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Estas ideas lo encontramos en el siguiente texto, La educación moral como formación de hábitos virtuosos se orienta prioritaria, aunque no exclusiv...

Estas ideas lo encontramos en el siguiente texto, La educación moral como formación de hábitos virtuosos se orienta prioritaria, aunque no exclusivamente, hacia las vertientes comportamentales de lo moral. Se trata de propiciar la adquisición de disposiciones conductuales que puedan ser consideradas como virtuosas, es decir, que expresen valores socialmente arraigados y propios de una comunidad humana, o bien que expresen los valores que conducen hacia la felicidad que puede esperar cada ser humano (Puig, 1995, p. 110). El llamado a una responsabilidad colectiva viene también de la propia realidad social que nos invita a pensar estrategias de cambio de los valores humanos en general y principalmente los relacionados al vínculo entre las personas. En ese vínculo entre personas tiene una importante relevancia la labor que llevan a cabo las personas que participan de los espacios de organizaciones sociales, ya que son ellas uno de los principales agentes que transmiten los valores de solidaridad y respeto en la comunidad. Y las reflexiones del presente texto buscan ser una aportación a la construcción de las organizaciones sociales. Consideramos que generar espacios de reflexión y formación continuada para estos agentes, y que a partir de su práctica puedan diseñar nuevas vías de intervención educativa, desembocará en beneficio de la sociedad en general. Creemos que el salto más importante y quizás urgente que tenemos que dar para el reconocimiento del Otro/a es pasar del ver, del observar pasivamente, a vivenciar profundamente lo que podríamos llamar el sentido de humanidad. Que nuestros actos de empatía no queden solo en una respuesta rápida o eficaz sino acercarnos a la vivencia del encuentro con el otro. Solo desde la vivencia, de la convivencia de humanidad es posible aplacar la objetivización, la negación o invisibilización del Otro/a. Entendemos que la vida que habita en el ser humano es la que nos hace dignos, son las manifestaciones de vida en cada persona las que le brindan el valor. Consideramos que es a ella –la vida– a la cual debemos remitirnos para que despierte en nosotros el respeto, podríamos decir la admiración o la fascinación por la condición humana. Consideramos que de esa fuerza de la vida del ser humano se debería hacer pedagogía –como creemos se está haciendo– para desarrollar lo máximo posible las sensibilidades para ese reconocimiento vital del otro/a. Y a partir de ahí, de esa vivencia, de ese sentir al otro, construir todas las respuesta de acogida a quienes demandan nuestra atención. Pensamos que la atención al Otro/a no es una cuestión sólo de eficacia ni de técnica, sino que es ante todo una cuestión de dignidad, de ética, de respeto por la vida. Creemos que las organizaciones sociales, sus miembros, han apostado siempre por el lado humano de la sociedad como punto de partida de sus acciones. Y esa experiencia vital, podríamos decir esa vivencia personal y profunda, es la que debe seguir orientando el trabajo y el acercamiento a las personas en el servicio social. Pensamos que una vez que podamos crecer más educativamente en reconocer la dignidad y apreciar la vida de la personas podremos ser capaces de transformar la humanidad. Pensamos que con esta clave podremos ser capaces de cuidar con mayor plenitud de los Otros. Suponemos que tanta ideología individualista y materialista promovida en la actualidad nos ha hecho olvidar esta sabiduría que quizás ya tenían nuestros antepasados. Respetar la vida de las personas y de la naturaleza podría ser otro punto de partida para construir la sociedad de igualdad de oportunidades y democrática a la cual aspiramos. Traemos una cita de Hannah Arendt (2015) que consideramos refuerza las reflexiones sobre el valor que tiene la vida, el valor que tienen las personas, Esta simple existencia, es decir, todo lo que nos es misteriosamente otorgado por el nacimiento y que incluye la forma de nuestros cuerpos y el talento de nuestras mentes, sólo puede ser tratado adecuadamente a través de los imprevisibles azares de la amistad y de la simpatía, o de la enorme e incalculable gracia del amor, como dijo Agustín: Volo ut sis («Quiero que seas”), sin ser capaz de dar una razón particular para semejante afirmación suprema e insuperable (Arendt, 2015, p. 425). A partir de estas