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¿Cómo es que nadie quiere ayudar al narcisista? ¿Muchos psicólogos los desprecian con prejuicios en lugar de mirar objetivamente?

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Por sus mecanismos defensivos de transferencia y proyección.

En primer lugar, este tipo de personas debe reconocer que tiene un problema de comportamiento, y, en segundo lugar, debe admitir la necesidad de solicitar ayuda, lo cual supone depender de otro. Ni una cosa ni la otra suelen suceder. Son muy excepcionales los casos en que una persona TNP reconoce o intuye que puede tener tal trastorno, y, en caso de hacerlo, un mínimo porcentaje de ellos solicita ayuda terapéutica.

Una cuestión nuclear para los pacientes narcisistas es su incapacidad de depender del terapeuta, porque esa dependencia se siente como humillante. Se defienden de ese miedo a la dependencia, a menudo inconsciente, con intentos de controlar omnipotentemente el tratamiento. Clínicamente, esto toma la forma del afán del paciente por el “autoanálisis”, como opuesto a la colaboración con el terapeuta para dar lugar a la integración y la reflexión. Lo hacen de forma similar a como lo hicieron contigo. Todos sabemos que resulta imposible razonar con este tipo de personas, especialmente en lo que se refiere a los sentimientos. “Autoanalizan” una situación y ejecutan su decisión, sin que quepa introyección o reflexión, en forma de asunción de responsabilidades; y sin lugar, igualmente, a la comunicación o puesta en común de distintos puntos de vista sobre dicha situación con la otra persona. El culmen de tal pauta de comportamiento es, sin duda, el descarte.

Estos pacientes tratan al terapeuta como si fuera una “máquina expendedora” de interpretaciones (un objeto), de las que entonces se pueden apropiar, sintiéndose, al mismo tiempo, decepcionados por no recibir interpretaciones suficientes, o no del tipo adecuado, desestimando todo lo que podrían aprender de él (el terapeuta es un espejo, al igual que lo fuiste tú; lo idealizará si la imagen que le devuelve es positiva, y devaluará si es negativa).

Los pacientes narcisistas se muestran intensamente competitivos con el terapeuta, y sospechan de lo que consideran la actitud indiferente o explotadora de éste hacia ellos. No pueden concebir al terapeuta como espontáneamente interesado y honestamente preocupado por ellos; como resultado, muestran una devaluación y desprecio significativos hacia el terapeuta. Una vez más, de forma similar a como lo hicieron contigo. Si no estás continuamente encima de ellos, adulándolos y sirviendo a sus necesidades, te devalúan y te desprecian. No cabe la relajación, experimentar paz y tranquilidad con ellos, les resulta imposible concebir que en tales estados de paz y tranquilidad también estás interesado en ellos. Es como estar con un niño de 5 años, debes tenerlo entretenido las 24 horas del día y los 365 días del año, en caso contrario hará acto de presencia ese sentimiento de aburrimiento que les consume. La víctima acaba agotada física y emocionalmente.

Otro rasgo importante de la interacción con el terapeuta es la envidia consciente e inconsciente hacia el terapeuta, el sentimiento consistente por parte del paciente de que sólo puede haber una persona genial en la habitación, que necesariamente despreciará a la otra, inferior a ella. Esta creencia motiva que el paciente intente estar por encima, aun a riesgo de sentirse abandonado debido a la pérdida del terapeuta devaluado. La envidia al terapeuta es al mismo tiempo una fuente interminable de resentimiento por lo que el terapeuta puede dar, y adopta muchas formas. La más importante es la envidia de la creatividad del terapeuta, del hecho de que puede entender creativamente al paciente en lugar de ofrecer respuestas manidas y estereotipadas que puedan ser memorizadas por el paciente. También se envidia la capacidad del terapeuta para invertir en una relación, capacidad de la que el paciente sabe que carece. La consecuencia más importante de estos conflictos en torno a la envidia son reacciones terapéuticas negativas: típicamente el paciente se siente peor tras una situación en la que reconoció claramente haber sido ayudado. Una vez más, de forma similar a como hizo contigo, envidia lo que puedes dar, tu capacidad de aportar a una relación, lo cual les crea un enorme resentimiento.

