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J. BOWLBY 
Vínculos afectivos 
Formación, desarrollo y pérdida 
EDICIONES MORATA, S. A. 
Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920 
28004 - Madrid 
A mis compañeros de investigación 
Mary Salter Ainsworth 
Anthony Ambrose 
Mary Boston 
Dorothy Heard 
Christoph Heinicke 
Colín Murray Parkes 
James Robertson 
Dina Rosenbluth 
Rudolph Schaffer 
l lse Westheimer 
Vínculos afectivos 
Formación, desarrollo y pérdida 
por 
John Bowlby 
Traducido por 
Alfredo GUERA MI RALLES 
Prólogo a la edición española por 
Félix LOPEZ SANCHEZ 
Profesor de Psicología 
Universidad de Salamanca 
Título original de la obra: 
THE MAKING ANO BREAKING OF AFFECTIONAL BONOS 
© R. P. L. BOWLBY and others 
Tavistock Publications Ltd., 1979 
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento 
informático, ni la transmisión de nioguna forma o por cualquier medio, ya sea elec-
trónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos,sin el permiso pre-
vio y por escrito de los titulares dei Copyright. 
©EDICIONES MORATA, S. A. (1986) 
Mejía Lequerica, 12. 28004 - Madrid 
Derechos reservados 
ISBN: 84-7112-309-6 
Depósito legal: M-35.479-86 
Compuesto por: Artedita 
Printed in Spain - Impreso en España 
Imprime: Unigraf. Paredes, 20. Fuenlabrada (Madrid) 
CONTENIDO 
Págs. 
PROLOGO A LA EDICION ESPAÑOLA, por Félix LOPEZ SAN-
CHEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 
PREFACIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 
PRIMERA CONFERENCIA: Psicoanálisis y cuidado al niño. . . . 15 
La ambivalencia y su regulación, 17 .- Condiciones que contri-
.buyen a dificultar la solución de conflictos, 22. - Problemas 
emocionales de los padres, 31.- Conflicto extra e intra-psíqui-
co, 38.- Post-scriptum, 41. 
SEGUNDA CONFERENCIA: Un enfoque etológico de la investi-
gación del desarrollo infantil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 
Aplicación de conceptos etológicos a la investigación del des-
arrollo infantil, 56.- Post-scriptum, 63. 
TERCERA CONFERENCIA: El duelo en la infancia y sus impli-
caciones para la psiquiatría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 
Separación de la madre y duelo infantil, 68.- Deseos de recu-
perar y de hacer reproches a la persona perdida: su papel en 
psicopatolog ía, 73. - Dos tradiciones en la teoría psicoanal íti-
ca, 80.- Conclusión, 88. 
CUARTA CONFERENCIA: Efectos de la ruptura de un vínculo 
afectivo sobre el comportamiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90 
Predominio de la vinculación, 91.- Ruptura de vínculos y en-
fermedad psiquiátrica, 94.- Efectos a corto plazo de la ruptu-
ra de vínculos, 100. 
8 Vínculos afectivos 
Págs. 
QUINTA CONFERENCIA: Separación y pérdida dentro de la fa-
milia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 
Pena y duelo en la vida adulta, 106.- Aflicción y duelo en la 
infancia, 113.- Condiciones que ayudan o impiden un duelo 
sano, 117. 
SEXTA CONFERENCIA: Confianza en sí mismo y algunas condi-
ciones que la fomentan. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128 
El concepto de base segura, 128.- Estudios sobre hombres 
adultos y jóvenes que tienen confianza en sí mismos, 132.-
Desarro!lo durante la lactancia, 135.- Puntos de diferencia 
con formulaciones teóricas actuales, 141.- El problema de la 
ansiedad de separación, 145. 
SEPTIMA CONFERENCIA: Formación y pérdida de vínculos 
afectivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153 
Etiología y psicopatología a la luz de la teoría del apego, 153.-
Algunos principios psicoterapéuticos, 171. 
BIBLIOGRAFIA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191 
BIBLIOGRAFIA ADICIONAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201 
INDICE DE AUTORES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202 
INDICE DE MATERIAS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205 
PROLOGO A LA EDICION ESPAÑOLA 
Por Félix LOPEZ SANCHEZ 
Profesor titular de Psicología Evolutiva 
· Universidad de Salamanca 
John BowLBY es quien ha elaborado la teoría del apego; ver-
dadera y, tal vez, única por hoy, alternativa explicativa del des-
arrollo afectivo humano. En esta publicación se recogen algu-
nos de sus escritos y conferencias más representativos. 
Formado como médico, psiqu íatra y psicoanalista en Ingla-
terra, entre las dos guerras mundiales, ha tenido durante toda 
su vida la suficiente flexibilidad científica como para abrirse a 
otros planteamientos teóricos y elaborar una nueva teoría ver-
daderamente original y coherente. 
El trabajo con niños que sufrían diferentes perturbaciones 
emocionales y su experiencia clínica en investigaciones con ni-
ños "sin familia", le llevó al convencimiento de que la necesi-
dad afectiva, más en concreto, la necesidad de establecer v ín-
culos estables con los progenitores, o quienes les sustituyen, es 
una necesidad primaria (no aprendida) en la especie humana. 
Este reconocimiento el ínico, primero, y teórico, después, era 
especialmente difícil, dado que el psicoanálisis (corriente .de la 
que él procedía) y el conductismo (psicología dominante en 
estos años) coincidían en afirmar que el interés afectivo de los 
niños era secundario (aprendido) a su interés por el alimento y 
demás necesidades biológicas. 
E 1 encuentro con la etología (corriente que a través de los 
estudios de improntación en especies inferiores defendía el in-
terés original de las crías por sus progenitores) le permitió 
10 Vínculos afectivos 
afianzarse en sus observaciones el ínicas y formular la teoría del 
apego. 
Desde que en 1958 coincidiera con HARLOW en un simposio 
internacional, BoWLBY nos asegura que empezó a sospechar la 
posibilidad de formular una teoría unificada de los vínculos 
afectivos. El conocimiento posterior de la Teoría de los Siste-
mas y, más recientemente, la Psicología Cognitiva le ha permi-
tido una elaboración más completa y actual caracterizada por 
un sabio eclecticismo y, a la vez, una· gran coherencia. 
En esta teoría del apego, se intenta describir y explicar la 
formación, desarrollo y pérdida de los vínculos afectivos desde 
el nacimiento hasta la muerte. 
Este itinerario ideológico-científico seguido por BoWLBY es-
tá aquí muy bien representado. En efecto, incluye conferen-
cias y escritos desde el año 1956 a 1976, reflejando su evolu-
ción a lo largo de veinte años. 
Los dos primeros textos, dedicados al psicoanálisis y a la 
etología son representativos de sus fuentes teóricas más impor-
tantes. Los otros cinco trabajos de BowLBY contienen, de for-
ma resumida, toda su teoría del apego. En algunos casos, como 
en el último de ellos, titulado ,;Formación y pérdida de vínculos 
afectivos", escrito en 1976, se encuentran aspectos verdadera-
mente nuevos sobre las implicaciones y los criterios terapéuticos 
de la teoría del apego. 
Como se indica en el prólogo del propio BowLBY, todos los 
textos han sido revisados en su vocabulario y se han completa-
do con notas que hacen referencia a toda su obra. 
Esta selección de escritos ha de ser situada entre su primera 
gran obra Maternal care and mental health (1951) (Cuidado 
maternal y amor), encargada por la Organización Mundial de la 
Salud, y el último de los volúmenes de su trilogía, La pérdida 
afectiva, 1980, dedicada a la teoría del apego. Los otros dos 
volúmenes, El apego y La separación fueron publicados en 
1969 y 1973 respectivamente. Tienen, pues, todos estos escri-
tos un indudable valor histórico y de contenido. 
Félix LOPEZ SANCHEZ 
Salamanca, Noviembre de 1986 
PREFACIO 
Durante los pasados veinte años me han invitado en diversas 
ocasiones, a dirigir la palabra a colegas o a una amplia audien-
cia con motivo de algún acto. Estas invitaciones me han pro-
porcionado la oportunidad de revisar hallazgos de la investiga-
ción y esbozar el pensamiento actual. 
En el presente volumen se han seleccionado algunasde 
estas conferencias, así como ciertas colaboraciones en simpo-
sios, para ser publicadas nuevamente, con la espereanza de 
que puedan proporcionar una introducción a ideas que ya 
han sido recogidas de un modo sistematizado y con sus 
correspondientes datos demostrativos, en los tres volúmenes 
de Attachment and Loss* que han sido publicados reciente-
mente. Ya que cada conferencia, o cada aportación (cali-
ficadas aquí de manera general como conferencias) estaba 
dirigida a un determinado auditorio en una particular oca-
sión, he pensado que sería preferible volver a publicarlas en 
su forma original, que intentar revisarlas a fondo. Así pues, 
cada una de ellas está impresa ciñéndose a la forma en que fue 
publicada, con un párrafo introductorio en que se menciona 
la ocasión y audiencia. Lo que sí se ha corregido es la forma 
gramatical, unificándose asimismo la terminología y las refe-
rencias, añadiéndose unas notas a pie de página cuando nos 
ha parecido necesario. Siempre que una determinada afirma-
ción precisaba ser modificada o ampliada a la luz de poste-
*Publicados en castellano por Paidós con los siguientes títulos: Tomo 1, E/víncu-
lo afectivo, Buenos Aires {agotado); Tomo 11, la separación afectiva, Barcelona, 
1985; Tomo 111, la pérdida afectiva: Tristeza y depresión, Buenos Aires, 1983. (N. 
del T.) 
12 Vínculos afectivos 
riores datos o de otros estudios, he añadido un comentario y 
más referencias (relativas frecuentemente a capítulos de uno 
de los volúmenes de Attachment and Loss), en un apéndice al 
final del capítulo. Ha sido omitida una parte de la conferen-
cia número 3, debido a motivos que se exponen en el texto. 
