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DominiqueMaingueneau , ANALISIS DETEXTOS , DE COMUNICACION Traducido de la segunda edición francesa, totalmenfe revisada y aumentada Ediciones Nueva Visión Buenos Aires Maingueneau, Dominique Análisis de textos de comunicación - 1ª ed. - Buenos Aires: Nueva Visión, 2009. 280 p.; 20x14 cm. (Claves, dirigida por Hugo Vezzetti) Traducción de Víctor Goldstein I.S.B.N. 978-950-602-587-8 1. Análisis del discurso l. Goldstein, Víctor (trad.) 11. Título CDD 801 Título del 01iginal en francés: Analyser les textes de comniunication. Deuxieme édition entiere- ment revue et augmentée © Armand Colín, 2eme édition, 2007 Traducción de Víctor Goldstein I.S.B.N. 978-950-602-587-8 Toda reproducción total o parcial de esta obra por cualquier sistema -incluyendo el fotocopiado- que no haya sido expresamente autorizada por el editor constituye una infracción a los derechos del autor y será reprimida con penas de hasta seis años de prisión (artículo 62 de la ley 11.723 y artículo 172 del Código Penal). © 2009 por Ediciones Nueva Visión SAIC. Tucumán 3748, (1189) Buenos Aires, República Argentina. Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. Impreso en la Argentina/ Printed in Argentina PREFACIO Vivir en el mundo contemporáneo es verse enfrentado a una multitud de textos tan efímeros como invasores: folletos, anuarios, diarios, carteles, guías tmisticas, «mailings» publicitarios ... Enunciados vis- tos a vuelo de pájaro, hojeados, consultados, raramente leídos, en el verdadero sentido de la palabra. En la enseñanza secundaria se interesan cada vez más en estos enunciados poco prestigiosos. Es lo que también ocurre, por supues- to, en los programas de estudios con vocación profesional (IUT,' escuelas de periodismo, de ciencias políticas, de comercio, de comu- nicación ... ), pero también en las facultades de letras y de lenguas, donde se desarrollan nuevas ramificaciones: «especializadas», «apli- cadas», «profesionales» ... Una de las caractelisticas de la investigación actual sobre el len- guaje es la emergencia de trabajos que, en vez de replegar el lenguaje . sobre la arbitrariedad de sus unidades y sus reglas, encaran los enunciados como discursos. Estos trabajos, hablando con propiedad, no tienen que ver con una disciplina, pero participan en un espacio de intercambios inestable entre diversas disciplinas, donde cada una estudia el discurso a través de un punto de vista que le es propio: análisis de la conversación, teorías de la argumentación, de la comunicación, sociolingüística, etnolingüíst_ica, análisis del discur- so ... (la lista no es exhaustiva) se distribuyen, a menudo de manera conflictiva, este campo de investigación abierto sobre campos co- ;, IlJT, Institut Uni11ersitaire de Technologie, Instituto Universitario de Tec- nología. íN. del T.] 5 nexos (sociología, psicología, historia ... ). Esta apertura de las cien- cias de] lenguaje tropieza con las preocupaciones de cantidad de investigadores de otros campos de las ciencias humanas y sociales, también ellos preocupados por tener en cuenta la dimensión lingüís- tica de sus objetos. En este manual hemos adoptado el punto de vista del análisis del discurso, que no tiene en cuenta ni la organización textual en sí misma ni la situación ele comunicación, sino que se esfuerza por asociarlas íntimamente. El analista del discurso puede tomar como base de trabajo un género discursivo (una consulta médica, un curso de lengua, un debate político televisado ... ) tanto como un sector del espacio social (un servicio de hospital, un café, un estudio de televisión ... ) o un campo discursivo (político, científico ... ); pero no parte de un género sino para inscribirlo en sus lugares y no delimita un lugar sino para considerar cuál(es) género(s) discursivos le están asociados. Un texto publicitalio, por ejemplo, no es estudiado sola- mente como una estructura textual, un encadenamiento coherente de signos verbales, ni comD uno de los elementos de una estrategia de marketing, sino como actividad enunciativa referida a un género discursivo: el lugar social del que emerge, el canal por el que pasa (oral, escrito, televisado ... ), el tipo de difusión que implica, etc., no son disociables de la manera en que se organiza el texto. En este libro no tratamos de trazar un panorama de las problemá- ticas del análisis del discurso, ni de construir un modelo detallado de lo que es la actividad discursiva: sólo indicamos sµs características mayores y proponemos cierta cantidad de entradas para el análisis de textos esclitos, privilegiando los más estudiados, la prensa y la publicidad. Para estudiar seriamente los corpus orales habría que disponer de registros audiovisuales y movilizar el enorme aparato conceptual y descriptivo que desarrolló el análisis conversacional. Tampoco consideramos la dimensión icónica (fotos, dibujos, esque- mas, compaginación ... ) de los textos, de modo de concentrarnos solamente en e I material verbal. Pero esto no es más que una elección didáctica: un texto publicitario, en particular, es fundamentalmente un «iconotexto», imageny habla, donde la misma verbalidad consti- tuye una imagen. Más allá de su utilidad inmediata, este libro se inscribe en un movimiento que se afirma, el de una didáctica de las ciencias del lenguaje que esté vuelta hacia públicos para los cuales el estudio de G la lengua no es una preocupación pri01itaria. Esta resfricción nos obliga a no presuponer en nuestro lector más que un mínimo de conocimientos en mate1ia de lingüística.No obstante, esperamos que al término de su reconido tendrá ganas de echar una mirada diferente sobre los enunciados que lo rodean. 7 l. ENUNCIADO Y CONTEXTO EL SENTIDO DE UN ENUNCIADO Para encarar de manera conveniente los enunciados no es posible apoyarse en una concepción inadecuada del sentido. Por eso, en este primer capítulo vamos a tratar de subrayar la complejidad de las relaciones entre sentido y contexto. Un proceso asimétrico Habitualmente se considera que cada enunciado es portador de un sentido estable, el que puso ahí el locutor. Este sentido selia el que descifra el destinatario, que dispone del mismo código que el locutor, ya que habla la misma lengua. En esta concepción de la actividad lingüística, el sentido de algún modo se encontralia inscrito en el enunciado, cuya comprensión, en cuanto a lo esencial, pasaría por un conocimiento del léxico y de la gramática de la lengua; el contexto desempeñaría un papel periférico, suministralia los datos que permi- tirían salvar las ambigüedades eventuales de los enunciados. Si por ejemplo uno dice «El perro ladra» o «Ahí pasó ella», el contexto no serviría más que para determinar si «el perro» designa a un perro particular o a la clase de los penos, a quién se refiere «ella», si «pasó» se refiere a un movimiento o a un color, etcétera. La reflexión contemporánea sobre el lenguaje puso sus distancias respecto de tal concepción de la interpretación de los enunciados: el contexto no está simplemente colocado alrededor de un enunciado 9 que contendría un sentido parcialmente indeterminado, que el destina- tario no tencb.ia más que especificar. En efecto, todo acto de enunciación es fundamentalmente asimétiico: el que interpreta el enunciado re- construye su sentido a partir de indicaciones dadas en el enunciado producido, pero nada garantiza que lo que reconstruye coincide con las representaciones del enunciador. Comprender un enunciado no es solamente remitirse a una gramática y a un diccionario, es movilizar saberes muy diversos, hacer hipótesis, razonar, construyendo un contexto que no es un dato preestablecido y estable. La idea misma de un enunciado que posea un sentido fijo fuera de contexto se vuelve indefendible. Lo cual, por supuesto, no significa que las unidades léxicas no signifiquen nada a priori, pero fuera de contexto no es posible hablar verdaderamente del sentidode un enunciado, a lo sumo de coerciones para que un sentido sea atribuido a tal secuencia verbal en una situación particular, para que se convierta en un verdadero enunciado, asumido en un lugar y un momento singulares por un sujeto que se dirige con cierto propósito a uno u otros sujetos. El estatus pragmático del enunciado Imaginemos que en alguna administració_n vemos en la pared de una sala de espera un cartelito de plástico de 30 centímetros por 20 en el cual está escrito en letras mayúsculas rojas: NO FUMAR Aquí tenemos un enunciado de los más sencillos y cuya interpre- tación parece inmediata. De hecho, su interpretación no parece inmediata sino porque no somos conscientes de lo que debemos movilizar para atribuirle un sentido. Para querer interpretar lo que se encuentra en ese caitelito debemos empezar· por considerarlo como una secuencia de signos, más precisa- mente como una secuencia verbal, un enunciado. Esto implica que se le atribuya una fuente enunciativa, pai·a el caso un sujeto que, recurriendo a la lengua española, tencb.ia la intención de transmitir cierto sentido a un destinatario. Las condiciones materiales de presentación desempe- ñan un papel esencial para que el enunciado reciba ese estatus. En efecto, supongan10s que en vez de un sobrio cartelito de plástico cubierto de letras mayúsculas rojas tengamos un cartel abigan-ado, enmarcado, 10 firmado en una esquina, donde las letras, poco legibles, de tamaños desiguales y multicolores, dibujaran una curva caprichosa. La gente que espera en la sala se sentirán en todo su derecho de pensar que se trata de un objeto con valor decorativo, una obra de arte, y considerarán que no tienen ninguna necesidad de descifrar de qué se trata. Supongamos ahora que nuestro enunciado «No fumar» está esc1ito en la pared con marcador, al lado del torpe dibujo de una flor grande y de un corazón atravesado por una flecha; los clientes probablemente no