigo que cree caerá sobre su propia cabeza. Emprender esta vía supone peligro: el que implica que la personalidad recurra a una serie de maniobras que crean más dificultades de las que Psicoanálisis y cuidado al niño 21 resuelven. Así por ejemplo, el miedo al castigo que se espera resulta de la realización de actos hostiles -y también, desde luego, de intentos hostiles, ya que nunca le resulta fácil a.un niño distinguir entre unos y otros- frecuentemente da lugar a más agresiones .. Así, observamos con frecuencia que un niño agresivo está actuando sobre la base de que el ataque es el mejor medio de defensa. De modo similar, el sentimiento de culpa puede conducir a una exigencia compulsiva de seguridad y de manifestaciones de amor y cuando estas exigencias no son satisfechas, se origina más odio y, en consecuencia, más sentimiento de culpa. Estos son los círcu- los viciosos que surgen cuando se desarrolla desfavorablemen- te la capacidad para regular el amor y el odio. Por otra parte, cuando un niño pequeño carece de con- fianza en su capacidad para controlar sus impulsos agresi- vos, existe el riesgo de que regrese involuntariamente a uno o más de una multitud de mecanismos psíquicos primitivos y bastante ineficaces, destinados a proteger de daños a sus seres queridos y a él mismo del dolor provocado por un conflicto que parece incapaz de resolverse por otros medios. Estos mecanismos psíquicos que incluyen la represión de uno o bien de ambos componentes del conflicto -en ocasiones del odio, a veces del amor, y en otros momentos, de ambos- así como desplazamiento, proyección, hipercompensación y muchos otros, poseen una cosa en común: en lugar de sacar a luz el conflicto y de enfrentarse francamente con él, en todos estos mecanismos de defensa se trata de evasiones y de negaciones de que el conflicto existe. No es pues de asom- brar qu~ resulten tan ineficaces. Antes de abordar nuestro tema principal -aquellas condi- ciones que favorecen o retrasan, en la infancia, el desarrollo de la capacidad de regular el conflicto- deseo destacar algo~ más: el conflicto no constituye en sí algo patológico. Por el contrario: el conflicto es el estado normal de cosas en todos nosotros. En cada día de nuestra vida descubrimos de nuevo que, si seguimos un determinado curso de acción, hemos de olvidar otros que también deseamos seguir· descubrimos, de hecho, que no podemos comernos el pastel y seg u ir tenién- dolo. Así pues, durante toda nuestra vida nos vemos enfren- tados con la tarea de elegir entre intereses que rivalizan en nuestro propio interior y de resolver conflictos entre impul- sos irreconciliables. Otros animales tienen el mismo proble- 22 V lnculos afectivos ma. L ORENZ ( 1956) ha descrito cómo antes se pensaba que tan sólo el hombre era víctima de impulsos conflictivos, pero cómo en la actualidad se sabe que todos los animales se ven asaltados de un modo constante, por impulsos que son mu- tuamente incompatibles, como los de ataque, huida y aproxi- mación sexual. Un bello ejemplo es el representado por el petirrojo y su comportamiento de cortejo*. Tanto el petirrojo macho como la hembra tienen plumaje idéntico, ambos tienen el pecho de color rojo. En primavera, el macho delimita un territorio propio y muestra una tendencia a atacar a todos los intru- sos que tienen el pecho rojo. Esto supone que cuando una potencial pareja, una hembra, penetra en su territorio, el primer impulso del macho es el de atacarla, y el primer impulso de la hembra el de huir. Tan sólo cuando la hembra muestra un comportamiento de timidez se inhiben los impul- sos hostiles del macho y son provocadas sus respuestas de cortejo. Así pues, en las primeras fases de este último, ambos sexos se hallan en estado de conflicto, oscilando el macho entre el ataque y el avance sexual y la hembra entre el "coqueteo" y la huida. Todas las investigaciones recientes en psicología y biología han demostrado de modo inconfundible que el comporta- miento, tanto del hombre como de otros organismos, es la resultante de un conflicto, casi contínuo, entre impulsos contradictorios: ni el hombre, como especie, ni el sujeto neurótico, como subgrupo dentro de la especie humana, poseen el monopolio del conflicto. Lo que caracteriza al sujeto psicológicamente enfermo es su incapacidad para regu- lar satisfactoriamente sus conflictos. Condiciones que contribuyen a dificultar la solución de conflictos lQué sabemos, pues, acerca de las condiciones que dificul- tan el control de conflictos? No cabe duda que un principal rasgo del conflicto, que hace que resulte difícil regularle, consiste en la magnitud de sus componentes. En el caso de la *El autor se refiere al petirrojo europeo, no al americano. Psicoanálisis y cuidado al niño 23 ambivalencia, si el impulso de obtener satisfacción libidinal' o bien el impulso de dañar y destruir a la persona amada es insólitamente intenso, se acentuará el problema relativo a la regulación del conflicto. FR EUD advirtió esto desde un prin- cipio. Muy pronto, en su obra, rechazó la idea de que eran, o bien la existencia, o la naturaleza de los conflictos experi- mentados, las que distinguían al sujeto mentalmente sano, del menos afortunado en este sentido; en lugar de ello señaló que la diferencia estriba en que los psiconernóticos exhiben, "a escala ampliada, sentimientos de amor y de odio frente a sus padres, que se dan menos obvia e intensamente en las mentes de la mayoría de los niños" (1900). Se trata de una opinión que ha sido ampliamente confirmada por la labor clínica durante los últimos cincuenta años. Así pues, una clave importante respecto a la asistencia al niño consiste en tratarle de modo que ninguno de los dos impulsos que suponen riesgo para la persona amada: avidez y odio libidinales, se hagan demasiado intensos. A diferencia de algunos analistas que se muestran más bien pesimistas sobre la energía innata de los impulsos infantiles, yo creo que tal estado se puede abordar con bastante facilidad en la mayoría de los niños, siempre que se establezca una condición: que el niño cuente con unos padres que le aman. Si un lactante o un niño en la primera infancia goza del amor y la compañía de su madre y también, muy pronto, de su padre, crecerá sin una exagerada presión debida a un ansia libidinal y sin una propensión demasiado intensa al odio. Si no posee dicho amorni dicha compañia, es muy probable que su ansia libidinal sea elevada, lo cual significa que estará buscando constantemente amor y afecto, y que mostrará una tendencia asidua a odiar a aquellos que no se los proporcionan o que le parezca que no se los dan. Aunque actualmente conocemos muy bien la dominante necesidad que tiene el lactante y el niño en general de que se le impartan amor y seguridad, hay algunos que protestan contra ello. lPor qué ha de presentar un lactante tales I Aqu( en los parágrafos siguientes utilizó la terminolog(a tradicional al referir- me a "exigencias libidinales" o "necesidades libidinales". En lugar de ello, hoy día deberfa referirme al deseo de apego por parte de un niño o quizá a la "aspiración de un niño a un apego seguro". 