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Acceso vascular central

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Capítulo 10
Acceso vascular central
Pedro Jesús Domínguez García, María Pilar Ponce Ponce, Antonia Tristancho Garzón 
y Francisca Cabeza Cabeza
INTRODUCCIÓN
La inserción de un catéter venoso central (CVC) con fines diagnósticos 
y/o terapéuticos es uno de los procedimientos más realizados en el ámbi-
to hospitalario y, más concretamente, en las unidades de cuidados inten-
sivos (UCI) debido a la mayor edad, la comorbilidad y la gravedad de los 
pacientes hospitalizados. Se estima que en Europa y EE. UU. se realizan 
cada año aproximadamente unas seis millones de inserciones de CVC.
Un CVC es un dispositivo biocompatible cuyo extremo distal se sitúa 
en el tercio proximal de la vena cava superior, a pocos centímetros de la 
desembocadura de la aurícula derecha, o la vena cava inferior. Estos ca-
téteres se pueden insertar a través de una vena periférica o de una vena 
central proximal; las más comúnmente utilizadas son la yugular interna, 
la subclavia y la vena femoral.
Existe una gran variedad de catéteres venosos centrales para su uso 
clínico, que se diferencian en longitud, diámetro y número de lúmenes o 
luces. El número de lúmenes del catéter a insertar lo debe elegir el médi-
co en función de satisfacer mejor las necesidades clínicas del paciente. 
Los catéteres de tres y cuatro lúmenes son extremadamente útiles en el 
día a día del cuidado del paciente crítico. Sin embargo, estos catéteres, 
dada su longitud (20-30 cm) y el diámetro individual de cada una de sus 
luces, presentan una alta resistencia al flujo, por lo que son menos ade-
cuados para la infusión rápida de líquidos. Por el contrario, los catéteres 
de diálisis son típicamente de doble lumen, dado que precisan un mayor 
calibre por los altos flujos necesarios durante la diálisis.
Su canalización debe realizarse siempre en condiciones de asepsia, 
y se elegirá la localización (yugular, subclavia o femoral) que sea ade-
cuada según la situación clínica del paciente y con la que el médico en-
cargado de su inserción esté más familiarizado, tanto con la propia pun-
ción venosa como con la solución de las posibles complicaciones que 
puedan surgir.
INDICACIONES
Como se ha mencionado previamente, la inserción de un CVC tiene unas 
indicaciones específicas y debe realizarse siempre que el paciente obten-
ga un beneficio de ella.
Las principales indicaciones de inserción de un CVC son las siguientes:
• Imposibilidad de canalizar un acceso venoso periférico.
• Administración de medicamentos o soluciones irritantes (soluciones 
con pH inferior a 5 y superior a 9) o hipertónicas (potasio cloruro o 
nutrición parenteral), uso de fármacos vasopresores (noradrenalina, 
dopamina, etc.), y cuando son fármacos cuya administración no pue-
de realizarse a través de un mismo lumen.
• Monitorización hemodinámica que permite la medición de diferentes 
parámetros hemodinámicos como la presión venosa central (PVC), la 
saturación venosa central o mixta y parámetros cardíacos, entre otros.
• Terapias de reemplazo renal (continuas o no) y plasmaféresis.
• Estimulación cardíaca mediante el implante de marcapasos transve-
nosos.
CONTRAINDICACIONES
No hay contraindicaciones absolutas para la inserción de un CVC, pero 
sí hay una serie de consideraciones que debemos tener en cuenta, como 
evitar la canalización donde existe una lesión vascular próxima al lugar 
de inserción, que no deben colocarse en un punto en el que haya una 
quemadura cutánea o una infección, en zonas que presentan distorsión 
anatómica y en venas en las hay colocado un dispositivo intravascular 
permanente (p. ej., electrocatéter de marcapasos) o están previamente 
trombosadas.
Por otra parte, el riesgo de neumotórax durante la inserción de un 
CVC aumenta con la hiperinsuflación pulmonar relacionada con el uso 
de presión positiva al final de la espiración (PEEP) o volúmenes corrien-
tes altos durante la ventilación mecánica y la presencia de enfermedad 
pulmonar obstructiva crónica.
