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Transformación de la Ciudad construida (bibliografia) (bibliografía)

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Transformación de la ciudad construida: La morfología como articulador socioespacial.
«Como está fuera de control (la ciudad), El urbanismo esta por convertirse en un elemento fundamental de la imaginación, no será solo (o principalmente) una profesión, sino un modo de pensar: aceptar lo que existe. Estábamos haciendo castillos de arena. Ahora nadamos en el mar que los ha destruido»
 [Koolhaas, 2014].
El presente ensayo está orientado a ahondar en las reflexiones que en el contexto reciente se han reactivado en torno a la ciudad construida y sus dinámicas de transformación. Como punto de partida se adopta la convicción que en la dialectica socioespacial es posible reconocer las relaciones entre las fuerzas sociales, económicas y culturales (por lo general de gran escala, pero con matices a nivel local) frente a la materialización de la ciudad construida, constituida por elementos básicos como la calle, las manzanas, y por ende las edificaciones que constituyen los límites de esta estructura física (Knox & Pinch, 2010). En este sentido, se propone entender la morfología en sus múltiples variaciones (morfogénesis, estudios de la forma urbana, morfotipología, entre otras) como un vehículo interpretativo que permite identificar, a través del tiempo, las relaciones entre las estructuras que condicionan el espacio construido, y a su vez las formas en las que la conformación de este espacio modifican las relaciones estructurantes de la sociedad. 
Para construir la presente reflexión se plantean cinco momentos en el presente texto. En el primero de ellos, desde una perspectiva neomarxista se presenta el contexto general en el que las ciudades alrededor del mundo han cautivado el interés de una gran cantidad de literatura, dominada por un discurso económico, en respuesta al fenómeno acelerado de urbanización global al que atendemos desde la revolución industrial que, sin irnos tan lejos en el tiempo, ha recibido una considerable atención por parte de múltiples académicos que lo han analizado en relación con el posicionamiento del neoliberalismo como sistema económico mundial. En la segunda parte se destacan principalmente los discursos que ponen en valor lo existente sobre lo nuevo, o bien los acercamientos que ideológicamente reconocen mayor importancia a la intervención del ambiente construido dentro de los procesos de transformación del espacio urbano contemporaneo. Ya en el tercer momento del texto, se traerán a colación los planteamientos que desde la geografía urbana social se han realizado en torno a la transformación de tejidos urbanos[footnoteRef:1] (en particular de sectores residenciales y transformación de barrios), la morfología urbana y la morfogénesis como ámbito de estudio, y algunas menciones sobre la renovación o regeneración urbana, este último reconocido como el marco en el que los procesos de transformación adquieren distintas representaciones[footnoteRef:2]. En un cuarto momento, se busca enriquecer la perspectiva geográfica en los estudios de la forma urbana a partir de planteamientos realizados desde las décadas de los sesenta y setenta, en donde este ejercicio permitió un vínculo entre análisis arquitectónicos y urbanos. Y finalmente, a modo de cuestionamiento se propone identificar la pertinencia de la adopción de la morfología como recurso de análisis para futuros escenarios, esta vez no solo para la ciudad construida sino también en general para una necesaria generación de nuevos entornos urbanos. [1: Como se verá más adelante, desde la perspectiva de la geografía urbana social, existe una valoración a los aportes que desde la ecología factorial se han realizado a los cambios de los tejidos urbanos y territoriales. En este campo los trabajo de Paul Knox resultan particularmente explicativos. ] [2: Sobre este punto es necesario aclarar que dado el interés de reflexionar sobre los sustentos teóricos que enmarcan los procesos de transformación de la ciudad construida, el presente ensayo no busca privilegiar relaciones causales o explicativas de dichos fenómenos como podría ser por ejemplo la gentrificación como fenómeno socio espacial. Lo anterior reconociendo que un ejercicio teórico de un tipo específico de transformación socio espacial ameritaría un texto independiente y un abordaje completamente distinto. ] 
