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Y entonces, en 1907 los trusts estadounidense y alemán llegaron a un acuerdo para repartirse el mundo. La competencia entre ellos cesó. La estadoun...

Y entonces, en 1907 los trusts estadounidense y alemán llegaron a un acuerdo para repartirse el mundo. La competencia entre ellos cesó. La estadounidense General Electric Company “obtuvo” Estados Unidos y Canadá. La AEG se “quedó” con Alemania, Austria, Rusia, Holanda, Dinamarca, Suiza, Turquía y los Balcanes. Se cerraron acuerdos especiales, por supuesto secretos, sobre penetración de las filiales en nuevas ramas industriales y en “nuevos” países todavía no asignados formalmente. Se acordó el intercambio de inventos y experimentos. La dificultad de competir con este trust, realmente un único trust mundial con un capital de miles de millones y “sucursales”, agencias, representantes, relaciones, etc. en cada rincón del mundo, es bastante obvia. Pero este reparto del mundo entre dos poderosos trusts no excluye un nuevo reparto si la correlación de fuerzas se ve alterada por un desarrollo desigual, una guerra, una bancarrota, etc. Un instructivo ejemplo de intento de nuevo reparto de tal género, de la lucha por ese nuevo reparto, lo tenemos en la industria petrolera. “El mercado mundial del petróleo —escribió Jeidels en 1905— está incluso actualmente repartido entre dos grandes grupos financieros: la Standard Oil Co. de Rockefeller y los dueños de los campos petrolíferos rusos de Bakú, es decir, Rothschild y Nobel. Ambos grupos están íntimamente vinculados, pero su monopolio se ve amenazado desde hace varios años por cinco enemigos: 1) el agotamiento de los yacimientos petrolíferos estadounidenses; 2) la competencia de la firma Mantáshev, de Bakú; 3) los yacimientos austríacos; 4) los yacimientos rumanos; y 5) los yacimientos de petróleo transoceánicos, particularmente en las colonias holandesas (las riquísimas firmas Samuel y Shell, también ligadas al capital británico). Los tres últimos grupos de empresas están relacionados con los grandes bancos alemanes, con el Deutsche Bank a la cabeza. Estos bancos han desarrollado de forma sistemática e independiente la industria petrolera, por ejemplo, en Rumanía, a fin de tener su “propio” punto de apoyo. En 1907 se calculaba que el capital extranjero invertido en la industria petrolera rumana alcanzaba los 185 millones de francos, de los cuales 74 millones eran alemanes. Se inició una lucha por el “reparto del mundo”, como de hecho se le llama en las publicaciones económicas. Por una parte, el trust petrolero de Rockefeller, deseoso de apoderarse de todo, fundó una filial en la misma Holanda y adquirió yacimientos en las Indias holandesas, tratando de asestar así un golpe a su principal enemigo, el trust anglo-holandés Shell. Por otro lado, el Deutsche Bank y otros bancos berlineses trataban de “conservar” Rumanía y unirla a Rusia contra Rockefeller, quien poseía bastante más capital y una magnífica red de transporte y distribución de combustible. La lucha debía terminar, y terminó en 1907, con la total derrota del Deutsche Bank, que tuvo dos opciones: liquidar sus “intereses petroleros” perdiendo millones o someterse. Eligió la segunda y pactó con la Standard Oil un acuerdo muy poco ventajoso. El Deutsche Bank se comprometió “a no intentar hacer nada que pudiese dañar los intereses estadounidenses”, con la salvedad de que el acuerdo perdería su vigencia si Alemania decidiese formar un monopolio petrolero estatal. Entonces comenzó la “comedia del petróleo”. Uno de los reyes financieros de Alemania, Von Gwinner, director del Deutsche Bank, lanzó, por medio de su secretario personal, Stauss, una campaña en favor de un monopolio estatal del petróleo. Toda la gigantesca maquinaria del enorme banco berlinés y de todas sus amplias “conexiones” se puso en marcha. La prensa bullía de indignación “patriótica” contra el “yugo” del trust estadounidense, y el 15 de marzo de 1911 el Reichstag, casi por unanimidad, aprobó una moción pidiéndole al gobierno que preparase un proyecto de ley para establecer un monopolio petrolero. El gobierno acogió esta idea “popular”. El Deutsche Bank, deseoso de engañar a su rival estadounidense y de mejorar su negocio gracias al monopolio del Estado, parecía haber ganado la partida. Los reyes alemanes del petróleo se frotaban las