24 Vínculos afectivos exigencias? ¿Por qué no se le satisface con menos cuidados y atenciones? ¿cómo arreglar las cosas para que los padres dispongan de más tiempo y tranquilidad? Quizá un día, cuando sepamos más acerca de las necesidades libidinales del niño de corta edad, seremos capaces de conocer de modo más preciso sus requerimientos mínimos. Pero, mientras tan- to, debemos respetar sus necesidades y darnos cuenta de que negárselas supone, con frecuencia, generar en él poderosas fuerzas de exigencia libidinal y una propensión al odio, que puede causar más adelante grandes dificultades tanto al indi- viduo, como a quienes le rodean. No podemos minimizar las dificultades con que se enfren- tan aquellas mujeres que tienen que satisfacer las necesidades de un lactante. En días pasados, cuando les estaba vedado el acceso a una educación superior, existía menos conflicto entre las exigencias planteadas por la familia y las profesiona- les, aunque no por ello era menor la frustración que experi- mentaban las mujeres dotadas de capacidad y ambiciosas. Hoy día, las cosas son muy distintas. Las mujeres son bienve- nidas a profesiones en las que han llegado a desempeñar un papel insustituible. Desde luego, en todos los campos relacio- nados con la salud y el bienestar de los niños han llegado a situarse en cabeza. Este progreso, al igual que sucede siempre que existen desarrollo y crecimiento, ha dado lugar a tensio- r:ies y muchas de las mujeres presentes en esta conferencia conocen, en forma directa, el probJema que supone armoni- zar las exigencias, mutuamente conflictivas, planteadas por la familia y la carrera profesional. La solución no resulta fácil y nos podemos considerar afortunados por no tener que en- frentarnos con el problema de establecer cómo ha de resol- verlo el otro sexo. Esperemos que pasados los años, nuestra sociedad, que desde hace tiempo esta organizada para ajustar- se a los varones y a los padres, se adaptará también a las necesidades de las mujeres y las madres y que evolucionarán tradiciones sociales que guíen a los individuos dentro de un curso inteligente de acción. Retornemos ahora a nuestro tema y consideremos lo que sucede cuando, por alguna razón, las necesidades de un lactante no son suficientemente satisfechas a su debido tiem- po. Desde hace varios años me vengo interesando por investi- gar los efectos nocivos rel.ativos a la separación de sus madres de niños de corta edad en un momento en el que ya habían Psicoanálisis y cuidado al niño 25 establecido una relación emocional con ellas. En mi elección de este tema de investigación han intervenido diversos moti- vos: en primer lugar, los correspondientes resultados tienen una aplicación válida e inmediata; en segundo lugar se trata de un área en la que podemos recopilar datos comparativa- mente firmes y demostrar así a aquellos que siguen mante- niendo una actitud en exceso crítica con respecto al psi- coanálisis que éste posee buenas razones para aspirar a un status científico; por último, la experiencia relativa a un niño de corta edad que es separado de s'u madre nos proporciona un dramático ejemplo de este central problema de la psicopatología: la generación de un conflicto tan grande que fallan los medios normales para su regulación. En la actualidad parece bastante seguro que es debido a la intensidad, tanto de la demanda libidinal, como del odio que se generan, por lo que la separación de un niño pequeño, de su madre, tras haber establecido una relación emocional con ella, puede resultar tan nociva para el desarrollo de su perso- nalidad. Durante varios años hemos venido observando la intensa ansiedad y la agitación que manifiestan muchos niños de corta edad a su ingreso en un hospital o guardería- residencia y la desesperación con la que más adelante, cuan- do se han apaciguado o han vuelto a sus hogares, se aferran a sus madres y las siguen a todas partes. La elevada intensi- dad de sus demandas libidinales está bien evidente. Hemos - observado asimismo cómo estos niños rechazan a sus madres cuando las vuelven a ver por primera vez y las hacen amargas acusaciones por haberles abandonado. Anna FREUD y Dorothy BuRuNGHAM han aportado múl- tiples ejemplos de intensa hostilidad dirigida contra la figura más amada, en sus informes sobre las Hampstead Nurseries, realizados durante la Segunda Guerra Mundial. Un ejemplo particularmente emotivo es el de Reggie, quien con excep- ción de uri intervalo de dos meses, había pasado toda su vida en guarderías, desde que tenía la edad de cinco meses. Du- rante su estancia había establecido: "dos apasionadas relaciones con dos jóvenes enfermeras que se habían encargado de su asistencia y cuidado en dos períodos distin- tos.. La segunda fijación fue bruscamente rota cuando el niño conta- 26 Vínculos afectivos ba 2;8* años, por haber contraído matrimonio 'su enfermera'. Tras su marcha, el niño se sintió completamente perdido y desespera- c,ID y rehusó mirarla cuando volvió a visitarle un par de semanas más tarde. Giraba la cara hacia el otro lado cuando le hablaba, pe- ro se quedó mirando fijamente la puerta que ella cerró al abando- nar la habitación. Por la noche, en la cama, se sentó y dijo: iMi Mary-Ann! Pero yo no la quiero". {B URLINGHAM y FREUD, 1944; 51) Experiencias como la que ::icabamos de mencionar, sobre todo si se repiten, desembocan en una sensación de no ser amado, de estar abandonado y rechazado. Son estos senti- mientos los que se expresan en los tragicómicos poemas de un delincuente de 11 años, cuya madre falleció cuando él tenía 1;3 años y que, a continuación, había sido atendido por diversas sustitutas de su madre. He aquí uno de dichos poemas {no estoy seguro de que sea original), que escribió durante su tratamiento con mi colega Yana POPPER y en el que parece expresar lo que sintió a causa de haber ido pasando de una figura materna, a otra: Jumbo tenía un bebé vestido de verde Le envolvió en papel y se lo envió a la Reina. A la Reina no le gustó, porque era demasiado gordo, Le cortó en pedazos y se lo dió al gato. Al gato no le gustó, porque era demasiado flaco, Le cortó en pedazos y se lo dió al Rey. Al Rey no fe gustó, porque era demasiado lento, Le tiró por la ventana y se lo dió al cuervo. Más tarde, al irse su terapeuta de vacaciones, le expresó su desesperanza de recibir alguna vez