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1. INTRODUCCIÓN: IMPULSIVIDAD Y AGRESIVIDAD COMO DIMENSIONES PSICOPATOLÓGICAS El término impulsividad tiene distintos significados en psicopatología. Por ejemplo en neuropsicología la impulsividad se define como taquifasia y res- puestas inmediatas en tests perceptivo-motores, y en pediatría se relaciona con déficit de atención e inquietud psicomotriz. Sin embargo, en psiquiatría, la impulsividad hace referencia a conductas relacio- nadas con falta de reflexión y de planificación que tienen consecuencias potencialmente autolesivas. Desde el punto de vista nosológico, la impulsividad es la dimensión psicopatológica característicamen- te alterada en los llamados trastornos del control de los impulsos, aunque también es muy importante para la comprensión de otros trastornos mentales como los trastornos de personalidad del Cluster B, el abuso de sustancias y el suicidio. Los distintos aspectos psicopatológicos que en- globa el término han causado confusión en la in- vestigación de la impulsividad en general, ya que esta puede definirse como falta de planificación o premeditación o por otro lado referirse a los rasgos impulsivos de la personalidad1. La agresividad carece de una nosología que facilite las bases de unos instrumentos de medida claros, del mismo modo que ocurre con la impulsividad. El DSM-IV se refiere a la agresión como una “conduc- ta intencionadamente dirigida a provocar un daño físico a otros”. En general se acepta que además del aspecto conductual, la agresión está ligada a los im- pulsos y a las emociones. La agresividad humana su- pone un acto determinado por múltiples factores que a menudo conlleva daños físicos o verbales hacia otros o hacia uno mismo. Existen distintos tipos de agresividad en la naturaleza como la predatoria, la agresividad entre machos, la irritativa, la territorial, la agresividad maternal, la agresividad sexual y la agre- sividad instrumental (conductas lesivas no intencio- nalmente agresivas orientadas a conseguir un bene- ficio). Indudablemente la agresividad representa un elemento adaptativo desde el punto de vista evolutivo y así, ciertos niveles de agresividad mejoran la super- vivencia y el éxito social2. Existen muchos modelos dimensionales de agresividad, difíciles de sintetizar e integrar, descritos a través del análisis factorial de numerosos instrumentos de medida psicométricos. La agresividad impulsiva y la premeditada se consi- deran entidades independientes y se encuentran en grados variables en personas normales. 2. TRASTORNOS DEL CONTROL DE IMPULSOS Bajo este epígrafe se agrupan una serie de trastornos residuales, reconocidos por el DSM-IV y considerados a partir del DSM-III, que se han definido como “com- Trastornos de los hábitos, control de impulsos y auto-heteroagresividad Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 449 19/1/09 12:56:18 Jerónimo Saiz Ruiz y Dolores Saiz González450 30 portamientos perjudiciales realizados en respues- ta a estímulos irresistibles”. Según la definición del DSM-IV, se trataría de una “dificultad para resistir un impulso, una motivación o una tentación de llevar a cabo un acto perjudicial para la persona o para los demás”3. Así se pueden definir una serie de caracte- rísticas comunes en estos trastornos, lo que justifica esta agrupación nosológica (tabla 1). Es probable que en un futuro próximo se incluyan aquí otros trastornos reconocidos por los expertos y con un impacto psico- social creciente, como la adicción a Internet, compra- dores patológicos o adictos a los videojuegos. Autores como Hollander, sugieren incluso la consideración en el grupo “trastorno de control de impulsos” de la inges- ta compulsiva de la bulimia, los trastornos disociales de la infancia y el espectro antisocial, las conductas de automutilación y las compulsiones sexuales (que en la actualidad se clasificarían en el apartado de “otros trastornos del control de impulsos”)4. En la CIE-10 también se clasifican estos trastornos en una entidad residual (“trastornos del control de im- pulsos no clasificados en otros apartados”). Ambas clasificaciones internacionales contemplan este grupo de trastornos de forma muy similar (tabla 2). En la etiología de los trastornos del control de im- pulsos intervienen factores psicológicos, biológicos y ambientales. En la investigación de la impulsividad todos los resultados subrayan el papel de la sero- tonina. Así se han objetivado bajas concentraciones de ciertos metabolitos serotoninérgicos como el 5-hidroxiindolacetico (5-HIAA) en líquido cefalorra- quídeo (LCR) en personas impulsivas5. También la eficacia de los inhibidores selectivos de la recapta- ción de serotonina (ISRS) en las “patologías impul- sivas” avala el papel del déficit serotoninérgico en la génesis del trastorno y vincula estos trastornos a trastornos afectivos y obsesivo-compulsivos. Tanto el área límbica como la acción de hormonas como la testosterona se han asociado con conductas agresi- vas. Los trastornos del control de impulsos también aumentan en la epilepsia del lóbulo temporal, las le- siones cerebrales y entre los individuos con déficit de atención e hiperactividad, deficiencia mental y epilepsia en general. 2.1. TRASTORNO EXPLOSIVO INTERMITENTE (TEI) Este trastorno se caracteriza, según el DSM-IV, por la presencia de episodios aislados de pérdida de control de impulsos y agresividad y da lugar a vio- lencia o destrucción de la propiedad3 (tabla 3). Ade- más es característico que la violencia expresada en el episodio sea desproporcionada al desencadenan- te y se descarte abuso de sustancias o enfermedad somática. La CIE-10 agrupa a este trastorno dentro de “otros trastornos del control de impulsos” y no señala criterios diagnósticos. Ciertos autores siguen dudando de la entidad de este trastorno, y explican la “rabia explosiva o descontrol episódico” como sín- toma inespecífico que forma parte de muchos tras- Incapacidad para resistirse a la tentación de llevar a cabo una acción que perjudica al sujeto o a otras personas Antes de llevar a cabo la acción aparece un aumento de activación Durante el acto impulsivo, se experimenta una sensa- ción de placer, liberación o gratificación El acto es egosintónico, deseado por el paciente en ese momento Después de ejecutar la acción puede haber o no arre- pentimiento, autorreproches o sentimiento de culpa TABLA 1. Características comunes a los