La envidia al otro género es un conflicto inconsciente dominante en las personalidades narcisistas. En el caso del narcisista varón envidia de tí lo que no tenía o no pudo aportarle su madre, y en el caso del narcisista mujer envidia de tí lo que no tenía o pudo aportarle su padre.

Desde mi experiencia puedo afirmar que se inicia, más pronto que tarde, un ciclo de odio hacia todo aquello que les encantaba al principio:

-el romanticismo y el detallismo: “no me compres más flores, es una pérdida de dinero estúpida, porque al final se marchitan”, “he pensado que podría subastar el regalo que me hiciste”, “deja de escribirme esas cosas, siempre he odidado esas películas románticas de Hollywood”, “no se por qué te empeñas en que cada año vayamos a cenar al lugar donde nos casamos”…. Llegó un momento en que decidió que ya no nos haríamos más regalos.

-la empatía: “es que eres demasiado sensible”, “en el fondo te gusta que te grite”…

-la asertividad y la paciencia: sin duda lo que más despertaba su ira; responder a sus gritos con intentos de conciliación, sin elevar la voz, intentanto exponer otros puntos de vista, le exasperaba y hacía que se volviera más violenta.

En definitiva, lo que inicialmente les atrajo de tí es lo que finalmente acaban odiando, porque es lo que habrían deseado ver en su progenitor del otro género y nunca vieron.

Saben perfectamente que tienes algo que ellos no tienen ni tendrán, algo totalmente opuesto a lo que vieron en su progenitor del otro género, y, por una parte, lo envidian, y, por otra parte, les genera miedo al abandono. Piensan que en cualquier momento puedes ver la realidad de su vacío y abandonarlos. Gritar, humilar y menospreciar son formas de que mantengas la atención en otras cosas, en esos defectos del narcisista que, a través de la proyección, acabas pensando que son tuyos.

Es la clave de todo el ciclo del abuso narcisista. Si a través de la proyección te transfieren sus defectos, hasta tal punto que llega un momento en que tú mismo te ves defectuoso y baja tu autoestima, consiguen dos cosas: primero, que disminuya su envidia, porque dejas de recordarle lo “perfecto” que eres para ellos; y segundo, disminuye también su miedo al abandono, transfiriéndotelo a tí.

Ese es su GRAN JUEGO, bajar tu autoestima hasta tal punto que disminuya su envidia patológica y transferirte su miedo al abandono. Si descubres el juego, si ves el rostro que se esconde tras esa máscara, y se lo haces saber imponiéndote al narcisista, emergen esa envidia y ese miedo (al abandono) reprimidos de una forma brutal e incontrolable. GAME OVER!!! No conciben otra solución a tal situación que el descarte. Pero recuerda, has sido tú quien ha ganado la partida.

La autodestructividad forma parte de su sistema emocional. Existe un importante grupo de terapeutas que califican a estas personas como el “paciente imposible”. En el mejor de los casos, son necesarios entre 3 y 7 años de terapia, con sesión semanal, para que tomen conciencia de sus mecanismos defensivos. En tales excepcionales casos pueden llegar a advertir intelectualmente (empatía cognitiva) que dichos mecanismos producen daño a otras personas, pero jamás llegarán a tener un conocimiento profundo de dicho daño (empatía emocional).

La empatía emocional se desarrolla en el niño de forma paralela al desarrollo o estructuración de su cerebro. No es algo que pueda adquirirse en la edad adulta, porque no se puede modificar físicamente el cerebro de una persona.

Por todo ello no estoy de acuerdo con el enunciado de la pregunta. En todo existen excepciones, pero no creo que exista ningún terapeuta que per se desprecie con prejuicios a personas con TNP. Es cierto que muchos no aceptan tratarlos porque no se encuentran capacitados, profesional y/o emocionalmente para ello (hay que recordar que un terapeuta es una persona con emociones).

Tampoco creo que pueda tratarse terapéuticamente a un narcisista de forma objetiva. Si no conoces el trastorno y sus pautas de comportamiento y mecanismos defensivos, resulta imposible el tratamiento. Es más, me atrevo a afirmar que no hay quien conozca mejor dichas pautas y mecanismos que una víctima, si bien ésta carece de los conocimientos necesarios para aplicar un tratamiento.

En resumen, existen muy pocos terapeutas especializados en estos trastornos. Diría que el terapeuta perfecto para ellos es aquel que ha sido una de sus víctimas.

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