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2 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA “PROPUESTA DE EVALUACIÓN DE CARACTERÍSTICAS, REPERTORIOS Y CONDICIONES PARA LA RESILIENCIA EN ADULTOS EN VISTA DE ACCIONES DE PREVENCIÓN” TESINA QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA PRESENTA MARTHA GONZÁLEZ GARCÍA MORA DIRECTORA: MTRA. MA. CRISTINA HEREDIA ANCONA JURADO: DRA. EMILIA LUCIO GOMEZ-MAQUEO MTRA. MILAGROS FIGUEROA CAMPOS MTRA. BLANCA BARCELATA EGUIARTE DR. ARIEL VITE SIERRA MÉXICO 2006 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 1 3 Gracias a Dios por sus bendiciones. Gracias infinitas al Maestro Alfredo Offidani por su Amor, su guía y sus enseñanzas pero sobretodo por la paz, la dicha, la alegría y el coraje con que ha llenado mi corazón para continuar el camino hacia la realización que representa la vida en este mundo. Por su Amor, compañía y apoyo incondicionales Gracias a mi querido Abuelo Miguel García Mora promotor de resiliencia en mi vida. . Gracias a todos aquellos amigos y compañeros de viaje, con cuya amistad y cariño se alimenta cada nuevo día. Gracias a mis hermanas, las compañeras más entrañables durante este viaje Cecilia, Sofía y Paulina. Gracias a mis padres por haber sembrado en mí la simiente de quien soy. 4 Dedico este trabajo a mi querida familia: A mi amado esposo Cuauhtémoc, A mis amadas hijas Ana Alejandra y María Macarena Agradeciendo su apoyo y paciencia durante el tiempo de elaboración de este trabajo. En recuerdo de mi Amor, les reitero el esfuerzo por vivir mejor cada día, superando juntos los retos de la vida, en este deseo por ser personas íntegras, plenas y felices. Martha 1 INDICE PÁGINA RESUMEN ........................................................................................................................ 7 INTRODUCCIÓN............................................................................................................. 8 JUSTIFICACIÓN ............................................................................................................ 11 CAPÍTULO 1. HISTORIA DEL CONCEPTO DE RESILIENCIA.................................................................13 1.1 Origen del concepto de resiliencia..........................................................13 1.2 Evolución de la conceptualización de la resiliencia..............................15 1.3 Implicaciones filosóficas............................................................................17 1.4 Aplicaciones a las ciencias humanas .....................................................19 1.5 Limitaciones y ventajas del concepto de resiliencia .............................21 1.6 Definición de Resiliencia............................................................................22 CAPÍTULO 2. RESILIENCIA EN LAS DIFERENTES ETAPAS DE LA VIDA................................................28 2.1 La resiliencia en la niñez ...........................................................................28 2.2 La resiliencia en la adolescencia .............................................................31 2.3 La resiliencia en la edad adulta................................................................39 2.3.1 El humor como característica del hombre maduro.....................44 2.4 La resiliencia en los adultos mayores.......................................................46 2.5 Consideraciones finales.............................................................................48 CAPÍTULO 3. FACTORES Y PERFIL DE RESILIENCIA...........................................................................53 3.1 Factores de resiliencia ...............................................................................53 3.2 Perfil de la persona resiliente.....................................................................57 CAPÍTULO 4. EVALUACIÓN, PREVENCIÓN Y PROMOCIÓN DE LA SALUD......................................59 4.1 Definición de evaluación ..........................................................................59 4.2 Tipos de Evaluación ...................................................................................62 4.2.1 Estudio de casos e historia clínica ...................................................63 4.2.2 Herramientas complementarias para la evaluación y la conformación del estudio de casos o historia clínica...................65 2 I. Entrevista clínica ......................................................................65 II. Relato ........................................................................................67 III. Instrumentos de medición de la personalidad.....................67 IV. Lista de verificación conductual ............................................ 68 4.3 Evaluación para la prevención y promoción de la salud ...................... 68 4.4 La resiliencia como recurso para la promoción y la prevención de la salud mental ..................................................................73 CAPÍTULO 5. HERRAMIENTAS PROPUESTAS PARA LA EVALUACIÓN DE CARACTERÍSTICAS, REPERTORIOS, Y CONDICIONES PARA LA RESILIENCIA EN ADULTOS......................75 5.1 Los estudios de casos y la historia clínica como instrumentos de evaluación de las características, repertorios y condiciones para la resiliencia ................................................................76 5.2 Herramientas complementarias para la evaluación y la conformación de estudios de casos e historias clínicas.......................76 5.2.1 Procedimiento para la evaluación...............................................77 I. Entrevista semiestructurada y abierta.............................................78 A. Establecimiento de rapport ........................................................78 B. Revisión de la historia de vida....................................................79 C. Factores protectores y promotores de resiliencia ...................80 D. Situaciones de estrés, crisis, riesgo, peligro y adversidad vividas......................................................................81 II. Relatos ................................................................................................81 III. Instrumentos de medición de la personalidad .............................82 IV. Lista de verificación para el registro de características, repertorios y condiciones para la resiliencia ...............................................................................................84 V. Integración de la evaluación..........................................................87 VI. Entrega de resultados a la persona evaluada ............................88 5.2.2 Disertación final y conclusiones.....................................................88 BIBLIOGRAFÍA ..............................................................................................................98 ANEXO: LISTA DE VERIFICACIÓN PARA EL REGISTRO DE CARACTERÍSTICAS, REPERTORIOS Y CONDICIONES PARA LA RESILIENCIA............................................106 7 “PROPUESTA DE EVALUACIÓN DE CARACTERÍSTICAS, REPERTORIOS Y CONDICIONES PARA LA RESILIENCIA EN ADULTOS EN VISTA DE ACCIONES DE PREVENCIÓN” RESUMEN En primer término se hace una reseña histórica del surgimiento del concepto de resiliencia para ofrecer una definición de la misma, haciendo un alto en las implicaciones filosóficas y de cambio de paradigmas a que obliga el concepto. A continuación se pasa revista a los trabajos realizados para conocer el desarrollo de comportamiento resiliente característico de las diferentes etapas de vida: infancia, adolescencia, edad adulta y adultos mayores. A partir de la descripción de dichas características se elabora el perfil de la persona resiliente que servirá como una de las herramientas (lista de verificación) para la evaluación de las características, condiciones y repertorios para la resiliencia en adultos. La propuesta de procedimiento para la valoración del comportamiento resiliente consiste en la utilización conjunta de: 1) formato de entrevista, 2) la elaboración de relatos, 3) la lista de verificación, y, 4) el apoyo opcional de instrumentos de medición de rasgos de personalidad ya existentes. Esta propuesta es considerada como una iniciativa de difusión del concepto de resiliencia incipiente en México, además de representar una alternativa para la promoción de la salud mental, del bienestar y de la calidad de vida. Así mismo, se establece que el fomento del desarrollo de comportamiento resiliente constituye una valiosa herramienta de prevención de las consecuencias que el enfrentamiento de situaciones adversas representa ineludiblemente para las personas. 