trastornos del control de impulsos DSM-IV CIE-10 1. Trastorno explosivo intermitente 1. Juego patológico 2. Cleptomanía 2. Piromanía 3. Juego patológico 3. Cleptomanía 4. Piromanía 4. Tricotilomanía 5. Tricotilomanía 5. Otros trastornos del control de impulsos (incluido el trastorno explosivo intermitente) 6. Trastornos del control de impulsos no especi- ficados 6. Trastornos del control de impulsos no especi- ficados TABLA 2. Clasificación de los trastornos del control de im- pulsos según la DSM-IV y la CIE-10 Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 450 19/1/09 12:56:18 Trastornos de los hábitos, control de impulsos y auto-heteroagresividad 451 30 tornos médicos y psiquiátricos4. Ante la ausencia de suficientes estudios epidemiológicos sí existe docu- mentación clínica que describe este tipo de síntomas en series de individuos. Epidemiología y curso. Se desconoce la pre- valencia del trastorno, que aparece con más frecuencia en varones que en mujeres. En una muestra psiquiátrica ambulatoria se señaló este trastorno como el segundo más frecuente dentro del descontrol de impulsos, sólo superado por las compras compulsivas. En otro estudio so- bre 46 pacientes con agresividad, un 72% de la muestra cumplía criterios de trastorno explo- sivo intermitente. Sin embargo también aparecía el diagnóstico de abuso de alcohol (96%), tras- torno límite de la personalidad (89%), trastorno afectivo (52%) y trastorno antisocial de la per- sonalidad (20%). Esto da una idea de la escasa información disponible. Etiología:estudios familiares y biológicos. Se han sugerido alteraciones en el sistema lím- bico de estos pacientes, y sobre todo un am- biente desfavorable en la infancia. La dependen- cia alcohólica en los padres, violencia doméstica y daño cerebral en la infancia también parecen importantes en la génesis del trastorno que se asocia con frecuencia a trastornos de la perso- nalidad de Cluster B, a adicción a sustancias y factores orgánicos. En los limitados estudios familiares se sugiere que en las familias de los sujetos con trastorno explosi- vo intermitente aparece con más frecuencia abuso de sustancias, violencia y trastornos afectivos6. En estudios de adopción parece importante el factor ambiental para la aparición de este trastorno7. La investigación biológica ha seguido la línea que en impulsividad apunta al defecto serotoninérgico. Así, en una muestra de 30 pacientes, 15 con epi- sodios de agresividad y 15 sin ellos, aparecieron niveles reducidos de captación plaquetaria de se- rotonina entre los agresivos cuando se compara- ba a ambos grupos8. Otro estudio con 58 sujetos objetivó, también, niveles menores de 5-HIAA en LCR de los que cumplían criterios de TEI frente al resto de la muestra que también presentaba con- ducta violenta9. Evolución y tratamiento. El trastorno suele aparecer en la adolescencia y su curso es cró- nico o episódico. En cuanto a la orientación te- rapéutica resulta más eficaz la terapia cognitivo- conductual enfocada en la ira que otros enfoques que requieren mayor introspección. En el enfoque farmacológico destaca la aparente eficacia de la carbamacepina, fenitoína, ISRS o litio. También se han empleado ácido valproico, neurolépticos y antidepresivos tricíclicos así como los psicoesti- mulantes y los antiandrógenos. 2.2. CLEPTOMANÍA La cleptomanía se define en la CIE-10 como la incapa- cidad para retener el impulso de robar objetos, que no sirven para uso personal ni por su valor económico. El DSM-IV (tabla 4) añade la sensación de tensión antes del robo, bienestar o gratificación al cometer el acto, que no sea consecuencia de venganza o de delirios o alucinaciones y exige la exclusión de trastorno antiso- cial o episodio maníaco. Algunos pacientes muestran arrepentimiento y otros no y todos encuentran su con- ducta negativa10. A. Varios episodios aislados de dificultad para controlar los impulsos agresivos que dan lugar a violencia o a destrucción de la propiedad B. El grado de agresividad expresado durante los episodios es manifiestamente desproporcionado con respecto a la intensidad de cualquier estresante psicosocial precipitante C. Los episodios agresivos no se explican mejor por la presencia de otro trastorno mental (como trastorno antisocial de la personalidad, trastorno límite de la personalidad, trastorno psicótico, episodio maníaco, trastorno disocial o trastorno por déficit de atención e hiperactividad) ni por los efectos fisiológicos direc- tos de una sustancia (como drogas o medicamen- tos) o una enfermedad médica (como traumatismo craneoencefálico o enfermedad de Alzheimer) TABLA 3. Criterios diagnósticos del trastorno explosivo intermitente según el DSM-IV3 Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 451 19/1/09 12:56:19 Jerónimo Saiz Ruiz y Dolores Saiz González452 30 Epidemiología y comorbilidad. No existen da- tos de prevalencia claros, ya que los individuos que la padecen no suelen acudir al psiquiatra y tienden a esconder los síntomas. Es más frecuente en mu- jeres y parece que representa una mínima parte de los robos cometidos (las tasas oscilan en las mues- tras entre un 0% y un 8%)11. La cleptomanía suele aparecer asociada a otros trastornos psiquiátricos. Así según un estudio con una muestra de 20 clep- tómanas todas habían presentado diagnóstico de trastorno del humor a lo largo de su vida, el 80% trastornos de ansiedad (45% trastorno obsesivo compulsivo, 40% trastorno de angustia y 40% fo- bia social), 60% trastorno de la alimentación, 50% consumo de sustancias y 40% otros trastornos del control de impulsos10. Los trastornos de perso- nalidad no han sido estudiados de forma detallada en cuanto a su relación con la cleptomanía, pero entre los trastornos alimentarios, se registran un 12%-79% de robos impulsivos11. Etiología: estudios familiares y estudios biológicos. Al estudiar a 103 familiares de primer grado de 20 pacientes con cleptomanía10 se ob- servaron un 21% de familiares con trastorno afec- tivo mayor, un 21% con trastorno por consumo de sustancias, 13% con trastornos de ansiedad (7% TOC) y 2% cleptomanía. No existen estudios biológicos específicos en cleptomanía aunque la línea de investigación su- giere el estudio de la serotonina como en otros trastornos impulsivos. Evolución y tratamiento. La mayoría de los casos se inician al principio de la edad adulta o final de la adolescencia y cursan en episodios de forma crónica. La evolución suele ser buena con tratamiento y la patología no afecta al funciona- miento social y laboral del sujeto. El tratamiento contempla la terapia cognitivo-con- ductual y la farmacoterapia con antidepresivos y eutimizantes. Así los tricíclicos, los ISRS, la tra- zodona, el valproico e incluso el TEC se han mos- trado eficaces en el tratamiento10. 