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Cordero Escobar, Idoris. Anestesiología. Criterios y tendencias actuales. La Habana: Editorial Ciencias Médicas, 2013. 340 p. : il., tab. - - Anestesiología, Anestesia y Analgesia/ ética, Anestesia/ métodos, Anestesia/ tendencias, Anestesia Obstétrica, Extubación Traqueal, Respiración Artificial/tendencias WO 275 Edición y emplane: MSc. Tania Sánchez Ferrán Diseño de la colección: DI. José Manuel Oubiña González Fotografía e ilustraciones: MSc. David Rodríguez Camacho y Amanda Rodríguez Sánchez © Idoris Cordero Escobar, 2013 © Editorial Ciencias Médicas, 2013 ISBN 978-959-212-820-0 Editorial Ciencias Médicas Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas Calle 23, No. 654 entre D y E, El Vedado La Habana, CP-10400, Cuba Correo electrónico: ecimed@infomed.sld.cu Teléfonos: 836 1893 http: www.ecimed.sld.cu Catalogación Editorial Ciencias Médicas Autora Idoris Cordero Escobar. Doctora en Ciencias. Especialista de Segundo Grado en Anestesiología y Reanimación. Profeso- ra Titular de la Universidad de Ciencias Médicas de La Haba- na. Investigadora Titular. Hospital Clínico Quirúrgico “Hermanos Ameijeiras”. Vicepresidenta de la Sociedad Cubana de Anestesiología y Reanimación. Prefacio Por el compromiso alcanzado durante tantos años con los anestesiólogos del país, pero sobre todo con aquellos que se encuentran en periodo de formación en el cual resulta difícil saber qué leer y dónde buscar, sentí la necesidad de tratar y actualizar varios temas de la especialidad que durante muchos años tuvieron por alguna razón, un interés especial para mí. El principal objetivo y el mejor motivo para este texto fue la búsqueda actualizada sobre estos temas para introducir al lec- tor, conocedor de la materia o no, en las temáticas sobre la Anestesia. Revisando los motores de búsqueda, descubrí que esta información se haya diseminada y muchos temas no son tratados con la profundidad requerida, incluso en los libros de texto clásicos. Cada materia se fundamenta en la selección de los mejores y más completos estudios internacionales compro- bados, avalados por la bibliografía revisada en cada caso y que se pone a disposición del lector. En la primera parte se trata la problemática sobre algunos con- ceptos bioéticos relacionados con la especialidad en general y con el dolor en particular, la respuesta endocrino-metabólica y el desequilibrio hidromineral y ácido-base. En la segunda se desarrolla la importancia de la vía respiratoria para el anestesiólogo y, en especial, la vía respiratoria anató- micamente difícil. Asimismo, la evaluación del paciente en el periodo preoperatorio por medio de pruebas que se realizan al pie de la cama. Se exponen aquí los diferentes dispositivos con que se cuenta en la actualidad para su abordaje, así como la extubación en este tipo de pacientes. La tercera parte describe algunos aspectos sobre la anestesia y reanimación en la paciente obstétrica, por las complejidades que representa la atención de la embarazada y el alto riesgo que implica el empleo de la anestesia en este periodo. Se dedica especial interés a la vía respiratoria en la embarazada, ya que la mortalidad materna de causa anestésica se debe principalmen- te a este problema. En el resto de los capítulos se atienden as- pectos específicos de la anestesia relacionados con en este periodo. La cuarta parte incluye capítulos actualizados sobre la aneste- sia y ventilación en situaciones especiales, y se enumeran las eventualidades a las que se enfrenta el anestesiólogo en su que- hacer cotidiano: la atención del paciente quemado, paciente dia- bético con neuropatía autonómica, aquellos con enfermedad neuromuscular, las complicaciones de la enfermedad de Chagas y el enfermo geriátrico. Además, se estudian las entidades que representan dificultades especiales en la anestesiología como la cirugía otorrinolaringológica, en la cual el anestesiólogo y el ci- rujano comparten el mismo campo operatorio y se destacan los pacientes afectados por angiofibroma juvenil. También se pone al día al anestesiólogo acerca de la nueva epidemia de influenza A (H1N1) que afecta hoy a una gran parte del mundo. Por último, la parte 6 se dedica a las complicaciones. En ella se enfoca la influencia del riesgo en las complicaciones anestésicas: la extubación, la cefalea pospunción dural, algunas consideracio- nes sobre la hipertermia maligna, el síndrome confusional agudo, los recuerdos intraoperatorios, el error médico y las interacciones medicamentosas, así como la anestesia locorregional y sus com- plicaciones. Si este libro puede ayudar a los residentes a estudiar estos te- mas, si resultara de interés para los anestesiólogos y especialis- tas en general, creo haber cumplido mi mayor deseo. La Autora Parte I. Principios básicos en anestesiología/ 1 Capítulo 1. Principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación/ 1 Ética en el tratamiento del dolor/ 13 Tratamiento del paciente con dolor/ 15 Preparación y el desempeño del personal/ 18 Bibliografía/ 22 Capítulo 2. Respuesta endocrinometabólica a la agresión anestésico- quirúrgica/ 25 Bibliografía/ 32 Capítulo 3. Desequilibrio ácido-base/ 33 Conceptos básicos/ 33 Acidosis metabólica/ 36 Alcalosis metabólica/ 37 Acidosis respiratoria/ 40 Alcalosis respiratoria/ 41 Bibliografía/ 42 Parte II. Vía respiratoria en anestesiología/ 43 Capítulo 4. Vía respiratoria. Importancia para el anestesiólogo/ 43 Anatomía de la vía respiratoria/ 43 Funciones/ 44 Laringe/ 44 Vía respiratoria artificial/ 44 Inducción anestésica, laringoscopia e intubación/ 45 Bibliografía/ 52 Capítulo 5. Prevención de complicaciones relacionadas con el abordaje de la vía respiratoria anatómicamente difícil/ 55 Algoritmo de vía respiratoria difícil, según la Sociedad Americana de Anestesiología/ 56 Algoritmo de vía respiratoria difícil, según la Comunidad Valenciana/ 60 Bibliografía/ 64 Contenido Capítulo 6. Vía respiratoria anatómicamente difícil/ 65 Pruebas para determinar la dificultad para intubación/ 68 Dispositivos para el abordaje de la vía respiratoria anatómicamente difícil / 75 Métodos de abordaje no quirúrgicos/ 75 Métodos de abordaje quirúgicos/ 83 Otros dispositivos para el abordaje de la vía respiratoria anatómicamente difícil/ 85 Extubación en la vía respiratoria difícil/ 93 Bibliografía/ 99 Parte III. La gestante y sus particularidades en anestesiología/ 105 Capítulo 7. La vía respiratoria en la embarazada/ 105 Evaluación y clasificación de la vía respiratoria de la embarazada/ 106 Dispositivos para el abordaje de la vía respiratoria anatómicamente difícil en la embarazada/ 110 Extubación de la paciente embarazada / 112 Bibliografía/ 112 Capítulo 8. Reanimación cardiopulmonar y cerebral en la gestante/ 115 Etiología del paro cardiorrespiratorio/ 116 Tratamiento del paro cardiorrespiratorio/ 117 Bibliografía/ 121 Capítulo 9. Embolismo de líquido amniótico/ 123 Etiología del embolismo de líquido amniótico/ 124 Patogenia/ 125 Diagnóstico/ 125 Tratamiento/ 126 Bibliografía/ 128 Capítulo 10. Cesárea post mortem/ 130 Bibliografía/ 133 Capítulo 11. Conducta anestésica en la gestante con miastenia gravis/ 135 Características del embarazo/ 135 Tratamiento/ 137 Particularidades del recién nacido/ 140 Bibliografía/ 142 Parte IV. Anestesia en situaciones especiales/ 143 Capítulo 12. Conducta perioperatoria en el paciente quemado/ 143 Fisiopatología del quemado/ 143 Consideraciones generales/ 144 Conducta preoperatoria/ 146 Conducta intraoperatoria/ 146 Bibliografía/ 150 Capítulo 13. Anestesia en pacientes contaminados por el virus de la influenza A (H1N1)/ 152 Bibliografía/ 156 Capítulo 14. Anestesia en el diabético con neuropatía autonómica/ 157 Evaluación preoperatoria/ 158 Elección de la anestesia para el paciente diabético con neuropatía autonómica/ 161 Técnica anestésica/ 161 Bibliografía/ 164 Capítulo 15. Anestesia y enfermedad de Chagas/ 165 Patogenia/ 166 Cuadro clínico/ 167 Diagnóstico/168 Tratamiento/ 168 Consideraciones anestésicas/ 169 Bibliografía/ 169 Capítulo 16. Particularidades de la anestesia en otorrinolaringología/ 171 Anestesia local/ 171 Anestesia general/ 172 Consideraciones anestésicas de la adenoidectomía y amigdalectomía/ 172 Implicaciones para la anestesia en la microcirugía laríngea con láser/ 172 Anestesia durante los procedimientos endoscópicos/ 174 Anestesia en la cirugía del oído/ 175 Anestesia para laringectomía total y vaciamiento de cuello/ 176 Bibliografía/ 176 Capítulo 17. Anestesia en el angiofibroma juvenil/ 178 Prevención del sangramiento durante la cirugía del angiofibroma juvenil/ 179 Bibliografía/ 188 Capítulo 18. Anestesia regional en el paciente anticoagulado/ 190 Antiagregantes plaquetarios/ 196 Otros factores que intervienen en la coagulación/ 199 Consenso de la American Society of Regional Anesthesia sobre anestesia regional y anticoagulación/ 200 Bibliografía/ 205 Capítulo 19. Anestesia en las enfermedades neuromusculares/ 207 Clasificación de las enfermedades neuromusculares/ 207 Lesiones intracraneales/ 208 Lesiones de la médula espinal/ 211 Lesiones de la unión neuromuscular/ 213 Lesiones de nervios periféricos/ 216 Distrofias musculares/ 217 Otras afecciones neuromusculares/ 220 Ventilación mecánica en pacientes con enfermedades neuromusculares/ 222 Bibliografía/ 235 Capítulo 20. Anestesia en el paciente geriátrico/ 239 Bibliografía/ 242 Parte V. Complicaciones en anestesiología/ 245 Capítulo 21. Influencia del riesgo en las complicaciones posanestésicas/ 245 Clasificación del riesgo quirúrgico/ 245 Factores del riesgo quirúrgico/ 246 El riesgo quirúrgico en función del enfermo/ 246 Riesgos dependientes de la enfermedad/ 248 El riesgo quirúrgico en función de la cirugía/ 248 Bibliografía/ 250 Capítulo 22. Complicaciones de la extubación/ 252 Bibliografía/ 261 Capítulo 23. Complicaciones de la anestesia locorregional/ 263 Cefalea pospunción dural/ 264 