Logo Studenta

Sobre su mejilla y llegaba casi a ocultar una lágrima que comenzaba a brotar de su mirada—. Si hubiese sabido que esta ignorante boca mía iba a hac...

Sobre su mejilla y llegaba casi a ocultar una lágrima que comenzaba a brotar de su mirada—. Si hubiese sabido que esta ignorante boca mía iba a hacerte tanto daño, me la habría callado para siempre. Cora puede asegurarte, si lo tienes a bien, cuánto hemos apreciado tu dedicación y cuán profunda, o cuán ferviente, es nuestra gratitud. ¿Será pues, Cora la que atestigüe la verdad de tales palabras? —dijo Duncan, dejando que su melancolía diera paso a una amplia y sincera sonrisa —. ¿Qué dice la más seria de las dos hermanas? ¿Sabrá perdonar al que no fue caballero porque tuvo que ser soldado? Cora no contestó de inmediato, sino que volvió su mirada hacia la superficie del Horicano, como si buscara allí la respuesta. Cuando por fin miró al joven, sus ojos se llenaron de una angustiosa melancolía que le hizo adoptar una actitud más preocupada: —¡No se siente usted bien, mi querida señorita Munro! —exclamó—. Hemos cultivado la alegría mientras usted se encontraba mal. —No es nada —le contestó, quitándole importancia al asunto y rechazando delicadamente su inquietud—. Sólo que no soy capaz de ver el lado bueno de las cosas, como lo hace esta inexperta pero apasionada entusiasta de la vida —añadió, mientras colocaba su mano afectuosamente sobre el brazo de su hermana—. Es el precio que se paga por haber vivido más y, quizá, por ser de la manera que soy —continuó diciendo en su empeño de aparentar bienestar, como si ése fuera su deber—. Mire a su alrededor, comandante Heyward, y dígame qué optimismo cabe en el corazón de la hija de un soldado cuya máxima aspiración es la de mantener su honor y reputación como militar. —Ninguna de las dos debe verse ni se verá mancillada por circunstancias fuera de su control —le replicó Duncan amablemente—. Ahora recuerdo que yo también tengo un deber que atender. Me voy a ver a vuestro honorable padre, para oír lo que tiene que decir respecto a las últimas novedades concernientes a nuestra defensa. Que Dios te bendiga en toda ocasión, noble Cora, como debo llamarte —ella le dio la mano de un modo sincero, aunque con labios temblorosos, mientras sus mejillas cobraron una palidez ceniza—. En toda ocasión estoy seguro de que serás una digna representante de la condición femenina. Alice, adieu —al comenzar esta última frase, su tono pasó de la admiración a la ternura— adieu, Alice, ¡nos veremos de nuevo, y es de esperar que victoriosos y regocijantes! Sin esperar respuesta de ninguna de ellas, el joven siguió bajando las musgosas escaleras del bastión y, cruzando rápidamente el patio de armas, se presentó ante el padre de las muchachas. Munro caminaba de un extremo al otro de su estrecho despacho con pasos largos y nerviosos cuando entró Duncan. —Se ha adelantado a mis deseos, comandante Heyward —le dijo—. Estaba a punto de hacerle llamar. —¡Lamento ver, señor, que el mensajero que tan fervientemente le recomendé ha vuelto capturado por los franceses! Espero que no haya motivos para cuestionar su lealtad. —Conozco bien la lealtad de «Carabina Larga» —le contestó Munro—. Está por encima de toda sospecha; aunque parece ser que su acostumbrada suerte al fin le ha fallado. Montcalm le ha apresado, y con esa maldita cortesía tan típica de su nación, me lo ha traído diciendo aquello de que «sabiendo cuánto usted aprecia al caballero, no podía soportar la idea de seguir reteniéndole». ¡Un modo jesuítico, comandante Duncan Heyward, de restregarle en la cara a un hombre el hecho de que su situación es desesperada! —¿Pero, y el general con sus refuerzos? —¿Ha mirado usted hacia el sur antes de entrar? ¿Acaso los ha visto? — le preguntó el viejo soldado con risa amarga. —¡Vaya, vaya! Es usted un joven impaciente, ¿no ve que ha de permitirles que avancen plácidamente y a su aire? —Entonces, ¿al menos llegarán? ¿Lo ha confirmado el explorador? —¿Cuándo? ¿Por dónde? Nadie me ha informado de ello. Al parecer, hay una carta también, lo cual constituye el único punto positivo de toda la cuestión. Si las noticias de la referida misiva fuesen negativas, la gentileza del marqués de Montcalm nos lo haría saber. —¿Entonces se queda el mensaje y libera al mensajero? —En efecto, eso es lo que pretende, y todo