2.3. PIROMANÍA Las características que definen a los individuos piró- manos se resumen como la provocación de incendios repetidos sin ganancia aparente (ira, venganza, móvil económico o ideológico, etc.) en personas que ma- nifiestan un enorme interés por el fuego y sus conse- cuencias, y que experimentan gran tensión antes de provocar el fuego y gratificación tras haberlo hecho (tabla 4). Epidemiología y comorbilidad. No existen su- ficientes estudios que permitan conocer de forma rigurosa la prevalencia de piromanía pero parece CLEPTOMANÍA A. Dificultad recurrente para controlar los impulsos de robar objetos que no son necesarios para el uso per- sonal o por su valor económico B. Sensación de tensión creciente inmediatamente an- tes de cometer el robo C. Sensación de bienestar, gratificación o liberación en el momento de cometer el robo D. El robo no se comete como cólera o venganza ni en respuesta a una alucinación o una idea delirante E. El robo no se explica por la presencia de un trastorno disocial, un episodio maníaco o un trastorno antiso- cial de la personalidad PIROMANÍA A. Provocación intencional de un incendio en más de una ocasión B. Tensión o excitación afectiva antes del acto C. Fascinación, interés, curiosidad o atracción por el fuego y por las situaciones que genera D. Placer, gratificación o alivio al provocar los incendios, al contemplar sus consecuencias o al participar en ellas E. Los incendios no se provocan para obtener un be- neficio económico, expresar una ideología socio- política, ocultar una actividad delictiva, expresar ira o venganza, mejorar el propio nivel de vida, como respuesta a una idea delirante o una alucinación o como resultado de una alteración del juicio (p. ej. demencia, retraso mental, intoxicación por sustan- cias) F. Ni un trastorno de conducta, ni un episodio de manía, ni un trastorno de la personalidad antisocial explican mejor esta conducta TABLA 4. Criterios diagnósticos de la cleptomanía y la pi- romanía según el DSM-IV3 Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 452 19/1/09 12:56:19 Trastornos de los hábitos, control de impulsos y auto-heteroagresividad 453 30 más frecuente en varones que en mujeres. Los escasos datos disponibles oscilan entre un 0% y un 60%3,12. En el estudio más amplio de con- ductas incendiarias de Yarnell y Lewis de 195112, se estima que un 60% de la muestra presentaba conductas pirómanas en el sentido amplio del tér- mino pero sólo un 4% cumpliría criterios para el diagnóstico como tal del trastorno. Existen más datos de las conductas incendiarias que de la piromanía. Éstas se asocian a rasgos antisociales, alcoholismo, bajo cociente intelec- tualy se relacionan con otros actos delictivos. Sin embargo datos preliminares sugieren, también una alta prevalencia de comorbilidad en la piro- manía13. Etiología: estudios familiares, estudios bio- lógicos. No existen estudios detallados. Las in- vestigaciones familiares sugieren antecedentes de alcoholismo en la familia6 y las biológicas, alte- raciones de la serotonina. Se han hallado, asimis- mo con estudios limitados, alteraciones neuropsi- cológicas como disfunción frontal14. Evolución y tratamiento. Suele iniciarse en la adolescencia o inicio de la edad adulta y se des- conoce su evolución aunque se sugiere crónica o episódica. Tampoco hay datos acerca de la re- lación entre conducta incendiaria en la infancia y piromanía. La asociación con alcoholismo, defi- ciencia mental, nula introspección y otras conduc- tas delictivas ensombrece la evolución que mejora con un tratamiento en fases tempranas. No existen estudios sistemáticos en cuanto al tra- tamiento mas allá de casos aislados. Se sugiere la psicoterapia cognitivo-conductual según series de casos recogidos en las cárceles y el tratamiento de las patologías asociadas. 2.4. TRICOTILOMANÍA El término tricotilomanía hace referencia a la pérdida de pelo observable secundaria a una conducta repe- tida de arrancamiento del cabello (tabla 5). El pelo se arranca “a tirones”, y el paciente experimenta tensión previa y placer o gratificación al realizar el acto. Aun- que es un trastorno del control de impulsos se ha re- lacionado con el espectro obsesivo-compulsivo. Los pelos se arrancan uno a uno, normalmente siguiendo objetivos y patrones (conservar la raíz, distribución simétrica, etc.) que se parecen mucho a las compul- siones. Descrito desde el siglo XIX el patrón típico es la tonsura y en ocasiones es necesario el diagnóstico diferencial con la alopecia areata si el paciente niega su conducta. En ocasiones aparecen comportamien- tos por evitación para evitar poner de manifiesto la pérdida de pelo y puede aparecer aislamiento social. En las dos principales clasificaciones internacionales aparece en el capítulo de los trastornos del control de impulsos aunque, algunos autores consideran el trastorno más cercano a un tic o hábito perjudicial, un trastorno del espectro TOC o un trastorno afectivo. Epidemiología y comorbilidad. No existen estudios de prevalencia sistematizados en po- blación general, aunque según los datos dispo- nibles la frecuencia oscilaría entre un 0,6% y un 2,5%, con predominio de las mujeres sobre los varones en las muestras clínicas. Frecuentemen- te la tricotilomanía se asocia a otras patologías psiquiátricas , sobre todo depresión (en un 50% de los pacientes a lo largo de la vida), trastorno de ansiedad generalizada (en un 25% a lo largo de la vida) y trastorno obsesivo compulsivo (en- tre un 13 y un 27%). También se asocia a lesio- nes dermatológicas y posibles complicaciones, la más grave el bezoar, derivada de la ingesta del pelo arrancado. A. Tirarse del pelo de forma recurrente causando una pérdida de pelo B. Sensación creciente de tensión inmediatamente an- tes de arrancarse el pelo o cuando se intenta resistir el impulso de hacerlo C. Placer, gratificación o alivio cuando se arranca el pelo D. Ni otro trastorno mental, ni una enfermedad médica general (p. ej. dermatológica) explican mejor el trastorno E. El trastorno provoca una desazón clínicamente significativa o un