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A_Avila_1990_PSICOLOGIA_CLINICA_UNA_FORM

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Papeles del Psicólogo, 1990. Vol. (43). 
PSICOLOGÍA CLÍNICA: UNA FORMACIÓN PARA 
PSICÓLOGOS ESPECIALISTAS EN CUANTO 
PROFESIONALES DE LA SALUD 
ALEJANDRO AVILA ESPADA 
Universidad Complutense de Madrid 
A medida que el horizonte académico y profesional de la Psicología se va despejando de 
incógnitas, consolidándose progresivamente la Psicología como saber y como ciencia 
(pretensión a veces debatida en cuanto que su objeto de estudio no queda todavía 
completamente delimitado), las polémicas que la arañan en su globalidad van quedando 
desplazadas a un mayor nivel de especificidad las de las disciplinas que la conforman en 
su vertiente aplicada. Cada vez es más frecuente encontrar importantes diferencias 
metodológicas entre las distintas áreas de aplicación. Como ejemplo tópico puede 
relatarse la diferenciación entre los métodos de la Psicología Clínica y los de la Psicología 
del Trabajo y de las organizaciones. Aunque una y otra puedan enriquecerse 
aprovechando conceptos y procedimientos surgidos de la otra, el cuerpo central de sus 
respectivos objetos de estudio y métodos se aleja progresivamente. La amplitud de esta 
diferenciación se produce con en el terreno de la formación que requieren los especialistas 
de cada disciplina aplicada. 
Tradicionalmente se viene considerando que la formación en una disciplina aplicada tiene 
su eje en el «aprender haciendo»; así se generalizó desde la Edad Media en el que los 
oficios instrumentales se aprendían en el taller del maestro, recorriendo todos y cada uno 
de los lugares en los que la producción tenía lugar. De esta forma los procedimientos se 
adquirían por observación e imitación, para después, cuando ya se poseía una visión de 
las fases y tareas, recibir del maestro la transición de los saberes que sólo a él competían. 
La adquisición de la técnica primaba sobre el conocimiento de la teoría, teoría que con 
frecuencia no era conocida en su poder explicativo, sino sólo como conjunto de principios 
dogmáticos no susceptibles de discusión. 
También en la Edad Media las universidades o academias comenzaron su andadura en el 
conocimiento, descubrimiento y transmisión del saber. Allí primaba el conocer, comprender 
y explicar sobre el hacer y con frecuencia despreciándolo. Durante bastante tiempo los 
saberes filosóficos y científicos quedaron alejados de los instrumentales. Pero los 
descubrimientos científicos que se suceden repetidamente desde el Renacimiento hasta la 
http://www.papelesdelpsicologo.es/contenido?num=1043
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Revolución Industrial provocan el desarrollo de las tecnologías y las técnicas derivadas de 
ellas, conservándose -cada vez más como reliquia- los oficios, relegados progresivamente 
a un marco artesanal, símbolo de un pasado que se retiene como pintoresco. 
La Psicología Clínica nació en la Psicología Experimental. Cuando Wirmer fundó en 1896 
en la Universidad de Pensilvania la primera Clínica Psicológica su pretensión radicaba en 
aplicar ciertos instrumentos (los procedimientos psicofísicos traídos del laboratorio de 
Leipzig) para medir y explicar procesos del comportamiento anormal. Sus ayudantes y los 
estudiantes de la Universidad compartían con él las tareas clínicas. El sentido de 
«experimento» aplicado a la comprensión del caso individual regía el proceder de esta 
clínica pionera. A semejanza de ella en numerosas universidades se fueron abriendo 
clínicas-laboratorio, precedente necesario de lo que cinco décadas más tarde serían los 
Departamentos Universitarios que ofrecerían formación a nivel doctoral en Psicología 
Clínica. La conferencia de la APA en Boulder (1949) delineó un modelo científico 
profesional que serviría durante al menos tres décadas para guiar la formación de clínicos, 
orientados por el principio de conciliar la Psicología como ciencia con la prestación de 
servicios profesionales principalmente en el contexto de los servicios públicos. La 
perspectiva europea discurrió por caminos semejantes. Aunque en la conferencia de Vail 
se criticó la excesiva rigidez de la formulación Boulder, la estrecha relación entre ciencia y 
profesión ha sido siempre reconocida y eje de la formación de psicólogos clínicos. 
La identidad de la Psicología Clínica se ha venido estructurando desde entonces sobre 
varias premisas, todas ellas constitutivas de si. 
• La progresiva sustitución del rol de evaluador diagnosticador al servicio de 
prácticas médicas por el de especialista que desarrolla una intervención particular 
específica. 
• La principal especificidad del psicólogo clínico ha radicado en el ejercicio de la 
psicoterapia. Psicoterapia que se ha desarrollado y definido sobre bases 
psicológicas, y que ha procurado diferenciarse de aquellas en que el control 
médico ha sido requisito necesario (p.e., en el caso de los Estados Unidos de 
América la prohibición del ejercicio del psicoanálisis a los no médicos hasta fechas 
muy recientes ha promovido entre los psicólogos un desinterés progresivo hacia el 
psicoanálisis en beneficio de otras formas de psicoterapia). 