Neumoencéfalo y embolia aérea/ 272 Daño neurológico/ 273 Hematoma epidural/ 274 Síntomas neurológicos transitorios/ 275 Meningitis séptica y absceso peridural/ 277 Meningitis aséptica/ 279 Anestesia regional en pacientes con enfermedades neurológicas/ 279 Dolor lumbar/ 280 Complicaciones del abordaje del plexo braquial/ 281 Lesiones de los nervios periféricos/ 282 Lesiones del cerebro y nervios craneales/ 283 Complicaciones de los bloqueos oftalmológicos/ 283 Complicaciones inherentes al uso de los anestésicos locales/ 286 Mortalidad y anestesia locorregional/ 295 Bibliografía/ 296 Capítulo 24. Algunas consideraciones sobre la hipertermia maligna/ 301 Patogenia/ 303 Cuadro clínico/ 304 Diagnóstico/ 305 Tratamiento/ 306 Consideraciones anestésicas/ 307 Bibliografía/ 308 Capítulo 25. Síndrome confusional agudo posoperatorio / 309 Mini mental state examination/ 312 Bibliografía/ 313 Capítulo 26. Incidencia de recuerdos intraoperatorios/ 315 Factores que influyen en el recuerdo intraoperatorio/ 320 Esfuerzos para prevenir el recuerdo intraoperatorio/ 320 Bibliografía/ 322 Capítulo 27. El error médico y la prevención de complicaciones anestésicas/ 324 Bibliografía/ 329 Capítulo 28. Interacciones farmacológicas de los bloqueadores neuromusculares/ 331 Bibliografía/ 339 Siglas AAS ácido acetilsalicílico (en inglés) AC anticoagulantes AINE antinflamatorios no esteroideos AL anestésicos locales AMPc adenosín monofosfato intraplaquetario AR anestesia regional AP antiagregantes plaquetarios ASA Sociedad Americana de Anestesiología ASRA American Society of Regional Anesthesia A-V aurículo-ventricular BURP backward, upward, rigtward laryngeal CID coagulación intravascular diseminada COX enzima cicloxigenasa plaquetaria CPP cefalea pospunción dural CPAP presión positiva continua DCA dicloroacetato DDAVP deamino-d-arginina vasopressina DMD distrofia muscular progresiva o enfermedad de Duchenne EACA ácido épsilon amino caproico ENM enfermedades neuromusculares EPP equipos de protección personal universal ELA embolismo de líquido amniótico EPOC enfermedad pulmonar obstructiva crónica FDA Food and Drug Administration GABA ácido gamma amino butírico Hb hemoglobina HBPM heparina de bajo peso molecular HNA hemodilución normovolémica aguda HNF heparina no fraccionada Hto. hematócrito IC intervalo de confianza KIU unidades inactivadoras de kallicreína (en inglés) LA líquido amniótico LCR líquido cefalorraquídeo MELO manipulación externa laríngea óptima MG miastenia gravis MMSE mini mental state examination NA neuropatía autonómica ORL otorrinolaringología PAD punción de la duramadre PAM presión arterial media PCR paro cardiorrespiratorio POCD disfunción cognitiva posoperatoria PVC presión venosa central RCP reanimación cardiopulmonar básica RM relajantes neuromusculares RMN resonancia magnética nuclear SAM Society for Airway Management SAOS síndrome de apnea obstructiva del sueño SAHS síndrome de apnea e hipoapnea del sueño SARS síndrome respiratorio agudo severo SCA síndrome confusional agudo SDRA síndrome de dificultad respiratoria del adulto SGA síndrome general de adaptación SNA sistema nervioso autónomo SNC sistema nervioso central SNT síntomas neurológicos transitorios TDT tiempo total de bloqueo (en inglés) TET tubo endotraqueal TXA ácido tranexámico TVP trombosis venosa profunda ULBT (en inglés Upper lip bite test), prueba de la mordida del labio superior V/Q ventilación-perfusión VMA ventilación mecánica asistida VMNI ventilación mecánica no invasora VMNI nasal ventilación con presión positiva a través de máscaras nasales VPPIN presión positiva intermitente nasal VRAD vía respiratoria anatómicamente difícil CC/SNC, cociente relación entre las dosis que dan toxicidad cardiocirculatoria y las que producen toxicidad nerviosa SCA síndrome confusional agudo UCI unidades de cuidados intensivos Parte I Principios básicos en anestesiología Capítulo 1. Principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación Desde los orígenes de la comunidad, el hombre se guió en su comporta- miento por normas que son frutos de las valoraciones, las que tanto en el orden individual como colectivo, surgieron de las situaciones a las cuales se enfrentó. El estudio de estas normas es el objeto de una de las disciplinas teóricas más antiguas de la humanidad: la ética profesional, que se define como el conjunto de reglas que guían la conducta entre los hombres de una misma ocupación. Así, los principios que rigen la conducta profesional del médico se denominan ética médica, que a su vez se relaciona con la conducta humana. Los problemas éticos, suscitados por la praxis médica, son muy antiguos y se remontan a la época de Hipócrates (Fig. 1.1), quien señaló que la ética médica se utilizó, para discernir entre lo bueno y lo malo, empleó criterios de carácter naturalista y plasmó en el Juramento hipocrático que el deber del médico era hacer el bien. Veath (citado por Scholle, 1990) afirmó que ninguna profesión fue tan conciente desde la antigüedad y hasta la fecha de los problemas éticos de su ejercicio, como la medicina. Desde el Juramento hipocrático, testimonio más antiguo de la preocupación ética por el ejercicio de la medicina, se escribieron muchos documentos sobre la sensibilidad médica por diferentes culturas. Posteriormente, entraron en vigencia los códigos de deontología médica, que inspirados en el Juramento hipocrático, recogieron de forma pormenorizada las exigencias médicas y legales de los médicos en el ejerci- cio de su profesión. En estos, se delineó la imagen del enfermo como aquella persona que se entregaba confiado al médico, porque este era todo sabiduría y poseía capacidades técnicas y principios éticos que ayudaban al paciente a recuperar su salud. Pero estos códigos no respetaban la autonomía ni la decisión del paciente. Anestesiología. Criterios y tendencias actuales2 En esta etapa la ética médica estuvo marcada por la moral católica y su afirmación del valor de la vida humana; pero el tratamiento de los problemas relacionados con la profesión saltaronel círculo de la moral religiosa para abrirse a un campo más amplio, en el contexto de sociedades progresiva- mente plurales. En ellas, fue necesaria una respuesta ética a una problemá- tica que ya no podía plantearse solo dentro de las distintas confesiones religiosas, lo que implicó una reflexión ética que intentara conciliar el plura- lismo social existente. Este proceso obedeció a que los movimientos pluralistas y democráticos se establecieron en la vida civil de las sociedades occidentales, desde hace más de un siglo; pero a la medicina llegaron más recientemente y se mani- festaron en la relación médico-paciente. Entonces los enfermos comenzaron a tener conciencia plena de su condición de agentes morales autónomos, libres y responsables, que no quieren establecer con sus médicos relaciones como las de padres a hijos. La gran crítica a estos principios fue el paternalismo al que se enfrenta- ba el paciente, al cual se trataba como a un menor de edad, aunque fuera un adulto de gran experiencia. El término bioética es un neologismo utilizado por primera vez por Potter en el año 1973. Se puede definir como el estudio sistemático de la conducta del hombre en el área de las ciencias humanas y la atención sanitaria, en cuanto se examina esta conducta, a la luz de los valores y principios morales Fig. 1.1. A. Busto de Hipócrates. B. Juramento hipocrático. Tomada de http:// www.prensaweb.es. A B Capítulo 1. Principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación 3 (Scholle, 1990). Para Abel (citado por Gracia, 1990) es el estudio interdisciplinario de los problemas suscitados por los progresos biológicos y médicos, tanto a nivel microsocial, como de la sociedad global y sus repercu- siones sobre la sociedad y su sistema de valores, hoy y mañana. La bioética abarca un campo mayor que el de la estricta relación médi- co-paciente. Comprende los problemas relacionados con los valores que surgen en todas las profesiones de la salud, con otras afines y con la salud mental. Se aplica a las investigaciones biomédicas y al comportamiento en la terapéutica aplicada. Aborda una amplia gama de cuestiones sociales, como las que se relacionan con la salud pública, salud ocupacional y ética del control de la natalidad. Va más allá de la vida y la salud humana, en cuanto implica también la vida de los animales y las plantas (Gracia, 1990; Scholle, 1990). La modificación del nombre de moral o ética médica al de bioética coincide con el inicio de un gran desarrollo de esta en los Estados Unidos. Existen dos razones fundamentales que justifican este cambio: por una parte, el gran desarrollo de las ciencias biomédicas; por otro, el hecho que hasta la década de los 70, los temas de la moral médica estaban en manos de teólo- gos y pensadores de diferentes religiones (Collins, 1979; Nimmo y Smith, 1989; Pellegrino,1998). En 1973, en Estados Unidos y en 1984 en España, se aprobó la Carta de los Derechos de los Enfermos para el primero y la Ley de Sanidad para el segundo, lo cual tuvo extraordinaria trascendencia, porque significó un paso de avance importante en un nuevo marco para encuadrar las relaciones en- tre enfermos y profesionales de la salud. A partir de entonces, cobró gran valor el consentimiento informado, proceso mediante el cual el paciente debe recibir información acerca de su enfermedad y asentir cualquier proce- dimiento que le sea indicado (Pellegrino, 1998). El gran reto de la medicina a lo largo de su historia fue humanizar la relación entre los trabajadores de la salud y el enfermo, que hoy es el princi- pal problema bioético: intentar humanizar las relaciones entre aquellas per- sonas que poseen conocimientos médicos y el ser humano, frágil, angustiado, que vive el duro golpe de una enfermedad (Rubestein, 1965; Ladriere, 1983; Drane, 1997). La anestesiología y reanimación es una rama de la