¿Ser contador hace 40 años era una profesión de prestigio, pero no tanto hoy. ¿Qué cambió?

Cambió precisamente el prestigio.

Después de la segunda guerra mundial en muchos países las sociedades dejaron de ser rurales para volverse cada vez más urbanas y más industriales, pero seguían teniendo alma campesina. La administración en el campo era muy simple. Con siembra de temporal, sin pagar por el agua ni por servicios muy sofisticados, las cosas en el campo se reducían a tanto siembras, tanto cosechas, tanto vendes, y esa manera de ver las cosas se extendía al resto de una sociedad.

Pero la producción industrial requiere otro tipo de consideraciones. Una fábrica que compra insumos cuyos impuestos se transfieren, requiere otro tipo de cálculos. No es que fueran demasiado complejos, pero había que hacerlos. Un señor con traje y corbata que entendía algunos principios básicos de administración, era visto como alguien más sofisticado. Requería más formación en escuela. Administrar un monocultivo era a fin de cuentas una tarea que se transmitía de padres a hijos, por los siglos de los siglos. Pero eso no servía en un medio urbano en donde la industria se desarrollaba en serio. Se profesionalizó el oficio, y para aquél que no tenía ni un terreno que cultivar, ni una familia de médicos, abogados, ingenieros, es decir un entorno de profesionistas que entendían la formación académica de forma más intensa, carreras como contabilidad eran prometedoras, permitían integrarse al mercado laboral rápidamente en prácticamente cualquier sector.

Por supuesto, en los años siguientes, conforme la sociedad se fue volviendo más compleja, también la complejidad de la carrera fue cambiando.

Las sociedades no estaban muy escolarizadas. Había muchos oficios manuales. En una ciudad de carniceros, carpinteros, comerciantes, el señor que se ponía un traje y una corbata y que se metía a una oficina a hacer quién sabe qué cosa, se veía como una persona muy importante.

Y en una época en que no había Excel, ni computadoras, en donde un depósito bancario se hacía llenando una papeleta con papel carbón para que saliera un duplicado escrito a mano (a mi todavía me tocó), ponerse a llenar una tabla que ahora se hace con Excel en pocos minutos, hace cuarenta años tomaba todo el día.

Yo recuerdo haber acompañado a mi papá alguna vez a su trabajo, y verlo llenar esas hojas inmensas, que eran una tabla de Excel, pero en papel. Escribir una mensaje que en esa época se llamaba memorándum, era una santa chinga, porque se escribían en máquinas de escribir.

Había señoritas que se encargaban de eso. El jefe no escribía sus cartas. Esos memorándums eran el equivalente a mandar un email. Pero si se equivocaban, no había un botón que borrará el error. Tenían que meter una hojita que tenía un polvito blanco, era cal o algo así, y se tenía que escribir la letra en que se habían equivocado, para que cuando la máquina golpeara el papel a través del polvito este, se borrara el error.

Escribir una cuartilla se tomaba su tiempo.

En la oficina donde trabajaba mi papá, tenía muchos contadores auxiliares, y la impresión que me da ahora es que lo que hacían eran sumas, restas y porcentajes, llenando esas hojas inmensas que ahora se hacen en cuestión de segundos.

Sin la automatización de las computadoras, ese trabajo, no es que fuera muy difícil, pero sí era una chinga, y se hacía sin ensuciarse las manos y sin entrar en las complejidades de los cálculos de la ingeniería.

Me acuerdo un día que mi papá me contó que habían comprado un aparato con el que podían mandar una carta a Tijuana, y que era como un teléfono. Era un fax. Y era inmediato, apenas unas diez, o doce horas para que se enviaran unas cuantas cuartillas. Ya no había que mandarla por correo, pero la señorita secretaria tenía que ir metiendo las hojas una por una.