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94-Texto del artículo-183-1-10-20120919

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http://www.revistaecosistemas.net/articulo.asp?Id=500
 
Biodiversidad y bienestar humano: el papel 
de la diversidad funcional 
B. Martín-López, J.A. González
1
, S. Díaz
2
, I. Castro, M. García-Llorente
3
 
(1) Laboratorio de Socio-Ecosistemas, Departamento de Ecología, C. Darwin 2, Edificio de Biología, Universidad Autónoma de Madrid, 28049. Madrid, 
España.
(2) IMBIV (CONICET-UNC), FCEyN, Universidad Nacional de Córdoba, Casilla de Correo 495, 5000 Córdoba. Argentina.
(3) Laboratorio de Socio-Ecosistemas, Departamento de Ecología, C. Darwin 2, Edificio de Biología, Universidad Autónoma de Madrid, 28049. Madrid, 
España.
 
 
Biodiversidad y bienestar humano: el papel de la diversidad funcional. Las relaciones entre biodiversidad y funcionamiento de los 
ecosistemas han sido ampliamente tratadas en la literatura; sin embargo, sólo en los últimos años se ha puesto de manifiesto la importancia de 
la biodiversidad en el mantenimiento del bienestar humano. En este contexto, la diversidad funcional ofrece una forma novedosa de 
aproximarse a las relaciones causales existentes entre los impulsores de cambio ambiental global, la biodiversidad, el funcionamiento ecológico 
y los servicios esenciales para el bienestar humano que brindan los ecosistemas. En este artículo se presenta una síntesis de los principales 
conceptos relacionados con la diversidad funcional, así como las herramientas para su análisis y valoración. Por último, se muestra cómo 
incorporar la información obtenida bajo este enfoque funcional en la toma de decisiones relacionadas con la gestión de la biodiversidad. 
 
Palabras clave: Grupos funcionales, Caracteres funcionales, Funciones suministradoras de servicios, Servicios de los ecosistemas, Bienestar 
humano. 
Biodiversity and human well-being: the role of functional diversity. The relationships between biodiversity and ecosystem functioning 
have been extensively addressed in the scientific literature. However, the importance of biodiversity for human well-being has been recognized 
only recently. In this context, the concept of functional diversity offers an interesting and innovative approach to the causal links among global 
change drivers, biodiversity, ecosystem functioning, and the ecosystem services essential for human well-being. In this paper, we summarize 
the main concepts, analytical aspects, and valuation tools related to functional diversity. Finally, we show how ecological data derived from this 
functional approach can be incorporated into decision-making processes involved in biodiversity management. 
 
Key words: Functional groups, Functional traits, Service-providing functions, Ecosystem services, Human well-being. 
Introducción
La biodiversidad del planeta está siendo severamente afectada por las modificaciones, sin precedentes, inducidas por las 
actividades humanas sobre los ecosistemas, entre las cuales destacan el cambio de usos del suelo, la alteración de los ciclos 
biogeoquímicos, la destrucción y fragmentación de hábitats, la introducción de especies exóticas y la alteración de las 
condiciones climáticas (MEA, 2005). 
Por otra parte, aunque no haya sido tan ampliamente reconocido, existen también claras evidencias de que los cambios en la 
biodiversidad están repercutiendo directa o indirectamente sobre el bienestar humano, ya que comprometen el funcionamiento 
mismo de los ecosistemas y su capacidad de generar servicios esenciales para la sociedad (Díaz et al., 2006). Como 
consecuencia, si bien en el pasado buena parte de las iniciativas de conservación de la biodiversidad se basaron casi 
exclusivamente en sus valores intrínsecos o en criterios éticos, en los últimos años han comenzado a cobrar fuerza argumentos 
de carácter más pragmático, que toman en cuenta la contribución de la biodiversidad a la calidad de vida y el bienestar de las 
sociedades humanas. El marco conceptual de la Evaluación de Ecosistemas del Milenio (MEA) aborda la biodiversidad desde 
esta doble visión integradora. Los productos resultantes de dicho proyecto ponen de manifiesto las estrechas relaciones entre la 
biodiversidad, el funcionamiento de los ecosistemas y el bienestar humano (Díaz et al., 2005; MEA, 2005). 
 