medicina que trata a los enfermos antes, durante y después de cualquier procedimiento quirúrgi- co, de la reanimación y del dolor, que puede ser agudo, crónico o por cáncer. Esto se puede presentar tanto en el paciente con afecciones asociadas o sin estas, de forma electiva o urgente, o en algunos pacientes que se encuentran críticamente enfermos. Es, por lo tanto, una especialidad médica que abarca un amplio campo del saber. Anestesiología. Criterios y tendencias actuales4 Se relaciona con diversas especialidades: algunas de ciencias básicas como son anatomía, bioquímica, fisiología y farmacología; especialidades puramente quirúrgicas como la cirugía general, obstetricia, neurocirugía, or- topedia y traumatología, otorrinolaringología (ORL), oftalmología y angiología; con especialidades clínicas como medicina interna, medicina intensiva, pe- diatría, cardiología, y con las de medios auxiliares de diagnóstico como labo- ratorio clínico, banco de sangre e imaginología, entre otras. Los especialistas en anestesiología y reanimación deben ser médicos integrales, capaces de tratar adecuadamente a los pacientes en cualquiera de las disciplinas o circunstancias actuales o de las que en un futuro puedan incorporarse a esta especialidad, ya sea complementándola o ampliándola, con un carácter humanista y basados siempre en principios éticos. En la especialidad, los principios de la ética en general y de la bioética en particular, cobran un valor relevante, pues en esta se conjugan factores como la atención preoperatoria a los pacientes, algunos de los cuales padecen, ade- más, una enfermedad de base por la cual deben tratarse con algún tipo de intervención quirúrgica, otras enfermedades asociadas que agravan su pro- nóstico y que merecen una explicación de acuerdo con los riesgos y el proce- so que van a enfrentar. Por esta razón es importante determinar cuál va a ser la conducta que se va a seguir, así como las diversas técnicas y procedimientos específicos que se podrán utilizar. Se tendrá en cuenta el uso de drogas farmacológicamente diferentes que se emplean en anestesia, de las cuales los enfermos casi nunca tienen información. La reanimación posee también un lugar importante en la especialidad. Hasta hace pocos años, los enfermos con paradas cardiacas o depresión respiratoria morían, pero hoy permanecen días y hasta semanas en salas altamente especializadas como las unidades de cuidados intensivos y en muchos casos regresan nuevamente a la sociedad, como hombres útiles. Diferentes autores han estudiado la respuesta del organismo frente a cualquier agresión (Nimmo & Smith, 1989; Russell, 1999; Zalagoga, 1999). Sin embargo, el hecho de que dicha respuesta esté modificada por algunos de los elementos que violen la integridad del ser humano, no se ha precisado en su totalidad. Es nuestro interés, aplicar los principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación cotidiana, de manera que los pacientes quirúr- gicos se beneficien de sus bondades y se pueda evaluar su repercusión en la práctica diaria, así como en la calidad de nuestros servicios. La sociedad actual se caracteriza por el énfasis de la tecnología, el cam- bio acelerado y la deshumanización. Nuestra especialidad, como rama de las ciencias médicas, no se excluye de esta afirmación (Drane, 1997). La bioética se basa en los principios de beneficencia, autonomía y justi- cia. Como principio, el deber del médico es, desde la antigüedad, hacer el Capítulo 1. Principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación 5 bien al enfermo y el del paciente aceptarlo. La moral de la relación médico- paciente debía ser una típica moral de beneficencia. Lo que el médico pre- tendía lograr era un bien objetivo, la restitución del orden natural, por la que debía imponérselo al enfermo, aún en contra de su voluntad. Este principio aboga porque los intereses fundamentales y legítimos del hombre sean aten- didos y que a medida de las posibilidades sean evitados los daños (Pellegrino, 1998; Mainetti, 1998; Drane, 1997). Etimológicamente, autonomía significa facultad para gobernarse a sí mis- mo. Es unacapacidad que emana de los seres humanos para pensar, sentir y emitir juicios sobre lo que considera bueno. Simboliza el derecho moral y legal de los enfermos, de optar por sus propias decisiones, sin restricciones ni coer- ciones, por más bienhechoras que estas sean. Es un hecho que debe generar en otras personas el deber de respeto. La autonomía se pone a la vanguardia de la ética médica, en sus aspectos morales y filosóficos. El fundamento legal de la autonomía sienta en el derecho a la intimidad y este se ha aplicado al derecho de la decisión; pero a nuestro modo de ver, la autonomía y la beneficencia pueden sobreponerse o incluso contradecirse. Porque no siempre lo que para el médico es bueno, lo es para el enfermo y viceversa. En los últimos 25 años, la autonomía parece haber desplazado a la beneficencia, como primer principio de la bioética médica. Pellegrino (1998) señaló que la bioética contemporánea lleva la impor- tancia de la autonomía a extremos morbosos. Este autor planteó que se debe restituir el principio de beneficencia de forma fiduciaria; es decir, que los médicos y los pacientes, mantengan la confianza, la meta de actuar en pro de los mejores intereses mutuos. Sostiene, además, que tanto médicos como pacientes se deben orientar de conformidad con un determinado conjunto de virtudes y propone un juramento poshipocrático, que adapte estos principios básicos al mundo moderno de pacientes instruidos y que lleve al médico a compartir la adopción de decisiones (Gracia, 1990). Basado en estos conceptos, las funciones del médico se debían regir por tres aspectos o modelos fundamentales: – Modelo hipocrático: representa la situación antropológica existencial de la ayuda urgente y de la necesidad aparente; ese es el modelo tradicional, que no admite remplazo, mientras existan seres humanos que sufren y necesitan de atención médica y moral. – Modelo contractual: asigna al médico la función de proveedor y al pa- ciente de receptor de servicios especializados, siempre y cuando se en- cuentre en pleno control de su autonomía. La relación con el médico, en este caso, no es diferente a la que existe entre cualquier proveedor y su cliente. – Modelo de asociación: convierte al médico en consultor, en la persona que conduce a largo plazo, los riesgos de salud y enfermedad crónica. Anestesiología. Criterios y tendencias actuales6 El paciente participa como centinela de su equilibrio de salud y bienestar. El médico ayuda al paciente a ayudarse a sí mismo. Estos tres modelos pretenden mejorar la comunicación entre médicos y pacientes. El derecho legal a la autodeterminación y a la intimidad es una poderosa restricción para el paternalismo tradicional y benévolo del médico y un impulso a la doctrina del consentimiento informado, que se ha conver- tido hoy en el requisito central de todas las decisiones médicas moralmente válidas. Según refiere Gracia (1990), Kant señaló que la libertad es esencial para la moralidad, que es idéntica a la autonomía y que es la base de la dignidad de la naturaleza humana y racional. El médico tiene la responsabilidad de ser sensible al estado de dependen- cia, de vulnerabilidad y de temor del paciente y es su deber compartir con el enfermo, lo que se ha dado en llamar como asociación contractual. La bioética está llamada a entender los problemas y darles soluciones. Estas ideas permitieron comprender la íntima vinculación que existe en- tre ciencia y moral y, a su vez, en qué medida el progreso científico se ve, cada vez más, penetrado e influido por la valoración moral. Se acepta que la ciencia es un sistema estructurado de conocimientos verdaderos y que su objetivo fundamental radica en descubrir las leyes objetivas de los fenóme- nos y encontrar su explicación. La moral, en cambio, refleja la realidad desde el punto de vista de las necesidades, intereses y valores humanos en forma de principios, normas y juicios de valor, de lo que resulta que la propia realidad es modelada, valorada y vivenciada, mientras que el ideal moral apunta hacia la valoración humana de los fenómenos sociales y la verdad científica hacia la comprensión adecuada de la realidad por parte del hombre. Todo conocimiento, por teórico que sea, está relacionado con la vida, con el quehacer práctico, con el destino de las personas, pues el conocimiento pone de manifiesto la realidad y condiciona la posibilidad de influir sobre esta. Debido a su conexión con el quehacer práctico, todo conocimiento cien- tífico tiene una relación directa con el destino de los hombres. De ahí que la actitud frente a la ciencia constituya una actitud frente al hombre y, por ende, tenga un aspecto moral. El desarrollo tecnológico en el campo de la medicina exige una nueva apreciación de los valores tradicionales humanistas y éticos. Los conceptos de salud, bienestar y felicidad son tan importantes o más para el enfermo que los resultados de los exámenes complementarios. Por esto, toda actividad científica se debe orientar por el reconocimiento del individuo como valor supremo, ya que precisamente el ser humano, su vida, su bienestar y salud, su cultura, libertad y progreso son los que le con- ceden sentido moral a la ciencia. Capítulo 1. Principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación 7 El impacto que en estos momentos provoca el desarrollo de la ciencia y la tecnología en la ética se expresa en la ampliación del saber ético y en la creación de nuevos problemas que se manifiestan en el surgimiento de valo- res (Drane, 1997). El progreso de la ciencia se debe colocar entre las causas más activas y poderosas del perfeccionamiento de la especie humana. Al crecer la parte más accesible de la ciencia, aumentará lo que cada uno necesita saber para conducirse en la vida y ejercer su razón con