amor, con las palabras de una cantinela tradicional: Oh, querido pequeño, te amo: Oh, mi querido pequeño, no creo que lo hagas. Si me amases de veras, como dices que haces, No te irías a América y me dejarías en el Zoo. *Transcripción de la edad cronológica consignando: años: meses, En este caso: dos años y ocho meses. (N. del T.) Psicoanálisis y cuidado al niño 27 No es de sorprender que una desesperación tan intensa vaya asociada a un odio igualmente intenso. Cuanto más apego mostraba a su psicoterapeuta,· tanto más tendía. a descargas de odio violento, algunas de las cuales estuvieron a punto de ser peligrosas. Era evidente que las reiteradas sepa- raciones ocurridas en los primeros años de vida de este muchacho habían dado lugar a una tendencia a intensa ambivalencia, de una magnitudque sus inmaduros dispositi- vos psíquicos habían sido incapaces de regular armoniosa- mente, habiendo persistido los patrones patológicos de regu- lación adoptados en sus primeros años. Otra demostración de cómo la separación de su madre provoca en un niño pequeño tanto una intensa necesidad libidinal, como odio, la proporciona un estudio realizado por mi colega Christoph HE1N1CKE (1956). Comparó las respues- tas de dos grupos de niños, de edades comprendidas entre los 15 y los 30 meses; uno de los ru os se hallaba uarder'a-reside · - .~tta-~Si bi~n los niños de ambo_~_grnp_os__se_mo.strabar:i-pr-eo.cupados por. vOTVera-reüñTrse-con sus padres, los de la guarderfa- r:e_sidencia expresaban sus aeseos con más llantos es decir: máSlntensamente, ta111bién los nfüi:rs de la guarder@.:_ residencia y no los de -TaguardeííaaeaTafenaíana-actÜar cre-·u·na marrera-·trostWy\ViOlenta;j~en d ive rsás-s.il!..@ció nes. A un cuando se trata tan sólo "ae una suposición afirmar que dicha _hostilidad estaba_inicialmente dirigida cootra_!o.s_~lJ.:.. ~entesJ determinados hallazgos de este estudio, estadística- rne nte ... JunClarrfen:taao;--í.Lteñe.n~Q.inQLCIJI c.Qn--1ª1Jipotesls- _cl?sarro llada hace unos años (B owLBY , 1944) d!L9.!:1~ . ..!l.DQ...de_ los principales efectos de la separación madre-hijo es una .~ gran intensificación del conflicto de ambivalencia. · Hasta aquí, al considerar que es en la temprana infancia ( \ cuando se genera la dificultad para la regulación de la ambi- \ valencia, hemos centrado la atención sobre experiencias co- mo~la privación de la madre, que conducen a una ansiedad y un odicnfüidinales que alcanzan niveles especialmente eleva- dos. Aparte de éste existen, como es natural, muchos otros acontecimientos que pueden ocasionar alteraciones. La ver- güenza y el miedo, por ejemplo, pueden originar también grandes dificultades. Nada ayuda más a un niño que poder expresar sus sentimientos de odio y celos de un modo ingenuamente directo y espontáneo y creo que no existe 28 Vínculos afectivos tarea parental más valiosa que la de mostrarse capaz de aceptar con ecuanimidad expresiones de "amor" filial como "te odio, mamá" o "papi, eres un animal". Soportando estas descargas mostramos a nuestros hijos que no nos asusta su odio y que estamos seguros de que puede ser controlado. Y es más, proporcionamos al niño la atmósfera de tolerancia en la que puede prosperar el autocontrol. A algunos padres les resulta difícil creer que tales métodos son sensatos o bien eficaces y les parece que hay que inculcar a los niños la noción de que el odio y los celos, no sólo son perniciosos sino que también son potencialmente peligrosos. Hay dos métodos corrientes para hacerlo. Uno de el los consiste en la expresión violenta de desaprobación, a través de castigos; el otro, más sutil y basado en la explota- ción del sentimiento de culpa, estriba en mostrar al niño lo ingrato que es y el dolor, tanto físico como moral, que su comportamiento causa a sus sacrificados padres. Aunque am- bos métodos están destinados a controlar los malos impulsos del niño, la experiencia el ínica indica que ninguno de ellos logra mucho éxito y que ambos exigen un pesado tributo de infelicidad. Los dos métodos tienden a hacer que el niño se sienta temeroso y culpable, que reprima sus sentimientos y por tanto le resulte más arduo, que fácil, obtener un control sobre los mismos. Ambos tienden a crear personalidades di f í ci les,~~me ro _l.Jg_s.__cast-ige~~---117~Ht1'eb-e1~y, si tales castigos son muy severos, a delincuentes; el segunao (la vergüenza), a sujetos neuróticos cargados de sentimientos de ansiedad y culpa. Con los niños sucede igual que en política: a la larga, tolerar a la oposición supone ganar generosos dividendos. No cabe duda que hay un trasfondo familiar: los niños necesitan amor, seguridad y tolerancia. Todo esto está muy bien, cabe decir, ¿pero es que no tenemos que frustrar jamás a nuestros hijos y dejarles hacer cuanto les apetezca? ¿Debe- mos indicar que este empeño en evitar frustraciones dará tan sólo lugar a que los hijos se conviertan en los bárbaros des- cendientes de unos padres vejados y pisoteados? Yo no creo que así sea, pero ya que estas conclusiones son tan corrien- temente expuestas, vale la pena examinarlas con deteni- miento. En primer lugar, las frustraciones que en realidad importan son las relativas a la necesidad que tiene el niño de amor Psicoanálisis y cuidado al niño 29 y cuidado por parte de sus padres. Siempre que estas apeten- cias queden satisfechas, las frustraciones de otras clases im- portan poco. Ello no quiere decir que sean particularmente buenas para él. Desde luego, el arte de ser una buena madre o un buen padre depende, en-parte; -ae-Tél-frabffidad para dlstTng0Ic-acfi..Jefla'sTrüstraciories que deben evitarse de las que sünTnevitables. Puede eludirse una inmensa cantidad de con- fücto -.¡ enfado en los niños pequeños y una pérdida de paciencia por parte de sus padres mediante procedimientos tan sencillos como presentar al niño un juguete adecuado antes de que intervengamos para quitarle de sus manos la mejor porcelana que tiene su madre, o bien convencerle para que se acueste, con tacto y sentido del humor, en lugar de exigirle una rápida obediencia, o bien permitirle elegir su propia dieta y comérsela a su modo, incluyendo, si le gusta, un biberón, aunque tenga 2 o más años de edad. La cantidad de enfado gratuito y de irritación que surgen de nuestra expec- tativa de que un niño de corta edad se adapte a nuestras propias ideas sobre qué, cómo y cuándo ha de comer, resulta a la vez ridícula y trágica y ello tanto más en la actualidad, cuando disponemos de tantos y tan cuidadosos estudios que demuestran la eficiencia con que los lactantes y los niños en la primera infancia pueden regular sus propias dietas, así como lo conveniente que resulta para nosotros mismos adop- tar,estos métodos (DAv1s, 1939). Existen, desde luego, muchas situaciones en las guarderías en las que puede evitarse frustración, sin inconveniente para nosotros y con efectos beneficiosos sobre .el ánimo de todos, pero hay otras en las que esto no es posible. Los fósforos son peligrosos, las porcelanas pueden romperse, la tinta mancha la alfombra, los cuchillos pueden herir a otro niño y también al que los maneja. ¿cómo podemos evitar tales catástrofes? Lo que primeramente ha de hacerse es guardar las cerillas en sitio seguro y colocar la porcelana, la tinta y los cuchillos fuera de su alcance. Luego, habrá que intervenir de modo tranquilo, pero firme. R..e_sulta curioso el hecho de que mu- chos adultos inteligentes piensen que el castigo es la única ,alternativa q11e existe a daj.ar.