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había sido difícil entrar en Francia, pero a Davy, al que se le había otorgado el premio Napoleón, el emperador le concedió personalmente un pasapo...

había sido difícil entrar en Francia, pero a Davy, al que se le había otorgado el premio Napoleón, el emperador le concedió personalmente un pasaporte con el fin de que pudiera recoger su premio. En octubre de 1813, los Davy, recién casados, con un joven y nervioso Michael Faraday que actuaba de mayordomo, se embarcaron en Plymouth en un barco utilizado para el intercambio de prisioneros de guerra, y pusieron rumbo a Bretaña. Después de una travesía lluviosa, tomaron tierra en territorio enemigo y fueron registrados, incluso los zapatos. Mientras efectuaban el viaje hacia París, encontraron las cocinas inmundas, pero la comida sorprendentemente agradable. Davy tenía grandes esperanzas, «a través de la agencia de los hombres de ciencia, de molificar la aspereza de la guerra nacional», pero parecía reacio a dar el primer paso: en el Louvre apartaba la mirada de los cuadros para no verse obligado a hacer los cumplidos a sus anfitriones. Mientras tanto, Jane Davy sorprendía a los paseantes de los jardines de las Tullerías por su sombrero, minúsculo y pasado de moda. Davy se encontró con Ampère, su correspondiente, que le había advertido de los peligros del tricloruro de nitrógeno, y que había obtenido algo de la nueva sustancia de Courtois. Utilizando su equipo de viaje de aparatos químicos, Davy la sometió a análisis y concluyó con Gay-Lussac que era realmente un nuevo elemento, y relacionado con el cloro. Davy incomodó a Gay-Lussac al despachar urgentemente un artículo a la Royal Society al efecto, mientras que Davy suponía que el francés simplemente le había preguntado con el fin de indagar sobre sus conocimientos. Sin embargo, todo fueron sonrisas cuando, hacia el final de sus dos meses de estancia en París, Davy fue promovido a miembro correspondiente de la Academia Francesa de Ciencias. Los Davy no se entrevistaron con Napoleón, pero sí que visitaron a la emperatriz Josefina en Malmaison antes de salir de viaje hacia Italia, Suiza, Austria y Alemania, y volvieron a casa en abril de 1815, unas semanas antes de la batalla de Waterloo. En algún punto del recorrido, Davy debió revisar su opinión acerca de «la aspereza de la guerra nacional», porque poco después escribió al primer ministro, lord Liverpool, instando un tratamiento severo a los franceses bajo los términos del tratado de paz. Después de 1815, como la demanda de nitro se redujo todavía más. Courtois intentó obtener beneficios de su descubrimiento del yodo, y fabricó el elemento y varios compuestos, utilizando cloro gas para desplazar el yodo en el licor obtenido de las cenizas de laminarias. Pero tampoco aquí tuvo suerte, pues pronto fue alcanzado por procesos más eficientes. En último término, la fama lo esquivó, y murió en la miseria en 1838. Después del descubrimiento de Courtois, pronto se identificó el yodo en el agua de mar y en varias fuentes minerales, y se reconoció que era efectivo en el tratamiento del bocio. Esta revelación explicaba el remedio tradicional de emplear esponjas o laminarias quemadas para tratar la hinchazón. La industria de ortero y la mezclo con un mínimo de agua para crear un cieno negro que gotea, que a su vez coloco en un embudo con un papel de filtro. De la espita escurre un licor claro, rico en sales marinas. La mayor parte de la solución será cloruro sódico, desde luego, pero también estarán presentes bromuro y yoduro. Las algas marinas son eficientes a la hora de concentrar estos elementos. La concentración del yodo en agua de mar es menos de 100 partes por mil millones, pero en las algas puede ser de varios miles de partes por millón, cien mil veces mayor. Dejo reposar el filtrado algunos días, tiempo durante el cual de la solución cristaliza una cantidad impresionante de sal. Ya ha llegado el momento de intentar la conversión del yoduro incoloro en puesto químico de olor dulce pero poco agradable (es carcinogénico y elimina el ozono) es prácticamente imposible de obtener en la actualidad, pero he encontrado algo de él en la extensa selección de solventes marrulleros de mi padre. No se mezcla con el agua, pero disuelve de preferencia el yoduro. En este solvente muy distinto veo por primera vez el color característico. Violeta es el término adecuado: está mucho más allá del malva en intensidad, pero carece de la siniestra profundidad del púrpura. Entono un rápido mea culpa por consideración a la capa de ozono y permito que el tetracloruro de carbono se evapore, dejando tras sí una película negra sobre el vidrio. Son los minúsculos cristales de yoduro. De ellos emana un olor bastante picante, parecido, pero menos acre, al del cloro, no totalmente desagradable, el tipo de olor que ahora consideramos medicinal, al aplicar retrospectivamente nuestro conocimiento cultural de que los halógenos se usan como desinfectantes. Aplico calor suave a los cristales y observo cómo los primeros espectros rosados empiezan a elevarse del tubo de ensayo. Pronto el sólido ha desaparecido, y todo lo que queda es un vapor arremolinado y de color intenso, que vuelve a condensarse en las partes más frías del tubo: es el mismo elemento puro, con sus átomos reconfigurados en nuevos cristales negros. Cuando Johann Wolfgang Goethe realizó el mismo experimento para diversión de algunos invitados a su casa en 1822, se deleitó en el respaldo que éste dio a su influyente teoría de los colores, que sostenía que rojos y amarillos estaban relacionados con el blanco, mientras que los colores «fríos» en el extremo violeta del espectro derivaban del negro. Fuego lento Si hoy en día una persona conoce únicamente una fórmula química, es seguro que ésta sea H2O, la fórmula del agua, un compuesto que contiene dos partes del elemento hidrógeno por cada una del elemento oxígeno. Sin embargo, en el siglo XVIII, no se conocían ni el H ni el O, y se creía generalmente que la propia agua era uno de los elementos irreductibles de los que estaba compuesta toda la materia. Ya desde Aristóte

Esta pregunta también está en el material:

La Tabla Periodica La curiosa historia de los elementos
722 pag.

Biologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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