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¿Se puede vivir en una sociedad sin clases sociales?

💡 1 Respuesta

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Aprendiendo a Aprender

Pues claro que sí.

Pero primero debemos aclarar qué son las clases sociales, ya que la confusión y ambigüedad al respecto es total.

La división social del trabajo, de la que emanan las clases sociales, comienza en el Neolítico. Con anterioridad, durante miles de años, la humanidad vivió sin clases, puesto que apenas podía producir excedente alguno susceptible… a) de sostener oficios que no estuvieran directamente relacionados con la producción de medios de vida (caza y recolecta de alimentos)… y b) de ser acumulado o apropiado por un determinado grupo social.

De esto que acabo de enunciar podemos ya deducir que la división del trabajo en oficios y la clases sociales están íntimamente relacionadas, pero no son lo mismo. Sigamos concretando. Echaré mano de los ejemplos clásicos de la Economía Política, tomándome algunas licencias...

Cuando yo me dedico exclusivamente a talar árboles para recolectar leña, dada mi estatura y musculatura apta para dicho trabajo, porque hay, en mi federación de tribus o gens, otros que se dedican a cultivar o a pescar, con destreza, con los que puedo intercambiar, así, mi excedente de leña por sus productos, estoy, en ese acto, desempeñando un oficio concreto, pero no por ello me estoy apropiando del trabajo de los anteriores. (hago la salvedad de que los "robinsones individuales" suponen un grado de la división del trabajo que supera la tribu y la caza-recolección, pero vale para lo que quiero explicar).

(¿A qué me recuerda todo esto…? )

La clase social se erige, sin embargo, históricamente, en torno a la apropiación de trabajo ajeno o —lo que viene a ser lo mismo— por la cesión obligada de gran cantidad del propio, desde el momento en que la tierra y otros medios de producción son convertidos en propiedad privada (mediante simple reparto ante el crecimiento de la población) o mediante su monopolio estatal (Antiguo Egipto, Imperio Inca, Esparta…). Eso ocurre algo después del descubrimiento de la agricultura.

Sigo, entonces, con el ejemplo robinsoniano. Desde el instante en el que, como leñador paso, por ejemplo, a convertirme en pequeño propietario agricultor, por el reparto de tierras aludido, las cosas cambian. Si con el trabajo de mi familia consigo arrancar, a mi fértil parcela, un amplio excedente de productos agrarios o ganaderos, pronto, terceros privados de la tierra o de sus frutos, por múltiples causas —erosión del suelo, inundación, plaga, incendio de la cosecha, negligencia, invalidez…—, acudirán pronto a mi, en busca de ayuda. Si les ofrezco trabajar la finca o cuidar del ganado, a cambio de una pequeña porción de alimentos accederán voluntarios. Y, si son muchos en esa situación de necesidad, podré ir aumentando la carga del trabajo, progresivamente, hasta liberar del mismo a todos mis familiares. En la medida en que cada uno de esos trabajadores puede producir por encima de su propio sustento, la propiedad de la tierra (medio de producción) me permite, por tanto, apropiarme del excedente de trabajo de esos brazos que ya no son los míos ni los de mi familia. Ahora puedo aspirar a convertirme en alguien que posee o amplía sus tierras sin trabajar en ellas. Eso ya no es un simple oficio, sino una clase social: la clase de los terratenientes.

("jure!", "joma", "juaren?", "dayi", "darwei", "iventalk!", "jomes", "aisé", "emergensi" yugatá!… el idioma en el que nos contestaban los obedientes campesinos y labradores de Age of Empires I, en los 90, no ha sido aún descifrado, aunque nada sugiere que se trate de quejas o reivindicaciones laborales. Este mítico juego, a pesar de que borra de la historia los conflictos que ha acarreado, periódicamente, el reparto desigual de las cargas del trabajo y la apropiación de un excedente a través del plustrabajo, enseñó, sin embargo, a toda una generación que es, precisamente, a través del trabajo y el desarrollo de las fuerzas productivas como se sostiene y amplían los inventos e instituciones sociales).