perjuicio social, laboral o en otras áreas importantes del funcionamiento del individuo TABLA 5. Criterios diagnósticos de la tricotilomanía según el DSM-IV3 Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 453 19/1/09 12:56:20 Jerónimo Saiz Ruiz y Dolores Saiz González454 30 Etiología: estudios biológicos. La tricotiloma- nía se entiende como un trastorno multifactorial en el que media el estrés como desencadenante y actúa sobre un sustrato biológico alterado, aun- que también existen teorías psicodinámicas para explicar este trastorno. La disfunción serotoni- nérgica, se postula como la alteración biológica esencial de la tricotilomanía, especialmente por su cercanía al TOC y la respuesta en series clíni- cas al tratamiento con ISRS. También se estudia el sistema dopaminérgico y opioide endógeno. El patrón repetitivo de la conducta sugiere la im- plicación de los circuitos de la corteza órbitofron- tal y ganglios basales y estudios de neuroimagen con RMN y PET así lo demuestran y también la alteración visoespacial en las vías corticoes- triadas. Se ha sugerido la infección por estrep- tococo como agente causal de forma similar al TOC10,6. En los modelos animales se observan, en situaciones de estrés, conductas desadapta- das (a partir de las conductas de acicalamiento habituales), similares a la tricotilomanía, llamadas conductas de desplazamiento. Evolución y tratamiento. La enfermedad suele aparecer en la adolescencia o en la infancia. El pronóstico mejora si se trata en los seis primeros meses y si no se cronifica15. El abordaje terapéutico suele ser combinado. En cuanto a la farmacología existen pocos estudios controlados y todos ellos con muestras muy pe- queñas. Así se ha estudiado la eficacia de clomi- pramina y desipramina aunque la fluoxetina no se demostró superior a placebo. También la naltrexona resultó superior al placebo, hipotéticamente al actuar sobre el dolor y las vías de recompensa del sistema opioide. En estudios no controlados se obtuvieron múltiples resulta- dos positivos para fluoxetina en estudios abier- tos y de casos. Los demás ISRS y la venlafaxina cuentan con menos datos en tricotilomanía. La fenfluramina resultó útil combinada con ISRS y en monoterapia así como el litio, los tricíclicos y ciertos ansiolíticos como buspirona y clonaze- pam. La potenciación con neurolépticos resulta útil con olanzapina y risperidona así como pimo- zida o haloperidol, especialmente en pacientes con tics. En ocasiones se asocian esteroides tópicos o antihistamínicos para el prurito ocasio- nado en las zonas de pelo arrancado. El enfoque psicoterapéutico de tipo conductual es el más estudiado (la técnica de inversión del hábito cuenta con un estudio controlado y alea- torizado que la avala en el tratamiento de trico- tilomanía) y utilizado y en ocasiones se utilizan técnicas aversivas. En conclusión, no existen datos suficientes para estandarizar el tratamiento, ni siquiera la terapia combinada se ha mostrado superior a la monote- rapia. Así el enfoque debe ajustarse a la edad, la motivación y la comorbilidad del paciente. Un reciente metaanálisis realizado en la Universi- dad de Yale16, concluye que la terapia de rever- sión del hábito resultó más eficaz para el trata- miento de la tricotilomanía que la clomipramina o los ISRS. La clomipramina resultó más eficaz que placebo, aunque no así los ISRS16. 2.5. JUEGO PATOLÓGICO En el DSM-IV se define como un “comportamiento en el juego persistente, recurrente y desadaptativo”, que implica preocupación excesiva, necesidad de gastar grandes sumas para lograr la activación anhe- lada, fracaso en el intento de autocontrol respecto al juego e inquietud o irritabilidad si intenta detener la conducta (tabla 6). También es característica la uti- lización del juego como estrategia para evadirse de otros problemas, los intentos repetidos de recuperar las pérdidas volviendo a jugar, mentiras a la familia o amigos cuando surgen problemas alrededor de las consecuencias del juego, actos ilegales y poner en peligro relaciones interpersonales. Es necesario excluir la presencia de un episodio maníaco para el diagnostico de ludopatía. En el juego patológico existe una tendencia a la cronificación y empeoramiento, afectando al fun- cionamiento social, familiar, laboral, económico y al bienestar psicológico del paciente. Se reconoce Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 454 19/1/09 12:56:20 Trastornos de los hábitos, control de impulsos y auto-heteroagresividad 455 30 como enfermedad desde1980, y desde su origen es comparada con la adicción a sustancias. Fenomeno- lógicamente ambos trastornos muestran tolerancia, dependencia y síntomas de retirada. La comorbilidad es frecuente y existe similitud entre sus factores pre- disponentes. • Epidemiología y comorbilidad. La prevalen- cia estimada en EE.UU oscila entre un 1-3%, con predominio en los varones. Se calcula que, mientras un 68% de la población general jue- ga, sólo el 0,77% de los adultos son jugadores patológicos. Según un metaanálisis de 120 es- tudios17 la prevalencia de juego patológico a lo largo de la vida para los adultos se estima en un 1,6% y para menores de 18 en un 3,9% (cuando antes se situaban entre un 1,1% y 5,8% respec- tivamente). Las tasas en adolescentes parecen ir en aumen- to, sobre todo en los varones lo que supone una fuente importante de preocupación y un exce- lente campo para la prevención18. Se ha obser- vado como la incidencia de ludopatía es mayor en los progenitores del mismo sexo que el de los jugadores patológicos, así como una mayor fre- cuencia de alcoholismo entre los padres de los varones jugadores y los maridos de las mujeres ludópatas. Últimamente, y según los datos reco- gidos para EE.UU, se observa un aumento en la incidencia femenina y sobre los jóvenes4. La ludopatía supone una importante carga de morbilidad, probablemente subestimada, con afectación social, familiar, económica y laboral, aumento de actos ilegales, suicidio y gasto de recursos generales. Así, según los estudios dis- ponibles se estima que un 69-76% de los juga- dores han faltado a su trabajo, un 46% de un grupo de jugadores anónimos confesó haber robado para jugar, un 39% habían sido arresta- dos, y entre un 18-28% de los hombres y un 8% de las mujeres se habían declarado en bancarro- ta4. Aproximadamente un 30% de los ludópatas de jugadores anónimos atribuyeron su ruptura matrimonial al trastorno que