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1 2 3 4 WWW.SURVIVALAFTERDEATH.BLOGSPOT.COM 5 6 7 Introducción La mayoría de los grandes botánicos y fisiólogos de las plantas han intuido que los vegetales están dotados de un sexto sentido especial. Parece que las plantas son capaces de ver, oír, tocar, gustar y oler con una habilidad y una precisión misteriosas. Pero hay mucho más: pueden comunicarse con otros seres vivos de un modo que sólo ahora empieza a descubrirse y a verificarse mediante los aparatos científicos más perfeccionados. Los antiguos sabían intuitivamente que podían comunicarse con las plantas. En las creencias primitivas, el árbol fue uno de los primeros objetos de culto. Los mitos, la magia y el misterio se desarrollaron cuando el hombre intentó comprender a ciertas plantas que parecían dotadas de un poder fuera de lo corriente. Los egipcios mantenían un fuego ardiendo ante la mandrágora, cuyas raíces tienen forma de cuerpo humano. Le hacían ofrendas, la adoraban como si fuera un dios, y con sus jugos obtenían una poción mágica, el “Sa de Vida”. Las intuiciones del pasado se van concretando poco a poco en una nueva frontera científica llena de alegría y optimismo. La idea de que toda vida puede estar delicadamente interrelacionada de un modo todavía desconocido y misterioso resulta emocionante y subyugante. Quizá no sea más que una intrincada mezcla de filosofía oriental y pragmatismo occidental; de todos modos, supone un paso adelante en el campo de las ideas. Es interesante el que este avance haya sido impulsado por un conocimiento de las plantas, esas amigas silenciosas del hombre. Las algas que flotan en la superficie del mar proporcionan la mayor parte del precioso oxígeno que la tierra y todas sus criaturas necesitan para vivir. Y, aunque las parras y los arbustos floridos puedan parecer más espléndidos que el verde lozano de la hierba y los helechos, todas las plantas tienen su lugar en el reino vegetal, que comprende unas 350.000 especies, las cuales satisfacen las necesidades tanto físicas como espirituales del hombre. 8 ¿Es posible que las plantas tengan sentimientos? Muchos científicos lo niegan, pues los vegetales carecen de un sistema nervioso animal; pero, entonces, ¿cómo explicar las fascinantes observaciones y experimentos que se realizan actualmente en todo el mundo? Veamos una muestra de algunas de las investigaciones que indican la existencia, en las plantas, de sentimientos, emociones, memoria y poder psíquico: – Tanya, una estudiante rusa, fue puesta en estado hipnótico, y los cambios emocionales que le sugirió el hipnotizador fueron registrados por una planta conectada a un polígrafo. – Un investigador psíquico hizo ingerir un hongo alucinógeno a uno de sus sujetos, el cual obtuvo tan buenos resultados en una prueba con los ojos vendados, que desafió todas las leyes de la probabilidad. – En un dramático experimento, un especialista en detectores de mentiras demostró que algunas plantas pueden reaccionar ante la muerte de un camarón, lo cual sugiere que los vegetales poseen algo parecido a la percepción extrasensorial. – Una comunidad escocesa, que habla a los espíritus de las plantas, ha conseguido que crezcan algunas especies desconocidas en aquel clima. – En Rusia se han fotografiado hojas con algunas porciones arrancadas, apareciendo, al revelar la película, la imagen de una hoja entera, lo que indica que se ha fotografiado un campo de energía. – Dos investigadores han conseguido crear una planta de zanahorias a partir de una sola célula de dicho vegetal. – Un importante experto en hongos se ha enterado del paradero de un familiar suyo consultando a un curandero mexicano que emplea plantas para la adivinación. – En Colorado, una especialista en música ha descubierto que las plantas medran con la música de Bach y de Ravi Shankar, mientras que con el “acid rock” se retuercen y se alteran, angustiadas. – Stella Ponniah, danzando la sagrada Bharata Natyam ante unas caléndulas, provocó un aumento del crecimiento de éstas de un sesenta por ciento. – Un ministro religioso, que dirigía oraciones a unas plantas de maíz, descubrió que con su ayuda crecen más deprisa. – En unos experimentos efectuados bajo controles rigurosos, un curador psíquico húngaro llamado Oskar Estebany tocó unas 9 botellas que contenían agua, y ésta incrementó el desarrollo de unas plantas de vivero en una medida superior a la atribuible al azar. – Un americano innovador hizo crecer flores en un tipo de planta a la que nunca se había visto florecer. ¿Cómo? Hablándole. – Una persona con poderes psíquicos curó a una planta ordenando a una hoja que no muriera. La hoja se mantuvo viva, conservando la porción que ya estaba muerta. – Unas plantas de trigo, que crecían en un recipiente cerrado, fueron abandonadas a su suerte y dejaron de ser regadas. Sin embargo, sobrevivieron al extraer de algún modo la energía necesaria de las plantas cercanas. – Las fotografías Kirlian han revelado puntos de acupuntura en las plantas. – Un audiómetro de ondas alfa detectó cambios en el microvoltaje de una planta amenazada por la esposa de un investigador. Éstas son algunas de las excitantes observaciones y experimentos que llevan a cabo hoy día los estudiosos de las plantas. Como todos los fenómenos psíquicos, pueden parecer increíbles. Es muy posible que algunas de estas observaciones queden sin explicar cuando sean investigadas científicamente, pero vale la pena considerarlas a causa del desafío que supone su misterio y de la importancia de sus implicaciones. Con los nuevos conocimientos sobre la sensibilidad y el poder psíquico de las plantas, el hombre penetra en una zona crepuscular; un área en la que la materia se disuelve en partículas invisibles y pulsaciones de energía. En este nuevo horizonte, en el que la física y la metafísica se funden, permanecen ocultos muchos misterios de la vida. Como se verá en los capítulos siguientes, científicos y legos por igual llaman a la puerta detrás de la cual pueden hallarse los secretos que encierran la clave de una vida más plena y de una completa comprensión de la unidad del hombre con el universo. Como dijo Koestler, somos “mirones en las bocallaves de la eternidad”. A medida que aumenta su conocimiento, el hombre empieza a darse cuenta de que las plantas pueden tener emociones, consciencia y alma. Al pasar cerca de un olmo o un roble, uno queda impresionado por su individualidad, por una personalidad única que los antiguos podían ver en cada árbol, arbusto o flor. 10 ¿Es posible, todavía, pensar en un mundo en el que sólo haya plantas de plástico? Trabajar con las plantas es fácil y divertido, y va a ser posible verificar las observaciones de muchos investigadores siguiendo simplemente los pasos señalados en cada capítulo. Si parece difícil de creer que las hojas arrancadas de una planta pueden revivir gracias a la oración concentrada, todo lo que se necesita para comprobarlo es una mente abierta en el momento de desarrollar el experimento tal como viene descrito. 11 1 Las percepciones de las plantas Toda la historia del progreso científico está llena de hombres que investigan fenómenos en cuya existencia la ciencia oficial no creía. MARGARET MEAD ¿Poseen las plantas percepción extrasensorial? Cleve Backster, experto en detectores de mentiras, dedicó varios años a la investigación extensiva de las aplicaciones del reflejo psicogalvánico (RPG), que se refiere a los cambios de la respiración, presión sanguínea, pulso ypropiedades eléctricas de la piel. Todos estos cambios son medidos por unos aparatos conocidos como polígrafos, llamados comúnmente “detectores de mentiras”. Cualquier cambio de humor o de estado mental de una persona se refleja en unos trazados que efectúa la máquina. Backster adquirió celebridad por sus conocimientos en este campo, particularmente por su técnica de leer los trazados del detector de mentiras. Su método se utiliza actualmente en la Polygraph School del ejército de los Estados Unidos. Como antiguo miembro del servicio de contraespionaje y de la CIA, fue requerido en 1964 para testificar ante el Congreso sobre la utilización de los detectores de mentiras por parte del gobierno. Backster dirige todavía una escuela en la que se enseñan las técnicas de detección de mentiras, pero ha organizado también la Backster Research Foundation, destinada a realizar estudios que sirvan para hallar el indicio de un posible denominador común que vincule entre sí a todos los seres vivos. En un vulgar edificio de oficinas situado a pocos pasos de las rutilantes luces del Times Square, dio comienzo la que quizá sea una 12 de las más insólitas revoluciones de este siglo. Porque desde allí Cleve Backster sorprendió a la comunidad científica con sus primeras y extrañas observaciones sobre la sensibilidad de las plantas. Estas observaciones, junto con otros rigurosos experimentos realizados en todo el país, dieron como resultado una potencial revolución conceptual que sacudió las creencias arraigadas desde hacía mucho tiempo en los científicos de todo el mundo. ¿Era cierto que las plantas podían responder a los pensamientos de un hombre mediante telepatía? ¿Había demostrado Backster que las plantas poseían un poder psíquico? La idea de que las plantas tuvieran sentimientos y fueran capaces de comunicarse con los hombres parecía poco probable; sin embargo, intrigaba a los escépticos que todavía se reían al pensarlo y, al mismo tiempo, confortaba a los que creían en la sensibilidad de las plantas. ¿Qué sucedió en el frío invierno de 1966, que causara tal alboroto? ¿Había planeado Backster un deliberado