¿En todas las batallas de la historia, ¿cuál fue la más sucia y la más dura?

Mi voto es para la batalla de Passchendaele.

Imagina que eres el desafortunado que se coloca detrás de la ametralladora. Mientras la mayoría de tus hermanos de armas han muerto hace tiempo al salir de la trinchera, tú permaneces encadenado en el lugar para proporcionarles fuego de apoyo, viendo cómo cada uno de ellos muere en el proceso. El que una vez fue tu amigo de la infancia, Richard, permanece inmóvil a cuarenta pasos delante de ti, en medio de la tierra de nadie, enredado en un lío de alambre de espino. Las moscas ya lo han dejado en paz.

Al mismo tiempo, te dedicas a disparar sin cesar a jóvenes de tu edad, con otro uniforme, que cargan ciegamente hacia ti. Antes gritabas a todo pulmón para que se volvieran, para que dejaran de correr hacia delante. Dejaste de intentarlo unos cientos de veces.

Has sido testigo de maravillas tecnológicas como nunca antes habías visto. Aviones. Lanzallamas. Automóviles y tanques. Y sin embargo, hace apenas unos días, viste a tus amigos abatir a un enemigo utilizando un primitivo garrote cubierto de pinchos, como lo haría un cavernícola.

Por encima del zumbido permanente en tus oídos que has ganado con los interminables disparos y los casi fallos de las granadas enemigas, escuchas una cursi y vacía canción de patriotismo por decimocuarta vez ese día desde un lejano gramófono. Su letra se burla cruelmente de ti.

Estás cubierto de finas capas de barro semiseco, arrojado a la cara por un golpe de artillería lejano. Es la sustancia más limpia que adorna actualmente tu persona. Tus botas y envoltorios están mojados por la sangre, la orina y el vómito. Una parte es la tuya. Casi puedes recordar la última vez que te bañaste.

La tela cerca de tus tobillos ha sido destrozada por las ratas, que cada día son más descaradas y hambrientas. La última que viste tenía el tamaño de una zarigüeya y te dio un feo mordisco en la pierna izquierda. Bartholomew, el hombre que ayuda a alimentar con balas a tu bestia de hierro, la apuñaló con su bayoneta y la arrojó al montón: la decimosexta que había matado sólo ese día.

Su nariz se ha adormecido ante el abrumador olor. Se acerca el invierno y todo se ha vuelto más frío. Todos sus dolores le duelen más con el frío. Hasta ahora, las cosas han estado relativamente secas, lo que significa que aún no te has ahogado en tu propia trinchera por las lluvias.

El sonido de un proyectil impactando en el suelo cruza la tierra. El color del aire comienza a tornarse de nuevo en un color extraño. Te pones tranquilamente la máscara antigás y te encorvas sobre tu arma. Primero oíste que esta guerra terminaría antes de Navidad. Luego oíste que sería la guerra que acabaría con todas las guerras. Ahora te preguntas si esta guerra terminaría alguna vez, o si simplemente se convertiría en la sección introductoria de la nueva era: la era de la guerra moderna.