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LA GUERRA CIVIL DE 1936-1939 EN LA NOVELA
ESPAÑOLA DEL ÚLTIMO DECENIO DEL SIGLO XX
Maryse Bertrand de Muñoz
UNIVERSITÉ DE MONTRÉAL
La guerra civil española de los años treinta ha inspirado una abundante produc-
ción novelesca.1 El género ha variado constantemente en los sesenta años trans-
curridos desde 1936: pasó de la defensa de un bando o de otro, de la novela-
reportaje y de la poca elaboración, durante el conflicto, a la autojustificación o
la justificación de una ideología en la posguerra, con una subjetividad a menudo
exacerbada; se notó un realismo mayor en la década de los cincuenta y el prin-
cipio de la siguiente, y, posteriormente a la Ley de Prensa de 1966, destacó cier-
ta libertad de lenguaje, de opiniones y de técnicas narrativas; el inmediato pos-
franquismo marcó un retroceso en la postura política y en la calidad estética,
pero a partir de los años ochenta un nuevo enfoque se perfiló, la nulificación de
la guerra, dando un nuevo empuje de los más valiosos al género.
En la década de los noventa se siguen publicando cada año un buen número
de obras interesantes sobre el tema que están dotadas de valores ciertos, pero no
se percibe por ahora ninguna tendencia dominante. Cerca de cincuenta novelas
que refieren en parte o en su totalidad los hechos bélicos de 1936-1939 han sali-
do en el mundo desde 1990, de las cuales menos de la décima parte fuera de Es-
paña. Analizaré brevemente las obras más significativas, tratando de agruparlas
por subgénero. El tono autobiográfico sigue ocupando un lugar importante en
las obras de Josefina Aldecoa, Santiago Carrillo, Juan Ignacio Ferreras. La me-
moria histórica cobra mucho espacio en los textos de Antonio Muñoz Molina,
José Fernández Castro, Manuel Fernández Alvarez, José Luis Sampedro y Ra-
fael Chirbes. Por su parte, Manuel Vázquez Montalbán, Horacio Vázquez Rial y
Fernando Marías han novelado la vida de ciertos personajes muy conocidos de
los años treinta mientras que Francisco Umbral, Joaquín Leguina y Rosa Monte-
Cf. Maryse Bertrand de Muñoz, La guerra civil española y la literatura francesa, Sevilla: Alfar,
1995; Maryse Bertrand de Muñoz, La novela europea y americana y la guerra civil española,
Gijón-Madrid: Júcar, 1994; Maryse Bertrand de Muñoz, La guerra civil española en la novela.
Los años de la democracia, Madrid: José Porrúa Turanzas, 1987; Maryse Bertrand de Muñoz,
«The Civil War in the Recent Spanish Novel, 1966-76», en Red Flags, Black Flags, Critical
Essays on the Literature of the Spanish War, Madrid: José Porrúa Turanzas Ediciones,1983,
págs. 199-253; Maryse Bertrand de Muñoz, La guerra civil española en la novela. Bibliografía
comentada, Madrid: José Porrúa Turanzas, 1982 (2 vols.).
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ro han partido de la posguerra para relatar hechos ocurridos anteriormente.
Todo ello prueba hasta qué punto el tema sigue atrayendo a varios escritores
españoles.