ataque contra las viejas concepciones y creencias? Nada de eso. Simplemente, un día, cansado del trabajo rutinario de comprobar líneas ondulantes sobre las largas hojas de papel que pasaban por su polígrafo, decidió, por capricho, probar un experimento. Cleve Backster se dispuso a ver si era posible medir la velocidad con que el agua subía desde las raíces de una planta hasta sus hojas. Para hacerlo, conectó una planta al polígrafo. Éste pudo haber sido uno de aquellos momentos sublimes y aparentemente ridículos en que la naturaleza revela uno de sus secretos por accidente, como sucedió con sir Alexander Fleming, quien, mientras llevaba a cabo una serie de experimentos sobre los estafilococos, se dio cuenta de que una de las plaquetas utilizadas había sufrido, por alguna razón, un aumento de tamaño que causó la destrucción de las bacterias que había a su alrededor. Y así, por azar, Fleming descubrió lo que más tarde iba a convertirse en la penicilina. ¿Con qué se había tropezado Cleve Backster? Con algo tan inesperado como el molde de Fleming. Backster suponía que a medida que el agua fuera subiendo por la planta y las hojas fueran saturándose, detectaría en ellas una disminución de la resistencia eléctrica, que vendría representada por una inclinación hacia arriba del trazado del polígrafo. Este trazado lo realiza una pluma que se desliza hacia adelante y hacia atrás a lo largo de una banda de papel 13 que pasa por la máquina a una velocidad uniforme. El movimiento oscilante de la pluma corresponde a los potenciales eléctricos registrados por el polígrafo como resultado de los cambios habidos en el estado de ánimo del sujeto. En este caso, el “sujeto” sería una planta. Habitualmente Backster conectaba los electrodos a los dedos del sujeto, pero esta vez los colocó a ambos lados de una hoja grande y carnosa de Dracaena massangeana que tenía en su oficina. Con la ayuda de una goma gruesa, unió firmemente los electrodos a la hoja. Tras ajustar su posición, empezó a obtener una lectura de resistencias que apareció como un trazado en el papel del polígrafo. Durante casi cincuenta y seis minutos, Backster registró la respuesta de la planta. Esto no habría tenido importancia si el investigador no hubiera visto que el trazado del polígrafo se inclinaba hacia abajo desde el comienzo del experimento, lo cual era exactamente lo contrario de lo que esperaba. Además, sólo un minuto después de haber empezado el original experimento, descubrió algo fascinante: el trazado que obtenía en el polígrafo duplicaba virtualmente la respuesta observada en los seres humanos al “experimentar un leve estímulo agradable”. Lo que Backster se disponía a registrar – la velocidad de ascensión del agua en una planta – perdió interés comparado con lo que ahora observaba. ¿Era la planta capaz de sentir emoción? ¿Reaccionaba con muestras de satisfacción y placer ante el hecho de recibir agua? ¿Qué sucedía exactamente? El trazado era tan parecido al obtenido en las respuestas humanas que intrigó al curioso científico. Su atención se concentró en la exploración de la posibilidad de que existiera una similitud entre determinados aspectos del trazado… y segmentos verificados de trazado específicamente indicativos de una reacción emocional en los seres humanos. Este paso puede parecer inusitado, pero era natural en un hombre que ha trabajado durante años en el campo de la detección de mentiras. El científico sabía que cualquier amenaza al bienestar de una persona puede provocar una aguda reacción emocional. El miedo y la ansiedad causan una respuesta inmediata en los sujetos conectados a un polígrafo. Siguiendo este principio, Backster decidió lastimar a la planta remojando una de sus hojas en una taza de café caliente. Esperaba 14 que la planta mostraría una reacción inmediata ante la amenaza. Pero, cuando hundió una de las hojas en el líquido hirviente, no sucedió nada. Backster esperó durante nueve minutos que la planta reaccionara de algún modo, pero no fue así. El intento inicial de conseguir de ella una respuesta parecida a la que habría esperado de un hombre, fracasó completamente. Sin embargo, lo que el científico observó en aquella singular curva emocional era demasiado intrigante para pasarlo por alto. Reflexionó un momento antes de decidir amenazar a la hoja conectada al polígrafo. La única amenaza seria que se le ocurría era la de quemarla. En el momento en que se disponía a coger unas cerillas, con la idea de quemar la planta firmemente anclada en su mente, vio que el trazado del polígrafo daba un violento salto hacia arriba. ¿Acaso la hoja o la planta reaccionaron ante su idea de quemarlas? Quizás esta vez su amenaza fue efectiva. Lo que el científico presenció parecía aún más increíble que su primera observación. No se había movido lo suficiente como para afectar al proceso de lectura del polígrafo, ni había tocado a la planta. ¿Por qué ésta había reaccionado? Acto seguido, el investigador llevó a cabo su propósito y quemó la hoja conectada a los electrodos. El trazado del polígrafo mostró signos de “ansiedad”, pero no el salto sorprendente registrado después de la amenaza mental inicial. Backster quedó convencido de que, si repetía este experimento varias veces y obtenía la misma reacción, podría muy bien haber descubierto un tipo de percepción en las plantas al que sólo cabría calificar de psíquico. ¿Entraba, finalmente, dentro de las posibilidades de un científico el demostrar que las plantas poseen una elevada sensibilidad y la capacidad de pensar o de reaccionar ante el pensamiento mediante la percepción extrasensorial? Esta capacidad, ¿podíaser explicada, o quedaba fuera del dominio de lo que la mayoría de los científicos denomina “fuerzas naturales”? ¿Puede existir percepción extrasensorial en las células? En los meses que siguieron, Backster tuvo ocasión de repetir el experimento con otras plantas, en distintos lugares, y utilizando instrumentos diversos, probando así, al menos para él, que el 15 resultado era un fenómeno insólito. Al haber podido repetir su experimento original con tal consistencia, Backster desarrolló una teoría provisional según la cual las plantas poseían una percepción misteriosa. Cuando experimentó con hojas y partes de hojas no más grandes que la superficie de un electrodo, Backster descubrió que aquellas reaccionaban a los estímulos externos de la misma forma que lo harían las plantas enteras. Esto sugería que la percepción de los vegetales podía darse celularmente. La reacción que el científico registró en su oficina aquella mañana de invierno es conocida hoy día como “efecto Backster”. Después de trabajar con hojas, Backster empezó a experimentar con otros tejidos vivos, como los de frutas, hortalizas y materiales procedentes del cuerpo humano. Operando con el polígrafo, el científico descubrió que todos los tipos de tejido vivo parecían tener la misma capacidad de respuesta ante los estímulos externos. Esto no hizo más que reforzar su observación inicial; la percepción parecía efectuarse en las células. ¿Hay una conexión entre los estados alfa y la percepción primaria? Mort Gale, que dirige el Psychic Information Exchange, vio también la posibilidad de que las plantas respondieran a las amenazas mentales mediante cambios en su voltaje detectables por los audiómetros de ondas alfa. Éstos son convertidores de información acerca de la vida, utilizados para ayudar a las personas a alcanzar un estado de consciencia similar al de la meditación. Aprender a meditar puede llevar muchos años, pero los audiómetros de ondas alfa detectan pautas mentales gracias a los cambios minúsculos que se producen en el microvoltaje del cerebro. El audiómetro, con tres electrodos conectados a la cabeza de un sujeto, convierte las variaciones del microvoltaje en frecuencias de sonido audibles. De este modo, una persona que utilice el aparato sabe en seguida si está o no en un estado alfa, es decir, en un estado similar al de la meditación. Acordándose de las sensaciones experimentadas al alcanzar el estado alfa, puede penetrar en este “marco mental” con progresiva facilidad. Gale puso los electrodos – la parte fundamental de los audiómetros de ondas alfa – sobre una gruesa hoja de filodendro en su cuarto de estar. Como conocían las investigaciones de Backster, él y Maureen, 16 su esposa, trataron de obtener una respuesta de la planta dirigiéndole amenazas mentalmente. “Al parecer, mis amenazas no eran muy sinceras – afirma Gale –, pues la planta no reaccionó. Pero, cuando mi esposa empezó a sentirse frustrada y dijo: “¡Diablos! ¡Voy a prender fuego a esta maldita cosa!”, empezamos a oír un cambio definido y perceptible en el tono del audiómetro”. Gale ignora si la planta reaccionaba ante la amenaza que la mujer dirigió mentalmente contra su bienestar y, posiblemente, contra su existencia, mediante cambios en su voltaje susceptibles de ser recogidos por el audiómetro y convertidos en un sonido audible, pero no excluye tal posibilidad. Puesto que los estados de meditación, hipnosis y relajamiento han sido relacionados con la telepatía, una de las posibles explicaciones de la percepción extrasensorial ¿la puede proporcionar el estudio intenso del estado alfa? ¿Poseen las plantas sus propios ritmos alfa? Mort Gale apoya, a título provisional, la teoría de Backster de que las plantas reaccionan ante las amenazas contra su bienestar. Pero veamos algunas de las restantes observaciones de Backster. ¿Pueden las plantas “sintonizar” con sus propietarios? En posteriores investigaciones Backster descubrió que las plantas pueden sintonizar con sus propietarios, de tal modo que responden inmediatamente cuando determinadas personas entran en la habitación en que se hallan. Sucedió en una ocasión que, al tratar de mostrar a la fisióloga botánica Pearl Weinberger cómo funcionaban sus experimentos, le fue imposible registrar en el polígrafo ninguna reacción de sus plantas. Esto duró algún tiempo, hasta que una de las plantas dio una débil respuesta. Como Backster se hallaba confuso y embarazado por el hecho de que la mujer no pudiera ver el trabajo que estaba realizando, le preguntó si ella también trabajaba con plantas. Al responderle la mujer que, en efecto, gran parte de su trabajo era con plantas, y que incluía el tostarlas en un horno al final del experimento con el fin de medir su peso, Backster supuso que las suyas habían respondido a la mujer marchitándose, fenómeno que había notado con otras personas que planteaban serias amenazas a la supervivencia de una planta. 