reflexiones que nos brindan los diferentes pensadores en torno al valor de la vida de los seres humanos, como hemos dicho más arriba, creemos que podemos construir y extender mucho más los actos de reconocimiento desde la educación. En este sentido, los procesos educativos son el medio que nos permite llegar a la mayor cantidad de personas y de una forma accesible para concluir en la experiencia de los principios éticos. En este punto de nuestra reflexión quisiéramos resaltar una vez más el valor del trabajo educativo de las personas que desarrollan sus tareas en el ámbito comunitario, de la educación social. Valoramos este trabajo educativo principalmente por la cercanía a las personas, por el amplio espectro del trabajo, por el sentido de compromiso y solidaridad con el ser humano, por el sentido de humanidad que llevan desde dentro las acciones, y fundamentalmente porque esos actos educativos traen consigo el reconocimiento profundo al Otro/a. En esa línea de reflexión Carl Rogers (1972) nos sugiere que la más importante empresa humana es comprender las relaciones humanas, y que la “solución” no vendrá de las ciencias físicas sino de las ciencias humanas. Este análisis lo podemos leer en la siguiente cita, Si nos esforzamos seriamente por comprender nuestra labor como administradores, docentes, asesores educacionales o vocacionales o bien como psicoterapeutas, entonces estaremos trabajando sobre el problema que determinará el futuro de este planeta. Porque el futuro no depende de las ciencias físicas, sino de los que procuramos comprender las interacciones entre los seres humanos y crear relaciones de ayuda (Rogers, 1972, p. 61). Deberíamos despertar nuestra conciencia y vivenciar la existencia del Otro/a, es decir, intentar no caer en la ceguera de la negación, porque esa negación trae consigo un daño innecesario a los demás. Que cada acto personal realizado en beneficio propio traiga consigo el cuestionamiento de si el otro/a tiene las mismas posibilidades que yo. Solo así estaríamos construyendo humanidad. Deberíamos hacer el ejercicio de reconocer el valor supremo de la vida de las personas, porque sencilla y profundamente tienen vida, del mismo modo que tiene vida nuestro planeta. Reconocer la vida es reconocer la dignidad. Creemos que ésta es una clave fundamental del reconocimiento del Otro/a. CONCLUSIONES En estas breves líneas quisiéramos recoger algunas ideas que pensamos deberíamos destacar. Una de las ideas principales hace referencia a que, desde nuestro entender, estamos desde nuestra génesis vinculados a Otro/a. En este sentido el Otro escapa a la compresión humana, podríamos decir está transcendentalmente presente en el planeta. Una de las claves para dimensionar al Otro/a es reflexionar sobre nuestro origen como ente, como ser vivo y pensarse contingente haciendo referencia a nuestro breve paso por el planeta. Reconocer al Otro/a es estar abierto a él/ella. Necesitamos ahondar en los valores de democracia, educación y responsabilidad. Valoramos y destacamos la labor educativa que realizan las personas vinculadas a las organizaciones sociales por su profundo sentido de humanidad, consideramos que se debería generar más espacios de reflexión y formación continuada para acrecentar el valor de reconocer al Otro/a. Estar atento al Otro no es solo una cuestión de eficacia o de técnica sino estar en profunda escucha al Otro. Por último, a decir de Carl Rogers, el futuro del planeta no está en manos de las ciencias físicas sino de las ciencias humanas. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Arendt, H. (2015). Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Alianza. Bárcena, F. y Mélich, J. C. (2000). La educación como acontecimiento ético. Natalidad, narración y hospitalidad. Barcelona: Paidós. Buber, M. (2001). ¿Qué es el hombre? México: Fondo de Cultura Económica. Bruckner, P. (1996). La tentación de la inocencia. Barcelona: Anagrama. Cortina, A. (2017). Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia. Barcelona: Paidós. Freire, P. (2013). Pedagogía del oprimido. Madrid: Siglo XXI. Gadamer, H. G. (2012). Verdad y método. Salamanca: Sígueme. Honneth, A. (1997). La lucha por el reconocimiento. Barcelona: Crítica. Lévinas, E. (1993). Entre nosotros. Ensayos para pensar en otro. Valencia: Pre-Textos. Maalouf, A. (2017). Identidades Asesinas. Madrid: Alianza. Mèlich, J.C.(1998). Totalitarismo y fecundidad. La filosofía frente a Auschwitz. Barcelona:

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