1. La cuestión urbana, dominio del discurso económico.
Desde la crisis del estado de bienestar y la disminución de la rentabilidad en las industrias de producción en masa a finales de los años 70 en el contexto europeo y estadounidense, el neoliberalismo se ha afirmado como una respuesta política y económica (Theodore, Peck, Brenner 2011). De hecho, el termino se refiere técnicamente a doctrinas de adecuación económica, que posteriormente académicos y activistas han utilizado para definir la reorganización política e ideológica del capitalismo (Brenner, Theodore 2005). En los años ochenta los procesos post-fordistas, de internacionalización, la formación de la “Ciudad global”, la informalización, la gentrificación y la polarización socio espacial, reforzaron el concepto neoliberal de la nueva condición urbana (ibid. 2005). 
El neoliberalismo es entendido, teóricamente, bajo una serie de ideas claves que establecen un cuadro metodológico de las dinámicas generales del modelo: como un proceso que contempla una transformación social y espacial, articulado a través de estrategias especificas (geográficas e históricas), sobre una movilización activa del poder estatal, mutante de acuerdo al contexto en el cual deba implantarse, con un impacto directo sobre las dinámicas, en las cuales no necesariamente se crea un cuadro de una económica estable (ibid. 2005). En este contexto, las doctrinas neoliberales han sido usadas para justificar distintos medidas, como por ejemplo: la liberación del control estatal sobre la industria, la ofensiva contra el trabajo organizado, la reducción de las tasas corporativas, la contracción y la privatización de recursos y servicios públicos, el desmantelamiento de los programas de asistencia social, la expansión de la movilidad internacional del capital y la competencia entre los centros internacionales (Theodore Peck, Brenner, 2011).
Dentro del neoliberalismo como ideología, se establece una posición dominante que trasciende la ‘governance’ urbana, donde son generados discursos como: competitividad urbana, eficiencia institucional, ‘emprendimiento urbano’; todas representaciones de las reglas de mercado presentes en una ‘utopía’ neoliberal en la cual las relaciones sociales son reguladas por principios de libertad individual, competencia y libre intercambio (Brenner, Theodore, 2005), en sustitución de los tradicionales valores morales y éticos de la sociedad. Este paradigma social se ha ajustado de tal manera en el panorama urbano, que define en gran parte la condición individualista del habitante urbano (si pudiese ser definido), y condiciona las relaciones que allí pudiesen generarse. Richard Sennett al respecto plantearía que de un estadio del capitalismo caracterizado por la rigidez y el extrañamiento nos enfrentamos a una realidad dominada por la flexibilidad e indiferencia, ambas características de la última etapa del capitalismo antes descrita (Sennett, 2001).
Este cambio de la realidad urbana está directamente relacionado con el desarrollo de la división capitalista del trabajo, de modo que la ciudad es vista como un lugar ligado a una espacialidad capitalista más amplia (Amin, Thrift, 2001), en base a la presencia de grandes empresas transnacionales y fuerza de trabajo global (Sassen, 1994). En consecuencia a lo anterior, el capital sustituye el espacio como base principal del sistema respecto a los modelos económicos precedentes. Castells (1989; 1996) describe la ciudad como un centro de dispersión de la producción y de la transmisión del saber de un nuevo espacio global de flujos de información, personas y mercados. Tales relaciones económicas hacen evidente una alteración del concepto de proximidad, pues la cercanía geográficano establece un factor determinante o limitante en la promoción del sistema económico, por el contrario, la creación de nuevos tipos de cercanías (relaciones políticas y económicas), dilata la relación entre espacio y tiempo por medio de mecanismos tecnológicos organizados en redes de comunicación global. En esta misma línea, autores como Edward Soja (2005) y Saskia Sassen (1991) insisten en que los procesos de globalización y en general las implicaciones de las relaciones socioeconómicas de este último estadio del capitalismo están lejos de ser aespaciales, o bien de independizarse del espacio geográfico. Por el contrario, la intensificación de los flujos y movimientos de capital han demostrado que la ciudad y en particular algunas grandes metrópolis a nivel mundial (Nueva York, París, Tokio, Londres por mencionar tan solo algunas del norte global; y Sao Pablo, Ciudad de México, Seúl y Sydney en el sur global) asumen un protagonismo en las redes de comercio mundial, acogiendo procesos de localización de infraestructura especializada y centros de administración de las empresas con actividad global. 