17 ¿Responden las plantas a los animales caseros, como hacen ante las amenazas? Backster dice: “En mi oficina tenía un perro doberman. Éste dormía en la habitación de atrás, en la que había un cronómetro eléctrico conectado a un potente timbre de alarma situado justamente encima de su cama. La actuación del mecanismo iba acompañada por un clic apenas audible que precedía a la alarma unos cinco segundos. El perro, en cuanto oía el clic, salía de la habitación antes de que el timbre, al cual detestaba profundamente, empezara a sonar. Aunque yo estaba en otra habitación, con las plantas, sabía exactamente cuándo el perro abandonaba su cuarto, a pesar de que yo no podía oír el ruido, porque las plantas reconocían sus movimientos mostrando una reacción coincidente con el clic y reflejando la ansiedad del doberman”. En otro experimento, Backster pudo mostrar una respuesta igualmente sensible de las plantas hacia los animales. Conectando una planta a un polígrafo ante un grupo de Yale, Backster mostró cómo la planta reaccionaba ante una araña. A veces, los movimientos del insecto eran restringidos por una persona. Cuando se apartó la barrera, aparecieron unos trazados en el polígrafo antes de que la araña escapara. Backster cree que su planta pudo haber captado el “momento de la verdad” de la araña, ese momento especial en que el insecto decidió echar a correr para salvarse. ¿Está relacionada la telepatía con el tiempo o la distancia? Backster sugiere que las plantas pueden responder inmediatamente a los pensamientos tanto de los hombres como de los animales y que su respuesta no tiene relación alguna con la distancia. A veces, en conferencias que dio en diversas partes del país, conectaba su planta al polígrafo y dejaba que la máquina funcionara durante su ausencia. Sentía curiosidad por ver qué podía pasar. Durante sus conferencias anotaba la hora en que se proyectaban ante su público diapositivas de su planta. También consignó los momentos en que pensó o habló de ella con otras personas. Según informa, estos momentos correspondieron a cumbres de actividad emocional en los diagramas del polígrafo situado en su oficina. ¿Qué era lo que sucedía? ¿Era mera coincidencia el que la planta mostrara su mayor nivel de actividad en los momentos en que Backster pensaba en ella? ¿O es que estaba 18 realmente sintonizada con el científico, fuera cual fuera la distancia que les separaba? La prueba de que las plantas podían en verdad ser influidas por el pensamiento, habiendo por medio una gran distancia, la ofreció el doctor Robert N. Miller. En un intento de demostrar que la oración constituye una fuerza real, el científico pidió a Olga Worrall y al que más tarde fue su marido, Ambrose, que durante una de sus sesiones nocturnas de oración dirigieran sus plegarias y pensamientosa una planta de centeno. Estas sesiones tenían lugar a unos mil kilómetros del laboratorio de Miller. El hecho de escoger una planta de centeno fue debido a que su crecimiento era relativamente fácil de controlar mediante aparatos de registro. Los Worrall, famosos por sus trabajos como sanadores psíquicos, aceptaron rezar por la planta a las nueve de la noche. En ese preciso momento, el complicado equipo de Miller registró en la planta un crecimiento inusitadamente rápido. A la mañana siguiente, el doctor Miller comprobó que el centeno había crecido un 840% más de lo normal. Este experimento le convenció de que las plantas poseían una misteriosa capacidad para detectar pensamientos dirigidos desde cualquier distancia. El físico soviético Victor Adamenko está de acuerdo en que las plantas pueden sintonizar con formas de comunicación hoy día inexplicables, hasta una distancia de, aproximadamente, doscientos kilómetros. Asimismo, ha descubierto que las pantallas Faraday y las cajas metálicas especiales no impiden que las plantas capten señales que caen, en su opinión, fuera del espectro electromagnético conocido. El imaginativo Paul Sauvin apoya la observación de Backster de que las plantas pueden reaccionar ante las emociones y pensamientos humanos aunque estén a grandes distancias. Sauvin, inventor y técnico en electrónica, afirma que las plantas pueden actuar a modo de extensión de la propia personalidad de uno, reflejando emociones de la misma manera que un espejo refleja un rayo de luz. El inventor hizo la experiencia de conectarse él mismo y dos filodendros a tres detectores de mentiras distintos. A través de la meditación logró establecer una relación con las plantas. Denomina a este proceso “acumulación”. El resultado de este contacto con las 19 plantas es que todas las lecturas de los detectores empiezan a mostrar exactamente las mismas curvas y ritmos. Al descubrir que podía conseguir que las plantas reaccionaran de idéntico modo a sus emociones y pensamientos, Sauvin inventó un instrumento capaz de traducir trazados similares del polígrafo en un impulso que podía poner en funcionamiento un horno eléctrico, una tostadora, la puerta de un coche o el encendido de un automóvil. En un experimento, envió una intensa emoción a un conjunto de plantas situado a cuatro kilómetros de distancia. Cuando éstas recibieron su mensaje telepático, reaccionaron activando una señal de radio que “hizo funcionar el encendido de un automóvil situado en el aparcamiento del laboratorio, poniendo en marcha su motor”. Sauvin ha podido repetir este experimento entre el lago Minnewaska, al norte del estado de Nueva York, y un laboratorio situado en West Paterson, Nueva Jersey. Vogel, un investigador de IBM, apoya también las teorías de Backster. Al ser extremadamente sensible a las plantas, a menudo puede captar una sensación refrescante en las palmas de sus manos cuando las extiende sobre determinadas plantas de campos potentes. Vogel puede establecer con ellas una relación o vínculo que, según él, no se ve afectado por la distancia, y refiere reacciones similares a las registradas por Backster, incluso cuando se halla a muchos kilómetros de distancia de las plantas que estudia. La aparente capacidad de las plantas para leer en la mente y su pasmosa facultad de captar pensamientos y emociones ha sido verificada por otros investigadores. El doctor Aristide Esser, en colaboración con el físico Thomas Etter, llevó a cabo varios experimentos con el fin de comprobar si las observaciones de Backster eran correctas. En el número de diciembre de 1972 de Psychic se cita la siguiente afirmación de Esser: “Obtuvimos algunos resultados fantásticos”. El investigador refiere que no pudo desarrollar una investigación extensa por falta de fondos, pero sus descubrimientos sustentan las observaciones de Backster de que las plantas reaccionan antes las emociones. El doctor Esser provocó deliberadamente en un sujeto una sobrecarga mental para determinar la reacción de su planta al ser conectada a un polígrafo. El científico descubrió que los trazados del detector de mentiras, especialmente las grandes curvas ascendentes, se correspondían con los momentos de ansiedad del sujeto, lo que 20 indicaba que la planta sintonizaba con su dueño. Cuando éste salió de la habitación, los trazados volvieron a ser normales. Lo que el doctor Esser confirmó fue la capacidad de una planta para responder al estado emocional de una persona y, probablemente, a sus pensamientos, es decir, la observación original de Backster con un ligero cambio de matiz. En cualquier caso, la planta mostraba el tipo de percepción calificado normalmente como extrasensorial, puesto que, al parecer, no había explicación alguna para este fenómeno. ¿Pueden las plantas responder a las emociones? La tesis de Backster de que las plantas reaccionan ante los pensamientos y emociones recibió apoyo por parte de científicos de la Unión Soviética, país en el que aquél es considerado como uno de los principales investigadores en el campo de los fenómenos psíquicos (se dice que los científicos soviéticos se pelean para conseguir una foto suya). El profesor V. N. Pushkin, al tener noticia de las investigaciones de Backster, empezó a desarrollar por su cuenta algunos experimentos junto con uno de sus colegas, V. M. Fetisov. Éste trajo al laboratorio un geranio. En vez de conectarlo a un polígrafo, utilizaron un electroencefalógrafo. Este aparato es usado en la mayoría de los hospitales para medir los fenómenos eléctricos del cerebro. Si el cerebro no funciona de modo adecuado, el encefalógrafo lo capta. También es posible registrar la respuesta galvánica de la piel, la misma que recoge el polígrafo. Colocando un electrodo en la palma de la mano de una persona y otro en la parte dorsal de la muñeca, el aparato puede realizar un registro de la estimulación mental y emocional general similar al del