 
Ecosistemas no se hace responsable del uso indebido de material sujeto a derecho de autor. ISBN 1697-2473. 69
Ecosistemas 16 (3): 69-80. Septiembre 2007.
 
En este mismo marco de pensamiento, el concepto de diversidad funcional (Díaz y Cabido, 2001; Tilman 2001) ha ido ganando 
cada vez más popularidad entre la comunidad científica dedicada al estudio de la biodiversidad, dados sus estrechos vínculos 
con los procesos ecológicos y su papel clave en el mantenimiento de los sistemas de soporte vital del planeta. En el presente 
artículo realizamos una aproximación sintética al concepto de diversidad funcional, analizando su papel en el funcionamiento de 
los ecosistemas y en la provisión de servicios esenciales para el bienestar humano. 
¿Qué es la diversidad funcional? Diferentes aproximaciones para su estudio 
El término biodiversidad ha sido visto como un concepto demasiado amplio y difícil de definir de una manera simple y operativa 
(Noss, 1990). En general, la biodiversidad puede ser descrita en términos de número, abundancia, composición y distribución 
espacial de sus entidades (genotipos, especies, o comunidades dentro de los ecosistemas), caracteres funcionales (Fig. 1), así 
como las interacciones entre sus componentes (Hooper et al., 2005). La pérdida de alguno de estos componentes de la 
biodiversidad puede tener distintos efectos en el funcionamiento de los ecosistemas y, por tanto, en el suministro de servicios 
hacia la sociedad. 
 
Figura 1. Diferentes componentes 
de la biodiversidad pueden verse 
afectados por algunas actividades 
humanas (representadas mediante 
flechas), con consecuencias 
negativas sobre el funcionamiento 
de los ecosistemas y la provisión 
de servicios a los seres humanos. 
Hay que notar que la intervención 
antrópica también puede tener 
efectos positivos sobre el 
funcionamiento de los ecosistemas 
y la conservación de la 
biodiversidad (ver Pretty y Smith, 
2004) (Modificado de Díaz et al., 
2006). 
Ecosistemas 16 (3). Septiembre 2007.
70
 
 
 