8 INTRODUCCIÓN El concepto que aquí se revisa surge a partir de las limitaciones y contradicciones que enfrentaron expertos en el campo del comportamiento humano, cuando sus pronósticos de desarrollo de trastornos y patologías en personas que se desenvolvían bajo la influencia de factores de alto riesgo, no tuvieron lugar. En contraste con lo esperado, las personas que habían vivido situaciones adversas, desventajosas, destructivas y en extremo dolorosas, desarrollaban características que les permitían salir adelante, potenciando su desarrollo, fortaleciendo sus capacidades y logrando superar y mejorar sus condiciones de vida. El paradigma rígido, unívoco e infalible según el cual a cada causa corresponde un determinado efecto empezó a cuestionarse, porque el abanico de posibilidades se abría a opciones jamás imaginadas. La tarea de los profesionales de la salud ya no podía consistir en detectar y dar pronósticos alrededor de lo patológico. A partir de entonces se cuestionó si la aproximación correcta al campo de la salud mental versaba alrededor y en función de la enfermedad, de los trastornos y de la patología, postura que había sido adoptada del patrón predominante en el campo de la medicina. Hicieron su aparición en el campo de las disciplinas de la salud mental conceptos como el bienestar, el optimismo, la calidad de vida, los factores protectores, mismos que han caracterizado primero, a la psicología humanista y después a la llamada “psicología positiva”. Muchos años transcurrieron para que surgiera el concepto que aquí nos ocupa. Aunque en México es todavía poco conocido, se ha establecido y abierto camino y aceptación por mérito propio, adquiriendo relevancia teórica y práctica en diferentes países de Europa, África y Latinoamérica, así como en Estados Unidos. Este concepto cuenta también con el reconocimiento de asociaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Al conocerlo, la persona y el profesional comprometidos con el hombre y con lo humano, con la inquietud y el interés por el conocimiento de sí mismos y con la búsqueda de sentido; aquellos empeñosos y empeñados en conquistar mejores condiciones de vida para sí y para quienes los acompañan o se hacen 9 acompañar por ellos en el devenir de la vida, al conocer el concepto de “resiliencia” se fascinan y quedan prendados con sus principios y potencial, dándole buena acogida, pues deja un grato sabor de boca, abre la puerta a la esperanza y enciende una luz ante lo que podría solamente resultar amargo e ineludible como lo son los riesgos, las adversidades, la incertidumbre, el sufrimiento y el dolor. La resiliencia no es la panacea, pero representa un modo distinto de ver la vida como una oportunidad interminable de desarrollo y de evolución, que ciertamente implica un cambio para muchos radical y difícilmente aceptable y adoptable por obligar a replantear conceptos e idiosincrasias fuertemente arraigadas al modo de concebir a la ciencia, al hombre y lo inherente a él. Esta propuesta plantea la evaluación de las características, condiciones y repertorios resilientes como una forma de acercamiento al concepto; sin embargo, reconoce la importancia de promover el desarrollo de factores de protección para con ello favorecer, estimular y emular pensamientos, comportamientos y formas de vida resilientes. La propuesta se dirige a los adultos sin la menor intención de dejar de lado al resto de los sectores de la población para los que, ciertamente, la resiliencia representa un recurso valioso de formación, transformación, crecimiento y evolución. Los motivos por los cuales los adultos son el objetivo de este trabajo son que de ellos dependen niños, jóvenes y adultos mayores, que ellos han sido y son los agentes promotores de resiliencia por excelencia y, por tanto, que es necesario y prioritario que ellos mismos reconozcan, tomen conciencia y valoren las características potencialmente resilientes con que cuentan como producto de su experiencia, del mismo modo que es importante entregarse a la tarea de desarrollar aquellas que aún no han conquistado. En la edad adulta, generalmente las personas cuentan con condiciones favorables para desarrollar comportamiento resiliente; sin embargo con frecuencia desconocen y desaprovechan situaciones a partir de las cuales pueden crecer y fortalecerse como lo son la vida en pareja y la resignificación de vínculos a que puede dar lugar, así como las dificultades que enfrentan día con día en los contextos familiar, laboral y social. Si bien la resiliencia se ha asociado predominantemente con individuos que han superado grandes tensiones y traumas, en la actualidad las personas enfrentan cada vez más situaciones estresantes, un ritmo de vida acelerado y contratiempos que se presentan durante cualquier jornada. Es por ello que desde diferentes ángulos se propone ampliar el campo de acción del 10 concepto para convertirlo en un objetivo principal en la vida de las personas. La meta consiste entonces en desarrollar una “mentalidad resiliente”, como la llaman Brooks y Goldstein (2004), compuesta por características, repertorios y condiciones que en principio se sugiere valorar. Es importante destacar que no todo ha sido dicho acerca de la resiliencia y que se está lejos de lograrlo por la complejidad de su esencia. Ha sido difícil, por ejemplo, llegar a una definición unificada, universal que permita dirigirse hacia el establecimiento de una “Teoría de la Resiliencia”. De igual modo, este fenómeno se toca con otros tantos conceptos sin definición concertada, imprecisos, confusos, pero vigentes y tangibles como son estrés, adaptación, ajuste, vulnerabilidad,competencias y otros tantos recursos psicológicos (Rutter, 1983; Manciaux, Vanistendael, Lecomte y Cyrulnik, 2003). No obstante lo anterior, existe una tendencia y criterios establecidos reconociendo a la resiliencia no como una respuesta o un comportamiento aislado, sino como un proceso dinámico entre factores de riesgo y de protección, competencias individuales, contextos sociales favorecedores o no de resiliencia, todos ellos interactuando para posibilitar la superación de eventos estresores y adversidades (Infante, 2001; Llobet, 2005). La resiliencia es un concepto que obliga a trabajar en la promoción y la prevención de la salud mental, al plantear la posibilidad de desplegar sus características como parte del proceso de la vida, para encararla con más garantías de éxito, pero sobre todo de desarrollo y bienestar, mismos que se logran no en la concepción individual del hombre, sino en el marco de su contexto social. La resiliencia tiene lugar bajo el cobijo del hombre en compañía del hombre, al entretejer conjuntamente la historia, favoreciendo y dando condiciones mutuas de progreso y de calidad de vida. La resiliencia es posible cuando las personas y su ambiente cuentan con factores de protección, facilitadores y promotores de resiliencia, los cuales no son provistos sino por otros hombres, por aquellos que se han enfocado en sus fortalezas, sabiendo sacar provecho aún de las circunstancias más duras y menos favorables; por aquellos para quienes la vida consiste en un reto, y cada reto es una oportunidad de crecimiento, de conquista y de victoria. 11 JUSTIFICACIÓN La finalidad de este trabajo es proponer la construcción de un procedimiento de evaluación que permita a los adultos, conocer los repertorios que han adquirido a lo largo de su vida para enfrentar situaciones adversas y salir airosos de ellas, tomar conciencia de las habilidades desarrolladas y de las condiciones conquistadas a través de las experiencias vividas, para continuar en el sendero hacia la búsqueda de sentido y el logro de mayor bienestar y crecimiento, constituyéndose como pilares firmes y confiables al formar a las nuevas generaciones mediante la labor educativa que desempeñan como padres, maestros, amigos, compañeros y como miembros de su comunidad y de la sociedad. La propuesta se dirige a los adultos como el sector de la población más activa y en la que recaen predominantemente las responsabilidades de productividad y trascendencia económica, pero sobretodo educativa, cultural, valoral y social. Es en manos de los adultos que está el formar a niños y jóvenes para la vida. Para una vida, como ha sido desde que apareció en la tierra, llena de sorpresas e incertidumbres, de pruebas y retos, de adversidades, de situaciones estresantes comunes y extraordinarias, pero sobre todo, de sentido de la existencia. Tomar conciencia de la responsabilidad, del reto y de la satisfacción que lo anterior representa, lleva implícita la necesidad de estar capacitado para transmitir experiencias a la altura de las demandas y circunstancias que se viven en nuestro tiempo y en nuestro mundo, haciéndolo en principio con la congruencia de vivir digna y plenamente y poder así “predicar con el ejemplo”. El sustento de esta propuesta está constituido por un concepto que aunque ya ha tenido difusión y aplicación a algunos programas de intervención y prevención en México, aún no se conoce de manera generalizada en nuestro país. El concepto del cual se habla es bien conocido desde hace alrededor de dos décadas en diferentes países, en los cuales se cuenta con incursiones importantes sobre el tema, mismas que han aportado elementos teóricos y prácticos sólidos y suficientes para la conformación de un concepto con fuerte impacto en programas sociales de prevención de la salud mental, de la promoción de bienestar y del incremento en la calidad de vida en las que hacen énfasis organizaciones internacionales como la OMS, la UNICEF y la UNESCO, cuyos programas y argumentación hacen frecuente e inevitablemente referencia del concepto en cuestión, mismo que se perfila como “un derecho humano” (Vergés, 2001). 12 El concepto central de este trabajo es, pues, el de “resiliencia” que se define de la forma más sencilla y conocida como la “capacidad desarrollada por algunas personas para sobreponerse a la adversidad exitosamente, saliendo incluso fortalecidas de ella” (Grotberg, 1995, en Grotberg, 2004; Vanistendael, 1995, en Mam, 2005; Melillo y Suárez, 2001; Melillo, 2004; Poletti y Dobbs, 2005). El carácter de la resiliencia, como se verá a lo largo del desarrollo de este trabajo, es intrínsecamente preventivo y de promoción del bienestar y del mejoramiento de la calidad de vida a partir del desarrollo de competencias, fortalezas, capacidades y condiciones de cambio y superación latentes y potenciales en las personas y en los grupos de personas. Así pues, el presente trabajo se constituye en una propuesta cuyo objetivo es generar las bases para iniciar acciones preventivas como profesionales de la salud y de la psicología en particular, partiendo de la difusión del concepto de resiliencia, así como de favorecer la toma de conciencia acerca de su existencia y de los beneficios potenciales de su conocimiento, desarrollo y aplicación, aún incipientes en México. 