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Actualidad de la urgencia

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DATUS 
Dispositivo Analítico para el 
tratamiento de Urgencias Subjetivas 
Inés Sotelo 
CAPÍTULO 2 
Actualidad de la urgencia 
Las coordenadas actuales de la urgencia, desde la perspec-tiva de algunos pensadores contemporáneos, permiten 
aproximarse al modo en que esta problemática se entrama en 
la época. Los profesionales entrevistados coinciden en la com-
plejidad de las consultas que reciben en las guardias: sujetos 
atravesados por la época cuyo padecimiento, que muchas ve-
ces excede lo psíquico, parece estar de terminado por múlti-
ples variables, como lo social, lo económico, lo institucional, 
lo orgánico, lo legal. En este capítulo precisaré el modo en 
que la problemática de la urgencia se manifiesta en la época 
actual, para ubicar luego su correlato en la clínica en Salud 
Mental. 
Dado que el psicoanálisis es la referencia epistémica fun-
damental de este libro, partiré de las insoslayables referencias 
freudianas: "Tótem y tabú", "El malestar en Ja cultura", "Más 
allá del principio del placer", que nos acercan a lo social como 
Otro, como alteridad constituida por el universo simbólico, 
en el cual se enlazan los síntomas. El sujeto toma del Otro sus 
identificaciones, ideales, significantes, así como estilos de go-
zar que lo agrupan o marginan. La relación del psicoanálisis 
con lo social se sostiene en la ética con la que fundamenta su 
política. 
El siglo xx, con dos guerras mundiales y el avance tecno-
lógico armamentista, ha sido el siglo con mayor cantidad de 
muertos por acciones bélicas, con las evidentes consecuencias 
sobre la vida de las personas -atravesadas por Ja vivencia 
subjetiva de inseguridad y miedo-. 
29 
En su estudio sobre las grandes ciudades, Paul Virilio 
(2007) las denomina Ciudad pánico, y explica que la ciudad 
occidental dejó de ser un lugar de lo político, de la ciuitas; a 
partir de la desregulación y la desrealización que ha penetra-
do en la misma, se ha operado una inversión: la ciudad, que 
alguna vez fue el corazón de la civilización, se ha vuelto el 
corazón de la desestructuración de la humanidad. 
La inseguridad es una patología propia de las "megaló-
polis", donde se mezclan catástrofe técnica, accidente indivi-
dual o colectivo, violencia urbana, terrorismo, etc. El "peli-
gro" conduce a los sujetos a la inseguridad indeterminable e 
incalculable. 
El siglo xx fue el escenario, también, del paso de la civiliza-
ción agrícola a la civilización industrial. En ella los artificios se 
multiplicaron y el nuevo real de la ciencia devoró a la natura-
leza. Este discurso dominante tiene un poder universalizante, 
y se expresa en la pluralización de los significantes identifica-
torios, es decir, con sujetos sin referencia y compelidos a cons-
truirse "autonómicamente", vinculados a una proliferación de 
objetos técnicos que inducen a modos de gozar "autoeróticos". 
El gran encierro, afirma Virilio, el regreso a las ciudades 
cerradas, conduce a los ciudadanos a la búsqueda de segu-
ridad interior, para lo cual se protegen con cercos, cámaras, 
controles, concluyendo que de la "cosmópolis", la ciudad 
abierta de ayer, se pasa a la "claustrópolis", incrementándose 
así la desconfianza y segregación de todo lo extraño, extran-
jero, inmigrante. 
Esta condición que se impone al individuo solo, desarrai-
gado, con su única referencia en el discurso de la ciencia como 
dador de sentido, tiene su correlato en un "malvivir" frenéti-
co y ansiógeno, del que habla Milner (2007), caracterizado por 
el vacío y el miedo. 
La antigua ciudad amurallada que protegía a sus habitan-
tes de los peligros exteriores se ha transformado y globaliza-
do por la tecnología, las redes, la velocidad, y la información. 
El hombre deja de pertenecer virtualmente a una ciudad para 
ubicarse bajo esa nueva modalidad en cualquier lugar del 
mundo, generalizándose un estado de urgencia y alerta. 
30 
La visión lfo Virilio muestra una ciudad cuya constitución 
llama "la catástrofe más grande del siglo xx", "museo del 
accidente" que se ha gestado como una burbuja financiera, 
inmobilia ria, "burbuja metageofísica de la supuesta globali-
zaciún", ofreciendo una cita profética de Pierre Mac Orlan, 
quien en 1924 afirmaba "La ciudad futura no será más que el 
agrandamiento solemne de una cámara de tortura" (Virilio, 
2007). 
Asimismo, en su artículo "Lo que ad viene" (2001 ), Yirilio 
se preguntaba acerca del lugar del sanitarismo en lit época 
de la guerra del todos contra todos, éporn de individualismo 
competitivo mercantil como tipo de intercambio social domi-
nante en el mundo. 
Algunos autores afirman que los así llamados desnstres y/ o 
catástrofes son los modos en que la naturaleza, el propio cuer-
po y la relación con el semejante se manifiestan en sus formas 
extremas desbordando las capacidades materiales y simbóli-
cas para enfrentarlos. Faritia (2003) diferencia el D esastre (del 
latín nstm) -que alude a un trastrocamiento disruptivo de los 
e lementos que están por fuera de la 6 rbita del sujeto-de la Cn-
tástrofe (del griego froplie, darlo vuelta todo) -que se refiere a 
la a lteraci6n de las referencias simbólicas en los sujetos, cuan-
do la magnitud del evento excede las capacidades singulares 
y colectivas-. Se diferencia así el fenómeno objetim, mientras 
que el segundo se ubicaría en lo s11bjt'fi¡10. Sin embargo el de-
sastre, definido en térmjnos sociales, físicos y sanitarios, se 
torna a su vez cat;ístrofe subjetiva. 
Desde esta perspectiva, el actual sistema económico ha 
significado un avance enorme en relación a los paradigmas 
económicos que lo precedieron, a la vez que ha traído conse-
cuencias negativas; entre ellas, la exclusión de la mayor parte 
de la humanidad de los beneficios que el propio sistema ge-
nera. Esta paradoja constituye el carácter potencialmente dis-
ruptivo de la economía actual, que afecta diferencíalmente a 
los diversos sectores de la sociedad, al encontrar que "dentro 
de este marco, a su vez se pueden distinguir algunas situa-
ciones excepcionales (hiperinflación, devaluaciones abruptas, 
bloqueos económicos, corrupción, desocupación, depresión) 
31 
que convulsionan los sistemas de referencia con el consecuen-
te efecto catastrófico" (Fariiia, 2003). 
Las grandes catástrofes de los últimos años: Chemóbil en 
1986, la destrucción de las Torres Gemelas, e l atentado en la 
estación ferroviaria de Atocha, y, en la República Argentina, 
los atentados a la Embajad<i de Israel (1992) y a la AMIA (1 994), 
la tragedia en la disco República de Cromaíión (2004), la trage-
dia del tren sarmiento en Once (2012), e incluso la tragedia de 
Barracas (2014) en la que murieron 9 bomberos y un agente 
de defensa civil, al tratar de apagar un incendio, nos acercan 
a la lectura de Osear Zack (2005), quien afirma que en ellas se 
pone al descubierto no solo la fragilidad de los sistemas de 
cuidado, prevención y protección que todo estado moderno 
debería proveer, sino también la insuficiencia de los recursos 
sanitarios para actuar en un tiempo de urgencia signado por 
la abrupta ruptura del sentido. 
En esta coyuntura, los sujetos quedan expuestos a cual-
quier forma de intrusión de la violencia consolidándose el as-
censo de lo traumático a una nueva categoría clínica, signada 
por la desprotección del sujeto ante esta existencia. Se trata de 
una nueva forma de manifestación de lo real, que exige una 
renovación de los paradigmas clásicos de la práctica clínica. 
Trauma y urgencia, se van constituyendo así en nuevos signi-
ficantes amo. 
El nuevo orden social, asegura Anthony Giddens (1 994), 
dominado por la tecnocultura o la tecnoestructura produce 
dos efectos: uno, que es el de vivir en un mundo de "incerti-
dumbre fabricada", que penetra todos los ámbitos de la vida; 
y otro, la caída de los guiones grupales (las clases sociales, 
Ja familia pequeña, el papel de las mujeres, el de los hom-
bres) que orientaban y situaban al suje to en identificaciones 
sociales estables. En consecuencia, ahora el individuotiene 
que hacerse cargo cada vez más de su propia definición, de 
re-afirmarse en modos de satisfacción "autónomos". 
Desde otra perspectiva, Fabián Alleg ro (2009) sostiene que 
asistimos a una cultura en la que la vertiente económica no 
deja de formular cambios paradigmáticos. Por un lado, la inci-
dencia de un economicismo mercantilista que toma lógica en 
32 
una prédica capitalista que se sostiene en la desmesura global 
y, por otro lado, la incidencia de esa práctica sobre una eco-
nomía de otro orden, la economía del aparato psíquico, con la 
incidencia cada vez mayor en la cultura de la manifestación 
de lo que podemos tomar como "excedente"; habitamos una 
cultura del excedente con presentaciones típicas de las urgen-
cias: adicciones, algunas patologías del acto vinculadas con 
violencia, adicciones y riesgo. 
En nuestras investigaciones, encontramos que en la con-
sulta de urgencia predominan las relacionadas con el par an-
siedad-depresión (56,7'fr,). En Montevideo, sin embargo, fue 
muy alta la demanda de atención de urgencia por violencia 
e intentos de suicidio (28,9%), mientras que en Salta el ma-
yor número de consultas estaba relacionado con dificultades 
ocasionadas por el alcohol, según el testimonio de los profe-
sionales. 
Debemos considerar también los resultados cualitativos de 
la investigación, en la que los profesionales entrevistados re-
ferían que en la mayoría de las consultas, aun por otros sínto-
mas, se puede pesquisar la presencia de consumo de drogas, 
alcohol, así como de situaciones de violencia que el exceso 
desencadena: alto porcentaje de la llamada "patología dual", 
es decir, patología mental asociada al consumo de sustancias. 