se sentirán obligados por lo que les resultará una especie de grafiti. En cambio, de un cartel confeccionado según un modelo conocido, de forma geométiica, dispuesto a una altura correcta y de tamaño suficiente para que todos lo vean se pensará que no está ahí por azar, que se trata de un enunciado de cierta importancia. Pero todavía hay que determinar que uno está frente a una prohibición. En efecto, este enunciado, como todo enunciado, posee cierto valor pragmático, es decir, que pretende instituir cierta relación con su destinatario. Para eso es muy necesario que muestre de una u otra manera ese valor pragmático, el acto que pretende realizar por su enunciación. Si el usuario no logra determinar cuál es ese acto no adoptará un comportamiento adecuado en relación con el enunciado: una prohibición no tiene las mismas consecuencias prácticas para él que un deseo o un proverbio, una orden infringida puede acarrear como mínimo una reprimenda, hasta una multa. Una vez más, las condiciones materiales de presentación intervienen de manera decisiva para determinar cuál es el valor pragmático pertinente: - puede tratarse, como en el caso de las señales ruteras, de carteles convencionales de cierta forma y de cierto color que están reservados a las prohibiciones. En este caso, el solo hecho de ver el cartel basta para determinar el estatus del enunciado; - al lado del enunciado propiamente dicho puede encontrarse una indicación llamadaparatextual que explicita su estatus: «Extracto del reglamento», «Decreto municipal del...», etcétera; - es posible que no haya ni cartel convencional ni indicación paratextual. Entonces hay que hacer intervenir el conocimiento de los usos de nuestra sociedad. Por experiencia sabemos que los orga- nismos (empresas, administraciones ... ) ponen en las paredes letreros con valor práctico («Empujar», «Salida», etc.) o consignas ( «Prohibido arrojar papeles», «No superar la línea amarilla», etcétera). 11 No basta con identificar este enunciado como una prohibición regla- mentaria; también hay que presumir que es serio, que la instancia que lo comunica realmente tiene la intención de significar lo que significa, de actuar de cierta manera sobre el destinatario. En efecto, a menudo ocurre que no sepamos si un enunciado debe o no tomarse al pie de la letra, si es irónico o si es una broma. Si tuviéramos en la misma pared, al lado de «No fumar», otro cartel, de la misma apariencia, que pusiera «Prohibido prohibir», podríamos dudar de la seriedad de la prohibición, puesto que el contexto mismo nos daría las indicaciones que descalifican el enunciado. En cambio, si ese «Prohibido prohibir» estuviera esclito en forma de grafiti, por el contrario eso no haría sino reforzar la seriedad de la prohibición de fumar: uno pensaría que un revoltoso se alza contra toda coerción o que un fumador manifestó su mal humor. Un enunciado puede ser perfectamente serio, al menos desde cierto punto de vista, pero tener que ver con el discurso literario. De ser así, realiza un acto discursivo que no se puede poner en el núsmo plano que los otros. Si en una esquina del cartel se leyera el nombre de Jacques Prévert, el enunciado cambiaria completamente de estatus. LAS :MARCAS LINGÜÍSTICAS El infinitivo Sin embargo, tal vez se diga, la vía de acceso más sencilla al estatus pragmático es todavía el mismo contenido del enunciado: basta con comprender el sentido de las palabras y las reglas de la sintaxis para ver que es una prohibición de fumar cigarrillos. De hecho, una vez más las cosas no son tan inmediatas: - el verbo fumar puede tener varios sentidos, y la elección del que es pertinente en esta situación (no fumar cigarrillos) no se opera de manera automática. No se estaría tan seguro de que se trata de tabaco si uno se encontrara en una fábrica de embutidos y si el cartel se encontrara ante una pila de jamones ... ;º - la identificación del sujeto sobreentendido del verbo en infinitivo · «Fumar" y «ahumar" se dicen de la misma manera en francés: fumer. [N. del T.I 12 tampoco es evidente. En este ejemplo tomado de un poema de Mallarmé titulado «Brisa marina»: «¡Ay!, la carne es triste, y he leído todos los libros./ ¡Huir! Allá, ¡huir! l. .. ]», el sujeto sobreentendido es el propio enunciador. En cambio, en nuestro ejemplo ,,.No fumar» la posición de sujeto es cumplida por el propio lector: no debe fumar el que lee este cartel de «No fumar». La selección del referente del sujeto se opera por distintas vías en «Fumar está prohibido» y «¡No fumar!» o «¡Huir!»: el primero remite al conjunto de los individuos susceptibles de fumar, mientras que en una proposición independien- te, en el infinitivo el referente del sujeto no puede ser más que el enunciador o el destinatario mismos de ese enunciado; - un verbo en infinitivo no necesariamente expresa una exhorta- ción o, en forma negativa, una prohibición. En una frase independien- te, un infinitivo sin sujeto expresado no puede ser asertivo, vale decir, plantear un enunciado como verdadero o falso. Cuando el enunciado no es asertivo, por ejemplo: «¡Dejar la casa!», puede ser interpretado como un deseo, un consejo, una orden... Por lo tanto, hay que determinar entre los diversos valores no asertivos el que aquí es pertinente, para el caso la prohibición; - de hecho, si interpretamos «No fumar» como una prohibición, no es a causa.sólo del sentido de «fumar», sino también porque sabemos que los carteles en las paredes de las administraciones en general expresan órdenes, y no deseos, que los médicos dicen que fumar perjudica la salud, que el Estado promulgó leyes contra el tabaquis- mo, que existen campañas de publicidad a tal efecto, etc. Así, estamos inmersos en un interdiscurso, en un conjunto infinito de palabras de todo tipo que vienen a orientar nuestra lectura de este cartel en la sala de espera. El anclaje en la situación enunciativa Nuestro cartel «No fumar» está constituido por una sola frase, que presentala particularidad de constituir por sí solo un texto completo y no in1plicar ni marcas de persona ni de tiempo. Se trata de una situación poco común. En la inmensa mayolia de los casos, las frases son portadoras de marcas de tiempo y de persona y se encuentran insertadas en unidades más vastas, textos. Supongamos que en vez de «No fumar» leemos en el cartel: «Esta habitación es un espacio para no fumadores». En este caso no se trata, 13 hablando con propiedad, de una prohibición, sino de una suerte de comprobación, de aserto que clasifica a cierto lugar en cierta catego- 1ia. No es difícil imaginar situaciones muy vaiiadas donde un enunciado semejante no tendría ningún valor de prohibición. Por eje.mplo, el dueño del establecimiento puede hacer visitar el edificio a la comisión de seguridad y decirle, al abrir la puerta: «Esta habitación es un espacio para no fumadores». A diferencia de «No fumar», el enunciado de este nuevo cartel posee marcas de tiempo y de persona, así como el determinante demostrativo «esta». El presente puede interpretarse de maneras muy diversas. Así, en los siguientes enunciados: (1) Tengo un poco de frío. (2) María es depresiva. (3) Dan «Blancanieves» en el Rex. los presentes tienen una duración muy variable: (1) probablemente no dura más que algunos minutos; (2) según los casos puede remitir a una duración que va de algunas semanas a algunos años, hasta toda la vida si se trata de un rasgo de carácter; en cuanto a (3), se puede presumir que se refiere a un período de algunas semanas. Para «Esta habitación es un espacio para no fumadores», el lector debe contar con una duración indeterminada y no va a sacar el cigarrillo, listo para encenderlo, a la espera de un cambio de cartel. Pero la situación sería diferente si el cartel fuera un cuadrante con una presentación numérica, y por tanto susceptible de variar, y si la sala fuera en ciertas horas para los no fumadores y en otras para los fumadores. Una vez más, no es solamente el conocimiento de la gramática y del léxico del español lo que permite interpretar correctamente este enunciado. El demostrativo «esta» también posee un valor «deíctico» (véase cap. 10), es decir, que designa un objeto que supuestamente es accesible en el entorno físico de su enunciación. Así, la mayoría de los enunciados poseen marcas que los fijan directamente en la situación de enunciación: «esta habitación», «aquí» o «ayer», la desinencia de tiempo de los verbos, los pronombres como «yo» o «tú» no·son interpretables a menos que se sepa a quién, dónde y cuándo s.e·dice el enunciado. Incluso enunciados desprovistos de este tipo de marcas implican de hecho una remisión a su contexto. 