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Salzburgo, en 1924, amplié mis primeras formulaciones respecto del significado terapéutico de la genitalidad, introduciendo el concepto de 'potenci...

Salzburgo, en 1924, amplié mis primeras formulaciones respecto del significado terapéutico de la genitalidad, introduciendo el concepto de 'potencia orgástica'. Mi trabajo versaba sobre dos hechos fundamentales: 1. La neurosis es la expresión de un trastorno de la genitalidad, y no sólo de la sexualidad en general. 2. La recaída en la neurosis después de la cura psicoanalítica puede prevenirse en la medida en que se asegura la satisfacción orgástica en el acto sexual. El trabajo fue un éxito. Abraham me felicitó por la satisfactoria formulación del factor económico de la neurosis. Para establecer la potencia orgástica en el paciente no bastaba liberar de las inhibiciones y represiones la excitación genital existente. La energía sexual está fijada en los síntomas. En consecuencia, cada disolución de un síntoma libera cierta cantidad de energía psíquica. En aquel tiempo, los conceptos de 'energía psíquica' y 'energía sexual' no eran de ningún modo idénticos. La cantidad de energía así liberada se transfería espontáneamente al sistema genital: la potencia mejoraba. Los pacientes se animaban a buscar una pareja, abandonaban la continencia, o el contacto sexual se transformaba en una experiencia más plena. Sin embargo, la esperanza de que la liberación de la energía respecto del síntoma condujera al establecimiento de la función orgástica, se cumplía en pocos casos. Un examen atento demostró que, evidentemente, sólo una cantidad insuficiente de energía era liberada respecto de los puntos de fijación neuróticos. Es cierto que los pacientes se desembarazaban de los síntomas, adquirían cierta capacidad de trabajo, pero con todo permanecían bloqueados. Así surgió de por sí la pregunta: ¿En qué otro sitio, fuera de los síntomas neuróticos, se encuentra fijada la energía sexual? La pregunta era nueva pero no trascendía del marco del psicoanálisis; por el contrario, sólo era una aplicación coherente de la metodología analítica acerca del síntoma. Al principio no pude encontrar la respuesta. Los problemas clínicos y terapéuticos no pueden resolverse meditando: su solución se encuentra en el curso de las tareas clínicas cotidianas. Esto parecería valer para cualquier índole de trabajo científico. Una formulación correcta de los problemas que se originan en la práctica conduce lógicamente a otros que poco a poco se condensan en un cuadro unitario del problema en su totalidad. La teoría psicoanalítica de las neurosis hacía parecer plausible la búsqueda de la energía faltante para el establecimiento de la potencia orgástica, en lo no-genital, o sea, en las actividades pregenitales infantiles y las fantasías. Si el interés sexual está dirigido en alto grado hacia la succión, el pegar, ser mimado, hábitos anales, etc., se resiente la capacidad de experiencia genital. Eso confirma la opinión de que los impulsos sexuales parciales no funcionan independientemente unos de otros, sino que forman una unidad —como un líquido en tubos comunicantes—. Sólo puede existir una energía sexual uniforme, que busca satisfacción en las diversas zonas erógenas, y ligada a diferentes ideas. Ese concepto contradecía ciertos puntos de vista que precisamente en esa época comenzaban a florecer. Ferenczi había publicado una teoría de la genitalidad, que sostenía que la función genital se componía de excitaciones pregenitales: anales, orales y agresivas. Tales criterios se oponían a mi experiencia clínica, pues yo hallaba que cualquier mezcla de excitación no-genital en el acto sexual o en la masturbación, reducía la potencia orgástica. Una mujer, por ejemplo, que inconscientemente iguala la vagina con el ano, puede tener miedo de que se le escape un flato durante la excitación sexual y avergonzarse. Tal actitud es susceptible de paralizar toda actividad vital normal. Un hombre, para quien el pene tenga el significado inconsciente de cuchillo, o sea, algo con que demostrar su potencia, es incapaz de una entrega completa durante el acto. Helene Deutsch publicó un libro sobre las funciones sexuales femeninas en el cual sostenía que para la mujer la culminación de la satisfacción sexual estaba en el parto. Según ella, no había excitación vaginal primaria, sino sólo una mezcla de excitaciones que se habían desplazado de la boca y el ano a la vagina. Otto Rank, casi al mismo tiempo, publicó su libro, El