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Christoph Metzger ASPECTOS DE UNA HISTORIA NO ESCRITA DE LAS INSTALACIONES SONORAS Supuestos preliminares Un año antes de que el percusionista Max Neuhaus presentara la primera instalación sonora con este nombre en Buffalo, Nueva York, como nueva forma estética, un relevante teórico de la música alemán disertaba sobre la importancia actual de los géneros artísticos. En junio de 1966 pronunció Theodor W. Adorno una conferencia en la Academia de Bellas Artes de Berlín, en la que se posicionaba sobre el desarrollo contemporáneo de las artes. "En la evolución más reciente confluyen las fronteras entre los géneros artísticos, o, más exactamente, sus líneas de demarcación se enredan como los flecos". En su exposición, que lleva el título de "el arte y las artes", recuerda el autor las fuerzas conformadoras del material tradicional que en el pasado separaba entre sí los géneros de música y pintura e implícitamente también de arquitectura, literatura y teatro. Adorno defiende en su disertación un ideal de composición que sigue partiendo de la permanencia de los géneros transmitidos. Un motivo principal de su defensa lo sitúa el filósofo en el intento de salvación de un lenguaje adecuado que reposa en las premisas de la estética transmitida. El ensayo muestra inequívocamente que su capacidad de lenguaje se hallaba vinculada a los reglamentos de instituciones estéticas. Por más que Adorno analice obras aisladas de Schönberg, Berg y Webern y las describa en su contenido, tanto más le faltan palabras finalmente cuando manifiesta su opinión sobre obras de Calder, Klee o con respecto a composiciones de Bussoti, Donatoni, Ligeti o en cuanto al principio del happening. El horizonte estético de Adorno se orienta hacia un concepto de obra que estaba caracterizado por la referencia a un género. La práctica estética ha superado al teórico. El filósofo del arte afrontaba escépticamente la praxis artística que, más allá de la empresa institucional, ha ido adquiriendo creciente importancia desde los años veinte. La historia de la nueva forma artística comienza antes de su alumbramiento. Se inicia en último término en un momento en el que empiezan a disolverse las fronteras históricas de los géneros y surgen numerosos vástagos. El campo global del arte sonoro, que se divide en subgrupos como instalaciones, paisajes, esculturas y eventos sonoros así como formas mixtas, se refiere, mediante el empleo del material acústico y visual, a las diversas artes y sus sistemas de notación estéticos. Hasta hoy, los artistas del arte sonoro provienen de la arquitectura, performance, música, acústica, del diseño y del arte. Max Neuhaus, que contaba con una experiencia de muchos años como conocido percusionista, creó esta designación para caracterizar un ámbito comprendido entre la música y el evento sonoro. A diferencia de las ejecuciones fijadas, las instalaciones sonoras no conocen limitaciones de tiempo. Él instala sus trabajos en el contexto social y acústico del espacio público que encuentra, y señala éste así como lugar específico del arte. Neuhaus combina en su primer trabajo Public Supply en el año 1966 una estación transmisora de radio con la red telefónica, creando de este modo un espacio sonoro de un diámetro de veinte millas que abarcaba Nueva York. Cualquier vecino podía participar por teléfono directamente en un diálogo en el espacio sonoro. Toda relación con las formas clásicas del arte parece haber quedado de momento sin vigencia. Aunque si se hace un seguimiento de los sucesos que jalonan el camino desde finales de los años sesenta hasta hoy, se concluye forzosamente que se han dado pasos positivos que han contribuido al establecimiento del arte sonoro dentro de un contorno; que se puede hablar de una institución. Las múltiples orientaciones dificultan una clara delimitación, tomando de esta suerte carta de naturaleza el concepto general de arte sonoro. La parte acústica ha sido pues acuñadora para la creación de la denominación, por delante de la parte visual. También la recepción muestra en parte una enfatización de los componentes acústicos que puedan evocar composiciones en sus dispositivos de tono, sonido y ruido. No obstante, habría que guardarse de tratar a la ligera las composiciones en el sentido de música. Instalaciones sonoras / Paisajes sonoros Las instalaciones sonoras se refieren a espacios concretos, que son en cualquier caso accesibles públicamente. El ejemplo de Neuhaus da a entender ya cuán expansivos son tales trabajos. La mayoría de las obras en el campo de la instalación sonora parten de edificios arquitectónicos concretos. Rediseñan