___q.u.e un niño se comporte desordenadamente ...... Un modo de proceder cq_n_~i1>Jª.Jl1ª--~r!_UnJL. intervención firme, ¡:>ero serena sie_me-que el niño realic~ algo que desea os deje de-hacer, no sólo crea menos rencor que un castigo, sino que también es más efectivo a la larga. 30 Vínculos afectivos i "'Yo creo que una de las grandes ilusiones de la civilización occidental es la de que el castigo es eficaz como medio de control. Para niños mayores y adultos tiene sus aplicaciones, como método auxiliar de otros sistemas, pero en los prime- ros años de la vida creo que está fuera de lugar, tanto por ser innecesario como porque puede crear males mucho mayo- res, en cuanto ansiedad y odio, de los que pretende corregir. Afortunadamente, con bebés y niños pequeños resulta fácil practicar una intervención apaciguadora; en caso de apuro podemos coger en brazos al niño y llevárnoslo. El precio que ello exige es nuestra presencia casi constante, pre- cio que estoy convencido les conviene pagar a los padres. En cualquier caso, es errónea la noción de que a los niños pequeños se les puede inculcar disciplina, haciéndoles obede- cer normas, de modo que se porten bien incluso en nuestra ausencia. Los niños pequeñosaprenden rápidamente lo que nos gusta y lo que nos desagrada pero carecen del aparato psíquico necesario para cumplir siempre nuestros deseos cuando estamos ausentes .. A menos que se aterrorice a un .niño hasta_ sumirle en la iner~1ª,. ___ 1~L~.!D-~efío en inculcar disciplina a niños pequeños está condenado a-frácasoy~ quienes lo intenten, ar agotamiento y trust.ración. l\laaíe--me- - jo~hábil profesora de guardería-escueia como ejem- plo de ejercer una intervención firme, pero cariñosa, a partir de la cual pueden aprender mucho los padres. Hemos de hacer constar que esta técnica de intervención cariñosa no sólo evita la provocación de rabietas y rencor, aunque éste sea inconsciente. Ello, en mi opinión, resulta inseparable del castigo y también proporciona al niño un eficaz modelo de regulación de sus conflictos. Le muestra que la violencia, los celos y la ansiedad pueden ser domina- dos mediante medios pacíficos y que no se necesita recurir a métodos drásticos de condena y castigo que, é!L_ser copiados por un niño, pueden_Iesultas_Qis12_rsLona9_~~__eor~~~Q]'.:frop-¡-a --·TmágTña-cionprímitiva en un patológico sentimiento de cuTpa y_-·un-cruerauTocastlgci:-se-rr;;1ra~d-esde-1ue·go·;-dea na·técnrca-- basada-eñ--la .. iaea-de Donald W1NNJCOTT, siguiendo a Mela- nie KLEJN, expuso antes que nosotros: la de que en los se- res humanos existe el germen de una moralidad innata, el cual, en caso de tener oportunidad para desarrollarse, proporcio- na a la personalidad infantil los fundamentos emocionales del comportamiento moral. Se trata de una noción que sitúa Psicoanálisis y cuidado al niño 31 junto al concepto de pecado original, del cual el psicoanálisis descubre mucha evidencia en el corazón humano, el concep- to de preocupación primordial por los demás, o bondad original, la cual, en caso de que se den circunstancias favora- bles, logrará predominar. Se trata de una visión, cautamente optimista, de· 1a naturaleza humana, visión que estimo está jus- tificada. Problemas emocionales de los padres Hemos venido examinando hasta ahora algunas de las condiciones de la asistencia al niño que parecen favorecer con mayor probabilidad el desarrollo sano de la capacidad para regular conflictos. Vamos a considerar ahora el proble- ma desde el punto de vista de los padres. ¿cabe preguntar si estamos preconizando que los progenitores han de ser perpe- tuamente amorosos, tolerantes y amistosos controladores del comportamiento de sus hijos? Yo creo que no .... y como padre, espero que no. Nosotros, los padres, tenemos- también nuestros sentimientos de ira y celos_ y, nos guste o no, los expresamos en ocasiones en forma si no voluntaria, involun- taria. Tengo la opinión, y ciertamente también la esperanza, de que si el trasfondo general de sentimientos y relaciones es bueno,-~vefifüaTaescarfill aecolera o una ocas1onar1l_zofina __ _ no producirán mucho daño; desde luego, ello tendrá la venta- jaq-¡:¡e---süpone aTlvlarnuestra propia tensión afectiva y quizá _también_Ja--de-d em0stFaF---a--n 1:1estr:os--hijos-que-tenemos-sus- --lD~!JJQ~ ___ pJ_Q_Qle_mas. Tales expresiones espontáneas de senti- mientos, seguidas quizá de excusas si nos hemos dejado arrastrar demasiado lejos, pueden ser netamente distinguidas del castigo con su suposición formal de aquello que está bien y aquello otro que está mal. El consejo de Bernard S HAW relativo a que_ no hay que pegar nunca a un niño, excepto _c1,1an_c:!Q___t¿r:io est~airado, es excelente. -- Un punto que deberán-tener en cuenta aquellos que no son padres es el de que resulta siempre mucho más fácil cuidar a los hijos de otros que a los propios. D.ebld0-a-Jas_ 'Li!:Jculos emocionales que unen al hijo con sus -padres y a ~sto s con e 1 h i j • · s nin os se com p_g_t'llib:~~ffir:)Je lf~_oo-::- m oda más pueril con sus padres q_u_e__ _ _con_o_tra_s_per_s.onas.. Con demasiada frecuencia oímos a personas bienintencionadas 32 Vínculos afectivos afirmar que un determinado niño se comporta muy bien con ellas y que su conducta puerilmente regresiva y difícil con su madre es debido a que ella le trata de un modo absurdo: generalmente el reproche que se hace a la madre es que consiente demasiado a su hijo. Tales críticas están a menudo fuera de lugar y con frecuencia son manifestaciones más de la ignorancia que la persona que critica tiene sobre cómo son los niños, que de la incompetencia de los padres. Inevita- blemente, _@_presen~ta <:l.€!