 
Los procesos ecológicos que operan en un ecosistema son, en gran medida, consecuencia de los organismos que lo habitan. 
Sin embargo, muchos de los procesos que regulan el funcionamiento de los ecosistemas son difícilmente asignables a una 
especie particular, y a menudo no es posible determinar la contribución relativa de cada especie a un proceso concreto. Durante 
décadas la aproximación más común ha sido relacionar el funcionamiento de los ecosistemas con la riqueza de especies, que 
es el componente de la biodiversidad más fácil de medir en la mayoría de las situaciones. No obstante, esta aproximación ha 
resultado insuficiente y, hoy en día, la atención se vuelca hacia un enfoque más funcional, que trata de establecer relaciones 
causales entre las características de los organismos presentes y los procesos y servicios de los ecosistemas (ver Hooper et al., 
2005 y Díaz et al., 2005 para una revisión crítica). En este contexto, las relaciones entre funcionamiento ecológico y 
biodiversidad han sido abordadas desde distintas aproximaciones, si bien todas ellas coinciden en estudiar el papel funcional de 
los organismos en un ecosistema. En algunos casos, la atención ha recaído directamente sobre especies individuales –
especies clave (Paine, 1969) o especies ingenieras (Jones et al., 1994), y en otros casos sobre grupos funcionales, que se 
definen como grupos de especies que tienen un papel semejante en el funcionamiento del ecosistema o respuestas similares a 
factores ambientales (Gitay y Noble, 1997). El concepto de grupo funcional a veces ha sido usado como sinónimo de gremio 
(Root, 1967) en el ámbito de la ecología de comunidades; sin embargo ambos términos tienen diferentes connotaciones. 
Mientras que gremio hace referencia alconjunto de especies que explotan de manera similar los recursos ambientales, en 
particular recursos tróficos, el concepto de grupo funcional tiene implicaciones más generales (Blondel, 2003). 
Recientemente, han existido intentos de redefinir las especies clave con el objetivo de combinar ambos enfoques; sin embargo, 
incluso dentro de este marco, existen distintas aproximaciones. Así, mientras Walker (1992) concluye que los esfuerzos de 
conservación deben ir dirigidos hacia aquellas especies clave que sean únicas representantes de grupos funcionales, Bengtsson 
(1998) concluye que las especies clave deberían incluirse dentro de un grupo funcional que además contenga otras especies. 
Por otra parte, Allison et al., (1996) considera que las especies clave deberían ser las especies dominantes dentro de un grupo 
funcional que contenga múltiples especies. Finalmente, Davic (2003) redefine las especies clave como aquellas especies, cuyos 
efectos top-down sobre la diversidad específica o procesos competitivos son relativamente importantes en relación a su biomasa 
dentro de un grupo funcional. Más recientemente, la atención teórica se ha desviado desde los grupos funcionales hacia los 
caracteres y síndromes funcionales, debido a que cada vez resulta más evidente que los grupos funcionales se definen de modo 
diferente según el objetivo de estudio y en la naturaleza existen síndromes funcionales, más que grupos rígidos. No obstante, la 
identificación de grupos funcionales sigue siendo válida y útil para fines prácticos de manejo y conservación, y como 
herramienta de comunicación entre científicos, gestores y población local. Díaz et al., (2002) y Lavorel et al., (2007) ofrecen 
revisiones detalladas del concepto de grupos funcionales y su reciente transición hacia el enfoque de caracteres o síndromes 
funcionales. 
La diversidad funcional ha sido definida de múltiples maneras. Por ejemplo, Naeem y Li (1997) la definen como el número de 
grupos funcionales representados por las especies en una comunidad; Martínez (1996), como la variedad de las interacciones 
con los procesos ecológicos a diferentes escalas espacio-temporales; Tilman (2001), como el rango y valor de los caracteres 
de los organismos que influyen sobre el funcionamiento ecológico. Más recientemente, Díaz et al., (2007a) incorporan la 
abundancia relativa de los caracteres como componente clave, definiendo así la diversidad funcional como “el tipo, rango y 
abundancia relativa de los caracteres funcionales presentes en una comunidad”. 
Aunque cada especie contribuye al funcionamiento de los ecosistemas, la naturaleza y magnitud de sus contribuciones 
individuales varían considerablemente en función del ecosistema o del proceso al que se haga referencia. En este sentido, los 
mecanismos a través de los cuales la biodiversidad puede influir en el funcionamiento de los ecosistemas están más 
relacionados con algunos caracteres funcionales de las especies, que con la riqueza específica (Chapin et al., 2000; Díaz y 
Cabido, 2001). Por tanto, el conjunto total de caracteres funcionales, así como su abundancia, en una comunidad es uno de los 
principales determinantes del funcionamiento de los ecosistemas (Chapin et al., 2000, Díaz et al., 2006). 
Caracteres funcionales: la base del enfoque funcional
En las últimas tres décadas, y al igual que el concepto de diversidad funcional, el concepto de carácter funcional ha sido 
ampliamente usado en ecología. La proliferación de su uso ha venido acompañada por diferentes aproximaciones (para una 
revisión ver Violle et al., 2007), y aunque ha habido varios intentos de estandarizar el concepto (Díaz y Cabido, 2001; Naeem y 
Wright, 2003), actualmente sigue habiendo confusión. A lo largo de este trabajo, entenderemos por carácter funcional aquel 
rasgo morfológico, fisiológico o fenológico que puede ser medido en un organismo y el cual se encuentra relacionado con un 
efecto sobre uno o más procesos ecológicos o con una respuesta a uno o más factores ambientales. El valor obtenido para un 
determinado carácter funcional en un determinado lugar y momento es denominado atributo (Lavorel et al., 1997). Dentro de una 
misma especie, el carácter funcional puede mostrar diferentes atributos a lo largo de diferentes gradientes ambientales o en 
diferentes momentos. Por tanto, no existe un único valor (atributo) para un determinado carácter de una especie (Violle et al., 
Ecosistemas 16 (3). Septiembre 2007.
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2007). Esto implica que diferentes individuos o distintos fenotipos, ecotipos o estadíos ontogenéticos de una misma especie 
puedan formar parte de diferentes grupos funcionales. 
Por otro lado, podemos distinguir entre caracteres de efecto, que afectan un proceso o propiedad ecológica, y caracteres de 
respuesta, que determinan la respuesta de una especie a un factor ambiental, incluyendo recursos, condiciones climáticas y 
perturbaciones (Díaz y Cabido, 2001; Lavorel y Garnier, 2002; Naeem y Wright, 2003; Hooper et al., 2005). Las Tablas 1 y 2 
recogen, respectivamente, algunos ejemplos en los que se relacionan caracteres funcionales con procesos ecológicos y con 
respuestas a distintas perturbaciones. 
Tabla 1. Ejemplos de relaciones causales entre algunos caracteres de especies vegetales, procesos ecológicos y el 
suministro de potenciales servicios de los ecosistemas. Basado en Díaz et al., (2006, 2007a). 
Servicios de los 
ecosistemas
Propiedades y 
procesos de los 
ecosistemas
Caracteres 
funcionales
Comentarios
Mantenimiento de un 
clima favorable para los 
humanos (p.ej. salud 
humana, cosechas, etc.)
 