La inserción en una vena femoral puede no ser la más idónea en caso 
de traumatismo abdominal penetrante y presencia de lesión en la vena 
cava inferior.
La existencia de coagulopatía, aunque aumenta el riesgo de hemorra-
gia durante la inserción del CVC, tampoco es una contraindicación en sí 
misma, ya que realizando una selección adecuada del lugar de punción y 
una técnica meticulosa, se pueden reducir las complicaciones hemorrági-
cas. A este respecto, es preferible la inserción de un CVC en la vena yu-
gular interna o en la femoral por la accesibilidad de la compresión si se 
realiza una punción arterial accidental. La canalización de la vena subcla-
via debería evitarse en lo posible, dada la incapacidad para controlar o 
comprimir eficazmente si se produjese dicha complicación. Otra alterna-
tiva válida en algunos de estos casos sería la inserción de un catéter cen-
tral por vía periférica.
Por otra parte, en pacientes con coagulopatía y/o trombocitopenia 
grave pueden administrarse plaquetas o derivados plasmáticos con el fin 
de reducir el riesgo de complicaciones por sangrado, pero no hay datos 
suficientes que apoyen esta práctica.
Antes de la inserción del CVC, sería aconsejable (si la situación clí-
nica del paciente lo permite) informar sobre el procedimiento a realizar 
al paciente, con el fin de tranquilizarlo, conseguir su colaboración y faci-
litar la técnica.
COMPLICACIONES
Como se ha comentado anteriormente, la inserción de un CVC es una de 
las técnicas con mayor frecuencia realizadas en UCI, pero a pesar de esto 
no está exenta de riesgos y complicaciones graves, incluida la muerte, 
que puede ocurrir durante la inserción, la retirada o durante la fase de 
mantenimiento del CVC. De hecho, más del 15% de los pacientes que se 
someten a este procedimiento experimentan una o más complicaciones, 
que se asocian a un aumento de la morbimortalidad, la estancia hospita-
laria y los costes médicos.
En la aparición de estas, uno de los factores más influyentes es la 
capacitación y experiencia del personal sanitario que realiza la técnica, a 
tal punto que llegan a reducirse a la mitad las tasas de complicaciones de 
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Capítulo | 10 Acceso vascular central
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los médicos que han colocado más de cincuenta catéteres frente a las de 
los que no lo han hecho. Por otra parte, también se han descrito mayores 
tasas de complicaciones mecánicas, como punción arterial o neumotórax, 
si se realizan más de tres intentos de cateterización fallidos. En este caso 
es recomendable la ayuda de un clínico experimentado en dicha técnica.
Destacan dos grupos de complicaciones, las mecánicas y las infec-
ciosas, y pueden diferenciarse distintos factores de riesgo que se asocian 
a ellas, como:
• Del catéter: los catéteres de silicona y poliuretano son los más blan-
dos y menos trombogénicos.
• Del paciente: hay determinadas patologías de base como enfisema, 
obesidad mórbida, alteraciones anatómicas, coagulopatías o ventilación 
mecánica que incrementan el riesgo de complicaciones mecánicas.
• Del lugar de inserción: es muy importante individualizar cada caso 
según la situación clínica y la indicación. La vena yugular interna se 
asocia a mayor frecuencia de punción arterial, hematoma local e in-
fección, mientras que la vena subclavia es de difícil compresión en 
casos de sangrado y se asocia a un mayor porcentaje de complicacio-
nes agudas potencialmente graves como son el neumo y hemotórax; 
por tanto se debe evitar en casos de coagulopatía y patología respira-
toria. Por su parte, la vena femoral es incómoda para el paciente y la 
mayoría de las complicaciones mecánicas son menores.
• De la técnica de inserción, cuidado y mantenimientodel catéter.
La mayoría de las complicaciones mecánicas se detectan en el mo-
mento de la inserción del catéter, mientras que las complicaciones infec-
ciosas o trombóticas ocurren a posteriori.