En este contexto, si el espacio geográfico sigue teniendo relevancia en las dinámicas socioeconómicas actuales y es el entorno urbano el escenario de estas relaciones, resulta necesario reconocer de qué manera se representan en el espacio urbano contemporáneo dichas dinámicas (en particular sobre el espacio urbano construido), y qué implicaciones tiene este tipo de alteraciones en las ciudades[footnoteRef:3]. Por esa razón a continuación se presenta una aproximación a estos cuestionamientos, desde lo global, lo regional y posteriormente a lo local de los procesos de transformación de los espacios urbanos. [3: Si bien queda claro que el entorno urbano supera los límites de lo que se considera ciudad o no, para el presente ensayo se explora con mayor detenimiento los procesos de transformación de la ciudad construida, dado el interés por identificar específicamente este escenario.] 
2. Procesos de transformación del espacio urbano contemporáneo.
Bajo el dominio del discurso económico presentado anteriormente, la comprensión de los procesos de transformación del espacio urbano no resultan tan claros. Identificar las formas en las que los entornos urbanos vienen siendo modificados en función de las lógicas del capitalismo en su última etapa, resulta fundamental para comprender cómo se altera de manera directa el entorno físico en el que viven cada vez más personas. A continuación se hará énfasis sobre las alteraciones físicas del espacio urbano, a pesar de ser consiente de la omisión, en esta parte del texto, del papel de los actores y los procesos que rodean dichas alteraciones espaciales. 
Dada la gran capacidad de adaptación que ha mostrado el capitalismo a lo largo de la historia moderna, abordar todas las formas de transformación del espacio urbano resulta un desafió que desborda los límites del presente ensayo. Por esta razón y manteniendo el enfoque sobre las transformaciones del espacio urbano contemporáneo se presentarán las explicaciones que realizan autores como Rem Koolhaas (1994) y Manuel de Solà- Morales (1996) desde una mirada global; Carrión (2001) y González Tamarit (2001) a una escala regional latinoamericana; y finalmente en el contexto local, autores como Humberto Molina (1992), Françoise Dureau (2002) y José Salazar (2001). El ejercicio de des-escalar las explicaciones que dan los distintos autores desde lo global hasta lo local está orientado, por un lado, a reconocer los planteamientos teóricos en distintos niveles geográficos, pero al mismo tiempo introducir la idea de escala como un elemento analítico fundamental para la morfología como se verá más adelante. Cabe aclarar que la aproximación local de los discursos, no busca darle protagonismo a un caso de estudio en particular, sino acercar estos planteamientos a un nivel de detalle que permitirá como ya se mencionó comprender más fácilmente el papel que el estudio de la forma urbana podría asumir.
A escala global, los procesos de intercambio transnacional e intensificación de los flujos económicos de gran escala moldean las grandes metrópolis. Peter Hall (1997), citando directamente a Saskia Sassen, plantea que son representaciones de estos fenómenos socioeconómicos la conformación de los centros financieros y la construcción de sedes de compañías transnacionales en las ciudades globales. Por su parte Koolhaas (1994) elabora en su discurso sobre ‘la ciudad genérica’ una explicación de la ciudad contemporánea resultado de un conjunto de contradicciones que se traducen en espacios urbanos replicables en donde lo raro o lo extraño deja de serlo. Figuras arquitectónicas como el Aeropuerto y el hotel resultan para Koolhaas, objetos que demuestran en gran medida las características de la ciudad genérica en tanto son edificios tan locales como globales, aglomeraciones de escenografías que convocan prácticas superfluas y en continuo cambio de identidad. Manuel de Solà-Morales, si bien busca contraponerse al discurso de una idea de ciudad universal, destacando características propias de Barcelona que incluso crean una imagen de la ciudad mediterránea, describe la utilización de oportunidades internacionales (eventos como los juegos olímpicos y demás situaciones de orden mundial) como momentos en los que las ciudades pueden “aprovechar las oportunidades fragmentarias” y replantear ciertas lógicas de organización espacial.
