Hace siete décadas Dios estuvo hospitalizado por depresión severa recurrente. Fue un año repleto de muertos. Recuerdo su mirada perdida. Parecía pe...
Hace siete décadas Dios estuvo hospitalizado por depresión severa recurrente. Fue un año repleto de muertos. Recuerdo su mirada perdida. Parecía perseguir mariposas invisibles sobre mi rostro. Su voz arenosa en una articulación torpe y decepcionada confesó el intento suicida: –Inhalé veintiocho estrellas de la vía láctea y luego me fumé unas cuantas lunas de planetas sin agua –lo decía como si necesitara convencerme de que la inmortalidad de su poderío era un fiasco. –Todopoderoso, errar también es de dioses –lo consolé mientras anotaba altos miligramos de antidepresivos en la hoja de recetas. Gandhi lo llevó a mi consultorio. Lo había encontrado tirado en las últ
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