Pero, en referencia a nuestra robinsonada particular, puesto que de esta nueva situación descrita —nacimiento de una clase de terratenientes—, se derivan múltiples abusos y desacuerdos que degeneran en grandes conflictos, en la misma sociedad se establece un organismo para intentar arbitrarlos, en base al establecimiento de una serie de normas (Derecho) que serán respaldadas, en última instancia, por los mismos hombres armados que protegían esporádicamente a la tribu, en tiempos de escasez, frente a otras comunidades (Estado). A pesar de ello, esos conflictos de clase, cada vez más amenazantes para la estabilidad social, no serán mitigados por tiempo hasta que los administradores del Estado introduzcan una nueva institución con los prisioneros de guerra, salvados de ser ejecutados o comidos, como antaño —y, por tanto, sumisos, de entrada…—, para hacerlos trabajar forzosamente en sustitución de los "siervos" autónomos (Esclavitud), cuyas deudas son perdonadas. En algunos lugares esos nuevos esclavos serán propiedad de la colectividad, a través del Estado, en otros, se repartirán igual que se hizo con las tierras. Es decir, la forma y las condiciones en las que se forman las clases, en el tiempo, a raíz de la revolución neolítica, difieren...

Allí, por ejemplo, donde las tierras fértiles se concentraban en las laderas de grandes ríos —Mesopotamia, Egipto, Indostán…—, la propiedad privada de la tierra y la esclavitud ligada a ella apenas se desarrollaron en la forma en que he explicado arriba, debido a las condiciones climático-geográficas del entorno, muy peculiares, que limitaban la tenencia individual de la tierra. En esa cuna de civilizaciones, las clases emergieron, por otro camino, antes que en ningún otro sitio, concretamente, de la división entre productores y administradores de lo producido; división que empezó también como un reparto de tareas (agricultores frente a gestores de los canales de regadío y graneros), en principio, por turnos, posteriormente de forma permanente, y a la postre, en manos de clases sociales diferentes, sobre la base de esa gestión/detracción de excedente ya comentada.

( El almacén fue, como se refleja en el mítica saga de Microsoft, el núcleo primordial sobre el que se construyó la civilización. El grupo encargado, en principio, de custodiarlo, llevar la contabilidad de lo cosechado, o de la parte que se detraía de la cosecha para hacer frente a plagas o sequías —origen del impuesto—, dará lugar al Estado. Cómo de importante e insustituible era esa función de construcción, reglamentación y supervisión de los canales para la irrigación, en las primeras civilizaciones, nos da cuenta la autoridad, revestida de carácter divino, de los faraones, los reyes de las dinastías babilónicas, o los emperadores incas).

Recapitulando, para no irnos por las ramas: si el oficio se define por el tipo de trabajo realizado, la clase social se estratifica en torno a relaciones de propiedad que permiten detraer o ceder una cantidad de plustrabajo para beneficio de un grupo privado. El herrero autónomo no constituyó una clase social diferente del pescador autónomo, hasta que pasó, por ejemplo, a trabajar bajo la disciplina de un taller estatal, o hasta que el pescador pasó a contratar varios trabajadores para su embarcación, etc. Con el tiempo, los oficios manuales, más duros y desagradables, fueron quedando, lógicamente, en manos de las clases menos pudientes, a medida que muchos otros surgían, acorde con nuevas funciones espirituales y científicas, etc., para acabar siendo monopolizados, de forma hederitaria, por la clase que, de una forma o de otra —por vía privada-individual o administrativa—, se apropiaba siempre de mayor cantidad de plustrabajo.

  • Entonces ¿las clases tienen una razón de ser económica o son un simple acomodo de privilegios sociales?

Han sido ambas cosas a la vez. El privilegio social nace de una función económica, previa, ejercida en monopolio. La apropiación de plustrabajo es una consecuencia del monopolio de los medios de producción sea éste derivado de una función gestora privada-individual o privada-estatal, insustituible en ese tiempo histórico. Quiere esto decir, por ejemplo, que el tiempo de trabajo necesario para cuidar de una granja/tierra/familia era, en el pasado, tan acuciante, que prácticamente no se podía desempeñar ninguna otra función u oficio, ni participar tampoco, activa y cotidianamente, en la gestión de los asuntos públicos, comunes a toda la sociedad. No podías ser, a la vez, Pericles y un cuidador de ganado, para entendernos. Unos tenían que cultivar y cuidar del ganado y otros del Gobierno o las divinidades. Del lado gestor, tampoco se podía, puesto que no existían los medios técnicos, organizar/supervisar/optimizar la producción en masa de millones de parcelas o talleres artesanales, dispersos y aisladas, entre sí, por accidentes naturales. Eso explica, por sí mismo, la dispersión y división de la humanidad en diferente pueblos y naciones (base para los aparatos estatales). Es decir, cada época tiene formas de gobierno y gestión económica determinadas por el estadio tecnológico alcanzado.

Pues bien, todo esto cambia radicalmente, desde que nos adentramos en la época industrial y sus diferentes etapas, de las que aún no hemos salido…

  • ¿Qué hace necesaria o superflua la división del trabajo y las clases?