Eric Laurent (2012a) afirma que la nueva época se abrió 
con la caída del Muro de Berlín en 1989 y si bien permitió 
una burbuja de entusiasmo entendida como el fin de las lu-
chas ideológicas en un mundo globalizado, pasados más de 
20 años estamos frente a una historia cuyo curso nadie parece 
poder liderar, constatándose un vacío central en el cual se ins-
talan la competición y la negociación. 
Desde una perspectiva clínica, J.-A. Miller y }.-C. Milner 
(2004) afirman que "no hay clínica del sujeto sin clínica de 
la civilización", lo cual se articula con la afirmación de Eric 
Laurent (2005), quien sostiene que el psicoanálisis y los psi-
coanalistas deben enfrentar en los tiempos actuales, en los 
tiempos de la llamada hipermodernidad, nuevos desafíos. 
Agrega Laurent (2012a): "Somos responsables de las creen-
cias que tenernos para instalar algo sobre ese abismo que se 
33 
abre en el orden simbólico fu era de las tradiciones, fuera de 
lo que estaba a cargo de la religión o del cientificismo. Aho-
ra no se puede elaborar, simbolizar, sino a partir de nuestra 
conversación común acerca de como alojar este significante 
excepcional, S
1
, significante que no se puede decir y que antes 
lo dejaba en el lugar de Dios, en la experiencia personal y po-
lítica que vamos a experimentar dentro del siglo xxi". 
Tiempos c•ioh•ntos1 
"Oleada de violencia sobre inmigrantes ilegales en la fron-
tera sur de EE.UU., mexicanos que intentan huir de la violencia 
de narcos y secuestradores se encuentran con nuevas violen-
cias, la menos de todas será la segregación". "Episodios de 
violencia entre budistas y musulmanes en Sri Lanka" . "La 
mayor masacre terrorista en lrak. Niños terroristas ejecutaban 
prisioneros". "Violencia del narcotráfico, 20 muertos". "Apu-
ñaló al novio durante un juego sexual". "Escalada de la ten-
sión entre israelíes y palestinos aumentó tras el secuestro de 
tres jóvenes judíos, y el posterior rapto y asesinato de un ado-
lescente palestino de 16 ai'ms en Jerusalén este, cuyo cadáver 
apareció calcinado y con signos de violencia en un bosque ... '' . 
"Intensos combates en la Franja de Gaza ... ". "No recuerdo 
que pasó", dijo la mujer que mató a su pareja en Lomas. 
La violencia se multiplica, se difunde, se pluraliza y, sin 
duda, se articula con la urgencia, siendo creciente su apari-
ción en diversas modalidades, mmque ésta no sea la causa de 
la consulta. El "ataque de pánico", la fenomenología más fre-
cuente en ias guardias, contiene los significantes de la época: 
ataque y pánico, elevados a la categoría de trastorno. 
Las coordenadas actuales de la urgencia, desde la pers-
pectiva de algunos pensadores contemporáneos, permite 
Este apartado cnntiene fragmentos del trabajo "Dispositivos y abor-
daje d e la problemática de la violencia en el marco de la atención a la 
demanda en urgencias en Salud Mental: una perspectiva psicoanalítica" 
publicado en <'l Vol. XXI del Anuario de im·esti~l1cio11es. Autoras: Sotelo, l; 
Fazio, V; Miari, A. 
34 
aproximarse al modo en que es ta problemática se entrama en 
la época. Comencemos por s ituar el tema a nivel de la "pla-
ne tarización", tal como llama Edga r Morin (Morin, 2002) al 
tiempo que, comenzando con la conquista de América, realiza 
la puesta en relación cada vez más estrecha entre todas las 
partes del globo. Período que incluye esclavitud y su aboli-
ción, con el proceso de d escolonización que se generaliza en 
Ja segunda mitad del sig lo xx. Períodos crueles de la historia 
en los que, paradójicamente, los colonizados re ivindican de-
rechos en el nombre de las ideas de su colonizador. 
A partir d e la d écada del '90 el Me rcado se torna mundial y 
es conducido por el liberalismo, afirma Morin que se trata de 
un mercado geográficamente nuevo, en el cual la información 
deviene mercancía y la economía invade todos los sectores 
humanos. En este nuevo escenario la des igualdad profunda 
entre pobres y ricos está dada por la humillación que ejercen 
los que detentan el poder sobre los desposeídos. ¿Cuales se-
rán las consecuencias en d terreno de la salud? 
En el aiio 2002, la Organización Mundial de la Salud publi-
có un Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud, según el 
cual "se calcula que, en el año 2000, 1,6 millones de personas 
perdieron la vida en todo el mundo por actos violentos, lo que 
representa w1a tasa de casi el 28,8 por 100 000" (oMs, 2002). De 
estos fallecimientos, lc1 mitad se debieron a suicidios, una terce-
ra parte a homicidios y una quinta parte a conflictos armados. 
Teniendo en cuenta e l a11álisis de los datos obtenidos en 
nuestras investigaciones, y según los dichos de los profesio-
na les a cargo de la atención de lc1s urgencias en Salud Mental, 
la problemática de la violencia se destaca entre las patologfos 
más frecuentes que caracterizan a la población que se presen-
ta. La Organiz<1ción Mundial de la Salud, d efine a la v iolen-
cia como: "El uso d eliberado de la fuerza fís ica o el poder, ya 
sea en grado de a menaza o efectivo, contra uno mismo, otra 
persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas 
probabilidades de causar les iones, muerte, dai'los psicológi-
cos, trasto rnos del desarrollo o p rivaciones" (OMS, 2002). Se 
establece una clas ificación d e los actos violentos, en tres ca-
tegorías: violencia hacia uno mismo, violencia interpersonal 
35 
y violencia colectiva. Asimismo, es importante diferenciar en 
estos casos entre quién ejerce la violencia y quién la padece. 
Según la Investigación UAACJT (2008-2010): "Análisis com-
parativo de la demanda e intervenciones en la urgencia en 
salud mental" (l. Sotelo, et al., 2008-2010), en relación con 
el diagnóstico presuntivo, y desde la perspectiva del DSM-1\ ·, 
sobre un total de 714 casos admitidos en los servicios de ur-
gencias en Salud Mental, el 15,S'fc, de los diagnósticos realiza-
dos fue de "Trastorno de la personalidad y del control de los 
impulsos/del comportamiento adulto" (F60-F69). Dentro de 
este tipo de trastornos se ubican aquellos que implican com-
portamientos que violan las normas sociales, criminales, im-
pulsivas, auto-abusivo. 
Debemos puntualizar que, aunque no fuera el moti vo de 
consulta, el 30,3% de los consultantes refieren situaciones 
de violencia. En Salta, este porcentaje llegóal 42,9% de las 
consultas. El criterio diagnóstico tiene en cuenta, entre otras 
cosas, que el paciente presente actitudes y comportamientos 
faltos de armonía, que afectan su afectividad, excitabilidad, 
control de impulsos y estilo de relacionarse con los demás. 
Asimismo, esta forma de comportamiento "anormal" es 
"desadaptativa" en lo que se refiere a situaciones sociales 
(APA, 1994). Los episodios de violencia que se presentan en la 
admisión al servicio de guardia pueden ser incluidos dentro 
de esta categoría desde la perspectiva de la clasificación psi-
quiátrica actual. 
Corno podemos inferir a partir del uso de los términos 
"normalidad", "desadaptación", "trastorno", los episodios 
de violencia se encuadran, según esta lectura, entre aquellos 
comportamientos que atentan contra la armonía individual y 
social (y que es preciso eliminar). Así, cuando esta problemá-
tica se presenta, las intervenciones en Salud Pública tienden a 
su prevención. Esto implica la rehabilitación y reintegración a 
los cánones sociales de los sujetos involucrados en el episodio 
de violencia (oMs, 2002). 
36 
La viule11cin desde la perspectim del psicoawilisis 
A diferencia de la psiquiatría, el psicoanálisis, ya desde sus 
inicios, además de interrogar acerca del modo de intervenir 
sobre la violencia "de" y "entre" los seres humanos, propone 
localizar el origen de la violencia. 
La agresividad es entendida en tanto factor constitutivo 
de todo sujeto humano. En efecto, en "Más allá del principio 
de placer", Freud habla de tendencias agresivas, que corres-
ponden a la pulsión de destrucción y que determinan que la 
vida anímica no está regida exclusivamente por el principio 
de placer. 
Para explicar la regulación por parte de Ja cultura, de l;is 
tendencias destructivas de sus miembros, Freud apela al mito 
de la "horda primitiva", según el cual, la cultura, junto con la 
ley, la moral y Ja religión, se edificaron a partir del asesinato 
del "padre primordial", cuyos hijos se aliaron luego de ser 
expulsados de la horda. La expulsión, así como la castración y 
el asesinato de los hijos serían el castigo cuando estos preten-
dieran acceder a alguna de las mujeres de la horda. Este padre 
mítico, "todo gozador", disponía sin límite de todas las muje-
res, en tanto que para los demás estaban vedadas. Tras su ase-
sinato, se conformó la horda fraterna, en la que los miembros 
del clan se dieron a sí mismos la ley: prohibición del incesto 
y del parricidio. 
Fundándose la religión totém ica, en la que el animal sa-
grado se constituyó en un sustituto simbólico del padre, esta 
institución social, moral y religiosa constituye el fundamento 
de la civilización, límite social impuesto a la pulsión de des-
trucción propiciatoria de conductas violentas (Freud, 1979d). 
La ley del padre, en términos de Lacan, pone un freno al goce 
y lo regula (Jacques Lacan, 2008a). 
