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¿Por qué y cómo fueron tan exitosas las tácticas militares de los romanos contra tantos pueblos, pero no contra los Hunos de Atila o contra algunas...

...tribus germánicas?

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Notas de Estudio

En realidad Atila se enfrentó una sola vez al ejército romano y perdió, por lo que tuvo que retirarse a toda prisa del campo de batalla y reagrupar a sus menguadas tropas, temiendo ser perseguido para darle el golpe de gracia (lo que no ocurrió).

Posiblemente el ejército romano hubiese arrasado con los hunos de Atila si el encuentro se hubiese llevado a cabo en épocas de mayor presupuesto y recursos para ellos, así como de menor corrupción. Pero para la época en la que tuvo lugar la batalla (451 d.C.), el imperio se hallaba francamente desmoronado, irremediablemente partido en dos trozos, con muy pocos soldados y además mal armados. Encima tenían que confiar en alianzas fugaces con pueblos bárbaros para ser significativos en un enfrentamiento, a los que tenían que pagarles con el poco dinero que aún podían recaudar, y probablemente cederles más y más tierras en respuesta a la ayuda prestada.

El día en que se midieron contra Atila, éste cargó con sus hombres contra una sección de alanos (no romanos), quienes eran un pueblo estepario oriental muy bravo que se hallaba aliado con los romanos en aquel tiempo. El poco ejército propiamente romano que se encontraba ahí estuvo combatiendo contra un ala de diversos pueblos bárbaros asociados con los hunos a los que redujeron con relativa facilidad gracias al desorden que éstos mostraron al luchar. Cuando rompieron esa ala y amenazaron con rodear a los hunos fue cuando Atila tomó la decisión de retirarse para evitar una carnicería. La facción del imperio tuvo muchas bajas, pero la mayoría se debieron a sus aliados alanos y visigodos.

Lo cierto es que la fama que tiene este personaje como azote de los romanos no se debe a sus brillantes acciones en el campo de batalla ni a sus técnicas militares, sino a su tendencia de ir saqueando todo lo que encontraba a su paso, y su habilidad para desplazarse velozmente por territorios enemigos. La población se sentía aterrada con el ejército de Atila porque dejaba reducidas a escombros las aldeas por las que él y los suyos pasaban. La leyenda negra que dejaba a su paso no hacía sino dar cada vez más una imagen popular de tratarse de un monstruo terrible que llegaba a asolar al imperio cristiano por su impiedad. Con tan pocos efectivos en las provincias, el caudillo huno pudo realizar pillajes e invasiones casi a plena voluntad, aprovechando el clima político convulso de Roma, su auténtica falta de presupuesto y sus débiles relaciones con otros pueblos que también estaban realmente interesados en sus tierras. Y cuando lo lograban frenar (esto es, cuando consideraba que enfrentarse contra los soldados imperiales realmente no tenía ningún caso), negociaba una paz muy favorable para su gente, por lo que siempre salía ganando.

No vamos a restarle a Atila su liderazgo, su capacidad para unir y cohesionar a su tribu, su carisma y su gran estrategia y planificación, pero francamente su mayor ventaja fue haber atacado a Occidente en la época en la que lo hizo, porque casi todo el escenario le jugaba a su favor.

(Una historia similar podría contarse de otros pueblos del norte de Europa con los que el imperio tuvo severos problemas hacia el final de su época. Al final tenía tantos frentes abiertos que no podía enfrentar cabalmente a todos y sus recursos se hallaban muy mermados).

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