incluso se ha rela- cionado con pérdida de salud mental y física. La comorbilidad, sobre todo con trastornos afectivos19, adicción a sustancias y síndrome por déficit de atención e hiperactividad (SDAH)20 es frecuente en el juego patológico. También lo es A. COMPORTAMIENTO DEL JUEGO DESADAPTATIVO, PERSISTENTE Y RECURRENTE, COMO INDICAN POR LO MENOS CINCO (O MÁS) DE LOS SIGUIENTES ÍTEMS: 1. Preocupación por el juego (p. ej. preocupación por revivir experiencias pasadas del juego, compensar ventajas entre competidores o planificar la próxima aventura, o pensar formas de conseguir dinero con el que jugar) 2. Necesidad de jugar cantidades crecientes de dinero para conseguir el grado de excitación deseada 3. Fracaso repetido de los esfuerzos para controlar, interrumpir o detener el juego 4. Inquietud o irritabilidad para interrumpir o detener el juego 5. El juego se utiliza como estrategia para escapar de los problemas o para aliviar la disforia (p. ej. sentimientos, des- esperanza, culpa, ansiedad, depresión) 6. Después de perder dinero en el juego, se vuelve otro día para intentar recuperarlo (tratando de “cazar” las propias pérdidas) 7. Se engaña a los miembros de la familia, a los terapeutas o a otras personas para ocultar el grado de implicación con el juego 8. Se cometen actos ilegales, como falsificación, fraude, robo o abuso de confianza para financiar el juego 9. Se han arriesgado o perdido relaciones interpersonales significativas, trabajo y oportunidades educativas o profe- sionales debido al juego 10. Se confía en que los demás proporcionen dinero que alivie la desesperada situación financiera causada por el juego B. EL COMPORTAMIENTO DEL JUEGO NO SE EXPLICA MEJOR POR LA PRESENCIA DE UN EPISODIO MANÍACO TABLA 6. Criterios diagnósticos del juego patológico según el DSM-IV3 Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 455 19/1/09 12:56:20 Jerónimo Saiz Ruiz y Dolores Saiz González456 30 un aumento del riesgo de mortalidad por suici- dio entre un 17% y un 24%21. Así, se ha referido que las tasas de suicidio son 4 veces mayores en ciudades donde el juego esta legalizado res- pecto a aquellas en que es ilegal. Etiología (neurobiología y genética). En el juego patológico se han descrito disfunciones en distintas monoaminas que explican los mecanis- mos subyacentes. La serotonina se ha ligado al inicio y la inhibición de la conducta así como a la agresividad, la noradrenalina explica el estado de arousal o activación y la detección de estímulos nuevos o aversivos, mientras que la dopamina está implicada en mecanismos de recompensa y refuerzo22. Así la conducta adictiva e impulsiva se caracteriza por una disminución serotoninér- gica y un aumento de dopamina y noradrenalina. Los importantes hallazgos a este nivel se descri- ben en la tabla 7. Existen numerosos estudios genéticos sobre los genes de los neurotransmisores implicados en el juego patológico y varios sugieren diferencias de género23. También son numerosos los hallaz- gos genéticos que afectan a genes relacionados con la serotonina, noradrenalina y dopamina (tabla 8). En los estudios familiares se recoge una incidencia de un 20% de ludópatas entre los familiares de primer grado de jugadores pa- tológicos28, y un riesgo multiplicado por tres de padecer el trastorno si existen antecedentes en la familia de primer grado lo que apoya el compo- nente genético del trastorno. El estudio con más evidencia científica recoge datos de 3.359 pares de gemelos del registro de la época de la guerra de Vietnam, en el que los factores compartidos entre gemelos representan el 56% de la clínica (tres o más síntomas) y el 62% de la varianza29. En análisis posteriores de la muestra se observó una vulnerabilidad genética común para alcoho- lismo y ludopatía30. Se ha descrito, asimismo una disfunción frontal en los jugadores patológicos, que se ha compa- rado, incluso con la sufrida por los consumido- res de metanfetamina31. DISFUNCIÓN SEROTONINÉRGICA DISFUNCIÓN NORADRENÉRGICA Disminución en la res- puesta de prolactina ante clomipramina i.v. Aumento de niveles de norepinefrina urinaria Disminución en la MAO plaquetaria en jugado- res respecto a controles sanos Aumento de niveles de MHPG en líquido cefalo- raquídeo Disfunción serotoninér- gica en otras patologías relacionadas: depresión, impulsividad, alcoholismo, suicidio, TOC y respuesta a ISRS Respuesta aumentada de hormona del crecimiento ante clonidina TABLA 7. Hallazgos bioquímicos en la etiopatogenia del juego patológico4,15,22 SEROTONINA DOPAMINA Variaciones en la distribu- ción alélica del polimor- fismo de la MAOA en los casos más severos de jugadores varones24,25 Alelo Taq-A1 del gen receptor de dopamina D2 se relaciona con jugadores patológicos, comparados con controles sanos Baja actividad del alelo 30-bp MAOA, que se asocia con baja actividad transcripcional, en juga- dores varones respecto a varones sanos24,25 Variante del gen receptor de D1 relacionado con comportamientos impulsi- vos-adictivos-compulsivos, incluida la ludopatía Presencia más frecuente del alelo corto (menos eficaz) del poliformismo del gen transportador de la serotonina (5-HTTLPR) en jugadores varones res- pecto a controles varones sanos26 Alelo dopaminérgico del gen receptor D2 más frecuente en ludópatas con comorbilidad que en jugadores patológicos “puros”27 El alelo de repetición DRD47 (menos eficaz que el DRD4) más frecuente en mujeres jugadoras compa- rado con controles sanos TABLA 8. Hallazgos genéticos en la etiopatogenia del jue- go patológico4,15,22 Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 456 19/1/09 12:56:21 Trastornos de los hábitos, control de impulsos y auto-heteroagresividad 457 30 Evolución y tratamiento. La enfermedad suele ser crónica o episódica y se intensifica en momen- tos de estrés. Suele iniciarse en la adolescencia en los varones, y en la edad adulta en las muje- res. Se describen, clásicamente tres fases en su evolución: unainicial de ganancias, en la que se consigue una suma sustancial de dinero y con- diciona la relación patológica con el juego, la si- guiente de pérdidas en que la vida del paciente se centra en jugar, con pérdidas importantes, intento de recuperar, lograr dinero de forma fraudulenta, deterioro de relaciones personales y familiares, y una última de desesperación en la que se gasta el dinero sin ningún control, no se devuelve, se esta- fa y termina de forma rápida con la destrucción