Esos eran tiempos, sostiene Graciela Brodsky (Ons, 2009), 
en que "padres, dioses y estados ocupaban su lugar para 
poner orden en los goces y en los cuerpos, la violencia po-
día ejercerse en nombre de una supuesta libertad que los 
amos de turno arrebataban. El Edipo, por ejemplo, no es otra 
cosa"; sin embargo, en la actualidad la caída de la autoridad 
37 
en Occidente "hace proliferar el control allí donde antes regía 
una ley ... la misma paradoja que Lacan extrae de Karamazov: 
cuando la ley no está en ningún lado, el control ciego y las 
reglas proliferan por doquier" (Brodsky, 2009) y el incremento 
del control tendrá su correlato en el aumento de la violencia. 
En Notas 1111t~filosl~{icas, Jorge Alemán (2003) sostiene que 
el mundo es una topografía, red de lugares vinculados en la 
que la angustia y el vacío serán circundados por los edificios, 
templos, cavernas. Si la fobia y el fetiche constituyen puntos 
de fuga, Alemán se pregunta: ¿qué resguardan los destaca-
mentos?, ¿qué vigilan los edificios de guardia? "L fobia, in-
troduciendo la. topografía del miedo, está sin embargo cons-
truida hacia y desde el punto de angustia. No hay paseo al 
azar que nos haga olvidar que puede aparecer algo nuevo, 
algo que crece y devora ... economía del miedo que hace al 
mundo mientras la angustia lo interpela". También se pre-
gunta: ''¿Cómo se presentan a partir de aquí, entre los objetos 
a disposición que el mundo ofrece, aquellos que se temen o se 
adoran?" (Alemán, 2003). 
En 1931, la Comisión permanente para la Literatma y las 
Artes, de la Liga de las Naciones, encargó al Instituto Inter-
nacional de Cooperación Intelectual que organizara un in-
tercambio epistolar entre intelectuales representativos, sobre 
temas de interés común. Una de las primeras personalidades 
a las cuales se dirigió el Instituto fue Einste in, y éste sugirió 
como interlocutor a Freud. Einstein le formula a Freud los 
siguientes interrogantes: ¿hay algún camino para evitar a la 
humanidad los estragos de la guerra?, ¿cómo es posible que 
un pequeño gmpo someta al servicio de sus ambiciones, la 
voluntad de la mayoría?, ¿cómo se despiertan en los hombres 
tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida?, 
¿es posible controlar la evolución del hombre como para po-
nerlo a salvo del odio y la destructividad? 
Freud responde que los conflictos de intereses de los hom-
bres se resuelven, en principio, mediante la violencia y se re-
fiere a la horda primitiva, en la que los conflictos se resolvían 
mediante el uso de la fuerza física; luego, los conflictos pasa-
ron a resolverse mediante el uso de las armas, y es la muerte o 
38 
el sometimiento del contrincante lo que constituiría el triunfo. 
Se produjo, de este modo, un desplazamiento: de la violen-
cia al derecho, siendo éste el poder de la comunidad que es-
tablece leyes para lt>gilimar la ejecución de actos de violencia: 
"En la admisión de t<1l comunidad de interest•s se es tablecen 
entre los miembros de un grupo de hombres unidos, ciertas 
ligazom,•s de sentimiento, ciertos sentimientos comunitarios 
en que estriba su genuina fortaleza" (Freud, 1979i). 
Se doblega la violenci,1 porque se transfiere el poder a una 
unidad mayor, la comunidad, cohesionada por ligazones de 
sentimiento entre sus miembros. Freud afirma que estas le-
yes, escritas por los dominadon.>s, conceden pocos derechos 
a los sometidos y que la violencia se manifiesta en pequeiias 
luchas internas, o en grandes guerras, complejizando el reco-
nocimiento de la locura en la norma misma. 
Una comunidad sostiene sus lazos por Ja compulsión de 
la violencia y las ligazones de sentimientos, identificaciones, 
entre sus miembros. Pulsiones eróticas, Eros, y pulsión de 
agresión o destrucción, Thánatos, presentes en el hombre y 
en los fenómenos de In vida en la que actúan conectadas. En 
ocasiones, los mismos ideales operan como pretexto pélra des-
plegar la .:igresión y destructividad. El proceso cultural lleva a 
un progresivo desplazamiento y lirnitación de las metas pul-
sionales. El malestar surge porque en las exigencias contrarias 
a la pulsión, está presente la satisfacción del superyó con su 
exigencia cruel. 
En "Las paradojas de la Identificación", Eric LlUrent afir-
ma que "la pulsión misma contribuye a dicha civilización y 
ayuda poderosamente a constituir el catálogo imperioso, in-
consistente y siempre incompleto de las obligaciones legales y 
morales imposibles de cumplir íntegramente", "la barbarie, la 
pulsi6n de muerte, se aloja en la civilización misma", "horror 
pulsional descubierto en la pulsión de muerte", "es la pulsión 
que opera en el corazón mismo de lo que se sueña como fuera 
de su alcance y totalmente dedicado al ideal de un orden so-
cial universal" (Laurent, 1999c). 
En "El malestar en la cultura" (1979d), Freud afirma que 
hay dificultades inherentes a la esencia de la cultura: "hoy los 
39 
seres humanos han llevado tan adelante su dominjo sobre las 
fuerzas de la naturaleza que con su auxilio les resultará fáci l 
exterminarse unos a otros, hasta el último hombre. Ellos losaben, de ahí buena parte de la inquietud contemporánea, de 
su infelicidad, de su talante angustiado. Y ahora cabe espe-
rar que el otro de los dos poderes celestiales, el Eros eterno, 
haga el esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemi-
go igualmente inmortal. ¿Pero quién puede prever el desen-
lace?" (Freud, 1979d). Y en la carta a Einstein propone: "acaso 
no sea una esperanza utópica que el influjo de esos dos facto-
res, el de la actitud cultural y el de la justificada angustia ante 
los efectos de una guerra futura, haya de poner fin a las gue-
rras en una época no lejana( ... ). Entretanto tenemos derecho 
a decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de la cultura 
trabaja también contra Ja guerra" (Freud, 1979i). 
Así, Ja cultura se edifica sobre la base de la renuncia a la 
satisfacción directa de la pulsión de muerte; pero, simultánea-
mente, y por las características mismas de la puJsión, se des-
plaza luego sobre la cultura misma, que deja de constituir un 
límite a la violencia para transformarse en un motor renovado 
de la misma. 
"Recuerda q11e fray detrás de aq11e/ espejo ... " 
-Ahora que si me prestas atención, en lugar de hablar tan-
to, gatito, te contaré todas mis ideas sobre la casa del espejo. 
Primero, ahí está el cuarto que se ve al otro lado del espejo 
y que es completamente igual a nuestro salón, sólo que con 
todas las cosas dispuestas a la inversa ... todas menos la parte 
que está justo del otro lado de la chimenea. ¡Ay, cómo me gus-
taría ver ese rincón! Tengo tantas ganas de saber si también 
ahí encienden el fuego en el invierno ... en realidad, nosotros, 
desde aquí, nunca podremos saberlo, salvo cuando nuestro 
fuego empieza a humear, porque entonces también sale humo 
del otro lado, en ese cuarto ... pero eso puede ser sólo un en-
gaño para hacernos creer que también ellos tienen un fuego 
encendido ahí. Bueno, en todo caso, sus libros se parecen a 
40 
los nuestros, pero tienen las palabras escritas al revés: y eso 
lo sé porque una vez levanté uno de Jos nuestros al espejo y 
entonces Jos del otro cuarto me mostraron uno de los suyos ... 
Un libro yacía sobre la mesa, cerca de donde estaba Ali-
cia, y mientras ésta seguía observando de cerca al Rey (pues 
aún estaba un poco preocupada por él y tenía la tinta bien a 
mano para echársela encima caso de que volviera a darle otro 
soponcio) comenzó a hojearlo para ver si encontraba algún 
párrafo que pudiera leer, - ... pues en realidad parece estar es-
crito en un idioma que no conozco- se dijo a sí misma. 
Y en efecto, decíél así: 
Durante algún tiempo estuvo intentando descifrar estepa-
saje, hasta que al final se le ocurrió una idea luminosa: 
-¡Claro[ ¡Como que es un libro del espejo! Por tanto, si lo 
coloco delante del espejo las palabras se pondrán del derecho. 
Y este fue el poema que Alicia leyó entonces: 
CAUMATAZO 
Brillaba, brumeando negro, el sol; 
agiliscosos giroscaban los limazones 
banerrando por las váparas lejanas; 
mimosos se fruncían los borogobios 
mientras el momio rantas murgiflaba. 
(Carrol, L., Alicin detrtis del espeja, capítulo 1) 
Jacques Lacan aborda el problema de la agresividad des-
de los inicios de su obra, en textos como "La agresividad en 
psicoanálisis", "Introducción teórica a las funciones del psi-
coanálisis en criminología" y su trabajo crucial "El estadio del 
espejo como formador del yo (je) tal como se nos revela en la 
experiencia analítica". Allí sitúa la agresividad en la constitu-
ción misma del yo a través de su presentación del estadio del 
espejo en tanto "drama" que conduce a la precipitación de 
una imagen anticipada del yo, a partir de la identificación con 
41 
la imagen del semejante, imagen a la que el yo queda alienado 
y que se encuentra en la bélse de esa tensión agresiva constitu-
tiva y, por lo tanto, ineliminable. En este primer momento, es 
el registro simbólico, el Otro con mayúscula, el que tiene para 
Lacan la función de pacificación respecto de la tensión agresi-
va imaginaria; más adelante localizará esta función alrededor 
del concepto de Nombre del Padre. 
Sobre esta agresividad constitutiva del yo, J.-A. Miller 
-en su curso La experiencia de lo rfül e11 la wm psicon11n/(f ica-
la articula con el concepto d1:' goce, al situar seis momentos 
en la l:'nseñanza de Lacan a los que denomina "paradigmas". 
