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¿Quién debe pagar impuestos?

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Materiales de Estudio

Depende a quien le preguntes.

Según el filósofo político Michael Huemer, nadie, dado que el estado no tendría una base ética o moral para exigir nada.

Michael Huemer

Para todos los demás filósofos que directa o indirectamente defienden el concepto del estado de bienestar, cuyos primeros trazos, aunque no con ese nombre, pueden ser encontrados en pensadores como Jeremy Bentham, todo el mundo debería pagarlos.

En lo personal me inclino más por la postura de Huemer. Este filósofo plantea que técnicamente los Estados ejercen actividades delictivas, que son justificadas mediante la aceptación social del monopolio de la violencia, basada en la presuposición de la existencia de un contrato social y en la legitimidad del poder.

Por ejemplo, imaginemos que me visto de policía, hago una pequeña cárcel en el patio de mi casa, contrato abogados defensores para mis futuros reos y además consigo el apoyo de un juez preparado que realice las sentencias. Incluso respetando a la perfección el código penal, y siendo mi cárcel más humana o mi trato más justo para con los presos, aún así, si detengo a un delincuente en esas condiciones, se me adjudica el delito de secuestro. Porque aunque respete todas las condiciones, siga los protocolos y otorgue todas las garantías, no tengo la autoridad legal para hacerlo.

Ocurre que diversas actividades, que serían delictivas si las hiciera un particular, se institucionalizan y se justifican para que puedan ser tolerables socialmente, a través de la presunción de legitimidad estatal para ejercer violencia. Los impuestos son básicamente una extorsión, si no pagas el estado puede detenerte y encarcelarte, incluso si para ello debe entrar a tu casa, a pesar de ser tu propiedad. Recordemos que no es necesario que hayas robado a nadie, incluso si has obtenido ese dinero por tu trabajo, o mediante intercambios comerciales, no pagar impuestos es delito. Si yo lo hiciera a mis vecinos, aunque destinara los fondos a una buena causa como arreglar el alumbrado o las calles, o para ayudar a los más necesitados, sería un delito de extorsión.

Otros ejemplos están más relacionados al control de la forma de vida, dependiendo del país, incluso se te puede retener el salario si no cumples con normativas estatales, como por ejemplo tener un carné de salud o de identificación al día. Retener tu salario constituiría el delito de apropiación indebida si lo hiciera un particular. El estado también puede obligarte a aportar a las cajas jubilatorias, pero bajar las jubilaciones después y darte menos dinero del que aportaste, aún cuando te aseguró que saldrías beneficiado de tus aportes, lo que si lo hiciera un individuo particular constituiría delito de estafa.

La idea que subyace sobre la autoridad del estado, es que su poder es legítimo, lo que a su vez descansa en la confianza en la democracia y en la presuposición de un contrato social.

Ahora bien, hay un problema ético de la democracia, que radica en justificar que lo que la mayoría a decidido es moralmente correcto simplemente por ser mayoría, o que fue decidido de forma racional, que no es producto miedos colectivos o creencias sin fundamento. Para complicar las cosas, nuestros gobiernos no son exactamente democracias, sino repúblicas de gobierno representativo, donde algunos elementos como la financiación privada de las campañas políticas influye enormemente en los resultados y en la posibilidad de ser elegido. Permitiendo que los intereses de los financiadores pesen más que los del resto de la población, en la medida de que pueden dejar sin fondos a quienes no apoyan ideológicamente.

Sin la democracia para justificar la violencia estatal, lo que nos queda es el contrato social. La complejidad de su justificación política excede enormemente este comentario, pero partimos de la base de que estaremos obligados a cumplir nuestra parte, incluso si el estado no cumple la suya. En cualquier otro contexto, eso negaría el contrato, sin embargo, no es posible para los ciudadanos no cumplir sus obligaciones, porque la parte que regula la relación entre el estado y el ciudadano, es el propio estado. Por ejemplo, tu puedes elegir no pagar impuestos alegando que el estado no garantizó tu seguridad al no proveer correctamente seguridad pública contra un delito provocado por un tercero, remarcando que incumplió su parte del trato, pero de todos modos irás a la cárcel por no pagar. Por otro lado, sin un privado incumple su parte del contrato, el contrato es inválido, puede ser cancelado.

La cuestión se complica aún mas si analizamos las condiciones en las que el contrato social fue firmado. Evidentemente ningún filósofo defendería que físicamente pusiste tu firma en un papel que decía "contrato social", se presupone que la persona da su consentimiento por el hecho de vivir dentro del estado y aceptar sus reglas usando los servicios que proporciona. ¿Pero que otra opción tenía?, ¿puede realmente atravesar la frontera y decir al estado vecino, "he venido a vivir aquí"?

Puede emigrar legalmente, pero para hacerlo debe pasar aceptar primero el contrato de su estado de origen, o puede atravesar ilegalmente y esconderse, esperando el momento de aprovechar algún bache legal u oportunidad específica para instalarse formalmente, firmando nuevamente un contrato similar. Si en una isla existe únicamente una fuente de comida, ¿podemos asegurar que es voluntad y deseo de una persona, elegir alimentarse de ella?¿o se conforma con lo que hay? ¿Si la opción es firmar el contrato, o quedar aislado socialmente, fue libre la decisión? ¿A que edad se firmó el contrato?

La cuestión es que la existencia del estado actualmente depende de más bien de cuestiones prácticas que ideológicas. La base teórica de su justificación es muy tenue, y existe principalmente porque no hemos encontrado una solución mejor, y porque a falta de estado la anarquía total a resultado más dañina. Sin embargo del mismo modo que formas de gobierno distintas fueron siendo descartadas en el pasado, nuestra forma de organización actual también los será en el futuro, junto con muchas de las obligaciones arbitrarias de nuestra sociedad actual.

Un ejemplo interesante lo tenemos la ciudad amurallada de Kowloon y sus 50.000 habitantes, abandonada por el gobierno de Hong Kong durante 20 años. Como era de esperar las tríadas se hicieron con el control de la región, sin embargo la población mantuvo varias de las costumbres civilizadas.

No había saneamiento, y el alumbrado eléctrico estaba mal distribuido. Pero había escuelas, bares, plazas, centros religiosos, trabajo y comercio, gestionados por la propia población, no por las tríadas.

En cierto modo el Estado nace de la violencia, para solucionar el problema de la violencia. Pero de algún modo es una contradicción imposible de solventar, no se puede apagar el fuego con un lanzallamas. El día que se encuentre otra solución, probablemente el estado dejará de existir.

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