A continuación se describen las complicaciones más frecuentes.
Punción arterial y sangrado
Puede ocurrir hasta en el 15% de los procedimientos, dando lugar a la apa-
rición de un hematoma que podría comprimir estructuras neurovasculares 
cercanas o, en el caso de la punción carotídea, obstrucción de la vía aérea.
Entre las complicaciones graves que pueden producirse están el des-
garro arterial, el hemotórax, el hematoma retroperitoneal, el ictus por 
punción y la trombosis carotídea, las fístulas arteriovenosas y el seudo-
aneurisma. Por ello, es importante el reconocimiento y tratamiento tem-
prano para evitar así complicaciones posteriores.
Si se produce o se sospecha una punción arterial, se debe retirar in-
mediatamente la aguja y realizar una compresión directa, pero no oclusi-
va, durante unos minutos sobre la arteria lesionada con el fin de evitar en 
lo posible la formación del hematoma. Si se produce la canalización arte-
rial, con la consiguiente dilatación e inserción del catéter, se asocia a 
complicaciones hemorrágicas potencialmente mortales, que pueden re-
querir intervención quirúrgica, y complicaciones neurológicas, en el caso 
de la inserción del catéter en la arteria carótida.
Neumotórax y hemotórax
Ocurre fundamentalmente al intentar canalizar la vena subclavia (3%), 
aunque también es una complicación que puede producirse al intentar 
canalizar la vena yugular interna (< 0,5%).
Ante la sospecha de esta complicación, hay que prestar atención a los 
signos de insuficiencia respiratoria y colapso circulatorio, que se pueden 
producir en el caso de un neumotórax a tensión, sobre todo en pacientes 
que son ventilados con presión positiva.
Quilotórax
Cuando se realiza la punción subclavia o yugular (técnica de Daily) en el 
lado izquierdo, hay un riesgo potencial de lesionar el conducto torácico 
que desemboca en el confluente yugulosubclavio izquierdo.
Arritmias y/o perforación de cavidades ventriculares
Durante la inserción se pueden producir diferentes tipos de arritmias, y 
las más frecuentes son las ventriculares y el bloqueo de rama, provocados 
por la estimulación de la pared endocárdica por la guía o el propio catéter.
Suelen desaparecer tras la retirada parcial del catéter o la guía. En 
ocasiones, pueden aparecer más tarde debido a la migración del catéter.
Incorrecta posición del extremo distal del catéter
Todavía existe cierta discordancia entre los expertos en relación a la po-
sición correcta del extremo distal del catéter. Así, mientras que unos abo-
gan por situarlo en el tercio inferior de la vena cava superior, otros consi-
deran que el lugar adecuado es el techo de la aurícula derecha.
La opción más ampliamente aceptada como lugar óptimo para la po-
sición de la punta del catéter es proximal a la zona entre la vena cava 
superior y la aurícula derecha (unión cavo-atrial). Esta se sitúa a unos 
16-18 cm del lugar de punción de la vena subclavia o yugular derechas y 
a unos 19-21 cm de las punciones de las vías izquierdas. Estas medidas 
son relativamente independientes del sexo o del cuerpo del paciente.
Una referencia anatómica para conocer la posición correcta de la 
punta del catéter es localizar en una radiografía de tórax el ángulo tra-
queobronquial derecho, que es la referencia más fiable para localizar el 
margen superior de la vena cava superior. El extremo distal del catéter 
debe situarse unos 3 cm por debajo de esta referencia y por encima de la 
silueta cardíaca superior derecha.
Una posición incorrecta del extremo distal del catéter se relaciona 
con complicaciones trombóticas, arritmias, disfunción de la válvula tri-
cúspide (por lesión o trombosis), mal funcionamiento del catéter y, por 
ende, una disminución del tiempo de permanencia de este.
La incorrecta posición de la punta del catéter puede ser «primaria», 
cuando se produce durante la inserción, mientras que se considera «se-
cundaria» cuando la punta del catéter migra espontáneamente tras la in-
serción.