Tomaremos el primero de ellos, que corresponde a la satis-
facción imaginaria. Se trata de un goce que no procede del 
lenguaje, de la palabra, de la comunicación, ni siquiera del 
sujeto, sino que está unido al yo como instancia imaginaria: el 
yo a partir del narcisismo, y del narcisismo del estadio del es-
pejo. Se trata del goce imaginario ubicado en el eje imaginario 
11-(1' del Esquema Lambda. En este eje se despliega el d rama 
de la segregación, del odio, del racismo. Constituye un goce 
que no puede situarse como satisfacción simbólica y que no 
es dialectizable, sino inerte, estancado: "o yo, o el otro". Este 
goce particular, imaginario, surge en Ja experiencitl analítica 
cuando se manifiesta una ruptura de la cadena simbólica, de 
la cual da cuenta el acting out, según el conocido ejemplo de 
los "sesos frescos" (Kris, 1951). Barrera a la elaboración sim-
bólica, aquella que a través del pacto desvía al sujeto de la 
agresividad, en la que queda atrapado en ese espejo que es el 
semejante y que, como el de la Alicia de Carroll, distorciona, 
engaña. 
Se trate de "auto infringida", "hacia terceros", "colectiva", 
"asociada a un trastorno mental", en el marco de la neurosis 
o de la psicosis, la violencia implica la dimensión de la crisis, 
en el sentido de que le es inherente la carencia de la mediación 
simbólica que Lacan sitúa con el concepto de Nombre del Pa-
dre, teniendo prevalencia la dimensión del actuar. 
La función Nombre del Padre pone un freno al goce, pero 
no sólo en el sentido de la interdicción, sino abriendo otra 
vía para el sujeto; por fuera del empuje al goce mortífero 
42 
(Laurent, 2007), posibilita la inscripción en el orden social, al 
conjugar ley y prohibición, a la vez que da margen al deseo: 
regula y posibilita un marco para el goce. 
Por su parte, Silvia Ons sostiene que asistimos a un pro-
ceso de desmaterializaci6n creciente de lo real, en el que los 
discursos proliferan deshabitados, con palabras sin conteni-
do, produciéndose un abismo entre lo que se dice y lo que 
se hace, en el que se escabulle lo real de la cosa: "El poder 
ha perdido legitimidad y la ética se limita a pregonar valores 
inmutables" (Ons, 2009). Civilización compatible con el caos 
en ausencia de límites y de significantes-amo en el reino del 
no-todo. Ons habla del paganismo contemporáneo, que busca 
la prueba de Ja existencia de Dios en la sobredosis de sustan-
cias, de trabajo, de deportes peligrosos, del gusto compulsivo 
por el riesgo. 
A la vez, Graciela Brodsky se refiere a "la violencia como 
síntoma para tratar lo real que subyace en todo relato, en 
toda ficción, en todo semblante ... velo, fantasma llevado al 
acto para encubrir lo definitivamente imposible de soportar" 
(Brodsky, 2009). 
En nuestras investigaciones hemos localizado que una 
de las presentaciones frecuentes en la consulta de guardia es 
el de mujeres golpeadas, una de las formas de la violencia 
doméstica. De los consultantes que han padecido episodios 
de violencia, el 40,3')'(, son hombres y el 59,31,Y,1 mujeres. Lo 
destacable es que, en el caso de la violencia, para las mujeres 
es mayoritariamente familiar (20,7%) mientras que para los 
hombres se distribuye entre social (10,6'!<1) y familiar (15,5%). 
A su vez, para las mujeres que consultaron, la mayoría de 
los episodios de violencia fueron ejercidos por un familiar 
(10,7%); en cambio, para los hombres, la mayoría de las veces 
era el mismo paciente quien ejercía la violencia (18,6%). Aun-
que los episodios de violencia no sean el motivo de consulta, 
está muy presente en la percepción de su incidencia para los 
profesionales 
Estos son tiempos deuso mortificante del cuerpo, sostie-
ne Marisa Morao (2013), entre los cuales se presenta el fenó-
meno de violencia sobre el cuerpo de la mujer, golpeándolo, 
43 
arruinándolo, devastándolo; fenómeno llamado feminicidio 
o violencia de género. El psicoanálisis de orientación lacania-
na entiende que el "fenómeno de la violencia sobre el cuerpo 
hablante femenino muestra el uso devastador que tiene lugar 
en la pareja estrago" (Morao, 2013). La orientación lacaniana 
posibilita un movimiento del sujeto femenino, que va desde 
la pareja estrago a la pareja síntoma, con la posibilidad de 
soltarse por la vía del discurso analítico más allá del indivi-
dualismo de masa al que entrega su cuerpo, para localizar el 
síntoma como acontecimiento del cuerpo, enlazándose así 
sintomáticamente con el Otro sexo. 
Acerca de este tema Irene Greiser (2012) sostiene que debe 
hacerse una lectura de la virilidad en la época. Freud afirmaba 
que ésta debía estar amenazada, el atributo fálico debía estar 
en riesgo de perderse por el padre para poder ponerlo en ejer-
cicio, siendo esa la condición del advenimiento viril. Lacan, a 
partir del Seminario 22, sostiene que la función de un padre no 
sólo es derivada como agente de la castración (al introducir 
la ley), sino que debe haber una trasmisión, es decir, que ese 
padre da una versión de cómo aloja Jo femenino. Ese pad re 
será un padre encarnado, particularizado y viril que aportará 
una versión del tratamiento de lo femenino. 
¿Cuál es la transmisión del padre actual? "El hombre vio-
lento, golpeador, el hombre que no puede hablar con ella ni 
alojarla es una modalidad del macho que al no contar con una 
excepción que amenace su potencia fálica se ve arrastrado a 
un goce en el cual esa potencia fálica se muestra ilimitada" 
(Greiser, 2012). 
Abordaje de la violencia en los dispositivos lrospitalarios 
Desde el punto de vista de la Salud Mental, la idea de di-
versos procedimientos de asistencia conducen a la noción de 
dispositivo, en tanto artificio que es construido de manera de-
liberada y que orienta acciones de las que se espera obtener 
un resultado calculable, con miras a alcanzar un objetivo de-
terminado (M. l. Sotelo, 2012). 
44 
Para el psicoanalis ta, si su política conduce a la subjetiva-
ción de la urgencia, apelará a la responsabilidad como norte 
de la intervención; "para Lacan el sujeto siempre es responsa-
ble. La experiencia analítica es un modo de asunción subjetiva 
de esa responsabilidad" (Goldenberg & Arenas, 2013). 
La intervención psicoanalítica en la clínica de la urgencia 
y, en particular, en relación con los casos que implican situa-
ciones de violencia, no se orienta, entonces, al control de los 
impulsos o de la angustia, sino que busca el efecto de amplia-
ción del discurso, que permita al sujeto dar trámite simbólico 
a la agresividad constitutiva (Sobe!, 2005). 
Si en el acto violento la palabra (y con ella, la dimensión 
subjetiva) queda arrasada, el discurso analítico propone reva-
lorizar este recurso como vehículo de un tratamiento distinto 
del nrnlestar. El incremento de situaciones de violencia que se 
presenta particularmente en las guardias, conduce a distintos 
modos de tratamiento: desde la intervención farmacológica 
hasta la promulgación de leyes que regulen los actos violen-
tos. Con sus diferencias, la psiquiatría, la política, la Salud 
Públirn, la medicina, tienen en común el poner el acento en 
la prevención, control y supresión de la violencia, la que a su 
vez irrumpe perturbando que las cosas anden en el sentido 
de la "norma"; "irrumpe y no deja nunca de repetirse para 
estorbar ese andar" (Lacan, 1988b). Irrumpe así lo real como 
lo que "se pone en cruz para impedir que las cosas marchen" 
(Lacan, 1988b) de manera satisfactoria para el amo. 
Este fracaso, desde otra lógica, puede ser el punto de parti-
da para el psicoanálisis, que propone tratar la violencia den-
tro del dispositivo mismo. La agresividad que hemos situado 
en tanto goce en lo imaginario, se antepone a la mediación 
simbólica irrumpiendo como acto violento (acting out, pasaje 
al acto u otro), siendo la pregunta de Lacan: ¿cómo meter el 
caballo en el picadero? (Lacan, 2005c). El psicoanalista, con 
su presencia sostenida en las reglas y principios, lee el acon-
tecimiento violento presente en las consultas de urgencia y 
propicia un punto de basta que permite alguna subjetivación 
de ese goce desregulado por parte del agresor o del agredido. 
45 
Empuje al conswno2 
En las guardias y admisiones, es frecuente el ingreso de 
sujetos atravesados por el consumo de alcohol, drogas o psi-
cofármacos. En las crisis encontramos también que la absti-
nencia deja a quien consume en urgencia. 
Es necesario determinar que si bien el consumo no da 
cuenta de un síntoma ni de una estructura psíquica, tienen 
un valor de uso para el toxicómano o el alcohólico, valor que 
intentaremos esclarecer en este apartado. 
La ciencia y la tecnología producen objetos que ofrecen 
una modalidad de goce que se extiende, multiplica y genera-
liza. Al estar al servicio de las leyes del mercado, propician w1 
consumo insospechado: cirugías, dietas, aparatos, cosmética, 
implantes, responden a un imperativo de belleza y juventud 
del que es muy difícil abstenerse. 
El uso permanente de internet con su navegación ilimita-
da, se transforma en una oferta inagotable que abarca desde 
material científico o turístico hasta la pornografía, la venta de 
objetos, de armas o de drogas. 
Sin duda, el consumo alcanza a la telefonía, con variados 
modelos y una posibilidad de comunicación permanente por 
la vía de mensajes de texto; práctica cada vez más generali-
zada que posibilita también el aislamiento del contexto. Esta 
modalidad puso fin a las conversaciones telefónicas tradicio-
nales, transformándose en mensajes de estilo telegráfico que 
no requieren la presencia del otro cuerpo y que van trarn;for-
mando el uso del lenguaje. 
Desde otra perspectiva, disponer de fármacos ya no de-
pende sólo de la prescripción médica sino que se ha genera-
lizado incluyendo antidepresivos, estimulantes del ánimo y 
sexuales. En su libro "Escuchando al Prozac", Kramer (1994) 
2 Este apartado contiene fragmentos del trabajo "El consumo proble-
mático de sustancias, desde la mirada de los profesionales, psiquiatras 
y psicólogos en los clispositivos para alojar urgencias. Una lech1ra psi-
coanalítica" publicado en el Vol. XX del Anuario de investigaciones de la 
Facultad de Psicología (UBA). Autoras: Sotelo, M. I; Irrazabal, E; Miari, 
A; Cruz, A. 