1. NOVELA AUTOBIOGRÁFICA
Empezaré con las obras de los autores mayores, los que vivieron los tremen-
dos momentos de la guerra y que han quedado marcados para siempre. Mencio-
naré solamente a tres de ellos, los más conocidos: Josefina Aldecoa, Juan Igna-
cio Ferreras y Santiago Carrillo.2
El autobiografismo es una de las características mayores de la novela de la
guerra civil. Si, en general, el español ha tenido una tendencia limitada a contar
de manera directa su propia vida (exceptuando ciertos textos de gran fama como
los de Santa Teresa o de Torres Villarroel) y más aún durante el franquismo
cuando las libertades cívicas eran limitadas y el poder censorial casi ilimitado, a
pesar de todo lo personal ha aflorado desde el primer momento en los textos na-
rrativos de la lucha fratricida y hasta se puede afirmar que casi ochenta por
ciento de la producción total es en gran parte autobiográfica. Los libros más co-
nocidos escritos por españoles, La forja de un rebelde de Arturo Barea3 y Un
millón de muertos José María Gironella4 son muy significativos en este sentido,
si bien éste último lo sea de manera indirecta en su personaje central, Ignacio
Alvear. Desde el posfranquismo ha aumentado de manera notoria el número de
obras de carácter referencial personal. Entre las obras que se explayan en la
época sobre la cual investigo desde hace muchos años, la guerra civil de 1936-
1939, recordemos La arboleda perdida: Libros I y II de memorias de5 Rafael
Alberti (1977), Casi unas memorias de Dionisio Ridruejo (1982), Alcancía I y II
de Rosa Chacel (1982), Recuerdos y olvidos I y II de Francisco Ayala (1982) y
muy recientemente Tiempo de guerras perdidas (1995) que José Manuel Caballe-
ro Bonald sutilmente ha subtitulado: «La novela de la memoria. I».
Las «novelas del yo», denominación calcada del inglés «literature of my-
self», en las cuales la evocación del pasado del personaje constituye el eje de la
diégesis, son muy numerosas desde la muerte de Franco. Y más aún en textos
novelescos en los cuales el conflicto de los años treinta ocupa un parte más o
menos importante; en ellos los recuerdos, las vivencias personales, las recons-
truccciones memoriales abundan; están «invadidos», podríamos decir, por lo au-
tobiográfico.
El empleo de la primera persona, tan frecuente desde la segunda mitad de los
2 Cf. Maryse Bertrand de Muñoz, «La autobiografía, la novela autobiográfica y la autoficción»,
Autobiografía y narración. IV Simposio Internacional Luis Goytisolo sobre Narrativa Hispáni-
ca Contemporánea, Puerto de Santa María.
3 Buenos Aires: Losada, 1951.
4 Barcelona: Planeta, 1961.
5 Barcelona: Seix Barral, 1977.
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sesenta en la novela en general y en la de la guerra y continuada durante la de-
mocracia, no indica forzosamente la semejanza entre autor y narrador pero en
muchos casos en el corpus que me ocupa sí que es patente dicha semejanza,
aunque no lo confirmen los escritores. La comparación entre la vida de éstos y
de sus protagonistas a menudo lleva el lector a la conclusión de novelas auto-
biográficas o de memorias noveladas. El caso más claro y más conocido de au-
tobiografía política durante los años de la «Transición» fue la de Jorge Sem-
prún, Autobiografía de Federico Sánchez (1977)6 y se podrían citar muchas más
que pertenecen al mismo subgénero en el cual ficción y vivencias personales
están íntimamente unidas.
Historia de una maestra (1990), Mujeres de negro (1994) y La fuerza del
destino (1997)7 de Josefina R. Aldecoa, Demasiado pequeño para ganar la gue-
rra (1993)8 de Juan Ignacio Ferreras y Un joven del 36 de Santiago Carrillo
(1996)9 narran las peripecias de cada uno de los autores durante el conflicto y
sus consecuencias. Son libros llenos de nostalgia por la infancia frustrada y
truncada y la voz narradora en cada caso sabe hacerse entrañable: su candor en
medio de un mundo atroz, su ternura hacia los suyos y sus amigos, la dura ini-
ciación a la vida donde las bombas, los muertos, las sirenas antiaéreas están al
orden del día y el miedo imperan, todo ello conmueve. Son novelas de forma-
ción durante la infancia, la adolescencia y la juventud. El tono intimista domina
en Aldecoa y Ferreras, pero a ello se añade el tono político, polémico en contra
de tanta barbarie que tuvieron que soportar los personajes de estos textos; es en
Santiago Carrillo donde más se hace sentir la reivindicación y ello no extraña de
parte del autor, hombre tan conocido en España como jefe del Partido Comu-
nista: se podrían citar muchos fragmentos en este sentido, pero esta afirmación
del autor implícito en el Introito bastarán para hacer sospechar el resto del texto:
«Es verdad que el movimiento comunista histórico, el llamado «socialismo
real», fracasó. Pero tras el movimiento había un sueño, un ideal de liberación
humana, de igualdad, verdaderamente hermoso. Y ese sueño, ese ideal, no ha
muerto»(Un joven del 36, pág. 10).