independencia. La ciencia y la técnica irrumpen en la vida del hombre, e influyen en su pensamiento, intereses y necesidades. La formación de nuestros educandos se debe basar en estos principios y correlacionar lo científico con lo moral como regulador de la vida social y de la actividad profesional del científico (López, 1996). El desarrollo científico-técnico permite que el hombre tenga mejores posibilidades para tomar decisiones morales y justifique las conveniencias de ese conocimiento y de dichas decisiones, con sus consiguientes implicaciones y consecuencias (Ladiere, 1983; Vilar, 1997; López, 1996). En esta cadena de relaciones se halla la adecuada relación médico-pa- ciente, la cual trae aparejada una mayor confianza por parte del enfermo, pues él conoce que el médico procura el bien del paciente y hace el bien al paciente. Por su parte, el médico recibe confidencias del paciente hasta lle- gar a estrecharse verdaderos vínculos que influyen positivamente en la re- cuperación del enfermo. Estas relaciones deben extenderse, incluso, a los familiares del paciente. Los cambios biotecnólogicos traen aparejados actitudes sociales y cultu- rales que resaltan al individuo como autoridad principal, sobre cuestiones relacionadas con diferentes valores, en las que a este se le exige ser capaz de evaluar la relación riesgo-beneficio. Otro principio es el de la justicia. En el marco de la atención a la salud, la justicia generalmente se refiere a lo que los filósofos llaman justicia distributiva, que es la distribución equitativa de bienes escasos en la comu- nidad (Mainetti, 1998). En los años 80, predominó el debate sobre la asigna- ción de los recursos escasos, lo que planteó un problema de justicia en todos los países. La teoría de la justicia, conocida como de fórmulas abstractas “Dar a cada cual lo suyo, tratando a los pacientes de igual forma”, representa fór- mulas convencionales que no ofrecen respuestas concretas a la interrogan- te: qué es realmente lo que se debe dar, o en qué sentido son iguales los pacientes o las enfermedades que se van a tratar. La tecnología, los pagadores de servicios prestados a terceros, la espe- cialización de los médicos, el número y tipo de hospitalesy la estructura de los sistemas de funcionamiento, son factores que aumentan los costos de la Anestesiología. Criterios y tendencias actuales8 atención de salud y obligan a pensar detenidamente en lo que es una distribu- ción justa de los servicios. Los seres humanos necesitan justificar sus accio- nes (Mainetti, 1998). A medida que aumenta la presión ejercida sobre los sistemas de atención de salud, se intensifican las demandas de restructuración y reforma. Indirec- tamente, esas demandas constituyen un llamado a una reflexión profunda sobre cuestiones filosóficas. Las teorías y la praxis de justicia configuran el concepto y el cuidado de salud. Las tres doctrinas principales de justicia social comparten la fundamentación de los sistemas alternativos de acceso a la salud: socializa- da, libre y mixta (Drane, 1997). Justicia es el nombre de una nueva filosofía de salud que propone la bioética, la cual es producto de la sociedad del bienestar posindustrial y la expansión de los derechos humanos hacia la paz, el desarrollo del medio ambiente y el respeto del patrimonio común de la humanidad, que marcan la transición del estado de derecho al estado de justicia. Ya no solo se trata de un derecho individual a la salud ni el derecho a la asistencia sanitaria, sino a las obligaciones de una macroética justa de la responsabilidad, frente a la vida amenazada. Al analizar los principios de la bioética y como estos se ponen de mani- fiesto en nuestra especialidad, se puede señalar: – Desde que el paciente ingresa en cualquier hospital separándose de su hogar, de su familia, de sus costumbres cotidianas, es decir, del medio del que proviene se enfrenta a otro que por lo general le resulta hostil, pues se irrumpe en su privacidad y se le impone un régimen de vida diferente. Al ser anunciado para ser intervenido quirúrgicamente, el enfermo co- mienza a ser agredido por una serie de elementos, que a la gran mayoría de los pacientes les resulta totalmente desconocidos y que interfieren, en su autonomía e integridad. – La relación médico-paciente, en nuestro campo de acción, es estrecha. Casi siempre se conoce al enfermo el día anterior al procedimiento qui- rúrgico. Se asiste en la mayor parte de los casos, a pacientes a los que se les modificó su integridad síquica, pues desde el día anterior o varios días antes, sobre todo en aquellos con alguna enfermedad asociada, se admi- nistran dosis importantes de sedantes, ansiolíticos e hipnóticos. Desde hace muchos años, se conoce de la presencia de una sustancia química capaz de alterar los mecanismos fisiológicos ante el estrés. Hace poco se identificó que estos mediadores son las catecolaminas, producidas por el estímulo simpático, que al igual que otras hormonas son secretadas frente a cualquier agresión en general y que se ponen de manifiesto en ma- yor o menor medida cuando el individuo reacciona ante el estrés quirúrgico. Capítulo 1. Principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación 9 Esta reacción está dada por signos clínicos evidentes, que pueden llevar al paciente al estado de shock. De esta forma, se evidencia clínicamente la reacción a la agresión, dada por el miedo a lo desconocido, el temor al enfrentar una enfermedad malig- na, por demás muchas veces mutilante, las especificidades del lugar (vestua- rio del personal, innumerables equipos de trabajo, algunos de los cuales son bien sofisticados), el ayuno prolongado, así como el hecho de enfrentarse al dolor y a los procedimientos invasores. Estos son los primeros elementos de agresión a la autonomía de los paciente quirúrgicos. Meditando en estos aspectos de la bioética, es necesario preguntar: – ¿Cuántas veces, basados en el principio de beneficencia, se influyó en un paciente que no quería aceptar una anestesia regional, por más ave- zado que sea su ejecutor, y se ha interferido en su autonomía, imponién- dosela? – En el caso de los pacientes testigos de Jehová, se aceptan aquellos con valores preoperatorios de hematócrito y hemoglobina bajos, aun cuando el médico sabe que pudiera tener que usar hemoderivados en el intraoperatorio. ¿Si se acepta el pacientes y surge alguna complicación durante el procedimiento quirúrgico, el cirujano y el anestesiólogo asu- men esta responsabilidad, transfundiendo al paciente en contra de su voluntad? – Teniendo en cuenta la exploración sicológica de estos enfermos, en la que el convencimiento mediante la razón pudiera ser ineficaz ¿le damos de alta y lo privamos de los beneficios que representa el tratamiento quirúrgico o se opera y se transfunde en contra de su voluntad? Por lo general, los hemoderivados tienen indicaciones precisas. Por eso se prefiere administrar soluciones electrolíticas equilibradas como dextranos y gelatinas para mantener la volemia. Después de identificar los valores de cada paciente, está claro que exis- te un conflicto entre autonomía y beneficencia. En caso de urgencia, la com- petencia es limitada y en este caso sí se transfundiría al paciente. Resulta necesario también, determinar la capacidad individual. Esto es muy impor- tante, pues se debe conocer qué nivel tienen los pacientes para aceptar o rechazar un tratamiento que es necesario para su salud. Según Diego Gracia (1990), la capacidad de discernir de cada pacientes resulta imprescindible para poder definir si el individuo es capaz de asumir adecuadamente o no una decisión, y así poder respetarle esta. Estos pacien- tes se ubican en la categoría de individuos cuyos criterios de comprensión y crítica a su tratamiento y la decisión racional, se basan en consideraciones que incluyen creencias y valores. En esta categoría se incluyen adultos con Anestesiología. Criterios y tendencias actuales10 mayoría de edad legal y enfermos reflexivos y autocríticos, poseedores de elementos de compensación. Desde el punto de vista legal, el análisis se realiza en relación con el procedimiento técnico. Pero en el campo de la bioética, se da un conflicto entre autonomía y beneficencia, y, en el campo jurídico, el conflicto estaría dado entre el valor vida y el derecho a la libertad del individuo para determi- nar sus actos. Pero el individuo no puede decidir absolutamente en el acto de la vida (Constitución de la República, 1976). Existe un proverbio jurídico que dice “en caso de dudas, a favor de la vida”. El médico debe sentir respaldo jurídico en las leyes de salud que lo amparan en caso de cualquier situación legal. El médico va a tener la tutela jurídica y, aun cuando nuestra constitución no reconoce el derecho a la vida, sí reconoce el derecho a la salud pública. De no ser así, cualquier hecho podría llevar al médico a un acto delictivo. En el caso de los testigos de Jehová, son pacientes que a lo largo de generaciones presentan estos problemas de orden religioso y se rehúsan al empleo de la sangre y los hemoderivados. Sin embargo, los médicos y pro- fesionales de la salud le temen cada vez más al uso de transfusiones de sangre. Cada año se registran más complicaciones por transfusiones. Cada 3 000 a 5 000 transfusiones, hay descrita una muerte. En los Estados Uni- dos, el 5 % de los pacientes transfundidos adquiere algún tipo de hepatitis. Asimismo, la infección por virus agresivos causa serias complicaciones a estos pacientes. Por lo tanto, hay que valorar con mucha seriedad la indicación de la transfusión, de la misma forma que se evalúa un transplante de órganos. Otras veces cuando se trabaja en las clínicas del dolor, que es otro cam- po de acción de la especialidad, los anestesiólogos atienden a pacientes ter- minales, con los cuales se sufre un choque interior que nos hace poner en duda lo que se aprendió: la capacidad de