manos pensando en los beneficios fabulosos, que no serían inferiores a los de los fabricantes de azúcar rusos... Pero, en primer lugar, los grandes bancos alemanes se pelearon entre sí por el reparto del botín, y la Disconto-Gesellschaft puso al descubierto los propósitos codiciosos del Deutsche Bank; en segundo lugar, al gobierno le asustó la perspectiva de un conflicto con Rockefeller, pues era muy dudoso que Alemania pudiese asegurarse el petróleo sin contar con él (el rendimiento de Rumanía es bajo); en tercer lugar, en 1913, casi al mismo tiempo, se votó un crédito de mil millones para los preparativos de guerra de Alemania. El proyecto de monopolio petrolero se pospuso. Por el momento, la Standard Oil de Rockefeller salió victoriosa de la lucha. La actual Indonesia. (N. del T.). británicas, belgas y alemanas intentaron constituir dicho cártel fue en 1884, durante una severa depresión industrial. Los firmantes del pacto se pusieron de acuerdo para no competir en los mercados interiores de sus respectivos países y para distribuirse los mercados exteriores como sigue: Gran Bretaña el 66%, Alemania el 27% y Bélgica el 7%. Gran Bretaña se reservó toda la India. Le hicieron la guerra en común a una compañía británica que se había quedado al margen del acuerdo, cuyo coste fue sufragado con un porcentaje de las ventas totales. Pero el cártel se desmoronó en 1886 al retirarse dos firmas británicas. Es significativo que no fuese posible volver a conseguir un acuerdo en los períodos de crecimiento posteriores. A principios de 1904 se fundó en Alemania el consorcio del acero. En noviembre del mismo año volvió a formarse el cártel internacional del raíl, con los siguientes cupos: Gran Bretaña el 53,5%, Alemania el 28,83% y Bélgica el 17,67%. Más tarde se incorporó Francia con el 4,8%, 5,8% y 6,4% en el primero, segundo y tercer año respectivamente, sobre el 100%, es decir, calculando sobre un total del 104,8%, y así sucesivamente. En 1905 entró la estadounidense Steel Corporation; Se refiere a los landers alemanes. (N. del T.). después se sumaron Austria y España. “En el momento actual —decía Vogelstein en 1910—, el reparto del mundo está concluido y los grandes consumidores, en primer lugar los ferrocarriles del Estado, pueden vivir —dado que el mundo está ya repartido sin tener en cuenta sus intereses—, como el poeta, en los cielos de Júpiter”.73 Recordemos también el consorcio internacional del zinc, fundado en 1909, que hizo una distribución exacta del volumen de la producción entre cinco grupos de fábricas: alemanas, belgas, francesas, españolas y británicas; después, el trust internacional de la pólvora, esa “estrecha alianza, completamente moderna —en palabras de Liefmann—, de todas las fábricas alemanas de explosivos, que más tarde, unidas a las fábricas de dinamita francesas y estadounidenses, organizadas de un modo análogo, se han repartido, por así decirlo, el mundo entero”.74 Según Liefmann, en 1897 había cerca de 40 cárteles internacionales con participación alemana; en 1910 ya eran casi cien. Algunos escritores burgueses (a quienes ahora se les ha unido Kautsky, que ha traicionado completamente su postura marxista de, por ejemplo, 1909) han expresado la opinión de que los cárteles internacionales, siendo como son una de las expresiones más destacables de la internacionalización del capital, permiten abrigar la esperanza de una paz entre los pueblos bajo el capitalismo. Desde un punto de vista teórico, esta opinión es totalmente absurda, y desde un punto de vista práctico es sofista. Un medio de defensa poco honesto del oportunismo de la peor calaña. Los cárteles internacionales muestran hasta qué punto se han desarrollado los monopolios capitalistas y cuál es el objetivo de la lucha entre las distintas asociaciones capitalistas. Esta última circunstancia es la más importante, ella sola nos muestra el sentido histórico-económico de lo que está ocurriendo, pues las formas de la lucha pueden cambiar y cambian constantemente dependiendo de diferentes causas relativamente específicas y pasajeras, pero el fondo de la lucha, su contenido de clase, no puede cambiar mientras existan las clases. Se comprende que los intereses de, por ejemplo, la burguesía alemana, a cuyo bando se ha pasado Kautsky en sus razonamientos teóricos (como veremos

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