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A lo largo de todo el período, con gran incidencia de la circulación internacional, se percibe con diferencias importantes en sus modos, actores y ...

A lo largo de todo el período, con gran incidencia de la circulación internacional, se percibe con diferencias importantes en sus modos, actores y fuerza enunciativa, el convencimiento a través de variadas argumentaciones de que el Curso/ISEF debía tener un carácter universitario. En los diversos tipos de propuestas de transformación que nunca se llegaron a concretar, se presentaron con matices, articulaciones entre una discursividad normalista y una universitaria. Las propuestas que pretendían darle un carácter universitario fueron presentadas en forma aislada, a través de empujes puntuales, sin un proyecto fundamentado que las sostuviera en el tiempo, con un carácter más tenue y aislado en el período 1948-1959 y en forma más acentuada y combativa en la década de 1960 y liderada por el actor estudiantil. En la década de 1950 se pueden establecer los siguientes hechos significativos que muestran este anhelo en forma de tensiones y préstamos entre normalismo y universidad, y entre lo profesional y lo académico: 1. El informe de las autoridades de la CNEF al regreso de la Lingiada, que propone destinar presupuesto específico para la investigación en el Curso de formación de profesores, aumento salarial equiparado con las restantes carreras docentes y un ambicioso proyecto edilicio aprobado en los meses siguientes por la CNEF con internado estudiantil y laboratorios de investigación en el área de las ciencias biológicas y otros más cercanos al desarrollo de análisis médicos y del ámbito profesional de la medicina y sus profesiones auxiliares. 2. La firme convicción de los docentes congregados en el Seminario por el nuevo plan de estudios en enero de 1956, de que el ISEF debía poseer un carácter universitario 3. La primera huelga estudiantil del año 1958 en el contexto de promulgación de la nueva Ley Orgánica de la Universidad 4. En forma sostenida en el tiempo en esta década se impulsó la investigación en el campo de la educación física a través de dos acciones principales: el otorgamiento de becas para estudios en el exterior, la mayoría de quienes accedían a su regreso formaron parte del cuerpo docente de ISEF, y la inclusión de una sección científica en la revista oficial de la CNEF, que tenía como cometido explícito el desarrollo y estímulo a la investigación, y donde la mayoría de los artículos nacionales eran escritos por docentes de ISEF. En estos cuatro puntos confluyen aspectos, por un lado, normalistas, en la identificación del profesor de educación física con las restantes carreras de formación docente, y en las fundamentaciones de los beneficios del internado en el logro de una mejor y más regulada normalización de los cuerpos y de la población estudiantil; y, por el otro, universitarios, en la jerarquía otorgada al nuevo edificio en términos del desarrollo de la producción de conocimiento a través de la estructuración de la edificación en departamentos académicos y la construcción de laboratorios de investigación y de servicios de ejercicio profesional, donde se mezclaba fuertemente el campo médico de la fisioterapia, la nutrición, entre otras, con el campo de la educación física. En estas propuestas, a su vez, se yuxtaponían aspectos profesionalistas cercanos al ámbito de la medicina con algunos primeros indicios de desarrollo de la investigación mostrando en forma más que tenue la tensión entre lo profesional y lo académico. A diferencia de la década de 1950, donde se proponía una formación universitaria, en los 60 se proponía el pasaje a la Universidad. Este también se realizaba desde la articulación de un componente típicamente normalista y uno universitario, el primero centrado en el convencimiento en el carácter educativo de la carrera y el segundo en el ejercicio del cogobierno, en la participación de los tres órdenes (estudiantes, docentes y egresados) y en el ejercicio de las tres funciones universitarias. Esto se vio propiciado y se pudo instalar gracias a un contexto nacional e internacional propicio, entre los factores más importantes, destacamos: la promulgación de la ley orgánica de la Universidad, políticas desarrollistas impulsadas por la CIDE y el Plan Maggiolo de una universidad pedagógica; en las dos últimas se promovía dotar de carácter universitario a la formación de docentes así como la integración de las funciones universitarias en su formación. Esto se unía a un contexto internacional de experiencias favorables que apostaban a una formación universitaria de la educación física (como en Chile y Argentina, entre las más cercanas). Todo esto repercutió e impactó en los distintos actores del campo de la educación física, unido a una difícil situación económica y de debilidad en la conducción política que atravesaba la CNEF y el ISEF. Esto afectó y se pudo constatar a nivel de diversas proclamas, discursos, cartas y exigencias a lo largo de la década que bregaban por el pasaje a la Udelar, tanto de docentes, egresados y estudiantes, pero fueron fundamentalmente estos últimos, formando parte del movimiento estudiantil uruguayo e internacional y en forma militante, los que sostuvieron un proyecto combativo e insistente, trasmitido de generación a generación sobre la importancia de pasar a la Universidad a través de tres ideas nucleadas en torno a la discursividad universitaria: el ejercicio del cogobierno, la autonomía del poder político de turno de la CNEF, y el desarrollo de la investigación. Esto se combinaba y potenciaba con una discursividad normalista: el sentirse fundamentalmente parte de un proyecto educativo nacional de formación de docentes que debía plasmarse en un proyecto mancomunado de una facultad pedagógica. Había una firme convicción, al igual que en el Plan Maggiolo, en no oponer normalismo en forma despectiva a lo universitario, sino desear para la formación de los docentes el mejor de los niveles académicos en una única institución en la que se formaran en forma dialéctica los investigadores con los docentes, la investigación con la enseñanza. Los estudiantes de ISEF, como parte del cambio radical de la generación del 60 en relación a las “culturas políticas” y a sus estilos generales de vida (Barrán; Caetano; Porzecanski, 2004), se movilizaron para obtener cambios en su formación a través del ejercicio de la militancia. Quizás podamos decir que fue recién en esta década cuando emergió en el ISEF el sujeto estudiantil, con voz y expresión propia, liderando el mayor de los bastiones de lucha, el pasaje a la Udelar, acoplándose con los docentes de ISEF en una mejor formación académica, con prácticas de investigación y un buen nivel pedagógico y filosófico, pero diferenciándose de ellos y uniéndose con los egresados agremiados en la exigencia de la autonomía del poder político y el ejercicio del cogobierno. De este modo el sujeto político estudiantil a través de una “contrasociedad militante” (Real de Azúa, 1988) anudaba una discursividad universitaria con el discurso pastoral de la discursividad normalista. La articulación de la militancia con los valores pastorales del educador encontrados a lo largo de la revista El HAZ se hizo terreno fértil en una profesión imbuida de aspectos normalistas como lo era la educación física en ese momento. La potencia enunciativa del epígrafe (“haz de luz de inteligencias que alumbra las verdades. Haz de voluntades, fuego que forja el porvenir”) evocando, por un lado, la inteligencia y por el otro, la voluntad, cerrando con la metáfora del fuego, dando lugar a que el diario tuviera un papel privilegiado en la lucha, ejemplo a seguir y lugar donde se alumbraba el camino futuro de los estudiantes, condensaba elementos pastorales y políticos, y representaba un gran poder performativo que investía afectivamente e interpelaba al sujeto estudiantil. A diferencia de la posición estudiantil y de los egresados, los docentes de ISEF imbuidos por el langladismo, mostraron trazos de una discursividad universitaria armonizadora del ternario (Behares, 2011). Denunciaron la crítica situación de la educación física a las autoridades de ISEF, procuraron el cambio radical de las políticas de formación y proponían que la docencia debía integrar las actividades de investigación, enseñanza y extensión. Consideraban que el pasaje a la Universidad debería articularse fundamentalmente con la Facultad de Medicina, en contrapos

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