Intercambio de energía 
calórica, albedo y 
rugosidad de la 
cobertura terrestre
Tamaño de la planta
Estructura del dosel
Longevidad de la planta 
y de la hoja
Estructura de la hoja
 
Plantas grandes, siempreverdes, 
con arquitecturas complejas, 
absorben más energía y por tanto 
reducen el albedo, aumentan la 
rugosidad, y aumentan el calor 
atrapado.
Caracteres de las hojas (p. ej. 
cubiertas, orientación, longevidad) 
influyen en la absorción de energía.
Mantenimiento de un 
clima favorable para los 
humanos a través del 
secuestro de carbono 
fuera de la atmósfera
Retención de carbono 
en biomasa y materia 
orgánica del suelo
Tamaño de la planta
Densidad del leño
Profundidad de raíces
Longevidad de la planta 
y de la hoja
Textura y contenido de 
macronutrientes de la 
hoja
Plantas grandes, longevas, con 
leño denso y tasas lentas de 
descomposición, favorecen la 
retención de carbono en biomasa.
Plantas con raíces profundas 
favorecen la retención de carbono 
en las capas más profundas y 
estables del suelo.
Regulación de la cantidad 
y calidad de agua 
disponible para humanos, 
animales útiles y cultivos
Evapotranspiración
 
Estructuración del 
suelo por el sistema 
radicular
Tamaño de la planta
Área de la hoja
Profundidad y 
arquitectura de raíces
 
Plantas grandes, con grandes 
hojas y raíces profundas tienen 
mayor tasa de transpiración, 
influyendo sobre la disponibilidad 
de agua en el suelo y sobre el 
clima local.
Sistemas radiculares densos y 
profundos favorecen la retención de 
agua en el perfil del suelo.
Formación y 
mantenimiento de suelos 
fértiles
Descomposición
 
Retención del suelo 
por el sistema 
radicular
Profundidad y 
arquitectura de raíces 
Longevidad de la planta 
y de la hoja
Textura y contenido de 
macronutrientes de la 
hoja
Hojas tiernas, ricas en 
macronutrientes y de corta vida se 
descomponen más rápidamente y 
aumentan la disponibilidad de 
nutrientes en el suelo.
Hojas esclerófilas, pobres en 
macronutrientes, reducen la 
disponibilidad de nutrientes pero 
brindan mejor capacidad de 
retención de agua en el suelo.
Ecosistemas 16 (3). Septiembre 2007.
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Existe considerable evidencia de que no todas las especies juegan el mismo papel en el funcionamiento del ecosistema. Esto 
no sólo se debe a sus atributos funcionales, sino también a la abundancia relativa con queestos atributos están presentes a 
nivel de la comunidad. Así, el tipo de atributos funcionales que presentan las especies dominantes en un área no sólo reflejan 
cuáles son los factores ambientales selectivos más importantes (disponibilidad de agua, temperatura, herbivoría, etc.), sino que 
también influyen sobre la tasa y magnitud de los principales procesos de los ecosistemas (Grime, 1998; Díaz et al., 2002; 
Lavorel y Garnier, 2002). Por otro lado, las especies minoritarias o subordinadas pueden afectar el funcionamiento del 
ecosistema a más largo plazo, ya que pueden aumentar en abundancia tras un cambio en las condiciones ambientales, 
actuando como una fuente de futuros colonizadores, o pueden modular la abundancia de las especies dominantes a través de 
efectos de filtro, efectos nodriza, etc. (Grime, 1998; Díaz et al., 2005). 
 Plantas perennes, con sistemas 
radiculares densos y profundos, 
retienen mejor el suelo y controlan 
procesos erosivos.
Disfrute paisajístico 
Tamaño y número de 
flores
Color de flores y follaje
Flores grandes con colores 
llamativos o la variedad cromática 
de flores y hojas (colores otoñales) 
se asocian con mayor disfrute 
paisajístico.
Recreación (p.e. caza 
deportiva)
 