Mi interés por los efectos ejercidos sobre un niño en vías 
de desarrollo por diferentes formas de experiencia familiar se 
inició en 1929, cuando trabajé durante 6 meses en lo que 
ahora se denominaría una escuela para niños inadaptados. Un 
decenio más tarde, tras completar mi formación psiquiátrica 
y psicoanalítica y trabajar durante 3 años en la London 
Chi!d Guidance C!inic presenté algunas observaciones en un 
trabajo titulado The influence of Ear!y Environment on the 
Deve/opment of Neurosis and Neurotic Character (1940) 
("La influencia del primer entorno sobre el desarrollo de 
neurosis y de carácter neurótico") y recopilé asimismo mate-
rial para una monografía que llevó por título Forty-Four 
Juvenil Thieves (1944, 1946) ("Cuarenta y cuatro ladrones 
juveniles"). Diversos motivos propiciaron que, después de la 
segunda guerra mundial, eligiera como campo especial de 
estudio el cambio de residencia de un niño pequeño desde su 
hogar, a una guardería residencial o a un hospital, y no el 
campo, más amplío, correspondiente a la interacción proge-
nitor-hijo. En primer lugar se trataba de un acontecimiento 
que en mi opinión puede ejercer graves efectos nocivos sobre 
el desarrollo de la personalidad de un niño. En segundo 
lugar, no cabía entablar debate acerca de si había tenido o 
no lugar, contrastando mucho, a este respecto, con la 
dificultad de obtener información válida de la forma en que 
una madre o un padre tratan a su hijo. En tercer término, 
considerábamos un campo en el que resulta posible establecer 
medidas preventivas. 
En esta investigación me he esforzado constantemente por 
aplicar el método científico y he tenido muy presente, en 
todo momento, que al igual que en otros campos de la 
medicina, cuando un psiquíatra emprende un tratamiento o 
intenta una profilaxis, ha de ir con frecuencia más allá de lo 
que resulta científicamente aceptable. La distinción entre los 
criterios necesarios en la investigación y aquellos que resultan 
aceptables en la terapéutica y la prevención, no siempre es 
bien comprendida, y ello da origen a muchas confusiones. En 
una reciente conferencia: Psychoana!ysis as Art and Science 
Prefacio 13 
(1979) ("El psicoanálisis como arte y como ciencia'') he inten-
tado exponer claramente mi posición. 
Mi reconocimiento a los muchos colegas que han trabajado 
conmigo durante años y a los que está dedicado el presente 
volumen se pondrá de manifiesto a través de las propias 
conferencias. Me siento profundamente agradecido a todos 
ellos, así como a mi secretaria,Dorothy Southern, que ha 
trabajado desde un principio en cada uno de estos temas, 
en sus múltiples borradores y distintas versiones, llevando a 
cabo esta labor con indefectible cuidado y sostenido entu-
siasmo. 
PRIMERA CONFERENCIA 
PSICOANALISIS Y CUIDADO AL NIÑO* 
Durante los meses de Abril y Mayo de 1956 y como parte 
de la celebración del centenario del nacimiento de FREUD, 
miembros de la British Psychoanalytical Society pronuncia-
ron seis conferencias en Londres acerca de º Psico a -
nálisis y pensamiento contemporáneo". Yo fui invitado a 
pronunciar la correspondiente a "Psicoanálisis y cuidado del 
niño'~ Las conferencias fueron publicadas dos años más 
tarde. 
Ningún campo del pensamiento contemporáneo muestra 
quizá más claramente la influencia ejercida por la labor de 
FREUD como el del cuidado del niño. Aunque siempre han 
existido personas que han reconocido que el niño es el padre 
del hombre y que el amor materno proporciona al lactante 
que se va desarrollando algo que le es indispensable, estas 
antiguas verdades no fueron jamás tema de investigación 
científica con anterioridad a FREuo y, por tanto, fueron 
rápidamente dadas de lado como propias de un trasnochado 
sentimentalismo. FR E u o no sólo insistió acerca del evidente 
hecho de que las raíces de nuestra vida emocional se hallan 
situadas en la lactancia y la primera infancia, sino que 
*Publicada primeramente en SUTHER LAND, J. D. (ed.) ( 1958), Psychoana!ysis 
and Contemporary Thought, Londres: Hogarth Press. Reimpresa con autorización 
de Hogarth Press. ( N. del A.) 
16 Vínculos afectivos 
intentó as1m1smo explorar de un modo sistemático la cone-
xión existente entre los acontecimientos de los primero años 
de la vida y la estructura y la función de la posterior 
personal id ad. 
Aunque, como todos sabemos, las formulaciones de 
FREuo tropezaron con gran oposición -en fechas tan recien-
tes como 1950, eminentes psiqu íatras afirman que no está 
demostrado que cuanto sucede en los primeros años de la 
vida revista importancia con respecto a la salud mental-, mu-
chas de sus proposiciones básicas se consideran hoy día 
como garantizadas. No sólo vemos cómo revistas tan popula-
res como el Picture Post*, manifiestan a su público que "el 
niño desdichado se convierte en el desdichado neurótico 
adulto" y que lo importante es "el comportamiento de 
aquellos entre los que crece un niño ...... y especialmente, en 
los años más tempranos de la vida, el comportamiento de la 
madre"; si no que tales puntos de vista hallan eco en las 
publicaciones oficiales. Así, el Home Office (Ministerio del 
Interior), en 1955, al describir la labor desarrollada por su 
Children's Department (Departamento para la Infancia) afir-
ma que "las pasadas experiencias de un niño desempeñan un 
papel vital en su desarrollo y continúan siendo importantes 
para aquél. .. " haciendo constar que "la finalidad ha de con-
sistir en asegurar, en la medida de lo posible, que todo lac-
tante sea criado con regularidad por.. una misma persona". 
Existe, por último, un informe preparado por un comité 
nombrado por el ministro de Educación, que trata, en exten-
sión los problemas del niño inadaptado (Ministerio de Educa-
ción, 1955). Basa firmemente sus recomendaciones en propo-
siciones como la de que "la investigación moderna muestra 
que las influencias más formativas son las que el niño experi-
menta antes de ingresar en la escuela, adoptando ya, entonces, 
forma ciertas actitudes que afectarán decisivamente la total i-
dad de su posterior desarrollo", y que "el hecho de que un 
niño sea feliz y de comportamiento estable durante dicho 
período (la segunda infancia), o desdichado y mal adaptado 
a la sociedad o a sus clases, depende en gran medida de una 
cosa: que hayan sido adecuadoslos primeros cuidados que ha 
recibido". Al celebrar el centenario del nacimiento del funda-
dor del psicoanálisis es de justicia que recordemos la revolu-
ción que ha pr~pi_ciado en el pensamiento contemporáneo. 
*Semanario de gran difusión, posteriormente interrumpido. 
Psicoanálisis y cuidado al niño 17 
Por lo que se refiere, al menos, a algunas de las cuestiones 
esenciales de la asistencia al niño existe en la actualidad un 
gran acuerdo entre los psicoanalistas y las áreas de su .in-
fluencia. Así por ejemplo, todos coinciden en la vital impor-
tancia de una relación estable y permanente con una madre 
amorosa (o con una persona que la sustituya) durante la 
lactancia y la niñez, y de la necesidad .. de esperar que llegue 
un cierto nivel de maduración antes de emprender interven-
ciones como el destete y la educación para el aseo y, por 
supuesto, para todos los demás pasos correspondientes a la 
educación del niño. Con respecto a otras cuestiones, existen, 
sin embargo, diferencias de opinión y, en vista de la relativa 
novedad que supone el estudio científico de estos problemas 
y dada la complejidad de los mismos, sería sorprendente que 
no fuese así. Frecuentemente esto sume a los padres en la 
confusión y la perplejidad, en especial a los que buscan 
siempre una absoluta certeza en todas las cosas. Cuanto más 
fácil sería todo para nosotros si supiésemos la totalidad de 
las respuestas, o al menos algunas más, al problema de cómo 
criar y educar a nuestros hijos. Actualmente nos hallamos 
aún muy lejos de ello y no quiero dar la impresión, ni por 
un solo momento, de que nos hallamos en posesión de las 
mismas. Estimo que la obra de FREUD nos ha proporciona-
do ciertos conocimientos firmes y lo que quizá es más 
importante: nos ha mostrado una fructífera vía para conside-
rar y comprender más a fondo los proble,mas que plantea el 
cuidado adecuado del niño. 
La ambivalencia y su regulación 
Donald W1NN1con en su conferencia acerca del psicoanáli-
sis y la culpa*, ha discutido el esencial papel que desempeña 
en el desarrollo humano la formación de una sana capacidad 
para experimentar sentimiento de culpa. Ha demostrado que 
una capacidad para experimentar este sentimiento constituye 
un necesario atributo de la persona sana. Por desagradable 
que ello sea, al igual que sucede con el dolor físico y la 
ansiedad, es algo biológicamente indispensable y parte del 
precio que pagamos por nuestro privilegio de ser humanos. 
* ln.cl11ida en la serie de conferencias homenaje a FREUD. 
18 Vínculos afectivos 
Ha descrito, además, cómo la capacidad de sentir culpa 
"implica la tolerancia de la ambivalencia" y una aceptación 
de la responsabilidad relativa tanto a nuestro amor, como a 
nuestro odio. Se trata de temas que, debido en qran parte a 
la influencia de Melanie 'KLEIN, han revestido principal inte-
rés para los psicoanalistas británicos. Intentaré ahora exami-
nar más a fondo el papel que la ambivalencia desempeña en 
la vida psíquica -<esa inconveniente tendencia que todos 
tenemos a encolerizarnos, y odiar, en ocasiones, a la persona 
que más queremos- y consideraré asimismo aquellos méto-
dos de asistencia al niño que parezcan facilitarle o, por el 
contrario, hacerle más difícil el desarrollo de una capacidad 
para regular dicho conflicto de una manera madura y cons-
tructiva. Ya que creo que un esencial criterio para juzgar el 
valor de los diferentes métodos de asistencia infantil consiste 
en los efectos, beneficiosos o adversos, que ejercen sobre la 
capacidad, en vías de desarrollo, del niño para regular su 
conflicto de amor y odio y, a través de ello, su capacidad 
para experimentar, de un modo sano, su ansiedad y su culpa. 
Voy a resumir brevemente las ideas de FREUD acerca de 
la ambivalencia. De los innumerables temas desarrollados a 
través de su obra, ninguno fue considerado de un modo tan 
brillante ni persistente. Hace su primera aparición en los días 
más tempranos del psicoanálisis. Durante su investigación 
acerca de los sueños, FREUD ( 1900) advirtió que un sueño 
en el que muere un ser querido indica, con frecuencia, la 
existencia de un deseo inconsciente de que dicha persona 
muera -revelación que, si bien resulta ahora menos sorpren-
dente que cuando fue expuesta por vez primera, no es hoy 
quizá menos turbadora que lo fue hace medio siglo. En su 
búsqueda del origen de estos malhadados deseos, FREUD 
dirigió su mirada a la vida emocional de los niños y lanzó la 
por entonces. osada hipótesis de que en nuestros primeros 
años de vida constituye la regla, y no la excepción, que 
seamos impulsados tanto hacia -nuestros hermanos, como 
hacia nuestros padres, por sentimientos de ira y odio, así 
como por otros de apego y amor. Desde luego dentro de este 
contexto es donde FREUD introdujo por primera vez al 
mundo en los temas, que nos resultan actualmente tan fami-
liares, de la rivalidad fraterna y de los celos ed ípicos. 
