Gerundio aprende a predicar de dos personas: su padre, el cura de Campazas, y el maestro de escuela del pueblo.
Su padre es un predicador mediocre, que utiliza un lenguaje florido y enrevesado. Gerundio, que es un niño inteligente y observador, aprende rápidamente las técnicas de su padre, y pronto comienza a imitarlas.
El maestro de escuela es un hombre culto y erudito, pero también es un pedante y un farsante. Enseña a Gerundio latín, retórica y filosofía, pero también le inculca sus propios vicios, como la vanidad y la ambición.
En general, no se puede considerar a estos maestros como buenos maestros. Su enseñanza es defectuosa e inadecuada para un niño de la edad de Gerundio.
El padre de Gerundio le enseña a utilizar un lenguaje florido y enrevesado, pero no le enseña a transmitir un mensaje claro y eficaz. El maestro de escuela le enseña a ser erudito y culto, pero no le enseña a ser humilde y sincero.
Como resultado de esta enseñanza, Gerundio se convierte en un predicador mediocre, que utiliza un lenguaje pedante y farsante. Sus sermones son largos y repetitivos, y no transmiten ningún mensaje claro.
En el libro Fray Gerundio de Campazas, se narra una anécdota en la que Gerundio predica un sermón en la iglesia de Campazas. El sermón es tan ridículo que los feligreses comienzan a reírse. Gerundio, que no se da cuenta de que está siendo objeto de burla, continúa predicando con más énfasis.
Esta anécdota es una muestra de la falta de preparación de Gerundio como predicador. Sus sermones son ineficaces, ya que no transmiten ningún mensaje claro y eficaz.
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