14 Como vimos, es lo que ocurre.con «No fo.mar», o, todavía más directamente, con «¡Qué auto!», por ejemplo, que constituye una reacción del enunciador ante un auto accesible en el entorno de los interlocutores. Sin embargo, existen enunciados que parecen plantearse fuera de todo contexto, precisamente los ejemplos gramaticales: «El gato pe.rsigue al ratón», «A Max lo mordió un perro», etc. Pero es una ilusión creer que se interpretan sin contexto. De hecho, estas frases aparentemente descontextualizadas son inseparables de ese contexto muy singular que es un libro de gramática, donde se puede hablar de «Max» o del «ratón» sin preguntarse quiénes son exactamente esos individuos, cuándo tuvieron lugar la mordida o la persecución, etc. Cuando un lingüista propone tales ejemplos es para ilustrar uno o varios fenómenos de lengua: «El gato persigue al ratón», por ejemplo, ilustrará el hecho de que algunos verbos son transitivos, o incluso que hay concordancia entre el artículo y el nombre, etc. Carece de importancia que no se sepa de qué gato se trata: aquí sólo se toman en cuenta la transitividad del verbo o la concordancia. Los CONTEXTOS El cotexto El contexto de un enunciado es ante todo el entorno físico, el momento y el lugar en que se produce. Pero no solamente. Conside- remos esta sucesión de frases de una novela: OSS 117 se dirige indolentemente hacia el bar. Esta habitación es un espacio para no fumadores. El lector no puede identificar el referente de «esta habitación» sino mirando el contexto lingüístico, que se llama el cotexto, es decir, aquí la frase que precede, donde se encuentra «el bar». Pero este cotexto puede ser recorrido de diversas maneras. Supongamos que tenga la opción entre dos antecedentes posibles: OSS 117 deja el salón y se dirige indolentemente hacia el bar. Esta 15 habitación es un espacio para no fumadores y hace una hora que tiene ganas de encender un cigarrillo y tomarse un buen whisky. Más que «el bar», probablemente el lector va a escoger «el salón» como antecedente de «esta habitación». Si ahora tenemos: OSS 117 saca su paquete de cigarrillos, deja el salón y se dirige hacia el bar. Esta habitación es un espacio para no fumadores: debe volver al salón. La frase «Debe volver al salón» lleva al lector a reconfigurar el cotexto, apoyándose en su conocimiento del mundo y algunas reglas de sentido común que le dicen por ejemplo que, normalmente, si alguien saca un paquete de cigarrillos, es porque tiene ganas de fumar, y que si quiere fumar, busca un espacio para fumadores. Tres fuentes de información Así, hemos movilizado tres tipos de «contextos», de los que pueden extraerse elementos necesaiios para la interpretación: - el entorno ñsico de la enunciación, o contexto situacional: apoyándose en él se pueden interpretar unidades como «ese lugar», el presente del verbo, «yo» o «tú», etcétera; - el cotexto: las secuencias verbales que se encuentran ubicadas antes o después de la unidad que se debe interpretar. A diferencia de enunciados autónomos como «No fumar», que sólo están constituidos por una sola frase, la mayoría de los enunciados son fragmentos de una totalidad más vasta: una novela, una conversación, un artículo del diario, etc. Así, en este fragmento de una gacetilla: «[ ... ] Desde la instalación de la familia en estagi-anjaque ellos están acondicionando, Évelyne está muy fatigada. Todas las mañanas ella se levanta a las 6 para ayudar a su marido[ ... ]», para comprender los elementos en negrita hay que referirse a unidades introducidas anteriormente en el texto (véase cap. 20). Este recurso al cotexto solicita la memoria del intérprete, que debe poner una unidad-en relación con otra del mismo texto; - el papel desempeñado por la memolia es mucho más evidente para la tercera fuente de información, nuestro conocimiento del mundo, los saberes compartidos anteriores a la enunciación: por 16 ejemplo, lo que designan tales nombres propios, los peijuicios del tabaco, la forma reglamentaria de los carteles de prohibición, etcétera. Los PROCEDlJ\IJENTOS PRAGllL'\.TICOS Una interpretación derivada De hecho, el lector del cartel «Esta habitación es un espacio para no fumadores» no comprendió verdaderamente su sentido salvo que lo interprete no como una comprobación, sino corno una prohibición. Para lograrlo, debe recurrir a procedimientos que lo llevan a inter- pretar cc:nw una prohibición lo que de hecho se presenta conw un aserto. Esta es una situación muy común, que exige del lector del cartel que apele a recursos que no son estrictamente de orden lingüístico, a una suerte de razonamiento sobre la situación en que se encuentra. Sin duda, va a presumir que una administración no se hablia tornado el trabajo de colocar tal cartel si su contenido no involucrara a la gente que se sienta en la sala; se dirá también que no tiene gran interés para los clientes poner a semejante habitación en la categoría de los espacios para no fumadores y por tanto que esta información de hecho apunta a otro objetivo. Precisamente sobre esta base tendrá que determinar cuál es probablemente ese otro sentido que así quieren comunicarle indirectamente. Instrucciones para interpretar La necesidadde recurrir a una suerte de razonamiento para atribuir un sentido a nuestro enunciado surge todavía con más fuerza si se añade un segundo, introducido por pero: Esta habitación es un espacio para no fumadores. Pero hay un bar donde termina el corredor. El lector tendrá que buscar una interpretación verosímil apoyán- dose a la vez en el contexto y el sentido que posee pero en la lengua. De hecho, ese sentido de pero es un conjunto de instrucciones dadas al destinatario para que pueda construir una interpretación. Emplear pero de alguna manera equivale a decir al destinatario algo 17 así como: «En la serie de proposiciones P PERO Q (donde P y Q representan dos proposiciones cualesquiera), busca una conclusión R tal que P sea un argumento para R; busca también una conclusión no R tal que Q sea un argumento en favor de no R y que sea presentado como más fuerte que R». Aplicado a nuestro ejemplo, esto da el siguiente esquema: Esta habitación es un espacio para no fumadores p Argumento en favor de R («Es imposible fumar») PERO < hay un bar donde termina el corredor o Argumento más fuerte en favor de no-R («Es posible fumar») Así, el destinatario dispone de instrucciones relacionadas con el empleo de pero; provisto de estas instrucciones, apoyándose en el con- texto debe hacer hipótesis para deslindar las proposiciones implícitas R y no R. En el caso de nuestro cartel, en efecto, es únicamente el contexto lo que permite interpretar «hay un bar donde termina el corredor», como indicando un lugar donde es posible fumar. Acabamos de dar dos ejemplos de procedimientos de tipos muy diferentes: el pasaje de «Esta habitación es un espacio para no fumadores» a .la interpretación «No fumar», y las instrucciones vinculadas a pero. Se trata de procedimientos pragmáticos, por el hecho de que apelan a un análisis del contexto por el destinatario y no solamente a la interpretación semántica, a su conocimiento de la lengua. Tanto en un caso como en el otro, ese destinatario no es pasivo: él mismo debe definir el contexto del que va a sacar las informaciones que necesita para interpretar el enunciado. A priori, nunca hay una sola interpretación posible de un enunciado, y hay que explicar según qué procedimientos el destinatario accede a la más probable, aquella que debe preferir en tal o cual contexto. A partir de ahí se desarrolla un debate importante: puesto que el 18 conocimiento ele la lengua no es suficiente, ni mucho menos, para interpretar un enunciado, puesto que hay que apelar a procedimien- tos pragmáticos, ¿cuál es la parte respectiva del sentido lingüístico y del sentido obtenido por los procedimientos pragmáticos? Uno se figura que en este punto las opiniones están divididas, unos tratan de integrar los procedimientos pragmáticos en la lengua tanto como sea posible, los· otros, por el contrario, se esfuerzan por minimizar la parte de la lengua en la interpretación. 19 2. LAS LEYES DEL DISCURSO EL PRINCIPIO DE COOPERACIÓN Un conjunto de normas Como vimos, para construir m1a interpretación el destinatario debe hacer la hipótesis de que el productor del enunciado respeta ciertas «reglas del juego»: por ejemplo, que el enunciado es serio, que fue producido con la intención de comunicar algo que concierne a aquellos a quienes está dirigido. Este carácter de seriedad no está en el enunciado, a todas luces, pero es una condición de su buena interpretación: hasta prueba en contrario, si encuentro un cartel con una prohibición de fumar en una sala de espera voy a presumir que ese cartel es serio. No puedo analizar la historia de ese cartel para verificarlo: el solo hecho de entrar en un proceso de comunicación verbal implica que el locutor supuesta- mente respeta las reglas deljuego. Esto no se hace mediante un contrato explícito sino por un acuerdo tácito, consubstancial ala actividad verbal. Nos enfrentamos con un saber mutuamente conocido: cada uno postula que su compañero se ajusta a esas reglas y está preparado para que el otro se ajuste. Esta problemática fue introducida en los años sesenta por un filósofo del lenguaje, el estadounidense Paul Grice, bajo el nombre de «máx:imas conversacionales», 1 que también se llaman leyes del discurso. Estas «leyes», que desempeñan un papel considerable en 1 «Logique et conversation», trad. fr. en Communications n" 30, 1979. 21 la interpretación de los enunciados, son un conjunto de normas a las que los participantes supuestamente se adaptan no bien participan en un acto de comunicación verbal. Grice las hace depender de una ley superior, que él llama «principio de cooperación»: Que su contribución a la conversación, en el momento en que intervie- ne, sea tal como lo requiere el objetivo o la dirección aceptada del intercambio verbal en el que usted participa. En virtud de este principio, supuestamente los que intervienen comparten cierto marco y colaboran en el logro de esa actividad común que es el intercambio verbal, donde cada uno se reconoce y reconoce al otro ciertos derechos y deberes. Este principio adquiere todo su peso en las conversaciones, donde los que intervienen (dos o más) están en contacto inmediato y actúan continuamente uno sobre el otro. Pero las leyes del discurso también son válidas para cualquier tipo de enunciación, incluso en el escrito, donde la situación de recepción es distinta de la situación de produc- ción. Los sobreentendidos Por el mero hecho de que se supone que son mutuamente conocidas por los interlocutores, las leyes del discurso permiten en particular hacer pasar contenidos implícitos. Supongamos que en vez de «No fumar» tengamos un cartel semejante que diga «No levantar vuelo», colocado en la recámara de un famoso gurú indio. Esta prohibición parece extraña; sin embargo, el lector probablemente no va a atenerse a un diagnóstico de extrañeza sino que va a desarrollar un razonamiento de esta clase: 22 El autor de este enunciado dijo «No levantar vuelo». No tengo ningún motivo para pensar que él no respeta el principio de cooperación. Según este principio, todo enunciado debe tener un interés para aquel a quien está dirigido; el autor de este cartel lo sabe y también sabe que quienes lo lean lo saben. Por lo tanto, presumo que si transgredió la ley que dice que los enunciados deben ser interesantes, es sólo en apariencia. En realidad, ese enunciado es interesante, pero de otra manera: no hay que detenerse en su contenido literal sino buscar otra interpretación, que sea compatible con el principio que dice que los enunciados tengan interés para sus destinatarios. Como el autor del cartel no hizo nada para que yo me atenga al contenido literal, es porque quiere que yo haga ese razonamiento. Así, el lector se verá llevado a inferir una proposición implícita, llamada implicatura, apoyándose en el postulado de que las leyes del discurso son respetadas por el autor del cartel. Como se trata de un gran gurú indio, él tratará de deslindar una implica tura compati- ble con lo que sabe de la doctrina de ese gurú. En este caso, el principio de cooperación realmente fue respetado por el locutor, pero de una manera indirecta: el gurú en verdad me transmite un mensaje que me atañe, pero ese contenido no es inmediatamente accesible, es implícito. Este tipo de implícito, que surge del vínculo del enunciado con el contexto de enunciación, por intermedio del postulado de que se respetan las leyes del discurso, es llamado sobreentendido. En general se lo opone a otro tipo de implícito, los supuestos, que, por su parte, están inscritos en el enunciado. Por ejemplo, de: Paul ya no fuma en la sala de espera se puede sacar el supuesto de que antes fumaba. Este contenido implícito, por su parte, se encuentra en el enunciado, sustraído a toda impugnación, como si cayera por su propio peso (véase cap. 13). Las tres dimensiones de la comunicación verbal El principiode «cooperación» no es más que una de las maneras de expresar algo que es constitutivo de la comunicación verbal y que muchos otros teóricos de los últimos decenios del siglo XX elaboraron bajo variadas denominaciones. P. Charaudeau, por ejemplo, ve en el fundamento de todo parlamento un «contrato de cornunicación»2 que implica: - la existencia de normas, de convenciones aceptadas por los "Véase por ejemplo los Cahiers de linguistique franqaise, n" 17, Ginebra, 1995: «Le dialogue dans un modele de discours». 23 participantes, para regir la comunicación; las «leyes del discurso» que vamos a ver más en detalle son esta clase de normas; - un reconocimiento ,nutuo de los participantes, de sus roles y del marco de su comunicación. Con F. Flahault puede hablarse incluso de relaciones de lugares: «No existe discurso que no sea emitido desde un lugar y convoque al interlocutor a un lugar correlativo; ya sea que este discurso presuponga solamente que la relación de lugares está en vigor, o que el locutor espere el reconocimiento de su lugar propio, u obligue a su interlocutor a inscribirse en la relación»;3 - la pertenencia del discurso a múltiples géneros discursivos que definan la situación de comunicación (véase cap. 5). LAS PRINCIPALES LEYES Pertinencia y sinceridad La lista de las leyes del discurso y las relaciones que mantienen entre ellas varían de un autor a otro. Algunas tienen un alcance extrema- damente general. Por ejemplo, la ley de pertinencia o la de sinceridad. .• La ley de pertinencia recibe definiciones variadas, intuitivas o sofisticadas:1 Intuitivamente, ella estipula que una enunciación debe ser lo más apropiada posible al contexto en el cual interviene: debe interesar a su destinatario aportándole informaciones que modifican la situación. El cliente del gran gurú indio va a tratar de inferir un contenido implícito de «No levantar vuelo» precisamente en virtud de esta ley. Podría hacerse una observación del mismo tipo para «Esta habitación es un espacio para no fumadores»: los lectores infieren de esto que se les prohíbe fumar porque postulan que este aserto los concierne y les da un mensaje susceptible de modificar su situación. Toda enunciación implica que es pertinente; lo que lleva al destinatario a tratar de confirmar esa pertinencia. Si un periódico pone en su primera plana: «Daniel volvió a ver a la princesa 'La Paro/e intennédiaire, París, Le Seuil, 1978, pág. 58. ' Aludimos aquí a la «teoría de la pertinencia» de Dan Sperber y Deirdre Wilson, para quienes la pertinencia constituye el principio fundamental que gobierna la interpretación de los enunciados (La Pertinence (1986), trad. fr., París, Éditions de Minuit, 1989). 24 Stéphanie», por el solo hecho de decirlo implica que esta información es pertinente allí donde está, como está y para el público a quien está destinada. Del mismo modo, cuando el diario Le Monde pone en primera plana el título: lndra Nooyi pronto dirigirá el grupo PepsiCo. (Le Monde, 17 de agosto de 2006.) plantea como pertinente en la primera plana un tipo de información que, a priori, habitualmente no figura en esa posición privilegiada en Le Monde. Al plantear como pertinente semejante título, obliga al lector a pensar que esta información es importante, que enriquece su compren- sión del mundo, si tan siquiera la comprende como con-esponde. La ley de sinceridad atañe al compromiso del enunciador en el acto discursivo que realiza. Cada acto discursivo (prometer, afirmar, ordenar, desear ... ) implica cierta cantidad de condiciones, de reglas de juego. Por ejemplo, para afirmar algo se supone que uno puede garantizar la verdad de lo que expresa; para ordenar debe querer que se realice lo que ordena, no ordenar algo imposible o ya realizado, etc. La ley de sinceridad, pues, no será respetada si el enunciador enuncia un deseo que no quiere ver realizado, si afirma algo que sabe falso, etc. El hecho de que la lengua disponga de adverbios de enunciación como «francamente» o «sinceramente», por ejemplo, nos muestra que esta ley en ocasiones entra en conflicto con otras que tienen que ver con la cortesía, porque, normalmente, no tendiia que ser necesario tener que aclarar que uno habla francamente o sincera- mente ... Leyes de informatividad y de exhaustividad La ley de inforrnatividad se refiere al contenido de los enunciados; ella estipula que no se debe hablar para no decir nada, que los enunciados deben aportar informaciones nuevas al destinatario. Pero una regla semejante sólo puede evaluarse en situación. Es en virtud de esta ley como las tautologías («Un marido es un mari:io») obligan en general al destinatario a inferir sobreentendidos: si Fulano dijo un enunciado que en apariencia no ofrece ninguna información, es para transmitirme otro contenido. Es lo que ocurre en esta publicidad para la marca Fiat: 25 Para aquellos a quienes no les alcanzaba el Punto, aquí está el Punto. Al comprobar que el enunciado no parece aportar nada nuevo, el lector, apoyándose en la ley de informatividad, va a inferir que de todos modos debe haber una información nueva, por ejemplo que se trata de un nuevo Punto. La ley de exhaustividad no refuerza la de informatividad. Ella aclara que el enunciador debe dar la información máxima, tenien- do en cuenta la situación. Cuando se lee en el artículo de un diario: «Siete rehenes fueron liberados en la embajada de Japón», se supone que el enunciado da la información máxima, es decir, que siete rehenes en total fueron liberados. En efecto, desde un punto de vista estrictamente lógico, decir que liberaron cinco rehenes no habría sido falso. De igual modo, si en una guía turística de Brasil se lee: «Río se en-cuentra a cierta distancia de Bahía», sin mayores precisiones, se podrá considerar que la ley de informatividad fue transgredida, teniendo en cuenta el contrato impuesto a este género de libros, que apunta a dar informaciones prácticas. La ley de exhaustividad exige también que no se disimule una informa- ción importante. Sería el caso si un diario titulara: «Un grupo de jóvenes agrede a un hombre» y si el hombre en cuestión fuera un «policía de uniforme». En cambio, si el título fuera «Un grupo de jóvenes agrede a un policía rubio de 77 kilos», la ley de exhausti- vidad también sería transgredida por exceso de información. Pero siempre se puede imaginar que haya circunstancias donde un título de esta clase no sería insólito: la informatividad depende de la pertinencia. Las leyes de modalidad Cierta cantidad de leyes de modalidad prescriben ser claro (en su pronunciación, la elección de sus palabras, la complejidad de sus frases ... ) y ser sobrio (buscar la formulación más directa). Eviden- temente, estas normas son relativas a los géneros discursivos, porque no puede existir una norma universal de la claridad: las que prevalecen para un artículo de filosofía o de física cuántica, por ejemplo, no son las mismas que las que rigen una conversación familiar. 