trauma del nacimiento, en el que afirmaba que el acto sexual correspondía a un 'retorno al útero'. Yo mantenía muy buenas relaciones con todos esos analistas y estimaba sus opiniones, pero mi experiencia y mis conceptos se hallaban en franco conflicto con los suyos. Gradualmente fue haciéndose evidente que es un error fundamental intentar una interpretación psicológica del acto sexual, atribuirle un significado psíquico como si fuera un síntoma neurótico. Pero era precisamente eso lo que los psicoanalistas hacían. Por el contrario, toda idea surgida durante el acto sexual tiene por único efecto estorbar la absorción total en la excitación. Más aún, las interpretaciones psicológicas de la genitalidad constituyen una negación de la genitalidad como función biológica. Al integrar la genitalidad con excitaciones no-genitales, se niega su existencia. La función del orgasmo, sin embargo, había revelado la diferencia cualitativa entre la genitalidad y la pregenitalidad. Sólo el aparato genital puede proporcionar el orgasmo y descargar completamente la energía sexual. La pregenitalidad, por otra parte, sólo puede aumentar las tensiones vegetativas. Inmediatamente se comprende la honda grieta que así se abría en los conceptos psicoanalíticos. Las conclusiones terapéuticas que dimanaban de esos conceptos opuestos eran incompatibles. Si, por una parte, la excitación genital no es nada más que una mezcla de excitaciones no-genitales, la tarea terapéutica consistiría en desplazar el erotismo anal u oral al aparato genital. Si, por otra parte, mis puntos de vista eran correctos, la excitación genital debía ser liberada de su mezcla con las excitaciones pre-genitales y, por decir así, 'cristalizada'. Los escritos de Freud no proporcionaban clave alguna para la solución del problema. Él creía que el desarrollo libidinal del niño progresa de la fase oral a la anal y de allí a la fálica. La fase fálica se atribuyó a ambos sexos; el erotismo fálico de la niña se manifestaba en el clítoris, y el del niño en el pene. Sólo en la pubertad* decía Freud, todas las excitaciones sexuales infantiles se sometían a la 'primacía de lo genital'. Lo genital 'pórtese ahora al servicio de la procreación'. Durante los primeros años no me di cuenta que esa formulación involucraba la antigua identificación de la genitalidad con la procreación, de acuerdo con la cual el placer sexual era considerado una función de la procreación. Ese descuido me fue señalado por un psicoanalista de Berlín en un momento en que la grieta era ya evidente. Mi conexión con la Asociación Psicoanalítica Internacional había sido posible a pesar de mi teoría de la genitalidad porque yo seguía refiriéndome a Freud. Al obrar así cometí una injusticia para con mi propia teoría y dificulté a mis colaboradores la separación del organismo psicoanalítico. Hoy tales opiniones parecen imposibles. Sólo puedo maravillarme del ahínco con que se discutía entonces el problema de si había o no una función genital primaria. Nadie sospechaba el fundamento social de semejante ingenuidad científica. El desarrollo ulterior de la teoría de la genitalidad lo hizo evidente. 2. ECONOMÍA SEXUAL DE LA ANGUSTIA Las acerbas discrepancias que hicieron su aparición en la teoría psicoanalítica después de 1922, pueden también ser presentadas en los términos del problema central de la angustia. El concepto original de Freud era el siguiente: Si la excitación somática sexual no es percibida ni descargada, se convierte en angustia. De qué manera ocurría tal 'conversión', nadie lo sabía. Como mi problema terapéutico había sido siempre el liberar la energía sexual de sus fijaciones neuróticas, ese problema exigía una explicación. La angustia estásica (Stauungsangst) era excitación sexual no descargada. Para poder transformarla de nuevo en excitación sexual, era necesario conocer cómo se había operado la primera conversión en angustia. En 1924 traté en la clínica psicoanalítica a dos mujeres que sufrían de neurosis cardiaca. En ellas, cada vez que se manifestaba una excitación genital, disminuía la angustia cardiaca. En uno de los casos cabía observar durante semanas la alternancia entre la angustia cardiaca y la excitación genital. Cada inhibición de la excitación vaginal tenía por efecto inmediato opresión y angustia 'en la región del corazón'. Esta observación confirmaba

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La funcion del orgasmo
382 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

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