Abastecimiento (p.e. 
ganado, caza de 
subsistencia)
Herbivorismo por 
ungulados
Arquitectura del dosel
Estructura y 
composición química de 
las hojas
 
Plantas de follaje concentrado en 
los estratos bajos, de hojas tiernas 
y ricas en nutrientes, favorecen el 
herbivorismo por ungulados.
Capacidad de suministrar 
los servicios a lo largo del 
tiempo
 
Persistencia en el 
banco de semillas
 
Transporte de semillas 
por distintos agentes
Tamaño de semilla
Forma de semilla
Estructuras anexas de 
la semilla (alas, 
ganchos, estructuras 
carnosas, cubiertas 
duras, etc.)
El tamaño y forma de semilla está 
asociado con la longevidad en el 
banco de semillas del suelo.
El tamaño y la presencia de 
estructuras anexas se relacionan 
con la distancia a la que puede 
dispersarse por sí misma o por 
medio de agentes dispersores.
Tabla 2. Ejemplos de asociación entre caracteres funcionales de plantas y respuesta de las plantas a diferentes agentes 
potenciales de perturbación. 
 
Potencial agente 
de perturbación
Caracteres funcionales Comentarios
Respuesta a 
posibles agentes 
de perturbación 
en el suelo
Pastoreo
 