En el contexto latinoamericano se destacan las reflexiones de Carrion (2001) quien plantea la puesta en crisis de la “periferización” como modelo de organización espacial de las ciudades de la región en una clara reivindicación a la ciudad construida como escenario de oportunidades. En la ciudad latinoamericana de inicios de siglo XXI es posible justificar la recuperación de los espacios construidos como el lugar de producción de nueva ciudad o cómo diría Carrión mismo la “urbanización de lo urbano” (Ibid, 2001, pág. 12). Esta postura critica la expansión de las ciudades latinoamericanas pues representan por una parte, salidas del mercado inmobiliario para la continua especulación del suelo urbano (crecimiento formal), y por otra parte salidas por parte de la ciudadanía que construye por sus propios medios hábitats en una búsqueda incansable por solucionar el problema de la vida en ciudad (crecimiento informal). En la misma línea, Luis Gonzalez Tamarit (2001) plantea que es posible que la expansión de las áreas urbanas deban realizarse, pero en este momento sería una irresponsabilidad por parte de las administraciones públicas someter este fenómeno a la naturaleza del mercado, sin ningún tipo de posición al respecto, por ello el regreso a la ciudad construida debería considerar la potencialidad existente aun en el patrimonio edificado y de ser este insuficiente, la extensión del área urbana debe someterse a condiciones innegociables[footnoteRef:4]. [4: En el contexto bogotano esta discusión fue dada en el año 2000 en la formulación del POT vigente, y aunque existían soportes técnicos que argumentaban la incapacidad de solventar los déficit habitacionales en la ciudad construida, las acciones llevadas a cabo mediante planes parciales en la periferia urbana no sostuvieron las condiciones de alta densidad y terminaron construyendo una gran cantidad de conjuntos cerrados de viviendas, ajustando la “voluntad” de los ciudadanos a la eficiencia determinada por el mercado inmobiliario. Por ende, aunque en teoría la estrategia de ocupación del suelo tenía una posición clara y determinada en la realidad no existió la capacidad para mantener las condiciones básicas y se terminó por someter los procesos de urbanización a intereses privados. ] 
Ya en el contexto local, autores como Humberto Molina (1992), Françoise Dureau (2002) y José Salazar (2001) explican el comportamiento de los procesos de de transformación urbana desde la mirada económica, social y espacial respectivamente. Existe una coincidencia en la visión de un desarrollocaracterizado por la densificación de áreas construidas en paralelo a la construcción de nueva ciudad en zonas de expansión urbana, que responde a procesos de segregación intensificados por la dinámica del mercado inmobiliario y la urgencia por cubrir el déficit habitacional en crecimiento durante los últimos treinta años del siglo XX. Uno de los procesos de transformación del espacio urbano contemporáneo a nivel local está caracterizado por la demolición de edificaciones para el aprovechamiento de la diferencia generada con la densificación en el mismo suelo liberado. Dureau (2002) al respecto menciona que la destrucción de casas, muchas veces patrimonio arquitectónico (no declarado) es muestra del proceso de densificación, sumado al aumento del tamaño promedio de los hogares de la época que pasaron de ser unipersonales a tener la condición de recibir familias y de este modo cambiar la composición demográfica de la población. Así mismo la “antiplanificación” o la planificación del mercado en los sectores de la ciudad que presentan este tipo de transformación empezaron a mostrar afectaciones no solo en la destrucción de edificaciones en buen estado, sino la saturación de la red vial y los servicios públicos en general. Salazar (2001) por su parte menciona que este tipo de densificación ha producido algunos efectos indeseables en la estructura urbana como la saturación de las dotaciones se infraestructura urbana, la disminución de la calidad ambiental, el aumento de la congestión vehicular y el deterioro de andenes por la invasión de vehículos estacionados.