2. MEMORIA HISTÓRICA
La memoria histórica cobra mucho espacio en los textos de Antonio Muñoz
Molina, El jinete polaco (1991),10 José Fernández Castro, De un verano a otro(1993)," Manuel Fernández Alvarez, Vientos de guerra (1995),12 José Luis
6 Barcelona: Planeta, 1977. Premio Planeta. Edición francesa: Aulobiographie de Federico Sánchez,
trad. de Claude et Carmen Durand, París: Seuil, 1978.
7 Las tres obras en Madrid: Anagrama.
8 Madrid: VOSA.
9 Barcelona: Planeta.
10 Barcelona: Planeta.
" Madrid: Libertarias - Prodhufi.
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Sampedro, La sombra de los días (1994)13 y Rafael Chirbes, La larga marcha
(1996).
Hombres maduros o más jóvenes, los novelistas españoles de los años no-
venta recuerdan y narran ampliamente en muchas ocasiones la guerra vivida por
ellos mismos o la guerra contada por sus padres y abuelos. Durante varios años,
al principio de la democracia se habló de la «desmemoria», del hecho de que-
rer olvidar el pasado; pero un poco más tarde casi todos han reconocido la
necesidad de recordarlo para no volver a incidir en los males tan nefastos de
los años treinta.
Y así los protagonistas de El jinete polaco, cuarta novela de Muñoz Molina,
soportan las consecuencias de su ideología y de la guerra civil que aparece ya
distante en el tiempo pero ineludible; los personajes perciben los ecos lejanos
del conflicto. El relato primero se sitúa en los años ochenta: Manuel, hijo de
campesinos de la imaginaria ciudad de Mágina —la misma que en Beatus Ule—, '4
está viviendo un gran amor con Nadia, hija del comandante Galaz, que se fue de
Mágina y de España al final de la guerra civil. Nadia, medio española, medio
americana, es para Manuel un ser maravilloso, extraordinario, y con ella llega a
la plenitud de la cual se creía excluido para siempre. Juntos proceden a un re-
cuento de su pasado, pues están ansiosos de conocerse totalmente. Redactada en
primera y tercera persona narrativa, por la misma voz narradora de Manuel («Ya
no soy quien fui y por eso puedo hablar de mí mismo en tercera persona» (pág.
535), y a veces en segunda, esta búsqueda nostálgica del tiempo perdido y de la
historia presente concluye en una afirmación y aceptación gozosa de la realidad
circundante, de la existencia. La contienda de 1936 es un tema recurrente en esta
novela pues los padres de ambos protagonistas la vivieron intensamente, en par-
ticular el comandante Galaz, padre de Nadia, que tomó parte por los Republica-
nos y tuvo luego que expatriarse con su hija.
De un verano a otro de Fernández Castro es una obra mucho más tradicional
y con una cronología lineal; se divide en tres partes: 1935-1936, el principio de
la guerra y la consolidación de ésta y se desarrolla casi enteramente en un pue-
blo andaluz, alejado de toda modernidad. El narrador revela su ideología en va-
rias ocasiones: «El egoísmo y la ambición, en infame compadraje, destruía las
justas aspiraciones del pueblo» (pág. 191); se identifica a menudo, sobre todo
hacia el final, con sus personajes: «Esta es una lucha de oprimidos y opresores»
(pág. 397); «Ellos o nosotros; vida nueva o aniquilamiento» (pág. 398); es el
dios omnisapiente de su mundo creado, domina todo, se dirige al lector y de
vez en cuando la obra adquiere un tono lírico, elegiaco (pág. 209) o épico (pág.
