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El Director del Taller juega un papel fundamental en promover el encuentro social entre los niños, de acuerdo con la dialéctica del uno-grupal y lo...

El Director del Taller juega un papel fundamental en promover el encuentro social entre los niños, de acuerdo con la dialéctica del uno-grupal y lo múltiple-individual, modulando la participación de cada uno, para que todos tengan cabida en la expresión. El Director es el garante de la conservación de la estructura del canto-juego e interviene utilizando la lógica misma de éste –en la medida de lo posible– cuando observa dificultades en alguno de los niños. Tales dificultades pueden ser de dos tipos, tal como lo constatamos en la experiencia realizada: ya sea por la intolerancia del niño para ceder el puesto de protagonista, debido en general a la ansiedad que puede producirle “fundirse” en la masa del grupo, o bien porque al contrario, se inhibe en relación con la posibilidad de dirigirse a otro niño o de sobresalir de forma diferenciada, cuando es su turno en uno de los momentos del taller. CONCLUSIONES Este capítulo ha buscado aportar elementos de reflexión a la pregunta inicial sobre cómo favorecer la socialización del niño en el medio escolar, a partir de la investigación que realizamos –animadas por una inquietud al respecto que compartimos con nuestros colegas de la Universidad Juárez de Durango– y que animó nuestras respectivas investigaciones. En efecto, la apertura al mundo que está implicada en la socialización, se pone a prueba con el ingreso a la escuela, la cual marca un “exterior” radicalmente contrastante con respecto al nicho familiar (en todos los sentidos de la expresión) en el cual ha vivido hasta ese momento. Tenemos pues al niño en un momento sensible de su existencia, con necesidades psicológicas fundamentales en relación con este cambio de contexto y, que al fin de cuentas, lo involucran en su conjunto en los diferentes aspectos y niveles de su construcción subjetiva. Como vimos, relacionarse con otros niños, coordinarse con ellos en situaciones de grupo, aceptar y seguir reglas y asumir su lugar de niño en la relación con el adulto, todos ellos aspectos de la socialización, requiere –de hecho son la otra cara de un mismo proceso global, según nuestra concepción– de la construcción de sí como sujeto simbólico (o significante) en la alteridad con el otro como semejante, pero al mismo tiempo diferente. Dicha construcción de sí como sujeto, involucra el cuerpo (incluyendo la voz), el tiempo (en sus facetas de ritmo, de après-coup o efecto retrogradiente a posteriori, y de secuencialidad cronológica), el espacio y los objetos materiales. Son aspectos de una estructura subjetiva de conjunto, por lo tanto no fragmentados, que implica a unos y a otros; el niño se construye como sujeto simbólico social y temporo-espacial en una cultura particular. Por su parte, el sistema escolar centra su perspectiva en los distintos contenidos que debe enseñar al niño, dado que su misión principal es poner a su alcance, en un tiempo relativamente corto, los miles de años de conocimientos que la humanidad ha atesorado, como base para la formación profesional que él escogerá al final. De un lado, pues, el niño y sus necesidades subjetivas, del otro la escuela y su mundo de conocimientos, dirigidos a un niño en posición de alumno. Nuestra inquietud ha concernido entonces a cómo “acercar” la escuela al universo del niño, a partir de lo que entendemos como la perspectiva propia del niño mismo. La propuesta y contribución que hemos presentado consiste en un espacio que permite al niño proseguir con sus modos de abordaje espontáneos de las situaciones y que se inscribe, por lo tanto, en el campo educativo (en lugar del de la enseñanza). Esto significa en consecuencia, que la escuela ponga en suspenso, por ese momento, sus propósitos pedagógicos. Retomamos aquí la diferencia entre educación y enseñanza, y a menudo presentadas de manera indistinta. En nuestra concepción (siguiendo a L Balegno), por el contrario, son dos campos diferenciados: la educación se interesa en el niño propiamente dicho, como persona en devenir. Apoyándose en la relación que el adulto-educador instaura con el niño, busca acompañar su desarrollo y en este sentido lo ayuda a abrir sus horizontes, ampliar sus descubrimientos, así como a fortalecer sus propios recursos y superar en la medida de lo posible sus fragilidades. De la misma manera y en relación con lo anterior, la educación busca transmitir al niño los diversos valores culturales con los que progresivamente se construye, como el hombre o la mujer del mañana, con una participación activa en la sociedad. La enseñanza, en cambio, apunta a contenidos en diferentes áreas del conocimiento, que reflejan las grandes divisiones de la ciencia: matemáticas, lengua, geografía, historia, biología, física, química. La enseñanza de contenidos aglutina la totalidad del trabajo escolar y es la referencia para establecer las evaluaciones. De la misma manera –y esto nos parece esencial para la presente reflexión– determina una mirada pedagógica sobre las distintas situaciones que acoge en su seno: una actividad con un cuento, por ejemplo, es de inmediato formalizada en términos de comprensión de la narración o de la lectura, análisis de personajes, cronología, etc. “El defecto del docente […] consiste en tratar de transformarlo todo en algo explotable pedagógicamente, incluso cuando lo más aconsejable sería no hacer nada…Así, cuando lleva su clase a un paseo en el bosque, el alumno deberá diferenciar las cortezas, clasificar las hojas, aprender algunos nombres de la flora, de la fauna, etc., cuando lo más importante es dejar la mente “liberada del aprendizaje” para permitirle al niño impregnarse del bosque y vivir las emociones, las sensaciones que engendra. Un niño imaginará quizás a un caballero que va a liberar a una princesa, otro a Caperucita Roja que se dirige a la casa de su abuela, o bien a ladrones de diligencia a la vuelta del camino… y nadie tiene derecho a venir a destruir todo eso, para reemplazarlo con una atención sostenida en la diferenciación de las hojas y de las plantas que vienen a extinguir los sueños…Lo que el niño oye en la música del bosque, lo que huele en las fragancias que respira es personal, “no evaluable”, lo “necesita”, es él, es lo que siente e imagina y nadie puede venir a decirle que siente mal…” La enseñanza deja por fuera de su campo al niño como tal (en este sentido hace eco a la ciencia positivista que deja por fuera al sujeto) y se dirige sobre todo al alumno (que en el pre-escolar todavía no es), es decir a quien está allí para aprender esos contenidos que ella dispensa. Ninguna actividad produce por sí misma efectos educativos automáticos, ni es la panacea. Es el niño como sujeto quien se interesa en una situación y

Esta pregunta también está en el material:

IMPACTO_DE_UNA_INTERVENCION_PEDAGOGICO_M (1)
254 pag.

Pedagogia Vicente Riva PalacioVicente Riva Palacio

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