Si bien, desde las distintas escalas es posible reconocer enfoques teóricos distintos, este recorrido realizado pretende únicamente crear una asociación espacial general entre las dinámicas socioeconómicas dominantes y algunas de las transformaciones físicas más evidentes en las distintas escalas. Para comprender mejor este vínculo, y tal y como se manifestó al inicio del presente ensayo los acercamientos teóricos que desde la geografía urbana social han valorado el estudio de dialéctica socio espacial a partir de la morfología urbana permiten una mayor claridad de los procesos de transformación de la ciudad construida.
3. La morfología urbana: Un vehículo interpretativo.
El estudio de la forma urbana en el contexto occidental tiene sus orígenes formales con el nacimiento del urbanismo como disciplina en el siglo XIX. Si bien existen registros anteriores que examinan la forma urbana, incluso con altísimos niveles de detalle como el plano Nolli de Roma (1748), las aproximaciones teóricas a la forma urbana estuvieron vinculadas con los procesos de urbanización de ciudades europeas durante el siglo XIX. Las transformaciones de París durante el segundo imperio de Napoleón III, encomendadas al Barón de Haussmann, y el ensanche de Barcelona, adjudicado a Idelfonso Cerdá, son quizás los ejemplos más representativos que llevaron el estudio de la forma de la ciudad a la materialización de sus imaginarios espaciales. Sin embargo, la forma urbana en sí misma, es un ejercicio inherente de los procesos de poblamiento del territorio, en el cual se asignan unas lógicas de emplazamiento y delimitación espacial basadas en preceptos estéticos, funcionales, higiénicos, militares por mencionar tan solo algunos. 
En el ámbito de la geografía el estudio de los patrones morfológicos, si bien ha tenido también un vínculo con los entornos urbanos, ha sido interpretado en un modo más general al territorio en relación a dos elementos fundamentales: La segmentación de la tierra en función de sus dimensiones y al trazado de caminos o vías que conectan las porciones de tierra entre sí (Knox & Wei, 2015). Las características físicas de estos elementos han variado a lo largo de la historia en relación a los cambios económicos y socioculturales de cada contexto, alterando las dinámicas de ocupación del territorio por parte de la población. Así pues es posible afirmar, al menos teóricamente, que la morfología corresponde en su estructura a dinámicas propias de una población en un territorio dado, al cual se le sobreponen lógicas de ordenación que siguen los interés particulares de la misma población de lo ocupa. De allí en adelante, desde una escala regional que considera grandes extensiones de territorio hasta la minucia de la construcción de edificios sobre lotes urbanos, se mantiene de manera intrínseca dicha relación sociedad – espacio. La geografía con un tinte particular, y a través de ciertos tipo de estudios (que se tratan en los párrafos sucesivos) ha ahondado fundamentalmente en la identificación de patrones y lógicas de distribución espacial, fortaleciendo las interpretaciones que tiene que ver con la localización de los fenómenos espaciales, explicados cada uno desde la perspectiva teórica de preferencia.