233).
De un estilo parecido pero de signo político contrario es Vientos de guerra
12 Salamanca: Amarú Ediciones.
13 Madrid: Alfaguara, 1945, 1994.
14 Barcelona: Seix Barral, 1986.
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de Manuel Fernández Alvarez. Viene a ser una novela del sitio de Oviedo y de
la guerra civil en general pues en la misma familia protagonista, en su misma
casa de vecinos, hay disensiones y las opiniones políticas difieren y ocasionan
escisiones: los Valle toman parte por los franquistas pero el hijo mayor es repu-
blicano y vive en Barcelona, donde tiene cargo oficial durante las hostilidades.
El contrapunto domina: los nacionalistas y los «rojos» alternan en gran parte del
texto, igualmente buenos y bien intencionados, Oviedo y Barcelona, el principio
y el final del conflicto, los sentimientos cambiantes y alternantes del adolescente
Julián, etc. Pero también estamos frente a una novela circular: durante los tres
años de guerra se vive un ciclo completo y particularmente Julián, el joven pro-
tagonista, experimenta toda una serie de vivencias sentimentales y sexuales que
le llevan a «otra» vida posteriormente. Se utilizan en el texto la primera y la ter-
cera persona del verbo con un narrador omnisciente y a su lado el diario de Ju-
lián y el del coronel Aranda; pero los comentarios del narrador (págs. 22, Al, 86,
136, 196) le dan un tono anticuado y las digresiones acusan un autor novel. Los
diálogos suelen ser vivos pero los tópicos abundan en este libro donde se relatan
los «furiosos vientos de guerra» que «estaban zarandeando por todas partes a
España» (pág. 123). El autor, historiador conocido sobre todo por su libro sobre
Juana la Loca, se estrena aquí en el género novelesco y acusa su falta de expe-
riencia, si bien tiene momentos intensos de poesía y de aciertos.
Más interesante se revela La sombra de los días del catedrático de Estructura
Económica, autor de varias novelas históricas y miembro de la Real Academia
Española, José Luis Sampedro. Éste escribe en el prólogo de la obra que con-
cluyó esta segunda novela suya en 1947 y añade que encierra mayor complejidad
que la primera «al atreverse a narrar una vida humana combinando, como en el
montaje de un puzzle, los fragmentos de esa existencia dados por las diversas -y
a veces contradictorias- versiones de quienes conocieron al personaje» (pág.
11). En la novela un narrador cuenta cómo unos padres esperan la vuelta de su
hijo que está luchando en la guerra y cómo llega un oficial con un gran paquete
y anunciando la muerte del soldado. Dicho paquete es enviado por un compañe-
ro de Antonio Castillo, el hijo esperado, y contiene los objetos personales del di-
funto y tres cartas. El narrador del principio y del final de la obra tiene un papel
muy limitado y las cartas proyectan a cuatro Antonios diferentes. El tono gene-
ral es intimista, cada narrador expone puntos de vista diferentes de la pequeña
historia del difunto. El estilo es a veces poético, con frases sin verbos (pág. 26),
otras con abundancia de ellos (sobre todo al describir lo propio de la guerra)
(pág. 28), con un ritmo muy suave o más cortado según las circunstancias. La
reflexión sobre la escritura, la metaficción es frecuente (págs. 83, 89, 112):
«¡Cuántas cosas para decirles y qué muro de papel!» (pág. 21); también la fic-
ción dentro de ficción se presenta en varias ocasiones, particularmente en el
cuento de vagabundos escrito por el amigo escritor en su diario (págs. 95 a 100).