En los años que precedieron a la publicación de su gran 
·obra sobre los sueños, el interés de FREUQ por la sexualidad 
Psicoanálisis y cuidado al niño 19 
infantil le condujo a que el tema de la ambivalencia fuese 
menos destacado en sus escritos. Reaparece en 1909 cuando 
en un trabajo sobre la neurosis obsesiva nos recuerda que 
"en toda neurosis nos hallamos ante las mismas pulsiohes 
contenidas, tras los síntomas ........ lo odiado se mantiene 
reprimido, en el inconsciente, por el amor .... ". Algunos años 
más tarde y para destacar la esencial importancia de este 
conflicto, FREUD ( 1912) introdujo el término de ambivalen-
cia, que había sido recientemente creado por BLEULER. 
La importancia clínica concedida por FREUD a la ambiva-
lencia queda reflejada en sus construcciones teóricas. En la 
primera de sus dos formulaciones principales le vemos pos-
tulando que entre las pulsiones sexual y del yo tiene lugar un i 
conflicto intrapsíquico. Ya que por entonces FREUD soste-
nía que los impulsos agresivos formaban parte de las pul-
siones del yo, es capaz de afirmar, en resumen, que "las 
pulsiones sexual y del yo desarrollan rápidamente una antíte-
sis que reproduce la del amor y el odio" (1915). El mismo 
conflicto básico se refleja de nuevo en la segunda de ambas 
formulaciones: la relativa al conflicto entre pulsiones de vida 
y pulsiones de muerte. En su terminología hallamos que la 
ambivalencia que se produce en los pacientes neuróticos es 
considerada por FREUD, o bien debida a un fallo del proce-
so de fusión de las pulsiones de vida y las de muerte, o bien 
a una posterior ruptura de dicha fusión es decir: a una de-
fusión ( 1923). Así pues, de nuevo considera que el esen-
cial problema el ínico y teórico es el de comprender cómo 
llega a ser satisfactoriamente regulado (o cómo no alcanza a 
serlo) el conflicto entre amor y odio. 
Las opiniones varían en cuanto a los méritos de estas 
formulaciones metapsicológicas de FREUD y así sucederá 
durante muchos decenios. He pensado, en ocasiones, si las 
controversias teóricas que dichas formulaciones han desperta-
do y el abstracto lenguaje en que se. envuelven no han 
contribuido· a enturbiar la rigurosa desnudez y simplicidad 
del conflicto que oprime a la humanidad: el de enfrentarse 
con la f)ersona que más se ama y desear herirla. Se trata de 
una tendencia de la humanidad que ha ocupado siempre una 
posición central en la teología cristiana y que conocemos 
bien a través de frases coloquiales como la de "morder la 
mano que te da el pan" o "matar la gallina de los huevos de 
oro". Es el tema de la Bal/ad of Reading Gaol (Balada de la 
20 Vínculos afectivos 
cárcel de Reading) de Osear W1LDE, en donde aparecen los 
siguientes versos: 
Pues todo hombre mata lo que ama, 
y que lo sepan todos, 
Uno lo hará con su mirada torva, 
Otro mientras adula, 
El más cobarde lo hará con un beso, 
Y el bravo, con su espada! 
Gracias a F R Euo , la importancia de este conflicto en la 
vida del hombre ha sido verificada de nuevo y, asimismo, 
gracias a él, se ha convertidopor vez primera en objeto de 
investigación científica. Sabemos ahora que son el miedo y el 
sentimiento de culpa procedentes de dicho conflicto los que 
subyacen a muchas enfermedades psíquicas y que es la inca-
pacidad para enfrentarse con dicho miedo y dicho sentimien-
to de culpa la que fundamenta muchos trastornos caracte-
rológicos, incluyendo la delincuencia crónica. Aunque nues-
tra labor dará un gran paso adelante cuando se esclarezcan 
determinadas cuestiones teóricas, creo que, en múltiples as-
pectos, podemos realizar excelentes progresos utilizando con-
ceptos tan corrientes como los de amor y odio y teniendo en 
cuenta el conflicto -el inevitable conflicto- que se desarrolla 
en nuestro interior cuando tanto el amor como el odio se diri-
gen a una misma persona. 
Es evidente que los pasos que un lactante o un niño 
realiza en el sentido del progreso hacia la regulación de su 
ambivalencia son de esencial importancia para el desarrollo 
de su personalidad. Si todo ello sigue un curso favorable, el 
niño se desarrollará no sólo dándose cuenta de la existencia 
en su propio interior de impulsos contradictorios, sino tam-
bién dotado de una capacidad para dirigirlos y controlarlos y 
la ansiedad y el sentimiento de culpa que generan le serán 
soportables. Si su progreso es menos favorable, se verá acosa-
do por impulsos que se sentirá incapaz de controlar de modo 
adecuado, o que no controlará en absoluto y, en consecuen-
cia, sufrirá una ansiedad aguda respecto a la seguridad de las 
personas a las que ama y temerá también el castigo que cree 
caerá sobre su propia cabeza. Emprender esta vía supone 
peligro: el que implica que la personalidad recurra a una 
serie de maniobras que crean más dificultades de las que 
Psicoanálisis y cuidado al niño 21 
resuelven. Así por ejemplo, el miedo al castigo que se espera 
resulta de la realización de actos hostiles -y también, desde 
luego, de intentos hostiles, ya que nunca le resulta fácil a.un 
niño distinguir entre unos y otros- frecuentemente da lugar 
a más agresiones .. Así, observamos con frecuencia que un 
niño agresivo está actuando sobre la base de que el ataque es 
el mejor medio de defensa. De modo similar, el sentimiento 
de culpa puede conducir a una exigencia compulsiva de 
seguridad y de manifestaciones de amor y cuando estas 
exigencias no son satisfechas, se origina más odio y, en 
consecuencia, más sentimiento de culpa. Estos son los círcu-
los viciosos que surgen cuando se desarrolla desfavorablemen-
te la capacidad para regular el amor y el odio. 
Por otra parte, cuando un niño pequeño carece de con-
fianza en su capacidad para controlar sus impulsos agresi-
vos, existe el riesgo de que regrese involuntariamente a uno 
o más de una multitud de mecanismos psíquicos primitivos y 
bastante ineficaces, destinados a proteger de daños a sus 
seres queridos y a él mismo del dolor provocado por un 
conflicto que parece incapaz de resolverse por otros medios. 
Estos mecanismos psíquicos que incluyen la represión de uno 
o bien de ambos componentes del conflicto -en ocasiones 
del odio, a veces del amor, y en otros momentos, de ambos-
así como desplazamiento, proyección, hipercompensación y 
muchos otros, poseen una cosa en común: en lugar de sacar 
a luz el conflicto y de enfrentarse francamente con él, en 
todos estos mecanismos de defensa se trata de evasiones y de 
negaciones de que el conflicto existe. No es pues de asom-
brar qu~ resulten tan ineficaces. 
Antes de abordar nuestro tema principal -aquellas condi-
ciones que favorecen o retrasan, en la infancia, el desarrollo 
de la capacidad de regular el conflicto- deseo destacar algo~ 
más: el conflicto no constituye en sí algo patológico. Por el 
contrario: el conflicto es el estado normal de cosas en todos 
nosotros. En cada día de nuestra vida descubrimos de nuevo 
que, si seguimos un determinado curso de acción, hemos de 
olvidar otros que también deseamos seguir· descubrimos, de 
hecho, que no podemos comernos el pastel y seg u ir tenién-
dolo. Así pues, durante toda nuestra vida nos vemos enfren-
tados con la tarea de elegir entre intereses que rivalizan en 
nuestro propio interior y de resolver conflictos entre impul-
sos irreconciliables. Otros animales tienen el mismo proble-
22 V lnculos afectivos 
ma. L ORENZ ( 1956) ha descrito cómo antes se pensaba que 
tan sólo el hombre era víctima de impulsos conflictivos, pero 
cómo en la actualidad se sabe que todos los animales se ven 
asaltados de un modo constante, por impulsos que son mu-
tuamente incompatibles, como los de ataque, huida y aproxi-
mación sexual. 
Un bello ejemplo es el representado por el petirrojo y su 
comportamiento de cortejo*. Tanto el petirrojo macho como 
la hembra tienen plumaje idéntico, ambos tienen el pecho de 
color rojo. En primavera, el macho delimita un territorio 
propio y muestra una tendencia a atacar a todos los intru-
sos que tienen el pecho rojo. Esto supone que cuando una 
potencial pareja, una hembra, penetra en su territorio, el 
primer impulso del macho es el de atacarla, y el primer 
impulso de la hembra el de huir. Tan sólo cuando la hembra 
muestra un comportamiento de timidez se inhiben los impul-
sos hostiles del macho y son provocadas sus respuestas de 
cortejo. Así pues, en las primeras fases de este último, ambos 
sexos se hallan en estado de conflicto, oscilando el macho 
entre el ataque y el avance sexual y la hembra entre el 
"coqueteo" y la huida. 
Todas las investigaciones recientes en psicología y biología 
han demostrado de modo inconfundible que el comporta-
miento, tanto del hombre como de otros organismos, es la 
resultante de un conflicto, casi contínuo, entre impulsos 
contradictorios: ni el hombre, como especie, ni el sujeto 
neurótico, como subgrupo dentro de la especie humana, 
poseen el monopolio del conflicto. Lo que caracteriza al 
sujeto psicológicamente enfermo es su incapacidad para regu-
lar satisfactoriamente sus conflictos. 
Condiciones que contribuyen a dificultar la solución 
de conflictos 
lQué sabemos, pues, acerca de las condiciones que dificul-
tan el control de conflictos? No cabe duda que un principal 
rasgo del conflicto, que hace que resulte difícil regularle, 
consiste en la magnitud de sus componentes. En el caso de la 
*El autor se refiere al petirrojo europeo, no al americano. 
