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La naturaleza es el gran depósito de los símbolos. Los elementos de los diferentes órdenes naturales son los árboles de este bosque de símbolos. Mi...

La naturaleza es el gran depósito de los símbolos. Los elementos de los diferentes órdenes naturales son los árboles de este bosque de símbolos. Minerales, vegetales y animales son todos simbólicos, aunque la tradición se contente con señalar tan sólo algunos. Entre los minerales, las piedras preciosas, que despiertan la sensibilidad al color y evocan los mitos de riqueza; entre los vegetales, las plantas y las flores citadas en la Biblia; entre los animales, las bestias exóticas, legendarias y monstruosas que halagan el gusto en la interpretación de la misma arquitectura religiosa. Honorio de Autun nos ha explicado el sentido de los dos tipos principales de plantas de iglesia. En los dos casos —la planta redonda y la planta en cruz— se trata de una imagen de la perfección. Que la iglesia redonda sea la imagen de la perfección circular es algo que se entiende sin dificultad. Pero hay que observar que la planta en cruz no es sólo la figuración de la crucifixión de Cristo. Es, sobre todo, la forma ad quadratum, basada en el cuadrado que representa los cuatro puntos cardinales y resume el universo. En ambos casos la iglesia es un microcosmos. Entre los aspectos más esenciales del simbolismo medieval, el de los números desempeñó un papel capital: como estructura del pensamiento, fue uno de los principios directores de la arquitectura. La belleza procede de la proporción, de la armonía, de ahí la preeminencia de la música como ciencia del número. «Conocer la música, dice Thomas de York, es conocer el orden de todas las cosas.» El arquitecto, según Guillermo de Passavant, obispo de Mans desde 1145 a 1187, es un «compositor». Salomón dijo al Señor: Omnia in mensura et numero et pondere disposuisti (Sabiduría, 11,21) («Todo lo has dispuesto según la medida, el número y el peso»). El número es la medida de las cosas. Como la palabra, el número encadena a la realidad. «Crear los números, dice Thierry de Chartres, es crear las cosas.» Y el arte, que es la imitación de la naturaleza y de la creación, debe tomar el número como regla. En Cluny, el inspirador de la gran iglesia del abad Hugo, comenzada en el 1088 (Cluny III), el monje Gunzo, al que una miniatura nos muestra viendo en sueños cómo los santos Pablo, Pedro y Esteban le trazaban con cuerdas el plano de la futura iglesia, es un músico reputado, psalmista praecipuus. El número simbólico que habría resumido en Cluny todos los simbolismos numéricos empleados en la construcción del edificio es el 153, el número de peces de la pesca milagrosa. Algunos tratados inéditos del siglo XII muestran que el simbolismo de los números conoció en la época románica una boga mayor de lo que se piensa. Victorinos y cistercienses descuellan en este juego que se toman muy en serio. En un tratado editado en la Patrología latina, Hugo de San Víctor, al exponer los datos numéricos simbólicos según las Escrituras, explica el significado de las desigualdades entre los números. Véase partiendo de los de los siete días del Génesis (o más bien de los seis días en que Dios actuó: Hexaemeron): 7>6 es el reposo tras el trabajo, 8>7 es la eternidad tras la vida terrestre (se vuelve a encontrar el 8 en el octógono de Aquisgrán, de san Vitale de Rávena, del Santo Sepulcro, de la Jerusalén celeste); o bien a partir de 10, que es la imagen de la perfección, 9<10 es la falta de perfección y ll>10 la desmesura. El cisterciense Eudes de Morímond, muerto en 1161, reanuda en sus Analytica numerorum las especulaciones numéricas de san Jerónimo. Este, en su libelo contra Joviniano, opúsculo en favor de la virginidad que tendrá un gran éxito en el siglo XII, «siglo antimatrimonial» (quizá como remedio al crecimiento demográfico), explica el simbolismo de las cifras 30, 60 y 100 aplicadas a los estados del matrimonio, la viudez y la virginidad. Para representar el 30, los extremos del pulgar y del índice se juntan suavemente, es el matrimonio. Para figurar el 60, el pulgar está inclinado y como sometido al índice que le rodea, es la imagen de la viuda cuya continencia reprime el recuerdo de las voluptuosidades pasadas o que se curva bajo su velo. Finalmente, para formar el 100, los dedos representan una corona virginal. Sobre esta pendiente, Eudes de Morimond expone el simbolismo de los dedos. El auricular o meñique, que prepara los oídos para escuchar, simboliza la fe y la buena voluntad; el anular, la penitencia; el medio o corazón, la caridad; el índice, la razón demostrativa; el pulgar, la divinidad. Evidentemente, todo esto sólo se comprende si se piensa que las gentes de la Edad Media calculaban con los dedos y que el cálculo digital era la base de esas interpretaciones simbólicas, lo mismo que las proporciones quedaban determinadas por medidas «naturales»: longitud del paso o del antebrazo, el palmo, la superficie labrada en una jornada, etc. Las más altas especulaciones quedaban vinculadas a los gestos más humildes. A través de estos ejemplos se aprecia que resulta difícil distinguir en el bagaje mental del hombre medieval lo abstracto de lo concreto. Claude Lévi-Straus ha rechazado con justicia la «pretendida ineptitud de los

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LA_CIVILIZACION_DEL_OCCIDENTE_MEDIEVAL_4
342 pag.

Cultura e Civilizacao Espanhola I Unidad Central Del Valle Del CaucaUnidad Central Del Valle Del Cauca

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