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selva… Tardarán aún tres o cuatro días en llegar hasta ella. Eso nos da bastante tiempo —dijo Karles. ¿Tiempo? No tenemos tiempo. Ésta es nuestra o...

selva… Tardarán aún tres o cuatro días en llegar hasta ella. Eso nos da bastante tiempo —dijo Karles. ¿Tiempo? No tenemos tiempo. Ésta es nuestra oportunidad de actuar —replicó Meldon excitado. ¿Esta misma noche? Karles parecía algo reacio ante la perspectiva. Quizá no podamos volver a estar nunca aquí los dos, así que… Bien. Adelante, entonces —contestó Karles reticente, tras unos momentos de meditación. Tras obtener el consentimiento del predicador, Meldon le pidió a Julia que se comunicara con el Organismo Planetario de Paraíso a través del Espejo para pedirle que eliminara a Seid, a causa de la amenaza que suponía para Paraíso y exponiendo una lista de argumentos cuidadosamente elaborada entre Karles y Mel. La respuesta no se hizo esperar: El Organismo Planetario de Paraíso dice que no eliminará a Seid Trauss —informó Julia. Ha dejado muy claro que no cambiará de opinión al respecto —añadió Julia. Al menos que nos permita a mí y a mi compañero de la Escuela del Día Primero, que sin duda apoyará su reconocimiento como raza independiente ante la Escuela y el Consejo, que bajemos hasta Paraíso para recoger a Jessica, que nunca debió verse involucrada en todo esto. ¡Transmíteselo! Karles miró a Meldon con los ojos muy abiertos, alarmado. No habían hablado sobre nada de aquello. El Organismo Planetario pareció meditar aquellas palabras de Meldon. Tras unos segundos, Julia dijo: Podéis bajar hasta Paraíso. El Organismo Planetario está muy complacido de contar con el apoyo del predicador Karles de Puankt. ¡Nunca he dicho que…! Ante la mirada suplicante de Meldon, Karles guardó silencio, resignado y hasta casi abatido. ¡Vamos! —exclamó entonces Meldon. Minutos después, volaban en una nave hacia Paraíso. Aprovechando los conocimientos de Meldon sobre los protocolos de seguridad en la materia, fueron capaces de avanzar un trecho considerable antes de ser considerados una amenaza para la inviolabilidad del planeta por los controladores del Anillo. Cuando al fin fueron descubiertos, se identificaron e intentaron usar su autoridad como escudo, lo que les granjeó algo más de tiempo. Después, contestaron a las advertencias con evasivas y, cuando aquéllas se convirtieron en amenazas, las ignoraron descaradamente. Los controladores estaban indecisos y no sabían cómo actuar. Cuando Ahma Tiuk ordenó eliminarlos, ya habían pasado la barrera de seguridad y se dirigían a la superficie planetaria. Fueron entonces hacia el lugar donde estaba enterrada la nave en la que Seid había llegado al planeta. Tal y como había supuesto Meldon, para Seid era imposible saber lo que estaba ocurriendo desde la Última Jungla. Debemos darnos prisa —dijo Karles—. Se supone que nadie aquí debe ver nuestra tecnología. Bien, pero no podemos poner en peligro nuestras vidas y la de Jessy. Recuerda que a mi hermano le fascinan las trampas. Karles asintió. Vamos. Julia, ¿puedes facilitarnos el acceso a la nave y analizar toda la estructura en busca de trampas ocultas? Sin problemas. De pronto, el suelo tembló ligeramente y el casco de la aerona-ve comenzó a desenterrarse poco a poco, hasta revelar una entrada. Mientras tanto, la computadora personal de Meldon informó de que no había trampas en la estructura exterior. ¡Alto! Ya es suficiente; la escotilla superior ya está a la vista. ¡Ábrela! —ordenó Meldon a Julia. Enseguida. La escotilla se abrió y Meldon entró en la nave con precaución, seguido de cerca por Karles. Jessica estaba donde Meldon la había visto por última vez, a través del Espejo. Su cuerpo descansaba en la cámara principal de la nave, en animación suspendida dentro de una cápsula de mantenimiento de vida y rodeada de explosivos. La impresión de volver a ver a su hija le produjo a Meldon una conmoción, y tuvo que apartarse para intentar calmarse un poco. Karles empezó a revisar la cápsula, mientras hablaba en voz baja con su propia computadora personal. No parece haber trampas muy complicadas —anunció—. Al menos según los sensores de mi computadora. Es posible que