Este libro de factura muy moderna reposa enteramente sobre un acontecimiento
fatídico durante la guerra civil, pero ésta no se refiere de forma muy expresa si-
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no más bien a través de sus efectos en los sentimientos profundamente doloro-
sos que deja en los seres humanos.
Otra novela compleja y excelente resulta ser la de Rafael Chirbes, La larga
marcha. En este tupido relato una multitud de personajes aparecen y desapare-
cen para reaparecer más tarde, a menudo con los mismos nombres pero siendo
otros, casi siempre los hijos de los de la primera parte titulada: «El Ejército del
Ebro»; es decir que en la segunda parte, «La joven Guardia» toman el relevo de
los vencidos de la guerra y luchan a su manera contra el régimen salido del «si-
niestro sarao nacional» (pág. 66). Estructurada como si España fuera una inmen-
sa colmena, la obra presenta primero a personajes que viven en diferentes partes
de la geografía, en Galicia, San Sebastián, Valencia, Salamanca, etc.; y poco a
poco muchos de ellos y sus hijos acuden a Madrid, atraídos, como succionados
por el centro de la península, y los jóvenes forman una célula, otra colmena, más
reducida esta vez, para vengar a sus mayores, acabar con un régimen que les pa-
rece indeseable. Novela circular, hecha de círculos concéntricos, empezada con
el nacimiento de Carmelo y terminando con su muerte, pero con múltiples per-sonajes alrededor de él, escrita en una lenguaje cuidado y con párrafos intermi-
nables -que recuerdan la interminable noche española- La larga marcha cons-
tituye uno de los mejores textos narrativos escritos sobre el final de la guerra y
sus consecuencias.
3. BIOGRAFÍAS NOVELADAS
Otro tipo de novelas han escrito Manuel Vázquez Montalbán, Horacio Váz-
quez Rial y Fernando Marías.15 Sus obras, Autobiografía del general Franco,16
El soldado de porcelana*1 y La luz prodigiosa,18 narran hechos reales mezcla-
dos con otros ficticios de la vida de Francisco Franco, de Gustavo Duran y de
Federico García Lorca respectivamente.
Autobiografía del general Franco de Vázquez Montalbán es una biografía
novelada so forma de autobiografía, escrita por un narrador que paralelamente
relata su propia vida de oponente crónico al régimen franquista. Autor de nume-
rosos libros de todo tipo, ensayos, crónicas, novelas, creador del personaje de
Pepe Carvalho, titular de muchos premios literarios españoles y extranjeros,
Vázquez Montalbán se introduce en la piel del general y habla con «la misma
falsa objetividad con la que Franco se trataría a sí mismo» (pág. 20). Desde sus
«ojos que intimidan» (pág. 23), su corta estatura que le hiciera apodar «Fran-
quito», «Paquito» y hasta «Cerillita», su amor a su madre como a España, Fran-
co recuerda los detalles privados más destacados pero sobre todo los de su vida
15 José Luis de Vilallonga ha publicado en 1997 otra novela del mismo tipo: El sable de Caudillo.
Plaza & Janes, 1997.