13 CAPÍTULO 1. HISTORIA DEL CONCEPTO DE RESILIENCIA 1.1 Origen del concepto. El término “resiliencia” es aún desconocido por la generalidad de las personas en México. En otros países del mundo se le empezó a aplicar a las ciencias de la salud mental hace una veintena de años importándolo de disciplinas de la física y la mecánica, para referirse a la resistencia de algunas personas a los golpes fuertes de la vida y al temple de su personalidad bajo esas condiciones. Revisar el origen y el significado del vocablo se impone como requisito para introducirse en la materia. La raíz etimológica del vocablo resiliencia proviene del término en latín resilio que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar (Díaz y Leguizamo, 2005). Su aplicación ha sido frecuente en el campo de la física, la ingeniería, la mecánica y la metalurgia, refiriéndose a las características de ciertos materiales empleados en la construcción, los cuales recobran su forma original después de haber sido sometidos a una fuerza deformadora. Existen diferentes versiones acerca de quién o quiénes importaron el término para su uso en el campo de las ciencias de la salud, de la psicología y de la psiquiatría. Según Díaz y Leguizamo (2005) fue Scoville en 1942; según Vanistendael (en Puerta de Klinkert, 2003) fue en el contexto del trabajo de la doctora Emy Werner por ahí del año 1989, de Garmezy y Rutter desde 1983 y de Lösel en 1994, citados también por Manciaux, Vanistendael, Lecomte y Cyrulnik (2005); y según este último equipo de estudiosos encabezado por Manciaux (2003) fue Bowlby quien lo adoptara en 1992. Henderson y Milstein (2004) señalan que el concepto de resiliencia se fundamenta en un paradigma cuya perspectiva es drásticamente nueva, emergente en los campos de la psiquiatría, la psicología y la sociología, y que se refiere a cómo las personas se sobreponen al estrés, al trauma y al riesgo. El constructo toma fuerza de un número creciente de estudios que ponen en tela de juicio la idea de que el estrés y el riesgo, incluidos abusos, pérdidas, abandono y tensiones cotidianas, inevitablemente devengan en contraer psicopatologías o en perpetuación de pobreza, abuso, fracaso escolar o violencia. 14 Según Poletti y Dobbs (2005, p. 16), hace más de 20 años el término “resilience” empezó a ser empleado por psicólogos norteamericanos “para describir cierto conjunto de cualidades que favorece un proceso de adaptación creativa y de transformación, a pesar de los riesgos y de la adversidad”.Según Vanistendael (referido en Puerta de Klinkert, 2003, p. 13), el concepto de resiliencia fue adoptado en el contexto de las ciencias humanas, inicialmente por el mundo anglosajón, representado por los estudios del desarrollo de niños hawaianos de la isla de Kauaí encabezados por la doctora Emy Werner, así como por los muy sorprendentes resultados obtenidos en otros estudios científicos como los realizados por Garmezy, Rutter y Friedrich Lösel. En el mismo orden de ideas, Manciaux, et al. (op. cit., p. 17) están de acuerdo en que la resiliencia se remonta al origen de la humanidad, así como en que su aparición en las ciencias sociales es reciente. A diferencia de otros autores, ellos señalan una sincronía en su aparición en el mundo anglosajón y en el francófono, caracterizada por que “[…] esta aparición original y tardía se sitúa en una perspectiva en que podemos distinguir unas primicias prometedoras, una corriente portadora y una dinámica interactiva de observación, investigación y acción”. Por su parte, Suárez Ojeda (2004, p. 18-19), coincide con Vanistendael (en Puerta de Klinkert, 2003) en que “El concepto de resiliencia nació y comenzó a desarrollarse en el hemisferio norte (Michael Rutter en Inglaterra y Emy Werner en Estados Unidos) y luego se extendió a toda Europa –especialmente Francia, los Países Bajos, Alemania y España-, y más tarde llegó a América Latina...” Fue en 1991 cuando se realizó el primer seminario sobre Resiliencia en Lesotho (estado de África Meridional), organizado por la Fundación Bernard van Leer, una Organización No Gubernamental (ONG) que desde hacía tiempo se dedicaba a investigar sobre el tema y a la que aún hoy en día se deben programas serios de promoción de resiliencia. A raíz de dicho seminario, el “Bureau International Catholique de l’Enfance” (BICE) destinó sus esfuerzos y recursos a la investigación del fenómeno de la resiliencia. Un año después, en 1992, se obtendrían los primeros y muy importantes frutos de la investigación de Lösel. La resiliencia fue adoptada bajo el título “Resiliencia del niño y la familia” incorporándola al programa para refugiados en zonas de conflicto en Centroamérica (BICE-DISOP). Ésta fue la primera aplicación del concepto fuera del mundo anglosajón de acuerdo con Vanistendael (1996, en Puerta de Klinkert, 2003, pp. 20 y 30). Para Brooks y Goldstein (2004), el tema de resiliencia encontró un lugar prominente en Estados Unidos a partir de los ataques del 11 de septiembre de 15 2001, dentro de su concepción como recurso de <parachoques> el cual, aunque no pretende eliminar los riesgos o condiciones adversas, sí implica la ayuda a los individuos para enfrentarse a ellos con eficacia. 1.2 Evolución de la conceptualización de la resiliencia. Para Manciaux et al. (op. cit.), lo que primero llamó la atención de los investigadores de la resiliencia fue la observación reflexiva de las historias vitales y trayectorias individuales, producida a partir del comportamiento paradójico e inesperado de niños, adolescentes y adultos, familias y grupos sometidos a pruebas terribles y a situaciones extremas, como guerras, cataclismos o deportaciones. Los mismos autores (p. 20) señalan que el primero en utilizar el término de resiliencia en sentido figurado, adoptándolo de la física de los materiales fue Bowlby en 1992, quien la definió como “resorte moral, cualidad de una persona que no se desanima, que no se deja abatir”. Confirmada después por personas en circunstancias menos trágicas, la resiliencia despertó el interés de investigadores que han analizado las observaciones registradas al respecto, manteniendo al concepto en un incesante ir y venir que lo ha enriquecido para darle cuerpo y sustento con numerosos estudios monográficos bien documentados. Las observaciones hechas durante treinta años por Werner respecto al desarrollo de una población de niños de Kauaí (Hawai), como se mencionó arriba tuvieron un papel predominante en el surgimiento del concepto. Theis (2005) hace, una revisión sobre “La resiliencia en la literatura científica” que consiste en una reseña histórica ilustrativa, clarificadora y fascinante del concepto. Es debido a la contundencia de su trabajo que a continuación se desglosan sus aportaciones al respecto. Esta autora coincide con Manciaux et al. (op. cit.) en que la existencia de resiliencia es “tan vieja como la humanidad”, aunque su estudio científico sea reciente. Theis (2005) menciona que el comportamiento resiliente ha sido descrito en la historia de niños desde hace mucho tiempo. Ha sido el historiador Gianfrancesco (2003) quien ha encontrado descripciones de este tipo de niños, hechas por novelistas y autores de ficción del siglo XIX. Vale señalar que en este interesante recorrido histórico, Theis (2005) se va a la “prehistoria” de la resiliencia examinando los conceptos que ayudaron a su aparición. De acuerdo con Theis, en la década de los 70 tuvo auge la investigación del riesgo incursionada por Anthony, cuyo objetivo era observar el desarrollo de los 16 “niños de alto riesgo” antes de que aparecieran patologías para descubrir cómo y en qué grado moldean su vida los riesgos afrontados, las fragilidades y las inmunidades bajo situaciones amenazantes, así como las defensas, competencias y capacidades para sobrevivir psicológicamente. Se introdujo entonces el término vulnerabilidad. Para esta autora fue el propio Anthony quien consideró que los diferentes factores del ambiente (genética, constitución, reproducción, enfermedades, traumas, crisis de desarrollo, etc.) podían amortiguar los efectos de la susceptibilidad a ser vulnerable. Se considera que para hacer una diferenciación clara entre la resiliencia y los conceptos que la precedieron, es necesario revisar la definición de vulnerabilidad hecha por Solnit (1982) y citada por la propia Theis (2005, pp. 46- 47): La vulnerabilidad evoca sensibilidades y debilidades reales y latentes, inmediatas y diferidas. […] La invulnerabilidad […] puede considerarse una fuerza, una capacidad de resistencia al estrés, a las presiones y a situaciones potencialmente traumáticas. […] El riesgo invoca la incertidumbre del resultado del enfrentamiento del niño con un estrés ambiental o interno. […] El dominio evoca la capacidad de vencer (activamente) un obstáculo fruto de exigencias internas, del estrés ambiental y de conflictos entre presiones internas y ambientales. Para Theis (2005), Garmezy, Neuchterlein, Werner y Bourguignon representan parte de los estudiosos e investigadores del riesgo que encontraron en el concepto de vulnerabilidad la posibilidad de desarrollar paralelamente la tendencia opuesta, la de invulnerabilidad, dando así uno de los primeros pasos hacia una postura diferente motivada por las observaciones y evidencias mostradas por una parte significativa de los niños de alto riesgo que no desarrollaban los trastornos predichos, sino que, por el contrario, mostraban una “admirable invulnerabilidad”. Esta autora diferencia el concepto de invulnerabilidad y dice que fue Rutter quien hizo las críticas más sutiles al contraponerlo con el concepto de la resiliencia: Este concepto parecía implicar una resistencia absoluta al daño; ahora bien, nadie tiene una resistencia absoluta: unos individuos son más resistentes que otros, pero todos tienen sus límites. El término sugiere que esa resistencia se aplica a todos los sucesos de riesgo; pero eso es imposible, pues las características que forman la resiliencia varían en función del suceso desfavorable. El concepto parece implicar que la invulnerabilidad es una característica intrínseca del individuo. Pero los estudios demuestran que la resiliencia empieza también por el contexto social. 