del círculo social, laboral y económico24. Los jugadores patológicos no suelen acudir por propia iniciativa al psiquiatra, sino que son arras- trados por la familia, la presión social u otra patolo- gía como la depresión o los intentos de suicidio. A pesar de las graves consecuencias sociosanita- rias del juego patológico y de la nefasta influencia sobre la funcionalidad del sujeto, todavía son po- cos los estudios y los recursos dedicados a este problema. Dadas las características del trastorno, es necesario confirmar el diagnóstico, así como determinar si existe la frecuente comorbilidad (consumo de sustancias, depresión-ansiedad y trastorno de personalidad). Hay que evaluar la re- percusión funcional en el paciente en el momento de la consulta así como su motivación. La farmacoterapia aunque cuenta con limitados estudios, se utiliza en base a las evidencias bioló- gicas. Respecto a los fármacos que actúan en la regulación serotoninérgica, entre los tricíclicos se estudió la eficacia de clomipramina32, y entre los ISRS la fluvoxamina resultó eficaz para permane- cer en abstinencia en dosis entre 100 y 300 mg día33. Un estudio realizado por nuestro grupo con- trolado aleatorizado, doble ciego con fluvoxamina resultó eficaz sólo en varones34. El citalopram tam- bién fue estudiado en ludopatía, y resultó eficaz en un estudio abierto, independientemente de su acción antidepresiva35. Un reciente estudio, también abierto, con esci- talopram en una muestra pequeña de pacientes ludópatas, sugiere, también la eficacia de este fármaco36. Y otro trabajo con este mismo medica- mento en ludopatía asociada a ansiedad, obtuvo resultados positivos tanto en el tratamiento de la ansiedad como en el juego37. En cuanto a la paroxetina existe un estudio doble ciego con placebo con resultados preliminares positivos en la utilidad de este fármaco para el tratamiento de la ludopatía38, y con sertralina un estudio doble ciego contra placebo realizado por nuestro grupo concluyó que no existía una dife- rencia significativa entre los pacientes con trata- miento y los que recibían placebo39. Otros antide- presivos como la nefazodona, también han sido propuestos para el tratamiento del juego patológi- co40. Asimismo, varios trabajos sugieren la utilidad del bupropión. Un reciente estudio controlado do- ble ciego también lo confirma41. Otro grupo farmacológico empleado es el de los estabilizadores del ánimo, aunque las evidencias son en casos aislados y con comorbilidad con trastorno bipolar42. Un estudio de Hollander ob- tiene buenos resultados con litio de liberación re- tardada en una muestra de 40 pacientes ludópa- tas43. Su eficacia en otros trastornos del control de impulsos también apoya su uso. Igualmente se ha sugerido el uso de carbamacepina o topi- ramato. Investigaciones recientes sugieren la posible utili- dad de los antagonistas opiáceos en el control de los síntomas del juego patológico. Según un estu- dio naturalístico, de seguimiento a largo plazo, el grupo de pacientes con respuesta farmacológica positiva en los seis primeros meses se mantiene libre de la conducta patológica en los seis meses siguientes a pesar de retirar el tratamiento44. Estas investigaciones necesitan de replicación y estudios sobre muestras mayores, y en general cuentan con dos problemas característicos de es- tos pacientes: alta respuesta a placebo y alta tasa de abandonos. Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 457 19/1/09 12:56:21 Jerónimo Saiz Ruiz y Dolores Saiz González458 30 Respecto a la psicoterapia, las técnicas más empleadas incluyen la modificación de conducta (aversivas, reductoras de ansiedad, control de estímulos, exposición en vivo), terapia cognitiva y técnicas de grupo entre las que destacan los grupos de autoayuda. La prevención sería el ob- jetivo principal de este trastorno cada vez más frecuente y que causa una gran morbilidad. 2.6. CONDUCTA SUICIDA Desde su origen el concepto de suicidio ha resulta- do difícil de sistematizar y definir. Etimológicamente la palabra proviene del latín sui (sí mismo) y caedere (matar). Sin embargo puede ser entendido desde un acto puntual de provocarse un daño hasta una conducta compleja en la que intervienen múltiples factores psicológicos, ambientales, biológicos, etc. Se han definido muchas conductas autolesivas como la conducta autodestructiva, la autolesión, el parasuicidio, el intento de suicidio o el suicidio frus- trado hasta el suicidio consumado. Todo este gradiente de comportamientos constituye un espectro en la conducta suicida que evoluciona- ría desde la autolesión al suicidio consumado según las lesiones y el grado de intencionalidad45. En los significados y motivaciones del suicidio existen mu- chos factores culturales y ambientales que varían en los distintos individuos. En cualquier caso todas estas definiciones tienen en común la intención del sujeto de autoprovocarse la muerte. Desde el punto de vista clínico cabe destacar tres aspectos: idea- ción suicida, conductas suicidas y suicidio consu- mado. El suicidio es un fenómeno universal con extraor- dinaria repercusión social. Asimismo es un grave problema de salud que causa una gran morbilidad e importante mortalidad en la actualidad. Epidemiología y trastornos mentales aso- ciados. El suicidio se encuentra entre las tres primeras causas de muerte en población joven (entre 15 y 34 años) en todos los países. Causa la muerte de 1.000.000 de personas al año en el mundo y 20 o 30 veces más de intentos. Las tasas en España se encuentran relativamente estables en los últimos años y rondan el 8,7 por 100.000 habitantes en 200645. Mientras que los intentos de suicidio son más frecuentes en las mujeres los suicidios consumados aparecen con mayor frecuencia en los varones. Se estima que entre las personas que se suici- dan hasta un 95%-98% podrían tener una en- fermedad mental diagnosticada, especialmente depresión (45-70%), abuso de sustancias (in- cluido el alcoholismo), trastorno de la persona- lidad y esquizofrenia. Así, el riesgo de suicidio en pacientes con un trastorno mental es entre 3 y 12 veces mayor que en la población general lo que tiene especial importancia en el tratamiento y prevención de la conducta suicida46,47. Tam- bién la presencia de trastornos de ansiedad o trastornos del control de impulsos resulta en un aumento del riesgo de suicidio, especialmente en ludopatía48. • Factores de riesgo. El suicidio es una