los espacios en su perfil acústico y señalan a través de intervenciones mínimas significados relacionados con la historia de los espacios. El contenido de los espacios es cargado con nuevas significaciones. A la cabeza se halla aquí la artista sonora berlinesa Christina Kubisch, la cual, mediante una lumninotecnia especial, logra indicar marcas en la mampostería, que si no permanecerían invisibles. Los componentes acústicos del trabajo comentan parcialmente también con ironía [como en The Mystery of History, una instalación sonora electromagnética (Witten 2000)] un patio interior encontrado en un antiguo castillo. A este respecto dice la artista: "Con la ayuda de un sistema de inducción magnética, que originalmente se utilizaba para traducción simultánea, 'se pone música' nuevamente en la zona del puente junto con el foso debajo, en la torre y el jardín: el agua, los pájaros, cascos de caballo, las armaduras de los caballeros y la poesía de los trovadores, el chirriar de las puertas y el rechinar de las cadenas vuelven a ocupar su puesto habitual". La vienesa Andrea Sodomka llevó a cabo, con el Centro de Arte Actual de la Alta Austria, un proyecto (1998/99), "pues no éramos más que muchachas", que tenía como tema el colegio de niñas de las ursulinas en la época nazi. Más de 100 entrevistas a antiguas alumnas, junto con grabaciones radiofónicas históricas se elaboraron como material de audio que luego fluyó a la instalación y que a su vez se utilizó como base para hacerlo sonar en todo el edificio. La elección de los espacios le da a la mayoría de los trabajos el impulso decisivo. Ya se trate de espacios sagrados, piscinas, depósitos de agua o aparcamientos subterráneos, de estaciones ferroviarias o túneles, siempre hay determinadas funciones ligadas a estos lugares que se convierten en parte integrante de los trabajos. El juego con la historia de un espacio que el ambiente transforma por el desfase acústico-vidual; este juego es frecuentemente un motivo para la percepción de matices. Las instalaciones sonoras a cielo descubierto también pueden contener momentos simbólicos, aunque difieran ante todo por las resonancias más débiles; éstas conducen frecuentemente a nuevas soluciones en el ámbito de la acústica. Según la opinión del investigador del arte sonoro y compositor canadiense Raimund Murray Schäfer, que a finales de los años sesenta grabó los paisajes sonoros de grandes ciudades, para años más tarde documentar en los mismos lugares su alteración acústica, los paisajes sonoros son algo típico que otorga a un lugar una identidad acústica. Se hizo famoso Schäfer, el cual da su opinión asimismo teóricamente, como lo hacen sólo unos pocos artistas, a través de algunas publicaciones: Ear Cleaning, Tornonto 1967, The New Soundscape, Toronto 1969, The Tunning of the World, Nueva York 1977. Él es el precursor de un movimiento ecológico a escala universal. El artista del arte sonoro americano Bill Fontana trabaja a menudo en dimensiones globales. Los trabajos de dimensionamiento menor son trabajos anteriores, donde ha acoplado entre sí el espectro acústico de dos estaciones de ferrocarril (Distant Trains, Berlín/Colonia 1984). Firma, similarmente a otros artistas del movimiento Land Art Bewegung, vastos paisajes (Landscape sculpture with fog horns, SanFrancisco 1981) y continentes enteros (Sound Brigde Colonia/San Francisco 1987). Fontana designa estos trabajos esculturas sonoras. Una titulación empero que puede confundir, dado que se trata más bien de paisajes sonoros que están instalados en el espacio público. Instalaciones sonoras / Espacios afinados Una particular atención merecen también aquellos trabajos que se dedican a los fenómenos de resonancia, debido a que aquí es perceptible a menudo el origen musical. La Monte Young / Marian Zazeela habían concebido en 1962 el proyecto de una Dream House, tocando en consecuencia continuadamente una pieza y como una especie de organismo vivo que con una vida propia y una tradición propia existiría en el tiempo. En 1963 se ensayó un environment musical en un desván, discurriendo como trabajo permanente entre septiembre de 1966 y enero de 1970 casi sin interrupción. El environment constaba de generadores, oscilógrafos, amplificadores y altavoces los cuales, para la producción de una forma de onda sonora periódica constante, matizaban el entorno acústico diario. Young/Zazeela variaron ese concepto e instalaron asimismo una Dream House en la Ruine der Künste de Berlín con Wolf Kahlen. En cuanto a este trabajo, que se hizo parte integrante de la música minimal, se trata simultáneamente, debido a la expansión temporal, de una antigua