curar, ayudar y apoyar al paciente. El enfermo incurable se podría considerar un fracaso profesional. Y como la muerte se ha convertido en un tabú, el tratar moribundos es estresante. Es un proceso en que los profesionales también sufren síndromes de deterioro físico, mental y social. Entonces ¿Cómo se debe actuar anteel fracaso curativo? Cuando la expectativa deja de ser curativa, se debe asumir la ética de la familia y el enfermo. Esta es la ética clínica moderna que también incluye los principios de: – Beneficencia: actuar siempre en beneficio del enfermo. – No maleficencia: no dañar al enfermo. – Autonomía: capacidad del enfermo para tomar decisiones. – Justicia: derecho a ser bien atendido. – Equidad: derecho a que no haya diferencia en la provisión de servicios. – Respeto a personas y creencias del enfermo, los familiares y el equipo. Capítulo 1. Principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación 11 – Gratuidad de la atención como es el caso de Cuba y de la Comunidad Europea. – Proporcionalidad del tratamiento en enfermos incurables. – Información adecuada sobre el proceso y las decisiones. Los profesionales de la salud deben ser luchadores activos contra la conspiración del silencio y la aplicación defectuosa del consentimiento infor- mado. Es imprescindible que el personal tenga formación en técnicas de comunicación. Se debe distinguir bien la diferencia entre información y co- municación, pues la comunicación es un proceso de múltiples expresiones, verbales y no verbales, de avances lentos y, otras veces, rápidos. El equipo conformado por paciente, médico y cuidadores de salud deben conocer cómo es este proceso y cómo la familia tiene que integrarse de forma lenta y progresiva. Se deben generar momentos adecuados, tranquilos, naturales y delica- dos para comunicarse con el paciente y averiguar qué le preocupa, qué le molesta y qué dudas tiene. Ante preguntas agudas y difíciles, se debe ser cautos pero sinceros y optar por visiones positivas en las que el paciente visualice que se sentirá mejor. En estos momentos, la información será en- tregada pero gradualmente. Esto conducirá al enfermo a aceptar la situación con calma. A veces no es necesario verbalizar. El enfermo percibe la situa- ción por el tipo de terapia que se le da. En la evolución de estos pacientes un principio rector es la flexibilidad, por ser un proceso cambiante y hay que estar dispuesta a reevaluar la tera- pia permanentemente. Cuando un enfermo pasa de la posibilidad de curación a la certeza de no curación, la indicación de tratamiento específico es en gran parte opcional por una cuestión de valores. El balance entre el costo (toxicidad, molestias, incomodidades, traslados, exámenes y costos económicos) y beneficio (posi- ble mayor sobrevida y calidad de vida) reside de manera exclusiva en el consentimiento del enfermo debidamente asesorado y sin presiones. No hace falta que la enfermedad sea terminal para rechazar la terapia curativa, el paciente puede recibir terapia analgésica y apoyo físico y emocional. Dado el enorme progreso de la medicina, las enfermedades infecciosas están casi controladas. Enfermedades tan graves antaño como la diabetes mellitus y las enfermedades cardiovasculares tienen un transcurso lento y es posible su control. El desarrollo de procedimientos quirúrgicos, la anestesia, los transplantes y el aumento de las expectativas de vida al doble que a comienzos de siglo XX, ha generado una especie de delirio de inmortalidad y culto a lo joven. Esta situación ha dado al médico una sabiduría, omnipresen- cia y sapiencia, que sin dudas no tiene. Anestesiología. Criterios y tendencias actuales12 Otro aspecto polémico desde el punto de vista ético son las investigacio- nes con fines docentes y científicos a los pacientes quirúrgicos, los cuales se someten a diferentes pesquisas y, en algunos casos, no se solicita su con- sentimiento, con lo cual se violan los principios éticos y morales. Toda investigación clínica debe ser efectuada en concordancia con lo establecido en las declaraciones de las Asambleas de Helsinki, vigente desde 1964 y ratificada en Hong Kong en 1989. Para realizar una investiga- ción se tomarán las medidas de protección de los seres humanos que partici- pan en esta. Serán evaluadas todas las necesidades de la investigación, de acuerdo con su justificación. Además, se precisarán los modelos experimen- tales relacionados en la literatura médica al respecto, así como las medidas de seguridad que se emplearán. El ambiente de la investigación será el adecuado para el estudio de seres humanos. El investigador estará supervisado por un personal médico espe- cializado y tendrá los medios necesarios creados para la atención inmediata de las complicaciones que eventualmente pudieran ocurrir. Durante las in- vestigaciones serán garantizados todos los materiales que se vayan a utilizar y deberán analizarse los métodos que se van a emplear, confrontándolos con los de la literatura médica consultada. De este análisis, quedarán definidos los posibles riesgos potenciales de la investigación. Uno de los problemas éticos más polémicos es la investigación aplicada a pacientes con daño cerebral profundo o muerte encefálica, después de un procedimiento quirúrgico o anestésico. Esto se debe a que el concepto de muerte cerebral, como cese irreversible de todas las funciones encefálicas, ha traído aparejado que las relaciones sociales en el campo de la medicina, alcancen una elevada complejidad y generen, en ocasiones, situaciones jurí- dicas para el derecho médico (Ivan, 1998; Walker, 1996; SENC, 1996). El hecho de que una persona esté muerta cuando ha perdido, de forma permanente, todas las funciones del encéfalo ha originado una lógica reac- ción en el público en general, así como en médicos, teólogos, juristas y filóso- fos. Sin embargo, cualquiera que sea su definición o el lugar donde sea emitida, no hay dudas sobre que una persona con muerte encefálica está muerta, ya que un cuerpo sin encéfalo, ha dejado de existir y sufrirá un deterioro progre- sivo e irreversible de todos sus órganos (Parets, 1995). Pero el diagnóstico de muerte encefálica, por su complejidad y caracte- rísticas específicas, requiere de la realización de un número de pruebas comprobatorias, que demuestren el cese definitivo o irreversible de las fun- ciones encefálicas. Por tanto, el médico procederá ajustado a los criterios establecidos al efecto por el Ministerio de Salud Pública para estos casos, que se encuentran definidos en el Decreto No. 139 de 1983, en el reglamen- to de la Ley de Salud. Capítulo 1. Principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación 13 El ejercicio de la profesión médica se basa en la observación de los princi- pios éticos aplicables a las relaciones que contrae el médico, no solo con el paciente, sino también con los familiares. La política médica no se puede redu- cir a los parámetros de una ciencia natural, porque los valores morales de los pacientes son tan importantes como los aspectos clínicos para los fines diag- nósticos y de tratamiento, y se consideran de gran importancia para el médico y para el resto de las personas que intervienen en el Sistema de Salud. El desarrollo tecnológico en el campo de la salud exige una nueva apre- ciación de los valores tradicionales humanísticos y éticos, lo cual reviste una gran importancia para los especialistas y más aún para el personal en formación. En la práctica anestesiológica, la justicia se aplica a todos los pacientes: no solo utiliza lo que es mejor; sino lo que realmente es más justo. La distri- bución de los recursos se hace de forma equitativa y en estos momentos difíciles en que vivimos, se prioriza al más necesitado. Por todo lo expuesto, pienso que, aunque los principios de la bioética se apliquen de forma general en la anestesiología, se debe insistir en los detalles que aún no se aplican, más que todo, por mantener el principio de la benefi- cencia y el paternalismo, por encima del principio de la autonomía. Es nues- tro deber inculcar estos principios al personal en formación, con vistas a prepararlos para la toma de decisiones ante los problemas éticos que se les planteen, en el curso de su profesión en general y de su especialización en particular. La tríada entre autonomía, beneficenciay justicia se encuentra estre- chamente vinculada, y se relaciona de forma indisoluble, por lo que debe ser una práctica sistemática en la anestesiológica diaria. Los principios genera- les de la bioética son definibles y perfectamente aplicables en el campo de la anestesiología y la reanimación. Estos principios influirán de forma significa- tiva en la calidad de los servicios prestados a nuestros enfermos. Las exi- gencias planteadas en el campo de la bioética deben ser parte de la formación de los especialistas con vistas a lograr un profesional más humano, más capaz y más ético. Ética en el tratamiento del dolor Otra tarea de la especialidad es el tratamiento del paciente con dolor. Desde épocas remotas, Hipócrates señaló “Tarea divina es aliviar el dolor” (citado por Collins, 1979). Este tema se tratará más adelante. El dolor es, sin lugar a dudas, uno de los mayores flagelos para la huma- nidad. Tratarlo es un deber del médico, pero para ello deberá tomar como premisa los principios éticos (Cordero, 2010). Cuando se afronta el dolor de una persona, tanto en su componente funcional para reducir el dolor físico, como desde la vertiente interna deriva- Anestesiología. Criterios y tendencias actuales14 da del componente humano que refiere la propia percepción del cuidado, desde las creencias y valores de la persona y desde los ritos y modos de afrontarlo, se va a configurar la comprensión y la naturaleza del cuidado de uno mismo. Esta percepción particular de cada persona sobre su propio cuidado va a determinar, como consecuencia, su capacidad de autonomía para