Logo Studenta

entre las del cuerpo, de modo que en el momento de llegar a su punto culminante, toda la agudeza y lo que podríamos llamar la vigilancia del pensam...

entre las del cuerpo, de modo que en el momento de llegar a su punto culminante, toda la agudeza y lo que podríamos llamar la vigilancia del pensamiento quedan casi aniquiladas. La conclusión es fácil de deducir: «¿Qué amigo de la sabiduría y los goces santos [sapientiae sanctorumque gaudiorum] que lleve una vida conyugal no preferiría, si pudiera, engendrar hijos sin ese “deseo” [libido]?»[(2)]. La formulación es digna de nota. Sin duda, los «amigos de la sabiduría» que desearían estar libres de esta flaqueza y de tamaña violencia son tanto los paganos que procuraron practicar la virtud como los cristianos que buscan, además de la sabiduría de su fe, los goces celestiales. Agustín indica claramente que se refiere a una concepción secular que hace del acto sexual un hecho físico de efectos tan peligrosos, para el cuerpo y para el alma, que es deseable abstenerse de él tanto como sea posible. Acaso tenga en mente el texto del Hortensius, que por otra parte cita en el Contra Julianum(3): hacía del apetito natural que actúa en las relaciones sexuales una caracterización concordante con toda una tradición filosófico-médica: «Su género es el fuego vital; su especie, los movimientos genitales; su modo, la acción conyugal; su exceso, la intemperancia de la fornicación»[(7)]. Y a partir de ahí le resultaba fácil marcar la línea divisoria ética: por su género y su especie, ese apetito es la obra misma del «de esta necesidad», ya no pertenece a la razón, sino a la concupiscencia (libido)(8). Por tanto, cabe suponer que el mal comienza con el exceso; que antes de este límite todavía no hay libido y, entonces, que puede haber una naturalidad que, cuando no es excesiva, no es posible calificar de mala. En la elaboración que Agustín emprende a continuación, y sobre todo desde el periodo 412-413, su intención es escapar a la alternativa que los pelagianos intentan construir y, a la vez, liberarse de una ética del no exceso(9). Si el primer elemento de su iniciativa resulta a todas luces crucial para el desarrollo de la teología cristiana, el segundo es esencial en la historia de nuestra moral. Al situar la procreación conyugal en un lugar tan elevado en la Creación y entre los fines presentes del matrimonio, apartaba hasta cierto punto la relación sexual de la descalificación ético-religiosa de la impureza. Sin embargo, al desplazar la línea divisoria e inscribir cierta forma de mal en el acto sexual mismo, lo cargaba con una negatividad mucho más esencial que el simple límite exterior del exceso. La inmensa discusión que Agustín va a entablar con los pelagianos durante más de quince años nos introduce en un sistema de moral y en reglas de conducta para los que las dos grandes categorías fundamentales para la Antigüedad y el cristianismo primitivo –la impureza y el exceso– van no a desaparecer, por supuesto, sino a comenzar a perder una parte de su papel preponderante y organizador. Para escapar a la alternativa pelagiana o, en términos más generales, para deshacerse tanto de una descalificación global por la impureza como de una delimitación puramente exterior por el exceso, Agustín tuvo que realizar dos operaciones: definir dentro del acto sexual una línea divisoria anterior al exceso, que pudiese señalar el mal que le es inherente, pero definir también el mecanismo mediante el cual la caída había podido introducir esta disposición en una naturalidad del acto sexual que hasta entonces no la conocía. En suma, tuvo que determinar el acontecimiento metahistórico que modificó el acto sexual en su forma original, de modo tal que, en lo sucesivo, comportara necesariamente el mal que podemos constatar con los filósofos antiguos cuando observamos cómo se desenvuelve: encontrar lo que podríamos llamar la «libidinización» del sexo paradisíaco. También necesitó definir una teoría de la concupiscencia –de la libido– como elemento estructural interno del acto sexual tal como lo conocemos actualmente. Y a partir de ahí Agustín pudo esbozar una moral de la conducta sexual que ya no está polarizada por el tema de la virginidad y la continencia, sino centrada en el matrimonio y las relaciones obligatorias que este entraña; y esa moral, al articul

Esta pregunta también está en el material:

Historia Sexualidad IV Las confesiones de la carne
338 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

💡 1 Respuesta

User badge image

Ed IA de Studenta Verified user icon

Lo siento, parece que la pregunta está incompleta. Por favor, publique una nueva pregunta.

0
Dislike0

✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Otros materiales