Psicoanálisis y cuidado al niño 23 
ambivalencia, si el impulso de obtener satisfacción libidinal' 
o bien el impulso de dañar y destruir a la persona amada es 
insólitamente intenso, se acentuará el problema relativo a la 
regulación del conflicto. FR EUD advirtió esto desde un prin-
cipio. Muy pronto, en su obra, rechazó la idea de que eran, 
o bien la existencia, o la naturaleza de los conflictos experi-
mentados, las que distinguían al sujeto mentalmente sano, del 
menos afortunado en este sentido; en lugar de ello señaló 
que la diferencia estriba en que los psiconernóticos exhiben, 
"a escala ampliada, sentimientos de amor y de odio frente a 
sus padres, que se dan menos obvia e intensamente en las 
mentes de la mayoría de los niños" (1900). Se trata de una 
opinión que ha sido ampliamente confirmada por la labor 
clínica durante los últimos cincuenta años. 
Así pues, una clave importante respecto a la asistencia al 
niño consiste en tratarle de modo que ninguno de los dos 
impulsos que suponen riesgo para la persona amada: avidez y 
odio libidinales, se hagan demasiado intensos. A diferencia de 
algunos analistas que se muestran más bien pesimistas sobre 
la energía innata de los impulsos infantiles, yo creo que tal 
estado se puede abordar con bastante facilidad en la mayoría 
de los niños, siempre que se establezca una condición: que el 
niño cuente con unos padres que le aman. Si un lactante o 
un niño en la primera infancia goza del amor y la compañía 
de su madre y también, muy pronto, de su padre, crecerá sin 
una exagerada presión debida a un ansia libidinal y sin una 
propensión demasiado intensa al odio. Si no posee dicho 
amorni dicha compañia, es muy probable que su ansia 
libidinal sea elevada, lo cual significa que estará buscando 
constantemente amor y afecto, y que mostrará una tendencia 
asidua a odiar a aquellos que no se los proporcionan o que le 
parezca que no se los dan. 
Aunque actualmente conocemos muy bien la dominante 
necesidad que tiene el lactante y el niño en general de que se 
le impartan amor y seguridad, hay algunos que protestan 
contra ello. lPor qué ha de presentar un lactante tales 
I Aqu( en los parágrafos siguientes utilizó la terminolog(a tradicional al referir-
me a "exigencias libidinales" o "necesidades libidinales". En lugar de ello, hoy día 
deberfa referirme al deseo de apego por parte de un niño o quizá a la "aspiración de 
un niño a un apego seguro". 
24 Vínculos afectivos 
exigencias? ¿Por qué no se le satisface con menos cuidados 
y atenciones? ¿cómo arreglar las cosas para que los padres 
dispongan de más tiempo y tranquilidad? Quizá un día, 
cuando sepamos más acerca de las necesidades libidinales del 
niño de corta edad, seremos capaces de conocer de modo 
más preciso sus requerimientos mínimos. Pero, mientras tan-
to, debemos respetar sus necesidades y darnos cuenta de que 
negárselas supone, con frecuencia, generar en él poderosas 
fuerzas de exigencia libidinal y una propensión al odio, que 
puede causar más adelante grandes dificultades tanto al indi-
viduo, como a quienes le rodean. 
No podemos minimizar las dificultades con que se enfren-
tan aquellas mujeres que tienen que satisfacer las necesidades 
de un lactante. En días pasados, cuando les estaba vedado el 
acceso a una educación superior, existía menos conflicto 
entre las exigencias planteadas por la familia y las profesiona-
les, aunque no por ello era menor la frustración que experi-
mentaban las mujeres dotadas de capacidad y ambiciosas. 
Hoy día, las cosas son muy distintas. Las mujeres son bienve-
nidas a profesiones en las que han llegado a desempeñar un 
papel insustituible. Desde luego, en todos los campos relacio-
nados con la salud y el bienestar de los niños han llegado a 
situarse en cabeza. Este progreso, al igual que sucede siempre 
que existen desarrollo y crecimiento, ha dado lugar a tensio-
r:ies y muchas de las mujeres presentes en esta conferencia 
conocen, en forma directa, el probJema que supone armoni-
zar las exigencias, mutuamente conflictivas, planteadas por la 
familia y la carrera profesional. La solución no resulta fácil y 
nos podemos considerar afortunados por no tener que en-
frentarnos con el problema de establecer cómo ha de resol-
verlo el otro sexo. Esperemos que pasados los años, nuestra 
sociedad, que desde hace tiempo esta organizada para ajustar-
se a los varones y a los padres, se adaptará también a las 
necesidades de las mujeres y las madres y que evolucionarán 
tradiciones sociales que guíen a los individuos dentro de un 
curso inteligente de acción. 
Retornemos ahora a nuestro tema y consideremos lo que 
sucede cuando, por alguna razón, las necesidades de un 
lactante no son suficientemente satisfechas a su debido tiem-
po. Desde hace varios años me vengo interesando por investi-
gar los efectos nocivos rel.ativos a la separación de sus madres de 
niños de corta edad en un momento en el que ya habían 
Psicoanálisis y cuidado al niño 25 
establecido una relación emocional con ellas. En mi elección 
de este tema de investigación han intervenido diversos moti-
vos: en primer lugar, los correspondientes resultados tienen 
una aplicación válida e inmediata; en segundo lugar se trata 
de un área en la que podemos recopilar datos comparativa-
mente firmes y demostrar así a aquellos que siguen mante-
niendo una actitud en exceso crítica con respecto al psi-
coanálisis que éste posee buenas razones para aspirar a un 
status científico; por último, la experiencia relativa a un niño 
de corta edad que es separado de s'u madre nos proporciona 
un dramático ejemplo de este central problema de la 
psicopatología: la generación de un conflicto tan grande que 
fallan los medios normales para su regulación. 
En la actualidad parece bastante seguro que es debido a la 
intensidad, tanto de la demanda libidinal, como del odio que 
se generan, por lo que la separación de un niño pequeño, de 
su madre, tras haber establecido una relación emocional con 
ella, puede resultar tan nociva para el desarrollo de su perso-
nalidad. Durante varios años hemos venido observando la 
intensa ansiedad y la agitación que manifiestan muchos niños 
de corta edad a su ingreso en un hospital o guardería-
residencia y la desesperación con la que más adelante, cuan-
do se han apaciguado o han vuelto a sus hogares, se aferran 
a sus madres y las siguen a todas partes. La elevada intensi-
dad de sus demandas libidinales está bien evidente. Hemos 
- observado asimismo cómo estos niños rechazan a sus madres 
cuando las vuelven a ver por primera vez y las hacen amargas 
acusaciones por haberles abandonado. 
Anna FREUD y Dorothy BuRuNGHAM han aportado múl-
tiples ejemplos de intensa hostilidad dirigida contra la figura 
más amada, en sus informes sobre las Hampstead Nurseries, 
realizados durante la Segunda Guerra Mundial. Un ejemplo 
particularmente emotivo es el de Reggie, quien con excep-
ción de uri intervalo de dos meses, había pasado toda su vida 
en guarderías, desde que tenía la edad de cinco meses. Du-
rante su estancia había establecido: 
"dos apasionadas relaciones con dos jóvenes enfermeras que se 
habían encargado de su asistencia y cuidado en dos períodos distin-
tos.. La segunda fijación fue bruscamente rota cuando el niño conta-
26 Vínculos afectivos 
ba 2;8* años, por haber contraído matrimonio 'su enfermera'. Tras 
su marcha, el niño se sintió completamente perdido y desespera-
c,ID y rehusó mirarla cuando volvió a visitarle un par de semanas 
más tarde. Giraba la cara hacia el otro lado cuando le hablaba, pe-
ro se quedó mirando fijamente la puerta que ella cerró al abando-
nar la habitación. Por la noche, en la cama, se sentó y dijo: iMi 
Mary-Ann! Pero yo no la quiero". 
{B URLINGHAM y FREUD, 1944; 51) 
Experiencias como la que ::icabamos de mencionar, sobre 
todo si se repiten, desembocan en una sensación de no ser 
amado, de estar abandonado y rechazado. Son estos senti-
mientos los que se expresan en los tragicómicos poemas de 
un delincuente de 11 años, cuya madre falleció cuando él 
tenía 1;3 años y que, a continuación, había sido atendido 
por diversas sustitutas de su madre. He aquí uno de dichos 
poemas {no estoy seguro de que sea original), que escribió 
durante su tratamiento con mi colega Yana POPPER y en el 
que parece expresar lo que sintió a causa de haber ido 
pasando de una figura materna, a otra: 
Jumbo tenía un bebé vestido de verde 
Le envolvió en papel y se lo envió a la Reina. 
A la Reina no le gustó, porque era demasiado gordo, 
Le cortó en pedazos y se lo dió al gato. 
Al gato no le gustó, porque era demasiado flaco, 
Le cortó en pedazos y se lo dió al Rey. 
Al Rey no fe gustó, porque era demasiado lento, 
Le tiró por la ventana y se lo dió al cuervo. 
Más tarde, al irse su terapeuta de vacaciones, le expresó su 
desesperanza de recibir alguna vez amor, con las palabras de 
una cantinela tradicional: 
Oh, querido pequeño, te amo: 
Oh, mi querido pequeño, no creo que lo hagas. 
Si me amases de veras, como dices que haces, 
No te irías a América y me dejarías en el Zoo. 
*Transcripción de la edad cronológica consignando: años: meses, En este caso: 
dos años y ocho meses. (N. del T.) 
Psicoanálisis y cuidado al niño 27 
No es de sorprender que una desesperación tan intensa 
vaya asociada a un odio igualmente intenso. Cuanto más 
apego mostraba a su psicoterapeuta,· tanto más tendía. a 
descargas de odio violento, algunas de las cuales estuvieron a 
punto de ser peligrosas. Era evidente que las reiteradas sepa-
raciones ocurridas en los primeros años de vida de este 
muchacho habían dado lugar a una tendencia a intensa 
ambivalencia, de una magnitudque sus inmaduros dispositi-
vos psíquicos habían sido incapaces de regular armoniosa-
mente, habiendo persistido los patrones patológicos de regu-
lación adoptados en sus primeros años. 