Seid jamás imaginara que llegaríamos hasta aquí. No —dijo Mel—. Él no es esa clase de persona. Sacaron a Jessica de la cápsula y volvieron hasta su propia nave. Meldon llevaba a su hija en brazos, incapaz de apartar la mirada de su frágil e inmaculado rostro infantil. Aún no había dejado de llorar cuando entró en su nave, donde Karles fue a activar al robot médico de emergencia para que la reanimara. ¡Espera! —dijo Mel. ¿Qué ocurre? Voy a probar una cosa. Activa el robot, pero dile que se mantenga en función de diagnóstico. Meldon depositó a su hija suavemente sobre una camilla e indicó al robot que buscara cualquier tipo de infección, virus o nanovirus que pudiera haber en el cuerpo de Jessy, y le proporcionó los datos del virus que mató a su padre, Douglas, y que tenía almacenados dentro de Julia. El robot médico de emergencia diagnosticó que Jessy estaba infectada con un nanovirus desconocido con una probabilidad del setenta por ciento. Meldon se echó las manos a la cabeza, desesperanzado, y tuvo que sentarse. Aquí no podemos ayudarla —dijo Karles—. Debemos llevarla a un hospital en el Anillo lo antes posible. No sabemos… Tienes razón, pero yo no volveré aún al Anillo. Voy a buscar a Seid. No permitiré que ese bastardo salga con vida de Paraíso. Tú lleva a mi hija a un hospital y, por favor, procura que nuestros amigos del Anillo no te derriben antes de llegar a tu destino. A medida que Meldon iba hablando, Karles se sentía más y más preocupado. ¿Has perdido la cabeza? Tu sitio está junto a tu hija y el resto de tu familia y de tu gente. No puedes hacer… ¿De qué serviría llevar a mi hija a un hospital si no elimino el origen del problema? Estoy seguro de que Seid podría activar el virus en cuanto quisiera, o hacer explotar una bomba colocada cerca del lugar de trabajo de Carmen, o volar por los aires el colegio de mis hijos. No voy a dejar que siga atormentando mi vida por más tiempo. Si es necesario, ninguno de los dos abandonará Paraíso. Meldon abandonó la nave a grandes pasos. Karles le siguió. ¡Meldon! No trates de disuadirme, Karles. Por favor… Lleva a mi hija junto a su madre. Sé que me has ayudado más de lo que jamás hubieses debido, pero esto será lo último que te pido. Karles miró a Meldon largamente, pero al final cedió y, tras apoyar una mano en su hombro izquierdo, se dio la vuelta y entró en la nave sin decir nada. Poco después partió con Jessy, aún inconsciente, de vuelta al Anillo. Después de haber dejado a Meldon en Paraíso, Karles no paraba de preguntarse si estaba haciendo lo correcto. Daba la impresión de que en situaciones extremas, como la que llevaba viviendo el Anillo las últimas semanas, resultaba casi imposible ceñirse a los estrictos dictados de la moral. Sin embargo, ¿de qué servía un código ético si no podía aplicarse cuando era realmente necesario encontrar una respuesta? Haciéndose aquélla y otras preguntas, Karles se aproximó a la barrera de seguridad de Paraíso. Había numerosas naves del Consejo Estelar al otro lado, aguardándole. Cuando tuvo comunicación directa con Ahma Tiuk, dijo: Soy el predicador del Anillo Orbital, Karles de Puankt. También está conmigo la hija del gobernador, Jessica Trauss. ¿Dónde está el gobernador? —quiso saber Tiuk. En Paraíso. ¿En Paraíso? ¡Cómo…! ¡Consejero Tiuk! —interrumpió Karles levantando mucho la voz—. No tenemos tiempo para discutir ahora. Solicito que se habilite un hangar en el puerto más cercano a mi posición actual para que podamos acoplarnos al Anillo lo antes posible. Jessica está inconsciente y necesita atención médica inmediata. Es imperativo que se dé aviso a su familia para que estén cerca de ella cuando despierte. Por otra parte, espero ardientemente el momento en que tengamos ocasión de discutir cara a cara su autoridad para dar la orden de abatir una astronave en la que viaja un miembro del Cónclave de la Escuela del Día Primero. Espero que todo esté dispuesto con la mayor brevedad. ¿Me he explicado bien? Perfectamente, predicador —replicó Tiuk remarcando

Esta pregunta también está en el material:

El espejo - Eduardo Lopez Vera
268 pag.

Empreendedorismo Faculdade das AméricasFaculdade das Américas

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