Obstrucción del catéter
Se desarrolla gradualmente por trombosis de la luz. Una maniobra de 
Valsalva o una pequeña movilización de la vía suele servir para facilitar 
la aspiración de sangre. Si esto no es suficiente, pueden infundirse bajas 
dosis de fibrinolíticos a través de la luz bloqueada o pasar una guía a 
través del catéter.
Trombosis del catéter
La trombosis asociada al catéter es muy frecuente, entre el 33% y el 67% 
de los pacientes portadores de vías centrales de más de una semana de 
duración, pero normalmente tiene una trascendencia clínica pequeña.
Se manifiesta por la formación de fibrina alrededor del catéter o por 
adhesión a la pared del vaso. Hay distintos factores que intervienen en el 
desarrollo de esta, pero aún no hay estudios que los demuestren de forma 
clara.
Entre estos factores se incluyen el lugar de inserción (femoral > yu-
gular > subclavia), la técnica de inserción correcta para disminuir el trau-
matismo sobre la pared vascular, el número de lúmenes (a mayor número, 
mayor posibilidad de trombosis), la localización correcta del extremo 
distal del catéter disminuye el riesgo y el material con el que está fabrica-
do el catéter.
A su vez, la presencia de trombosis relacionada con el catéter incre-
menta el riesgo de infección. Cuando se diagnostica, se debe iniciar tra-
tamiento anticoagulante y, siempre que sea posible, retirar la vía.
Embolia gaseosa
Es una complicación grave que puede aparecer en el momento de la inser-
ción, en las manipulaciones o en la retirada del catéter Su frecuencia es del 
0,3% y se produce por la aspiración de aire a través de la vía central.
Su trascendencia depende de la velocidad y del volumen de aire intro-
ducido (la dosis teóricamente letal en humanos es de 3 a 5 ml/kg); así, vo-
lúmenes de aire de > 100 cc pueden ser fatales, sobre todo si las burbujas 
pasan a la circulación sistémica a través de defectos septales.
Se recomienda que durante la manipulación del catéter se mantengan 
cerradas las luces, colocar las conexiones por debajo del nivel de la aurí-
cula y evitar que el paciente inspire cuando la luz del catéter queda abierta.
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SECCIÓN | 2 Monitorización y procedimientos en el paciente crítico60
La presencia de taquiarritmias, dolor torácico, hipotensión, disnea, 
tos, trabajo respiratorio o hipoxemia deben alertar sobre su existencia.
Si el embolismo se produce, se debe colocar al paciente en posición 
de Trendelenburg con decúbito lateral izquierdo, aspirar a través de la luz 
y administrar oxígeno al 100%.
Rotura y embolismo del catéter o de la guía
Es una complicación muy grave que puede provocar obstrucción, perfo-
ración o trombosis de un vaso. Sus causas incluyen: manipulación exce-
siva durante la canalización, material defectuoso y «síndrome del pellizco» 
(pinch-off) (1% de las vías subclavias de larga duración), que consiste en 
la compresión del catéter entre la clavícula y la primera costilla, cuya 
expresión más grave es la rotura de la vía. Según el tamaño del material 
embolizado, puede ser necesaria la extracción mediante cateterismo o 
cirugía.
Infección del catéter
Es una complicación frecuente; su incidencia oscila entre el 5% y el 26%, 
y da lugar a una estancia más prolongada en la UCI y, en casos más gra-
ves, a la muerte del paciente.
Por tanto, se deben poner en práctica todas las medidas de asepsia 
adecuadas, no solo en la inserción sino también en su posterior manipu-
lación.
En varios estudios se ha comprobado que la incidencia de infección 
es mayor cuanto mayor sea el número de lúmenes y, por tanto, se inten-
tará insertar el catéter con menor número de lúmenesnecesarios para el 
manejo óptimo del paciente.
Otro de los factores que eleva al riesgo de infección es el uso de nu-
trición parenteral, por lo que esta debe administrarse a través de un lumen 
de forma aislada, ya que si se administra con otra medicación con distin-
to pH podría precipitar y, en consecuencia, obstruir el lumen del catéter e 
incrementar el riesgo de infección. 