16 Barcelona: Planeta, 1992.
17 Barcelona: B.S.A., 1997.
18 Barcelona: 1992; Barcelona: Destino, 1998.
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pública, en un lenguaje esmerado, salpicado de ideas, frases o refranes repetidos
que van en aumento a medida que avanza en su autobiografía (el horror a la ma-
sonería, a los marxistas, «No hay mal que por bien no venga», el lema de su vi-
da, «Hacerlo todo sin prisas pero sin pausas», «Uno es esclavo de lo que dice
pero dueño de lo que calla», etc.)- El autor no revela nada nuevo a los interesa-
dos en la biografía del que fue, según afirma su personaje, «la Historia de Espa-
ña sin buscarlo», pero que hizo «de la salvación de España la causa de toda una
vida» (pág. 645) sobre todo desde la guerra civil que ocupa la parte central del
libro; sin embargo «su acopio de material», como le subraya el editor al final,
«es espléndido» (pág. 650). Para el lector de novelas llama la atención la es-
tructura circular del texto, el ciclo de una vida, empezado y terminado con pala-
bras de la madre: «Paquito, tienes unos ojos que intimidan» (pág. 23), «Paquito,
tienes unos ojos incisivos» (pág. 663) y otros fenómenos: la cronología global
rectilínea pero con analepsis y prolepsis frecuentes en diferentes episodios, de-
bido a la edad de Franco narrante en 1975, conocedor de toda su vida, frente a lo
narrado, lo ocurrido años atrás y en los años posteriores a los acontecimientos
referidos. Por otra parte, la presencia de Marcial Pombo, el oponente, que corta
el relato de Franco con interpelaciones («general», «excelencia»), aporta rectifi-
caciones, correcciones o pruebas a lo dicho por éste, sea por medio de palabras
o textos directamente suyos, sea por textos de todo tipo escritos o dichos por fa-
miliares, colaboradores, enemigos, ministros, historiadores, etc.; y al lado de to-
do ello o entremezclado, Pombo narra su propia vida de hijo de republicano y de
antifranquista que tuvo que soportar muchas veces y muchos meses en su propia
carne la represión de un régimen implacable. Pombo afirma con razón hacia el
final del libro: «Entregué nuestra autobiografía», y con razón también le replica
Amescua que los fragmentos suyos son «ruidos» en la comunicación; sin em-
bargo estos ruidos, estas intervenciones de un segundo narrador son precisamen-
te lo que hace del libro una novela. «La Historia sólo puede tener un sentido
fáctico» afirma el editor al contemplar el manuscrito entregado por Pombo, y
continúa: «Dentro de cien años vuestras sensaciones de odio, impotencia, fraca-
so, miedo no estarán en parte alguna» (pág. 652). Estas voces extrañas al texto
de Franco dan al libro una polifonía de las más interesantes y en conjunto la
obra resulta como un gran «collage» y un juego de intertextualidad apasio-
nantes.
El narrador de la biografía novelada del Gustavo Duran, que alcanzó el gra-
do de coronel en el Ejército republicano, se propone contar la vida de un «hom-
bre justo»: poco le importa que fuera homosexual o comunista, o agente del im-
perialismo como le tacharon Franco, Trujillo, Perón y McCarthy (pág. 14). En
varios capítulos en cursiva del Libro Primero, titulados «Al margen» (págs. 13,
97, 149, 183, 235, 257), el narrador discute con un amigo de la andadura de su
libro, de la dificultad de decir verdades; en cierto momento, el interlocutor le
avisa: «Si sigues así, el libro se convertirá en una demanda, como la Autobio-
grafía de Federico Sánchez, de Semprún. Un rol de cargos, un catálogo de obli-
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cuos» (pág. 186). Por otra parte, también es consciente el narrador de sus límites
pero «No es imposible que de ella [la novela] nazca también la justicia» (pág.
261). Parece ésto último la meta global de la obra si bien esta idea básica está
bastante bien envuelta en lo fíccional; el Libro Primero, «Aunque vuelva a ocu-
rrir en el olvido», narración de la infancia y adolescencia de Gustavo, es sin du-
da la más novelesca; posteriormente, «Guerras civiles» (págs. 291-559) y «La
pérdida de la inmortalidad» (págs. 559-845), Libros Segundo y Tercero, que
ocupan el grueso de la obra, presentan más lo propiamente histórico y político y
los informes de la justicia norteamericana. En conjunto, esta voluminosa bio-
grafía novelada está bien escrita, con soltura y amenidad, y su lectura resulta
agradable.
