¿Faltan más líderes políticos de buen corazón como Hugo Chávez?

Chávez… el enfant térrible de la izquierda latinoamericana…

Contaré mi historia. Viajé a Venezuela por trabajo hace 8 años. Acababa de pasar hacia pocas semanas el desastre de los deslaves en la costa — al ir bajando el avión sobre Maiquetía, la vista de las montañas “pelonas”, sin cobertura de tierra ni pasto sino pura roca viva, fue espectacular (y al bajar, en las calles aún se sentía el dolor de la gente).

En Caracas, las conversaciones con la gente, cuando llegaba a asomar el tema “Chávez”, eran impresionantes por su dualismo sin puntos medios. Al hablar con los compañeros del banco a donde llegué a hacer consultoría o de la empresa venezolana que eran nuestros partners, la imagen era de muy negativa a extraordinariamente negativa. Detestaban la imposición de máximos a la cantidad de dinero que podían gastar en el extranjero, la tasa de cambio oficial tan desconectada del valor en el mercado negro (que se asumía mucho más cercano al valor real del bolívar) el pésimo manejo de la economía y la alta inflación que esto causaba (entonces aún no había la escacez de ahora). Odiaban tener que ver sus mensajes en TV, por lo que contrataban TV por cable para poder tener una opción cuando salían (poco después que me fui salió una ley de que los operadores de cable también tenían que pasarlos). Y no podía evitar sentirme identificado con sus malestares.

Pero cuando charlaba con la señora que hacía la limpieza en el cuarto de hotel, con los choferes de taxi o con el chofer de autobús cuando me atreví a explorar un poco por mí mismo la ciudad, la opinión era 180° inversa: lo veían cuasi como salvador, le tenían un agradecimiento profundo y lo apoyaban de manera un tanto irreflexiva. Muchas de estas personas sentían que la bonanza petrolera por tantos años no los había ayudado ni de lejos y que con Chávez por fin se estaba usando el dinero sobrante para hacer un cambio cuantificable en sus vidas. Y si bien me parecía bastante irreflexivo mucho de ese discurso (una señora de la limpieza de plano me dijo “yo soy chavista radical, con Chávez todo y sin Chávez nada” que después me enteré lo había dicho primero un político en campaña y varias personas lo habían adoptado) y que tenía tintes mesiánicos, veía en sus ojos no sólo la decepcion con el régimen anterior sino también el agradecimiento porque se sentían tomados en cuenta por primera vez.

Tras 3 semanas de duro trabajo regresé a México sorprendido que el país no hubiera entrado en guerra civil. El tema dividía familias y causaba divorcios, para mi era impresionante que o lo amaban o lo odiaban, no había casi medias tintas. De ahí me puse a leer intrigado los artículos que hablaban de la situación de Venezuela o de la vida de Chávez - algo que antes me hubiera parecido totalmente intrascendente me llamaba mucho la atención.

Y ahora, constatar cómo están los panas… ¿quieres saber cuál es mi opinión? De los artículos que he leído de su vida, a sus críticos, de ver algunos de sus programas de “Aló Presidente” (kilométricos, pero hasta eso moderadamente entretenidos), esto es lo que pienso:

Que era un tipo súper carismático que tenía buenas intenciones, pero era muy corto de conocimientos y, peor, con demasiada soberbia intelectual para aceptar críticas o pedir consejo en temas que no dominaba (no sólo la economía) que acabó haciendo más daño que bien por estos mismos defectos de carácter.
Y que acabó creyéndose él mismo el mito mesiánico que sus seguidores construyeron a su alrededor y, imbuido de este mandato cuasi-divino, tuvo a bien escoger como su sucesor a una persona cuyo único mérito era haber estado siempre diciéndole que sí a todo y que ahora se ha revelado como un inútil corrupto del que ni siquiera puedo decir que al menos tiene “buenas intenciones”.

Contestando la pregunta inicial más directamente: no, no hacen falta políticos de buen corazón. El “buen corazón” no basta y de hecho ni siquiera lo considero un requisito sine qua non en un político:
La competencia y la inteligencia son preferibles, así como un marco legal robusto que evite que los de “mal corazón” hagan demasiado daño si logran llegar al poder. Como es el caso de Donald Trump en EEUU actualmente - el marco legal ha evitado que haga mucho más daño, no su “buen corazón”.