En cuanto a la etiología, destacan con un 64% las producidas por 
Staphylococcus (S. coagulasa negativo en el 48% y S. aureus en el 13%), 
por gramnegativos en un 20% y por Candida en un 3%.
Las complicaciones más graves son la trombosis séptica, la endocar-
ditis bacteriana y las metástasis sépticas.
EQUIPO NECESARIO
Una vez se ha decidido qué vena se va a canalizar, es necesario preparar 
el material y al paciente:
• Preparación de la piel: es necesario desinfectar la zona con clorhexi-
dina, ya que su eficacia es superior a la de la povidona yodada.
• Preparación del personal:
• Lavado quirúrgico de las manos.
• Colocarse guantes estériles.
• Ponerse gorro, bata y mascarilla.
• Preparación del campo estéril y del equipo para la intervención:
• Paños y guantes estériles.
• Catéter de 2 o 3 luces, guía metálica, dilatador, aguja de punción.
• Anestesia local (lidocaína) sin vasoconstrictor.
• Jeringas de 10 cc estériles.
• Agujas i.m. o i.v. estériles.
• Gasas estériles.
• Bisturí desechable estéril.
• Seda para fijar la vía a la piel (recta o curva).
• Apósito estéril.
• Sueros y equipo de infusión.
• Llave de tres pasos.
• Tapón de látex (si se precisa).
• Soporte de suero.
TÉCNICA DE INSERCIÓN
La técnica fue descrita en 1952 por primera vez por Aubaniac en la cana-
lización de la vena subclavia. Un año más tarde, Seldinger describió una 
técnica utilizando una guía, que mejoraba la técnica de Aubaniac, siendo 
hoy en día utilizada de manera sistemática una versión modificada de la 
técnica de Seldinger en la canalización venosa central.
En la realización de esta técnica es importante no solo la experiencia 
del clínico y la realización de una técnica de inserción adecuada, sino 
también preparar de manera adecuada el material y monitorizar adecua-
damente al paciente.
El paciente debe estar correctamente colocado y monitorizado durante 
todo el procedimiento mediante electrocardiograma (ECG) y pulsioxime-
tría. A continuación, se identifican las diferentes referencias anatómicas 
para localizar el lugar de punción, o bien mediante ecografía se localiza la 
vena y la profundidad de ésta, para posteriormente realizar la punción o 
llevarla a cabo guiada por ecografía, tras realizar la limpieza de la piel.
La punción y canalización guiada por ecografía ha demostrado un 
descenso del número de complicaciones y mayores tasas de éxito en la 
canalización de la vena yugular interna; sin embargo, no ocurre así en el 
caso de las venas subclavia y femoral, donde los datos no son tan eviden-
tes (figs. 10-1 y 10-2).
Tras la desinfección de la zona, el clínico encargado debe realizar un 
cuidadoso lavado de manos y cubrirse con mascarilla, gorro, bata y guan-
tes estériles, además de cubrir al paciente con un campo estéril, salvo la 
zona de inserción, para reducir la posibilidad de infección.
A continuación, se procede a la infiltración con anestésico local de la 
zona de punción, tras lo cual se realiza la venopunción, en un ángulo y 
profundidad determinados, con la aguja proporcionada por el set de cana-
lización venosa central con el bisel hacia arriba. Mientras se está introdu-
ciendo la aguja se debe realizar una leve succión con la jeringa en todo 
momento, hasta que esta aspire sangre, pues esta es la señal de que se ha 
localizado la vena en cuestión.
Si no se llega a localizar la vena, se debe retirar la aguja lentamente, 
pero siempre manteniendo la succión, ya que en su retirada puede ocurrir 
FIGURA 10-1. Ecografía Doppler de la arteria carótida común y de la vena yugular interna. Cortes transversal y longitudinal.
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que se introduzca en la luz venosa por haber atravesado las paredes de la 
vena sin haberlo advertido. Si esto no ocurre, la aguja debe ser retirada 
hasta el espacio subcutáneo, redirigir la trayectoria y realizar el mismo 
procedimiento con el fin de localizar la vena.