satisfacer aquellas necesidades más básicas e íntimas que lo identifican. La manera de interpretar el cuidado desde la complejidad humana nos aproxima a la perso- na desde la esencia más humana de su dignidad (Durán, 2004). De lo anterior se despende que el dolor es uno de los elementos que conforman nuestra identidad como seres humanos. Requiere unas coorde- nadas culturales que lo dotan de sentido y permiten su explicación. Solo tiene entidad ontológica en la medida en que es percibido y comprendido por el sujeto que lo padece. Este manifiesta a su manera la profundidad propia del hombre y de algún modo la supera. Solo el ser humano es conciente que sufre y se pregunta la razón de este dolor, del mismo modo que se plantea el significado del mal. El umbral del dolor al cual reacciona el individuo y la actitud que este adopta a partir de entonces están esencialmente vinculados con la trama social y cultural. Frente al dolor entran en juego tanto la con- cepción del mundo del individuo como sus valores religiosos o laicos y su itinerario personal (Gamboa, 2011). Con los avances en la investigación biomédica en occidente, la prolifera- ción de los analgésicos y la extensión de la anestesia en la práctica médica, el significado del dolor ha variado, en tanto que se ha vuelto inútil, estéril y degradante: un desafío para el progreso de la ciencia. Por lo tanto, el umbral de tolerancia al dolor ha disminuido. En la sociedad contemporánea, el dolor ha dejado de concebirse como inherente a la propia condición humana. El control del dolor se ha planteado como un derecho humano o como un asunto político (Gamboa, 2011). Como se comentó en el acápite anterior, desde los orígenes de la comu- nidad, el hombre se ha guiado en su comportamiento por normas gestadas de las valoraciones, que, en el orden individual y colectivo, surgieron del análisis de las situaciones a las que debía enfrentarse. El estudio de estas normas es, como ya se ha dicho, el objeto de estudio de la ética. Guerrero (2004) señaló que desde tiempos antiguos la humanidad tenía conocimientos profundos respecto al tema del dolor y el sufrimiento. Este último como producto acabado de lo que se puede llamar el “dolor total”. Existió en Babilonia un rudimento de normas de conducta para la actua- ción médica denominado el Código de Hammurabi, llamado así en honor a su rey. Constaba de 282 párrafos, de los cuales 11 correspondían a la práctica médica y veterinaria, donde se invocaba el principio de la Ley del Talión. Capítulo 1. Principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación 15 Este resto, originariamente colocado en Sippar (hoy Abu-Habba), pero transportado como botín en el siglo XII a Susa por un conquistador elamita amante de las antigüedades, contenía en su superficie todo el articulado del Código jurídico que Hammurabi promulgó en 1753. La parte superior posee gran interés artístico, pues se trata de un bajorrelieve en el que se ha repre- sentado al dios Shamash (de la Justicia), sentado en su trono, en el acto de dictarle las leyes a Hammurabi, quien de pie ante su Dios, lo escucha atenta- mente (Anónimo, 1750) (Fig. 1.2). Fig. 1.2. Fragmento superior del Código de Hammurabi, que data del año 1750. Tratamiento del paciente con dolor Desde épocas inmemoriales, el hombre tuvo siempre, dentro de sus pre- ocupaciones científicas, cómo abordar y dar respuesta a las interrogantes del diagnóstico y tratamiento del dolor. Hoy, el tratamiento del paciente con dolor es un asunto importante para el médico en general y para el anestesiólogo en particular, sobre todo porque la sociedad actual se caracteriza por el énfa- sis en la tecnología, el cambio acelerado y la deshumanización (Ladriere, 1983; López, 1996; Vilar, 1997; Pellegrino, 1998). La anestesiología, como rama de las ciencias médicas, no se excluye de esta afirmación y se plantea las mismas preguntas: ¿Cuál es el tratamiento del dolor? ¿Cuáles son los dilemas éticos que giran en su entorno? En 1973, en Seatle, durante el I Simposium sobre el Dolor, se creó la International Association for the Study of Pain (IASP, por sus siglas en Anestesiología. Criterios y tendencias actuales16 inglés), la cual define el dolor como “(…) una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada con una lesión hística presente o poten- cial o descrita en términos de la misma” (Pellegrino, 1998). El término des- agradable incluye sentimientos como sufrimiento, ansiedad, depresión y la experiencia subjetiva que integra un conjunto de pensamientos, sensaciones y conductas que modulan el dolor (Smaili, et al., 2004). Hoy, el Comité de Taxonomía de la IASP propuso la definición de dolor agudo como una desagradable y compleja constelación de experiencias sen- soriales y emocionales, relacionadas con respuestas autónomas producidas por daño a estructuras somáticas o viscerales (Smaili, et al., 2004). El dolor es una experiencia personal, multidimensional, subjetiva, com- pleja y única para cada enfermo (Guerrero, 2004). Y aquí comienza el primer dilema ético, implícito en las siguientes interrogantes: ¿Se deben utilizar analgésicos potentes para el tratamiento del dolor, específicamente en aquel crónico o por cáncer? ¿Cuál de ellos utilizar? ¿Anestésicos locales, AINES, opioides menores, mayores, bloqueos anestésicos? ¿Tratamos a los pacien- tes o esperamos que sufran hasta el final de sus días? Su santidad Juan Pablo II (1984), en la Carta Apostólica Salvifici Doloris, se refirió al sentido cristiano del sufrimiento humano. El 11 de febrero de 1984 citaba que este era verdaderamente sobrenatural y a la vez humano. “Es sobrenatural, porque se arraiga en el misterio divino de la redención del mundo y es también profundamente humano, porque en él el hombre se encuentra a sí mismo, su propia humanidad, su propia dignidad y su propia misión”. Otro dilema ético, es acerca del empleo o no de la morfina. Si se analiza la clasificación del dolor desde el punto de vista patogénico (dolor posoperatorio, visceral, musculoesquelético, inflamatorio, neuropático), se percibe cómo los opioides constituyen el denominador común del tratamiento de casi todos, con la excepción del dolor inflamatorio, que generalmente se trata con buenos resultados con el uso de AINES (Tabla 1.1). Tabla 1.1. Tipos de dolor y tratamiento Tipos de dolor Tratamiento más eficaz Posoperatorio Opioides, AINES, bloqueos Visceral Bloqueos,opioides Musculoesquelético AINES, opioides Inflamatorio AINES Neuropático Anticonvulsivantes, antidepresivos y opioides Capítulo 1. Principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación 17 Los opioides parenterales se usan muy frecuentemente para calmar el dolor, pero también han sido objeto de investigación y controversias durante muchos años. En una edición de la revista JAMA en 1941 se planteó que el uso de opioides en los pacientes con cáncer terminal era condenable y debía ser evitado, ya que la morfina poseía efectos indeseables en los pacientes y creaba una fácil adicción. Su antecedente data de 300 años a.C. Desde entonces existen referencias del uso del opio. En Roma existieron eviden- cias de más de 700 fumaderos de opio. Syderham (citado por Lugo, 2004) planteó que entre los remedios que Dios dio al hombre para aliviar el sufri- miento ninguno era tan efectivo como el opio (Fig. 1.3). Otros autores (Smaili, et al., 2004; González et al., 2005 y Ready, 2002) describieron que a mediados del siglo pasado muchos médicos refirieron que el incremento de las dosis de los opioides potentes acortaban la vida del enfermo y suprimían actitudes terapéuticas útiles por considerarlas exagera- das. Este criterio debe estar fundamentado en las teorías vigentes de la épo- ca. Paracelso decía que el veneno estaba en la dosis. Entonces, ¿Qué vías de administración utilizar para el tratamiento del paciente con dolor crónico o por cáncer? La vía de elección es la oral, aunque también se usa la transdérmica. Otra excelente forma de adminis- trar analgésicos es mediante el uso de la analgesia controlada por el pa- ciente (PCA), pero esto requiere equipos costosos y no disponibles en muchos países. En relación con el uso de anestesia regional, se debe evaluar la relación riesgo-beneficio, pues los anestésicos locales pueden provocar reacciones Fig. 1.3. Planta de la cual se extrae el opio. Tomada de http://infodrogasss.com/ pages/opio.html Anestesiología. Criterios y tendencias actuales18 adversas. Son muy utilizados los sistemas de suministro para la administra- ción continuada por vía epidural y subaracnoidea de opioides, anestésicos locales u otros y sus combinaciones, así como los bloqueos neurolíticos, pero la terapia debe ser siempre individualizada. Preparación y el desempeño del personal Otro dilema consiste en la preparación y el desempeño del personal que atiende a estos pacientes, en especial aquellos en estadios terminales de su enfermedad. El médico en formación, como forma de aprendizaje, está con- denado a repetir y esta curva de aprendizaje conduce, en ocasiones, a las yatrogenias. Se debe diferenciar entre error y falta. Cuando se hizo todo lo que se debía y nos equivocamos se considera error; pero si nos equivoca- mos porque no hicimos todo lo que debíamos es una falta, que se considera un error de conducta que no habría cometido un individuo colocado en la misma condición objetiva que el autor del daño. La teoría del conocimiento plantea que cada nueva experiencia enrique- ce y modifica el conocimiento anterior. Lo que el médico pretendía lograr era un bien objetivo, o sea, la restitución del orden natural, por lo que debía impo- nerlo al enfermo, aun en contra de su voluntad. Este principio aboga por que los intereses fundamentales y legítimos del hombre sean atendidos y que en la medida de las posibilidades se eviten los daños (González et al., 2005; Martínez, 1996; Collao, 2011). El derecho legal a la autodeterminación y a