_ la .madre o deLpadre produce sentimientos prirriTflvos y turbulentos no despertados por Q~as-:--Estoes-TnCTuscf ciertó-en.el mundo de las aves. Los pinzones jóvenes, que son ya suficientemente capa- ces de alimentarse por sí solos, a veces comienzan a solicitar alimento de un modo infantil cuando ven a sus padres. Así pues, los padres, y en especial las madres, son perso- nas muy calumniadas; sobre todo, me temo, por profesiona- les médicos y no médicos. Incluso así, sería absurdo preten- der que no cometemos errores. Algunos son producto de ignorancia, pero quizá son más los que proceden de proble- más emocionales inconscientes que datan de nuestra propia infancia. Aunque cuando examinamos a niños en una clínica psicológica infantil parece, en cierto número de casos, que las dificultades que presentan han surgido a partir de la ignorancia de sus padres sobre hechos como los nocivos efectos de la privación materna o de castigos prematuros y excesivos, los correspondientes trastornos parecen surgir con mucha mayor frecuencia a causa de tener los propios padres dificultades emocionales de las cuales tan sólo, en parte, poseen conciencia y que no pueden controlar. En ocasiones han leído todos los libros últimamente publicados sobre el cuidado del niño y han ~asistido a todas las conferencias pronunciadas por psicólogos, con la esperanza de descubrir cómo tratar y atender a sus hijos pero, a pesar de ello, las cosas han marchado mal. Por supuesto, el fracaso de muchos padres con "ideas psicológicas" ante la realización de una labor positiva con sus hijos ha conducido a que determinados y cínicos sujetos denigren dichas ideas. Yo creo que esto es un error. Sin embargo de lo que hemos de darnos cuenta, es que aquello que importa no es solo lo que hacemos, sino el modo cómo lo hacemos. Probablemente la alimentación regi- da por la autodemanda del niño, efectuada por una madre angustiada y ambivalente, dará lugar a muchos más proble- Psicoanálisis y cuidado al niño 33 mas que una rutina regulada por el reloj, en manos de una madre que se sienta serenamente feliz. De modo similar sucede con los modernos métodos de aprendizaje del asE!O, en comparación con los antiguos. Ello no significa que !Os primeros sean mejores, sino que tan sólo constituyen parte de lo que importa y que los seres humanos, a partir de su infancia, son más sensibles a las actitudes de cuantos les rodean que a cualquier otra cosa. . En todo el lo no hay nada: de misterioso y no hay necesi- dad alguna de invocar a un sexto sentido. Niños muy peque- ños se dan incluso mucha más cuenta de las significaciones de los tonos de voz, los gestos y las expresiones faciales, que los adultos y desde etapas muy iniciales, los lactantes son agudamente sensibles al modo en que se les trata*. Una madre muy angustiada que estoy tratando, me refirió cómo había descubierto que 'SU h ¡jo de 1 ;6 años, excesivamente llorón y pegado a sus faldas, responde de un modo muy distinto según como ella salga de la habitación. Si da un salto y sale corriendo para apagar la lumbre, por estar salién- dose la cacerola, el niño llora y solicita que vuelva. Si ella sale tranquilamente de la habitación, él apenas se da cuenta de su marcha. Aparte de la comprensión intelectual, que no voy a describir aquí, .la asistencia adecuada al niñO depende de la sensibilidad qu·e muestran la madre o el padre a las res- puestas de su hijo y de su habilidad para adaptarse intuitiva- mente a las necesidades del niño.Esto no es nada nuevo. De cuando en cuando oímos decir a maestros y a otras personas que un niño sufre debido a la actitud de uno de sus padres, por lo general de la madre. Se nos dice que ella está excesivamente angustiada o que es demasiado severa con el niño, que es demasiado dominante o que rechaza a su hijo, y a veces tales comentarios están justificados. Pero lo que los críticos suelen dejar de tener en cuenta es el origen inconsciente de tales actitudes desfavora- bles. Como resultado de todo ello, los equivocados padres son sometidos a una mezcla de exhortación y criticismo, tan ineficaces la una como el otro y que no contribuye a ayudarles. *Véase por ejemplo el informe de STEWART y cols. (1954) acerca de lactantes que lloran excesivamente. Dichos autores hallaron que se trataba de una respuesta a las dificultades que ten(a su madre para asistirles y cuidarles equilibradamente. 34 Vínculos afectivos El enfoque psicoanalítico arroja, por una parte, un torren- te de luz sobre el origen de las dificultades parentales y proporciona un modo racional de ayudarles. No les sorpren- derá saber que muchas de las dificultades con las que tropie- zan los padres proceden de su incapacidad para regular su propia ambivalencia. Cuando nos convertimos en padres se despiertan en nosotros poderosas emociones, tan intensas como las que vinculan a un niño de corta edad a su madre, o a los amantes entre sí. Especialmente en las madres se produce el mismo deseo de posesión completa, la misma dedicación e idéntica retirada del interés GOn respecto a los demás. Desgra- ciadamente, a estos deliciosos sentimientos de amor se viene a agregar con demasiada frecuencia una mezcla -y vacilo en decirlo- de resentimiento e incluso de odio. Tal intrusión de hostilidad en los sentimientos de una madre, o de un padre, hacia el bebé parece tan extraña y con frecuencia tan horri- ble que algunos tendrán dificultad en creerlo. No obstante es una realidad y en ocasiones una dura realidad, tanto para los padres como para el hijo. lCuál es su origen? Aunque sigue resultando difícil explicar esta hostilidad, es evidente que los sentimiento que aparecen en nosotros cuan- do nos convertimos en padres tienen mucho en común con los que nos generaban, cuando éramos niños, nuestros padres y hermanos. La madre que ha sufrido privación maternal, si no se ha convertido en incapaz de sentir afecto, puede experimen- tar una intensa necesidad de poseer el cariño de su hijo y realizará todo lo posible por obtenerlo. El progenitor que sentía celos de un hermano o una hermana más, pequeños puede llegar a experimentar una irracional hostilidad hacia el "pequeño intruso" que ha aparecido en la familia, sentimien- to que es particularmente corriente en el padre. El progeni- tor cuyo amor por su madre iba mezclado con un antagonis- mo frente a las exigencias de la misma, puede llegar a manifestar resentimiento y odio ante las apetencias del lac- tante. Yo creo que el trastorno no se basa en la mera recurrencia de antiguos sentimientos -quizá en todo padre y toda madre existen hasta cierto punto tales sentimientos- sino en la incapacidad por parte del progenitor para tolerarlos y regu- larlos. Aquellos que experimentaron en su niñez una intensa ambivalencia hacia sus padres o hermanos y que luego recu- rrieron inconscientemente a algunos de los primitivos y pre- Psicoanálisis y cuidado al niño 35 carios medios de resolver conflictos de los que he tratado ya anteriormente -represión, desplazamiento, proyección, etc.