¿Desconfiarías de un político Ateo, especialmente cuando jura sobre los santos evangelios?

Por más que se trate de responder a esta batería de sandeces cotidianas con buen humor y tomando cierta distancia afectiva, para no hablar totalmente en serio (lo que supondría en primer lugar enviar al preguntador a freír espárragos, que decimos en España) los obsesos con el Ateísmo, ésos que sufren tremendamente porque existan personas que no creen en el dios de ellos (los otros dioses les importan un carajo), vuelven a la carga, sin descanso, como si quisieran averiguar cuál es el límite de tolerancia de todos aquellos a los que subestiman, insultan intelectualmente, tomándolos por imbéciles y les meten el dedo en el ojo a cada oportunidad.

Precisamente lo hacen ellos, autodenominados creyentes, los que se ofenden con tanta facilidad, y a pesar de "amar al prójimo" no paran de intentar ofender y menospreciar a cualquier "prójimo" que piense o sienta algo distinto respecto a sus ídolos: unos entes que no se ven, ni se oyen ni se tocan, pero que siendo dioses superiores (según ellos) necesitan que les represente gente como ellos; algunos, como se puede ver, son de los que se arman un lío con un puzzle de una sola pieza, pero nos predican las profundas palabras del SER SUPREMO, que, si existiera, hace tiempo que los habría despedido, y habría puesto un anuncio en la prensa para buscar otros representantes que no hagan el ridículo.

Para empezar, los ultraconservadores pueden proclamar sus teorías e incluso practicarlas dentro de los límites que las leyes del estado democrático al que pertenezcan -si es éste el caso- hayan establecido.

Ahora bien, he aquí la oportunidad (es solo retórica, ya sé que no la aprovecharán) de que entiendan por qué se hace crítica de las ideas religiosas, que mientras no se impongan a nadie son totalmente respetables, tanto si se comparten como si no: porque toda religión, si se le da suficiente tiempo y ocasión acaba metiéndose en política. Y por eso, como de la política podemos opinar todos los ciudadanos a los que nos afecta o puede afectar, recelamos de quien empieza orando a no sé qué santo (algo inofensivo) pero luego acaba actuando y organizándose políticamente, por ejemplo para derogar la ley del aborto (como en EEUU) o tratar de derogar leyes sociales como la eutanasia o el divorcio. Y aclaremos, tampoco está mal que hagan política:

lo que es inadmisible de todo punto es que hagan política escondidos, encubiertos bajo la bandera religiosa (muy mal encubiertos, por cierto, se les ve por debajo el camisón de la secta…).

¿PARA QUÉ DIANTRES DEBE JURAR SOBRE LOS "SANTOS EVANGELIOS" NINGÚN POLÍTICO EN UN ESTADO DEMOCRÁTICO?

Ya sabemos lo que va después, y en casos ya muy graves, como sucede en EEUU, organizaciones de extrema derecha religiosa y racista se encargan de imponer sus ideas a cualquiera que se descuide un poco en la vigilancia: puede terminar viendo arder una cruz en su jardín…, si tiene jardín, claro.

¡Exactamente eso es de lo que recelan tantos ateos y religiosos de otras religiones minoritarias!

Si se limitaran a mantener y practicar sus creencias, nadie tendría derecho a inmiscuirse en ellas, ni siquiera a formular crítica alguna, porque no les concerniría.

Con una excepción: el lavado de cerebro a menores de edad. Ahí debe vigilar el estado, si se sobrepasan ciertos límites, y debiera aplicar la misma ley que impide a los padres de un niño de 5 años darle a beber whisky o permitirle tomar drogas de cualquier clase, o enrolarlo en una secta de las consideradas "destructivas" (solo se llaman así porque no han triunfado).

Pero como tras esas creencias "privadas" e íntimas va un proyecto político antidemocrático, y la voluntad de dedicar más recursos económicos a quienes practican -o dicen que practican- su religión, en detrimento de los baratísimos ateos, en los que el estado no gasta dinero extra (ni templitos, ni predicadores, ni profesores catequistas…) o de las religiones minoritarias, y como además tratan en cuanto pueden de imponer su "moral" inmoral a cualquier compatriota, sin concederle el respeto cívico que para ellos exigen, justamente por eso hay esa prevención y esa suspicacia respecto a que los fanáticos que necesitan jurar sobre los Evangelios que van a cumplir su tarea como ministro de defensa o de trabajo, o de asuntos exteriores…o de lo que sea, se hagan cargo de la nación.

Imaginen que alguien protesta contra un médico o un piloto de aviación, o un profesor muy competentes todos ellos, pero que no comparten sus gustos sobre cine: ¿no argumentaría cualquiera, que no sea un enfermo mental, que eso no tiene ninguna relación con el desempeño de su trabajo, y que solo deberían exigirles profesionalidad y competencia en sus tareas profesionales?

Pues exactamente ésa es la relación que debe tener la actividad de un político con cualquier "libro sagrado": NINGUNA. Que piense como quiera en su casa, pero actúe basándose tan solo en la ley y el interés general, no en lo que dijo Moisés, o cualquier otro iluminado, hace siglos.

Y sobre todo, si es creyente, asuma las consecuencias de sus actos, y no se los atribuya a no sé qué mandamiento que un señor barbudo estableció hace milenios, porque eso no le va a exonerar de dar cuenta de sus decisiones políticas.

Mientras la religión sea una tapadera de la política (reaccionaria, pero eso es lo de menos llegados a ese punto), no solo habrá gente que no quiera practicarla, sino que critique a quienes lo hacen.

Y esa tensión cesará en el momento en que la religión se limite a los "espíritus" y las "almas" (que no dañan a nadie) y no meta la mano en la caja pública ni en las leyes democráticas de los estados que deben proteger la libertad de conciencia y perseguir la coacción, ya sea más o menos violenta.