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Contribución a la comprensión de la alimentación infantil Introducción Los primeros años de la vida resultan cruciales para el desarrollo humano en...

Contribución a la comprensión de la alimentación infantil Introducción Los primeros años de la vida resultan cruciales para el desarrollo humano en múltiples dimensiones; entre ellas, la alimentación y nutrición constituyen procesos de vital importancia en los que intervienen desde las instituciones y servicios de salud y el mercado de alimentos infantiles, hasta las prácticas socioculturales de crianza. La alimentación es uno de los pilares de la reproducción cotidiana de la especie humana, ya que los bebés son crías que dependen de los adultos para sobrevivir. Para asumir esta tarea, con fundamento en las bases biológicas de engendrar, parir y amamantar, se ha asignado a las mujeres el papel de construir al nuevo ser, es decir, de convertirlo en persona (Sánchez-Bringas 2003) mediante sus cuidados, atenciones y alimentación. Por ello, las mujeres conforman un grupo social especializado en constituir a los nuevos integrantes de la sociedad, con la puesta en práctica de experiencias acumuladas en largos procesos sociales y culturales. Esta labor, denominada maternidad, ha sido estudiada, entre otras razones, para preguntarse si está determinada por aspectos biofisiológicos (instintivos) o por un aprendizaje práctico (cultural) (Chodorow 1974, Badinter 1985, Gilligan 1985, Valdés et al. 1998). Aunque la polémica no se agota, las ciencias sociales actuales reconocen la complejidad cultural de la maternidad y sus experiencias concretas como heterogéneas e históricamente determinadas. Este documento no pretende polemizar en torno a esos conceptos; sin embargo, se reconoce que la maternidad representa una institución, en el sentido de que establece mandatos acerca de cómo debe actuar una “buena madre”, así como las sanciones que acarrea no hacerlo de esa manera. La crianza, que se refiere a la serie de prácticas cotidianas para realizar el trabajo de la maternidad –entre las cuales se encuentra la alimentación de los bebés–, se ejerce en un marco social en el que las diferencias entre hombres y mujeres se toman como si se derivaran de diferencias biológicas, es decir, la asignación de la responsabilidad social de alimentar a los bebés se establece como si la única forma de hacerlo fuera la lactancia materna y, por tanto, la potencialidad biológica del cuerpo de las mujeres de producir alimento para las crías significara el fundamento de todas las tareas relativas a la alimentación. La alimentación infantil no es sencilla de operativizar ya que se sustenta en procesos biológicos moldeados de forma invariable por la cultura. En este texto se formula una propuesta conceptual y operacional que la reconoce como proceso dinámico, del cual forma parte la lactancia materna, no sólo la producción de leche humana. Asimismo, pone en contexto a la alimentación como parte de prácticas sociales ubicadas dentro de las relaciones de género y sus significados culturales. La propuesta contempla las categorías de instalación de la lactancia materna exclusiva (periodo para lograr el equilibrio entre producción y demanda de leche), modalidad (proporción de leche humana en la alimentación infantil) y duración (periodo de alimentación con leche humana). Cada una de estas categorías se formula mediante indicadores y se enumeran sus factores asociados, aunque su operativización será tema de un próximo trabajo. Los procesos de alimentación infantil (con lactancia materna o sin ella) ocurren en un escenario de mandatos específicos para el desempeño femenino –en particular, por cierta imagen corporal (Van-Esterik 2002)– y en los que la lactancia suele considerarse un símbolo de la maternidad (Guttman y Zimmerman 2000) o motivo de censura el hacerlo en público (Losch et al. 1995, Baldwin 1999, Guttman y Zimmerman 2000). Esto pone en evidencia los valores y las prácticas sociales imperantes respecto de la sexualidad y la corporeidad, por el potencial contacto íntimo entre las mujeres y los bebés (Van-Esterik 2002). En la actualidad existe un discurso regulador de la alimentación infantil con fundamento en esas atribuciones de género para