Otra demostración de cómo la separación de su madre 
provoca en un niño pequeño tanto una intensa necesidad 
libidinal, como odio, la proporciona un estudio realizado por 
mi colega Christoph HE1N1CKE (1956). Comparó las respues-
tas de dos grupos de niños, de edades comprendidas entre 
los 15 y los 30 meses; uno de los ru os se hallaba 
uarder'a-reside · - .~tta-~Si 
bi~n los niños de ambo_~_grnp_os__se_mo.strabar:i-pr-eo.cupados 
por. vOTVera-reüñTrse-con sus padres, los de la guarderfa-
r:e_sidencia expresaban sus aeseos con más llantos es decir: 
máSlntensamente, ta111bién los nfüi:rs de la guarder@.:_ 
residencia y no los de -TaguardeííaaeaTafenaíana-actÜar 
cre-·u·na marrera-·trostWy\ViOlenta;j~en d ive rsás-s.il!..@ció nes. A un 
cuando se trata tan sólo "ae una suposición afirmar que dicha 
_hostilidad estaba_inicialmente dirigida cootra_!o.s_~lJ.:.. 
~entesJ determinados hallazgos de este estudio, estadística-
rne nte ... JunClarrfen:taao;--í.Lteñe.n~Q.inQLCIJI c.Qn--1ª1Jipotesls-
_cl?sarro llada hace unos años (B owLBY , 1944) d!L9.!:1~ . ..!l.DQ...de_ 
los principales efectos de la separación madre-hijo es una .~ 
gran intensificación del conflicto de ambivalencia. 
· Hasta aquí, al considerar que es en la temprana infancia ( 
\ cuando se genera la dificultad para la regulación de la ambi-
\ valencia, hemos centrado la atención sobre experiencias co-
mo~la privación de la madre, que conducen a una ansiedad y 
un odicnfüidinales que alcanzan niveles especialmente eleva-
dos. Aparte de éste existen, como es natural, muchos otros 
acontecimientos que pueden ocasionar alteraciones. La ver-
güenza y el miedo, por ejemplo, pueden originar también 
grandes dificultades. Nada ayuda más a un niño que poder 
expresar sus sentimientos de odio y celos de un modo 
ingenuamente directo y espontáneo y creo que no existe 
28 Vínculos afectivos 
tarea parental más valiosa que la de mostrarse capaz de 
aceptar con ecuanimidad expresiones de "amor" filial como 
"te odio, mamá" o "papi, eres un animal". Soportando estas 
descargas mostramos a nuestros hijos que no nos asusta su 
odio y que estamos seguros de que puede ser controlado. Y 
es más, proporcionamos al niño la atmósfera de tolerancia en 
la que puede prosperar el autocontrol. 
A algunos padres les resulta difícil creer que tales métodos 
son sensatos o bien eficaces y les parece que hay que 
inculcar a los niños la noción de que el odio y los celos, no 
sólo son perniciosos sino que también son potencialmente 
peligrosos. Hay dos métodos corrientes para hacerlo. Uno de 
el los consiste en la expresión violenta de desaprobación, a 
través de castigos; el otro, más sutil y basado en la explota-
ción del sentimiento de culpa, estriba en mostrar al niño lo 
ingrato que es y el dolor, tanto físico como moral, que su 
comportamiento causa a sus sacrificados padres. Aunque am-
bos métodos están destinados a controlar los malos impulsos 
del niño, la experiencia el ínica indica que ninguno de ellos logra 
mucho éxito y que ambos exigen un pesado tributo de 
infelicidad. Los dos métodos tienden a hacer que el niño se 
sienta temeroso y culpable, que reprima sus sentimientos y 
por tanto le resulte más arduo, que fácil, obtener un control 
sobre los mismos. Ambos tienden a crear personalidades 
di f í ci les,~~me ro _l.Jg_s.__cast-ige~~---117~Ht1'eb-e1~y, si 
tales castigos son muy severos, a delincuentes; el segunao (la 
vergüenza), a sujetos neuróticos cargados de sentimientos de 
ansiedad y culpa. Con los niños sucede igual que en política: 
a la larga, tolerar a la oposición supone ganar generosos 
dividendos. 
No cabe duda que hay un trasfondo familiar: los niños 
necesitan amor, seguridad y tolerancia. Todo esto está muy 
bien, cabe decir, ¿pero es que no tenemos que frustrar jamás 
a nuestros hijos y dejarles hacer cuanto les apetezca? ¿Debe-
mos indicar que este empeño en evitar frustraciones dará tan 
sólo lugar a que los hijos se conviertan en los bárbaros des-
cendientes de unos padres vejados y pisoteados? Yo no creo 
que así sea, pero ya que estas conclusiones son tan corrien-
temente expuestas, vale la pena examinarlas con deteni-
miento. 
En primer lugar, las frustraciones que en realidad importan 
son las relativas a la necesidad que tiene el niño de amor 
Psicoanálisis y cuidado al niño 29 
y cuidado por parte de sus padres. Siempre que estas apeten-
cias queden satisfechas, las frustraciones de otras clases im-
portan poco. Ello no quiere decir que sean particularmente 
buenas para él. Desde luego, el arte de ser una buena madre 
o un buen padre depende, en-parte; -ae-Tél-frabffidad para 
dlstTng0Ic-acfi..Jefla'sTrüstraciories que deben evitarse de las que 
sünTnevitables. Puede eludirse una inmensa cantidad de con-
fücto -.¡ enfado en los niños pequeños y una pérdida de 
paciencia por parte de sus padres mediante procedimientos tan 
sencillos como presentar al niño un juguete adecuado antes 
de que intervengamos para quitarle de sus manos la mejor 
porcelana que tiene su madre, o bien convencerle para que se 
acueste, con tacto y sentido del humor, en lugar de exigirle 
una rápida obediencia, o bien permitirle elegir su propia 
dieta y comérsela a su modo, incluyendo, si le gusta, un 
biberón, aunque tenga 2 o más años de edad. La cantidad de 
enfado gratuito y de irritación que surgen de nuestra expec-
tativa de que un niño de corta edad se adapte a nuestras 
propias ideas sobre qué, cómo y cuándo ha de comer, resulta 
a la vez ridícula y trágica y ello tanto más en la actualidad, 
cuando disponemos de tantos y tan cuidadosos estudios que 
demuestran la eficiencia con que los lactantes y los niños en 
la primera infancia pueden regular sus propias dietas, así 
como lo conveniente que resulta para nosotros mismos adop-
tar,estos métodos (DAv1s, 1939). 
Existen, desde luego, muchas situaciones en las guarderías 
en las que puede evitarse frustración, sin inconveniente para 
nosotros y con efectos beneficiosos sobre .el ánimo de todos, 
pero hay otras en las que esto no es posible. Los fósforos son 
peligrosos, las porcelanas pueden romperse, la tinta mancha 
la alfombra, los cuchillos pueden herir a otro niño y también 
al que los maneja. ¿cómo podemos evitar tales catástrofes? 
Lo que primeramente ha de hacerse es guardar las cerillas en 
sitio seguro y colocar la porcelana, la tinta y los cuchillos 
fuera de su alcance. Luego, habrá que intervenir de modo 
tranquilo, pero firme. R..e_sulta curioso el hecho de que mu-
chos adultos inteligentes piensen que el castigo es la única 
,alternativa q11e existe a daj.ar.___q.u.e un niño se comporte 
desordenadamente ...... Un modo de proceder cq_n_~i1>Jª.Jl1ª--~r!_UnJL. 
intervención firme, ¡:>ero serena sie_me-que el niño realic~ 
algo que desea os deje de-hacer, no sólo crea menos rencor 
que un castigo, sino que también es más efectivo a la larga. 
30 Vínculos afectivos 
i
"'Yo creo que una de las grandes ilusiones de la civilización 
occidental es la de que el castigo es eficaz como medio de 
control. Para niños mayores y adultos tiene sus aplicaciones, 
como método auxiliar de otros sistemas, pero en los prime-
ros años de la vida creo que está fuera de lugar, tanto por 
ser innecesario como porque puede crear males mucho mayo-
res, en cuanto ansiedad y odio, de los que pretende corregir. 
Afortunadamente, con bebés y niños pequeños resulta 
fácil practicar una intervención apaciguadora; en caso de 
apuro podemos coger en brazos al niño y llevárnoslo. El 
precio que ello exige es nuestra presencia casi constante, pre-
cio que estoy convencido les conviene pagar a los padres. 
En cualquier caso, es errónea la noción de que a los niños 
pequeños se les puede inculcar disciplina, haciéndoles obede-
cer normas, de modo que se porten bien incluso en nuestra 
ausencia. Los niños pequeñosaprenden rápidamente lo que 
nos gusta y lo que nos desagrada pero carecen del aparato 
psíquico necesario para cumplir siempre nuestros deseos 
cuando estamos ausentes .. A menos que se aterrorice a un 
.niño hasta_ sumirle en la iner~1ª,. ___ 1~L~.!D-~efío en inculcar 
disciplina a niños pequeños está condenado a-frácasoy~ 
quienes lo intenten, ar agotamiento y trust.ración. l\laaíe--me- -
jo~hábil profesora de guardería-escueia como ejem-
plo de ejercer una intervención firme, pero cariñosa, a partir 
de la cual pueden aprender mucho los padres. 
Hemos de hacer constar que esta técnica de intervención 
cariñosa no sólo evita la provocación de rabietas y rencor, 
aunque éste sea inconsciente. Ello, en mi opinión, resulta 
inseparable del castigo y también proporciona al niño un 
eficaz modelo de regulación de sus conflictos. Le muestra 
que la violencia, los celos y la ansiedad pueden ser domina-
dos mediante medios pacíficos y que no se necesita recurir a 
métodos drásticos de condena y castigo que, é!L_ser copiados 
por un niño, pueden_Iesultas_Qis12_rsLona9_~~__eor~~~Q]'.:frop-¡-a 
--·TmágTña-cionprímitiva en un patológico sentimiento de cuTpa 
y_-·un-cruerauTocastlgci:-se-rr;;1ra~d-esde-1ue·go·;-dea na·técnrca--
basada-eñ--la .. iaea-de Donald W1NNJCOTT, siguiendo a Mela-
nie KLEJN, expuso antes que nosotros: la de que en los se-
res humanos existe el germen de una moralidad innata, el 
cual, en caso de tener oportunidad para desarrollarse, proporcio-
na a la personalidad infantil los fundamentos emocionales del 
comportamiento moral. Se trata de una noción que sitúa 
Psicoanálisis y cuidado al niño 31 
junto al concepto de pecado original, del cual el psicoanálisis 
descubre mucha evidencia en el corazón humano, el concep-
to de preocupación primordial por los demás, o bondad 
original, la cual, en caso de que se den circunstancias favora-
bles, logrará predominar. Se trata de una visión, cautamente 
optimista, de· 1a naturaleza humana, visión que estimo está jus-
tificada. 