instalación sonora donde han sido transformados fenómenos de pulsación acústica en unión de luces de colores. Si se contemplan las numerosas instalaciones sonoras y performance de Alvin Lucier, se aprecia que éstas aparecen como dispositivos de ensayo en el espacio para hacer visibles, con la ayuda de ondas generadas electroacústicamente, fenómenos de resonancia. Los compositores y artistas del arte sonoro afincados en Berlín, Peter Ablinger y Martin Supper, se ocupan desde hace años de cuestiones referentes a la localizabilidad de ondas sonoras en el espacio. Supper estudia en el trabajo onda estacionaria la actuación conjunta de dos ondas acústicas con igual sentido de oscilación, igual amplitud e igual frecuencia. Según situación de la fase resultan superposiciones o extinciones. En el trabajo minimal phasing amplía la frecuencia de las oscilaciones de tal manera que se producen tonos diferenciales y pulsaciones. El artista del arte sonoro afincado en Hamburgo, Andreas Oldörp produce tonos casi constantes que flotan en el espacio. Sus trabajos constan mayormente de largos cilindros de cristal confeccionados por él, en los que la columna de aire vertical es calentada por una llama de gas, haciéndola que llegue a oscilar. El volumen del lugar de actuación determina el tamaño y la cantidad de las Llamas Cantantes, las cuales reaccionan con ligeras fluctuaciones de tono a las modificaciones del ambiente. Las resonancias en los espacios arquitectónicos les interesan por igual a compositores y artistas del arte sonoro. En el caso de Alvin Lucier eso da lugar también a la creación de "... listen to the ocean again", una pieza de performace sonora donde las teteras sirven de espacio de resonancia casi natural, en las que una radio de transistores o un pequeño reproductor de casetes toca una obra conocida de música clásica. Para Lucier y Ulrich Eller encierran una especial fascinación los cuerpos de resonancia que poseen una resonancia condicionadamente natural como las conchas. El artista del arte sonoro berlinés Rolf Julius utiliza como espacios de resonancia tazas de té, cuencos de vidrio y pucheros de barro, convirtiéndose su material sutilmente en sonido. Instalaciones sonoras / Resonancias corporales El investigador y artista del arte sonoro vienés Bernhard Leitner amplía con consecuencia los fenómenos de resonancia del espacio arquitectónico a zonas de percepción del cuerpo humano. Leitner estudia desde principios de los años setenta el movimiento de tonos en el espacio. En gigantescos dispositivos de ensayo, que muestran filas de altavoces dispuestos transversalmente en gimnasios de su época de Nueva York, investigó Leitner las posibilidades de una arquitectura acústica que finalmente posibilita un espacio de sonido rigurosamente definido dentro del espacio. En el campo de tono que realizó Leitner en el Foro de Arte sonoro, de 1999, las reflexiones de los tonos se hallaban en el centro de cuencos, como lo define exactamente la línea de una plomada, de manera que realmente sólo podían ser oídos en una posición. El ruido de la zona de obras ya no era audible en ese momento. El interés artístico de Leitner se dirige también al cuerpo humano. Desde sus comienzos crea objetos esculturales que apuntan a diferentes zonas de audición. Así, todo el cuerpo del oyente, que toma relajadamente posición en la camilla de tono I-III (más desarrollada desde 1975), se lleva a un estado de vibración que influye en la frecuencia de pulso. Esculturas sonoras Los diferentes ámbitos de trabajo resultan de la investigación de los movimientos de tono en el espacio y diversos campos de resonancia. Las esculturas sonoras son en principio transportables y de emplazamiento independiente de los lugares. La gama de los trabajos comprende desde los objetos sonoros hasta los aparatos musicales de funcionamiento propio, pasando por los objetos de uso diario productores de ruido (Wolf Vostell, George Brecht), como también los cuerpos sonoros excitados naturalmente, a los que se hace sonar por movimientos de aire en forma parecida a las arpas eólicas (Paul Panhuysen). Las esculturas sonoras pueden ser producidas a partir de instrumentos musicales modificados a los que se hace sonar a través de excitadores, pudiendo estar equipados con sensores que reaccionen al movimiento, a la luz, a ruidos, etc., desencadenados por el público. Tales esculturas sonoras interactivas son fabricadas por José Antonio Orts, Ron Kuvila, Ed Osborn y Peter Vogel. El que a este respecto se trate de trabajos interactivos o escenificados, eso lo decide el criterio estético. Los límites para los instrumentos musicales de fabricación propia en el