46 
dirá que el éxito de este antidepresivo "nos dice que hoy el ca-
pitalismo de alta tecnología valora un temperamento muy di-
ferente. Con fianza, flexibilidad, rapidez y energía que siendo 
Jos aspectos positivos de la hipertimia, son objeto de mucha 
solicitud" (Kramer, 1994). 
Consumir euforia, hiperactividad, rendimiento al servicio 
del imperativo del Discurso Amo: "Continúen trabajando, 
que el trabajo no se detenga" 
La paradoja mayor de esta sociedad postindustrial, sostie-
ne Ernesto Sinatra, es que del imperativo superyoico de goce 
que impulsa el mercado capitalista: "Todos consumidores!" 
se pasa al "Todos individuos, objetos del consumo" (Sinatra, 
2000). 
En el discurso del amo antiguo, propuesto por Lacan, el 
51 ocupa el lugar de poder, comanda el trabajo para que las 
cosas marchen y genera w1 resto, el objeto a, como producto 
del discursL>, plus de goce. El sujeto estará dividido en tanto 
no sabe de su inconsciente y en tanto el lenguaje ha matado 
la cosa dejando caer un resto en esa pérdida, el objeto a. En el 
discurso capitalista, el saber, sin amo, trabaja en la produc-
ción de objetos plus de goce. 
Este discurso propuesto por Lacan, sostiene Luis Tudanca 
(Tudanca, 2007), muestra en Ja figura del profesor, generali-
zada como la ídeologia de la ciencia, falsa ciencia y la buro-
cracia asociada a ese tipo de saber: "nueva tiranía del saber" 
que se caracteriza po r la proliferaciónde objetos en tiempos 
en que el desorden pulsional indica el desfallecimiento del 
fantasma, no su vacilación. 
En la época actual, llamada de Ja hipermodernidad, el 
plus de gozar estará por encima del ideal y la mayor identifi-
cación será con el consumidor, " ... el goce ya no se sitúa a par-
tir del significante amo, en Ja vertiente de negativización sino 
en la vertiente de plus de goce como tapón de la castración .. . " 
(Jacques-Alaín Miller, 2005). Pluralización de los significantes 
amo que, ante la caída del Otro, deja al sujeto entregado al 
empuje al gozar. 
47 
La droga como producto en el mercado 
La droga como objeto con un valor de uso, está en el mer-
cado de modo cuantificable dependiendo, en nuestro país, de 
su costo, de la demanda y de la comercialización ilegal. 
Para quien la consume se transforma, paradójicamente, en 
un bien que en el mercado se compra, se vende, se intercam-
bia, entrando en el circuito de circulación y relación dentro 
de ciertos grupos sociales. Su producción requiere de conoci-
mientos y de cierta tecnología, es decir, del trabajo de muchos 
individuos. 
Desde la perspectiva de la economía, Rolando Astarita 
(2005) agrega que la droga genera hábitos de consumo com-
pulsivos, pero a la vez no puede producirse libremente, por lo 
que provoca una demanda inelástica. El adicto está dispues-
to a comprar droga a cualquier precio, muy superior al que 
tendría si la misma se comercializara libremente produciendo 
plusvalías extraordinarias en este producto (Astarita, 2005). 
En tanto producto de un mercado la droga es un bien, de 
uso, de cambio y directamente vinculado con la tecnología 
y la ciencia que opera sobre los sujetos y sobre sus cuerpos. 
El psicoanalista Juan Carlos Indart (2005) propone un anu-
damiento entre "el capital", "la pura fuerza de trabajo" y "el 
saber tecnológico de base científica", afirmando que cada uno 
de estos términos está por fuera de la castración, nudo que no 
se frena y exige alguna ética que ponga en juego la relación 
del consumo y el goce; consumo que, como verificamos en la 
clínica, va más allá de las drogas: intemet, celulares, chat, tv, 
etc. 
Lo crucial no es, entonces, la ilegalidad sino la globaliza-
ción de ese funcionamiento pulsional fuera del límite, fuera 
de la castración. La idea de nudo, sostiene Indart, permite ubi-
car a los responsables: al capitalista que invierte para producir 
más capital, al que vende la fuerza de trabajo como mercancía y 
queda sometido a un trabajo compulsivo y a la angustia, y fi-
nalmente a los técnicos también responsables de la producción 
ilimitada (Indart, 2005). 
48 
"Soy toxicó111a110" 
En las guardias y admisiones es habitual esta modalidad 
con la que los sujetos eligen presentarse. Las urgencias de 
hoy, afirma Ricardo Seldes (2005), implican que los modos de 
gl)zar pueden ir en cortocircuito con el inconsciente; es decir, 
que no se precisa de él para gozar, siendo las adicciones su 
evidencia. Éstas encuentran en las comunidades de goce mo-
dos de "aliviarse de la angustia a través de una identificación 
de reemplazo que alivia el vacío que implica la no escritura 
a nivel del inconsciente acerca de la relación sexual" a la vez 
que corno respuesta conduce al fracaso (Seldes, 2005). 
La producción de nuevos objetos de goce, en el nudo que 
proponía lndart, deja por fuera la castración y por lo tanto la 
falicización de goce del sujeto. El "soy toxicómano" habla de 
un goce que proviene de este nudo, del Otro de la ciencia y 
e l mercado. El consumo, devenido enfermedad des-respon-
sabiliza a los sujetos, quienes se presentan como víctimas de 
una enfermedad que se padece. Este nombre, ofrecido por 
la cultura, supone un goce y una forma de nombrarlo. Esta 
nominación habla de una pretendida medida común, genera-
lizable, un para todos. "Nominación de un goce y no identi-
ficación" (Unterberge r, 1995). Alienación al discurso del Otro 
que no resuelve la ruptura con el falo de la que habla Lacan. 
"El rechazo del Otro está en juego en Ja operación toxicó-
mana.( ... ) y se sitúa frente a la encrucijada sexual no con tma 
ficción, sino con un goce (el de la intoxicación) que está en 
ruptura con toda ficción. Un goce no fracturado, a-sexual. Es 
una elección frente a la castración, contra la división del suje-
to, contra el inconsciente", sostiene Mauricio Tarrab (1995 ). El 
"yo soy toxicómano" no identifica al sujeto sino que, hacien-
do existir un goce, "da consistencia al yo" y sutura la división 
subjetiva (Tarrab, 1995). 
El intento de generalización del goce que Jos grupos mo-
nosintomáticos propone ("toxicómanos", "anoréxicas"1 "al-
cohólicos", "fóbicos"1 etc.) tiene como consecuencia las mo-
dalidades de intervención y tratamiento "generalizados", 
tratamientos de reemplazo y de reducción de daños, trata-
49 
mientos humanitarios, tratamientos que por la vía del ideal 
transforman al toxicómano en un "ex"; la domesticación y la 
abstinencia nada dicen de l destino de la pulsión. 
El psicoanálisis nos ensef1a que hay que darle algún tra-
tamiento al exceso en juego: interrogarlo, ponerlo a decir; 
sabiendo que no se reduce a la palabra y al lenguaje, pues el 
cuerpo está hecho para gozar (Tarrab, 1995). Desde esta pers-
pectiva se ponen en cuestión las terapéuticas en comunida-
des que segregan por una modalidad de goce o por un modo 
de vida, proponiendo en cambio la intervención del analis ta 
que apunta a "tratar lo intratable" y a la subjetivación de un 
consumo que lo transforme en enigma, en interrogación, en 
síntoma. 
Consumos e11 la urgencia' 
En las guardias y admisiones, verificamos que el consumo 
de diversas sustancias es muy habitual en los pacientes q ue 
consultan: el tóxico y la urgencia se entraman y toman en la 
época una dimensión que es necesario leer cuidadosamente. 
En el Proyecto de Investigación UBAcyT: "Los dispositivos 
para alojar la urgencia en Salud Mental, desde la mirada de 
los profesionales, psiquiatras y psicólogos, que intervienen en 
ellos" (l. Sotelo, et al., 2012-2015) nos propusimos analizar e l 
lugar que, de acuerdo con la mirada de psiquiatras y psicólo-
gos, ocupa el consumo problemático de sustancias en los dis-
positivos hospitalarios que reciben urgencias. Tomando como 
antecedente los resultados obtenjdos en una de nuestras in-
vestigaciones anteriores (del año 2008-2010), compuesta por 
una muestra de 714 sujetos mayores de 15 años, encontramos 
que el 7% de dicha muestra se corresponde a lo que se deno-
3 Este apartado contiene fragmentos del trabajo "El consumo proble-
mático de sustancias, desde la mirada de los profesionales, psiquiat ras 
y psicólogos en los dispositivos para alojar urgencias. Una lectura psi-
coanalítica" publicado en el Vol. XX del Anuario de investigaciones de la 
Facultad de Psicología (UBA). Autoras: Sotelo, M. l.; Irrazabal, E.; Miari, 
A.; Cruz, A. 
50 
mina según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Tras-
tornos Me ntales (Al'A, 1995) como trastornos mentales debidos 
al consumo de sustancias (códi~o: FlO-F'l 9) (l. Sotelo, et al., 
2008-2010). Sin embargo, los profesionales entrevistados afir-
man que en los últimos años se ha registrado un incremento 
considerable de consultas en las que la adicción es un fenóme-
no presente, aunque no sea el motivo de consulta. 
La Organización Mundial de la Salud (oMS, 2004) estable-
ce que en los últimos treinta años el consumo de drogas ha 
aumentado considerablemente en todo el mundo, siendo las 
toxicomanías un problema de salud que en algunos países de-
sarrollados supera en morbilidad a las enfermedades cardio-
vasculares y oncológicas. Se ubica de este modo a la adicción 
a sustancias psicoactivas como el mayor problema de salud 
pública a nivel mundial, con el tercer lugar de morbi-mortali-
dad por causas prevenibles. 