con- ducta muy compleja y así se refleja en su etiolo- gía en la que interaccionan factores biológicos, psicosociales, genéticos, comorbilidad psiquiá- trica y los rasgos de personalidad del paciente (tabla 9). Entre los factores de riesgo de sui- cidio se encuentra fundamentalmente, y como ya se ha explicado, la presencia de un trastor- no mental, especialmente trastornos afectivos. Este factor psicopatológico aparece práctica- mente en el 100% de los suicidios (figura 1). FIGURA 1. Suicidio y trastornos mentales según autop- sias psicológicas45 Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 458 19/1/09 12:56:21 Trastornos de los hábitos, control de impulsos y auto-heteroagresividad 459 30 El trastorno del ánimo es el más frecuente. El alcohol participa en la mayoría de los suicidios consumados como facilitador, pero el abuso de sustancias también aumenta el riesgo de con- ducta autolesiva. Especialmente en policonsu- midores o intoxicaciones agudas. Un 10% de los suicidas estaban previamente diagnostica-dos de esquizofrenia, siendo esta la primera causa de muerte entre los pacientes psicóticos. Es más frecuente en fases precoces, en perio- dos de remisión y cuando aparece conciencia de enfermedad en pacientes bien conservados. Los trastornos de personalidad también presen- tan altas tasas de conducta suicida instrumental y de suicidio consumado, sobre todo el límite y el antisocial. Suele asociarse a consumo de sustancias y a factores como la intolerancia a la frustración y la impulsividad. En estos pacientes es necesario recordar que el número de inten- tos previos aumenta el riesgo de suicido con- sumado. También otros datos clínicos de riesgo son el nú- mero de intentos de suicidio previos, los ingre- sos psiquiátricos, la patología somática conco- mitante y ciertas dimensiones psicopatológicas como la impulsividad, la agresividad, la deses- peranza o la ansiedad. En cuanto a la edad y el sexo los intentos de suicidio son más frecuentes en personas jóvenes y en mujeres mientras que el suicidio consumado aumenta con la edad y es más frecuente en los varones. Asimismo en los varones predominan los métodos más violentos. El método más utilizado en nuestro medio es la sobredosis medicamentosa. Se han observa- do mayores tasas de suicidio en zonas rurales (probablemente debido al empleo de métodos más violentos), que urbanas, aunque cada vez se igualan más estos dos medios. También influyen otros factores psicológicos como rasgos de personalidad y sugestión o aprendizaje. En cuanto a la distribución social, se considera que la familia es un factor de protección, siendo las tasas más altas en separados, divorciados y solteros que en casados. Otras situaciones so- ciales como el desempleo aumentan el riesgo y la religión católica suele actuar como factor de protección. La enfermedad grave aumenta las tasas de sui- cidio, especialmente la crónica, que provoca in- validez o minusvalía45. IDEACIÓN Y CONDUCTA SUICIDA Ideas, planes e intentos actuales y en el pasado Letalidad e intencionalidad TRASTORNO MENTAL Trastorno depresivo mayor Trastorno bipolar (episodios mixtos y depresivos) Esquizofrenia Anorexia nerviosa Abuso de alcohol o de otras sustancias T. de personalidad Cluster B (trastorno límite) Comorbilidad ENFERMEDAD FÍSICA Situación personal Pérdidas recientes Paro Pérdida de estatus Conflictiva familiar Violencia doméstica Abuso infantil Antecedentes familiares-genética Historia familiar de suicidio, en familiares de primer grado Historia familiar de trastorno mental RASGOS PSICOPATOLÓGICOS Desesperanza Ansiedad Impulsividad Agresividad Ataques de pánico Dolor Características cognitivas Factores demográficos Varones Viudedad, separación Edad avanzada Adolescente Raza blanca No heterosexual (en intentos) TABLA 9. Factores que aumentan el riesgo de suicidio Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 459 19/1/09 12:56:22 Jerónimo Saiz Ruiz y Dolores Saiz González460 30 Factores biológicos. En los últimos años se han emprendido múltiples estudios para investi- gar sobre la biología del suicidio y así ayudar a su comprensión y tratamiento. El neurotransmisor más implicado ha sido la serotonina. En suicidios consumados se observaron niveles disminuidos de serotonina o sus metabolitos, fundamentalmente ácido 5-hidroxiindolacetico49 en distintos puntos del sistema nervioso central, fundamentalmente romboencéfalo y tronco ce- rebral. También se han observado niveles bajos de 5-HIAA en líquido cefalorraquídeo de pacientes con intentos de suicidio y suicidio consumado, con tantas evidencias que se propone como marcador de riesgo para predicción de la con- ducta suicida50-53. Asimismo, tests neuroendocri- nos como el aumento de la respuesta a cortisol tras la administración de 5-hidroxitriptófano54 y la respuesta de prolactina aplanada ante el estímu- lo con fenfluramina, son indicadores de la disfun- ción serotoninérgica en el suicidio45. El sistema dopaminérgico también se encuentra alterado en la conducta suicida. Los niveles de su metabolito, el ácido homovanílico (HVA), es- tán reducidos en el LCR de los pacientes suici- das con depresión y coinciden con niveles bajos de 5-HIAA55. Aunque otros estudios no encuen- tran estas diferencias. La respuesta aplanada de GH en el test de estimulación con apomorfina también sugiere un papel de la dopamina en esta conducta45. En cuanto a la noradrenalina, neurotransmisor que también ha sido implicado y ampliamente estudiado no existen datos concluyentes a pe- sar de los numerosos estudios. En los hallazgos positivos se encontró una disminución de los ni- veles de MHPG en LCR56, en estudios cerebra- les post mórtem, aumento de receptores alfa-2 y menor número de neuronas noradrenérgicas en pacientes suicidas y en el test de respuesta de GH a clonidina una respuesta aplanada en depresivos con intentos previos45. Otros estudios sugieren una relación de la fun- ción GABAérgica con la conducta suicida que estaría mediada por los receptores GABA-A del córtex frontal45. A nivel neuroendocrino, se observa una altera- ción en la respuesta al estrés, una hiperactiva- ción del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal. Así se ha determinado un aumento en la excreción urinaria de cortisol (17-hidroxicorticosteroides y cortisol libre) en conducta suicida56. Son tantas las evidencias que algunos autores también lo han propuesto como marcador de riesgo. También se