Es así que el cambio en la morfología a lo largo del tiempo, en geografía, es entendido bajo el concepto de morfogénesis. Los procesos de transformación en la manera en la que se estructura un territorio a raíz de los procesos sociales, económicos y culturales, han moldeado la estructura física del espacio, modificando la estructura natural existente, que con el tiempo acumula una sucesión de capas artificiales que configuran un nuevo paisaje modificado por la acción humana. Sin embargo esta relación de afectación es simultanea en el sentido contrario, en tanto la misma modificación del espacio (natural o construido) altera las dinámicas humanas. Ejemplos de esto son identificados por doquier a lo largo de la historia, conformando una tradición en la organización de los territorios a partir de este argumento (dialéctica socio-espacial) en una búsqueda por establecer formas de organización cada vez más acordes con los intereses de las sociedades. Para este propósito se han configurado sistemas de organización espacial fundamentados en normas que establecen relaciones de poder, espacio y diseño, añadiendo un sentido simbólico basado en conjuntos de valores y acciones específicas. Por ende, en la representación de formas específicas de organización espacial, prevalecen intereses políticos que son susceptibles al conflicto y en consecuencia a ser modificados. 
Dentro de la tradición occidental, los estudios de la forma urbana en geografía han tratado de evolucionar a la par de las transformaciones sociales, buscando una interpretación de la distribución espacial de la cada vez más compleja sociedad. Trabajos en relación a la diferencia y a la desigualdad, patrones de bienestar social, y la ecología factorial han sido algunas de las corrientes que han dominado el ejercicio geográfico tanto en el ámbito de la investigación como en la práctica profesional. La ecología factorial con el surgimiento de la geografía como ciencia espacial realizó de manera particular importantes esfuerzos en la contribución de teorías explicativas de los procesos de localización espacial, que a través de una serie de variables desarrollaban generalizaciones útiles para ejercicios comparativos (sobre todo en el contexto norteamericano) (Knox & Wei, 2015). En la explicación de los procesos de transformación urbana, se destacan los modelos de la escuela de Chicago mediante los cuales se generaban explicaciones a los patrones de cambios en vecindarios ante las variaciones de factores económicos, o por la intervención de nuevas construcciones en la periferia urbana (Burgess, 1925; Park, 1952; Hoyt, 1939; Pitkin, 2001; in Ibid, 2015.). Sin embargo todas estas explicaciones analizan variables de orden demográfico, económico y físico (condiciones de localización y estado material), reconociendo una altísima diversidad de grupos poblacionales, pero finalmente sin contemplar realmente una dimensión comprehensiva del espacio en los procesos de transformación urbana. 
En las explicaciones de los procesos de transformación urbana en geografía han prevalecido las revisiones de la distribución espacial de los fenómenos de acuerdo a lógicas de localización en función de las condiciones socioeconómicas y culturalesde cada contexto. Un ejemplo de ello son los distintos análisis empíricos que investigan casos de estudio y realizan caracterizaciones de la representación espacial de un fenómeno en particular (Jargowsky, 1997; Massey and Delton, 1998; in Ibid, 2015). Por ejemplo, en el ámbito de la renovación urbana Van Criekingen y Decroly (2003), realizan una caracterización de los distintos tipos de “gentrificación” en Montreal y Bruselas, tratando de ampliar las visiones en torno a la extendida concepción de gentrificación que tiende a generalizar fenómenos que tienen representaciones diversas en la realidad, logrando demostrar que incluso bajo la idea “mainstream” de gentrificación, en la realidad en los dos casos de estudio trabajados es mayor la incidencia de las “otras” condiciones del fenómeno. Lo anterior pone en relevancia que desde el ámbito geográfico, las revisiones morfológicas basadas en la distribución espacial de los fenómenos en el espacio, no logran reconocer todas las dimensiones que la forma urbana aglutina, limitando las interpretaciones a relaciones de centro – periferia o de proximidad a amenidades y facilidades urbanas, entre otras relaciones espaciales. 
Frente a lo anterior, recientes formulaciones interdisciplinarias empiezan a evidenciar que desde la morfología, es posible identificar relaciones más profundas entre las condiciones económicas, sociales y culturales con el espacio físico y en particular con el espacio urbano construido, en donde es aun más fuerte la relación sociedad – espacio, visibilizando la ya mencionada dialéctica socio-espacial. La inclusión al análisis morfológico de estudios del paisaje, historiografía urbana, percepciones y experiencias del habitar han fortalecido la concepción de la morfología como medio de análisis del cual es posible extraer una gran cantidad de información siempre que sea interpretado desde sus múltiples condiciones y dimensiones. 