Así lo explicaba Engels:

Mientras el trabajo global de la sociedad sólo rinde lo estrictamente indispensable para cubrir las necesidades más elementales de todos, y acaso un poco más; mientras por lo tanto, el trabajo absorbe todo el tiempo o casi todo el tiempo de la inmensa mayoría de los miembros de la sociedad, ésta se divide necesariamente en clases. Junto a la gran mayoría constreñida a no hacer más que llevar la carga del trabajo, se forma una clase eximida del trabajo directamente productivo y a cuyo cargo corren los asuntos generales de la sociedad; la dirección de los trabajos, los negocios públicos, la justicia, las ciencias, las artes, etc. Es pues la ley de la división del trabajo la que sirve de base a la división de la sociedad en clases. (F. Engels, "Del socialismo utópico al socialismo científico", Ed. R. Aguilera, Madrid, 1968. p. 83)

Claro que mientras el trabajo del hombre era aún tan poco productivo que apenas dejaba algún excedente, el incremento de las fuerzas productivas, la extensión del comercio, el desarrollo del Estado y del derecho, el nacimiento del arte y la ciencia no eran posibles sino por una mayor división del trabajo. (F. Engels, "Anti-Dühring", Ed. Ciencia Nueva, Madrid, 1968, p. 202).

[…] Era condicionada por la insuficiencia de la producción y será barrida cuando se desarrollen plenamente las modernas fuerzas productivas. (F. Engels, "Del socialismo utópico al socialismo científico", Ed. R. Aguilera, Madrid, 1968. p. 83)

Sólo la gran industria, con el desarrollo colosal que ha dado a las fuerzas productivas, y que permite repartir el trabajo entre todos los miembros de la sociedad sin excepción —y de aquí restringir el tiempo de trabajo de cada uno, de tal modo que todos cuenten con tiempo suficiente para tomar parte en los asuntos generales, teóricos y prácticos, de la sociedad— sólo hoy ha llegado a ser superflua toda clase dominante y explotadora y aún ha llegado a ser un obstáculo para la evolución social. (F. Engels, "Anti-Dühring", Ed. Ciencia Nueva, Madrid, 1968, p. 203).

En puertas de una automatización/informatización de las cargas del trabajo lo apuntado por Engels toma un relieve todavía más explosivo. Ese monopolio de la función gestora general de los asuntos públicos, cae por su propio peso. Pero, al mismo tiempo, la función económica, antes aludida, que justificaba la propiedad privada por su mayor eficiencia (imposibilidad de administrar una producción común local, nacional o mundial), se ve despojada, también, técnicamente, de toda necesidad social, puesto que hoy, gracias a los dispositivos tecnológicos interconectados es posible computar, calcular, y hacer inventario, en tiempo real, de todo lo que se produce, demanda y consume, además de las opiniones, al respecto, de todos los agentes concernidos (la humanidad tout court!)

Anulada pues, esa función social, el privilegio que, en base a ella, posibilitaba la detracción privada de una cantidad de plustrabajo, desaparece. El mundo capitalista, organizado sobre la base de la relación social asalariada, torna a su fin, haciendo menguar, poco a poco, el salario/beneficio mediante robots y, con él sus clases históricamente configuradas: todas las clases, vampirizadoras de valor, devenidas innecesarias. Aunque Marx nunca conoció nada parecido a la informática o la robotización, su análisis de la sustitución del Capital Variable (fuerza de trabajo) por C. Constante (maquinaria/tecnología) como tendencia histórica del modo de producción capitalista, con la que explica la famosa Ley de la tasa decreciente de beneficio, en el Tercer Tomo de El capital, apunta una necrología científica del capitalismo que, finalmente, las generaciones venideras tendrán que afrontar...

Y digo afrontar, pues no será hasta que las relaciones sociales vigentes y su colisiones periódicas, económicas y militares, devengan insoportables y trágicamente absurdas, para el conjunto de la humanidad, por contraste con todo su potencial tecnológico alcanzado, que esa sociedad sin clases, tal como las hemos definido aquí, tendrá lugar.

Superada esa etapa de la prehistoria humana, que masacres y dolor nos ha dado, el reto será entonces seguir desarrollando la ciencia y la tecnología para viajar a otros planetas.¿De verdad podemos creer que nuestra especie va a salir a colonizar el espacio cargando, en sus espaldas, con Estados, conflictos naciones y luchas de clases? Por favor…

Ya falta menos.

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