Aprendizaje Práctico
Si tomas un sapo, lo pones en una olla con agua y enciendes el fuego, observarás una cosa interesante: el sapo se adapta a la temperatura del agua, se queda dentro de la olla y sigue adaptándose a medida que sube la temperatura.
Sin embargo, cuando el agua llega al punto de ebullición, el sapo quisiera saltar de la olla pero no puede porque está demasiado débil y cansado por los esfuerzos que ha hecho para adaptarse a la temperatura.
Algunos dirían que lo que mató al sapo fue el agua hirviendo, pero lo que realmente lo mató fue su incapacidad para decidir cuándo saltar.
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