la intimidad es una poderosa restricción para el paternalismo tradicional y benévolo del médico y un im- pulso a la doctrina del consentimiento informado, que se ha convertido hoy en el requisito central de todas las decisiones médicas moralmente válidas (Vilar, 1997; Piwonka, 1998; Cordero, 2006). Estas ideas permiten comprender la íntima vinculación que existe entre ciencia y moral y, a su vez, la medida en que el progreso científico se ve, cada vez más influenciado por la valoración moral. Se acepta que la ciencia es un sistema estructurado de conocimientos verdaderos y que su objetivo fundamental radica en descubrir las leyes objetivas de los fenómenos y en- contrar su explicación. Debido a su conexión con la práctica, todo conocimiento científico tiene una relación directa con el destino de los hombres. De ahí que la actitud frente a la ciencia constituya una actitud frente al hombre y por ende tenga un aspecto moral. La praxis de la justicia configura el concepto y el cuidado de salud. Las tres principales doctrinas de justicia social comparten la fundamentación de los siste- mas alternativos de acceso a la salud: socializada, libre y mixta (Lugo, 2004). Capítulo 2. Respuesta endocrinometabólica a la agresión anestésico-quirúrgica La respuesta del organismo frente al estrés anestésico-quirúrgico resul- ta de gran interés para el anestesiólogo, ya que así este puede comprender cómo responde el organismo ante cualquier agresión de forma general o particular, y cuáles son los mecanismos con los que se cuenta para evitarlos o minimizarlos. Según publicó Torroella (1983), ya a mediados del siglo XX, Claude Bernard habló de la importancia de mantener la constancia del medio interno, como factor indispensable para conservar la salud. Por su parte, Selye describió una respuesta inespecífica que se ejerce simultáneamente con la acción es- pecífica que cada agente determina, la cual se denominó estrés y que estaba representado por un conjunto de efectos inespecíficos puestos en actividad frente a la agresión (Torroella, 1983). Posteriormente, Cannon (citado por Haeken y Sussman, s.f.) describió los cambios corporales ante el dolor, la ira, el miedo y el hambre, lo que denominó homeostasis, así como el papel de la adrenalina y el sistema sim- pático como responsables de su mantenimiento. De acuerdo con estos principios, el organismo responde a la agresión de dos formas simultáneas: 1. Mediante cierta reacción de defensa específica, que se manifiesta por un conjunto de signos y síntomas que denominamos enfermedad. 2. Por medio de una reacción de defensa no específica, que se presenta de igual forma ante cualquier agente agresor y cuyo conjunto sintomático constituye el síndrome general de adaptación (SGA). Se puede definir como noxa el agente agresor capaz de provocar la reacción denominada también alarmógeno, que a su vez produce en el or- ganismo una reacción inespecífica: el estrés. Este crea un conjunto de cam- bios bioquímicos, funcionales y morfológicos con los que el organismo reacciona a la agresión. Este SGA es de capacidad limitada y consta de tres estadios: 1. Reacción de alarma. 2. Estadio de resistencia. 3. Estadio de agotamiento. Anestesiología. Criterios y tendencias actuales26 La reacción de alarma es la suma de fenómenos inespecíficos produci- dos por la súbita exposición a un agente agresor. Esta reacción posee dos fases: 1. Fase de choque. 2. Fase de contrachoque. La primera se caracteriza por hipotensión, taquicardia, hipotermia, de- presión del sistema nervioso central (SNC), disminución del tono muscular, hemoconcentración, trastornos de la permeabilidad capilar y celular, aumen- to del catabolismo, hipercalemia, hipocloremia, acidosis y eosinopenia. De no conducir a la muerte en las primeras 24 h, transitará a la segunda fase de contrachoque, constituida por fenómenos de defensa del choque inicial. En la fase de contrachoque aparecen signos histológicos de hiperactividad de la corteza suprarrenal, involución aguda del aparato linfático y en general reversión de los síntomas. Es una fase intermedia entre el choque y la fase de resistencia. Si el estrés es de discreta duración, se producirá el fenómeno defensivo de contrachoque, en el que de no haber una nueva agresión no se debe manifestar el estadio de resistencia. El estadio de resistencia represen- ta el total de las reacciones sistémicas inespecíficas que resultan de la expo- sición prolongada a los estímulos a los que el organismo ha tenidoque adaptarse. Se caracteriza fundamentalmente por una gran resistencia al agen- te agresor al cual el organismo ha estado expuesto. La mayoría de los cam- bios morfológicos y bioquímicos de la reacción de alarma desaparecen durante la fase de resistencia. El estadio de agotamiento es el resultado de todas las reacciones sistémicas inespecíficas que se desarrollan finalmente por el exceso de exposición a estímulos que habían provocado una adaptación, la cual no es posible mante- ner. En 1942, Cuthbertson (citado por González, 1990) definió dos fases de respuestas metabólicas: la fase de reflujo o descenso y la fase de flujo o ascenso. Moore, en 1953, demostró que la fase de flujo está dividida en un estado catabólico y en un estado anabólico (González, 1990). La fase de reflujo aparece en las primeras horas, predomina un descen- so en el cual hay restauración del volumen circulante y de la perfusión hística, acompañada de depresión del metabolismo y disminución de la producción de energía, manifestada, a su vez, por disminución de la producción de calor que se sucede después la fase de flujo. El estado catabólico es controlado por hormonas adrenérgicas y adrenocorticoideas. Los niveles en sangre de la primera se incrementan des- de los primeros minutos y se mantienen elevados varias horas e incluso días después de la cirugía. Los corticoides comienzan a elevarse más tarde, alre- dedor de las primeras 12-24 h. Ante toda reacción de agresión, el organismo responde mediante un mecanismo nervioso y un mecanismo hormonal. El mecanismo nervioso Capítulo 2. Respuesta endocrinometabólica a la agresión anestésico-quirúrgica 27 actúa inespecíficamente por medio del hipotálamo, los nervios vegetativos, la médula suprarrenal y los órganos cromafines. Desde los centros vegetativos situados en el hipotálamo, los estímulos del estrés descienden a través de los nervios autónomos y esplácnicos a la médula suprarrenal, con la consiguien- te afluencia de adrenalina y noradrenalina al torrente sanguíneo. Estas ac- túan provocando vasoconstricción y aumentando la tensión arterial (Fig. 2.1). El mecanismo hormonal actúa igual que el mecanismo nervioso de forma inespecífica. Su base esencial es la descarga masiva de ACTH, STH y poste- riormente corticoides. Estas hormonas producen a nivel de la sangre linfopenia, eosinofilia y polinucleosis, así como linfocitosis, aumento de los fagocitos y formación de anticuerpos (Fig. 2.2). Este proceso hormonal tiene cuatro escalones bien definidos: 1. Escalón prehipofisario. 2. Escalón hipofisario. 3. Escalón suprarrenal. 4. Escalón periférico. El escalón prehipofisario es la vía de conducción del estímulo a la hipófisis. No se conoce un mediador único entre el estímulo agresor y el lóbulo anterior de la hipófisis. Fig. 2.1. Eje hipotálamo-hipofisario. Anestesiología. Criterios y tendencias actuales28 El escalón hipofisario está representado por el lóbulo anterior de la hipófisis que reacciona liberando ACTH y STH, al mismo tiempo que dismi- nuyen la GTH y la TSH. La ACTH estimula la producción de glucocorticoides y mantiene el trofismo de las glándulas suprarrenales. La TSH estimula la producción de mineralocorticoides. El estrés también actúa sobre los nú- cleos supraóptico y paraventriculares del hipotálamo y, a través del haz supraóptico hipofisario, estimula la secreción de ADH, produce oliguria al actuar sobre los túbulos contorneados distales y el túbulo colector del riñón (Moral, 1987). El escalón suprarrenal está constituido por la corteza suprarrenal, que bajo la influencia de la ACTH y la TSH segrega corticoides, los que inhiben dicha secreción a nivel del lóbulo anterior de la hipófisis. El escalón periférico está conformado por los órganos y aparatos de la economía y su medio interno. Analizando los diferentes mecanismos del SGA, se puede concluir que una herida, un trauma o una cirugía ocasionan una agresión a la que el organismo responde por diversos mecanismos. Toda intervención quirúrgica representa un estímulo nociceptivo del cual el organismo se defiende tanto de forma local como general. A escala local, la respuesta a la agresión consiste en un fenómeno inflamatorio necesario para la reparación hística y como defensa a la agresión quirúrgica. A nivel Fig. 2.2. Órganos regidos por el eje hipotálamo-hipofisario. Capítulo 2. Respuesta endocrinometabólica a la agresión anestésico-quirúrgica 29 general se produce una variación endocrinometabólica, conocida como res- puesta al estrés quirúrgico, que se considera como un mecanismo homeostático inevitable tras las agresiones quirúrgicas de gravedad. Este mecanismo conduce a estados hipermetabólicos y de movilización de sustratos energéticos. El enfermo que va a ser intervenido quirúrgicamente, desde el día ante- rior a la intervención, sufre su primera agresión: el miedo, contra el que tendrá que defenderse. La segunda agresión es de origen tóxico, debido a que durante el acto anestésico se administran drogas, que en mayor o menor grado pueden causar toxicidad. La tercera agresión es de origen traumático por la herida de la piel, al realizar la incisión quirúrgica. Estos estímulos nociceptivos periféricos llegan al SNC por fibras nervio- sas mielínicas de pequeño tamaño (A delta) y por fibras amielínicas, a través del haz espinotalámico lateral, hasta los núcleos ventral y posterior del tála- mo. Esto condiciona una estimulación a nivel