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El estudio del diálogo literario, narrativo y dramático principal­mente, muestra que un fenómeno localizado en el discurso puede remitir a concepci...

El estudio del diálogo literario, narrativo y dramático principal­mente, muestra que un fenómeno localizado en el discurso puede remitir a concepciones generales de la persona, de las relaciones sociales, de los presupuestos y conceptos de la ciencia cultural, y que los cambios de formas reproducen homológicamente cambios y evoluciones de los sistemas culturales que integran el sistema lin­güístico y el literario. El mundo de hoy está necesitado de diálogo efectivo entre tan­tos anuncios de diálogo norte-sur, diálogo este-oeste, diálogos so­ciales de apertura y disposición para todo, etc., que aparecen de modo casi obsesivo en los medios de comunicación. Basta abrir cualquier periódico para encontrar el término «diálogo» repetido una y otra vez en propuestas, rupturas, consejos, etc. La creación literaria acoge los intereses y temas de la sociedad, no sólo en la forma directa en que señaló una sociocrítica ingenua, sino en las formas, cuya lectura no es, a veces, inmediata. Se ha suscitado así un gran interés por el diálogo y sus formas y también por precisar y conocer las situaciones previas y concomi­tantes que permiten asegurar el comienzo, desarrollo y final del diálogo: los preludios, las condiciones, las implicaciones conversa­cionales, los tiempos y espacios adecuados, los interlocutores, los temas, etc. El diálogo efectivo, en su aspecto verbal, resulta ser el fin de un proceso muy complejo que tiene su inicio en el establecimiento de unas condiciones que se refieren al dónde, cómo y cuándo, y también de qué se puede, se debe o se sabe hablar (aspecto pragmá­tico); igualmente entra en el proceso de diálogo la interpretación de las formas y del sentido que puede tener. Los preparativos para un diálogo, de carácter social, político o científico, se extienden a todos los aspectos que pueden garantizar su efectividad y a preve­nir todos los inconvenientes que pueden hacerlo fracasar. Las con­diciones pragmáticas del diálogo resultan tan decisivas —de ahí su interés— como el tema y las formas o el fin que se busca con el diálogo. Es preciso analizar hasta los imponderables y las variantes y alternativas para recomponer el intercambio verbal, si alguna de ellas falla. Cuando se trata de un diálogo literario hay que añadir a todos estos aspectos la posible experimentación de formas nue­vas, más allá de la efectividad, para la expresión más intensa o la comunicación más consonante con otros valores literarios. El uso frecuente y diversificado del diálogo, tanto en el lenguaje estándar utilizado socialmente, como en el discurso literario, remite a una situación nueva, a una actitud ideológica abierta, más o me­nos definida o intuida en la sociedad y cultura actuales. De ningún años a todos los aspectos del diálogo y de la llamada «lógica conversacional» (o «erotética», según Zuber). Podemos observar que la atención al diálogo y a la conversación se inicia en dos ámbitos de investiga­ción bastante alejados entre sí y posteriormente influye en otros, a veces en forma directa, otras veces de un modo indirecto al pro­porcionar presupuestos, descripciones o tesis que resultan válidos ínter disciplinarmente. Históricamente el análisis conversacional surge en Estados Uni­dos al proyectar sobre los usos lingüísticos las teorías de la «inte­racción social», y así lo afirma Sacks: no ha sido el interés por el lenguaje lo que me llevó a los análisis de la conversación, sino el hecho de que podía revisar las conver­saciones una y otra vez (1974). La posibilidad de analizar acciones y reacciones sociales sobre los comportamientos lingüísticos de los sujetos en una conversación o en un diálogo, ofrecía un amplio material de estudio a la sociología. En Francia se inicia el estudio de la conversación y del diálogo como una parte del análisis del discurso. De un interés casi exclusi­vo por el monólogo escrito, se pasa progresivamente a un interés por las realizaciones orales de la lengua, entre las que el diálogo ocupa un lugar central. Jakobson había advertido, ya en 1952, que la realidad que debía interesar al lingüista era la interlocución, co­mo forma de uso más frecuente. El grupo de la Universidad de Lyon que bajo el significativo título Décrire la conversation (P. U. L., 1987) publica sus análisis directos del habla, ha recibido