26 A comienzos de los años noventa, la marca de detergente Orno había hecho una campaña publicitaria donde unos monos vestidos de hombres producían enunciados que transgredían manifiestamente las leyes de modalidad. Por ejemplo: «Ké numéro SOS mini ripou» (imagen de la familia que mira al pequeño aplaudiendo de alegría porque tiene un babero limpio). «Loukati papinou» (el pequeño levanta el vaso a la foto de su abuelo)." Aquí la comprensión sólo puede ser muy parcial; los enunciados no están destinados a ser comprendidos en el sentido habitual de la palabra, sino a suscitar la búsqueda lúdica de su significación. Esta inteligibilidad parcial se vuelve verosímil por el hecho de que los locutores mismos sólo son parcialmente humanos (monos vestidos de hombres). Como nos enfrentamos con una lengua «humanoide», el lector no va a tratar de deslindar un sobreenten- dido: el hecho de que se trate de publicidad y que los locutoressean monos provoca una suerte de suspensión de las normas usuales de la comunicación verbal. Pero sólo en un primer nivel; porque en el nivel superior la enunciación funciona normalmente, respeta las leyes de modalidad: como mensaje publicitario destinado a alabar la superioridad del detergente Orno, es perfectamente claro: el mensaje de promoción de Orno pasa entonces por otras vías, en particular por las imágenes. LA PRESERVACIÓN DE LAS CARAS Caras positiva y negativa Como la comunicación verbal es también una relación social, es sometida como tal a las reglas de lo que se llama comúnmente la cortesía. Transgredir una ley del discurso (hablar fuera del tema, ser oscuro, no dar las informaciones requeridas, etc.), es exponerse · En esos años era usual y muy festejado el lenguaje-mono en las publicidades de Orno (lenguaje que se llamaba «poldomoldave,-). La traducción aproximada de estas frases vendría a ser: «Este chico ... ¡Socorro, qué suciedad!» y «Mira esto, abuelito••. IN. del T.l 27 a ser tachado de «descortés». El solo hecho de dirigir la palabra a alguien, acaparar su atención, es ya una intrusión en su espacio, un acto potencialmente agresivo. Estos fenómenos de cortesía fueron integrados en la te01ia llamada «de las caras» desarrollada desde fines de los años setenta, en particular por P. Brown y S. Levinsoi:i,5 que a su vez se inspiran en el sociólogo estadounidense E. Goffman.6 En este modelo se considera que todo individuo posee dos caras: - una cara positiva, que corresponde a la fachada social, a la imagen valorizadora de sí que se esfuerza por presentar al exte1ior. «Cara» debe tomarse aquí en el sentido que tiene este término en una expresión como «perder la cara»;· - una cara negativa, que corresponde al «territo1io» de cada uno (su cuerpo, su vestimenta, su vida privada ... ). Como la comunicación verbal supone por lo menos dos participan- tes, hay al menos cuatro caras implicadas en la comunicación: la cara positiva y la cara negativa de cada uno de los interlocutores. Todo acto de enunciación puede constituir una amenaza para una o vaiias de esas caras: dar una orden val01iza la cara positiva del locutor pero desvaloriza la del interlocutor, dirigir la palabra a un desconocido amenaza la cara negativa del destinatario (se hace una intrusión en su tenitorio) pero también la cara positiva del locutor (que se expone a que lo consideren descarado). Distinguimos así: - las palabras amenazadoras para la cara positiva del locutor: confesar una falta, disculparse ... , que son otros tantos actos humi- llantes; - las palabras amenazadoras para la cara negativa del locutor: la promesa, por ejemplo, compromete a realizar actos que van a requerir su tiempo y energía; - las palabras amenazadoras para la cara positiva del destinatario: la crítica, el insulto, etcétera; - las palabras amenazadoras para la cara negativa del destinatario: preguntas indiscretas, consejos no solicitados, etcétera. A partir del momento en que una misma palabra corre el riesgo de 5 Politene:ss, Cambridge, Cambridge UniYersity Press, 1987. n Les Hites d'interaction, trad. fr., París, Éditions de l\Iinuit, 1974. «Hacer el ridículo». 1 N. del T. 1 28 amenazar una cara queriendo preservar otra los interlocutores se ven constantemente obligados a establecer convenios, negociar. En efecto, deben arreglarse para preservar sus propias caras sin amena- zar la de su compañero. Por lo tanto se desarrolla toda una panoplia de estrategias discursivas para encontrar un convenio entre esas exigencias contradictorias. Donde nadie es culpable de pereza Así, consideremos este primer párrafo de una publicidad para el whisky J ack Daniel's; lo precede una foto donde, sentado junto a un gran tonel de alcohol, en una semioscuridad, un obrero sostiene una taza en la mano: A LA HORA DEL PRIMER CAFÉ, el Sr. Me Gee ya hizo más que la mayoría de nosotros en una sola jornada. Este texto se esfuerza por presentar a Me Gee como el empleado modelo de la destile1ia Jack Daniel's. Si dijera «la mayoría de ustedes», la cara positiva de J ack Daniel's sería valorizada (levantar- se temprano es una prueba de coraje) pero la cara positiva del lector se vería amenazada, porque pareceiia decir que los compradores potenciales del producto son perezosos. Al escribir «la mayoría de nosotros», el texto hace un convenio: la cara positiva de la empresa es valorizada a través de su empleado modelo, pero el «nosotros» generalizador incluye al locutor de la publicidad en el conjunto de aquellos que no se levantan temprano. Este convenio, sin embargo, tiene un costo: se expone a amenaza!' la cara positiva del locutor, o sea, la empresa J ack Daniel's, que puede aparecer constituida de empleados que no hacen esfuerzos. Este conflicto se resuelve en el siguiente párrafo: Richard Me Gee se levanta mucho antes del alba. En la frescura y el silencio de las mañanas de Tennessee, hace rodar los pesados toneles de Jack Daniel's a través de las bodegas de envejecimiento. Lentamente; a su ritmo; siempre el mismo. En Jack Daniel's nunca hacemos nada a los apurones. La frase «en J ack Daniel's nunca hacemos nada a los apurones,, 29 permite, por el deslizamiento de un «nosotros» generalizador a un "nosotros» que remite solamente a los empleados de la empresa, eliminar la idea de que algunos empleados tendrían un comporta- miento diferente del de Me Gee. Discurso publicitario, discurso periodístico y caras No por nada tomamos este ejemplo de la publicidad. En efecto, en este punto existe una diferencia importante entre discurso publicitario y discurso periodístico. Para el primero, el problema de la preservación de las caras es primordial pues su enunciación está por esencia amenazada: - el solo hecho de solicitar su lectura constituye a la vez una amenaza a la cara positiva del responsable de la enunciación, la marca (que se expone a ser considerada como «pesada»), y una amenaza a las caras negativa y positiva del destinatario (a quien tratan como algo sin importancia al solicitarle que se tomen el tiempo de interesarse en el enunciado publicitario); - todo enunciado publicitario apunta a solicitar dinero al lector- consumidor, lo que representa una amenaza a la cara negativa de este último, así como a la cara positiva del locutor, que se encuentra ubicado en posición de solicitante. Hacer una publicidad que sea seductora, es decir, que dé placer al destinatario, es anular imaginariamente esta amenaza a las caras que es constitutiva de la enunciación publicitaria. En cambio, el discurso periodístico está de alguna manera legiti- mado de antemano, a partir del momento en que es el mismo lector quien lo compró. El diario trata de presentarse como respuesta a demandas, explícitas o no, hechas por sus lectores. Cuando propone una sección «Salud» o «Resultados deportivos», valoriza la cara positiva del lector al interesarse en sus gustos o sus necesidades, mostrando que son legítimos porque responde a ellos; también valoriza su propia cara positiva de locutor presentándose como preocupado por el bienestar de sus lectores. 30 3. DIVERSAS COMPETENCIAS Hemos considerado cierta cantidad de leyes del discurso que rigen la comunicación verbal. Estas leyes que se aplican a toda actividad verbal, de hecho deben adaptarse a las especificidades de cada género discur- sivo: insultar al público es posible en una obra de teatro pero no en una conferencia, hablar en un tono profesora! puede amenazar la cara positiva del interlocutor en una conversación, no en una clase. El dominio de las leyes del discurso y la de los géneros discursivos (la competencia genérica) son los componentes esenciales de nuestra competencia comunicativa, vale decir, nuestra aptitud para producir e interpretar los enunciados de manera apropiada a las múltiples situaciones de nuestra existencia. Esta aptitud no es objeto de un aprendizaje explícito,la adquirimos por impregnación, al mismo tiempo que aprendemos a comportarnos en sociedad. A todas luces, el dominio de la competencia comunicativa no basta para participar en una actividad verbal. Otras instancias deben movili- zarse para producir e interpretar un enunciado. Por supuesto, se necesita una competencia lingüística, el dominio de la lengua considerada. Además hay que disponer de una considerable cantidad de conocimientos sobre el mundo, una competencia enciclopédica. Son las tres grandes instancias que intervienen en la actividad verbal en su doble dimensión de producción e interpretación de los enunciados: dominio de la lengua, conocimiento del mundo, aptitud para inscribirse en el mundo a través de la lengua. Pero los lingüistas divergen sobre la cuestión de saber qué componentes hay que distinguir en el interior de esas competencias y qué relaciones mantienen entre sí. 31 LA COMPETENCIA ENCICLOPÉDICA Un conjunto ilimitado Es nuestra competencia enciclopédica la que nos dice por ejemplo que una sala de espera está hecha para esperar su turno, que la prohibición de fumar se aplica al tabaco, que los cigarrillos, los cigarros, la pipa queman tabaco, que al arder el tabaco libera humo, que ese humo es considerado generalmente por los médicos como pe1judicial para la salud, que el humo se estanca en los lugares cerrados y puede ser inhalado por los no fumadores, que existen reglamentos en las administraciones, autoridades encargadas de poner sanciones, etc. Es también nuestro conocimiento enciclopédico el que nos dice quiénes son Vercingétorix o Drácula, cómo se llaman nuestros vecinos, etc. Este conjunto virtualmente ilimitado de conocimientos, ese saber enciclopédico evidentemente varía en función de la sociedad donde se vive y de la experiencia de cada uno. Se enriquece en el curso de la actividad verbal puesto que lo que allí se aprende cae en el stock del saber y se vuelve un punto de apoyo para la producción y la comprensión de enunciados ulteriores. Los scripts En la competencia