Historia de vida
Tamaño de la planta
Arquitectura
Tamaño de semilla
Forma de semilla
El pastoreo favorece a las 
especies anuales, de 
pequeño tamaño, 
arquitectura en roseta o 
estolonífera, y semillas 
pequeñas (Díaz et al., 2007b; 
Lavorel et al., 1999)
Roturación
La roturación favorece a las 
especies con arquitectura en 
roseta y con semillas 
pequeñas (Lavorel et al., 
1999; Westoby et al., 1992)
Ecosistemas 16 (3). Septiembre 2007.
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Resiliencia y diversidad funcional
La resiliencia ha sido definida como la capacidad de un ecosistema de absorber perturbaciones y reorganizarse mientras está 
experimentando o tras experimentar cambios, de forma tal que pueda mantener básicamente la misma estructura, 
funcionamiento y mecanismos de auto-regulación (Walker et al., 2004). En este sentido, la presencia de diferentes grupos 
funcionales y las interacciones entre ellos son consideradas como una de las posibles fuentes de resiliencia ecológica 
(Peterson et al., 1998). Por definición, al perderse un grupo funcional, necesariamente deberían ocurrir cambios en las 
propiedades de los ecosistemas. 
Otro aspecto importante para la resiliencia de los ecosistemas es la presencia de más de una especie dentro de cada grupo 
funcional, esto es la redundancia funcional (Walker et al., 1992). Desde un punto de vista teórico, la presencia de múltiples 
especies, dominantes o subordinadas, dentro de cada grupo funcional incrementa la redundancia funcional y por tanto la 
capacidad de responder o adaptarse ante cambios ambientales (Walker et al., 1999; Hooper et al., 2005). A mayor número de 
especies funcionalmente similares (es decir a mayor riqueza específica dentro de un grupo funcional), mayor es la probabilidad 
de que al menos una especie sobreviva ante posibles perturbaciones (Walker, 1992). Si no hay redundancia funcional, entonces 
la pérdida de una sola especie puede resultar en la pérdida completa de un grupo funcional (Díaz et al., 2005), y por tanto, en la 
pérdida de los servicios que es capaz de proveer. Así, la presencia de especies dominantes y subordinadas dentro de un grupo 
funcional provee al ecosistema de resiliencia para responder y adaptarse frente a las perturbaciones. En otras palabras, dentro 
de un mismo grupo funcional definido por caracteres de efecto compartidos por las especies que lo integran, la presencia de 
especies con diferentes caracteres de respuesta ante cambios en el medio biótico o geótico contribuiría a la resiliencia del 
sistema. Cabe aclarar que, si bien estas ideas tienen sólida base teórica (p. ej. Walker et al., 1992, 1999, Loreau, 2000), la 
evidencia empírica, en particular para comunidades terrestres, es débil (Díaz et al., 2005). 
Diversidad funcional y bienestar humano
Así pues, la biodiversidad funcional, al afectar a las propiedades y el funcionamiento de los ecosistemas, repercute directa o 
indirectamente en los beneficios que las sociedades humanas obtienen de ellos en forma de servicios (MEA, 2005; Díaz et al., 
2006). De esta forma, la biodiversidad puede ser entendida como un componente fundamental del capital natural (véase en este 
monográfico Gómez-Baggethun y de Groot, 2007). 
En su sentido más amplio, la biodiversidad contribuye al bienestar humano mediante la generación de una amplia variedad de 
funciones de los ecosistemas (Fig. 2), las cuales son definidas como la capacidad de proveer servicios que satisfagan a la 
sociedad (de Groot et al., 2002). Los términos funcionamiento ecológico y funciones de los ecosistemas han sido 
frecuentemente usados indistintamente (p. ej. Boyd y Banzhaf, 2007). Sin embargo, mientras que el funcionamiento ecológico, 
es decir el conjunto de los procesos ecológicos, es inherente a las propiedades intrínsecas de los ecosistemas; las funciones 
de los ecosistemas son entendidas desde una perspectiva antropocéntrica como la potencialidad de generar servicios, 
implicando necesariamente a la dimensión social. Por otro lado, las funciones existen independientemente de su uso, demanda, 
disfrute o valoración social, traduciéndose en servicios sólo cuando son usadas, de forma consciente o inconsciente, por la 
población. De este modo, la traducción de una función en un servicio implica necesariamente la identificación de los 
beneficiarios, del tipo de utilización realizado, así como la localización espacio-temporal de su uso. Por ejemplo, la capacidad 
de mantener un clima favorable para los seres humanos (servicio) depende de la regulación climática (función), que en último 
Resistencia a 
incendios
Incendio
Grosor de la corteza
Estructuras con capacidad 
de rebrote (raíces, rizomas o 
tallos)
Flores pirófilas
Conos serotinos (piñas)
Semillas pirófilas
Cortezas gruesas protegen el 
sistema vascular de los 
incendios
La capacidad de rebrote 
permite a la especie persistir 
tras un incendio.
Bancos de semillas 
persistentes, especies 
serotinas o especies con 
floración o germinación 
pirófila se ven favorecidas con 
los incendios (Pausas et al., 
2004)
Ecosistemas 16 (3). Septiembre 2007.
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término dependerá parcialmente de la diversidad funcional y del mantenimiento de los procesos ecológicos asociados a la 
misma (ver Tabla 1). En este contexto, podemos hablar de funciones suministradoras de servicios (Martín-López et al., en 