La luz prodigiosa, biografía ficticia de García Lorca en los años posteriores a
1936, cuenta lo que supuestamente le ocurrió al poeta granadino después de ser
fusilado. Se trata de una novela circular en la cual se encajan los relatos uno en
otro: el narrador primero, un reportero, cuenta lo que le contó otro narrador, un
viejo borracho: «Además, Federico García Lorca no murió en agosto de 1936»
(págs. 9 y 175). El lenguaje muy fluido logra que se lea el libro de un tirón, si
bien la intriga es muy escueta, tenue: los datos sobre el hombre encontrado son
muy pocos, muy difusos, sólo el cariño del viejo por un desgraciado herido en
cuerpo y alma es muy explícito, su gran devoción y humanitarismo. La guerra
forma todo el trasfondo de la obra pero es tan poco detallada como el conjunto
de la historia narrada por un viejo vagabundo bebedor desde las once de la no-
che hasta «La luz prodigiosa» de un nuevo día.
4. RELATO DESDE LA POSGUERRA
Un hecho destaca en la novelística desde los años ochenta: la posguerra co-
bra mayor importancia que la guerra en sí, es decir que el relato primero de las
obras se suele situar en los años posteriores, en muchas de ellas en la década del
sesenta o del setenta, pero por medio del recuerdo se vuelve a la guerra de forma
casi automática, obsesiva. Los sufrimientos físicos, morales, espirituales tienen
su origen, se atribuyen casi siempre a esos años fatídicos; así los libros tienen
como protagonistas a niños, adolescentes, mujeres o hombres encarcelados, exi-
liados exterior o interiormente que tratan de encontrar el origen de su estado
actual, de analizarlo para mejor comprenderse o comprender el mundo que les
rodea.
Éste es el fenómeno que se ha podido constatar en varias de las obras que ya
he mencionado y que se encuentra de forma aún más clara en Madrid 1940. Me-
morias de un joven fascista (1993)19 y Capital del dolor (1996)20 de Francisco
Umbral, novelas sin duda cercanas a la autobiografía como las señaladas al
19 Barcelona: Planeta, 1993.
20 Barcelona: Planeta, 1996.
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principio de este trabajo; en Tu nombre envenenena mis sueños (1992)21de Joa-
quín Leguina, novela policiaca y polifónica de la cual Pilar Miró hizo una ex-
celente película con Carmelo Gómez, Emma Suárez, Toni Cantó en 1996; y de
La hija del Caníbal, Premio Primavera 1997 de Rosa Montero,22 otra novela
policiaca y a la vez novela negra, en la cual uno de los personajes principales,
un viejo anarquista, recuerda todo su pasado.
Varias obras más se podrían añadir a esta revista demasiado rápida, pero las
obras reseñadas bastan para dar una idea del vigor del tema que hace el objeto
de mi estudio. Novelas tradicionales, de tipo estructural o multiperspectivista,
experimentales o de aventuras, novelas policiacas y negras, novelas de forma-
ción, textos en primera, segunda o tercera persona, estructuras circulares, meta-
ficción, polifonía, etc., toda clase de variaciones del género proteico de la no-
vela española de la guerra encontramos en el último decenio del noventa. El
examen de este corpus de cerca de cincuenta títulos hace resaltar la importancia
de lo autobiográfico en las obras y me lleva a afirmar con Isabel de Castro en su
artículo «Novela actual y ficción autobiográfica»:
La utilización de lo histórico en la novela actual [...] aparece con tres vertientes:
como vía de conocimiento de los seres individuales; para propiciar una nueva in-
terpretación, ambigua, relativa o perspectivista de lo histórico, y como proyección
trascendente, consciente, y a menudo crítica del pasado sobre el presente, de la
antigüedad sobre la modernidad. El foco de la novela se traslada desde los hechos
externos a los interiores humanos.23
22 Madrid: Espasa-Calpe.
23 José Romera et al (eds.) Estructura autobiográfica, Madrid: Visor Libros, 1993, pág. 156.

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