17 El término sugiere la idea de una característica invariable, pero muchas razones hacen suponer que los cambios debidos al desarrolloinfluirán en la resiliencia, como lo hacen también otras características. Así, Theis concluye que el modelo de la vulnerabilidad evidencia dificultades de adaptación y problemas de conducta, pero no permite entender porqué algunos niños de alto riesgo no sucumben a la patología. Se estudiaron entonces sus competencias, sus estrategias para el afrontamiento (coping), sus capacidades de ajuste y nació un nuevo modelo, el de la resiliencia y los factores de protección. El último acotamiento de Theis (2005, p. 49) a esta reseña señala que, a la fecha, aún hay diccionarios comunes y especializados en los que no aparece el término resiliencia. Tal es el caso del tratado de paidopsiquiatría de Lebovici, Diatkine y Soulé en el que la resiliencia aparece bajo el nombre de recursos: “[…] a la vulnerabilidad opondremos el concepto de recurso: recurso psicológico inmediatamente disponible, o capacidad que podría activarse ante una situación o gracias a una acción preventiva”. 1.3 Implicaciones filosóficas. El concepto de resiliencia no sólo conlleva al planteamiento de un nuevo modelo. Implica también una aproximación diferente al objeto de estudio, al objetivo de la labor de investigación, de la finalidad de la intervención, de la función de los servidores de los campos de las ciencias humanas y de la salud mental, pero sobre todo involucra un replanteamiento del sustento filosófico del quehacer respecto a las Humanidades. Son muchos los autores (Brooks y Goldstein, 2004; Cyrulnik, 2002, 2002a, 2003, 2005; Díaz y Leguizamo, 2005; Galende, 2003; Llobet, 2005; Mam, 1998; Bachillerato Integral Comunitario Ayuujk Polivalente, 2006; Jarero, 2006; Martínez, 2005; Navarrete, 2006; Varela, 2005) que plantean esta situación y el cambio de perspectiva que ha implicado en su quehacer profesional y en su vida, enriqueciendo su ejercicio al recordar los valores éticos y morales universales a los que también involucra la resiliencia. Así pues, Emiliano Galende (2004) hace un ensayo por demás interesante acerca de las implicaciones filosóficas, de la crisis conceptual y de la postura a que en esencia y en consecuencia lleva el concepto de resiliencia. Su revisión filosófica hace un recorrido exhaustivo, apasionante y clarificador de estas cuestiones filosóficas que se considera pertinente explicitar a continuación. Este autor (2004, pp. 23-24) se hace una serie de preguntas y las responde como sigue: “¿Qué es la resiliencia? Cierta sorpresa rodea la respuesta: se trata de algo que pertenece a la experiencia común […], pero a la vez nos interroga, 18 cambia el eje sobre el cual estamos habituados al pensar los temas de salud y sus soluciones”. El propio Galende (2004) continúa su descripción del concepto y cita a Daniel Rodríguez: “la resiliencia es un “concepto fácil de entender pero difícil de definir, e imposible de ser medido o calculado exhaustivamente” y agrega: … pensar la resiliencia es justamente subvertir la idea de causalidad que gobierna el pensamiento médico positivista y algunas concepciones de la salud. Este concepto introduce el azar, lo aleatorio, altera la idea de relaciones necesarias entre los fenómenos de la vida. E introducir el azar es a la vez introducir al sujeto capaz de valoraciones, de crear sentidos a su vida, de producir nuevas significaciones en relación con los acontecimientos de su existencia. Es pensar a un individuo no como víctima pasiva de sus circunstancias sino como sujeto activo de su experiencia. Así pues, “Resiliencia” evoca desde el inicio la idea de complejidad e integración: complejidad de los procesos reales en que se desenvuelve la vida; integración de esos niveles que la ciencia separa para su conocimiento pero que sólo tienen una existencia integrada a la experiencia del hombre, el de los mecanismos biológicos del cuerpo, la vida psíquica y la existencia social. La adversidad impuesta al individuo es productora de esa integración como condición para la subjetividad resiliente, productora de nuevos significados y valores y determinante de un sentido posterior para el sujeto que aprende de su experiencia… Ese aprender es en sí mismo un conocimiento y un nuevo recurso integrado al cuerpo, a la mente y a la acción sociocomunitaria del individuo. (Galende, 2004, pp. 23-24). Para continuar, el mismo Galende (2004, p. 24) se pregunta si la resiliencia es una nueva disciplina, a lo que responde: Quizás más bien una nueva mirada sobre viejos problemas del hombre. […] la observación empírica de las relaciones entre infancia y pobreza han llevado inexorablemente a preguntarse por las repuestas de diversas disciplinas: la sociología, la salud, la psicología, la antropología e, incluso, la reflexión filosófica acerca de la naturaleza de lo humano. ...Es importante aclarar que esta perspectiva amplia del concepto de resiliencia plantea dificultades a quienes entienden que la ciencia sólo debe dar cuenta de verdades objetivas, es decir, verificables o con posibilidad de refutación. […] esta visión de la ciencia […] tiene dificultades para admitir un objeto de estudio como el sujeto, cuyo carácter esencial es la capacidad de valorar. La medicina ha sido parte de esta posición positivista de la ciencia y ha contribuido a la separación entre ciencia objetiva y valores humanos, es decir, entre los mecanismos biológicos y la subjetividad. […] Los valores propios del sujeto y la verdad objetiva están asociados, pero no confundidos. […] El hombre moderno, superado el espíritu animista de las religiones, está obligado a orientar su acción sin confundir ambos juicios; su posición ética es también subsidiaria de reconocer que su búsqueda de la verdad objetiva es inexorablemente un valor subjetivo, propio de un sujeto. La resiliencia no puede ser enteramente una ciencia objetiva, ya que no podría, ni desea, apartarse de la valoración sobre el hombre. Es en sí una disciplina, responde a una regla moral, y es por ello parte de las ciencias de la salud, ya que ninguna de estas ciencias podría fundar sus conocimientos sin la imposición ética de los valores que deben discernir entre la vida, la salud, el sufrimiento y la muerte. Lejos de apartarnos de la búsqueda de la verdad, la resiliencia nos lleva a indagar en la verdad profunda del hombre y su devenir, evitando que la pretensión de objetividad nos encierre en un 19 reduccionismo falso. Es en sí misma una propuesta de superación de esta separación entre ciencia y valores, entre objetividad y subjetividad. Como se puede ver, el concepto de resiliencia lleva implícito para el profesional de la salud un cambio de orientación y de conceptualización del ser humano, de su comportamiento y de la salud mental, ya no evaluada o diagnosticada como patología, sino como características, fortalezas y oportunidades de resurgimiento a la vida y crecimiento personal, familiar y social. El concepto ha obligado a la disciplina a un replanteamiento, debido a que traza un abordaje a partir las oportunidades de desarrollo de potenciales y fortalezas que representan las dificultades, riesgos y adversidades para las personas que las enfrentan asumiéndolas como retos y no como desgracias. La resiliencia ha dejado ver sus principios con tal transparencia que difícilmente podría confundírseles o deformarlos, porque “caen por su propio peso”. Lo anterior dista mucho de implicar que la resiliencia sea un concepto simple, por el contrario, denota una complejidad y complementariedad de componentes, que toman su lugar en un sistema funcional y flexible, pero no por ello caprichoso o accidentado. El respaldo del concepto es de tal modo suficiente y consistente que mostró sus evidencias y permitió la construcción del concepto a partir de las observaciones concretas de la conducta de personas cuya sobrevivencia y superación de condiciones de vida terribles son su más firme cimiento. 