polígrafo. Al igual que en éste, la respuesta aparece como una línea ondulante sobre una banda móvil de papel. Pushkin se limitó a sustituir una planta por una persona, tal como hizo Backster con el polígrafo. En vez de colocar los electrodos en una mano, los colocó en una hoja. El profesor requirió la ayuda de un estudiante búlgaro llamado Georgi Angushev. Pushkin quería que Angushev colaborara hipnotizando a un determinado número de sujetos, basándose en la teoría de que las personas en estado de trance o hipnosis tendrían menos dificultad para obtener una 21 respuesta de la planta que las personas en estado normal, ya que les sería más fácil concentrarse en la comunicación. Después de trabajar con un cierto número de sujetos, Pushkin seleccionó a los que parecían ser más influenciables por el hipnotizador, y que, por tanto, podían entrar fácilmente en un estado de trance. En este estado, sería bastante factible conseguir que proyectaran emociones intensas de miedo y felicidad. A un hipnotizador competente le sería fácil inducir tales estados en un sujeto apto. El sujeto escogido para el experimento más extenso fue una estudiante llamada Tanya. Fetisov se dio cuenta de que la muchacha “tenía un temperamento especialmente vivaz y una gran capacidad emocional. Quizá fuera esta emotividad abierta y la capacidad de responder en seguida con sentimientos de suficiente energía lo que garantizó el éxito de los experimentos”. Durante la primera ronda de experiencias se le dijo a Tanya que era muy bonita. En el rostro sonriente de la muchacha era visible un sentimiento de alegría. En el momento en que parecía irradiar este sentimiento de felicidad, la planta conectada a un encefalógrafo registró en el papel una línea ondulante. En otra prueba, el hipnotizador le sugirió que era azotada por un viento frío. Alresponder la muchacha a esta sugestión, la planta mostró otra respuesta. Durante el descanso de quince minutos que siguió, en el que la sujeto se limitó a relajarse, la planta no mostró respuesta alguna hacia ella. Después del corto intervalo, Georgi Angushev sugirió a Tanya – además de que el viento frío la azotaba – que por allí cerca había una persona peligrosa. Al reaccionar la muchacha intensamente a estas sugestiones, la planta empezó a registrar unos trazados irregulares. Al cabo de un momento, el hipnotizador tranquilizó a la joven con la visión de un ambiente alegre y soleado en el que aparecía un niño feliz. Cuando la muchacha pasó de un agitado estado de miedo a otro de placer, la planta volvió a responder. A partir de ese momento, a medida que los estados de Tanya fueron cambiando bruscamente, la planta continuó reaccionando como se esperaba. A modo de control, Pushkin hizo funcionar el aparato durante los descansos o intervalos de las sesiones, y se vio que entonces la máquina sólo registraba un trazado uniforme. Los 22 experimentos se repitieron muchas veces para excluir la posibilidad de una interferencia casual. A continuación, el hipnotizador dijo a Tanya que pensara en un número entre uno y diez, pero le prohibió mencionarlo. Luego Pushkin contó hasta diez, preguntando cada vez a la muchacha si aquél era el número en que pensaba. Tanya dijo siempre que no, pero la flor reaccionó cuando ella negó estar pensando en el cinco. En efecto, durante el experimento la joven estuvo pensando en ese número. Al parecer, la planta reaccionó ante los sentimientos que experimentó Tanya al mentir. La interacción emocional entre una planta y su dueño ha sido también descrita por Peter Tompkins y Christopher Bird en La vida secreta de las plantas. Según ellos, Vogel puede comunicarse con una planta de un modo que el polígrafo registra. El científico se sitúa frente a una planta con los brazos extendidos y trata de relajarse. Luego se concentra para comunicarle amistad y amor hasta que siente que aquélla responde. Vogel habla de cierto fluido energético que pasa de la planta a la palma de sus manos. Cada vez que proyecta amor hacia una planta, la pluma del polígrafo se mueve hacia arriba, indicando algún tipo de respuesta emocional. Pushkin y Vogel han mostrado que las plantas responden realmente a las emociones. ¿Podría, esta reacción, tratarse de otra que de percepción extrasensorial? Si es algo distinto, ¿qué podría ser? El experimento clásico de Backster Como quedaban preguntas por responder que continuaban obsesionando a Backster, ideó, en sucesivas investigaciones, un asombroso experimento que ha provocado un considerable debate en los círculos científicos. Fue tan significativo, que más de setecientas personas le escribieron pidiéndole una copia del informe después de que éste se publicara. El propósito del experimento fue confirmar su corazonada de que las p ¿De dónde viene la energía psíquica? lantas daban señales de poseer percepción extrasensorial, a la que denominó “percepción primaria”. Al observar su reacción ante sus pensamientos y ante los movimientos de su perro, Backster supuso que las plantas podrían reaccionar también ante cualquier forma de vida. Esto 23 es lo que se propuso descubrir. Quería averiguar si las plantas reaccionarían ante la muerte de otras criaturas vivientes. Programó un experimento cuyo papel principal iban a desempeñarlo tres filodendros. Conectó cada uno de ellos a diferentes polígrafos, asegurando los electrodos en sus firmes hojas, tal como hizo en el experimento original. Colocó a cada una de las plantas en habitaciones separadas, con “idénticas” condiciones de temperatura y luminosidad. En una cuarta habitación, el científico construyó un mecanismo para arrojar camarones vivos en un recipiente de agua hirviendo. Estos crustáceos, que sirven de comida a los peces tropicales, se escogieron por ser fáciles de manejar y extremadamente vivaces. En otra habitación, Backster dispuso una máquina que, al azar, enviaría un impulso que pondría en marcha el mecanismo para arrojar los camarones al agua hirviendo, donde morían. A modo de control, de vez en cuando el aparato arrojaría agua sin los crustáceos, con el fin de determinar si las plantas reaccionaban tan sólo al proceso mecánico y no a la muerte de los camarones. El experimento debía realizarse sin que en el laboratorio se hallara presente ningún investigador. Todo el proceso estaba automatizado, de manera que nadie pudiera interferir en los resultados. Antes de empezar la prueba, el polígrafo y los demás aparatos se pusieron en marcha y se revisaron cuidadosamente. Había un cuarto polígrafo que no estaba conectado a ninguna planta. Esta máquina se puso al mismo nivel de sensibilidad que las tres que controlaban a los filodendros. Backster quería un cuarto trazado “independiente” para asegurarse de que los puntos álgidos registrados durante los experimentos no estaban causados por perturbaciones electromagnéticas y fluctuaciones de energía en el área general del laboratorio. Una vez las máquinas comenzaron a operar, los experimentadores abandonaron el edificio y regresaron más tarde para verificar y leer los trazados resultantes. Al analizarlos, descubrieron que las plantas, en habitaciones distintas y conectadas a diferentes polígrafos, habían respondido ante la muerte de los camarones mostrando curvas de aguda tensión similares a las exhibidas por seres humanos sometidos a una intensa presión, ya fuera mental o psíquica. La respuesta de las plantas ante la muerte de los pequeños crustáceos se daba con demasiada frecuencia para ser atribuida al 24 azar. Además, no dieron respuesta alguna cuando el agua que se arrojaba no contenía camarones. Basándose en este experimento, Backster sugirió que los camarones al morir, podían comunicar “señales de muerte” a las plantas de las otras habitaciones. ¿Qué misteriosa comunicación se establecía? Backster supone que debe tratarse de alguna forma de percepción extrasensorial. El científico ha hecho otras observaciones acerca de la comunicación existente entre las formas vivientes y las plantas. Una noche, mientras trabajaba con una planta conectada a un polígrafo, se levantó para preparar la comida a su perro. Acostumbraba añadir una yema de huevo a la comida para que el animal tuviera el pelo lustroso. Mientras rompía el huevo, vio en los trazados del polígrafo que la planta, situada a unos diez metros de distancia, estaba mostrando una violenta reacción. Esta reacción parecía indicar que la planta sufría un gran trastorno. Pero ¿por qué una planta habría de trastornarse porque se rompiera un huevo? Backster pensó que debía tratarse de una coincidencia, hasta que a la noche siguiente volvió a hacer lo mismo. Con la rotura del huevo, la planta parecía enloquecer. ¿Estaba reaccionando ante la muerte de una célula tal como lo hizo ante la muerte de los camarones? Era tan sólo una entre una serie de extrañas observaciones, y Backster no estaba completamente seguro de qué sucedía. Así que conectó los electrodos de su polígrafo directamente en el huevo y realizó trazados durante nueve horas para ver si podía detectar algo. Para su sorpresa descubrió que el polígrafo registraba unos latidos del huevo en forma de alteraciones en el trazado. El ritmo de los latidos era de 160 a 170 pulsaciones por minuto, lo cual, según pudo saber Backster, correspondía aproximadamente al de un embrión de pollo que hubiera estado incubado durante tres o cuatro días. ¿Era la planta tan sensible como para sintonizar con la vida a cualquier nivel de su existencia? ¿Percibía el peligro que corría el huevo y reaccionaba emocionalmente tal como lo haría ante las amenazas a su propia supervivencia? Backstersólo podía hacer suposiciones. Formuló la teoría de que todas las células vivas pueden comunicarse mediante un sistema misterioso y todavía desconocido, sacando provisionalmente la conclusión de que, cada vez que una célula es destruida abrupta e inesperadamente, comunica “su alarma” a los seres y células vivas. 