enciclopédica no hay solamente saberes, también hay saberes especializados, la aptitud para encadenar acciones de manera adaptada a un fin. En particular es el caso de los scripts (o sinopsis), que son se1ies estereotipadas de acciones. A menudo su conocimiento es indispensable para interpretar los textos, sobre todo los textos nanativos, que no explicitan todas las relaciones entre sus constituyentes. A título de ejemplo, observemos este resumen de film: Abby, una joven veterinaria de físico común, conduce un programa radiofónico. Uno de sus corresponsales, seducido por sus consejos, la invita a tomar una copa, pero Abby se describe bajo los rasgos de su mejor amiga, una rubia explosiva. Pueden imaginarse los malentendi- dos que va a provocar esta situación. ( Télé Loisirs, nº 566, 1997, pág. 45.) Este corto texto parece perfectamente límpido a la mayoría de los lectores. De hecho, para comprenderlo no basta con conocer la lengua :32 española, también hay que activar en su memoria dos scripts: el del programa radiofónico y el del flirteo. El primero es el que nos permite tender un puente entre las dos primeras frases. Hay que saber qué actividades lleva a cabo un animador de radio, y en particular que habla con gente por teléfono durante su programa; también hay que saber que existen programas donde algunos expertos (veterinarios, por ejemplo) dan consejos por teléfono; de no ser así, no se ve bien de qué «corresponsal» se puede tratar. El segundo script permite comprender la relación de oposición («pero ... »), a priori enigmática, entre ser invitado a tomar una copa y describirse bajo los rasgos de su mejor amiga; en el script del flirteo, un hombre invita a una mujer a tomar una copa como preludio a una operación de seducción. Por otra parte, supuestamente el lector sabe que a las «rubias explosivas» se las considera muy cortejadas y que las mujeres de «físico común» tienen muchas menos posibilidades de serlo. En consecuencia, es activando esos dos scripts y todos los saberes aferentes como es posible «imaginarse los malentendidos que va a provocar esta situación». LA COl\lPETENCIA GENÉRICA La competencia comunicativa, en cuanto a lo esencial, consiste en comportarse como corresponde en los múltiples géneros discursivos; por lo tanto, es ante todo una competencia genérica. En efecto, «el» discurso jamás se presenta como tal, sino siempre en la forma de un género discursivo particular: un boletín meteorológico, un infor- me de reunión, un brindis, etc. En cada sociedad o tipo de sociedad no se encuentran los mismos géneros discursivos (el telediario no existe entre los indios de la Amazonia), ni las mismas maneras de participar en los «mismos» géneros (en general, el regateo, por ejemplo, no es admitido en Francia en las tiendas de comestibles o las panade1ias ... ). Aunque no dominemos algunos géneros, por lo general somos capaces de identificarlos y conducirnos de manera conveniente a su respecto. Cada enunciado posee cierto estatus genérico, y lo tratamos precisamente sobre la base de ese estatus: es a partir del momento en que identificamos un enunciado como un anuncio publicitario, un sermón, un curso de lengua viva, etc., como podemos adoptar a su respecto la actitud que convenga. Uno se siente en todo su derecho 33 de no leer y arrojar al tacho de la basura un papel en cuanto es identificado como folleto publicitario, pero conserva un certificado médico destinado a un empleador. La competencia genérica varía según los tipos de individuos implicados. La mayoría de los miembros de una sociedad son capaces de producir enunciados que dependen de cierta cantidad de géneros discursivos: intercambiar algunas palabras con un desconocido enla calle, escribir una tarjeta postal a amigos, comprar un boleto de tren en una ventanilla, etc. Pero no todo el mundo sabe redactar una disertación filosófica, un alegato ante el Consejo de Estado o una mo- ción en un congTeso sindical. Ésta es una manifestación particular- mente clara de la desigualdad social: numerosos locutores son desvalorizados porque no saben comunicar con facilidad ciertos géneros discursivos socialmente valorizados. Además, uno puede participar en un género discursivo por distin~ tas razones, desempeñar diferentes roles. El alumno no es capaz de dar un curso pero puede representar el rol de alumno: saber cuándo hay que hablar y cuándo callarse, qué nivel de lengua utilizar para hablar con el profesor, etc. Algunos roles exigen un aprendizaje importante y otros un aprendizaje mínimo: el rol de lector de un folleto publicitario requiere un aprendizaje mínimo si se lo compara con el rol de autor de un doctorado de física nuclear. LA INTERACCIÓN DE LAS COMPETENCIAS Importancia de la competencia genérica para la interpretación Hemos enumerado algunas «competencias» que intervienen en el dominio del discurso. Pero no hemos aclarado en qué orden intervienen. Lo más sencillo sería que intervengan de manera secuencial, es decir, una tras otra. En realidad, interactúan para producir una interpretación. Con estrategias diferentes es posible llegar a la misma interpretación. Por ejemplo, nada impide empezar por iden- tificar, sobre la base de indicios de diversos órdenes, el género discursivo del que depende un enunciado para determinar a grandes rasgos su contenido y su propósito, sus destinatarios y el comporta- miento que se debe adoptar a su respecto. Así, una competencia permite paliar las insuficiencias o el fracaso de recurrir a otra. A poco 34 que se sepa de qué género discursivo dependen, con frecuencia uno puede «arreglárselas» con enunciados de ciertas lenguas extranjeras, aunque no se comprenda el sentido de la mayoría de las palabras y las frases que contienen. La competencia estrictamente lingüística, pues, no basta para interpretar un enunciado; la competencia gené- rica y la competenciaenciclopédica desempeiian un rol esencial. Un texto de un género incierto En el texto abajo mencionado, por ejemplo, la interpretación corre el riesgo de ser difícil para cantidad de lectores franceses, por falta de una clara identificación del género discursivo del que forma parte. [Este texto está extraído de un periódico del Yucatán (México); en la esquina de una página consagrada a las gacetillas de la región, justo debajo de la publicidad de una escuela de danza se encuentra este recuadro, que traducimos literalmente.]" VIRGEN DE GUADALUPE Haga 3 pedidos, uno concreto y 2 imposibles. Ore durante 9 días, 9 Ave Marías, aunque no tenga fe será atendido. Ore con una vela encendida o déjela que se consuma. Pida por nosotros. Doy gracias por el milagro concedido. G.P.N. P.M.M. (Por esto !, Mérida, 30 de agosto de 1996, pág. 26.) Lo que corre el riesgo de tornar más o menos oscuro este texto para muchos extranjeros es la dificultad de atribuirlo a un género que les sea familiar. A partir del momento en que no se comprende de qué género forma parte no se puede hablar de comprensión: ¿qué hace tal texto en ese lugar en un periódico regional? ¿Cómo interpretar el título «Virgen de Guadalupe»? ¿Quién lo publicó? ¿Con qué objeto? ¿A quién se refiere la primera persona del singular? ¿Qué designan las letras mayúsculas al final?, etcétera. Un texto lingüísticaniente deficiente Ahora, consideremos este documento distribuido a la salida de una boca del metro parisino; se trata de una tarjetita rectangular de 8 centímetros por 10: · La Yersión española está traducida de la francesa. [N. del T.] 35 Un Verdadero Médium Vidente Señor CISSE Mire bien lo que el tiene en la mano Es una Prueba fatal Si Usted Quiere Que Lo Rimen o Si Su Compañero/a Se Fue con aiguien Es su dominios Usted será amado y Su Compañero/a Vendrá ij Correrá dertrás suyo como el perro a su dueño creará entre ustedes un entendimiento perfecto por la base del Amor los problemas que le parecen desperados SERAN RESUELTOS EXAMEN ES Por Correspondencia mande un sobre con estampilla Consulta todos días de 9 a 20 CALLE CAROLUS DURAN 8 PARIS 75019 Este texto auténtico está desprovisto de puntuación, su ortografía es muy aproximada, hay faltas de ti peo, algunas frases son difícilmen- te inteligibles ( cf «Mire bien lo que el tiene en la mano Es una Prueba fatal Si Usted Quiere Que Lo Rimen», o incluso «seran resueltos ex amenes»). Pero, a pesar de los numerosos fallos en el manejo de la lengua, el texto es relativamente comprensible. En efecto, el lector logra superar los obstáculos apoyándose en su competencia genérica y su competencia enciclopédica: el hecho de que el texto sea una hoja distribuida gratuitamente en la calle indica que es un volante. Como a todas luces tiene que ver con el discurso publicitario (no es por ejemplo un folleto político), puede presumirse que alaba las cualida- des de un producto, de manera de suscitar un comportamiento de compra en un lector-consumidor potencial. El lector sabe tal vez o dispone de los medios para infelir que cierta cantidad de inmigrantes afiicanos se ganan la vida como médiums, y que la mayoría de los inmigrantes no dominan hien el francés escrito. Este saber permite al lector no ver en este texto una broma. Obsérvese que nada en el texto aclara que se trata de un médium africano, salvo el patronímico «Cissé»; la capacidad de determjnar que es un patronímico afiicano también tiene que ver con la competencia enciclopédica. De no ser así, esa informadón puede se1· inferida por el simple hecho de que el distribuidor de volantes es a su vez afiicano; pero no es más que una probabilidad. :36 LECTOR MODELO Y SABER ENCICLOPÉDICO Como el habla es una actividad fundamentalmente cooperativa, el autor de un texto está obligado a anticipar constantemente el tipo de compe- tencia de que dispone su destinatario para descifrarlo. Cuando se trata de un texto impreso para una gran cantidad de lectores, el destinatario, antes de ser un público empírico, es decir, el conjunto de los individuos que efectivan1ente leerán el texto, no es más que una suerte de figura a la cual el escriptor (=el que escribe) debe adjudicar ciertas aptitudes. Así, la proporción de competencia lingüística y de competencia enciclo- pédica esperada del lector va a variar según los textos. Dos articulas muy diferentes Comparemos estos dos comienzos de artículos. Uno está extraído de la sección «Básquetbol» (1) del periódico deportivo L'Équipe, el otro es presentado como «gacetilla» por el periódico regional Le Courrier picard(2): (1) Y Carter se cegó ... El de Pau es un buen tipo. Pero le pegó a Adams. ANTI BES.