1.4 Aplicacionesa las Ciencias Humanas El interés por la resiliencia y su aplicación a las ciencias humanas en algunos países del mundo se ha expandido, convirtiéndola según Suárez Ojeda (2004, p.18) en una “actividad transdisciplinaria por excelencia” incluida en las siguientes áreas y sectores: • Psicología: desde sus orígenes, el concepto se basó en la observación del desarrollo psicosocial y se enriquece actualmente con el aporte del psicoanálisis. • Antropología: reúne las tradiciones ancestrales de las comunidades y preserva lo autóctono como sostén de la identidad individual y comunitaria. • Sociología: asume las estructuras y funciones sociales como coadyuvantes o limitantes de la resiliencia comunitaria. • Sector Salud: todos los agentes son vectores de la capacidad resiliente; el concepto presente en la génesis de la promoción de la salud. • Economía: se plantea como estrategia contra la pobreza y como camino en la búsqueda de una mejor calidad de vida. 20 • Trabajo social: herramienta para abordar los sectores más desprotegidos y fortalecer sus capacidades de superación. • Derecho: se le asocia con los organismos y la legislación que vela por los derechos humanos. El mismo Suárez Ojeda (2004, p. 19) señala que, por el origen de sus aportaciones, pueden identificarse tres corrientes intelectuales de investigadores de la resiliencia y una aproximación particular de proyectos que la abordan, es así como en total suman cuatro tendencias predominantes en el estudio de la resiliencia que son: o Corriente Norteamericana: Esencialmente conductista, pragmática y centrada en lo individual; o Corriente Europea: con mayores enfoques psicoanalíticos y una perspectiva ética; o Corriente Latinoamericana: comunitaria, enfocada en lo social como respuesta a los problemas de contexto que se enfrentan en estos países. o Aproximación de la psicología del desarrollo: parte de las incursiones hechas alrededor de la infancia y su extrapolación a otras etapas de la vida, así como a problemáticas como la discapacidad y la violencia. Por su parte, Henderson y Milstein (2004) encuentran que los científicos sociales han empleado el término resiliencia para describir tres clases de fenómenos: 1. Los resultados positivos que se observan en el desarrollo de niños que viven en contextos de “alto riesgo”, como pobreza crónica o drogadicción de alguno de los padres; 2. El mantenimiento de las capacidades personales en condiciones de estrés prolongado, por ejemplo, durante ruptura matrimonial de los padres, en el curso de enfermedades físicas o mentales o en consecuencia de conductas adictivas de los padres o de otro miembro de la familia; 3. La recuperación de un trauma como los horrores de guerras o campos de concentración. En México existen ya diversas organizaciones públicas y privadas, gubernamentales y no gubernamentales, dedicadas al estudio, difusión, 21 promoción y desarrollo de la resiliencia (Bachillerato Integral Comunitario Ayuujk Polivalente, 2006; Bárcena, 2005; CECAD SONORA, 2006; Chimalli-DIF, 2006; FISAC, 2006; Jarero, 2006; Martínez, 2005; Navarrete, 2006; Tedesco, 2003; Varela, 2005). La pertinencia de la aplicación del concepto en México no tiene lugar a dudas. El trabajo de promoción de conducta resiliente se ha desarrollado en comunidades que han sufrido desastres naturales y accidentes o siniestros como son Tapachula (Gaceta Iztacala UNAM, 2006), Cancún y Chiapas (Jarero, 2006). De igual forma, se desarrollan programas de apoyo a comunidades marginales y en extrema pobreza que son de gran beneficio para esas poblaciones (Bachillerato Integral Comunitario Ayuujk Polivalente, 2006). No obstante el trabajo que se realiza en México con base en la resiliencia, ni lejanamente cubre las necesidades de tantos otros sectores de la población a los que se podría favorecer con este enfoque. Podría intervenirse, por ejemplo, con diferentes grupos minoritarios entre ellos indígenas, niños de la calle, niños maltratados e institucionalizados, lo mismo que con poblaciones de menores infractores y jóvenes con comportamiento adictivo, con poblaciones de escolares de cualquier nivel educativo, con personas de la tercera edad o con los pobladores de las grandes ciudades sometidos a estrés constante, con enfermos graves o en etapas terminales, con personas lisiadas o con discapacidades. 1.5 Limitaciones y ventajas del concepto de resiliencia. Como todo concepto y teoría, el de la resiliencia no se hizo en un día ni se ha acabado; en cambio, es producto de las aportaciones hechas por los diferentes estudiosos a partir de las debilidades y limitaciones de los conceptos que la precedieron, así como de las perspectivas que surgen de las necesidades de los mismos estudiosos por ampliar y mejorar sus perspectivas de trabajo, de acción y de servicio profesional. El propio devenir y evolución de la Psicología como disciplina científica, cuyo objeto de estudio es uno de los más complejos que pudiera abordar cualquier ciencia, también ha hecho su aportación a la necesidad de buscar nuevos paradigmas explicativos del comportamiento humano. Este proceso de construcción del concepto se ha plasmado en los incisos precedentes con la finalidad de aclarar las condiciones que le han dado origen. La resiliencia se presenta pues, como un concepto esperanzador, optimista, flexible, cuya postura coincide con la conocida como psicología positiva, así como con una visión holística que concibe al ser humano como un todo 22 constituido por sus partes, entre las que se cuentan sus condiciones tanto internas como externas. Como diría Ortega y Gasset (Inciarte, 1986), “Yo soy yo y mis circunstancias”. La resiliencia constituye un nuevo cristal con el que se mira al comportamiento humano desde una perspectiva más humana, comprensiva, amable y generosa que no es la primera de este género, y que, como lo han sido otras perspectivas humanistas, ha sido atacada por tender a lo subjetivo y no ser cuantificable con precisión y por tanto carecer de objetividad y valor científico para el sector que se rige por esos criterios. Para los estudiosos de la resiliencia esta reflexión no es ajena, así como tampoco lo es reconocer que se está lejos de contar con una definición universal, exhaustiva y única. Así que tal hazaña constituye un reto. Con todo, el concepto de resiliencia tiene peso propio, es fascinante y atrapa al profesional comprometido con el hombre y con lo humano, con el conocimiento de sí mismo y con la búsqueda de sentido. Así mismo, es bien acogida por las personas en general, dejándoles un buen sabor de boca ante lo que en la vida podría solamente resultar amargo como lo son los riesgos, las adversidades, la incertidumbre, el sufrimiento y el dolor. Aunque podría calificarse de idealista, queda claro que la resiliencia no es la panacea, pero responde a un replanteamiento de la aproximación al hombre y lo inherente a él que rescata su percepción humanitaria como complemento de lo médico, lo psicológico, lo social. Este concepto representa un modo distinto de ver la vida, dando sentido a las experiencias que enfrentan las personas como una oportunidad interminable de desarrollo, de evolución y de superación de sus condiciones internas y externas. No se trata de un tema más de autoayuda, sino de una filosofía de vida con implicaciones importantes en el devenir como personas, como seres sociales y como profesionales y prestadores de servicio. 1.6 Definición de Resiliencia. Como ya se ha mencionado antes, la palabra resiliencia como concepto no tuvo aplicación histórica en el campo de la psicología o más genéricamente de las ciencias humanas sino hasta hace alrededor de 20 años. En México es sólo recientemente que se le conoce y aplica. Su definición en los diccionarios comunes de la lengua española no aparece. Poletti y Dobbs (2005,p.16) señalan que el Diccionario de la Real Academia Española no incluye los términos resiliencia ni resiliente. Estas autoras encuentran en el diccionario Petit Larousse las definiciones de resilience y de resilient (del francés), que son, respectivamente, “la característica mecánica que define la 23 resistencia de los materiales a los impactos” y “que presenta resistencia a los impactos”. Por su parte, Cyrulnik (2002, p. 23) cita dos definiciones: “voz que usa la mecánica para indicar la propiedad de la materia que se opone a la rotura por el choque o percusión” e “índice de resistencia al choque de un material”. Puerta de Klinkert (2003, p. 12), a partir de su revisión de Vanistendael, dice que el concepto de resiliencia es tan antiguo como la misma humanidad y aparece enmarcado en la capacidad de supervivencia del ser humano a través de las etapas de la historia del mundo. Sin embargo, señala refiriéndose al mismo Vanistendael “sólo aparece recientemente como tal, incorporado a principios de la ingeniería, y más específicamente de la mecánica, para referirse a la característica que tienen ciertos materiales empleados en la construcción, de recobrar la forma original con la que fueron moldeados, después de haber sido sometidos a una presión deformadora”. Tal propiedad, dice, “ha sido empleada más recientemente, en diferentes áreas de la medicina, para la fabricación de implementos relacionados con la recuperación de la salud [...] con el fin de facilitar su colocación inicial y su posterior adaptación al cuerpo del usuario”. A la acepción de la palabra a que se hace referencia arriba, se debe que al buscar en el archivo “tesiunam” bajo el término resiliencia, los primeros trabajos encontrados corresponden a disciplinas como ingeniería, economía y ecología. Manciaux et al. (op. cit., p. 20) mencionan que el primero en utilizar el término de resiliencia en sentido figurado, procedente de la física de los materiales, fue Bowlby en 1992, definiéndola como “resorte moral, cualidad de una persona que no se desanima, que no se deja abatir”. Entrando en materia de la utilización del término en las ciencias humanas, Poletti y Dobbs, (2005, p. 16) dicen que en la Europa de habla francesa, el término es utilizado por especialistas de las ciencias sociales bajo el significado de “la capacidad de triunfar, de vivir, de desarrollarse positiva y de manera socialmente aceptable, a pesar del estrés o de una adversidad que implica normalmente el grave riesgo de un resultado negativo”. Para Cyrulnik (2002, p. 23) en su ensayo “Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida”, “resiliencia equivale a “resistencia al sufrimiento”, y señala tanto la capacidad para resistir las magulladuras de la 24 herida psicológica como el impulso de reparación psíquica que nace de esa resistencia. Puerta de Klinkert (2003) define la resiliencia como la “capacidad que poseemos todos los seres humanos para superar las adversidades y salir fortalecidos de ellas, por caminos ética y culturalmente válidos”. La misma Puerta de Klinkert (2003, pp. 14-15) retoma de un trabajo de Grotberg dos definiciones parecidas entre sí: 1. “Consiste en la capacidad que tienen niños, adultos o familias, para actuar correctamente y tener éxito pese a las circunstancias adversas que los rodean, para recuperarse después de vivir eventos estresantes y reasumir con éxito su actividad habitual” (Hernández, 1998, p. 1) y complementa diciendo “Es una cualidad dinámica... latente en el interior de cada ser humano, cualidad siempre cambiante que surge de la creencia en la propia eficiencia para enfrentar los cambios y para resolver los problemas, [...] puede ser activada en cualquier momento, empleando los mecanismos adecuados para ello”. 