caso de Felix Hess, Nicolas Collins, Roland Breitenfeld/Bassam Abdul-Salam, Hugh Davies y Mark Trayle son difícilmente determinables. Del Fluxus neoyorquino surgieron las máquinas musicales de fabricación propia de Joe Jones que éste expuso entre 1969 y 1971 en su almacén de música. A este respecto se trata de la combinación de material encontrado casualmente, que lo reunió en una disposición parecida a máquinas fantásticas que en un funcionamiento mecánico generaban movimientos con los que podían producirse tonos y ruidos en instrumentos. El material y los cursos de movimientos determinan el sonido que da lugar a que oscile el material, la mayoría de las veces por medio de pequeños motores eléctricos a través de macillos. Es manifiesta la afinidad con los trabajos de Jean Tinguely, el cual creó, con monumentales montajes cinéticos de chatarra, una especie de "meta-mecanismo", que generan ruidos a través de sus ciclos. A pesar de la todavía vehemente resistencia, el arte sonoro, como forma emparentada con la música y el arte, se encuentra actualmente en una fase en la que se detecta interés público. Así, desde hace unos años se exhiben, en el marco de festivales de música contemporánea, obras de artistas del arte sonoro en Donaueschingen, Witten y ahora también en Darmstadt, teniendo lugar los primeros talleres. En las grandes muestras internacionales de arte como la Biennale de Venecia, Biennale de Sydney, Ars Electronica de Linz, Dokumenta de Kassel y Arco de España, en Holanda, Tokio y en Hong Kong pueden encontrarse obras de los artistas punteros desde mediados de los años ochenta. La lista de los festivales adquiere ya dimensiones difíciles de dominar. De un pequeño grupo de artistas neoyorquinos próximos al Fluxus ha surgido un movimiento que va tomando cada vez más importancia. Si aún a principios de los años sesenta, como refiere Joe Jones, Nueva Yorkse regía por John Cage y George Maciunas, desde principios de los años noventa como muy tarde han tomado asiento posiciones autónomas, a las que ya une poco con los primeros comienzos. La figura central sigue siendo no obstante el descubridor del arte sonoro, John Cage, que ha dado clase a Dick Higgins, George Brecht, Bob Watts y Al Hansen. Instituciones tomando a Berlín como ejemplo Joe Jones fue invitado a Berlín por el Servicio de Intercambio Académico Alemán y participó también como numerosos antiguos invitados de este Servicio en el festival "Para ojos y oídos", que ofrecía un espectro que abarcaba desde el reloj de música al environment: objetos, instalaciones, performance. En la comparación internacional ocupa Berlín, en atención a sus festivales desde 1980, un puesto de vanguardia por el constante desarrollo del arte sonoro. Es la concurrencia de compositores, artistas, científicos y tutores que en toda ocasión resulta fructífera. De esta suerte, el arte sonoro ocupa desde finales de los años ochenta, en el marco del Festival Inventionen organizado en intervalos irregulares por la Universidad Técnica de Berlín, el Servicio de Intercambio Académico Alemán, la Academia de Bellas Artes y también la singuhr- hoergalerie in parochial, un ámbito propio. Los festivales de la Sociedad Berlinesa de Música Nueva presentaron en los tres últimos festivales Tono errático (1994), Música y luz (1996) y Minimalismo (1998) instalaciones de: Sabine Schäfer, Martin Supper, Rolf Julius, Hans Otte, Jutta Ravenna, André Werner/Anna Tretter, Andreas Oldörp, Christina Kubisch y Erhard Grosskopf. En 1996 organizó la Academia de Bellas Artes, en el marco de su tercer centenario, un amplio Festival sonambiente al que estuvieron invitados más de 60 artistas que llevaron a cabo sus trabajos en más de diez lugares en todo Berlín. La emisora berlinesa SFB tiene abierta desde 1995 una galería sonora, dedicándose al arte sonoro la singuhr-hoergalerie desde 1996 y el Klangkunstforum Potsdammer Platz desde 1999. A la catedrática berlinesa de Musicología Helga de la Motte-Haber le cabe un papel principal en que se imponga el arte sonoro. Así apareció el año pasado un libro extenso sobre el tema del arte sonoro que, aparte de la visión de conjunto acerca de la evolución de la corriente, relaciona en el apéndice más de 140 artistas también de campos afines. Con este manual se tiene una buena panorámica que constituye un hito importante para abrir una historia aún no escrita del arte sonoro. Condiciones previas para una clasificación sistemática Cuando se indagan las posibilidades de una clasificación surge la pregunta de qué sucesos han repercutido lo suficiente como para originar constantes que sean apropiadas para la construcción de una tradición. ¿Cómo