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¿Realmente crees que el gran científico Ettore Majorana se quitó la vida? O, ¿cómo empezar a creer en los últimos años, decidir desaparecer...

...voluntariamente, y vivir escondidos en un monasterio, para no participar en la invención de la Bomba Atómica?

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Aprender y Estudiar

El 25 de marzo de 1938, un viernes, el científico italiano Ettore Majorana zarpó en un barco que lo llevaría de Nápoles a Palermo. Con apenas 31 años ya era considerado el físico más importante que había dado Italia desde Galileo, y el más brillante de su generación. Tras su llegada a Palermo, se hospeda en el Gran Hotel Sole. El sábado 26, toma un barco de regreso a Nápoles, y en el trayecto se esfuma para siempre. El destino de Majorana es una las más grandes incógnitas de la ciencia moderna. ¿Se lanzó de la embarcación en un impulso suicida? ¿Desapareció voluntariamente luego de llegar a su puerto de origen? ¿Por qué?

Se sabe que dejó cartas a amigos y familiares donde exponía la intención de quitarse la vida. Pero también, para consternación de los investigadores y sus allegados, envió telegramas, ya en Palermo, donde afirmaba que había desistido de su intención inicial, y que regresaba a Nápoles para retomar su vida normal. Se han urdido grandes leyendas alrededor del misterioso viaje final del gran físico. Familiares y colegas, e incluso literatos, han tejido conjeturas que nadie ha podido demostrar. Así, en su libro “La desaparición de Majorana” el escritor Leonardo Sciascia crea una trama, la más fascinante de todas, que implica que éste se ocultó por decisión propia en un monasterio y allí, en el absoluto anonimato, siguió viviendo lejos de todo contacto con seres queridos y colegas.

Sciascia (1), en su ya famosa “novela filosófica”, planta la idea de que Majorana simplemente vio la verdad que se avecinaba, la bomba atómica, y decidió no participar en esa danza de la muerte. Por esa razón abandonó la ciencia y se refugió donde el terror de esa realidad inminente no lo tocara. El autor basa su argumento en la indiscutible genialidad del físico italiano, cuya inteligencia preclara era capaz de ver, antes que otros, lo que se escondía detrás de enigmáticos experimentos científicos. En este sentido, se cita el famoso ejemplo del neutrón. Cuando en 1932, Irène Joliot-Curie y Frédéric Joliot dieron su explicación sobre un reciente experimento con fotones de alta energía, Majorana dijo a colegas de Via Palisperma, donde se agrupaban los discípulos de Enrico Fermi, “¡Bobos! Han descubierto el protón neutro y no se dan cuenta”. Poco después, el británico James Chadwick se haría inmortal postulando la existencia del neutrón en la revista Nature, exactamente lo que ya sabía Majorana. Reacio a publicar, el italiano parecía desinteresado en toda gloria científica. Otro ejemplo: fue él quien propuso antes que Werner Heisenberg la idea de que el núcleo atómico está compuesto de neutrones y protones y de ahí su estabilidad (2). Luego de que el gran físico alemán hiciera públicas sus investigaciones al respecto, y se alzara con otro trofeo para su ya gran colección, Enrico Fermi instó a Majorana a que visitara al gran hombre de ciencia en Leipzig. Así lo hizo. Allí los dos científicos trabaron amistad. Heisenberg no dudó de la originalidad del trabajo de Majorana y lo defendió en público, dando muestras, el alemán, de su verdadera grandeza. Esto, por sí solo, le hubiera granjeado a Majorana el Premio Nobel, dicen algunos.

Pero Sciascia afirma que el fenómeno que vio Majorana con más claridad que nadie, que lo condujo a su decisión, fue el de una reacción nuclear en cadena que llevaría a la liberación de grandes cantidades de energía, y a la inevitable construcción de una terrorífica arma de guerra. “Los físicos andan por mal camino,” había advertido a su hermana.

Majorana solo publicó en vida nueve artículos sobre física, y un décimo publicado póstumamente en 1949, por su hermano, donde explora la aplicación de métodos estadísticos a problemas en economía y sociología. Todo apunta a que ya para 1933 había cesado toda actividad científica, al menos públicamente, pues dicen que luego de regresar de Leipzig, era otro hombre. Y decimos públicamente porque dejó varios cuadernos y notas, al estilo Ramanujan, que dan fe de sus estudios e investigaciones privadas, y de su singular originalidad. Aun así, lo que publicó en vida fue suficiente para cimentar su grandeza.

Las palabras de Fermi, sobre la estatura científica de Majorana, nos hablan de la apreciación sincera de uno de los más grandes científicos del siglo XX, ganador del Premio Nobel (1938), y un físico teórico y experimental por excelencia:

“En el mundo hay varias categorías de científicos: hay gente de segundo o tercer nivel, que hacen lo mejor que pueden y no llegan muy lejos. También están aquellos de más arriba, que llegan a hacer descubrimientos de gran importancia, fundamentales para el desarrollo de la ciencia. Luego, están los genios como Galileo y Newton. Pues bien, Ettore era uno de ellos. Majorana tenía lo que nadie más en el mundo tenía” (3).

Solo el tiempo, tal vez, podrá esclarecer el gran misterio de Majorana.

REFERENCIAS:

  1. Leonardo Sciascia, La desaparición de Majorana. Tusquets Editores, S.A., 2007.
  2. Salvatore Esposito, Ettore Majorana And his Heritage, Seventy Years Later. arXiv:0803.3602
  3. Erasmo Recami, Ettore Majorana's Scientific (and Human) Personality. arXiv:0708.2855
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