2. “Los autores norteamericanos la definen como una capacidad universal que permite, a una persona, un grupo o una comunidad, impedir, minimizar o superar los efectos dañinos de la adversidad. Puede transformar o hacer más fuerte las vidas de los resilientes. No solamente posibilita un desarrollo normal dentro de las condiciones de adversidad, sino que también puede promover un crecimiento más allá del nivel actual de funcionamiento”. Según esta corriente la resiliencia no solamente debe activarse durante circunstancias desfavorables, sino que es ideal promoverla dentro de condiciones normales de desarrollo, como un factor de protección”. Como puede verse, la mayoría de las definiciones de resiliencia encontradas comparten algunos elementos en general. Las diferencias entre ellas radican en los conceptos y las perspectivas de los campos a los cuales los autores han dirigido su trabajo de investigación o sus intervenciones, así como del sustento teórico en el que fundamentan su labor. Algunos autores insisten en diferenciar el concepto de resiliencia de otros conceptos como lo son adaptabilidad, invulnerabilidad, resistencia, coping o estrategias de ajuste (Manciaux et al., 2005; Walsh, 2004). Así, para Vanistendael (en Poletti y Dobbs, 2005, p. 17) “el concepto de resiliencia es más rico y más completo que el de “capacidad de superar” y está constituido por dos dimensiones: 25 1. La resistencia a la destrucción, la capacidad de proteger la propia integridad ante fuertes presiones. 2. La capacidad de construir, de crear una vida digna de ser vivida, a pesar de las circunstancias adversas. Para Manciaux, et al. (op. cit., p. 21) “Definida... con sus dos aspectos de resistencia al trauma y de dinámica existencial, la resiliencia es más que la resistencia misma y más amplia que la adaptabilidad, que sólo es uno de sus elementos. Sus relaciones con el “coping” son más sutiles: aunque éste se repita, sólo responde a una situación muy concreta y no implica un proyecto de vida más allá del suceso. Y precisamente porque el concepto de invulnerabilidad con la idea de resistencia total, absoluta y permanente que le subyace, se ha ido mostrando inadecuado, es por lo que el concepto de resiliencia se ha abierto paso”. Por su parte, estos autores (op. cit., p.22) definen la resiliencia de modo pragmático a partir de sus raíces en realidades educativas, terapéuticas y sociales como “la capacidad de una persona o de un grupo para desarrollarse bien, para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves” que es la definición que en el año 2000 adoptó la “Fondation pour l’enfance” en Paris. Como ya se ha dicho, pese a la existencia de múltiples definiciones y a la homogeneidad existente entre ellas, el concepto de resiliencia aún está en construcción. Al respecto la opinión de algunos de los expertos en el tema se presenta a continuación. Por su parte Walsh (2004) elabora una definición que es en realidad una descripción que incorpora elementos señalados por diferentes autores de un modo sencillo, claro y exhaustivo que incluye implicaciones filosóficas y de sustento teórico del concepto. En su definición, la autora incluye también una discriminación de lo que no es resiliencia, apuntalando así la distinción del concepto de otros con los que se le ha confundido o relacionado, en este sentido ésta podría considerarse una descripción bastante completa del concepto. La resiliencia puede definirse como la capacidad de una persona para recobrarse de la adversidad fortalecida y dueña de mayores recursos. Se trata de un proceso activo de resistencia, autocorrección y crecimiento como respuesta a las crisis y desafíos de la vida. El poder de superar los golpes terribles de la fortuna pone en tela de juicio uno de los axiomas de nuestra cultura convencional, según el cual no es posible eliminar los 26 efectos de los traumas tempranos o graves que se han sufrido, la adversidad siempretiene, a la corta o a la larga, efectos perjudiciales en el individuo y los niños que nacen en el seno de familias perturbadas o –quebradas- están condenados. La resiliencia implica algo más que sobrevivir a un suplicio horrible, atravesarlo o eludirlo. No todos los que sobreviven a estas situaciones son resilientes; algunos quedan atrapados en la condición de víctimas, relamiéndose las heridas e impedidos de crecer por la ira y la culpa (Wolin y Wolin, 1993). Por otro lado, las virtudes propias de la resiliencia permiten a las personas curar sus dolorosas heridas, hacerse cargo de su vida, amar y desarrollar una existencia plena. Para comprender bien la resiliencia, importa diferenciarla de ciertas nociones erróneas acerca de la –invulnerabilidad- y la – autosuficiencia – [...] la resiliencia se forja cuando el individuo se abre a nuevas experiencias y actúa en forma interdependiente con los demás. (Walsh, 2004, pp. 26-27). Es un hecho reconocido abiertamente por los estudiosos y expertos que el concepto de resiliencia en el ámbito de las ciencias humanas aún está en construcción. Al respecto, Manciaux et al. (op. cit., p. 25) citan cuatro definiciones más, que convergen o coinciden, como tantas otras, al insistir en que la resiliencia implica la resistencia a un trauma, suceso o estrés considerados graves; en una evolución posterior, satisfactoria y socialmente aceptable. Pero se cuestionan algunos de los términos utilizados como ¿Qué es una evolución favorable y socialmente aceptable? y señalan el predominio de una objetividad aparente y de un carácter relativo de las definiciones, cuyas referencias están marcadas por la cultura, la sociedad y la época en que han sido establecidas. Estos autores concluyen: “Si la resiliencia es universal, nos gustaría tener una definición transcultural precisa y consensual a la vez. Es probable que sea imposible, [...] pero es esencial retener y asociar los dos componentes –resistencia al trauma y dinámica existencial- inherentes al concepto”. Con todo y la limitación encontrada respecto a la no existencia de una definición universal, existen consensos entre diferentes autores al respecto de la resiliencia. Un primer consenso se encuentra en que, al definirla varios autores se refieren no sólo a personas o individuos resilientes, sino también a familias y a comunidades. Un segundo consenso consiste en que se le considera un proceso en el que pueden diferenciarse factores de resiliencia, comportamientos resilientes y resultados resilientes (Grotberg, 2001). Ejemplos de definiciones que hacen énfasis en la resiliencia como proceso son: 1. “La resiliencia no es un rasgo de personalidad, sino que las personas son actores y fuentes de las adaptaciones resilientes y las familias, escuelas, comunidades, servicios sociales son el escenario de promoción de 27 resiliencia, propician su despliegue y proveen de factores protectores. Se redefine el concepto como procesos resilientes, entendiéndolos como la posibilidad de protección y autonomía frente a situaciones de adversidad, apoyada a su vez en el proceso de subjetivación. Resultaría un proceso inestable y relacional, condicionado en sus contenidos posibles por el modo de vida de los colectivos en los que los sujetos se concretan. Si bien esta redefinición plantea problemas operacionales, involucra aspectos procesuales-históricos en su desarrollo y determinación, lo que nos permite recuperar aquellas dimensiones culturales, simbólicas, asociadas a la calidad de vida, relativas a la intersubjetividad, que efectivamente condicionarán las posibilidades para que cada sujeto “escriba su historia”, construya su identidad, elija su modo de andar la vida,…” (Llobet, 2005, pp. 14-15). 