- no están preparados para la renovación del conflicto cuan.do llegan a ser padres. En lugar de reconocer la auténtica natu- raleza de sus sentimientos hacia el hijo y de adaptar su comportamiento de acuerdo con ello, se encuentran movidos por fuerzas que no conocen y perplejos por sentirse incapa- ces de ser tan cariñosos y pacientes como desearían. Su dificultad estriba en el resurgimiento de sentimientos ambiva- lentes, contra los cuales se enfrentan, inconscientemente, con los mismos y precarios métodos primitivos a los que recurrie- ron en su primera infancia, en una época de la vida en la que no disponían de métodos mejores. Así, la madre que teme constantemente que su bebé pueda morir· es incons- ciente del impulso a matarle que existe en ella misma2 y adoptando la misma solución que mantuvo en su infancia, frente quizá a sus deseos de muerte contra su propia madre, lucha infructuosamente, sin término, a fin de evitar peligros que pueden sobrevenir de cualquier parte: accidentes, enfer- medades, descuidos de los vecinos, etc. El padre que se halla resentido por el monopolio que su hijo lactante ejerce sobre su mujer e insiste en que las atenciones que presta al niño no le benefician, no se da cuenta de que está motivado por el mismo tipo de celos que experimentó en su infancia cuando nació su hermano pequeño. Lo mismo cabe decir de la madre que tiene un afán por poseer el amor de su hijo y que por su inagotable capacidad de sacrificio tiende a asegurarse de que éste no tenga hacia ella sentimientos que no sean de amor y gratitud. Esta madre, que a primera vista parece tan amorosa, crea inevitablemente un gran resentimiento en su hijo, debido a sus exigencias de amor, y asimismo un gran sentimiento de culpa, a causa de sus afirmaciones de ser una ma.dre tan buena que no está justificado hacia ella otro sentimiento que no sea el de gratitud. Al comportarse de este modo no se da cuenta, desde luego, de que es digna de ser querida, cariño del que no gozó jamás cuando era niña. 2 Existen diversos estados mentales que pueden conducir a una madre a temer constantemente dejar morir a su hijo lactante, uno de los cuales es un deseo incons- ciente de matarle. Otros son: la pérdida previa de un hijo, la pérdida de un hermano durante la niñez y el comportamiento violento por parte del padre del niño. Véase el estudio de las fobias en los capítulos 18 y 19 de Attachment and Loss, volumen 2. 36 Vínculos afectivos lnsi.sto en que, en mi opin1on, no es simplemente el hecho de que estén los padres motivados de este modo lo que da lugar a dificultades en los hijos, sino que estas dificultades se deben a la ignorancia que tienen los padres respecto a sus propias motivaciones y su involuntario recurso a la represión, la racionalización y la proyección para enfrentarse con sus conflictos. Probablemente no existe nada más dañino para unas re- laciones que el hecho de que una de las partes atribuya a la otra sus propios defectos, convirtiéndola así en chivo expiatorio. Este último papel es el que, por desgracia, desem- peñan los lactantes y niños en la primera infancia, al mani- festar tan a las claras sus propias flaquezas: son egoístas, celosos, sucios y dados a rabietas, terquedad y avidez. Una madre o un padre que sean portadores de una carga de culpabilidad relativa a alguna de estas flaquezas tenderá a convertirse en irracionalmente intolerante frente a las mani- festaciones de las mismas en su hijo. Atormentará al niño en sus vanos intentos por erradicar el vicio. Recuerdo a un padre que preocupado toda su vida por la masturbación, intentaba evitar ésta en su hijo colocándole bajo un grifo de agua fría cada vez que le veía tocándose los genitales. Actuando de modos similares a éste, el padre o la madre intensifican el sentimiento de culpa en el niño y también su miedo y odio a la autoridad. Algunas de las más envenenadas relaciones padres-hijo, que conducen a graves problemas en los niños, proceden de padres que ven motas en los ojos de sus hijos y no ven vigas en los propios. Todo aquél que posea una formación psicoanalítica y que haya trabajado en una el ínica psicológica infantil ha queda- do impresionado por la frecuencia de estos problemas emo- cionales, así como otros análogos, en los padres de niños a los que atienden, o por la medida en que los problemas de los padres parecen haber creado o exacerbado las dificultadesque padecen los hijos. Ello es tan frecuente que en muchas clínicas se dedica tanta atención a ayudar a los padres a resolver sus problemas emocionales, como a los hijos en los suyos. Por ello resulta curioso considerar que se trata de un aspecto de enfermedad psicológica que parece haber descono- cido FREUD y al cual, quizá por esta razón, han de prestar adecuada atención los psicoanalistas. No obstante yo creo que es un aspecto prometedor de esperanza para el futuro. Psicoanálisis y cuidado al niño 37 La limitada experiencia que poseemos sugiere que la ayuda psicológica proporcionada a los padres en los meses críticos precedentes y subsiguientes al parto y en los primeros afíos de la vida del niño puede contribuir, en gran medida, a g'ue establezcan una relación amorosa y comprensiva con el hijo lactante, relación que casi todos ellos desean. Sabemos que los primeros años de la vida de un niño, en los que, incons- cientemente para él, se establecen los fundamentos de su personalidad, constituyen un periodo crítico dentro de su desarrollo. Parece ser que, asimismo, los primeros meses y años tras haber nacido el hijo, c~-u.rwie.r.indo--Gr-í-t-iee 12.o __ fil_g~sarcQILo_d_~ una madre Y .. d~_UILPadxe .. En esta fase temprana de la materl11aaa--o-paternidad, los sentimientos de los padres parecen mostrarse más accesibles que en otros períodos y la ayuda psicológica es con frecuencia buscada y bien recibida, y resulta efectiva ya que las relaciones dentro de fa familia son flexibles. Una__ay_uda-r.elati\lélmen:ta_p_equeí'.ía, .Q!._QJ2 o re i q_r:i ad .?__i:_()J:l h abUid aq_ _ _9_u rao.~ __ E:)_?j:e_p~_[QQ_QJ_P-1!