Cuando la aguja se encuentra en el interior de la vena, se rota la jerin-
ga de manera que el bisel de la aguja se abra a la luz del vaso. Se retira la 
jeringa y se tapa con el pulgar el extremo proximal de la aguja, con el fin 
de evitar el embolismo aéreo. A continuación se introduce a través de la 
aguja la guía que forma parte del set de canalización, y se avanza (debe 
haber poca o nula resistencia a este), vigilando estrechamente la monito-
rización electrocardiográfica por la posibilidad de arritmias al poder in-
troducir la guía en el corazón en el caso de la canalización de la vena 
subclavia o de la yugular interna.
Introducida la guía, sin moverla, se retira la aguja y se introduce el di-
latador aportado por el set para dilatar la piel y el tejido subcutáneo del lu-
gar de punción. En algunas ocasiones puede ser necesario realizar una pe-
queña incisión en la piel con un bisturí para facilitar este proceso. Se retira 
el dilatador y se introduce el catéter, siempre controlando la guía hasta ver-
la salir por el otro extremo del catéter con el fin de evitar su salida o migra-
ción, hasta la distancia estimada como óptima. Una vez realizado esto, se 
retira la guía y se confirma mediante aspiración con jeringa o, en ocasiones 
espontáneamente, la salida de sangre por el lumen distal del catéter.
Para finalizar, se conectan los sistemas de infusión intravenosa a los 
diferentes lúmenes del catéter, previa aspiración con jeringa para evitar el 
embolismo aéreo, y se procede a la fijación del catéter a la piel del pa-
ciente con sutura y se cubre con un apósito estéril.
Tras la inserción del catéter en la vena subclavia o en la yugular in-
terna, debe realizarse una radiografía de tórax para comprobar la localiza-
ción adecuada del extremo distal de éste y la ausencia de complicaciones.
Los lugares más frecuentes para la inserción de estos CVC son los 
que se muestran en la figura 10-3.
Inserción en la vena yugular interna
La principal referencia anatómica para su canalización es el denominado 
Triángulo de Sedillot, que está formado por los dos vientres del músculo 
esternocleidomastoideo (ECM) y la clavícula. La vena yugular interna 
discurre en su interior y en situación posterolateral a la arteria carótida 
interna.
Se suele preferir la vena yugular interna derecha a la izquierda, ya 
que tiene un acceso más directo a la vena cava superior. Además, el 
riesgo de punción de la cúpula pulmonar es mayor en la canalización de 
la vena yugular interna izquierda, así como la punción del conducto to-
rácico.
Existen muchas técnicas, según que el abordaje se haga por fuera o 
por dentro del ECM, siendo las dos técnicas más empleadas la posterior 
o de Jeringan (la punción se realiza por fuera del ECM, unos 3 cm por 
encima de la clavícula, y dirigiendo la punta hacia la fosa supraesternal), 
y la media o supraclavicular de Daily; esta es la más usada y la que se 
describe a continuación.
El paciente debe estar colocado a 15º en posición de Trendelenburg, 
con el fin de distender la vena y disminuir el riesgo de embolia aérea, con 
FIGURA 10-2. Ecografía Doppler de la arteria y vena femoral común. Cortes transversal y longitudinal.
Clavícula
ECM
Vena
subclavia
A B C
Vena
yugular interna
Ligamento
inguinal
Arteria
femoral
Vena
femoral
FIGURA 10-3. Lugares para la canalización del CVC. A. Vena subclavia. B. Vena yugular interna. C. Vena femoral. ECM: músculo esternocleidomastoideo.Descargado de ClinicalKey.es desde Infomed enero 13, 2017.
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SECCIÓN | 2 Monitorización y procedimientos en el paciente crítico62
la cabeza girada hacia el lado contrario a aquel donde se realizará la pun-
ción.