25 Incluso la muerte de una célula en un dedo con un corte tratado con yodo puede provocar una reacción en otras células vivas, como observó que sucedía en las plantas. La forma en que la vida es capaz de comunicarse celularmente constituye un misterio fascinante, que deja perplejo a Backster. El científico ha declarado que el modo de comunicación que ha observado en su laboratorio, ciertamente no forma parte de las frecuencias conocidas, puesto que ha intentado aislar a las plantas con todo tipo de protecciones, desde pantallas Faraday hasta cajas revestidas de plomo, y las plantas continúan reaccionando ante la vida que les rodea. No sólo la “onda” atraviesa cualquier barrera, sino que también parece tener una naturaleza no sujeta al paso del tiempo, como quedó demostrado cuando Backster proyectó diapositivas durante una conferencia y, simultáneamente, se registró una reacción de las plantas en su laboratorio. Backster no trata de explicar las cosas que ha observado; se limita a hacer observaciones y dejar que científicos de campos diversos intenten hallar las explicaciones. El doctor Essner ha propuesto una posible explicación de la percepción primaria. Sugiere que el premio Nobel Albert Szent-Györgyi puede estar en lo cierto al teorizar que los cambios en los estados emocionales podrían, posiblemente, generar una forma aún desconocida de energía subatómica. Esto, a su vez, podría afectar a los sistemas enzimáticos de las plantas, las cuales lo indicarían en forma de variaciones en el potencial eléctrico de las hojas. Un especialista en rayos laser, el doctor Harold Puthoff, de la Universidad de Stanford, ha sugerido que las observaciones hechas por Backster, conocidas actualmente como “efecto Backster”, pueden estar relacionadas con unas “partículas” subatómicas que reciben el nombre de “taquiones”. Se cree que estas partículas – que pueden o no existir – se mueven a velocidades superiores a las de la luz. Si bien el doctor Puthoff propone la posible existencia de estas partículas y su conexión con la observación de Backster, admite, no obstante, que se trata de una mera especulación. Mientras otros científicos tratan de explicar lo que él ha observado, Backster continúa trabajando con su concepto original de la percepción primaria. En abril de 1972 comenzó unas investigaciones con un electroencefalógrafo (EEF), el mismo aparato que utilizó Pushkin en sus pruebas. El investigador ha comunicado que esta 26 máquina parece más segura que el polígrafo. Aunque sus primeras observaciones las hizo con filodendros, ahora se ha inclinado por la utilización de plantas menos complejas, concentrándose en las bacterias y células simples. En vez de emplear lo que denomina estímulos negativos (la muerte de crustáceos o células), Backster utiliza actualmente un sistema de gratificaciones alimenticias. He aquí la descripción de un experimento de este tipo: “En un momento elegido al azar, se inyecta automáticamente alimento en un cultivo de bacterias mientras se registran las lecturas de un EEF conectado a un segundo incubador que se halla en un lugar apartado del mismo laboratorio”. Backster espera registrar una comunicación entre los dos cultivos, la cual sólo podría entenderse como una prueba más de la “percepción primaria”. ¿Poseen memoria las plantas? La idea de que las plantas tienen memoria hace poner los pelos de punta a muchos científicos. Los informes provenientes del Japón, según los cuales una planta es capaz de contar, pueden parecer cómicos 1 , pero el experimento de Backster con sus estudiantes sugiere la posibilidad de que las plantas retengan información durante un corto período de tiempo y reaccionen de un modo “inteligente” ante esta información. Su experimento era muy simple. Pidió a seis estudiantes que le ayudaran a demostrar la capacidad de las plantas para recordar sucesos pasados. Uno de ellos fue escogido al azar para matar una planta en presencia de otra en una habitación en la que no había nadie más. Ni Backster ni los otros cinco estudiantes sabían quién era el encargado de hacerlo. El estudiante elegido se introdujo a hurtadillas en la habitación que contenía las dos plantas y destruyó una de ellas. Luego Backster pidió a los estudiantes que entraran en la habitación de uno en uno. Entre tanto había conectado la planta superviviente a un polígrafo para ver si reaccionaba ante el asesino. Cada uno de los estudiantes inocentes entró en la habitación, y aquélla no mostró respuesta 1 Ken Hashimoto, un experto en polígrafos, afirma que su cacto puede contar y sumar hasta veinte. Interpreta esta capacidad a través de los puntos cumbres en los gráficos del polígrafo e instrumentos similares. 27 alguna hacia ellos. Pero, cuando el culpable entró, la planta pareció enloquecer, según mostró el frenético trazado del polígrafo. Backster pudo descubrir al estudiante culpable, el que mutiló la planta, observando la reacción de otra planta que presenció el crimen. ¿Increíble? ¿Se trataba de memoria? ¿Era telepatía? Es posible, por supuesto, que la planta respondiera ante los sentimientos del estudiante culpable, pero éste dijo que no había sentido ninguna angustia ni culpabilidad por el hecho de haber destruido una planta. Es imposible saber si aquélla realmente “recordó” al destructor o si reaccionó a sus emociones, pero, por fortuna, hay otros experimentos que indican la presencia de memoria en los vegetales. Por ejemplo, ¿cómo se explica la pauta aparentemente misteriosa que estableció Backster a lo largo de un período de muchos meses, con sus experimentos de los camarones? ¿Cómo es que las plantas cesaron de dar cualquier respuesta después de un cierto número de muertes? ¿No es posible que hubieran almacenado suficiente información para saber que podían ignorar las señales de muerte, al igual que uno ignora el silbido de un tren que pasa cada mañana a la misma hora? ¿No sugiere esta experiencia que también las plantas pueden ser selectivas en sus respuestas? Si pueden elegir entre reaccionar o no reaccionar ante los estímulos externos, es que poseen una forma primitiva de inteligencia, la cual es necesaria para la memoria. Si se define a la memoria como la capacidad de almacenar información del ambiente, entonces A. D. Semenenko puede respaldar las observaciones de Backster con algunas pruebas sorprendentes. En sus experimentos realizados en la Unión Soviética, expuso unas cuantas plantas, cultivadas y silvestres, a unos estímulos consistentes en destellos de luz. Semenenko afirma: “Los resultados obtenidos dan motivos para sugerir que las plantas, no sólo absorben y retienen selectivamente información útil, sino que, como cualquier sistema viviente, buscan también de modo activo la información que necesitan bajo condiciones externas constantemente cambiantes. La planta asimila y retiene información selectivamente con posterioridad al efecto, incluso bajo condiciones experimentales”. Lo que percibió Semenenko fue la facultad de la planta de duplicar ritmos sugeridos por los efectos de luz. 28 Frank A. Brown, junior, también vio que las plantas tienen capacidad de “recordar” cuando se les ha dirigido un rayo de luz. He aquí cómo describe parte del trabajo llevado a cabo con plantas que mostraban signos de poseer un sistema memorístico elemental: “Todas las pruebas de que disponemos parecen indicar que en los seres vivos se da un fenómeno rítmicoque se parece superficialmente a un sistema de grabación y que desarrolla aproximadamente un circuito completo por día. Este sistema parece capaz de recibir la impresión de cualquier tipo de pauta de comportamiento, a partir de lo cual va repitiendo esta pauta hasta que se extingue o se sustituye por otra nueva. Este parecido con un sistema de grabación fue claramente expuesto por el profesor Bünning en relación con un cultivo de habas. Si tenemos un cultivo de habas que, en una luz débil constante, muestra siempre un ritmo se sueño, inclinando sus hojas por la noche, y le damos entonces un breve estímulo de luz más brillante durante la fase nocturna, vemos que no sólo la luz causa una momentánea y breve elevación de la hoja, sino que la planta continúa manifestando este efecto todos los días en el mismo momento, aun permaneciendo en una oscuridad constante”. Este concepto de “entrenar” a una planta a reaccionar ante los destellos de luz fue uno de los puntos centrales de uno de los experimentos de Backster. Éste intentó crear con las plantas una situación similar a la de Pavlov con sus perros. El experimento de Pavlov combinaba el sonido de una campana con la hora de comer de un perro. Cada vez que aquélla sonaba, se daba de comer al animal. Al final los perros empezaron a salivar tan pronto oían tocar la campana, tanto si tenían comida como si no. Backster intentó aplicar el mismo sistema a las plantas. Preparó una serie de carritos electrificados que iban a una habitación en la que había unas plantas conectadas a unos polígrafos. En el carrito había seis recipientes que contenían desde insectos hasta semillas. Cuando un recipiente determinado pasaba por delante de una planta, Backster la inundaba de luz a modo de gratificación. Lo que esperaba ver el científico era la respuesta de una planta ante un recipiente con anticipación a la “recompensa” lumínica. La respuesta emocional de la planta podía detectarse en una curva ascendente del polígrafo. Si la planta mostraba una respuesta sin haber recibido la ducha de luz, Backster habría demostrado que las plantas poseen memoria, igual que los perros de Pavlov. 