- Quedan por jugar 5' 51" antes del descanso. Adams pica del lado opuesto del balón, rechazando a Carter que está en posición de defensa. El antipolitano viene a tomar el pase de Sretenovic, el de Pau supera la pared que le puso Bonato y se abalanza sobre Adams. El codo derecho de Howard cae sobre la nuca de Georgy. (L'Équipe, 1q de febrero de 1993.) (2) Una octogenaria agredida en Esclainvillers El lunes a la noche, dos individuos agredieron y brutalizaron a una habitante de 82 años, que vive en Esclainvillers, pueblito cercano a Ailly-sur-Noye. Para esta octogenaria, cuya vida se deslizaba apacible- mente en su aldea natal, esa velada quedará grabada para siempre en su memoria. (Le Courrier picard, 29 de enero de 1993.) El lector del Courrier picard, apoyándose en su competencia lingüística y presumiendo que el texto es coherente, no tiene dificultades para interpretar las expresiones nominales que se refie- ren a los actores de la gacetilla: «una habitante de 82 años» y «dos individuos». En efecto, aparecen bajo denominaciones que pertene- 37 cena un vocabulario accesible a todos ( «individuo», «habitante ... »), y movilizan determinantes indefinidos ( «dos», «una») que, precisamen- te, permiten introducir referentes supuestamente desconocidos del destinatario. Para identificar el referente de «esta octogenaria» basta saber que en español «octogenaria» designa a una persona que tiene entre 80 y 89 años y que el determinante «este» retoma en general un elemento introducido anteriormente y muy cercano. En cambio, en el artículo de L'Équipe el desciframiento se apoya mucho menos en la competencia lingüística: más vale dominar, por lo menos en paite, ese subconjunto de la competencia enciclopédica que son las reglas del básquet y el desarrollo del campeonato de Francia de 1993. Así, en la segunda frase: El antipolitano viene a tomar el pase de Sretenovic, el de Pau supera la pared que le puso Bonato y se abalanza sobre Adams. A priori la designación «el antipolitano», si se supone que el texto es coherente, puede corresponder tanto a «Adams» como a «Carter»: en el plano estrictamente lingüístico nada permite saberlo. Para que la lectura sea fácil, es mejor que el lector conozca la composición de los dos equipos enfrentados y el nombre de cadajugador (¿cómo saber, de otro modo, que «Howard» es Carter y «Georgy» es Adams?). Si el lector no posee tales informaciones, siempre puede apoyarse en su conocimiento del script de un partido de básquet y razonar de la siguiente manera: si un jugador pica en el lado opuesto del balón, sin duda es porque anticipa un pase que está pidiendo; por consiguiente, puede presumir que Adams es «el antipolitano». Si nuestro lector no domina suficientemente el juego del básquet, eventualmente puede volver atrás, sobre el paratexto (el título del artículo, en este caso), que le permitirá inferir que Carter es un jugador de Pau y que si golpeó a Adams es porque este último juega en el equipo contrario; por lo tanto, que Adams es antipolitano. Razonamiento que se apoya en la presunción de que se agrede a los jugadores contrarios más que a sus cornpafieros de equipo. Un desvío semejante por el para texto es costoso para el lector, que, con mucha frecuencia, másque volver atrás prosigue su lectura con la esperanza de que luego las cosas van a aclararse. · 38 El lector modelo A todas luces, L'Équipe cuenta más con los conocimientos del lector en materia de básquet que en su saber lingüístico, mientras que Le Cou.rrier picard apela masivamente a la competencia lingüística. Puede decirse que estos dos artículos postulan lectores modelos diferentes uno de otro: - el lector modelo del artículo del Courrier picard es el de un periódico regional, cuyo público extremadamente heterogéneo su- puestamente tiene como denominador común vivir en una misma área geográfica; por lo tanto, se reduce al máximo su supuesta competencia enciclopédica. Pero no se puede anular: es probable que la mayoría de sus lectores no conozcan Ailly-sur-N oye ( vale decir, no puedan situarlo geográficamente) niEsclainvillers, pero el pe1iodista se sintió con el derecho de no explicitar el referente de Ailly, postulando que un lector-modelo picardo supuestamente conoce los pueblos de la región pero no las aldeas; - el lector modelo de L'Équipe está supuestamente interesado por el campeonato de básquetbal, cuyas peripecias sigue atentamente. De este modo, el periódico deportivo refuerza la connivencia con su público: aunque no todos los lectores sean capaces de identificar con precisión los referentes de los nombres propios, tienen la impresión de estar incluidos en el círculo de los conocedores. Sin duda, de ahí viene recurrir a las designaciones «Howard» y «Georgy»: el uso del nombre, en principio reservado a los familiares de esos jugadores, se extiende al círculo de los lectores. De hecho, es a través de su lectura asidua del diario como estos últimos adquieren progresivamente el saber enciclopédico necesario: Stretenovic y Bonato, que en este artículo no son más que nombres en segundo plano del relato, sin duda se encontrarán en primer plano en otros artículos y podrán así hacerse conocer mejor. La divergencia entre estos dos tipos de lector modelo corresponde a una división muy· conocida entre las producciones mediáticas que construyen su público por exclusión (públicos «temáticos») y aquellas que excluyen un mínimo de categorías de lectores (públicos «genera- listas» ). Esta divergencia es confirmada por el examen de los títulos de los dos artículos: el del Courrier picard es un simple resumen de la narración, mientras que el de L'Équipe asocia el resumen (el 39 subtítulo) a un título enigmático que desvía en un modo lúdico el texto de la Biblia que narra la creación del mundo.• Esta imitación no tiene ningún alcance satírico, puesto que no existe ninguna relación entre esas frases de la Biblia y la frase resultante; solamente se trata de crear una connivencia, reforzada por el uso de un verbo («cegar») y de un sustantivo («tipo») que forma parte de un registro familiar: el lector tiene la impresión de pertenecer a un universo de iniciados. El título original del artículo es Et carter disjoncta. Disjoncter significa «interrumpir la coniente", pero también, en un sentido figurado y familiar, «tener los cables cruzados». El uso del passé simple refuerza su vínculo con la Biblia. [N. del T.] 40 4. DISCURSO, ENUNCIADO, TEXTO LA NOCIÓN DE DISCURSO Desde el comienzo de este libro nos enfrentamos no con el lenguaje ni con la lengua, sino con lo que se llama el discurso. ¿Qué hay que entender con esto? Los usos habituales En el uso corriente se habla de «discurso» para enunciados solemnes ( «el presidente dio un discurso»), o peyorativamente para palabras sin consecuencias («todo eso son discursos»). Este término también. puede designar cualquier uso restringido de la lengua: «el discurso islamista», «el discurso político», «el discurso de la administración», «el discurso polémico», «el discurso de los jóvenes» ... En este uso, «discurso» es constantemente ambiguo porque puede designar tanto el sistema que permite producir un conjunto de textos como ese mismo conjunto: el «discurso comunista» es tanto el conjunto de los textos producidos por los comunistas como el sistema que permite producirlos, a ellos y a otros textos calificados de comunistas. Cierta cantidad de locutores también conocen una distinción que proviene de la lingüística, aquella entre «discurso» y «relato» (o «historia»). Esta distinción tomada de Émile Benveniste, en efecto, está ampliamente extendida en la enseñanza secundaria. Ella opone un tipo de enunciación anclado en la situación de enunciación (por ejemplo, «Vendrás mañana») a otra, cortada de la situación de 41 enunciación (por ejemplo, «César atacó a los enemigos y los puso en desbandada») (véase cap. 10). En las ciencias del lenguaje En la actualidad vemos proliferar el término «discurso» en las ciencias del lenguaje. Se emplea tanto en singular ( «el campo del dis- curso», «el análisis del discurso» ... ) como en plural («todos los discursos son particulares», «los discursos se inscriben en contex- tos»),' según se refiera a la actividad verbal en general o a cada acontecimiento de habla. Esta noción de «discurso» es muy utilizada porque es el síntoma de una modificación en nuestra manera de concebir el lenguaje. En una gran medida, esta modificación resulta de la influencia de diversas corrientes de las ciencias humanas que a menudo se agrupan bajo la etiqueta de pragmática. Más que una doctrina, en efecto, la pragmática constituye cierta manera de captar la comunicación verbal. Al utilizar el término «discurso» implícitamente se remite a ese modo de captación. Aquí tenemos algunos rasgos esenciales. El discurso es una organización más allq de la frase Esto no significa que todo discurso se manifiesta por series de palabras que son necesariamente de tamaño superior a la frase, sino que moviliza estructuras de otro orden que las de la frase. Un proverbio o una prohibición como «No fumar» son discursos, forman una unidad completa aunque no estén constituidos más que de una frase única. Los discursos, en la medida en que son unidades