Una búsqueda interdisciplinar
Si bien la idea de la morfología como vehículo de interpretación de las relaciones socioeconómicas y culturales con sus respectivas construcciones espaciales no se reduce a un problema de escala, es necesario superar esta discusión para poder ahondar en las virtudes de su implementación analítica. Luego de haber mencionado de manera general los acercamientos que desde la geografía se han realizado a través de la morfogénesis es necesario diferenciar esta perspectiva de algunas otras variaciones que se diferencias por su escala de Análisis. Kevin Lynch en el capitulo quince de su texto A theory of good city form (1981), desarrolla los conceptos de texturas y redes urbanas, entendidas ambas como partes de la forma urbana. Bajo esta idea se relacionan otros conceptos como los de densidad (que difiere de la idea de tamaño), condiciones ambientales (como ruido y contaminación) e incluso los costos de construcción, los cuales varían de acuerdo a cada cultura y la economía política particular de cada contexto. Spreiregen (1965) al igual que Lynch reconocen en la escala un valor sustancial del análisis morfológico, identificando condiciones físicas como el tamaño, la textura y finura de la forma urbana. Dentro de estas aproximaciones aparece la idea de “grano” como unidad formal que permite realizar ágilmente análisis comparativos entre distintas formas urbanos. El grano no es más que el segmento de tierra, traducido a un predio o un lote, y que por sus condiciones espaciales responde a usos del suelo determinados. De esta manera entre más fino el grano – urbano – este es asociado a estructuras prediales residenciales y así mismo entre más grueso, este puede estar vinculado a actividades industriales o incluso usos agrícolas. Aunque esta idea sugiere interpretaciones netamente visuales, desde el campo de la geografía se han avanzado en metodologías de estadística espacial que permiten realizar mediciones mucho más precisas y detalladas. 
En una aproximación aun más detallada, existen análisis postmodernos en Arquitectura que buscaron crear una relación directa entre la forma urbana y las edificaciones. La morfotipología por ejemplo, representa una categoría de análisis que sintetiza para Rossi (1982) la relación intrínseca entre tejidos (residenciales en el caso de Berlín) con tipos edificatorios precisos. Este tipo de acercamientos, se traducen en una comprensión detallada de las implicaciones espaciales que la forma urbana imprime en la materialización de las construcciones. Esto resulta particularmente útil para el análisis de procesos de transformación de tejidos urbanos consolidados que tras procesos de sustitución y densificación, modifican gradualmente su forma urbana dentro de los límites espaciales pre configurados, resultando paisajes en ocasiones predecibles. Al respecto existen aproximaciones mucho más recientes, que si bien se alejan de la relación directa entre tipología arquitectónica y forma urbana, coinciden con la clasificación de la morfología urbana en paisajes construidos, como por ejemplo los planteamientos de Yunda y Montenegro (2019).
Otros estudios empíricos también en años recientes, encuentran en la morfología un ámbito de análisis particularmente útil en relación a los paisajes construidos y sus transformación graduales en el tiempo. Los casos de Santa Fe, Lima y Santiago de Chile estudiados por Fedele y Martínez (2015), Bensús Talavera (2018) y Vergara Vidal (2017), respectivamente, exploran cómo la transformación predio a predio ha adquirido un carácter urbano a través del análisis morfológico y la identificación de las condiciones socioeconómicas relacionadas con los sectores de las ciudades en las que se presenta dicho fenómeno. 
