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Historia-sociopolítica-TP-Nro -1-Lucecita-2019 - María Luz Asprella (2)

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ESCUELA XUL SOLAR
HISTORIA SOCIOPOLÍTICA LATINOAMERICANA Y ARGENTINA
Trabajo práctico Nro. 1
							 
2do. año PAV
Historia sociopolítica latinoamericana y argentina
Prof. Mariángeles Zapata
15-abril-2019
Trabajo Práctico Nro. 1
Amplía y argumenta el siguiente planteo a la luz de los textos leídos en la Unidad 1. 1 (Funes, Bohoslavsky y Nercesian y Rustica)
“La cuestión del nombre no es una pregunta trivial. Es una pregunta por el sujeto que nombra, por las inclusiones y exclusiones que define ese concepto, por el contexto histórico dominante el cual fue nombrado por las reacciones de dominación y de resistencia por elementos comunes y una identidad, y por la nominación de signo que construye”
América (en honor a Américo Vespucio) fue nombrada por primera vez por sus habitantes cuando la ruptura del orden colonial llegó a su fin, cuando los independentistas de la colonia del norte del continente denominaron a su nueva organización política Estados Unidos de América. Unos años más tarde los independentistas del sur se autoproclamarían repúblicas americanas para diferenciarse de aquellos. El continente rápidamente se comenzó a dividir en dos y las políticas de Estados Unidos comenzaron a trazarse a través de los usos del nombre. Mediante la doctrina Monroe, quien acuño “América para los americanos”, (Estados Unidos, anglosajón, blanco, protestante) “se erguía como gendarme del continente” (latino, mestizo y católico) los cuales nunca se unirían en calidad de igualdad. Durante los inicios de la década de 1850 comenzaron a utilizar el adjetivo latino para América cuando descubrieron los movimientos expansionistas de Estados Unidos en el continente como una agresión de la “raza anglosajona” a la “raza latina”. Estas ideas de Américas diferentes provienen originariamente de la civilización occidental que tuvo un origen dual, la “raza” latina y la “raza” germana, las cuales eran rivales y competían. Pero, de hecho, no se puede recortar una América de la otra, ni la lengua, ni la historia, ni la religión, ni el territorio o algún rasgo de la población permiten separarlas. América Latina como origen, proviene de Napoleón III, que hacia mediados del siglo XIX intentó convertirse en líder de una cruzada los pueblos latinos contra el materialismo y el protestantismo anglosajón. La oposición entre la tradición sajona y la latina se orienta a legitimar la ideología de expansión y dominio del pan latinismo. El término Latino tenía varias ventajas simultáneas: la primera de ellas es que dejaba afuera a los ingleses y a los que habitaban en las ex colonias británicas, los estadounidenses; la segunda es que desplazaba a España como referencia europea directa para los americanos, además tal término supone una comunidad de orígenes anclados en la tradición cultural y lingüística del Imperio Romano de Occidente y de la religión católica. La pertenencia a lo "latino", entonces, esfuma la herencia española y su tradición al tiempo que ofrece una referencia ideológica y política en correspondencia con el modelo hegemónico (sobre todo en el ámbito de la cultura, los usos y las modas) de las oligarquías forjadoras de los nacientes Estados. Aunque el término acabó por perder el significado de sus orígenes, la expresión “América Latina" sobrevivió al fracaso de la expedición francesa y, si originalmente nació como forma de identidad anti sajona, los mismos Estados Unidos terminaron aceptando el vocablo. A fines del siglo XVIII, "América" comienza a ser registrada como totalidad, como “nuestra”. Las salvedades, los recortes y las precisiones sobre el posesivo de la frase dan cuenta de una nueva dimensión del pensar social, político y cultural. El "nuestra" excluye desde los orígenes a los Estados Unidos. Aun así, la cuestión del nombre sigue siendo compleja, porque ¿qué hace que América Latina sea latina? Hasta tomando el criterio idiomático nos resulta difícil de definir, porque no nos ofrece límites indiscutidos y objetivos (ya que sería excluir diversas lenguas originarias) aunque el idioma español fue, quizás, uno de los pocos aspectos apropiados como herencia legítima y valiosa de la colonización ibérica. Hasta el momento Brasil seguía excluido, aunque luego Estados Unidos y el resto del mundo empezaron a considerar al país dentro de América Latina. Los términos América Latina, Latinoamérica, latinoamericanismo, corresponden a la república y al siglo XIX, "términos más amplios y modernos” ya que abarcan lo español y lo portugués sin excluir lo africano y por la incorporación de Haití de habla francesa. Sucede a este nombre, cronológicamente, el panamericanismo, que "es la expresión imperialista yanqui". Entonces, ¿quiénes son América Latina? Las respuestas a esta pregunta se pueden dividir en dos grupos: las que señalan a los territorios que son América Latina y las que indican a las personas que son América Latina. Ambas estrategias tienen potencialidades y problemas. Primero la respuesta de tipo territorial ¿América Latina es el espacio al sur del río Bravo o es el conjunto de estados nacionales que allí existen? La aceptación de que la pertenencia a América Latina es únicamente cultural es compatible con la premisa de la fidelidad política primordial e irrenunciable a la unidad política nacional. Señalar que América Latina se compone de Estados nacionales implica un ejercicio inocultable de legitimación de los Estados nacionales, de su origen y de su supervivencia en el tiempo. Pasa con los latinoamericanos en la diáspora que no viven en América Latina. Las decenas de miles de ecuatorianos que residen en Madrid y los miles de peruanos en Los Ángeles, ¿son latinoamericanos? La respuesta puede ser unánimemente que ellos sí lo son, pero no las tierras en las que viven. ¿Y sus hijos?, ¿se puede ser latinoamericano a pesar de haber nacido en tierras metropolitanas?, ¿requiere de dos padres latinoamericanos alguien para tener esa pertenencia o basta con uno solo de ellos? 
Como conclusión de diversos autores e historiadores, América Latina es una construcción social que sobrevive obstinadamente como identidad, no por representar transparentemente a la realidad, sino porque excluye a los norteamericanos -en menor medida a los europeos- y plantea de manera tajante la ilegitimidad del panamericanismo. Cada nominación históricamente considerada lleva impresa una manera de definir y apropiarse de los contenidos y proyectos que, en distintas épocas, generaron respuestas y contrapropuestas. América, en general, es esta parte del mundo que entró en el mapa a fuerza de más de una paradoja y muchas más contradicciones.
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