Un estudio realizado por la Secretaría de Programación 
para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el 
Narcotráfico (SEDRONAR, 1999) en base a ins trumentos epide-
miológicosvalidados para Argentina acerca del uso de sus-
tancias psicoactivas, señaló el aumento creciente de su uso. El 
primer esh1dio comparativo realizado, en el año 2008, sobre 
toxicomanías y factores asociados en la población Argenti-
na de entre 15 y 64 años de edad, por las Naciones Unidas, 
mostró que el 25% de la muestra consumió por primera vez 
cocaína alrededor de los 16 años. En nuestro país, la franja 
::>tárea que se ve más afectada por el uso (consumo ocasional) 
y abuso (consumo regular) de estas sustancias, son los ado-
lescentes. Segün e] mencionado estudio, la cocaína y la pasta 
:>ase serían las sustancias psicoactivas ilegales que conllevan 
un elevado riesgo para la salud de la población. "La edad de 
inicio en el consumo de drogas es un importante indicador 
oara proyectar cuan problemático puede llegar a ser el uso de 
mstancias en el futuro. La evidencia internacional indica que 
11ientras más temprano es el inicio de drogas entre los ado-
.escentes, mayor es el riesgo de escalada y de consumos pro-
Jlemáticos posteriores" (o.N.U.D.D., 2008). Teniendo en cuenta 
~l gran impacto social, cultural, político, legal y económico 
51 
que el consumo problemático d1.:' sustancias genera en nues-
tras sociedades, se considera de suma importancia la puesta 
en práctica y la difusión de tratamientos que posibiliten una 
reducción de este problema y un mejoramiento en la s<:1lud de 
estos pacientes. 
Los profesionales que trabajan en las guardias de CAl3A y 
Gran Bs. As. subrayan que tienen dificultades para atender 
la problemática de las adicciones en el marco de los recursos 
con los que se dispone en los hospitales. En la mayoría de las 
entrevistas, los profesionales afirman que los pacientes suelen 
ser derivados a otras instituciones que en muchas ocasiones 
denominan "especializadas" en el tema por no contar con los 
recursos para atender este tipo de problemáticas (l. Sotelo, et 
al., 2012-2015). 
En estos casos, la resolución de la urgencia depende de 
quien la lee, de cómo se la aloje. El diagnóstico, el tiempo que 
se ofrece, las intervenciones que se decidan, dependen de la 
concepción de sujeto, de síntoma, de cura, así como de la po-
sición de quien reciba dicha urgencia. Desde esta perspectiva 
localizaremos las consecuencias en la clínica de las toxicoma-
nías y alcoholismo, de la presencia en las guardias, de l psicoa-
nalista de orit:.•11tación lacaniana 
Se puede gozar del usufructo de una herencia a condición 
de no despil.farrarla; esto es distribuir lo que toca al goce. Es 
una referencia muy precisa de Lacan en "El saber del psicoa-
nalista", que permite ligar el exceso que se concentra en la 
urgencia como despilfarro. 
El goce autoerótico, el que no sirve para nada, cobra valor 
cuando se introduce el falo, se le agrega la fantasía, el parte-
naire, creando así las condiciones necesarias para el síntoma. 
La irrupción sintomática que parece ajena se ha transformado 
en una urgencia que se ha subjetivado. 
Lo imperativo de la impulsión en la urgencia, del "no 
pienso", del pasaje al acto, actualiza las formas del actuar en 
desmedro del decir; toxicomanías, bulimias, anorexias, mues-
tran el punto de irresponsabilización del sujeto llevado por el 
imperativo "no puedo dejar de hacerlo". Tarrab propone sos-
tener la apuesta que intenta tratar el malestar de un modo que 
52 
no sea idiotizante, ejerciendo el derecho a salir del anonimato 
al que condena un goce que In civilización actual promueve 
(Tarrab, 2000a). 
La operación foxicómmia 
W. llega acompañado por su fa mili a, junto con un oficio 
judicial que ordena tratamiento. La madre está desespera-
da, llora, relata que no sabe qué hacer. Su hijo, aún menor 
de edad, se droga, está con ''malas juntas" y ya ha cometido 
algunos delitos para conseguir dinero. El joven tiene una acti-
tud desafiante, sólo le interesa la constancia de tratamiento ya 
que, afirma, é l maneja la droga, sabe hasta donde consumir y 
que "no es para tanto ... ". 
La urgencia aparece localizada del lado de la madre, a 
quien esta situación se le hace inmanejable, preguntándose 
acerca de su culpa en la conducta de su hijo: "¿Qué hice como 
madre?". 
El lugar que ocupa la droga para este joven es el enigma a 
descifrar, pero para los otros. Su posición en la urgencia es de 
ruptura, con la familia, con el estudio, el trabajo, el otro sexo y 
hasta con su padecimiento. El sujeto se presenta ante los otros 
bajo una modalidad que angustia a su madre, pero que parece 
darle alguna consistencia al joven. 
"En el extremo faltar a la cita con el falo, el verdadero toxi-
cómano rechaza la puesta en juego de una verdad ligada al 
deseo, y se refugia en un goce que al retornar sobre el propio 
cuerpo, genera la ilusión de la independencia del otro, ilusión 
de independencia del mundo exterior fuente de privación" 
(SiHitti, 2000). La operación toxicómana, afirma Mauricio 
Tarrab, es aquella que no requiere del cuerpo del Otro como 
metáfora del goce perdido y es correlativa de un rechazo mor-
tal del inconsciente. En este joven parecería más bien como 
ruptura con el campo del Otro; esto es un goce que toma el 
cuerpo y no se articula a un partenaire. 
Este goce tóxico permite una solución al problema sexual; 
experiencia de intoxicación vacía del sujeto del inconsciente, 
53 
goce a-sexual, experiencia vacía de significación fálica. Expe-
riencía donde se trata la castración, no con una ficción sino con 
la positividad del goce tóxico, "tratando de este modo el vacío 
central del sujeto, es decir, lo incurable, que con la droga trata 
de ser colmado, a costa del sujeto mismo" (Tarrab, 2000b). 
¿Qué tratamiento ofrecer desde la perspectiva del psi-
coanálisis, cuando no se trata de dar interpretaciones vía la 
operación analítica, sino quebrantar la operación toxicómana 
para confrontar al sujeto con el deseo? La analista propone 
un ordenamiento diferente al judicial: cita a la señora respon-
sabilizándola, no del consumo de su hijo, sino de su propia 
urgencia, que habrá que desplegar. Separar a la madre podría 
funcionar corno un modo de abrir la "boca del cocodrilo", me-
táfora del deseo materno estragante. Proponer un trabajo que 
posibilite el dejar de responder en nombre del hijo, confron-
tando así al joven con su propia responsabilidad y su propia 
angustia, apostando a que ésta pudiera emerger. 
La intervención podemos pensarla según la orientación 
lacaniana: decidir la táctica, es a la luz de la estrategia y la 
política en juego. 
Comenzaremos por leer la forma en que llega, de quién es 
la urgencia. En principio, es el Otro social el que ordena a tra-
vés del juez alguna intervención. Este joven ha sobrepasado 
los límites de lo tolerable, sus actos han producido un quie-
bre, una ruptura. Sin embargo, esto no parece conmoverlo, al 
menos por ahora. 
Fabián Naparstek sostiene que el verdadero toxicómano 
muestra que con su patología prescinde del Otro del lenguaje; 
esa muleta que le servía para paliar el malestar lo deja por 
fuera de la relación con el Otro. Recomienda también situar 
la instancia clínica del desenganche hacia la toxicomanía. Ne-
cesitamos un tiempo para verificar cuál es la relación de este 
sujeto con el consumo, para aproximarnos a un diagnóstico 
(Naparstek & colaboradores, 2005). 
Por su parte, José Luis González, Director de cENARESo 
(Centro Nacional de Reeducación Social), en la Ciudad de Bs. 
As., aporta un dato interesante: si bien un 50% de esas deri-
vaciones no entra en tratamiento, hay un 50% que sí; es decir, 
54 
que en muchos casos la contingencia de la intervención judi-
cial produce una ruptura, un quiebre, algo que toca al sujeto. 
Se trata de verificar, caso por caso, el efecto de tal indicación 
(Naparstek & colaboradores, 2005). 
La abstinencia del lado del analista se localiza en la po-
sición de articulador entre las normas de la civilización y las 
particularidades individuales. El analista da respuesta a las 
normas del Otro social, pero ubica ddemás otraurgencia: la 
de la madre. Haciendo uso del entrecruzamiento de discurso 
y de las normas, el analista dt•cide su táctica. 
Co11s11mo t!ll las psicosis~ 
Miriam llega a la guardia presentando sú1tomas de un 
desencadenamiento psicótico: alucinaciones auditivas e ideas 
delir<1ntes. Su madre refiere que siempre fue una chica difícil, 
aislada y sin amigos hasta que en la adolescenciél comenzó a 
juntarse en la pl<1za con una barrita de chicos que tomaban 
alcohol y se drogaban. 
Se puso muy difícil, si bien trabajaba, el resto del tiempo 
quería estar con esos chicos hasta que la madre la conven-
ce de ir a una Iglesia evangélica a tra tar de curarse. Deja de 
drogarse pero comienza tener ideas y conductas ra ras. Dice: 
"Dios me eligió como a María Magdalena. Yo fui prostitutd, 
una perdida, cuando tengo ganas de drogarme es el demo-
nio que se mete en mi sangre, en mi cuerpo y en mi alma ... "; 
" ... en mi casa todo estaba revuelto, las camas revueltas, mis 
padres duermen separados ... cuando vi las camas revueltas 
entendí todo, supe que ese no era un matrimonio, que lasco-
sas no estaban ordenadas, estoy en e l Plan Divino y el Señor 
me lo reveló''. 