Otro acercamiento que explora la morfología como articulador de las estructuras y la producción del espacio construido tiene que ver con la comprensión de la historia a través de la idea de grano como expresión del tiempo en la forma urbana. La configuración los asentamientos urbanos de las ciudades occidentales, por ejemplo, permite evidenciar como en los centros históricos prevalecen formas urbanas de grano fino, mientras que los desarrollos más recientes se encuentran en formas urbanas con grano grueso. La respuesta a esta relación que en principio parece acelerada tiene que ver con las formas de producción de nuevo espacio urbano en el contexto contemporáneo, en donde dadas unas condiciones de alta competitividad inmobiliaria, los desarrolladores buscan áreas de ciudad que permitan la construcción de modelos convencionales de construcción, los cuales para lograr los niveles de utilidad esperados, deben construirse sobre proporciones mínimas de suelo. Estas variaciones en la producción del espacio construido si bien pueden expresarse en porciones nuevas de ciudad, en ocasiones se posicionan al interior de áreas centrales que por procesos de re-funcionalización o renovación de los tejidos urbanos permiten el desarrollo de proyectos de gran escala. El trabajo de Colón y Mejía Pavony (2019) en la construcción del Atlas histórico de barrios de Bogotá 1884 – 1954 es una muestra de lo anterior, no solo en términos metodológicos, sino también en la comprensión de las relaciones entre la forma urbana de la ciudad de Bogotá con dinámicas de continuidad (de la infraestructura) y de contigüidad (de los tejidos urbanos). 
Hacia un nuevo papel de la morfología en la lectura de la ciudad contemporánea
Urge un cambio en la forma de aproximación al territorio. Un cambio, basado en el reconocimiento de las tendencias de transformación, la población, el tejido social y demás variables que determinan la continua mutación de lo urbano. Es decir que bajo esta condición, cada fragmento de ciudad debe estudiarse en sí mismo y en su relación con el resto. Aunque el fenómeno sea el mismo o parezca serlo, ya no habrán respuestas estándares, y nuevas relaciones tendrán que crearse para dar respuesta a las particularidades propias de cada tipo de transformación. En este sentido la comprensión de la forma de la ciudad cobra relevancia en tanto otorgaconsciencia del tiempo y sus complejas implicaciones en el espacio, permitiendo entender la ciudad como un conjunto de lugares que permanecen en el tiempo y que acogen los conflictos, las actividades y sobre todo las personas que la habitan. 
Sin embargo, y como ya se revisó en el presente ensayo, la morfología no debe limitarse a un estudio de la localización de los fenómenos socio-económicos y culturales sobre un plano de manzanas o uno de división predial. El agotamiento de las estructuras modernas para la comprensión de los fenómenos espaciales exige, hoy día, la construcción de nueva teoría que se acerque cada vez más a las dinámicas presentes en la actualidad. La morfología no escapa a esta ruptura. De mantenerse como un instrumento de protocolo para cualquier análisis de carácter urbano o territorial, terminará agotando su utilidad y tarde o temprano será pieza de museo (en el mejor de los casos). El conjunto de estudios que han encontrado en la morfología una renovada estructura de análisis, abre la puerta a una valoración de la forma urbana como un escenario para la dialéctica socioespacial, un andamiaje que permita revelar con mayor profundidad las relaciones entre las estructuras sociales, económicas y culturales con los espacios existentes y con la materialización de nuevos espacios.
En esta tarea la inserción de la temporalidad al análisis resulta esencial para extraer la mayor utilidad al análisis morfológico. La comprensión de los cambios en la forma urbana y su relación directa con los procesos socioeconómicos y culturales permite un mayor entendimiento de la evolución de los procesos de urbanización tal y como lo plantean Colón y Pavony (2019), pero también y quizás más importante, posibilita la reflexión en torno a la transformación futura del espacio urbano. Es justamente esta condición la que pone de nuevo el estudio de la forma urbana dentro de las herramientas de análisis de los entorno urbanos y en particular de sus procesos de transformación, antecediendo las investigaciones a juicios apresurados que enmarque los fenómenos espaciales en categorías determinadas, que poco o nada tienen que ver con sus representaciones espaciales en la realidad. 
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