~d_e__dar_ lugar a duraderos resultados. Si este modo de pensar nuestro esta enla-·cíerto~-1a-tamilia en la que ha nacido un nuevo bebé constituye un punto estratégico en el que romper el círculo vicioso constituido por niños con alteraciones que crecen para convertirse en padres con problemas psíquicos y qu.e a su vez tratan a sus hijos de un modo que la generación siguiente desarrolla trastornos idénticos o parecidos. En la actualidad conocemos bien la ventaja que supone tratar pre- cozmente a los niños; lo que propugnamos ahora es que también los padres al llegar a desempeñar este papel deben ser tratados muy pronto. El reconocimiento de que una causa principal de los erro- res parentales consiste en que los sentimientos que albergan hacia sus hijos se hallan alterados por conflictos inconscien- tes que proceden de su propia niñez, quizá no se ha incorpo- rado aún al pensamiento contemporáneo. No sólo es algo que altera y alarma a los padres, muchos de los cuales suponen, lo cual no deja de ser natural, que las dificultades familiares residen en cualquier otro lugar que no sean sus propias mentes, pero es desconcertante para los profesionales médicos y no médicos descubrir que un número tan grande de los problemas con los que se enfrentan, residen en un dominio aparentemente intangible, acerca del cual no poseen conocimientoss, careciendo asimismo de la preparación nece- 38 Vínculos afectivos saria para prestar ayuda. Pero los hechos están ahí y, si los padres han de recibir la ayuda comprensiva y esclarecedora que les permita convertirse en los excelentes padres que desean ser, el personal profesional ha de poseer una com- prensión mucho más a fondo del conflicto inconsciente y del papel que desempeña en la creación de alteraciones en la forma de tratar los padres a sus hijos. Esto plantea un problema de primera magnitud, demasiado amplio para que lo abordemos ahora. Conflicto extra e intra-psíquico Como veremos, el punto de vista que estoy defendiendo se basa en la creencia de que muchas enfermedades mentales y muchas infelicidades son debidas a influencias ambientales que podemos cambiar. En psicoanálisis, al igual que en otras ramas de la psiquiatría y de hecho en todas las ciencias biológicas, se discuten constantemente las respectivas contri- buciones de la naturaleza y del medio ambiente. Nuestro problema consiste en comprender por qué un individuo se desarrolla sin grandes dificultades en su vida pulsional, mien- tras que otro se ve acosado por ellas. No cabe duda de que tanto las variaciones en la dotación hereditaria, como la influencia ejercida por el medio ambiente desempeñan pape- les importantes. El propio FREUD, sin embargo, debido quizá a que se demostró falsa su primera hipótesis sobre el me- dio ambiente (la relacionada con la influencia ejercida por la seducción infantil), se mostró prudente en cuanto a culpar a las variaciones ambientales de las dificultades que mostra- ban sus pacientes y, según iba avanzando en edad, fue creyendo cada vez más que poco se puede hacer para mitigar la intensidad del conflicto infantil, operando cambios en el medio ambiente del niño. Son muchos los psicoanalistas que le han seguido en este modo de pensar. Algunos, de hecho, no sólo han mantenido que quienes somos más optimistas en este sentido estamos equivocados, sino que han mostrado también su temor de que, al destacar la importancia del ambiente, no prestemos la debida atención al hecho crucial representado por el conflicto intrapsíquico. Hay que admitir que tal riesgo existe y que han sido escritos libros por psicoanalistas acerca de la asistencia al niño, que se han Psicoanálisis y cuidado al niño 39 centrado principalmente sobre el conflicto extrapsíquico; es decir el conflicto entre las necesidades infantiles y las limita- das oportunidades proporcionadas por el medio ambierite para su satisfacción. Aunque, como he señalado, creo qUe este conflicto extrapsíquico entre las necesidades internas y la oportunidad exterior para satisfacerlas es bastante auténti- co, deseo hacer resaltar que, en mi opinión, esto, en sí, tiene tan sólo una limitada importancia para el desarrollo psíquico. Lo que importa respecto al medio externo, es la medida en que las frustaciones y otras influencias que éste impone condu- cen al desarrollo de conflicto íntra-psíq uico de una forma e intensidad que el inmaduro aparato psíquico del lactante y del niño en la primera infancia no puede controlar satisfacto- riamente. Con este criterio es con el que debemos comprobar los méritos o los fallos de las prácticas de asistencia al niño y yo creo que centrando el problema de este modo, es como el psicoanálisis ha de llevar a cabo su principal contribución. Por convencido e incluso entusiasta partidario que yo sea de la opinión de que las situaciones reales que un lactante o un niño pequeño experimenta· son de capital importancia para su desarrollo, repito que no deseo dar la impresión de que actualmente sabemos cómo hacer que todos los niños se desarrollen sin trastornos emocionales. Creo, desde luego, que disponemos ya de bastantes conocimientos y que si fuésemos capaces de aplicarlos (en este caso, el condicional es muy fuerte, debido a la falta de personal bien preparado) se obtendría un enorme aumento de la felicidad humana y una drástica reducción de enfermedades de origen psíquico. No obstante, sería absurdo suponer que nuestro conocimien- to es ya de un grado tal que podamos garantizar que si un niño tiene éstas u otras experiencias se desarrollará sin mayo- res dificultades. No sólo hay que enfrentarse con problemas tan difíciles como los que surgen del distorsionador efecto de las fantasías infantiles y de su errónea interpretación del mundo que rodea al niño3, aspecto al que no me he referido 3 Creo que los efectos distorsionantes de las fantasías infantiles han sido enor- memente exagerados en la teorización psicoanalltica tradicional. Cuantos más deta- lles conocemos de los acontecimientos en la vida de un niño y de cuanto se le ha di- cho. lo que ha oído de pasada y lo que ha observado, pero se supone no sabe, tanto más claramente pueden ser consideradas sus ideas acerca del mundo y de lo que puede suceder en el futuro, como construccion.¡s perfectamente razonables. Datosdemostrativos de esta opinión están expuestos en los últimos cap(tulos del volumen 11 y a lo largo del volumen 111 de "Attachmentand Loss". 40 Vínculos afectivos aquí, sino-que pueden existir muy bien dificultades relativas a los orígenes, sobre las que no sabemos nada en el,,presente. In- cluso en las que poseemos cierto conocimiento, éste sigue sien- do escaso e insuficientemente basado en datos sistemática- mente recopilados. Por tanto es grande la necesidad de inves- tigaciones, y a medida que se amplía nuestro saber aumentan las oportunidades para una positiva labor investigadora. Tan sólo el futuro revelará qué caminos de la investiga- ción se mostrarán más fructíferos. Toda experimentación es un juego y hemos de apostar nuestro dinero a los caballos que esperamos ganen. En general, mi propia inclinación me lleva a apoyar a los crossbreds*. Me parece probable que los estudios sobre motivación en niños pequeños, y en especial el estudio del modo en que una madre y su hijo lactante desarrollan su relación, tan cargada de afectividad y que tan central interés reviste para el psicoanálisis, ganarán mucho en precisión y claridad a partir de la aplicación de conceptos y métodos de investigación derivados