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Los ojos de Jezabel El Antiguo Testamento está repleto de señoras pintadas. «Si te vistes de púrpura, te adornas con joyas de oro, te rasgas los oj...

Los ojos de Jezabel El Antiguo Testamento está repleto de señoras pintadas. «Si te vistes de púrpura, te adornas con joyas de oro, te rasgas los ojos con los afeites, en vano te acicalarás», advierte el Señor a las hijas de Sión (Jeremías 4:30). Las hermanas Oholá y Oholibá son juzgadas por su lascivia al llevar a sus camas «jóvenes codiciables» de Asiria, Egipto y Babilonia. Los hombres no pudieron hacer otra cosa, desde luego: «Pues venían ellos como quien viene a la ramera», tentados por su aspecto seductor, sus joyas, y el hecho de que se habían tomado la molestia de lavarse y después, de pintarse los ojos (Ezequiel, 23:40). Los actos de Jezabel, la esposa de Acab, el rey de Israel en el siglo IX AEC, son tan inmorales que es arrastrada para hacer una aparición como invitada en la Revelación como la encarnación misma de la depravación sexual impenitente. Desde entonces, su nombre ha sido el prototipo de la feminidad impúdica. Es fácil ver que no es buena porque también ella «se pintó los ojos» (2 Reyes 9:30). La traducción latina de la Vulgata, de San Jerónimo, identifica la sustancia que Jezabel usó como stibio: antimonio. La Biblia menciona en otros lugares el antimonio, por ejemplo como la montura blanda para piedras preciosas, lo que podría referirse a cualquier aleación metálica brillante, pero identificar el cosmético como antimonio es una apuesta más segura (aunque el polvo negro que se empleaba desde hacía mucho tiempo para oscurecer alrededor de los ojos era en realidad sulfuro de antimonio; el elemento y sus compuestos eran difíciles de desenmarañar en una época en la que las reglas básicas de la combinación química eran todavía desconocidas). El término hebreo y árabe para esta sustancia es kuhl, del que deriva el término moderno kohl,* referido a la sombra de ojos. A pesar de la espectacular evidencia pictórica en las pinturas murales de que el maquillaje de ennegrecer los ojos era una característica de la vida cotidiana mucho más arcaica en el antiguo Egipto, no está claro si lo que se usaba era antimonio. Ciertamente, había otros polvos negros disponibles, siendo el más a la mano el carbono en forma de negro de humo o el todavía más negro carbón animal, que se usaba con frecuencia para recubrir las pestañas. (Esta «máscara» llegó a ser tan execrable como la sombra de ojos de antimonio negro, según parece: el término procede del italiano para «bruja».) Pero el antimonio se consideraba el producto superior y, aparte de que hacía que los ojos parecieran más brillantes, se afirmaba que producía toda una serie de beneficios, desde suavizar el semblante hasta dilatar las pupilas, un efecto debido quizá a que el elemento es un irritante de los ojos. El antimonio es una de las muchas sustancias que a menudo son peligrosas y que a lo largo de los siglos se han añadido a la causa de hacernos más hermosos. Un compendio técnico llamado Cosmetología de Harry presenta una gama alarmante que va desde el aluminio (polvo para ojos resplandecientes) hasta zirconio (sales para fortalecer las uñas). La lista incluye piritas arseniosas como depilatorio, oxicloruro de bismuto como adición perlina a los pintalabios, y sulfuro de cadmio para combatir la caspa, en un índice que contiene en total más de cuarenta elementos. Voy corriendo al tocador de mi mujer para ver qué es lo que acecha entre las cremas blancas, dulcemente perfumadas y de aspecto inocuo, pero me sorprende (y me alarma) descubrir que, a diferencia de los alimentos, los envases no llevan etiquetas explicativas. ¿Acaso un negocio con un récord infame de uso de productos químicos peligrosos ha limpiado tanto sus actos que ya no es necesario que dé cuenta de ellos? ¿O es que el riesgo se estima necesario en el nombre de la belleza? Aunque los químicos han inventado materiales nuevos que ofrecen colores maravillosos, la industria de los cosméticos encuentra prudente limitarse a un repertorio relativamente restringido de tintes aprobados por entes tales como la Agencia para los Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos. Después, los llamados pigmentos de interferencia retocan ligeramente los pocos colores básicos con el fin de producir el mayor abanico de tonos que el mercado demanda. Hoy en día, muchos pintalabios utilizan tintes orgánicos intensamente coloreados, como fluoresceína dispersa en un medio de polvo blanco de dióxido de titanio, en lugar de los pigmentos procedentes de metales pesados. Extrañas adiciones plásticas proporcionan otros efectos deseables, como bolitas microscópicas de plexiglás que se usan para ofrecer un barniz perlino. Samuel Johnson poseía «un aparato para los experimentos químicos», y decía que la química era su «diversión cotidiana». Su familiaridad con la ci

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La Tabla Periodica La curiosa historia de los elementos
722 pag.

Biologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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