29 Semenenko ha publicado sus descubrimientos sobre la respuesta de las plantas a los destellos luminosos, pero el trabajo de Backster sobre el “adiestramiento” de plantas permanece todavía inédito. Pushkin, el científico soviético que confirmó tantos de los descubrimientos de Backster, ha sacado la conclusión, a partir de sus investigaciones, de que entre las plantas y los sujetos puestos en trance por un hipnotizador se produce algún tipo de comunicación. Puesto que los animales están mucho más desarrollados que las plantas, con un sistema nervioso considerablemente más complicado, Pushkin, al igual que Backster, indica que las plantas parecen reaccionar celularmente ante su medio. Continúa esta línea de pensamiento diciendo: “Por tanto, parece que la psique del hombre, nuestra percepción, pensamiento y memoria, por muy complejas que sean, son sólo una especialización de esta base que maneja información y que tiene un lugar en la célula vegetal”. Esta declaración implica que posiblemente las células sean capaces de “percibir” lo que les rodea, de reaccionar ante ello, e incluso de recordarlo mediante un código. Aunque se trata estrictamente de una hipótesis, Pushkin parece estar sugiriendo que las plantas poseen realmente memoria, y que con el tiempo el hombre podrá obtener información de las células vegetales tal como ellas lo hacen con las del cerebro humano. El físico soviético doctor Victor Adamenko está de acuerdo con esta opinión. En sus experimentos daba un choque eléctrico a las plantas cada vez que se hallaban situadas cerca de un mineral determinado. Quería averiguar si cada vez que las plantas eran situadas cerca de este mismo mineral daban una respuesta que creara una curva similar a la que vio en el gráfico la primera vez que sufrieron el choque. Al resumir sus trabajos, dice: “En varias ocasiones, el filodendro reaccionó al estar cerca del mineral (objetivo), aunque entonces no hubo choque eléctrico; quizá toda célula posee una forma de percepción primaria”. ¡Imagínese haciendo prospecciones con una planta que registrara miedo cada vez que usted se acercara demasiado a tal o cual mineral! Adamenko, Pushkin, Semenenko y Backster hacen la misma sugerencia. La comunicación y la memoria pueden no depender necesariamente de un sistema nervioso central desarrollado, tal como se ha creído durante siglos. Las plantas, obviamente, no poseen un sistema nervioso animal. Por esta razón, la mayoría de los científicos 30 dan por supuesto que no pueden tener un poder “mental” o “psíquico”. Como es lógico, Backster intenta ahora demostrar que las células poseen percepción extrasensorial, y, en cuanto a una posible prueba de la existencia de memoria en las células, ¿quién habría pensado que tal prueba provendría de las bacterias? Las bacterias son las formas vegetales más rudimentarias, y consisten, por lo general, en una sola célula. Aunque a menudo se unen formando un racimo, parece que no hay una interacción entre las células individuales tal como sucede en formas vegetales más desarrolladas. Es curiosa la gran cantidad de formas que toman estos organismos microscópicos: desde esferas hasta espirales que parecen estar a punto de pegar un salto en cualquier momento. Las plantas microscópicas a menudo se mueven mediante unas colas parecidas a látigos llamadas flagelos. Las bacterias pueden tener una sola “cola” o muchas, según su variedad, y estas “colas” a menudo son difíciles de ver incluso a través de un microscopio, pues son extremadamente delgadas. Aunque no constituyen la forma vegetal más pequeña (puesto que la clasificación de los virus como animales o plantas está sin determinar), las bacterias muestran las características de las células de las formas vegetales superiores: tienen una pared celular, un núcleo y, lo más importante, protoplasma. Las bacterias son resistentes y pueden sobrevivir en medios hostiles produciendo esporas de modo parecido a los virus. Un virus puede permanecer inactivo durante cientos de años, “esperando” la ocasión de invadir a un huésped vivo y regresar a “la vida”. Las bacterias también muestran un fuerte parecido con los primitivos animales unicelulares, y a veces es muy difícil distinguirlos. Además de producir esporas para sobrevivir, la bacteria se suele reproducir simplemente partiéndose en dos. Aunque tengan mala fama por ser causa de un gran número de enfermedades, desde el resfriado común hasta la fiebre amarilla, son esenciales para la subsistencia del hombre. Por su acción en las raíces de las plantas mayores enriquecen la tierra, que, sin ellas, estaría “muerta” y sería inútil. ¿Qué tienen que ver las bacterias con las pruebas sobre la posibilidad de que la memoria o el poder psíquico existan en las plantas? Dos investigadores, Robert Macnab y Daniel E. Koshland dirían: “¡Mucho!” En 1977, después de efectuar una extensa serie de 31 experimentos con bacterias, se dieron cuenta de muchas cosas interesantes. Mientras se dedicaban a estudiar, en la Universidad de California, la respuesta del S. typhimurium a los estímulos exteriores, descubrieron que, si introducían una sustancia dañina en el ambiente de la bacteria, ésta trataba desesperadamente de huir de ella mediante un movimiento como de látigo de sus “colas”. Por otro lado, si se ponía algo útil o atractivo cerca de ella – glucosa (azúcar), por ejemplo – la bacteria se dirigía hacia la sustancia. ¿Cómo sabía en qué dirección tenía que ir? ¿Cómo percibía la presencia de sustancias hostiles o benéficas? Los investigadores lo ignoraban, pero no fue esto lo que realmente les intrigó de estos seres. ¡Hallaron pruebas de quelas bacterias tenían memoria! Era primitiva, pero real. Mostraron que en ellas se daba una forma primitiva de memoria, cambiando rápidamente el medio de las plantas. Para hacer esto tuvieron que emplear un mezclador especial de alta velocidad. Las bacterias eran trasladadas a otros lugares con tanta rapidez que no tendrían que haberse percatado del cambio de ambiente. Pero lo hicieron. Cuando eran pasadas a un medio relativamente pobre no eran capaces de controlar sus movimientos y parecían hallarse completamente desorganizadas, como si todavía estuvieran reaccionando a su antiguo medio, como si realmente se acordaran de donde habían estado. Al cabo de un rato, al desvanecerse su “memoria”, ya podían ajustarse a su nuevo hogar. Más tarde, cuando las bacterias fueron trasladas con el mezclador ultrarrápido a un medio excepcionalmente favorable, evolucionaron con movimientos suaves, lo que no estaba en absoluto de acuerdo con su manera normal de actuación. Pero, como hicieran antes, pronto “olvidaron” su ambiente anterior y empezaron a moverse según su caprichoso y algo agitado modo habitual. Siendo las bacterias células únicas, ¿es realmente tan difícil creer que otras células de las plantas y animales podrían tener una forma primitiva de memoria? ¿Está Backster tan equivocado cuando sugiere la posibilidad de una consciencia y una percepción primaria primitivas? A continuación vienen algunas de las interesantes observaciones de Backster, que pueden conducir algún día a la realización de experimentos sorprendentes en el campo de la sensibilidad de las plantas. Algunas de estas ideas se examinan con mayor amplitud en los capítulos siguientes. 32 Backster ha observado que las plantas sintonizan con sus dueños hasta el punto de que sus trazados en el polígrafo corresponden latido por latido a las pulsaciones del corazón de sus propietarios. Las plantas parecen ser muy selectivas en su facultad de sintonizar con el medio que las rodea. Así como hay muchas personas que sólo ven lo que quieren ver, Backster sugiere que las plantas sólo sintonizan con aquellas personas u objetos con los que “quieren” sintonizar. En resumen, las plantas pueden pasar por alto “voluntariamente” muchos estímulos ambientales. Las ideas positivas y la disposición de ánimo hacia una planta pueden registrarse en los trazados del polígrafo del mismo modo que las amenazas a su supervivencia. ¿Explicaría esto la habilidad de algunas personas para la jardinería? ¿Cómo han afectado las observaciones de Backster a su concepción de la vida y a su actitud ante las plantas? Antes de su trabajo con el filodendro en su oficina, reconoce que era un agnóstico “que no se tomaba la molestia de ser un ateo”. Pero las cosas han cambiado. Gracias a su comprensión de la íntima relación existente entre todos los seres vivos Backster cree que la ciencia puede ahora abrir caminos que lleven a la comprensión del pleno sentido y poder de la meditación y la oración. Sugiere que su investigación puede incluso proporcionar algunas claves para apreciar adecuadamente el concepto de la propia alma. ¿Pueden las plantas comunicarse entre sí? Si las abejas indican la existencia de un campo de flores o de un depósito de miel escondido mediante una intrincada danza; si existen unos insectos africanos que se arraciman imitando la forma de las flores salvajes como medio de autoprotección frente a los depredadores; si los salmones reconocen la composición química del agua en que nacieron, ¿quién se atrevería a decir que las plantas no tienen su propio sistema para comunicarse entre ellas? ¿Ya ha sido descubierto? Algunos científicos dirían que las plantas se comunican mediante su forma, color y fragancia. Atraen a las mariposas y a las abejas para la polinización, que es esencial para su supervivencia, pero ¿es esto comunicación? La mayoría