Problemas emocionales de los padres 
Hemos venido examinando hasta ahora algunas de las 
condiciones de la asistencia al niño que parecen favorecer 
con mayor probabilidad el desarrollo sano de la capacidad 
para regular conflictos. Vamos a considerar ahora el proble-
ma desde el punto de vista de los padres. ¿cabe preguntar si 
estamos preconizando que los progenitores han de ser perpe-
tuamente amorosos, tolerantes y amistosos controladores del 
comportamiento de sus hijos? Yo creo que no .... y como 
padre, espero que no. Nosotros, los padres, tenemos- también 
nuestros sentimientos de ira y celos_ y, nos guste o no, los 
expresamos en ocasiones en forma si no voluntaria, involun-
taria. Tengo la opinión, y ciertamente también la esperanza, de 
que si el trasfondo general de sentimientos y relaciones es 
bueno,-~vefifüaTaescarfill aecolera o una ocas1onar1l_zofina __ _ 
no producirán mucho daño; desde luego, ello tendrá la venta-
jaq-¡:¡e---süpone aTlvlarnuestra propia tensión afectiva y quizá 
_también_Ja--de-d em0stFaF---a--n 1:1estr:os--hijos-que-tenemos-sus-
--lD~!JJQ~ ___ pJ_Q_Qle_mas. Tales expresiones espontáneas de senti-
mientos, seguidas quizá de excusas si nos hemos dejado 
arrastrar demasiado lejos, pueden ser netamente distinguidas 
del castigo con su suposición formal de aquello que está bien 
y aquello otro que está mal. El consejo de Bernard S HAW 
relativo a que_ no hay que pegar nunca a un niño, excepto 
_c1,1an_c:!Q___t¿r:io est~airado, es excelente. --
Un punto que deberán-tener en cuenta aquellos que no 
son padres es el de que resulta siempre mucho más fácil 
cuidar a los hijos de otros que a los propios. D.ebld0-a-Jas_ 
'Li!:Jculos emocionales que unen al hijo con sus -padres y a 
~sto s con e 1 h i j • · s nin os se com p_g_t'llib:~~ffir:)Je lf~_oo-::-
m oda más pueril con sus padres q_u_e__ _ _con_o_tra_s_per_s.onas.. Con 
demasiada frecuencia oímos a personas bienintencionadas 
32 Vínculos afectivos 
afirmar que un determinado niño se comporta muy bien con 
ellas y que su conducta puerilmente regresiva y difícil con su 
madre es debido a que ella le trata de un modo absurdo: 
generalmente el reproche que se hace a la madre es que 
consiente demasiado a su hijo. Tales críticas están a menudo 
fuera de lugar y con frecuencia son manifestaciones más de 
la ignorancia que la persona que critica tiene sobre cómo son 
los niños, que de la incompetencia de los padres. Inevita-
blemente, _@_presen~ta <:l.€!_ la .madre o deLpadre produce 
sentimientos prirriTflvos y turbulentos no despertados por 
Q~as-:--Estoes-TnCTuscf ciertó-en.el mundo de las 
aves. Los pinzones jóvenes, que son ya suficientemente capa-
ces de alimentarse por sí solos, a veces comienzan a solicitar 
alimento de un modo infantil cuando ven a sus padres. 
Así pues, los padres, y en especial las madres, son perso-
nas muy calumniadas; sobre todo, me temo, por profesiona-
les médicos y no médicos. Incluso así, sería absurdo preten-
der que no cometemos errores. Algunos son producto de 
ignorancia, pero quizá son más los que proceden de proble-
más emocionales inconscientes que datan de nuestra propia 
infancia. Aunque cuando examinamos a niños en una clínica 
psicológica infantil parece, en cierto número de casos, que 
las dificultades que presentan han surgido a partir de la 
ignorancia de sus padres sobre hechos como los nocivos 
efectos de la privación materna o de castigos prematuros y 
excesivos, los correspondientes trastornos parecen surgir con 
mucha mayor frecuencia a causa de tener los propios padres 
dificultades emocionales de las cuales tan sólo, en parte, 
poseen conciencia y que no pueden controlar. En ocasiones 
han leído todos los libros últimamente publicados sobre el 
cuidado del niño y han ~asistido a todas las conferencias 
pronunciadas por psicólogos, con la esperanza de descubrir 
cómo tratar y atender a sus hijos pero, a pesar de ello, las 
cosas han marchado mal. Por supuesto, el fracaso de muchos 
padres con "ideas psicológicas" ante la realización de una 
labor positiva con sus hijos ha conducido a que determinados 
y cínicos sujetos denigren dichas ideas. Yo creo que esto es 
un error. Sin embargo de lo que hemos de darnos cuenta, es 
que aquello que importa no es solo lo que hacemos, sino el 
modo cómo lo hacemos. Probablemente la alimentación regi-
da por la autodemanda del niño, efectuada por una madre 
angustiada y ambivalente, dará lugar a muchos más proble-
Psicoanálisis y cuidado al niño 33 
mas que una rutina regulada por el reloj, en manos de una 
madre que se sienta serenamente feliz. De modo similar 
sucede con los modernos métodos de aprendizaje del asE!O, 
en comparación con los antiguos. Ello no significa que !Os 
primeros sean mejores, sino que tan sólo constituyen parte 
de lo que importa y que los seres humanos, a partir de su 
infancia, son más sensibles a las actitudes de cuantos les 
rodean que a cualquier otra cosa. . 
En todo el lo no hay nada: de misterioso y no hay necesi-
dad alguna de invocar a un sexto sentido. Niños muy peque-
ños se dan incluso mucha más cuenta de las significaciones 
de los tonos de voz, los gestos y las expresiones faciales, que 
los adultos y desde etapas muy iniciales, los lactantes son 
agudamente sensibles al modo en que se les trata*. Una 
madre muy angustiada que estoy tratando, me refirió cómo 
había descubierto que 'SU h ¡jo de 1 ;6 años, excesivamente 
llorón y pegado a sus faldas, responde de un modo muy 
distinto según como ella salga de la habitación. Si da un 
salto y sale corriendo para apagar la lumbre, por estar salién-
dose la cacerola, el niño llora y solicita que vuelva. Si ella 
sale tranquilamente de la habitación, él apenas se da cuenta 
de su marcha. Aparte de la comprensión intelectual, que no 
voy a describir aquí, .la asistencia adecuada al niñO depende 
de la sensibilidad qu·e muestran la madre o el padre a las res-
puestas de su hijo y de su habilidad para adaptarse intuitiva-
mente a las necesidades del niño.Esto no es nada nuevo. De cuando en cuando oímos decir 
a maestros y a otras personas que un niño sufre debido a la 
actitud de uno de sus padres, por lo general de la madre. Se 
nos dice que ella está excesivamente angustiada o que es 
demasiado severa con el niño, que es demasiado dominante o 
que rechaza a su hijo, y a veces tales comentarios están 
justificados. Pero lo que los críticos suelen dejar de tener en 
cuenta es el origen inconsciente de tales actitudes desfavora-
bles. Como resultado de todo ello, los equivocados padres 
son sometidos a una mezcla de exhortación y criticismo, tan 
ineficaces la una como el otro y que no contribuye a 
ayudarles. 
*Véase por ejemplo el informe de STEWART y cols. (1954) acerca de lactantes 
que lloran excesivamente. Dichos autores hallaron que se trataba de una respuesta 
a las dificultades que ten(a su madre para asistirles y cuidarles equilibradamente. 
34 Vínculos afectivos 
El enfoque psicoanalítico arroja, por una parte, un torren-
te de luz sobre el origen de las dificultades parentales y 
proporciona un modo racional de ayudarles. No les sorpren-
derá saber que muchas de las dificultades con las que tropie-
zan los padres proceden de su incapacidad para regular su 
propia ambivalencia. Cuando nos convertimos en padres se 
despiertan en nosotros poderosas emociones, tan intensas 
como las que vinculan a un niño de corta edad a su madre, o 
a los amantes entre sí. Especialmente en las madres se produce 
el mismo deseo de posesión completa, la misma dedicación e 
idéntica retirada del interés GOn respecto a los demás. Desgra-
ciadamente, a estos deliciosos sentimientos de amor se viene 
a agregar con demasiada frecuencia una mezcla -y vacilo en 
decirlo- de resentimiento e incluso de odio. Tal intrusión de 
hostilidad en los sentimientos de una madre, o de un padre, 
hacia el bebé parece tan extraña y con frecuencia tan horri-
ble que algunos tendrán dificultad en creerlo. No obstante es 
una realidad y en ocasiones una dura realidad, tanto para los 
padres como para el hijo. lCuál es su origen? 
Aunque sigue resultando difícil explicar esta hostilidad, es 
evidente que los sentimiento que aparecen en nosotros cuan-
do nos convertimos en padres tienen mucho en común con los 
que nos generaban, cuando éramos niños, nuestros padres y 
hermanos. La madre que ha sufrido privación maternal, si no se 
ha convertido en incapaz de sentir afecto, puede experimen-
tar una intensa necesidad de poseer el cariño de su hijo y 
realizará todo lo posible por obtenerlo. El progenitor que 
sentía celos de un hermano o una hermana más, pequeños 
puede llegar a experimentar una irracional hostilidad hacia el 
"pequeño intruso" que ha aparecido en la familia, sentimien-
to que es particularmente corriente en el padre. El progeni-
tor cuyo amor por su madre iba mezclado con un antagonis-
mo frente a las exigencias de la misma, puede llegar a 
manifestar resentimiento y odio ante las apetencias del lac-
tante. 