contar la historia del arte sonoro? El campo del arte sonoro puede dividirse en los sectores de instalaciones sonoras, paisajes sonoros, espacios afinados, resonancias corporales, esculturas sonoras y otros subgrupos así como formas mixtas. Con la ayuda de una clasificación tal pueden describirse contextos de espacios y momentos creativos, que forman el material artístico. A este nivel serían pocas las obras que pudieran tomar como referencia modelos históricos que hayan contribuido al desarrollo de la corriente. Si se considera la cronología, los primeros pasos se dan a principios del siglo XX. Probablemente son pocos, no obstante, los trabajos de compositores, artistas, poetas y grafistas que pueden incluirse en una historia del arte sonoro. Sus nombres desempeñan hasta hoy la función de modelos, que en parte no han sido estudiados hasta en las últimas décadas: Erik Satie, Marcel Duchamp, Luigi Russolo y Moholy-Nagy son los pioneros que osaron una ruptura radical con las tradiciones que anteriormente fijaban las fronteras de los diversos géneros artísticos. Estos presupuestos han seguido siendo desarrollados en el ámbito musical de los años treinta y cuarenta en primera línea por Edgard Varese y John Cage, surgiendo así trabajos, especialmente de Cage, que han surtido influencia sustancial en el movimiento internacional Fluxus de los tardíos años cincuenta. La significación que el movimiento Fluxus pudo acuñar en estos años para el desarrollo del arte sonoro y la comprensión propia artística se basa parcialmente también en los impulsos dados por los precursores en el ámbito del arte y de la música. Los hoy ya históricos movimientos como cubismo, dadaísmo, futurismo, Bauhaus y Black Mountain motivaron puntos de partida que fueron recogidos. Esos impulsos son asumidos por el Fluxus, que mostraba una actitud antitradicional respecto de las fronteras de los géneros artísticos. Todos los ámbitos ahora confluyen. En el juego conjunto de música, teatro y artes plásticas no sólo se igualan las fronteras entre artista y público, sino que se seleccionan también nuevos lugares para las actuaciones, que crean un nuevo medio público más alla de la sala de conciertos, del museo y del teatro. Los artistas del Fluxus marcan con sus actuaciones los sitios públicos en ciudades y en la naturaleza como lugares del arte. En estos espacios en cierto modo desocupados podía desarrollarse ahora un arte de nuevas características que, junto a innovaciones formales y materiales que pueden ser descritas todavía con una relativa seguridad, era situado dentro de contextos públicos nuevos. Pero es que en realidad el arte sonoro no se ha desarrollado sino desde los tardíos años sesenta. Si se habla de paisajes sonoros, de sound-environment y de esculturas sonoras, verdaderamente faltan hasta ahora criterios cualificados que hagan posible una diferenciación convincente de los ámbitos. De un modo rudimentario pueden deducirse puntos de partida para una teoría del arte sonoro, que contengan la historia de las instalaciones sonoras con arreglo a escalas de valores cronológicos y estéticos, de los testimonios de los artistas del arte sonoro. Ya se pone de manifiesto en la diferenciación de instalación y escultura sonoras, tomando de modelo a Lucier en "... listen to the ocean again", que el trabajo se trata tanto de una instalación sonora, por el espacio de resonancia concretamente hecho actuar, como al mismo tiempo de una escultura sonora. El espacio interior de las teteras es cerrado en sí mismo, tridimensional, transportable y susceptible de hacerlo sonar variablemente. Una especie de minisala de concierto y escultura sonora. La configuración de un proceso, fijado musicalmente por una sonata de piano o una sinfonía de Beethoven, condiciona la proximidad a la performance y a un concierto de cinta magnetofónica. Esto quiere decir que para la orientación de nuestra atención podemos poner diversos acentos, y que las formas que caracterizan la diferenciación sólo es nuestra perspectiva la que las determina. Lo que vale grosso modo es posible describirlo más diferenciadamente cuando se atiende al origen de las palabras utilizadas para la descripción. La elección de las palabras es decisiva para la adscripción de las distintas obras a una corriente artística, la cual finalmente es escrita en parte considerable desde la ubicación del observador. Y por fácil que sea encuadrar el arte sonoro en una evolución histórica, será importante que la diversidad de esta corriente corresponda también mediante el desarrollo de criterios descriptivos. Berlín, 10 de julio de 2000.
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