estaría de acuerdo en que no es un tipo de comunicación que pudiera considerarse ajeno al concepto ordinario de ley natural. Aquí no se 33 trata, ciertamente, de contacto extrasensorial o psíquico con animales o plantas. Lo extraordinario es que las plantas parecen comunicarse mediante sistemas no relacionados con su forma, color u olor. Del mismo modo que pueden reaccionar ante el hombre y los animales gracias a un misterioso sexto sentido, también pueden influirse o transferirse emociones e información mutuamente. Los botánicos de un centro de investigación de la Unión Soviética han apuntado la posibilidad de que las plantas sean capaces de transferir energía vivificante. En un experimento colocaron una planta de trigo en un recipiente de cristal. Nadie la regó, aunque había otras que crecían fuera del recipiente, no lejos de la que estaba cautiva. A pesar de que transcurrieron varias semanas, la planta encerrada continuó creciendo vigorosamente. A los científicos soviéticos, desconcertados por tan singular comportamiento, sólo se les ocurre la explicación de que, misteriosamente, las plantas situadas fuera del recipiente habrían transferido agua o energía a la prisionera cercana. ¿Fantástico? ¿Imposible? ¿Existen unas ondas desconocidas capaces de transferir energía de las plantas irrigadas a otra aislada en su agonía? Ciertamente, algo insólito está ocurriendo. La misma increíble comunicación entre plantas se dio en Inglaterra, durante unos experimentos, dirigidos por el doctor A. R. Bailey, en 1972. “Se mantuvo sin agua a dos plantas en un invernadero con luz artificial en el que la temperatura, la humedad y la luz estaban cuidadosamente controladas”. Bailey y su colaborador midieron los voltajes generados entre dos partes de ambas plantas. Cuando, desde el exterior y mediante unos tubos de plástico, se regó a una de ellas, la otra reaccionó. Bailey dijo a la Sociedad Británica de Radiestesistas: “Entre ellas no había ninguna conexión eléctrica, ningún tipo de conexión física, pero, de un modo u otro, una planta captó lo que sucedía a la otra”. Nadie ha sabido dar una explicación adecuada a este extraño e intrigante fenómeno, cuya realización fue probablemente sugerida por las observaciones del doctor Alexander Gurvich, quien declaró llanamente: “Todas las células vivientes producen una radiación invisible”. El científico manifestó haber descubierto unos rayos – a los que denominó “radiación mitogenética” – provenientes de ciertas 34 plantas. Gurvich urdió un atractivo experimento: el de la cebolla cañón. La radiación que provenía del extremo de una raíz de cebolla bombardeada, supuestamente, a otra raíz de cebolla, provocando un incremento del veinticinco por ciento en el crecimiento de las células. Esta extraña radiación también intensificó el desarrollo de levadura y bacterias. La reacción energética fue detenida por el vidrio, pero atravesó el cuarzo. Gurvich descubrió que las personas también irradiaban rayos mitogenéticos, y se dio cuenta de que la enfermedad los alteraba. Bastaba que una persona enferma sostuviera entre sus manos un cultivo de levadura durante unos minutos para que las vigorosas células murieran. Estos experimentos con levadura también fueron llevados a cabo por el doctor Rahn en la Universidad de Cornell. El doctor Rahn descubrió que si alguno de sus colaboradores estaba enfermo, podía causar la muerte de algunas de las células de levadura con las que trabajaba. Con sólo exponer el hongo a la punta de los dedos de una persona enferma, podía esperarse que la levadura muriera. Al investigar este insólito fenómeno, el científico descubrió que los dedos de las personas enfermas excretan un compuesto que resulta mortal para las plantas primitivas, pero ¿cómo podía este compuesto destruir levadura a distancia? Después de profundizar más en la investigación, el doctor Rahn informó que la radiación era emitida desdelas heridas y los tumores cancerosos. ¿Podía esta radiación ser una forma de comunicación? ¿Acaso todos los rayos transportan mensajes cifrados? La idea de la comunicación entre las plantas recibió otro espaldarazo por parte de J. I. Rodale, pionero de la jardinería orgánica y fundador de la revista Prevention. Cuando visitó, unos años antes, los laboratorios Delawarr en Inglaterra, le hablaron de unos experimentos “increíbles”. Por ejemplo, le contaron cómo la muerte de la madre de una planta afectaba al desarrollo de ésta. Al parecer, la muerte de la “madre” puede causar una especie de trauma en la planta hija. Mientras la madre está viva y goza de buena salud hay muchas probabilidades de que sus hijos también lo estén. Rodale no podía creerlo, por lo que intentó algunos experimentos en su granja de Pennsylvania. Según explica, tomó unos vástagos de dos coleos adultos. Destruyó una planta madre y todo el suelo en el que había crecido, quemándolo. Luego rompió el tiesto en pedazos y 35 enterró los restos a varios kilómetros del lugar donde realizaba el experimento. ¿Qué sucedió? Según Rodale, los retoños “huérfanos” no crecieron bien, comparados con los de la planta superviviente. El hecho de si las plantas estaban o no respondiendo a los pensamientos del científico o a la muerte de su “madre” es una cuestión sin resolver. El retoño tomado de una planta cualquiera, ¿forma todavía parte, de un modo u otro, de la “forma energética” de sus padres? ¿Cuánto tiempo se necesita para que una planta joven “establezca su propia identidad individual y deje de estar influida por sus padres”? De algún modo, las plantas parecen estar comunicándose unas con otras. Esta misteriosa y notable facultad es casi idéntica a la observada por Backster en su experimento de los camarones. Al examinar el conjunto de observaciones y experimentos realizados por investigadores independientes, la conclusión más lógica a extraer es que las plantas no sólo son extremadamente sensitivas, sino que también poseen dotes psíquicas. 36 2 Las reacciones emocionales de las plantas ¿Tienen las plantas emociones? La idea de que las plantas poseen sentimientos y emociones se remonta a cientos de años atrás. Pueden hallarse señales de esta creencia en los escritos hindúes. En época más reciente, Darwin se dio cuenta del asombroso parecido entre la radical – el extremo de la raíz – de una planta y el cerebro de los animales rudimentarios. Parece que la radical siente o percibe lo que le rodea con el fin de tomar las decisiones necesarias para la supervivencia de la planta. La punta guía a la planta en su flujo y movimiento direccionales. Si bien Darwin nunca insinuó que las plantas poseyeran un sistema nervioso animal, sí se dio cuenta, en cambio, al igual que muchos científicos modernos, de que existe una llamativa similitud entre los procesos vitales de las plantas y de los animales. La estructura celular es distinta en ambos, pero ¿qué diferencia hay en el protoplasma – la base de la vida – en los dos reinos? Su capacidad de responder al ambiente y de mostrar reacciones muy parecidas a las de los animales, hace que nos preguntemos si las plantas son conscientes, si sienten dolor y si tienen emociones. Esto era exactamente lo que sir Jagadis C. Bose2 se preguntaba cuando emprendió un estudio sobre las plantas que ocupó toda su vida. Fascinado por las similitudes existentes entre todas las formas de vida, dio comienzo a una investigación altamente tecnificada y científica destinada a demostrar que las plantas tenían sentimientos. La intuición fue reemplazada por la experimentación y el desarrollo 2 Físico hindú que recibió en 1917 el título de caballero del Imperio Británico por sus investigaciones con las plantas y por los instrumentos que desarrolló en este trabajo. Es el fundador del Bose Institute de Calcuta. 37 de complicados aparatos de control que sirvieran para registrar las reacciones de las plantas. Nadie estaba más calificado para este trabajo que Bose, que era un genio de la técnica y un físico de renombre. ¿Fueron los inventos de Marconi los primeros de su tipo? En absoluto. Bose inventó el cohesor inalámbrico varios años antes, aunque nunca intentó sacar un provecho material de sus inventos, a los que consideraba propiedad de todos los hombres. Aunque su carrera de físico era brillante, fue su trabajo con las plantas lo que le proporcionó una fama duradera. Mantuvo hacia ellas la misma actitud científica que adoptaba en su trabajo con sustancias inorgánicas. Inventó algunos aparatos mecánicos para medir y registrar las reacciones de las plantas a los estímulos externos. De todos sus inventos, el “crescograph” – aparato capaz de ampliar los procesos vitales de las plantas diez millones de veces – fue el que obtuvo más celebridad. Paramahansa Yogananda describe un encuentro con Bose, durante el cual miró a través de este instrumento, que podía hacer que un lento caracol “pareciera estar viajando como un tren expreso”. Mirando a la pantalla del “crescograph”, Yogananda pudo ver un helecho muy ampliado. Cada uno de sus minúsculos movimientos, invisibles de ordinario para el ojo, se volvió de repente tan real como un ballet lleno de gracia. Yogananda lo vio materialmente crecer. El movimiento era lento, pero fascinante. Cuando Bose dio un golpecito a la planta, pareció, por un momento, que todo movimiento se detenía, hasta que el científico apartó la barra metálica que había colocado en su extremo. Luego Bose le administró cloroformo, y cesó de crecer. Tan pronto fue revivida por un antídoto, volvió a moverse. Yogananda encontró su movimiento tan atractivo como el argumento de una película. Mientras continuaba observando, vio que Bose se disponía a