2. La resiliencia es un proceso dinámico donde las influencias del ambiente y del individuo interactúan en una relación recíproca que tiene como resultado la adaptación positiva de la persona en contextos de gran adversidad. Esta definición distingue tres componentes esenciales que deben estar presentes en el concepto de resiliencia: a. La noción de adversidad, trauma, riesgo o amenaza al ser humano; b. La adaptación positiva o superación de la adversidad; c. El proceso que considera la dinámica entre mecanismos emocionales, cognitivos y socioculturales que influyen sobre el desarrollo humano (Luthar et. al., 2000, en Infante, 2001, pp. 34-35). De acuerdo con Infante (2001, p. 35), las aportaciones que han hecho posible la segunda definición citada de la resiliencia como proceso, corresponden a los autores más recientes de una segunda generación de investigadores de la resiliencia, entre los cuales destacan Luthar y Cushing, Masten, Kaplan y Benard. Esta descendencia de investigadores plantea que la identificación de los procesos que están en la base de la adaptación resiliente permitirá avanzar en la teoría e investigación de la resiliencia y diseñar estrategias programáticas dirigidas a promover la resiliencia y la calidad de vida. El planteamiento de la resiliencia en términos de proceso constituye un paso hacia la sedimentación de una definición anclada en conceptos y hechos concretos que consecuentemente abre posibilidades a la creación de modelos de medición de este tipo de comportamiento. 28 CAPÍTULO 2. RESILIENCIA EN LAS DIFERENTES ETAPAS DE LA VIDA Como ya se ha visto, la aproximación de la psicología del desarrollo ha sido una de las que han aportado múltiples elementos al sustento teórico y práctico de la resiliencia. Es de estos trabajos que provienen los estudios llevados a cabo con niños, consistentes en estudios longitudinales que se han extendido a la adolescencia y a seguimientos durante la vida adulta. Numerosos trabajos se han dirigido a la adolescencia dado el carácter de transición y crisis que caracterizan a esta etapa de la vida. En cambio, la resiliencia se ha estudiado menos en la edad adulta; aunque se conoce la función de las personas adultas como promotoras de resiliencia en niños y adolescentes, la observación del proceso de resiliencia durante esta etapa de vida no se ha desarrollado, sino en sobrevivientes de holocaustos, guerras y desastres naturales. El caso de la etapa de adultos mayores ha sido objeto de estudio de la resiliencia debido a la conjunción de factores de riesgo y de situaciones difíciles (enfermedades, pérdidas y duelos, cambios de rol social, jubilación, soledad, etc.) enfrentadas inminentemente durante este periodo de la vida. Independientemente de la investigación hecha alrededor de cada etapa de vida, la resiliencia no se da como fenómeno aislado, sino como un proceso en continua formación a lo largo de la vida y en función de los retos y adversidades que se presenten para cada cual a lo largo de su historia. En ello radica la importancia del estudio de la resiliencia en el ciclo vital. Después de todo, el concepto lleva implícita la posibilidad de “construir, preservar o reconstruir un vínculo positivo con la vida” (Vanistendael y Lecomte, 2004, p. 93) porque finalmente, como dice Frankl, citado por los mismos autores, “lo importante no es lo que nosotros esperamos de la vida, sino lo que la vida espera de nosotros”. Por supuesto, los estudios que abordan este proceso en etapas particulares de la vida han aportado datos para la consolidación del concepto. A continuación se presentan las observaciones realizadas en investigación reciente de cada una de dichas etapas de vida. 2.1 La resiliencia en la niñez. Una de las aportaciones más enriquecedoras para el estudio del desarrollo del proceso de resiliencia ha sido la arrojada por los resultados de las investigaciones longitudinales realizadas con el seguimiento de niños que habían sido catalogados como de “alto riesgo” por las condiciones de 29 desventaja y adversidad en que se desarrollaban durante sus primeros años de vida y que desde el paradigmade “factores de riesgo” implicaba el augurio de un desafortunado devenir para su vida joven y adulta. Las características y problemáticas predichas y previstas para aquellos niños por parte de profesionales de la educación y de la salud no tuvieron lugar. Contrariamente a lo esperado, aquellos niños se convirtieron en estudiantes dedicados y brillantes, en buenos compañeros, amigos y en adultos bien adaptados y exitosos, buenos miembros de sus comunidades y sociedad. A partir de estos resultados ha sido necesario prestar atención a las tendencias autocorrectivas que movieron a aquellos niños en un sentido de desarrollo adulto normal, a pesar de haber vivido bajo circunstancias adversas (Werner y Smith, 1992, en Henderson y Milstein, 2004). En las décadas de los 70 y los 80, se desarrollaban ya, en el contexto del psicoanálisis conceptos que Cyrulnik (2002, 2002a, 2003, 2005) confirma y retoma en la actualidad como parte medular de su trabajo sobre resiliencia. Algunos de esos conceptos son la importancia de los cuidados y disponibilidad paternos y de la estabilidad familiar para el sano desarrollo de los hijos (Grinker, 1962; Offer, 1969, en Bowlby, 1995) y la base de seguridad que el establecimiento de la relación afectiva con la madre representa para un hijo (Mary Ainsworth, 1977; Mahler, 1975, en Bowlby, 1995). Tales conceptos dieron lugar en la década de los 80 a la “teoría del apego” desarrollada por John Bowlby cuyo trabajo se caracterizó por la definición de una postura de psicología etológica muy enriquecedora del trabajo en el campo de la psicología infantil (Bowlby, 1995). Cyrulnik que, como Bowlby, fundamenta su trabajo en la etología humana y se desempeña como psicoanalista, ha realizado un trabajo sensible, apasionante y muy extenso de resiliencia en niños desde la más tierna edad, que revela la importancia del tipo de lazos establecidos por, con y alrededor del niño, incluso antes de su nacimiento. Así, el tipo de familia del que se provenga, los caracteres de los progenitores, los cuidados maternos, la capacidad de respuesta del niño a los estímulos, el temperamento, los aprendizajes, el carisma, la interacción establecida con el medio ambiente, las relaciones y los cuidados recibidos de la familia extensa, entre tantos otros factores resultan desde las observaciones de este autor, en dispositivos mejores o no para el desarrollo de comportamiento resiliente en los niños. El caso del tipo de vínculo afectivo que el niño establece con sus primeros cuidadores, es un ejemplo del trabajo de este autor que vale la pena señalar (Cyrulnik, 2002, pp. 69-75): Al enfrentar a niños de entre 12 y 18 meses de edad a la angustia de ver que su madre se ausenta para volver tras la llegada de una extraña, Cyrulnik observó cuatro tipos de vínculo afectivo: protector en el 60%, de 30 evitación en un 20%, ambivalente en un 15% y desorganizado en un 5%. Las características de cada tipo de vínculo son: • El vínculo protector muestra un niño que obtiene seguridad por la presencia de una persona familiar y tiene confianza para explorar su entorno y volver a compartir el entusiasmo por sus descubrimientos. En el momento de la separación, el niño encuentra alguna solución para resolver su angustia al acercarse a la puerta, volver a sus descubrimientos y aceptar parcialmente el acercamiento de la persona extraña. Al volver su madre se precipita para intercambiar con ella sonrisas, contactos y el resultado de sus exploraciones. • En el vínculo de evitación el niño explora pero no comparte. Ante la desaparición de la madre es difícil encontrar consuelo, pero cuando ella vuelve, el niño no se acerca para obtener seguridad. • El vínculo de carácter ambivalente muestra un niño muy poco dado a la exploración mientras su madre está presente. Al ausentarse ésta, su angustia es grande e incluso cuando ella ha vuelto, sigue siendo difícil consolar al niño. • El vínculo desorganizado muestra bebés que no han podido elaborar estrategias de comportamiento que les permitan estar tranquilos y explorar. No saben recurrir a su madre como base de seguridad al estar ella presente ni obtener tranquilidad cuando regresa y se aproxima, incluso se observa a estos niños permanecer inmóviles cuando su madre se les acerca, conservando la cabeza vuelta hacia otro lado, y llegando incluso a morderla o a pegarle. Las observaciones anteriores arrojan ya datos que permiten suponer qué grupos de niños cuentan con recursos para desarrollar comportamiento resiliente. El mismo Cyrulnik señala que un niño que ha establecido un vínculo afectivo protector será un niño que sabrá enganchar a otros adultos con un “comportamiento seductor” (carismático) y granjearse el cariño de las personas porque ha aprendido a relacionarse y a responder a los estímulos de forma positiva. De modo que, si por reveces del destino, uno de estos niños sufriera la pérdida de la madre, podría superar el trauma estableciendo vínculos afectivos protectores con otros posibles sustitutos maternos, reconstruyendo para sí condiciones de afecto y cuidado necesarios para continuar su desarrollo. La suerte de los niños que establecieron vínculos de los otros tipos sería diferente, a menos que lograran desarrollar comportamiento resiliente, modificando los patrones de relación aprendidos en la más tierna infancia. Por su parte, y reforzando lo expuesto por Cyrulnik, “Bernard (1991, en Henderson y Milstein, 2004) caracteriza a los niños resilientes como “individuos socialmente competentes poseedores de habilidades para la vida tales como 31 el pensamiento crítico, la capacidad de resolver problemas y de tomar iniciativa. Además, los niños resilientes son firmes en sus propósitos y tienen una visión positiva de su propio futuro: tienen intereses especiales, metas y motivación para salir adelante en la escuela y en la vida”. 