hipotálamo-hipofisario, con aumento de la secreción de ACTH, STH y catecolaminas, fundamentalmente. La existencia del arco neural fue planteada por primera vez por Hume y Egdahl (1979), quienes demostraron que la desaferentación nerviosa en ra- tas suprimía la hipersecreción adrenal. Diferentes autores publicaron que existen diversos grados de respuesta metabólica, según las técnicas anes- tésicas utilizadas (Kehlet, 1979; Walsh, 1981). No obstante, a pesar de la correcta supresión del arco neural por la anestesia morfínica o por la aneste- sia regional, aparece la respuesta metabólica posquirúrgica, que se relaciona directamente con la intensidad y la magnitud de la agresión quirúrgica. La lesión hística inherente a toda agresión quirúrgica provoca liberación de mediadores intracelulares, clásicamente denominados hormonas de la herida, tales como histamina, serotonina, quininas, prostaglandinas y sustan- cia P. La importancia de estos mediadores como responsables de la informa- ción nociceptiva al SNC o su potencia como desencadenantes de la respuesta al estrés, es hoy motivo de estudio y controversia. Otros factores, como hemorragia intraoperatoria, hipoxia y acidosis severa, infecciones sistémicas, pérdida de calor perioperatorio o factores sicológicos, no son desencadenantes directos de la reacción metabólica al estrés quirúrgico, pero sí tienen un importante efecto amplificador. Sea cual fuera el mecanismo desencadenante, la reacción quirúrgica provoca una típica reacción de estrés, caracterizada por hipersecreción de ACTH, STH, vasopresina, cuya traducción sistémica es un estado predomi- nantemente catabólico, con elevación de las concentraciones plasmáticas de catecolaminas, cortisol, glucagón, hipoinsulinemia y caída de los valores plasmáticos de hormonas tiroideas. Anestesiología. Criterios y tendencias actuales30 Estas respuestas sistémicas a la cirugía electiva pueden ser modificadas de acuerdo con la técnica anestésica utilizada: así, la introducción de agentes anestésicos locales en el espacio peridural bloquean selectiva y continua- mente los estímulos aferentes y eferentes. En un estudio comparativo, se les administró a un grupo de pacientes anes- tesia general con halotano y óxido nitroso; en otro anestesia peridural con bupivacaína. En este último se encontró una atenuación de las catecolaminas, aldosterona, cortisol, renina, así como de hormonas del crecimiento, prolactina y ACTH; sin embargo, los niveles de hormonas tiroideas, glucagón e insulina casi no sufrieron modificaciones en ninguno de los dos grupos (González, 1990). En otroestudio, en un grupo se utilizó anestesia peridural toracolumbar más anestesia general inhalatoria con enfluorane y N2O; al otro grupo se le administró anestesia peridural toracolumbar y anestesia general con opioides. Se comprobó en el primero, niveles más altos de cortisol que en el segundo. Esta diferencia, según estos autores, está dada porque los agentes inhalatorios son incapaces de atenuar el estímulo del tubo endotraqueal (Moral, 1987; Hume y Egdhal, 1979). Se ha demostrado que el bloqueo peridural lumbar y torácico no puede suprimir de forma completa la sensibilidad de los potencia- les evocados en áreas que parecen estar clínicamente anestesiadas. Esto se debe a que se liberan mediadores humorales a nivel local, que pueden esti- mular el eje neuroendocrino y evitan la vía neural central. El empleo de narcóticos peridurales no suprime la respuesta endocrino- metabólica en el mismo grado que lo hacen los anestésicos locales. Es pro- bable que esto se deba a que los receptores opioides dependen de estímulos nociceptivos, los cuales son importantes en la respuesta al estrés. Las gran- des dosis de narcóticos (EV) durante la inducción anestésica pueden dismi- nuir marcadamente el incremento de cortisol, epinefrina, norepinefrina, aldosterona, hormona del crecimiento, vasopresina y betaendorfinas. Con los agentes inhalatorios no se observó ningún cambio en las concen- traciones de glucosa, lactato, glicerol, cortisol, insulina o catecolaminas; sin embargo, algunos estudios han indicado que el enfluorano puede ser mejor para prevenir la elevación del cortisol y la ACTH antes de la incisión quirúrgica. Al utilizar anestesia con halotano y fentanil con suplemento de óxido nitroso, se observó una inhibición en el incremento de las concentraciones de betaendorfinas, ACTH, hormona del crecimiento y glucosa. Más reciente- mente, se ha utilizado clonidina para suprimir la respuesta simpaticoadrenal de la cirugía. La clonidina actúa en forma parcial a nivel de los receptores alfa 2, agonistas adrenérgicos, con propiedades antihipertensivas y sedantes. Se debe señalar que una de las mayores consecuencias metabólicas de la respuesta al estrés quirúrgico está dada por la etapa de ayuno preoperatorio, cuyas demandas energéticas quedan atendidas, sobre todo, por el hígado o a expensas de la gluconeogénesis y la glucogenólisis. La velocidad de produc- Capítulo 2. Respuesta endocrinometabólica a la agresión anestésico-quirúrgica 31 ción de glucosa iguala la velocidad de consumo de esta en los tejidos periféricos y se consigue un estado de equilibrio. Durante los intervalos dietéticos normales, y de forma fisiológica, peque- ñas cantidades de sustancias no hidrocarbonadas, como aminoácidos y gli- cerol, se convierten en glucosa por la oxidación intrahepática. De esta manera, sirven de sustrato energético para los tejidos glucosa-dependientes. Existen, además, vías alternativas en la glucogenólisis, el ciclo del lactato (ciclo de Cori) y de la glucosa-alanina, a través de los cuales no se produce la oxida- ción neta de la glucosa, pero se aporta la energía necesaria para la oxidación intrahepática de los ácidos grasos liberados por la lipólisis. Tras una noche de ayuno, existe una producción hepática de glucosa de unos 10 g/h: el 7 % procede de la conversión en glucosa de compuestos no hidrocarbonados y el glicerol constituye la tercera parte de estos. El ciclo de Cori en el que se engloba el lactato producido por los hematíes contribuye entre 10-15 % del total de la glucosa producida y el 70 % restante procede de la glucogenólisis. Durante el posoperatorio o en situaciones de ayuno prolongado, las reservas de glucógeno se agotan en 24-48 h y aparece un desplazamiento de sustratos precursores de glucosa con predominio de la lipólisis y proteólisis. Una herida quirúrgica presupone el incremento de la demanda calórica, las células involucradas en los procesos inflamatorios y de reparación hística son glucosa-dependientes. De forma paralela, la reconstrucción hística re- quiere la colaboración proteica con aporte de aminoácidos esenciales. Estos son, a su vez, indispensables para la glucogenogénesis y para la síntesis de proteínas plasmáticas y reactantes de fase aguda. El tono adrenérgico de las primeras horas del posoperatorio estimula la movilización de glucógeno muscular, así como la formación de lactato y piruvato, al carecer el tejido muscular de glucosa 6 fosfatasa, para convertir la glucosa 6 fosfatasa a glucosa metabólicamente activa (Moral, 1987). Los aumentos del cortisol escinden las proteínas musculares con pro- ducción de alfacetoácidos que se reutilizan en el ciclo del ácido tricarboxílico, así como la liberación de aminoácidos de cadena corta (val-leu-isoleu) que rápidamente se convierten en alanina y glutamina. La primera es captada por el hígado, en un proceso estimulado por el glucagón; la segunda es con- vertida en alanina en el intestino, que la incorpora para seguir el mismo des- tino (Moral, 1987). La lipólisis producida por las catecolaminas aporta otro precursor gluconeogénico: el glicerol, así como la liberación de ácidos grasos no esterificados, de cuyo metabolismo se obtienen las cetonas, principal sustrato energético en las etapas de ayuno crónico. Se concluye que al conocer estos elementos, se podrá dar respuesta, en alguna medida, al estrés anestésico-quirúrgico para atenuar esta situación que sufren los pacientes quirúrgicos. Anestesiología. Criterios y tendencias actuales32 Bibliografía González, C.M.T. (1990). Efecto del stress bajo bloqueo locorregional. Zacatecas: Resúmenes del VIII Congreso Internacional de Anestesiología, pp. 7-29. Harken, H.H., and Sussman, E.J. (s.f.). Respuesta fisiológica a la cirugía y la anestesia. s.l, s.n Hume, D.H., and Egdhal, R.H. (1979). 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Principios de la bioética en el campo de la anestesiología y reanimación 19 No obstante, la visión que el paciente tiene para el uso de ciertos fármacos puede estar alterada por creencias como: – El uso de medicamentos para el dolor evidencia una personalidad débil. – El uso de medicamentos para el dolor provoca que el paciente se “vuelva adicto a ellos”. – El dolor es una prueba que Dios nos pone, y debemos sufrirla para el perdón de nuestras faltas. Aun así, existe el derecho que el paciente tiene a decidir por sí mismo en un asunto privado, por lo que algunos pacientes pueden optar por solicitar la suspensión de todo ejercicio médico para el control de la enfermedad e, incluso, preferir suspender tratamientos de apoyo para el control de síntomas tales como el dolor (Ready, 2002; Martínez, 2006). Las tres cuartas partes de los pacientes que son vistos en Cuidados Paliativos presentan dolor y en el 15 %, es severo o de mal pronóstico (González, et al., 2005). Hoy se dispone de tratamientos eficaces para el dolor, cuya utilización garantizaría el control de este en los pacientes; pero, en muchas ocasiones no se aplican dichos tratamientos, debido a las falsas creencias que tienen, tanto por parte de los sanitarios como de la población en general, sobre sus posibles consecuencias. Sin embargo, la visión de la vida, la muerte, la enfermedad y el dolor es una amalgama de ideas y creencias. En algunas áreas
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