La urgencia se localiza en principio en la madre; cuando 
Miriam consume, intenta por todos los medios que deje la 
droga entendiendo que allí estaba la causa de todos los pro-
4 Este apartado conti~ne fragmentos del Cílpítulo 5: "Urgenci íls y 
Toxicomanfas" del libro Clínica de/,¡ urgencia, JCE, 2007. 
55 
blemas de su hija; sin embargo, podemos pensar que en este 
caso la droga funcionaba anudando y es el abandono del con-
sumo lo que desencadena la psicosis. 
En Miriam, Ja madre intenta conducirla por una terapia 
religiosa que la conduce al ideal del padre y "Satanás se mete 
por Ja ventana" (Naparstek & colaboradores, 2005), en tan-
to que ella sostenía una práctica de consumo que de alguna 
manera la enlazaba con los pares: era el "porro" lo que la 
anudaba a los otros. 
Ante su propia urgencia y con la premura de una respues-
ta que solucione, la madre la conduce al templo donde operan 
introduciendo al Padre, haciendo caer las identificaciones que 
la sostenían; entonces el desencadenamiento hace aparecer 
nuevas urgencias: el caos, la sumersión radical de todas las 
categorías, el desorden en las relaciones, las alucinaciones, las 
ideas delirantes. 
Una vez mas la clínica nos confronta con la abstinencia 
del analista, quien deberá leer el acontecimiento, diagnosticar 
riesgo y establecer el valor que tiene para ese sujeto la droga, 
es decir, aquello que desde otras perspectivas no le conven-
dría, tal como nos indica Lacan en el Seminario La ética del 
psicoanálisis: "Tenemos que saber en cada instante cuál debe 
ser nuestra relación efectiva con el deseo de hacer el bien, el 
deseo de curar", alertándonos contra la trampa benéfica de 
querer el bien del sujeto. 
Si la droga servía en este caso para restituir la ruptura que 
estaba dada desde el inicio, la indicación que hubiera conveni-
do es la de un tratamiento que permitiera orientar y regular el 
exceso. La intervención religiosa: un No a la droga para todos, 
opera en este caso produciendo la catástrofe imaginaria propia 
de la desregulacíón fálica, que "el porro" permitía limitar. 
El intento de articulación de toxicomanías, alcoholismo y 
urgencia nos conduce a las situaciones de crisis, a las dificulta-
des en el ejercicio diagnóstico y la complejidad en el inicio del 
tratamiento: la instalación del dispositivo y manejo de la trans-
ferencia. Estas dificultades incluyen las del analista, cuya inter-
vención en las guardias, admisiones, ínterconsultas requieren 
de una permanente invención, pero con todo el rigor ético. 
56 
APÉNDICE 
Entrevista a Silvia Cortese 
La complejidad, así como la presencia insistente del con-sumo en las guardias, nos condujo a entrevistar a la Ora 
Silvia Cortese quien nos transmite desde la perspectiva médi-
ca una mirada crucial en el momento de aproximarnos a las 
modalidades actuales de consumo de sust<mcias. 
Ella es Médica toxicóloga, pertenece a la División Toxico-
logía del Hospital Juan A. Fernández en la CABA, Toximed Ar-
gentina (Centro de Información, Asesoramiento y Asistencia 
Toxicológica Privada), y en la Universidad es Jefa de Trabajos 
Prácticos en la Carrera de Especialización en Toxicología de 
la Universidad de Buenos Aires y Titular de Cátedra de Toxi-
cología en la Carrera de Medicina de la Universidad Católica 
Argentina. 
1. ¿E11 que época el co11sumo de susta11cias tóxica se i11M11lafi1rrte-
me11 te como u 11 proble111a de s11!t1d ge11cral izado? 
El consumo de sustancias que afectan la conciencia se re-
monta a los albores de la humanidad. El alcohol, por ejemplo, 
ha sido utilizado con estos propósitos desde hace miles de 
años. En China, los habitantes de la Edad de Piedra desarro-
llaron una bebida de miel fermentada y fruta con hasta un 
10% de contenido alcohólico. La fabricación de cerveza y vino 
e ran comunes en gran parte del mundo grecorromano. Los 
romanos tenía un dios del vino (Baca) y estaban más que fa-
miliarizados tanto con los efectos agudos de la intoxicación 
57 
por alcohol como con los efectos de su uso crónico. Hipócra-
tes, por su parte, describió los síntom<1s como consecuencias 
del consumo crónico de alcohol y, por otra parte, problemas 
médicos que podrían ser curados por beber vino rr1ezclado 
con una parte igual de agua. 
Los efectos adversos del alcohol eran bien conocidos tam-
bién en la Edad Media, como quedó registrado en la descrip-
ción del famoso médico Juan de Gaddesden, en 1314: "El 
adulto debe evitar beber inmoderado, porque la borrache ra 
es extremadamente perjudicial". Ya durante el sig lo XVII, Wi-
lliam Hogarth representó vívidamente los e fectos del exceso 
de alcohol en sus pinturas y grabados. 
Si nos situarnos en el siglo xv111, el abuso del alcohol era 
común en Europa y fue especialmente prevalente en Suecia. 
En los primeros af'los de este siglo, el médico escocés Thomas 
Trotter (1760-1832) fue el primero en caracterizar como una 
condición clínica de enfermedad el beber en exceso. Benjamín 
Rush (1746-1813), por otro lado, identificaba al alcoholismo 
como una "pérdida de control" y no dudaba en utilizar e l tér-
mino adicción para describir el abuso del alcohol. 
El bien conocido Delirium Tremens o Delirio Tembloro-
so fue descripto en 1836 por James Ware (1795-1864), quien 
proporcionó tma descripción clínica muy completa del mis-
mo. También durante el siglo x1x, muchos escribieron sobre 
el abuso del a lcohol. Algunos de ellos, como Edgar Allan Poe· 
(1809-1 849) sucumbieron ante su consumo abusivo. Charles 
Dickens (1812-1870) fue otro de los que describió muchos de 
los efectos perjudiciales de alcohol. 
La historia de los alucinogenos también se remonta hacia 
atrás en los siglos. La Amanita Muscaria era utilizada por sus 
efectos alucinógenos por diferentes sacerdotes de pueblos 
ubicados en regiones tan disímeles como la lndia, Siberia, el 
nordeste de Canadá y la Península de Yucatán. 
En Asia Menor, el Opio en la Tablilla de URUK (Tablillas 
sumerias) representa la adormidera con igual signo gue el jú-
bilo-gozo. La tabliUa se remonta al 3000 a.C. En Grecia, hacia 
el 600 a.C., el opio estaba muy difundido. Mientras los griegos 
supotúan que el uso del vino envilecía, no sucedía lo mismo 
58 
con el opio. De cualquier forma, ambos estaban asociados a 
figuras del panteón griego: el vino era representado por Dio-
nisio-Baco y el opio por Demeter (diosa de la fecundidad). En 
el mundo Romano, finalmente, tanto e l opio como la harina 
contaban con un precio regulado por el Imperio. 
Ya en el siglo x1x, Bayer lanzó a la comercialización en 1898 
la Diacetilmorfina (Heroína) dentro de la composición del 
analgésico, obviamente bajo venta libre. Ambrecht, Nelson & 
Co., empresa con sede en el Reino Unido, pero que contaba 
con subsidiarias también en Alemania y EE. UU ., ofrecía a sus 
clientes, durante los últimos añosdel siglo x1x y los primeros 
del xx, el "Vino de Coca" para la fatiga de la mente y el cuerpo. 
El consumo problemático de sustancias con impacto en la 
salud pública se inicia en la década de 1960. A partir de la 
década de 1980, comenzó a asociarse con Ja aparición del \IH 
y las hepatitis By C. 
2. Las voces de la mi/e afirman que el co11s111110 de drogas es crecie11-
te, ¿rnril es s11 opi11ió11 de arnerdo 11 estadfsticas médicas? ¿Cwil cs 
la edad y sexo de mayor incide11cia? ¿Cutil es, rn 1111cstm ciudad y/o 
pafs, la sust1111cia mas cn11s11111ida? 
Los primeros estudios epidemiológicos se hicieron en el 
país en el año 1989 en la población en general. 
Según la última encuesta del Observatorio de Drogas 2012, 
la prevalencia de vida (según quien consumió a lguna vez en 
la vida) de sustancias psicoactivas fue del 47.3% para el taba-
co, 70% para e l alcohol, 2.6% para el clorhidrato de cocaína y 
0.3% para la pasta base de cocaína (PACO). 
La prevalencia de mes (consumió alguna vez en el último 
mes) entre los 18 y 24 años es del 57.2% para el alcohol, del 
6.8% para marihuana, 1.3% para cocaína y 0.1 '/;, para PACO, en 
el mismo grupo etario. 
Estos porcentajes aumentan cuando las estadísticas se fo-
calizan en zonas de emergencia social. Allí, el 13% de la po-
blación consumía pasta base (pn.~valencia anual), mientras el 
número asciende del 8,4% al 21,1 '.}';. según aurnenta el número 
de carencias. 
59 
En el caso del Consumo Episódico Excesivo de Alcohol 
(Bi11gc Dri11ki11g), en dicho rango etario es del 431/(,. 
La prevalencia de año (consumió alguna vez en el último 
año) en estudiantes de nivel medio el consumo de marihuana 
se incremento del 3.5% en el 2001 al 10.4% en el 2011. En el caso 
del Binge Dri11ki11g, el incremento en los varones fue del 39.7% 
al 68.1 'fr, y en las mujeres 19.5% al 59.1 % en el 2001 y en el 2011. 
El problema más grave en la Argentina es el del alcohol. Ya 
en muchos países se considera que el Binge Dri11ki11g ocasiona 
muchos más gastos en la salud pública que el trastorno por 
dependencia al alcohol. 
ONUStlJ/\, el Banco Mundial y la Organización Mundial de 
la Salud (OMs) informan que, a nivel mundial, se calcula que 
en 2012entre162 y 324 millones de personas, es decir del 3,5% 
al 7,0% de la población de entre 15 y 64 años, consumieron 
por lo menos una vez alguna droga ilícita, principalmente 
sustancias del grupo del cannabis, los opioides, la cocaína o 
los estimulantes de tipo Anfetamínico. 