2.2 La resiliencia en la adolescencia. Al hablar de resiliencia en la adolescencia diferentes autores (Munist y Suárez Ojeda; Grotberg, 2004; Puerta de Klinkert, 2002; Llobet, 2005; Alchourrón de Paladini, 2005) coinciden en la pertinencia y relevancia de formar a los adolescentes como personas resilientes. En general, la mayoría de los autores coinciden en lo que Munist y Suárez Ojeda (2004, p. 147) señalan respecto a que es durante esta etapa de vida cuando los jóvenes aprenden a ser, a convivir, a hacer y a conocer y desarrollan competencias personales, sociales, productivas y cognitivas, entre las que figuran características relacionadas directamente con la resiliencia como son: • Autoestima • Aceptación de sí mismo • Autoconfianza • Autonomía • Sentido de vida • Resistencia a la adversidad • Construcción de la resiliencia • Construcción de valores • Construcción de la ciudadanía • Adquisición de pensamiento abstracto y de habilidades para el estudio y el trabajo • Participación solidaria, constructiva y creativa Los mismos Munist y Suárez Ojeda (2004) señalan que desde la experiencia de diversos investigadores se destaca como fundamental para la promoción de resiliencia la participación activa de los jóvenes como protagonistas, aprovechando su frescura, energía y entusiasmo como fuente de desarrollo tanto para los propios jóvenes como para los grupos en donde se desenvuelven. Es importante también el establecimiento de empatía por parte de los adultos, así como el reconocimiento de los jóvenes como personas y como grupo de valor, mostrando respeto por sus derechos. La resiliencia no debe asociarse con actos heroicos, sino con formas de enfrentar la vida diaria para lo cual es necesario promover las propias capacidades y desarrollar nuevas fortalezas. Edith H. Grotberg (2004, pp. 160 -161) define cuatro áreas que al interactuar favorecen la resiliencia y plantea la importancia de desarrollarlas cuando se pretende generar procesos resilientes en jóvenes ensituaciones de violencia. 32 Esas cuatro áreas están constituidas por los recursos externos (“yo tengo”), la fortaleza intrapsíquica (“yo soy” y “yo estoy”), y las habilidades interpersonales y las habilidades sociales (“yo puedo”). Cada una de las cuales implica: Yo tengo: - personas en quienes confío y me quieren incondicionalmente; - personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros o problemas; - personas que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder; - personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo(a); - personas que me ayudan cuando estoy enfermo(a), en peligro o cuando necesito aprender. Yo soy: - una persona por la que otros sienten aprecio y cariño; - feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto; - respetuoso(a) de mí mismo(a) y del prójimo. Yo estoy: - dispuesto(a) a responsabilizarme de mis actos; - seguro(a) de que todo saldrá bien. Yo puedo: - hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan; - buscar la manera de resolver mis problemas; - controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien; - buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar; - encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito. Pierre André Michaud (2003), al igual que otros autores (Llobet, 2005; Munist y Suárez Ojeda, 2004; Grotberg, 2004; Mansour, 2004; Born y Boët , 2004; Puerta de Klinkert, 2002; Cyrulnik, 2002, 2003; Vanistendael y Lecomte, 2002) plantea que, ante sucesos traumáticos o afecciones crónicas durante la adolescencia, bien vale la pena sustituir el paradigma del restablecimiento de la salud que coloca al joven en una posición pasiva, por el de una creatividad basada en la resiliencia en la que el joven protagoniza y asume un rol activo y responsable. De ese modo la aproximación al problema cambia y el abordaje de las situaciones que aquejan a los jóvenes, ofreciéndoles mucho más que una intervención terapéutica al apoyarlos en la toma de conciencia de sí mismos y de sus recursos, de su capacidad para responder a las situaciones de su vida, de la posibilidad y reto de tomar sus propias riendas con responsabilidad, de crecer y madurar con un horizonte abierto y prometedor. 33 Michaud (2003) expone tres casos clínicos ilustrativos de este enfoque que sustentan la postura descrita arriba y sugiere: a) Ante pacientes que padecen afecciones crónicas es favorable adoptar una postura de empatía, no de compasión, que permita a los adolescente vivir no como víctimas sino como dueños de su destino, para lo cual es necesario favorecer el fortalecimiento de las cualidades de carácter y las competencias de los jóvenes, proponiéndoles asumir más responsabilidades en su tratamiento e imaginando con ellos estrategias de adaptación y posibilidades de controlar la situación. Con el entorno habrá que trabajar en el mismo sentido apoyando con regularidad a sus familias e informando regularmente a adultos clave del sistema escolar o profesional. b) Ante pacientes que presentan disfunciones, problemas y deficiencias en el recuento de sus recursos es necesario dirigir la mirada al desarrollo de las potencialidades de los jóvenes haciendo de ellos sujetos dueños de su destino y con poder sobre su vida. En la juventud los adolescentes viven un doble reto para el cual necesitan ser preparados, tal reto consiste en convertirse en seres autónomos y darse cuenta de que no podrían vivir sin la ayuda de los demás. c) Ante pacientes con los que se interviene para la recuperación o reposición de un funcionamiento psicológico adecuado, por ejemplo, tras sufrir situaciones como agresión sexual o desintegración familiar, es necesario seguirlos antes que tratar de precederlos, tomándose el tiempo para dejar a los jóvenes la libertad de desarrollar sus propios mecanismos de adaptación, así como avanzar en la dirección que ellos indiquen, hallando así el significado y el sentido que los acontecimientos tienen para ellos. Es entonces cuando los adolescentes pueden pasar del papel pasivo de niños a expensas del entorno, a un papel más activo en el que se conviertan en actores de su vida y reconstruyan sus lazos afectivos. El establecimiento de lazos duraderos con al menos un adulto es un factor de resiliencia para niños y jovencitos de acuerdo con la mayoría de las investigaciones sobre resiliencia. Cuando los chicos y chicas encuentran apoyo en una red de personas (padres, terapeutas, maestros, familiares, compañeros y amigos) que los alientan para constituirse como protagonistas responsables de su vida. Estas redes sociales proporcionan y mantienen la cohesión de un ambiente que provee a los jóvenes de seguridad y compasión, favorecedores de comportamiento resiliente. Por su parte, Mansour (2003) presenta un estudio hecho en Palestina con jovencitas de secundaria (16 a 18 años de edad), en el que se comparan las reflexiones sobre resiliencia con los indicadores aportados por las jóvenes en cuanto a la valoración de su bienestar subjetivo, al considerar su vida feliz y productiva y contar con adecuada salud mental evaluada por un profesional. 34 Las medidas fueron contextualizadas en el ambiente familiar, de la comunidad y de la cultura en que viven. De acuerdo con los resultados, todas las jóvenes enfrentaban situaciones difíciles en diverso grado, por el hecho de pertenecer a la generación que en la infancia estuvo expuesta a los años de turbulencia política y militar, por lo que continúan viviendo en un clima ni de paz ni de guerra que compromete sus posibilidades de desarrollo: de las 898 chicas del muestreo, 235 son refugiadas, 60 de ellas aún viven en un campo de refugiados y todas están sometidas a roles familiares y sociales tradicionales que son para ellas una fuente de estrés importante. Los resultados hablan por sí mismos cuando se observa la siguiente tabla del grado de satisfacción referido por las chicas de la muestra. Grado de satisfacción de jóvenes palestinas bajo condiciones de vida estresantes. N % % válido % acumulativo Muy feliz 73 8,1 8,2 8,2 Feliz 286 31,8 32,2 40,4 Entre ambos 363 40,4 40,8 81,2 No feliz 106 11,8 11,9 93,1 Nada feliz 61 6,8 6,9 100 Total 889 99,0* 100 Ausencias 9 1,0 Total 898 100 Tabla 1: Tomada de Mansour, 2005, p. 93. * Las cifras han sido redondeadas por la autora y se presentan tal como ella las documenta. Entre los resultados de este estudio que vale la pena citar están que 29,1% de las chicas que viven en campos de refugiados dijeron que eran felices o muy felices, frente a 35,5% de las que viven en los pueblos y el 44% de las que viven en la cuidad. Por ello Mansour concluye que la resiliencia está siempre presente y que la reflexión acerca del concepto es importante por más de un motivo. “Este ejemplo nos ha permitido entender mejor qué encierra el concepto de resiliencia, dando un rodeo por la sensación subjetiva de bienestar, la salud mental y los mecanismos de adaptación”. Aunque se pudo obtener cifras se “ha podido constatar que la resiliencia toca el corazón mismo de lo humano y que no puede limitarse a cifras y modelos estadísticos. Más allá de su relación 35 con la salud mental, la resiliencia está unida a la felicidad y al sentido que el individuo da a su vida”. Michel Born y Sylvie Boët (2005, p. 144) revisan la situación de delincuencia, desistencia y resiliencia de adolescentes que además de las dificultades de socialización y de construcción de la identidad inherentes a la edad, también han sufrido ataques de factores de riesgo que los precipitan en actuaciones delictivas. Para las autoras, la resiliencia frente a la delincuencia parece un proceso que se desarrolla unido a elementos dinámicos de la vida familiar en los periodos de la infancia y la preadolescencia, en las que tienen una función importante
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