reproducir la carga simbólica de la maternidad: una buena madre es quien alimenta y nutre de buena manera a sus hijos, quien desea y pone en práctica lo mejor para ellos, cuyo accionar moral estaría motivado por el afecto, la cercanía y la responsabilidad que conforma una ética del cuidado o pensamiento maternalista (Gilligan 1982). Sin embargo, estas regulaciones sociales derivan en tensiones en la práctica cotidiana de las mujeres y las familias; existen, por tanto, múltiples prácticas de crianza, con modalidades diversas de alimentación infantil, en las que puede o no puede estar contenida la lactancia materna. Medicalización de la alimentación infantil Durante el siglo xx, el tema de la alimentación infantil se convirtió en interés prioritario de la naciente puericultura (hasta las décadas de los veinte o treinta) y la fortalecida pediatría (en especial a partir de los cuarenta), para establecer los criterios clínicos referidos a lo que la población infantil debe o no debe comer y cuándo (Boltanski 1974, Allué 2000, Esteban 2000). De esta forma, se produce y perfecciona el proceso conocido como medicalización, que se refiere a la irrupción de la biomedicina en ámbitos socioculturales y técnicos que antes no constituían su espacio de acción. Una irrupción no exenta de contradicciones y ambivalencias, pero legitimada socialmente (Filc 2004). Este proceso se constata también en la alimentación y la nutrición, donde se prescribe un modelo alimentario respaldado por la ciencia y el saber médico, frente al cual se contrastan las prácticas alimentarias de la población para juzgarlas. Como parte de este proceso, hacia la segunda mitad de los años ochenta, la más importante institución internacional dedicada a la infancia –el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef)– estableció la estrategia mundial Una revolución en marcha (Unicef 1985), en respuesta a la preocupante situación de la mortalidad y el avance de enfermedades prevenibles en este grupo de población. La estrategia contempló campañas intensivas de vigilancia del crecimiento infantil, vacunación, terapia de rehidratación oral y fomento de la lactancia materna. Estas acciones se llevarían a cabo mediante la educación para la salud en las comunidades y estarían dirigidas a las madres por su papel relevante en las decisiones acerca del estado de salud de sus hijos, con énfasis en las familias más que en los servicios de salud. Desde su nacimiento, en 1948, el sistema Organización Mundial de la Salud-Unicef-Organización Panamericana para la Salud desempeña una labor clave a través del establecimiento de recomendaciones generales a partir de los avances del saber médico-pediátrico; los gobiernos locales tienen la responsabilidad de tomarlas en cuenta y pueden disponer de recursos específicos para ponerlas en marcha. De 1985 en adelante, en particular, se han revisado y actualizado de forma periódica las recomendaciones respecto de la alimentación infantil sustentadas en las conclusiones de grupos expertos. La más reciente actualización se efectuó en marzo de 2001, cuando la Organización Mundial de la Salud estableció que los infantes fueran alimentados con leche humana exclusiva hasta los seis meses de edad (Linkages 2000), con el argumento de que, desde el punto de vista nutricio, la lactancia materna exclusiva cubre todos los requerimientos del bebé durante las primeras 26 semanas de vida o seis meses de edad (Saadeh 1993); de esta etapa en adelante, en un proceso dinámico, temporal e inverso, la leche humana va disminuyendo de forma paulatina su participación en el aporte energético diario del bebé, hasta que los demás alimentos le proporcionan a éste toda la energía que requiere (Lawrence 1994). Sin embargo, este modelo de alimentación infantil ha coexistido durante décadas con otro esquema vinculado con la industria y el mercado, basado en la alimentación con fórmulas lácteas (sucedáneos de leche humana) en biberones: para los bebés menores de seis meses de edad se dispone de fórmulas de inicio y alimentos comerciales de

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Antropologia e Nutrição
288 pag.

Antropologia da Nutrição Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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