revisión), como el conjunto de grupos funcionales, especies, pool genético, etc., con potencialidad para proveer servicios a la 
sociedad. En algunas revisiones recientes se habla también de “unidades proveedoras de servicios” (véase p. ej. Luck et al., 
2003). 
La seguridad, la salud,el acceso a recursos y medios de vida, la libertad de acción y elección, entendidos como componentes 
esenciales del bienestar humano, se ven así fuertemente influidos por la integridad de los ecosistemas y su capacidad de 
generar funciones y proveer un flujo sostenido de servicios (Fig. 2). 
Si bien todos los componentes de la biodiversidad, desde el nivel de organización genético hasta la escala de comunidad, 
desempeñan algún rol en la generación de funciones y la provisión de servicios, existen evidencias que apuntan a que sería la 
diversidad funcional el componente que mejor explica los efectos de la biodiversidad en muchos de los servicios esenciales para 
el ser humano (Díaz et al., 2006), ya sean éstos de regulación, abastecimiento, o culturales (Fig. 2). El caso más evidente y 
palpable quizá sea el de los servicios de regulación, que aparecen mucho más estrechamente ligados al concepto de diversidad 
funcional que a otras aproximaciones basadas en la riqueza de especies. 
Las estrechas relaciones entre biodiversidad y bienestar humano a las que nos hemos estado refiriendo resultan especialmente 
patentes en el caso de las poblaciones humanas más pobres y desfavorecidas del planeta. Éstas frecuentemente dependen 
íntimamente de la fertilidad de los suelos, la existencia de aguas limpias, o la presencia de flora y fauna silvestre como fuente 
de proteínas y medicamentos, entre otros factores esenciales para su subsistencia; siendo por ello, las más vulnerables a los 
cambios en la diversidad funcional (Bass et al., 2006). Por lo general, las sociedades más desarrolladas tienen acceso a una 
mayor variedad de servicios y pueden adaptarse con cierta facilidad a los cambios en la disponibilidad de los mismos, dada su 
Figura 2. Modelo simplificado que refleja el papel de la diversidad funcional como uno de los componentes 
más importantes en la generación de funciones suministradoras de servicios, así como uno de los 
principales componentes que regulan la respuesta de los ecosistemas frente al cambio global. En este 
artículo sólo nos centramos en el análisis de las relaciones indicadas con flechas gruesas. Los 
denominados servicios de soporte (MEA, 2005) se corresponden en este modelo con las funciones 
suministradoras de servicios (Basado en MEA, 2005). 
Ecosistemas 16 (3). Septiembre 2007.
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mayor capacidad para adquirir servicios o sustituirlos cuando éstos se vuelven escasos a través de la tecnología (MEA, 2005). 
Contrariamente, las comunidades rurales de los países menos desarrollados, habitualmente carecen de acceso a servicios 
alternativos y resultan por ello mucho más vulnerables a los cambios en la integridad de los ecosistemas, que con frecuencia se 
traducen en pérdidas de productividad agrícola, contaminación de las aguas, erosión y pérdida de fertilidad de los suelos, o falta 
de capacidad de protección ante eventos climáticos extremos o catástrofes naturales. La conservación de la diversidad 
funcional, como garantía de la integridad y adecuado funcionamiento de los ecosistemas es, pues, para ciertos países o 
sectores desfavorecidos de la sociedad, no sólo una mera cuestión de opción sino de verdadera supervivencia. 
Valoración de la diversidad funcional: ¿cómo usar datos ecológicos para la toma de decisiones? 
Dado el importante papel que tiene la diversidad funcional en la generación de funciones y en la provisión de servicios a la 
sociedad, resulta paradójico que sea escasamente considerada en la toma de decisiones. Quizás ello se deba a que ésta suele 
estar determinada principalmente por análisis coste-beneficio que no incorporan aquellos valores de la biodiversidad no 
reconocidos en el mercado. En este sentido, resulta esencial desarrollar técnicas que permitan una adecuada valoración de las 
funciones y servicios de los ecosistemas de cara a su incorporación en los procesos de toma de decisiones. 
Cualquier proceso que pretenda una valoración integral de las funciones y servicios de los ecosistemas debería incluir tres tipos 
de valor: ecológico, socio-cultural y monetario (Fig. 3). Mientras que los dos primeros están directamente relacionados con las 
funciones suministradoras de servicios, y por tanto con la diversidad funcional, el valor monetario está más vinculado con la 
demanda de servicios por parte de la sociedad. 
El valor ecológico atañe solamente a aquellos componentes puramente ecológicos que no dependen de las preferencias 
humanas. La capacidad de proveer servicios viene determinada por componentes ecológicos, como el mantenimiento del 
funcionamiento de los ecosistemas. Por tanto, depende en gran parte de la diversidad funcional, determinando así el resto de los 
valores en la toma de decisiones. 
Los valores socio-culturales aparecen relacionados con cuestiones éticas hacia otras sociedades (p. ej. equidad intra e inter-
generacional) y hacia la biodiversidad (p. ej. valor intrínseco de las especies). En este caso, las percepciones y preferencias 