objetivaron niveles bajos de cortisol en sangre y respuestas anómalas en el test de supresión de dexametosona en suici- das45. En cualquier caso estos hallazgos pare- cen relacionarse más con la respuesta al estrés que específicamente con la conducta suicida57 por lo que su valor predictivo en suicido es du- doso. En el eje tiroideo los resultados obtenidos son contradictorios45. La investigación del papel del colesterol en el suicidio indica una relación sobre todo con sui- cidios violentos, aunque los resultados son he- terogéneos y es un campo muy novedoso que precisa de mayores estudios 45,58. Genética del suicidio. El componente genéti- co del suicidio ha sido ampliamente probado en toda la cadena de investigación epidemiológica: estudios familiares, estudios de gemelos, estu- dios de adopción, estudios de ligamiento y análi- sis de segregación. Además se ha comprobado como la herencia del suicidio es independiente de la herencia de las enfermedades mentales a las que se asocia59. Así, existen evidencias sufi- cientes para probar la agregación familiar de la conducta45,60-62. En los estudios de gemelos los datos muestran una concordancia mayor en monocigotos que en dicigotos para intentos y suicidio consuma- do63,64. También son significativos los estudios de adopción que, en términos generales, demues- tran que el riesgo de realizar estas conductas es Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 460 19/1/09 12:56:22 Trastornos de los hábitos, control de impulsos y auto-heteroagresividad 461 30 más dependiente de los padres biológicos que de los adoptivos65. La investigación genética del suicidio se ha basa- do en las bases biológicas y fundamentalmente en la disfunción serotoninérgica. Así, se ha estudiado la enzima limitante en la síntesis de serotonina, la triptófano-hidroxilasa, que según un meta-análisis que estudia ciertos polimorfismos, el alelo A218 está aumentado en suicidios en caucásicos66. El gen del transportador de serotonina ha sido am- pliamente investigado como diana de numerosos antidepresivos. Los resultados más importantes se han obtenido en estudios del polimorfismo del pro- motor (5-HTTPRL) en el que el alelo corto o “s” se atribuye una menor actividad transcripcional. En un metaanálisis de Pao-Yen se objetivó mayor prevalencia del alelo “s” en pacientes psiquiátri- cos suicidas, respecto a los que no presentaban esta conducta y también en los suicidios violen- tos67. El alelo “s” también se ha asociado a sui- cidio en pacientes ludópatas68y alcohólicos69. Se han estudiado otros genes relacionados con receptores de serotonina (5HT1B, 5HT2A, 5HT2C…) así como genes dopaminérgicos (MAO, DRD4), etc. Un estudio revolucionario, ya que considera el factor ambiental en la genéti- ca de las enfermedades mentales, fue realizado por Caspi estudiando el alelo del polimorfismo del promotor del transportador de serotonina70. Este estudio demuestra cómo el suicidio es más frecuente en individuos predispuestos (alelo “s”) a medida que sobre ellos acontecen una serie de factores vitales estresantes70. Este hecho también se probó en depresión y se replicó para los trastornos afectivos aunque nin- gún otro estudio ha vuelto a relacionarlo con el suicido de forma significativa. La interacción entre genética y ambiente y el papel de los endofeno- tipos en el futuro de la investigación genética en psiquiatría podrían aclarar muchos aspectos de la compleja herencia de la enfermedad mental. Evaluación del riesgo suicida. Para evaluar el riesgo de suicidio es fundamental una historia clínica detallada. El clínico debe prestar especial atención a la identificación de trastornos menta- les (destacando trastornos afectivos, abuso de sustancias, trastornos de personalidad y psicosis) así como explorar las dimensiones patológicas im- plicadas en la dinámica del suicido (impulsividad, agresividad, desesperanza, etc.). Deberá detallar la historia psiquiátrica del paciente, recogiendo los intentos previos y los ingresos así como la his- toria familiar de suicidio. Seguidamente se debe realizar una valoración de las ideas y planes suicidas con el fin de aproximar la intencionalidad y letalidad (planes, intención de llevarlos a cabo, accesibilidad del método, expec- tativas, planes de futuro, ideas sobre la vida y la muerte). Por último debe considerar las variables sociode- mográficas que presenta el paciente así como la presencia de enfermedad física, pérdidas recien- tes y resto de factores que pueden influir en el riesgo suicida45. Tratamiento y prevención. El tratamiento y eva- luación en urgencias, es tratado en otro capítulo. Cabe destacar en el enfoque terapéutico que el fármaco más empleado son los ISRS, aunque pa- radójicamente se ha asociado uso a un aumento de la suicidabilidad en edades precoces y sólo se ha probado que dos fármacos reducen el riesgo de suicidio, el litio y la clozapina (pero sólo deben utilizarse para tratar las patologías para las que es- tán indicados). La terapia electroconvulsiva tam- bién ha resultado eficaz a corto plazo45. Deben tratarse síntomas precipitantes como la ansiedad, el insomnio y el abuso de sustancias. Las técnicas de prevención podrían ser muy útiles y actuarían sobre el tratamiento de los trastornos mentales asociados, así como la detección pre- coz del riesgo suicida y la toma de medidas opor- tunas de vigilancia o ingreso si procede, lo que conllevaría un tratamiento precoz. Recientes artí- culos sugieren técnicas enfocadas a la familia con un enfoque psicoeducativo que propone destruir “mitos” ampliamente extendidos en la población e informar sobre distintos subgrupos de pacientes y sus síntomas caracteristicos71. Manual Psiquiatri a 30-12-8 AG.indb 461 19/1/09 12:56:23 Jerónimo Saiz Ruiz y Dolores Saiz González462 30 3. BIBLIOGRAFÍA 1. Evans C, Lacey JH. Multiple self-damaging behavior among alcoholic women. A prevalence study. Br J Psychia- try 1992; 161: 643-7. 2. Plutchik R, Van Praag H. The measurement of suicidal- ity, aggressivity and impulsivity. J Clin Psychiatry 1987; 48 Suppl: 39-43. 3. American Psychiatric Association. Diagnostic and statisti- cal Manual of Mental Disorders. 4th ed. Washington D.C.: American Psychiatric Association; 1994. 4. Hollander E, Stein DJ. Clinical manual of impulse control disorders. American Psychiatric Publishing, Inc.; 2006. 5. Virkkunen M, Rawlings R, Tokola R, et al. 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