Yo creo que el trastorno no se basa en la mera recurrencia 
de antiguos sentimientos -quizá en todo padre y toda madre 
existen hasta cierto punto tales sentimientos- sino en la 
incapacidad por parte del progenitor para tolerarlos y regu-
larlos. Aquellos que experimentaron en su niñez una intensa 
ambivalencia hacia sus padres o hermanos y que luego recu-
rrieron inconscientemente a algunos de los primitivos y pre-
Psicoanálisis y cuidado al niño 35 
carios medios de resolver conflictos de los que he tratado ya 
anteriormente -represión, desplazamiento, proyección, etc.-
no están preparados para la renovación del conflicto cuan.do 
llegan a ser padres. En lugar de reconocer la auténtica natu-
raleza de sus sentimientos hacia el hijo y de adaptar su 
comportamiento de acuerdo con ello, se encuentran movidos 
por fuerzas que no conocen y perplejos por sentirse incapa-
ces de ser tan cariñosos y pacientes como desearían. Su 
dificultad estriba en el resurgimiento de sentimientos ambiva-
lentes, contra los cuales se enfrentan, inconscientemente, con 
los mismos y precarios métodos primitivos a los que recurrie-
ron en su primera infancia, en una época de la vida en la 
que no disponían de métodos mejores. Así, la madre que 
teme constantemente que su bebé pueda morir· es incons-
ciente del impulso a matarle que existe en ella misma2 y 
adoptando la misma solución que mantuvo en su infancia, 
frente quizá a sus deseos de muerte contra su propia madre, 
lucha infructuosamente, sin término, a fin de evitar peligros 
que pueden sobrevenir de cualquier parte: accidentes, enfer-
medades, descuidos de los vecinos, etc. El padre que se halla 
resentido por el monopolio que su hijo lactante ejerce sobre 
su mujer e insiste en que las atenciones que presta al niño no 
le benefician, no se da cuenta de que está motivado por el 
mismo tipo de celos que experimentó en su infancia cuando 
nació su hermano pequeño. Lo mismo cabe decir de la 
madre que tiene un afán por poseer el amor de su hijo y que 
por su inagotable capacidad de sacrificio tiende a asegurarse 
de que éste no tenga hacia ella sentimientos que no sean de 
amor y gratitud. Esta madre, que a primera vista parece tan 
amorosa, crea inevitablemente un gran resentimiento en su 
hijo, debido a sus exigencias de amor, y asimismo un gran 
sentimiento de culpa, a causa de sus afirmaciones de ser una 
ma.dre tan buena que no está justificado hacia ella otro 
sentimiento que no sea el de gratitud. Al comportarse de 
este modo no se da cuenta, desde luego, de que es digna de 
ser querida, cariño del que no gozó jamás cuando era niña. 
2 Existen diversos estados mentales que pueden conducir a una madre a temer 
constantemente dejar morir a su hijo lactante, uno de los cuales es un deseo incons-
ciente de matarle. Otros son: la pérdida previa de un hijo, la pérdida de un hermano 
durante la niñez y el comportamiento violento por parte del padre del niño. Véase 
el estudio de las fobias en los capítulos 18 y 19 de Attachment and Loss, volumen 2. 
36 Vínculos afectivos 
lnsi.sto en que, en mi opin1on, no es simplemente el hecho 
de que estén los padres motivados de este modo lo que da 
lugar a dificultades en los hijos, sino que estas dificultades se 
deben a la ignorancia que tienen los padres respecto a sus 
propias motivaciones y su involuntario recurso a la represión, 
la racionalización y la proyección para enfrentarse con sus 
conflictos. 
Probablemente no existe nada más dañino para unas re-
laciones que el hecho de que una de las partes atribuya a 
la otra sus propios defectos, convirtiéndola así en chivo 
expiatorio. Este último papel es el que, por desgracia, desem-
peñan los lactantes y niños en la primera infancia, al mani-
festar tan a las claras sus propias flaquezas: son egoístas, 
celosos, sucios y dados a rabietas, terquedad y avidez. Una 
madre o un padre que sean portadores de una carga de 
culpabilidad relativa a alguna de estas flaquezas tenderá a 
convertirse en irracionalmente intolerante frente a las mani-
festaciones de las mismas en su hijo. Atormentará al niño en 
sus vanos intentos por erradicar el vicio. Recuerdo a un padre 
que preocupado toda su vida por la masturbación, intentaba 
evitar ésta en su hijo colocándole bajo un grifo de agua fría 
cada vez que le veía tocándose los genitales. Actuando de 
modos similares a éste, el padre o la madre intensifican el 
sentimiento de culpa en el niño y también su miedo y odio a 
la autoridad. Algunas de las más envenenadas relaciones 
padres-hijo, que conducen a graves problemas en los niños, 
proceden de padres que ven motas en los ojos de sus hijos y 
no ven vigas en los propios. 
Todo aquél que posea una formación psicoanalítica y que 
haya trabajado en una el ínica psicológica infantil ha queda-
do impresionado por la frecuencia de estos problemas emo-
cionales, así como otros análogos, en los padres de niños a 
los que atienden, o por la medida en que los problemas de 
los padres parecen haber creado o exacerbado las dificultadesque padecen los hijos. Ello es tan frecuente que en muchas 
clínicas se dedica tanta atención a ayudar a los padres a 
resolver sus problemas emocionales, como a los hijos en los 
suyos. Por ello resulta curioso considerar que se trata de un 
aspecto de enfermedad psicológica que parece haber descono-
cido FREUD y al cual, quizá por esta razón, han de prestar 
adecuada atención los psicoanalistas. No obstante yo creo 
que es un aspecto prometedor de esperanza para el futuro. 
Psicoanálisis y cuidado al niño 37 
La limitada experiencia que poseemos sugiere que la ayuda 
psicológica proporcionada a los padres en los meses críticos 
precedentes y subsiguientes al parto y en los primeros afíos 
de la vida del niño puede contribuir, en gran medida, a g'ue 
establezcan una relación amorosa y comprensiva con el hijo 
lactante, relación que casi todos ellos desean. Sabemos que 
los primeros años de la vida de un niño, en los que, incons-
cientemente para él, se establecen los fundamentos de su 
personalidad, constituyen un periodo crítico dentro de su 
desarrollo. Parece ser que, asimismo, los primeros meses y 
años tras haber nacido el hijo, c~-u.rwie.r.indo--Gr-í-t-iee 
12.o __ fil_g~sarcQILo_d_~ una madre Y .. d~_UILPadxe .. En esta fase 
temprana de la materl11aaa--o-paternidad, los sentimientos de 
los padres parecen mostrarse más accesibles que en otros 
períodos y la ayuda psicológica es con frecuencia buscada y 
bien recibida, y resulta efectiva ya que las relaciones dentro 
de fa familia son flexibles. Una__ay_uda-r.elati\lélmen:ta_p_equeí'.ía, 
.Q!._QJ2 o re i q_r:i ad .?__i:_()J:l h abUid aq_ _ _9_u rao.~ __ E:)_?j:e_p~_[QQ_QJ_P-1!~d_e__dar_ 
lugar a duraderos resultados. Si este modo de pensar nuestro 
esta enla-·cíerto~-1a-tamilia en la que ha nacido un nuevo 
bebé constituye un punto estratégico en el que romper el 
círculo vicioso constituido por niños con alteraciones que 
crecen para convertirse en padres con problemas psíquicos y 
qu.e a su vez tratan a sus hijos de un modo que la generación 
siguiente desarrolla trastornos idénticos o parecidos. En la 
actualidad conocemos bien la ventaja que supone tratar pre-
cozmente a los niños; lo que propugnamos ahora es que 
también los padres al llegar a desempeñar este papel deben 
ser tratados muy pronto. 
El reconocimiento de que una causa principal de los erro-
res parentales consiste en que los sentimientos que albergan 
hacia sus hijos se hallan alterados por conflictos inconscien-
tes que proceden de su propia niñez, quizá no se ha incorpo-
rado aún al pensamiento contemporáneo. No sólo es algo 
que altera y alarma a los padres, muchos de los cuales 
suponen, lo cual no deja de ser natural, que las dificultades 
familiares residen en cualquier otro lugar que no sean sus 
propias mentes, pero es desconcertante para los profesionales 
médicos y no médicos descubrir que un número tan grande 
de los problemas con los que se enfrentan, residen en un 
dominio aparentemente intangible, acerca del cual no poseen 
conocimientoss, careciendo asimismo de la preparación nece-
38 Vínculos afectivos 
saria para prestar ayuda. Pero los hechos están ahí y, si los 
padres han de recibir la ayuda comprensiva y esclarecedora 
que les permita convertirse en los excelentes padres que 
desean ser, el personal profesional ha de poseer una com-
prensión mucho más a fondo del conflicto inconsciente y del 
papel que desempeña en la creación de alteraciones en la 
forma de tratar los padres a sus hijos. Esto plantea un 
problema de primera magnitud, demasiado amplio para que 
lo abordemos ahora. 
Conflicto extra e intra-psíquico 
Como veremos, el punto de vista que estoy defendiendo se 
basa en la creencia de que muchas enfermedades mentales y 
muchas infelicidades son debidas a influencias ambientales 
que podemos cambiar. En psicoanálisis, al igual que en otras 
ramas de la psiquiatría y de hecho en todas las ciencias 
biológicas, se discuten constantemente las respectivas contri-
buciones de la naturaleza y del medio ambiente. Nuestro 
problema consiste en comprender por qué un individuo se 
desarrolla sin grandes dificultades en su vida pulsional, mien-
tras que otro se ve acosado por ellas. No cabe duda de que 
tanto las variaciones en la dotación hereditaria, como la 
influencia ejercida por el medio ambiente desempeñan pape-
les importantes. El propio FREUD, sin embargo, debido quizá 
a que se demostró falsa su primera hipótesis sobre el me-
dio ambiente (la relacionada con la influencia ejercida por 
la seducción infantil), se mostró prudente en cuanto a culpar 
a las variaciones ambientales de las dificultades que mostra-
ban sus pacientes y, según iba avanzando en edad, fue 
creyendo cada vez más que poco se puede hacer para mitigar 
la intensidad del conflicto infantil, operando cambios en el 
medio ambiente del niño. Son muchos los psicoanalistas que 
le han seguido en este modo de pensar. Algunos, de hecho, 
no sólo han mantenido que quienes somos más optimistas en 
este sentido estamos equivocados, sino que han mostrado 
también su temor de que, al destacar la importancia del 
ambiente, no prestemos la debida atención al hecho crucial 
representado por el conflicto intrapsíquico. Hay que admitir 
que tal riesgo existe y que han sido escritos libros por 
psicoanalistas acerca de la asistencia al niño, que se han 
Psicoanálisis y cuidado al niño 39 
centrado principalmente sobre el conflicto extrapsíquico; es 
decir el conflicto entre las necesidades infantiles y las limita-
das oportunidades proporcionadas por el medio ambierite 
para su satisfacción. Aunque, como he señalado, creo qUe 
este conflicto extrapsíquico entre las necesidades internas y 
la oportunidad exterior para satisfacerlas es bastante auténti-
co, deseo hacer resaltar que, en mi opinión, esto, en sí, tiene 
tan sólo una limitada importancia para el desarrollo psíquico. 
