¿Es el machismo a veces algo bueno?

Gracias, Justin.

El machismo es un sistema piramidal. Se basa fundamentalmente en la opresión hacia los individuos que no comulgan con los valores tradicionales asignados a cada género, y al ostentamiento de la fortaleza, el poder y el triunfo en la competencia. La persona que está en la cima de la pirámide busca pisar a los de abajo y asegurarse de dejarlos ahí.

El machismo alienta el individualismo (pues al final hay un macho dominante), la ilimitada y desgastante competencia, la búsqueda de un orden social falazmente asociado a las conductas biológicas, y el uso más o menos vistoso de la violencia (física o psicológica). Es un sistema agresivo y tóxico, además de irracional, que afecta a hombres y mujeres por igual.

No es siempre un hombre el que está en la cima de la pirámide patriarcal. Hay en este mundo mujeres poderosísimas que, nutriéndose de los valores machistas, se encumbran en busca del dominio. Igual que en los casos opuestos, el resultado es la opresión generalizada.

Esto ha generado una sociedad compuesta por individuos temerosos, indecisos de salir de su rol impuesto bajo pena de diversas sanciones intangibles e implícitas. De este modo, si los hombres se apartan de su incesante aspiración (casi inconsciente) por obtener las cualidades del macho alfa (nadie quiere ser un macho beta), la sociedad los señala, ridiculiza e incluso agrede. Hay una plétora de insultos hacia el hombre anti-machista, desde aseveraciones prontas sobre su orientación sexual (escupidas con el mayor desdén), hasta necedades como “mangina”. Los que respaldan el sistema lo hacen porque eso les fortalece -demuestran su hombría rechazando al que no desea ser “suficientemente hombre”, les da una sensación de fortaleza-.

Por otro lado, ¿hace falta aún hablar del daño que causa a las mujeres? Si a nosotras este sistema nos considera el escalafón más bajo (aunque quizás por encima de la comunidad LGBT, que son casi “despojos”), prácticamente relegadas a lo que ellos nos han comandado históricamente, y de nuevo, también penadas si opinamos diferente, si hacemos mucho ruido incómodo o si demostramos que somos más de lo que ellos desean que seamos. Esto se extrapola a un montón de situaciones.

El machismo no es bueno para nadie, salvo para los que están ya encumbrados y desean que esto siga girando así. Ese sector no comprende a ninguno de nosotros, los que leen esto ahora, los que leerán después, así que sería bueno no defenderlo más. Porque aunque alguien común se crea el gran macho alfa, tiene problemas para asimilar que a su vez está dominado por un patriarca más poderoso. Al fin y al cabo, en eso consiste nuestro triste modelo económico, político, laboral, etc., ¿no?

Como feminista, puedo comprender que el hombre moderno e informado, consciente de la situación de los sectores vulnerables, se siente extraviado. La modernidad le ha arrebatado los privilegios tácitos de hace décadas, y con ello, parte de su identidad como hombre y los roles que se habían mantenido seguros durante largo, largo tiempo. No desea ser un sujeto opresor, no desea ser un machista, y sin embargo teme, porque el sistema lo empuja hacia abajo si no demuestra las conductas necesarias ante la sociedad para sobrevivir en ella con dignidad o para integrarse, para ser un individuo aceptado por otros sujetos con poder. Es un conflicto que se está intentando resolver desde las bases mismas de los movimientos que muchos prefieren desprestigiar o pasar por alto.

Como feminista, también entiendo que la mujer moderna e informada está pasando por un conflicto similar. Sentimos que tenemos un poco más de aire para hablar y exclamar nuestras inconformidades que hace décadas no hubiésemos podido; tenemos algunos accesos viables, caminos que nos hemos trazado en terracería pura con años de dolor. Pero de nuevo surge la dicotomía. Podemos hablar, pero no tanto. Exigir, pero no hay que pasarse de la raya. Reclamar unos cuantos derechos para guardar las apariencias: no todos. Y por lo visto, basta con que un sector visible de mujeres pueda avanzar para que se dé por hecho que el feminismo triunfó y se debe acabar ya, aunque se deje abajo a un montón de mujeres que de por sí están desfavorecidas en otros aspectos, por ser pobres, por ser indígenas, por ser negras, por ser mayores, por ser lesbianas, por ser transexuales. Después de todo, hay que salvaguardar la estructura misma del machismo: no puede funcionar si no es una pirámide. Si las mujeres avanzamos tiene que ser sólo un discreto peldaño.

No sé a los demás pero a mí siempre me ha parecido lo que le sigue a tóxico. Es putrefacto.