El consumo de drogas problemático -por consumidores 
habituales y personas que sufren trastornos de consumo o de-
pendencia- se mantiene estable en una cifra situada entre los 
16 y los 39 millones de personas. 
Sin embargo, subsisten deficiencias en la prestación de ser-
vicios y, en los años recientes, solo uno de cada seis consumi-
dores de drogas problemáticos del mundo ha tenido acceso a 
tratamiento de la drogadependencia cada año. 
De cualquier modo, los opiáceos siguieron siendo la princi-
pal droga objeto de abuso entre las personas acogidas a trata-
miento en Asia y Europa, mientras en América fue la cocaína. 
La Demanda Potencial de Tratamiento en nuestro pnís, 
compuesta por los usuarios problemáticos de alcohol (alrede-
dor de 1.344.317 personas), los usuarios de marihuana y cocaína 
con signos y síntomas de dependencia (105.554 y 73.680 per-
so11as aproximadamente) suman 1.523.551 usuarios que estarían 
en condición de recibir algún tipo de ayuda o tratamiento. La 
Demanda de Tratamiento Realizada o efectuada, es de aproxi-
madamente 136.386 de usuarios de alguna sustancia en el úl-
timo año. 
60 
3. En las sit1111cio11es de s1111rdia y 11rgr:11cii1 ¿se obsl!l'm olgú11 i11crc-
lllc11to de estcfe11ó111e110? ¿Como motil'o de co11sulta o cv11wfe11ó111c-
110 asociado? 
El quinto estudio nacional publicado en el 2012 por 
SEDRONAR, respecto del uso de drogas y la consulta en emer-
gencia, se realizó en mayores de 12 años concurrentes a salas 
de emergencia de 24 hospitales públicos del territorio nacio-
na I durante el período del 5 al 11 de noviembre de 2012. Se 
evaluó la presencia de consumo en las 6 horas anteriores al 
ingreso y su eventual asociación con el motivo de la consulta. 
En un 12.3% la consulta estuvo relacionada en forma directa 
o indirecta con la sustancia y un 34.7% no estaba relacionada 
la consulta con la sustancia. El 46.6'Y,, no había consumo y del 
6'((, restante no hay datos. 
En las guardias por demanda directa se calcula que el 53% 
corresponde a alcohol. El impacto en la salud pllblica se debe 
al requerimiento de medidas ternpéuticas de alta complejidad 
por daño directo del alcohol o de forma indirecta por colisio-
nes vehiculares, situaciones de violencia, embarazos no de-
seados y transmisión de enfermedades corno v11-1, hepatitis o 
sífilis. 
4. Alg1111as voces nfir111r111 q11e Ja maril111n11a es de muy linia toxici-
dad. ¿Cuál es su opi11ió11? 
Aunque el público en general tal vez considere que el can-
nabis es la menos daii.ina de las drogas ilícitas, en el último 
decenio ha aumentado notoriamente el número de personas 
que se somete a tratamiento por trastornos relacionados con 
el consumo de esa sustancia. Y son cada vez más los reportes 
científicos que asocian el uso de marihuana en la adolescencia 
con la aparición de enfermedades psiquiátricas posteriores. 
5. ¿Puede transmitimos nlgo de In experiencia de Canadá, do11de 
usted estuvo trnbajn11do? O de otros pai'ses, ¿cómo es ni/( el co11sumo 
y su trata111íe11to? 
61 
Existen dos enfoques en el tratamiento por consumo pro-
blemático de sustancias con o sin trastorno por dependencia. 
Uno es el abstencionista y el otro son los programas de reduc-
ción de daño. Estos últimos en el mundo son Jos que logran 
mayores tasas de adherencia, en el sentido de continuidad de 
tratamiento. 
El Modelo de intervención de Reducción de Riesgos y Da-
ños es un marco conceptual y referencial que incluye a todas 
aquellas estrategias que, ya sea en el área de tratamiento, pre-
vención o reinserción social, tienen como finalidad disminuir 
de una manera jerárquica y variada los efectos negativos del 
uso dL• drogas, tanto a nivel individual como en el entorno o 
de terceros. Su origen debe ubicarse en Holanda durante la 
década de los '70, cuando se adoptó la perspectiva del usuario 
de drogas, denominadas "moddo de la 11ceptació11 ". 
A finales de los afios '80, empezó a utilizarse en la región 
de Merseyside (Inglaterra), en respuesta a dos factores: el pro-
blema de la infección por vrH entre usuarios de drogas inyec-
tables y Ja sospecha creciente de que las estrategias adoptadas 
hasta el momento no habían mejorado la situación y, en a lgu-
nos casos, habían tenido el efecto no deseado al aumentar los 
darios asociados al uso de drogas. 
UNODC, en el Informe Mundial de Drogas del a1io 2008, se-
Iiala que:" A menudo se convierte al concepto de reducción de 
da1ios en un tema controvertido. Como si existiera una contra-
dicción entre la prevenci6n y el tratamiento por un lado y la 
reducción de las consecuencias adversas sociales y en la salud 
pública, por otro. Esta es w1a falsa dicotomía. Estas políticas 
son complementarias". Esto significa que los objetivos más 
factibles, como mantener a la gente saludable, se ponen antes 
de la abstinencia. "Las medidas duras con base en ideologías 
represoras se deben remplazar por políticas más humanas y 
eficaces diseriadas teniendo en cuenta la evidencia científica, 
los principios de salud pública y los derechos humanos". 
La mayor parte de la bibliografía hace referencia a progra-
mas de reducción de daño en usuarios de sustancias por vía 
endovenosa y particularmente de opioides. Pero existen tam-
bién nuevos programas en el mundo para el uso de crack con 
62 
la entrega de material para su consumo, evitando por ejemplo 
quL' el usuario tenga quemaduras de vía aérea o en los de-
d os de la rnano. También se h<1n desarrollado programas para 
el consumo controlado d e l alco hol, evitandolas consultas en 
guardia por episodios dt• sobredosis o abstinencia. 
La cesación en el consumo, más allá del tratamiento, estará 
fuertemente vinculc1da a otros factores sociales como la ob-
tención de vivit•nda y el empleo. En muchos países las estra-
tegias de prevención están limitadas a medidas simplistas de 
educación sobre drogas. Se trilla de programas que adhieren 
a los mensajes dt•I tipo "dile 110 n fns dl'ogns" o que emplean 
"tácticas dt.' :-;hock", fuertemente alineadas con políticas que 
promueven la tol l~rancia cero. La evickncia disponible indica 
que estas estrategias son ineficaces. 
La experiencia en Canadá y otros países con los centros de 
de uso co ntrolado de susta ncias endovenosas tuvo un impac-
to positivo sobre la reducción de las sobredosis por consumo 
de drogas. Funcionó como puente hacia tra tamie ntos de la de-
pendencia de drogas. Al mismo tiempo, redujo significativa-
mente los problemas de seguridad relacionados al uso r=v en 
lugares públicos y a l desca rte d e agujas y jeringas. Contribu-
yó, por último, n una reducción de nuevas infecciones por v 11-t 
y hepatitis C. En términos generales, las reglas de consumo 
más seguro practicadas en los. centros son Jdoptcldas también 
en la vida diaria. 
6. El Hospital frn11i1uie: tie11e 1111 pragm11111 de red11cció11 de daiio, 
¿puede explicamos cámo se origi1111, cómo f1111cio1111 y qui o/Jil'lirns 
tirne? 
En nuestro país, la mayor parte de los progra mas están di-
rigidos a log rar la abstención. La tendencia, sin embargo, es 
hacia la creación de nuevos prog ramas más alineados con la 
reducción de daño. Su objetivo radica en lograr aumentar la 
adherencia a los tratamientos, acercar al usuario al sistema de 
salud. 
Lis estrategias de reducción de daiios se han ocupado no 
sólo de las prácticas individuales de los usuarios de drogas, 
63 
sino también de comprender las condiciones de vulnerabili-
dad de los sujetos, con el objetivo de desarrollar intervencio-
nes apropiadas y establecer relaciones específicas de cuidado 
entre los indjviduos y los grupos en Jos contextos de uso de 
drogas. Un ejemplo de ello podría consistir en la implemen-
tación de programas con contraprestaciones en las que el 
usuario se testee para v11-1 y hepatitis B y e, pero recibiendo 
la vacunación necesaria y realizando los controles periódi-
cos. También pensar el trastorno por dependencia a las dro-
gas como una enfermedad crónica. La drogadicción es una 
enfermedad compleja, caracterizada por el deseo vehemente 
(mwing), la imposibilidad de controlar el deseo de consumo 
(uso compulsivo), ya que el deseo persiste a pesar de las con-
secuencias extremadamente negativas y la vulnerabilidad a 
Ja recaída de por vida. Debido en parte a Ja consecuencia del 
consumo de drogas repetido que remodela circuitos y sinap-
sis neuronales, estos cambios adaptativos pueden llegar a ser 
permanentes. 
Aceptar este concepto nos permitirá establecer una rela-
ción profesional-usuario de drogas más igualitaria, flexible y 
participativa en la toma de decisiones. Entre el uso compulsi-
vo y la abstinencia, es preciso trabajar incorporando medidas 
que permitan un uso controlad~1 de sustancias. 
7. Según su experiencia, ¿cómo funcionan los equipos i11terdiscí-
plinarios? ¿Qué especialidades considera m'Cesarío trabajar para el 
abordaje de las adicciones? 
El abordaje de esta problemática debe ser interdisciplina-
rio. Debe contar con la participación de los especialistas en 
salud mental (psicólogos y psiquiatras), toxicólogos y trabaja-
dores sociales. Estos últimos son imprescindibles si se aspira 
a un tratamiento integral del usuario de drogas. A su vez, es 
preciso salir de las instituciones de salud para poder trabajar 
con las organizaciones sociales, promoviendo que sus inte-
grantes participen en la elaboración de programas. 
64

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