Lo que importa respecto al medio externo, es la medida en 
que las frustaciones y otras influencias que éste impone condu-
cen al desarrollo de conflicto íntra-psíq uico de una forma e 
intensidad que el inmaduro aparato psíquico del lactante y 
del niño en la primera infancia no puede controlar satisfacto-
riamente. Con este criterio es con el que debemos comprobar 
los méritos o los fallos de las prácticas de asistencia al niño y 
yo creo que centrando el problema de este modo, es como el 
psicoanálisis ha de llevar a cabo su principal contribución. 
Por convencido e incluso entusiasta partidario que yo sea 
de la opinión de que las situaciones reales que un lactante o 
un niño pequeño experimenta· son de capital importancia 
para su desarrollo, repito que no deseo dar la impresión de 
que actualmente sabemos cómo hacer que todos los niños se 
desarrollen sin trastornos emocionales. Creo, desde luego, 
que disponemos ya de bastantes conocimientos y que si 
fuésemos capaces de aplicarlos (en este caso, el condicional 
es muy fuerte, debido a la falta de personal bien preparado) 
se obtendría un enorme aumento de la felicidad humana y 
una drástica reducción de enfermedades de origen psíquico. 
No obstante, sería absurdo suponer que nuestro conocimien-
to es ya de un grado tal que podamos garantizar que si un 
niño tiene éstas u otras experiencias se desarrollará sin mayo-
res dificultades. No sólo hay que enfrentarse con problemas 
tan difíciles como los que surgen del distorsionador efecto de 
las fantasías infantiles y de su errónea interpretación del 
mundo que rodea al niño3, aspecto al que no me he referido 
3 Creo que los efectos distorsionantes de las fantasías infantiles han sido enor-
memente exagerados en la teorización psicoanalltica tradicional. Cuantos más deta-
lles conocemos de los acontecimientos en la vida de un niño y de cuanto se le ha di-
cho. lo que ha oído de pasada y lo que ha observado, pero se supone no sabe, tanto 
más claramente pueden ser consideradas sus ideas acerca del mundo y de lo que 
puede suceder en el futuro, como construccion.¡s perfectamente razonables. Datosdemostrativos de esta opinión están expuestos en los últimos cap(tulos del volumen 
11 y a lo largo del volumen 111 de "Attachmentand Loss". 
40 Vínculos afectivos 
aquí, sino-que pueden existir muy bien dificultades relativas a 
los orígenes, sobre las que no sabemos nada en el,,presente. In-
cluso en las que poseemos cierto conocimiento, éste sigue sien-
do escaso e insuficientemente basado en datos sistemática-
mente recopilados. Por tanto es grande la necesidad de inves-
tigaciones, y a medida que se amplía nuestro saber aumentan 
las oportunidades para una positiva labor investigadora. 
Tan sólo el futuro revelará qué caminos de la investiga-
ción se mostrarán más fructíferos. Toda experimentación es 
un juego y hemos de apostar nuestro dinero a los caballos 
que esperamos ganen. En general, mi propia inclinación me 
lleva a apoyar a los crossbreds*. Me parece probable que los 
estudios sobre motivación en niños pequeños, y en especial 
el estudio del modo en que una madre y su hijo lactante 
desarrollan su relación, tan cargada de afectividad y que tan 
central interés reviste para el psicoanálisis, ganarán mucho en 
precisión y claridad a partir de la aplicación de conceptos y 
métodos de investigación derivados de la escuela europea de 
estudios sobre el comportamiento animal, a cuya cabeza 
están LORÉNZ v T1NsERGEN y que se conoce frecuentemente 
con la denomina.ción de etología. Sospecho, asimismo, que 
nuestra visión del mundo cognitivo que el lactante y el niño 
pequeño crea por sí mismo, para habitarla luego y para mol-
dearla finalmente, progresará en gran medida gracias a los 
conceptos y los métodos de investigación creados por 
P1AGET. De modo similar, es de esperar que la teoría del 
aprendizaje arroje luz sobre los procesos que tienen lugar eo 
los críticos meses y años en los que nace una nueva persona-
lidad. No obstante, por indispensables que yo crea que son 
las contribuciones de esta índole, resultarán estériles si no 
son constantemente interpretadas a la luz del conocimiento 
obtenido a través del contacto íntimo con la vida emocional 
de los niños y sus padres, dentro de un centro clínico y uti-
lizando métodos como los introducidos por Melanie KLEIN 
y Anna FREUD, así como por otros psiconalistas infantiles 
y que derivan su inspiración, en último término, del hom-
bre del que conmemoramos esta semana el centenario de 
su nacimiento. 
*Crossbred = h1brido; resultante del cruce o entrecruce de animales.o plantas, 
Psicoanálisis y cuidado al niño 41 
Postscriptum 
La mayoría de los temas mencionados en esta confereneia 
son tratados de nuevo en ulteriores trabajos.incluidos en esta 
colección. Para una exposición de hallazgos más recientes 
sobre el desarrollo de las relaciones madre-hijo lactante véase 
STERN (1977).* 
*Tiene traducción española: La primera relación madre-hijo, 3ª ed., Madrid, 
Morata, 1983. (N. del R.) 
SEGUNDA CONFERENCIA 
UN ENFOQUE ETOLOGICO DE LA INVESTIGACION 
DEL DESARROLLO INFANTIL* 
En su reunión anual de la primavera de 1957, la British 
Psychological Society organizó un simposio sobre The Con-
tribution of Current Theories to and Understanding of Child 
Development (La contrjbución de las teorías actuales-a fa com-
prensión del desarrollo del niño). Yo fui invitado a disertar 
sobre la contribución que fa etología podría aportar y tam-
bién sobre la teoría del aprendizaje asociativo, el psicoaná-
lisis y los creadores de sistemas: P1AGET y FREUD. Las cuatro 
contribuciones fueron publicadas más adelante, en dicho 
año. 
Un problema central tanto para la psicología clínica, como 
para la social, es el de la naturaleza y el desarrollo de las 
relaciones de un niño con otras personas. En su modo de 
enfocar este problema, los psicólogos tienden a adoptar uno 
de estos dos procedimientos: si su orientación es académica 
y experimental, se inclinan más bien a alguna modalidad de 
la teoría del aprendizaje; si están clínicamente orientados, 
*Publicado originalmente en 'el Brltish j ournal of Medica/ Psycho/agy (1957). 
30:23040. 
Un enfoque etológico de la investigación del desarrollo infantil 43 
siguen al!luna forma de psicoanálisis. Ambos sistemas han 
conducido al lo!lro de una labor valiosa. Sin embargo, las 
tentativas realizadas para aunarlos han sido escasas y no han 
tenido mucho éxito, mientras que la desconfianza y 'las 
críticas recíprocas son bastante corrientes entre los partida-
rios de ambas tendencias. 
Los psicoanalistas consideran, desde un principio, que las 
relaciones sociales del hombre se basan en instintos proce-
dentes de raíces biológicas que impulsan al individuo a la 
acción. Gran parte de la teoría psicoanalítica se ha referido a 
estos instintos, a su aparición seriada y fragmentada en la 
ontogenia, su gradual organización, no siempre lograda con 
éxito, en totalidades más complejas, los conflictos surgidos 
cuando dos o más de ellos son activos e incompatibles, la 
ansiedad y el sentimiento de culpa que producen, las defen-
sas puestas en juego para enfrentarse a ellos. Preocupados 
con estas primitivas pasiones humanas, las cuales, debido a 
los toscos dispositivos destinados a controlarlas, pueden im-
pulsarnos, como sabemos a nuestra costa a actos de los que 
más tarde nos arrepentimos, los psicoanalistas se han mos-
trado con frecuencia impacientes con los estudiosos del 
aprendizaje. En sus disquisiciones teóricas parece haber poco 
lugar para la afectividad humana o para la motivación pro-
ced~nte de profundidades inconscientes e irracionales. Para 
el el ínico, el teórico del aprendizaje se le aparece siempre 
corno luchando para embutir un kilo de turbulenta natura-
leza huma na en un recipiente de cien gramos de fría e im-
pecable teoría. 
Por el contrario, los teóricos del aprendizaje adoptan una 
actitud crítica frente a los psicoanalistas. Las definiciones de 
instinto son notablemente insatisfactorias y tienden a degene-
rar en lo alegórico. Aunque los informes clínicos son volumi-
nosos, los registros de observación sistemática siguen siendo 
escasos. El método experimental brilla por su ausencia. Y lo 
peor de todo es que las hipótesis están con frecuencia cons-
truidas de modo que no resultan susceptibles de verificación: 
un defecto fatal para el progreso científico. La teoría del 
aprendizaje, como se afirma con razón, define sus términos, 
construye operacionalmente sus hipótesis y las comprueba 
mediante experimentos adecuadamente diseñados. 
Como alguien que aspira a ser tanto clínico, como científi-
co, he experimentado agudamente este conflicto. Como clíni-
44. Vínculos afectivos 
co he ,con~ic;IE)ra,dp,que el método de FREUD es el más fruc-
tífero: no sólo ha prestado atención a procesos psicoló-
gicos de inmediata importancia clínica, sino que su serie de 
conceptos que apelan a un inconsciente dinámico ha constitui-
do un método prácticamente útil para ordenar los datos. Sin 
embargo, como científico, me he sentido incómodo por las 
poco fiables características de muchas de nuestras observa-
ciones, la oscuridad de muchas de nuestras hipótesis y, sobre 
todo, la ausencia de cualquier trad'ición que exija que las 
hipótesis han de ser sometidas a verificación. A estos defec-
tos creo que son debidas las controversias, con demasiada 
frecuencia acaloradas y estériles, que han caracterizado a la 
historia del psicoanálisis. Así pues, me he preguntado, junto 
con muchos de mis colegas lcómo podemos someter al 
psicoanálisis a una mayor disciplina científica sin sacrificar 
sus contribuciones, que son únicas? 
Preocupado con este dilema, hace pocos años llegué a 
conocer la obra de los etólogos. Inmediatamente sentí un 
vivo interés. Se trataba de un grupo de biólogos que estudia-
ban el comportamiento de animales salvajes y que no sólo 
usaban conceptos como los de instinto, conflicto y mecanis-
mo de defensa, extraordinariamente similares a los que se 
utilizan en la labor el ínica cotidiana, sino que también reali-
zaban descripciones, bellamente detalladas,

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