de la escuela europea de estudios sobre el comportamiento animal, a cuya cabeza están LORÉNZ v T1NsERGEN y que se conoce frecuentemente con la denomina.ción de etología. Sospecho, asimismo, que nuestra visión del mundo cognitivo que el lactante y el niño pequeño crea por sí mismo, para habitarla luego y para mol- dearla finalmente, progresará en gran medida gracias a los conceptos y los métodos de investigación creados por P1AGET. De modo similar, es de esperar que la teoría del aprendizaje arroje luz sobre los procesos que tienen lugar eo los críticos meses y años en los que nace una nueva persona- lidad. No obstante, por indispensables que yo crea que son las contribuciones de esta índole, resultarán estériles si no son constantemente interpretadas a la luz del conocimiento obtenido a través del contacto íntimo con la vida emocional de los niños y sus padres, dentro de un centro clínico y uti- lizando métodos como los introducidos por Melanie KLEIN y Anna FREUD, así como por otros psiconalistas infantiles y que derivan su inspiración, en último término, del hom- bre del que conmemoramos esta semana el centenario de su nacimiento. *Crossbred = h1brido; resultante del cruce o entrecruce de animales.o plantas, Psicoanálisis y cuidado al niño 41 Postscriptum La mayoría de los temas mencionados en esta confereneia son tratados de nuevo en ulteriores trabajos.incluidos en esta colección. Para una exposición de hallazgos más recientes sobre el desarrollo de las relaciones madre-hijo lactante véase STERN (1977).* *Tiene traducción española: La primera relación madre-hijo, 3ª ed., Madrid, Morata, 1983. (N. del R.) SEGUNDA CONFERENCIA UN ENFOQUE ETOLOGICO DE LA INVESTIGACION DEL DESARROLLO INFANTIL* En su reunión anual de la primavera de 1957, la British Psychological Society organizó un simposio sobre The Con- tribution of Current Theories to and Understanding of Child Development (La contrjbución de las teorías actuales-a fa com- prensión del desarrollo del niño). Yo fui invitado a disertar sobre la contribución que fa etología podría aportar y tam- bién sobre la teoría del aprendizaje asociativo, el psicoaná- lisis y los creadores de sistemas: P1AGET y FREUD. Las cuatro contribuciones fueron publicadas más adelante, en dicho año. Un problema central tanto para la psicología clínica, como para la social, es el de la naturaleza y el desarrollo de las relaciones de un niño con otras personas. En su modo de enfocar este problema, los psicólogos tienden a adoptar uno de estos dos procedimientos: si su orientación es académica y experimental, se inclinan más bien a alguna modalidad de la teoría del aprendizaje; si están clínicamente orientados, *Publicado originalmente en 'el Brltish j ournal of Medica/ Psycho/agy (1957). 30:23040. Un enfoque etológico de la investigación del desarrollo infantil 43 siguen al!luna forma de psicoanálisis. Ambos sistemas han conducido al lo!lro de una labor valiosa. Sin embargo, las tentativas realizadas para aunarlos han sido escasas y no han tenido mucho éxito, mientras que la desconfianza y 'las críticas recíprocas son bastante corrientes entre los partida- rios de ambas tendencias. Los psicoanalistas consideran, desde un principio, que las relaciones sociales del hombre se basan en instintos proce- dentes de raíces biológicas que impulsan al individuo a la acción. Gran parte de la teoría psicoanalítica se ha referido a estos instintos, a su aparición seriada y fragmentada en la ontogenia, su gradual organización, no siempre lograda con éxito, en totalidades más complejas, los conflictos surgidos cuando dos o más de ellos son activos e incompatibles, la ansiedad y el sentimiento de culpa que producen, las defen- sas puestas en juego para enfrentarse a ellos. Preocupados con estas primitivas pasiones humanas, las cuales, debido a los toscos dispositivos destinados a controlarlas, pueden im- pulsarnos, como sabemos a nuestra costa a actos de los que más tarde nos arrepentimos, los psicoanalistas se han mos- trado con frecuencia impacientes con los estudiosos del aprendizaje. En sus disquisiciones teóricas parece haber poco lugar para la afectividad humana o para la motivación pro- ced~nte de profundidades inconscientes e irracionales. Para el el ínico, el teórico del aprendizaje se le aparece siempre corno luchando para embutir un kilo de turbulenta natura- leza huma na en un recipiente de cien gramos de fría e im- pecable teoría. Por el contrario, los teóricos del aprendizaje adoptan una actitud crítica frente a los psicoanalistas. Las definiciones de instinto son notablemente insatisfactorias y tienden a degene- rar en lo alegórico. Aunque los informes clínicos son volumi- nosos, los registros de observación sistemática siguen siendo escasos. El método experimental brilla por su ausencia. Y lo peor de todo es que las hipótesis están con frecuencia cons- truidas de modo que no resultan susceptibles de verificación: un defecto fatal para el progreso científico. La teoría del aprendizaje, como se afirma con razón, define sus términos, construye operacionalmente sus hipótesis y las comprueba mediante experimentos adecuadamente diseñados. Como alguien que aspira a ser tanto clínico, como científi- co, he experimentado agudamente este conflicto. Como clíni- 44. Vínculos afectivos co he ,con~ic;IE)ra,dp,que el método de FREUD es el más fruc- tífero: no sólo ha prestado atención a procesos psicoló- gicos de inmediata importancia clínica, sino que su serie de conceptos que apelan a un inconsciente dinámico ha constitui- do un método prácticamente útil para ordenar los datos. Sin embargo, como científico, me he sentido incómodo por las poco fiables características de muchas de nuestras observa- ciones, la oscuridad de muchas de nuestras hipótesis y, sobre todo, la ausencia de cualquier trad'ición que exija que las hipótesis han de ser sometidas a verificación. A estos defec- tos creo que son debidas las controversias, con demasiada frecuencia acaloradas y estériles, que han caracterizado a la historia del psicoanálisis. Así pues, me he preguntado, junto con muchos de mis colegas lcómo podemos someter al psicoanálisis a una mayor disciplina científica sin sacrificar sus contribuciones, que son únicas? Preocupado con este dilema, hace pocos años llegué a conocer la obra de los etólogos. Inmediatamente sentí un vivo interés. Se trataba de un grupo de biólogos que estudia- ban el comportamiento de animales salvajes y que no sólo usaban conceptos como los de instinto, conflicto y mecanis- mo de defensa, extraordinariamente similares a los que se utilizan en la labor el ínica cotidiana, sino que también reali- zaban descripciones, bellamente detalladas,
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