Antes del cristianismo, la reciprocidad entre el pastor y el rebaño obedecía a un principio de causalidad global: gordura del rebaño, riqueza del p...
Antes del cristianismo, la reciprocidad entre el pastor y el rebaño obedecía a un principio de causalidad global: gordura del rebaño, riqueza del pastor; miseria del ganado, pobreza de su amo. En la forma cristiana del pastorado, la reciprocidad ya no es simplemente del orden de la causalidad sino de la identificación, y se establece además punto por punto: el sufrimiento de cada oveja es un dolor que siente el pastor, de la misma forma que sus progresos constituyen para él su propio perfeccionamiento. La compasión del pastor es una identidad inmediata: experimenta «en el fondo del corazón el desvalimiento de las almas débiles», y se regocija con «el adelanto de sus hermanos como si fuera propio».
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