herir al helecho con un agudo punzón. Al ser penetrada por el puntiagudo instrumento, la planta pareció retorcerse de dolor y se agitó espasmódicamente. Por último, el científico cortó el tallo de la planta con una navaja, y Yogananda vio en la pantalla una violenta agitación que pronto terminó, quedando la sombra inmóvil: la planta había muerto. En este punto, Bose contó a su visitante cómo una vez había cloroformizado a un árbol enorme para poder trasplantarlo. Como los 38 árboles grandes acostumbran morir durante el cambio, Bose estaba especialmente orgulloso de que aquél hubiera sobrevivido. Indicó que las plantas podían sufrir traumas igual que los hombres. El científico explicó a Yogananda que los árboles poseen un sistema circulatorio, una “presión de la savia” similar a la presión sanguínea de los animales, y un tubo que hace las veces de corazón. “Cuanto más profunda es nuestra percepción, más impresionante resulta la evidencia de que hay un plano uniforme que vincula a las múltiples formas de la naturaleza”, afirmó Bose. Bose no llegó a esta conclusión de la noche a la mañana. Su trabajo se desarrolló a lo largo de muchas décadas. En su investigación comparaba constantemente una forma de vida con otra. Descubrió que cuando se toca a una persona hay un intervalo entre el estímulo y la reacción. El impulso necesita tiempo para viajar a través del nervio hasta el cerebro. Hasta que Bose hizo sus asombrosos descubrimientos, muchos investigadores creían que las plantas sólo podían responder a estímulos muy intensos, como cortes o fuertes golpes. Con su trabajo con la sensible Mimosa pudica, Bose mostró que las plantas pueden ser aún más sensibles que los hombres. Describió a la planta como “altamente excitable”. Descubrió que la mimosa podía ser estimulada por un choque eléctrico de intensidad diez veces menor que la necesaria para provocar unasensación en el hombre. La reacción alcanzó a una gran distancia, pero no produjo lesión alguna. A principios de siglo, otros investigadores hicieron parecidas observaciones acerca de la Mimosa pudica. Notaron que este árbol era más sensible cuando las hojas estaban creciendo con mayor rapidez. Durante los períodos de rápido crecimiento, el follaje de las mimosas reaccionaba intensamente tanto al aire como al más leve contacto, que hacía que la planta de inmediato cerrara sus hojuelas e inclinara sus pedúnculos. En un experimento, los investigadores empaparon un trozo de algodón con una mezcla inflamable, le prendieron fuego, y pasaron rápidamente la llama por debajo de una hoja madura. Apenas recibió una vaharada de aire caliente la planta reaccionó, mostrando señales de lo que podría llamarse “molestia”. 39 En el experimento siguiente, la llama chamuscó la punta de una de las hojas más pequeñas: “El resultado fue sorprendente: la hoja se contrajo como si hubiera experimentado el más agudo dolor”. Mirando plegarse las hojas en una planta delicada, y viendo la respuesta de las plantas a los estímulos externos en el laboratorio, Bose llegó a la conclusión de que los vegetales estaban realmente dotados de un sistema nervioso. Bose pudo sintonizar con este sistema nervioso mediante una delgada sonda de aguja conectada a un galvanómetro. Creía que las plantas se parecían a los animales en el hecho de que el tejido conductor estaba envuelto en una especie de cubierta protectora, que comparaba con la gutapercha no conductora3. Por tanto, clavó agujas metálicas en las plantas, buscando el “cable” que transmitía los mensajes de una a otra parte del vegetal. Sabía que, si la aguja no entraba en contacto con el tejido conductor, nunca podría captar los mensajes transportados en el “sistema nervioso” de la planta. Bose refiere que acertó a localizar nervios “incrustados en tejido no nervioso, mediante el empleo de la sonda eléctrica, y que fue posible localizar el tejido conductor en una extensión mínima”. El investigador concluye: “Estas observaciones muestran que la conducción del estímulo está limitada a un determinado tejido, el cual puede, por tanto, ser denominado nervio”. Trabajando con este sistema nervioso, Bose pudo clasificar los impulsos que provocaban una reacción en la planta. En sus obras principales describe los distintos modos de respuesta de las partes de la planta a estímulos eléctricos, táctiles, químicos y térmicos. Cada sucesivo experimento le confirmaba que entre las plantas y los animales no existen diferencias, sino una similitud básica. Mostró cómo “un nabo pinchado por un lado se estremecía por el otro; lo cual, además de sensación, indicaba transmisión”. Preguntándose cómo los estimulantes, los sedantes y los venenos 3 Sustancia empleada como aislamiento, que proviene de la resina de los árboles Payena y Palaquium de Malasia. Tiene una plasticidad parecida a la de la goma. 40 afectarían a las plantas, Bose inyectó cafeína, alcohol, mosto, cloroformo y estricnina a varias de ellas. Los efectos que obtuvo fueron similares a los exhibidos por los seres humanos. La cafeína resultó ser un estimulante. Los licores produjeron excitabilidad seguida de depresión. Las plantas a las que se inyectó alcohol se balancearon como los borrachos. Bose descubrió que las plantas atraviesan por un espasmo de muerte parecido a la agonía de los animales. En el momento de la muerte se produce en la planta una intensa excitación, junto con una potente descarga de electricidad. El propio espasmo es producido por la contracción de las células que van a morir. ¿Gritan de dolor, las plantas, al ser torturadas o heridas? ¿Son sus emociones similares a las de los seres humanos? ¿Se embriagan con el alcohol y se excitan con la cafeína? “¡Sí!”, dice Bose, que dispone de pruebas convincentes en los diagramas de su “crescograph” y en los registros de su galvanómetro. Según él, si estudiaran con atención su meticulosa investigación, incluso los observadores más escépticos quedarían convencidos de que las plantas poseen un sistema nervioso sensible y una vida emocional variada. “El amor, el odio, la alegría, el miedo, el placer, el dolor, la excitabilidad, el estupor, y un sinnúmero de respuestas apropiadas a los estímulos son tan universales en las plantas como en los animales”. Bose fue ridiculizado por su creencia de que las plantas tenían emociones y disponían de un sistema nervioso, pero él fue incluso más lejos en sus investigaciones. Observó que cada planta tenía su propia velocidad de respuesta, como sucede con los seres humanos. Se dio cuenta, también, de que existía una estrecha correlación entre la condición de una planta y la velocidad con que los impulsos “nerviosos” podían ser transportados por su tejido conductor. Las plantas grandes parecían reaccionar muy despacio a los estímulos externos, mientras que las pequeñas lo hacían con rapidez. Bose hizo la observación de que esto era similar a las diferencias existentes entre los hombres. Pero su observación más importante fue que, aunque “la velocidad del impulso en la mimosa es menor que en los animales superiores, es considerablemente mayor que en los animales inferiores como el anodon”. Suponía que algunas plantas podían hallarse a medio camino entre los animales superiores y los inferiores en la evolución de su “sistema nervioso”. 41 Aunque las consideraciones de Bose acerca de un sistema nervioso vegetal y su firme creencia en la presencia de emociones en las plantas no son tomadas en serio por la mayoría de los científicos modernos, muchas personas interesadas por los fenómenos psíquicos y algunos científicos, que parecen estar confirmando sus hallazgos, las consideran válidas. Los doctores K. S. Cole y H. J. Curtis sugieren que la nitella, una planta de agua dulce que se encuentra en muchos viveros de carpas doradas, es muy parecida a un nervio. Las series de células únicas de esta planta dan la impresión de poder transmitir impulsos al igual que los nervios de los animales superiores. Aunque la velocidad del impulso es lenta, constituye, sin embargo, una posible forma primitiva de lo que más tarde se convertiría en un tejido nervioso animal. Gran parte del apoyo que ha recibido Bose proviene de Rusia. A la luz de la evolución, parecía natural que las plantas hubieran desarrollado al menos un sistema primitivo para transmitir señales parecido al de los animales. El doctor Gunar, profesor ruso de Biología, declara: “El hecho de cortar el pedúnculo de una hoja provoca en la base una instantánea reacción negativa de una amplitud de cincuenta a sesenta milivoltios”. ¡Esto muestra una “consciencia” de ser cortado! En la prestigiosa Academia Timiryazev se han llevado a cabo centenares de experimentos parecidos, que muestran que las plantas pueden conducir impulsos eléctricos de un modo similar al de los nervios del hombre. ¿Son sensibles las plantas? Si las plantas tienen consciencia, ¿pueden, también, ser sensibles? El doctor Paul Blondel, siendo profesor del Blake College de San Diego, desarrolló en la década de 1960, y a lo largo de dos años, un estudio sobre la vida “emocional” de las plantas. Blondel cree que los vegetales tienen sus propias “disposiciones” características y que pueden dividirse en dos grupos según su temperamento. Los tomates, junto con las coles, y las patatas, parecen responder favorablemente a los halagos. Por desgracia, las orquídeas y los gladiolos son, al parecer, extremadamente nerviosos y emotivos, por lo que requieren una atención y un cuidado especiales. 42 Vogel ha descubierto que plantas distintas poseen distintos temperamentos. Algunos filodendros le responden rápidamente,
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