transfrásticas, están sometidos a reglas de organización en vigor en un grupo social determinado: reglas que gobiernan un relato, un diálogo, una argumentación ... , reglas que remiten al plano de texto (una gacetilla no se deja recortar como una disertación o una instrucción de uso ... ), a la longitud del enunciado, etcétera. El discurso está orientado Está «orientado» no sólo porque está concebido en función de un objetivo del locutor, sino también porque se desarrolla en el tiempo, · En francés, la palabra discours es la misma en ambos casos, y sólo se diferencia por el uso del artículo que la acompaña (le discours, les discours). [N. del T.] 42 de mariera lineal. El discurso, en efocto, se construye en función de un fin, se su pone que va a alguna parte. Pero puede desviarse a mitad de camino (digresiones ... ), volver a su dirección inicial, cambiar de dirección, etc. Su linealidad se manifiesta a menudo de través por un juego de anticipaciones ( «vamos a ver que ... », «volveré sobre esto» ... ) o de retornos ( «o más bien ... », «tendría que haber dicho ... »); todo esto constituye un verdadero «guiado» de su habla por el locutor. Obsér- vese que los comentarios del locutor sobre su propia habla se deslizan a lo largo del texto, aunque no estén ubicados en el mismo nivel: «Paul, si se puede decir, no tiene ni dónde caerse muerto», «Rosalie (¡qué nombre!) ama a Alfred» ... Aquí, los fragmentos en bastardilla remiten a lo que los rodea, mientras que aparecen insertados en la frase. Este desarrollo lineal se despliega en condiciones diferentes según el enunciado esté sostenido por un solo enunciador que lo controla de cabo a rabo (enunciado monologal, por ejemplo en un libro) o se inscriba en una interacción donde puede ser interrumpido o derivado en todo momento por el interlocutor (enunciado dialogal). En las situaciones de interacción oral, en efecto, constantementeocurre que las palabras ,,se escapan», que haya que atraparlas, aclararlas, etc., en función de las reacciones del otro. El discurso es una forma de acción Hablar es una forma de acción sobre el otro, y no solamente una representación del mundo. La problemática de los «actos de lenguaje» (o «actos de habla», o incluso «actos discursivos») desarrollada a partir de los años sesenta por filósofos como J.L. Austin (Quand dire c'est {aire, 1962), luego J.R. Searle (Actos de habla, 1969), mostró que todo enunciado constituye un acto (prometer, suge1ir, afirmar, interro- gar ... ) que apunta a modificar una situación. En un nivel supe1ior, estos actos elementales se integran ellos mismos en discursos de un género determinado (un folleto, una consulta médica, un teledia- rio ... ) que apuntan a producir una modificación sobre los destinata- rios. Más allá, la actividad verbal misma está en relación con las actividades no verbales. El discurso es interactivo Esta actividad verbal es de hecho una interactividad que compromete a dos personas, que están marcadas en los enunciados por el par de 43 pronombres YO-TÚ. La manifestación más evidente de la interacti- vidad es la interacción oral, la conversación, donde los dos locutores coordinan sus enunciados, enuncian en función de la actitud del otro e inmediatamente perciben el efecto que tienen sobre él sus palabras. Pero al lado de las conversaciones existen numerosas formas de oralidad que no parecen muy «interactivas»; es el caso por ejemplo de un conferencista, de un animador de radio, etc. Esto es todavía más claro en el escrito, donde el destinatario ni siquiera está presente: ¿puede hablarse todavía de interactividad? Para algunos, la manera más sencilla de mantener de cualquier modo el principio de que el discurso es fundamentalmente interactivo sería considerar que el intercam- bio oral constituye el empleo «auténtico» del lenguaje y que las otras formas de enunciación son usos de alguna manera degradados del habla. Pero nos parece preferible no confundir la interactividad fundamental del discurso con la interacción oral. Toda enunciación, incluso la producida sin la presencia de un destinatario, está de hecho tomada en una interactividad constitutiva (también se habla de dialogismo), es un intercambio, explícito o implícito, con otros enunciadores, virtuales o reales, siempre supone la presencia de otra instancia de enunciación a la cual se dirige el enunciador y respecto de la cual construye su propio discurso. En esta perspectiva, la conversación no es considerada como el discurso por excelencia, sino solamente como uno de los modos de manifestación -aunque sin duda alguna el más importante- de la interactividad fundamental del discurso. · Si se admite que el discurso es interactivo, que moviliza por lo menos a dos personas, se vuelve difícil llamar «destinatario» al interlocutor, porque se tiene la impresión de que la enunciación va en sentido único, que no es más que la expresión del pensamiento de un locutor que se dirige a un destinatario pasivo. Por eso, siguiendo en esto al lingüista Antoine Culioli, no hablaremos ya de «destinata- rio» sino de co-enunciador. Empleado en plural y sin guión, coenunciadores designará a los dos intervinientes en el discurso. El discurso está contextualizado No se dirá que el discurso interviene en un contexto, como si el contexto no fuera sino un marco, un decorado; de hecho, sólo hay discurso contextualizado. Sabemos (véase cap. 1) que no se puede asignar verdaderamente un sentido a un enunciado fuera de contex- 44 to; el «mismo,, enunciado en dos lugares distintos corresponde a dos discursos distintos. Además, el discurso contribuye a clef'i.nir su contexto, que puede modificar en el curso de la enunciación. Por ejemplo, dos coenunciadores pueden conversar de igual a igual, de amigo a amigo, y tras haber conversado algunos minutos establecer entre ellos nuevas relaciones ( uno de los dos puede adoptar el estatus de médico, el otro de paciente, etcétera). El discurso es asumido por un sujeto El discurso no es discurso a menos que sea remitido a un sujeto, un YO, que a la vez se plantea como fuente de localizaciones personales, temporales, espaciales (véase cap. 10) e indica qué actitud adopta respecto de lo que dice y de su co-enunciador (fenómeno de «modali- zación»). En particular indica quién es el responsable de lo que dice: un enunciado muy elemental como «Llueve» es planteado como verdadero por el enunciador, que se da por su responsable, el garante de su verdad. Pero este enunciador habría podido modular su grado de adhesión ( «Tal vez 11 ueva»), atribuir la responsabilidad a algún otro («Según Paul, llueve»), comentar sus propias palabras («francamen- te, llueve»), etc. Hasta podlia mostrar al co-enunciador que sólo finge asumirlo (caso de las enunciaciones irónicas). El discurso es regido por normas Como vimos a propósito de las leyes del discurso, la actividad verbal se inscribe en una vasta institución de habla: como todo comporta- miento, está regido por normas. Cada acto de lenguaje implica a su vez normas particulares; un acto tan sencillo en aparien~ia como la pregunta, por ejemplo, implica que el locutor ignora la respuesta, que esta respuesta tiene algún interés para él, que cree que su co-enun- ciador puede darla ... Más fundamentalmente, todo acto de enuncia- ción no puede plantearse sin justificar de una u otra manera su derecho a presentarse tal y como se presenta. Trabajo de legitimación que es indisociable del ejercicio del habla. El discurso está tomado en un interdiscurso El discurso sólo adquiere sentido en el interior de un universo de otros discursos a través del cual debe abrirse camino. Para interpre- tar el menor enunciado hay que ponerlo en relación con toda clase de otros enunciados, que uno comenta, parodia, cita ... Cada género 45 discursivo tiene su manera de gestionar la multiplicidad de las relaciones interdiscursivas: un manual de filosofía no cita de la mis- ma manera y con las mismas fuentes que un animador de venta pro- mocional. .. El solo hecho de ordenar un discurso en un género (la conferencia, el telediario ... ) implica que se lo ponga en relación con el conjunto ilimitado de los otros discursos del mismo género. ENUNCIADO Y TEXTO Para designar las producciones verbales, los lingüistas no disponen solamente de «discursos», también recurren a enunciado y texto, que reciben definiciones diversas, según las oposiciones en las cuales se los hace entrar: - se opone el enunciado a la enunciación como el producto al acto de producción; en esta perspectiva el enunciado es la huella verbal de ese acontecimiento que es la enunciación. Aquí, el tamaño del enunciado no tiene ninguna importancia: puede tratarse de algunas palabras o de un libro entero. Esta definición del enunciado es universalmente aceptada; - algunos lingüistas definen el enunci.ado como la unidad elemen- tal de la comunicación verbal, una serie dotada de sentido y sintácti- camente completa: así, «Léon está enfermo», «¡Oh!», «¡Qué chica!», «¡Paul!», etc., serán otros tantos enunciados de distintos tipos; - otros oponen la frase, que está considerada fuera de todo contexto, a la multitud de enunciados que le corresponden según la variedad de contextos en que puede figurar esta frase. Así, nuestro ejemplo del capítulo 1, «No fumar», es una frase si se la encara fuera de todo contexto particular y un enunciado si está inscrita en tal contexto: esc1ito en mayúsculas rojas en tal lugar de la sala de espera de tal hospital, constituye un «enunciado»; inscrito con pintura sobre la pared de una casa constituye otro «enunciado», y así de seguido; - también se emplea «enunciado» para designar una secuencia verbal que forma una unidad de comunicación completa que forma parte de un género discursivo determinado: un boletín meteorológi- co, una novela, un artículo de diario, etc., son
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