ataques de estructuralistas, como N. Ruwet por ejemplo, que si­guen creyendo en la necesidad de orientar las investigaciones lin­güísticas hacia lo sistemático y, por tanto, de limitarse a la «len­gua» dejando el «habla» como realización inadecuada para ser «ob­jeto científico». Kerbrat-Orecchioni rechaza las objeciones que se aducen contra el estudio del habla en el prólogo que pone al libro citado. Los modos de considerar los objetos de estudio han cambia­do sustancialmente en la pragmática en relación al estructuralismo y lo mismo podemos decir de los métodos y de las posibilidades de argumentación. Si la epistemología cultural propone la necesidad de fijar los objetos de estudio para darles un valor general y permitir así el paso de los enunciados individuales a la formulación de leyes gene­rales, la lingüística tenderá a orientar sus análisis hacia lo sistemáti­co de la lengua, dejando en un segundo plano las realizaciones cir­cunstanciales del habla. Si la epistemología cultural reclama una atención preferente a «lo dado», la lingüística tomará como objeto central de sus estudios al habla, a los usos, al texto. Con frecuencia se producen en la lingüística, y en todas las cien­cias humanas, cambios en la orientación metodológica y desplaza­mientos del interés de unos aspectos del sistema verbal a otros, de unos temas a otros, que no suelen ser debidos a un replanteamiento interno de la investigación y sus posibilidades, sino ecos de nuevas orientaciones en el método y los presupuestos generales de la inves­tigación cultural. Es posible que en la ciencia del lenguaje se advier­tan tales cambios de un modo más patente, pero es seguro que afectan a todas las ciencias cuyos objetos, total o parcialmente, tienen que ver con el lenguaje, como ocurre con la teoría de la literatura, la estética literaria, la hermenéutica, la semiología, etc. El primero de los campos donde se inicia el interés por el diálo­go (y no nos referimos a la cronología) es el epistemológico, es decir, el de la teoría del conocimiento. Esta disciplina atiende al diálogo a propósito de los problemas que plantea la posibilidad y la justificación filosófica de un conocimiento objetivo de la reali­dad. La relación del sujeto de conocimiento con los objetos del conocimiento se manifiesta a través de la palabra. El conocimiento es siempre el resultado de una actividad de un sujeto y, si no tiene otra dimensión, es preciso reconocer el subjetivismo de todo cono­cimiento y negar la posibilidad de alcanzar la objetividad. Si pre­tendemos mantener que el conocimiento es una actividad de los sujetos y a la vez tiene que alcanzar una extensión general, es decir, llegar a ser conocimiento objetivo válido para todos los sujetos, se acude a la verificación, hecha por cualquiera, de modo que si el objeto responde a lo que se presenta como conocimiento sobre él, entonces puede considerarse como de valor general. Pero la veri­ficación es también subjetiva, es decir, hecha por un sujeto, y la formulación en signos de cualquier tipo de conocimiento es tam­bién subjetiva, pues es un acto de habla. La idea de la justificación objetiva del conocimiento es hoy una preocupación constante en el pensamiento epistemológico y ha repercutido en la teoría literaria intensamente, como veremos, tanto en lo que se refiere a la posibi­lidad de construir a los personajes en su dimensión interna y exter­na, como en lo que se refiere a la unidad de la acción, que se entresaca del caos de la realidad. Se ha hablado de sujetos coinci­dentes en conocimientos, de intersubjetividad, como una especie de puente entre lo subjetivo y lo objetivo; se ha aludido al llamado sujeto «puro» o transcendental, en evidente relación con el Lector Modelo o el Archilector; se ha intentado desplazar el enfrentamien­to Yo-Tú, por la relación comprensiva «otros yo», o el «yo ajeno». Y, como es de prever, todas estas relaciones descansan en las tesis que sobre el diálogo se van sucediendo. La generalidad del conocimiento se enfrenta con la actividad individual de que parte y es el problema central de la epistemología siempre. Antes se planteaba a propósito del objeto (objetos natura­les: leyes nomotéticas porque la verificación lo permitía así / obje­tos culturales: leyes idiográficas, o particulares, Rickert, 1922).

Esta pregunta también está en el material:

O Diálogo na Sociedade Atual
356 pag.

Literário Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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