sociales juegan un importante papel en determinar la importancia de la biodiversidad (de Groot et al., 2002), y la importancia de 
las funciones suministradoras de servicios. 
Figura 3. Valoración de los servicios de los ecosistemas para la toma de decisiones, 
desde una perspectiva integradora e incluyendo las diferentes dimensiones del valor. 
Las flechas discontinuas indican que el valor monetario está parcialmente influenciado 
por el valor ecológico y el valor socio-cultural. (Modificado de Martín-López et al., en 
revisión). 
Ecosistemas 16 (3). Septiembre 2007.
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El valor monetario ha sido tradicionalmente conceptualizado desde la Economía Ambiental bajo el término de valor económico 
total (Pearce y Turner, 1990), compuesto por el valor de uso y el de no-uso. El valor de uso implica un beneficio obtenido de 
manera directa de la biodiversidad, mientras que el valor de no-uso está asociado con la satisfacción personal derivada del 
conocimiento de que determinadas especies o ecosistemas existen. El valor de uso se compone a su vez del valor de uso 
directo (directamente relacionado con los servicios de abastecimiento y servicios culturales), el valor de uso indirecto 
(relacionado con distintos servicios de regulación) y el valor de opción (relacionado con la importancia de mantener un 
suministro de servicios en el futuro). 
Mediante técnicas de análisis multi-criterio podemos llegar a entender e integrar la información obtenida desde estos tres tipos 
de valor (ecológica, socio-cultural y monetaria), lo cual resulta esencial para poder tomar decisiones políticas bien informadas y 
con una sólida base científica. 
Conclusiones y recomendaciones
La diversidad funcional ofrece una aproximación conceptual y empírica novedosa a las relaciones causales (así como a los 
bucles de retroalimentación) existentes entre los impulsores de cambio global, las especies, las funciones, servicios y el 
bienestar humano (Díaz et al., 2007a). La verdadera necesidad de profundizar en el conocimiento de la diversidad funcional 
radica no sólo en su papel clave en el funcionamiento de los ecosistemas, sino también en su relación directa con el 
mantenimiento de la calidad de vida de las sociedades humanas, y en su valor para evaluar las consecuencias del cambio global 
en el que estamos inmersos (Fig. 2). 
Paradójicamente, a pesar de esta reconocida importancia, las contribuciones científicas enfocadas hacia el estudio de la 
diversidad funcional son todavía notablemente más escasas que las centradas en otros componentes o niveles de aproximación 
a la biodiversidad, como por ejemplo la riqueza específica. Sin embargo, resulta alentador el hecho de que en los últimos años 
hayan comenzado a desarrollarse trabajos de gran repercusión en el campo de la diversidad funcional, si bien casi todos 
centrados exclusivamente en el estudio de la vegetación. Es evidente que las plantas, como productores primarios, representan 
el componente basal en la mayoría de los ecosistemas, y portanto, constituyen el punto de partida más lógico para iniciar los 
estudios de diversidad funcional. Pero, en este sentido, resulta preocupante la persistencia de grandes vacíos de conocimiento 
sobre la diversidad funcional de los niveles tróficos superiores (Loreau et al., 2002) y de las interacciones entre diferentes niveles 
tróficos (Duffy, 2003); conocimiento que resulta imprescindible para llegar a comprender el funcionamiento de los ecosistemas 
en toda su complejidad. 
Finalmente, consideramos importante resaltar que, para el estudio de los vínculos existentes entre biodiversidad, funciones 
suministradoras de servicios y sociedad, las tradicionales disciplinas científicas de carácter sectorial resultan poco útiles, 
siendo imprescindible fomentar una verdadera ciencia interdisciplinar. Esto implica que los ecólogos reconozcan la dimensión 
humana de la dinámica de los ecosistemas y los investigadores provenientes de las ciencias sociales comprendan cómo los 
ecosistemas son los responsables últimos del flujo de servicios de los que depende el bienestar humano (Carpenter y Folke, 
2006). 
A la importancia de establecer vínculos de colaboración entre ecólogos e investigadores sociales, debería añadirse la necesidad 
de trabajar más estrechamente con los gestores y tomadores de decisiones, estableciendo puentes sólidos entre la 
investigación y la gestión, como único camino para poder superar los tradicionales modelos en los que sociedad y naturaleza 
son gestionados de manera independiente (la vieja dicotomía “conservación vs. desarrollo”, Folke, 2006). En este sentido urge 
desarrollar y adoptar nuevos paradigmas y modelos de gestión construidos a partir del reconocimiento de que nuestro bienestar 
y el de las futuras generaciones dependen en buena medida de la integridad ecológica y el estado de conservación de los 
ecosistemas (conservación para el bienestar humano). 
Agradecimientos
Los autores quieren agradecer a Carlos Montes por los comentarios realizados de anteriores versiones del manuscrito. Este 
trabajo ha sido financiado parcialmente por el Instituto Interamericano para el Estudio del Cambio Global (IAI CRN II 2015, bajo 
financiamiento de US National Science Foundation Grant GEO-0452325) y por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de 
Andalucía (Proyecto NET413308/1). 
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