El clínico se situará a la cabecera del paciente, identificará el triángu-
lo de Sedillot y localizará el pulso de la arteria carótida; entonces intro-
ducirá la aguja desde el vértice de dicho triángulo, dirigiéndose en un 
ángulo de 45º en sentido caudal y lateralmente hacia la mamila ipsilateral.
Inserción en la vena subclavia
La vena recorre un trayecto por debajo de la clavícula, por encima de la 
primera costilla y por delante de la arteria subclavia.
El paciente también suele colocarse a 15º en Trendelenburg, con la 
cabeza ligeramente girada al lado contrario de la vena a canalizar y los 
brazos extendidos a lo largo del cuerpo (facilita su localización si alguien 
tracciona el brazo homolateral en dirección caudal).
El clínico se sitúa en el lateral de la cama de la vena a canalizar, y la 
aguja se introduce aproximadamente 1-2 cm por debajo de la clavícula, 
en la unión del tercio externo con los dos tercios internos de esta, y se 
dirige con un ángulo de unos 10º hacia la escotadura supraesternal (vía de 
abordaje infraclavicular descrita por Aubaniac).
Inserción en la vena femoral
El paciente se sitúa en supino con la pierna de la vena femoral a canalizar 
extendida y la cadera en ligera abducción. El clínico se sitúa en el lateral 
de la cama de la vena a canalizar, localizando la espina ilíaca anterosupe-
rior y el tubérculo del pubis, ya que el ligamento inguinal se sitúa entre 
estas dos estructuras anatómicas.
Se intenta localizar mediante palpación el latido de la arteria femoral 
por debajo del ligamento inguinal, ya que la vena femoral se sitúa 1 cm 
medial a la arteria. Si no se puede localizar mediante palpación el latido 
de la arteria femoral, se realizaría la punción en la unión de los dos ter-
cios externos con el tercio interno de la línea que une las referencias 
óseas anteriormente citadas. La inserción de la aguja se realiza en este 
punto, unos 2 a 3 cm por debajo del ligamento inguinal, con un ángulo de 
45º a 60º.
CATÉTER CENTRAL DE INSERCIÓN 
PERIFÉRICA
El catéter central de inserción periférica no tunelizado (PICC, por sus 
siglas en inglés) es un catéter flexible de unos 50 a 60 cm de longitud que 
se coloca a través de una de las venas de la fosa antecubital del brazo y se 
hace llegar hasta la vena cava superior.
Actualmente están disponibles de uno o múltiples lúmenes y pueden 
ser de silicona o poliuretano; se recomiendan estos últimos por ser de un 
material más duro, lo que permite tener paredes más delgadas y lúmenes 
con diámetros internos superiores a los de silicona.
La inserción de un catéter de PICC está especialmente indicada cuan-
do hay anormalidades anatómicas en el cuello y/o el tórax que dificulten 
o imposibiliten la inserción de un CVC, en pacientes con traqueostomía 
y cuando exista una alteración de la coagulación o del recuento plaqueta-
rio. Entre las contraindicaciones para la inserción de estos catéteres se 
encuentran la existencia de trombosis de la vena a canalizar, el pequeño 
diámetro de las venas del brazo (basílica o braquial inferiores a 3-4 mm), 
condiciones patológicas que impidan un adecuado retorno venoso (linfe-
dema o parálisis), presencia de dispositivos intraluminales previos, infec-
ción en la zona de punción, quemaduras graves locales, anormalidades 
anatómicas de las venas a canalizar que puedan dificultar la inserción y el 
mantenimiento del catéter y en pacientes con insuficiencia renal que pre-
cisen la realización de una fístula arteriovenosa.
Al igual que en la inserción de los CVC anteriormente citados, los 
PICC pueden canalizarse mediante control ecográfico, disminuyendo así 
la tasa de punciones fallidas.
Es necesario realizar una radiografía de tórax para asegurar la correc-
ta localización del extremo distal del catéter.
Las condiciones de asepsia y la técnica de inserción (técnica de Sel-
dinger) son similares a las utilizadas para la canalización de los CVC.
Puede consultar las referencias bibliográficas de este capítulo en www.elsevier.es/tratado_med_intensiva
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