por la vía de la caballerosidad francesa. Me jugaría lo que fuese a que la única ciencia noble que a ese individuo le enseñó su abuelo fue la del baile. —¿Y qué dice el explorador? ¿acaso no vio ni oyó algo? ¿Cuál es su informe del asunto? —Oh, por supuesto, aún conserva el don del habla y es muy libre de contar todo lo que ha percibido por sus ojos y sus oídos. Todo ello se reduce a esto: existe una fortaleza en la ribera de Hudson, perteneciente a las fuerzas del rey y de nombre Edward, en honor a su alteza el duque de York, como usted bien sabe. Tal fortaleza está bien dotada de hombres armados, como es preceptivo. —Pero ¿no había muestras de movimiento, o la intención de avanzar a socorrernos? —Hubo los acostumbrados desfiles de mañana y tarde. Además de esto, lo único destacable sería cuando a alguno de esos tontos provincianos, y usted estará de acuerdo conmigo, Duncan, siendo usted medio escocés, como digo, ¡cuando a alguno se le derramara un poco de pólvora sobre el fuego al prepararse la comida! —entonces, cambió su tono de amarga ironía por uno más grave y sobrio, añadiendo—. ¡Con todo, algo debe de haber en esa carta que nos convendría saber! —Debemos tomar una decisión rápida —dijo Duncan, satisfecho de que el cambio de humor de su interlocutor le permitiese ahondar en los puntos más importantes de la entrevista—. Me es imposible ocultarle la verdad de nuestra situación; el campamento no se podrá retener por mucho más tiempo; además, lamento tener que añadir que las cosas en el fuerte tampoco van por buen camino, más de la mitad de las piezas de artillería han estallado. —¿Cómo puede ser de otra manera? ¡Algunas se sacaron del fondo del lago, otras estuvieron oxidándose en el bosque desde el descubrimiento de esta tierra y algunas ni siquiera podían llamarse armas, sino juguetes de recluta! ¿Cree usted que se pueden tener armas de calidad en medio de un extenso bosque, a miles de kilómetros de Gran Bretaña? —Los muros están empezando a agrietarse y las provisiones a escasear — continuó puntualizando Heyward, haciendo caso omiso a estas nuevas exclamaciones de indignación—. Incluso entre los hombres empieza a cundir el pánico y el malestar. —Comandante Heyward —le dijo con dignidad Munro a su joven interlocutor, haciendo valer sus años de experiencia y la superioridad de su rango—; debo de haber servido a su majestad durante medio siglo, y me habría ganado estas canas en vano si fuera ignorante de todo lo que me dice acerca de nuestra penosa situación. Con todo, aún tenemos un deber contraído con las fuerzas del rey y con nosotros mismos. Mientras haya esperanza de recibir ayuda, defenderé este fuerte aunque sea con las piedras de la orilla del lago. Nos interesa, por tanto, lo que dice la carta, para saber cuáles son las intenciones del hombre que el conde de Londres ha dejado como sustituto. —¿Puedo serle de alguna ayuda en todo ello? —Sí que puede, caballero; el marqués de Montcalm, aparte de sus otras cortesías, me ha invitado a celebrar con él una entrevista entre el fuerte y su propio campamento; según él, con el fin de comunicarnos más información. Ahora bien, no creo que deba mostrar un excesivo celo por verme con él personalmente, con lo cual le enviaría a usted, un alto oficial, como mi sustituto. Además, no sería bueno para la reputación de Escocia si no le correspondiéramos a otro país por su amabilidad y cortesía. Sin ninguna intención de entablar un debate sobre el tema de la correspondencia diplomática entre las naciones, Duncan aceptó gustosamente la misión de presentarse a la anunciada entremeta en representación de Munro. Tras esto, siguió una conversación larga y confidencial entre ellos, durante la cual el joven recibió, de la mano de su comandante jefe, más instrucciones acerca de sus deberes, todas ellas avaladas por la experiencia y la agudeza del veterano oficial. Una vez concluida esta plática, el joven se retiró. Dado que Duncan

Esta pregunta también está en el material:

El_ultimo_mohicano-James_Fenimore_Cooper
401 pag.

Literatura e Ensino de Literatura Universidad Bolivariana de VenezuelaUniversidad Bolivariana de Venezuela

Todavía no tenemos respuestas

Todavía no tenemos respuestas aquí, ¡sé el primero!

Haz preguntas y ayuda a otros estudiantes

✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Más contenidos de este tema