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b) Los estigmas de Goffman Una vez entendido el concepto de estereotipo y teniendo en cuenta que representa el modo en que la sociedad y el ind...

b) Los estigmas de Goffman Una vez entendido el concepto de estereotipo y teniendo en cuenta que representa el modo en que la sociedad y el individuo manifiestan un modo aceptado de representar su mundo, todo lo que no encaje en estos estereotipos aceptados será rechazado; a estos aspectos o señales no aceptadas y rechazadas Goffman las considera estigmas22, y así es como podemos relacionar los estereotipos de Lippmann con los estigmas de Goffman. La sociedad determina lo que está aceptado y lo que no, los estereotipos son valores aceptados por la opinión pública, un modo de simplificar el mundo en “atributos” fáciles de identificar por todos. Pero no todos los estereotipos son positivos frente a estigmas falsos; los estereotipos, consideramos, que también pueden considerarse en algunas ocasiones negativos. Por ejemplo, atribuimos a los jóvenes la vitalidad y a los mayores la pasividad, en este caso la pasividad de los mayores representa un atributo negativo o poco apreciado y no por eso se considera necesariamente un estigma. No supone un rechazo. Goffman consideró que es objeto de discusión todo lo que no coincide con nuestros estereotipos. Es estigma lo que es desacreditador. Por tanto, hay estereotipos positivos y negativos y estigmas siempre negativos, ¿quizá Goffman equiparó los estereotipos negativos con estigmas? pues en el momento que indican un rechazo, considero que sí. Los estereotipos negativos son estigmas, pero no todos los estigmas son estereotipos negativos. Estigma no es igual a estereotipo negativo, es más amplio. Los estigmas implican prejuicios. Es por esto que nos interesa conocer este concepto en el estudio de género, para poder analizar si en algún momento el atributo de género implica estigma. Para Goffman estereotipo es opuesto a estigma, el estigma es lo rechazado; el estereotipo lo aceptado. Pero de algún modo, lo que nos interesa es que percibimos categorizando nuestras percepciones en las aceptadas positivamente, o las percibidas y catalogadas como negativas o rechazadas. Aceptamos lo que coincide con nuestros valores y creencias positivas, rechazamos lo que no coincide con lo positivo o tenemos categorizado como negativo, o lo que es distinto a aquello que conocemos y aceptamos. El medio social define las categorías de personas que podemos encontrar, lo que denominamos como “normal”, y todo lo que no está aceptado y no contamos con encontrarlo es rechazado y considerado anormal, lo que no son estereotipos. Lo que somos ante los demás Goffman lo denominó nuestra identidad social (Goffman, 2003), podríamos decir la imagen que doy ante los demás, lo que los demás piensan de nosotros, cómo nos definen. Construimos sin cesar determinados supuestos sobre el individuo que tenemos ante nosotros. Y la categoría y atributos que pueden demostrarse que pertenecen al individuo constituyen su identidad social real. Si esa característica supone un atributo que lo hace diferente, lo convierte en alguien menos apetecible, en algunos casos en una persona malvada, peligrosa o débil. Dejamos de verlo como total para convertirlo en un ser inficionado y menospreciado (Goffman, 2003, 12-13). Estos estereotipos y estigmas no son universales, sino que varían según los países y las diferentes culturas. Goffman, en 1963 distingue tres tipos de estigmas: Primeramente las que denomina como “abominaciones del cuerpo”, refiriéndose a deformidades físicas. Las relativas a defectos de carácter del individuo (poco honesto, drogadicto,…). Por último los estigmas tribales de la raza, nación, religión, susceptibles de ser transmitidos por herencia y contaminar a todos los miembros de una familia. Tener un estigma supone algún tipo de discriminación, el “estigmado” comparte las mismas creencias que el resto de su comunidad y las mismas que las que le juzgan, con lo que es conocedor de su situación y actúa frente a ello y determinado por ello. Se sienten igual que los demás pero metidos quizá en un disfraz que los define. (Goffman, 2003, 14-15). Veamos un relato de una persona que no se acepta ante el espejo: “Cuando por fin me levanté (…) y aprendí a caminar nuevamente, tomé un día un espejo de mano y me dirigí hacia un espejo más grande para observarme; fui solo. No quería que nadie (…) se enterara de cómo me sentía al verme por primera vez. Pero no hubo ningún ruido, ningún alboroto; al contemplarme, no giré de rabia. Me sentía simplemente paralizado. Yo no podía ser esa persona reflejada en el espejo…” Hathaway (ibídem, 18). Podríamos poner el testimonio de una mujer rechazada socialmente por el hecho de ser mujer y no representar los atributos que se esperan de ella por el hecho de serlo, o de un hombre que le suceda lo mismo. De este modo lo que pretendo decir es que en muchas ocasiones el sexo determina rechazos y según la información que recogemos y presentamos posteriormente, la mujer en muchas ocasiones es discriminada y rechazada con mayor asiduidad que el hombre, con lo que el concepto estigma quizá interesa especialmente en este estudio porque se asocia con grupos de discriminación, en los que también podemos incluir discriminación por razones de sexo y cuestión de género. El estigmatizado siempre intentará corregir lo que le lleva a ser rechazado para ser admitido en el grupo, lo que en nuestra sociedad podemos apreciar cada vez más en lo referente al aspecto físico y la exigencia de la perfección de éste, que lleva a discriminaciones diferentes a las de otros momentos históricos, y que siguen exigiendo como indican estudios recientes, perfección al aspecto físico de la mujer pero también cada vez más al hombre. Resalto este atributo porque es muy representado a lo largo de la historia de la publicidad como elemento determinante y necesario de la mujer. El rechazo siempre es aislamiento y la persona que se aísla en palabras de Goffman: “carente de saludable realimentación (feed-back) del intercambio social cotidiano con los demás, la persona que se aísla puede volverse desconfiada, depresiva, hostil, ansiosa y aturdida […]. Tener conciencia de la inferioridad significa que uno no puede dejar de formularse conscientemente cierto sentimiento crónico del peor tipo de inseguridad, y eso trae como consecuencia ansiedad y, tal vez, algo aún más grave, si consideramos que los celos son aún más graves que la ansiedad”.

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