• El importante desarrollo de teorías psicológicas que dan soporte a la práctica de 
la Psicología en el contexto clínico. Así la evolución del psicoanálisis hacia el 
desarrollo de aplicaciones clínicas ha dado sustento a numerosos y fundamentales 
procedimientos de psicoterapia breve, valoración clínica o intervención en grupos. 
Los desarrollos de la terapia de conducta han incluido nuevas actuaciones en el 
campo comunitario y de la Psicología de la salud. La Psicología de los procesos ha 
impulsado el desarrollo de una floreciente clínica cognitiva, y a partir de las teorías 
de la comunicación y de sistemas se está generando un conjunto de actuaciones 
sistémicas en el campo de la intervención familiar e individual. 
• La transformación del modelo de salud en sus vertientes de promoción, 
prevención y atención de la salud implica cambios relevantes en los roles de los 
profesionales de la salud. Esta transformación afecta directamente al psicólogo 
clínico que diversifica y multiplica sus funciones: de ser principalmente 
diagnosticador o terapeuta ha pasado. a ser gestor, formador, evacuador o 
planificador -entre otros papeles-, además de terapeuta. 
• La Psicología Clínica tiene un carácter interdisciplinar por naturaleza, en cuanto 
que es principalmente una oferta de modelos y actuaciones que desde la 
Psicología se lleva a cabo en el contexto clínico integrado pro las distintas 
profesiones sanitarias. Será cometido del psicólogo clínico todas las actuaciones 
que desde la Psicología se desarrollen para dar respuesta a las necesidades de 
salud en el contexto de los servicios de salud. 
Estos rasgos de identidad hemos de tenerlos en cuenta para sentar las bases de al 
formación de sus profesionales. La formación en Psicología clínica queda así mucho más 
cerca del modelo académico que del artesanal; la Psicología Clínica es quizás la disciplina 
aplicada de la Psicología en la que la teoría ocupa un lugar más relevante: la teoría como 
marco para el desarrollo de la técnica, la elección de la intervención y el señalamiento de 
criterios para la valoración de intervenciones. En el caso español, la formación de 
psicólogos clínicos se debate actualmente entre varias opciones: 
a) La formación de especialistas en el contexto universitario bajo la figura de títulos 
de especialidad de tercer ciclo, masters o programas de doctorado. 
b) La formación de psicólogos clínicos en programas de psicólogos internos 
residentes desarrollados en la red sanitaria pública. 
c) La formación de especialistas a cargo de instituciones privadas, sin que tal 
formación genere acreditación reconocida oficialmente. 
Estas opciones se han presentado frecuentemente como alternativas o excluyentes, bien 
otorgándoles un rango jerárquico de primacía o mayor oficialidad, o haciéndolas sinónimo 
de modelos político-científicos acerca de la salud. Esta controversia corre el riesgo deconfundirnos en una falaz mezcla de cuestiones de naturaleza distinta. Examinemos 
algunas de ellas. 
Le compete a la universidad la formación de científicos y profesionales. Para poder cumplir 
su objetivo ha de contar con los recursos necesarios, humanos y materiales. Las 
facultades -secciones o departamentos- de Psicología han carecido -y carecen- 
tradicionalmente de los medios para ofrecer a sus alumnos -de pre y posgrado- una 
formación integral que abarque tanto los aspectos teóricos como los prácticos. A diferencia 
de las facultades de medicina que han contado con hospitales clínicos, nada semejantes 
se han dado en Psicología. Conforme las facultades se han ido dotando de recursos se 
han creado laboratorios (algunos modélicos), pero que si bien eran contexto idóneo para la 
investigación básica, no había lugar para una docencia práctica sobre intervenciones 
reales, ni siquiera para la investigación aplicada ligada a las exigencias de la intervención. 
El espacio natural para dar respuesta a estas carencias lo han venido constituyendo 
ciertas soluciones parciales entre ellas: 
1. El desarrollo de una política de conciertos con los diferentes servicios de salud. 
En el contexto de estos se han efectuado acciones del tipo de: a) investigaciones 
conjuntas; b) prestación de servicios; c) prácticas de alumnos de pregrado; d) 
docencia teórica y práctica para alumnos de posgrado. 
2. Paralelo o previo al desarrollo de una política de conciertos, algunos profesores 
o grupos de investigación han desarrollado programas de intervención en servicios 
clínicos diversos, algunos como programas de colaboración estable. 
3. Creación de modestas unidades clínicas en los propios departamentos (bien 
abiertas al público en general o a la propia comunidad universitaria) destinados a la 
atención clínica o al asesoramiento para problemas específicos. Estas unidades se 
han venido sosteniendo por la voluntad personal de algunos profesores, 
generalmente sin apoyo o reconocimiento alguno. 
La enumeración de situaciones diferentes no pretende ser exhaustiva, pero sí refleja la 
dialéctica de una situación carencial en constante flujo hacia la provisión de alternativas. 
Desde esta realidad las instancias universitarias tienen una situación de dificultad objetiva 
para ofrecer por si mismas programas de formación especializada. Por ello, salvo en 
algunas materias en que el contacto con la práctica externa es menos relevante. Los 
programas de formación especializada han de llevarse de forma coordinada -y 
deseablemente de forma corresponsable- con instituciones sanitarias de la red pública. 
Esta es, debe ser y será la tendencia natural en la evolución de la progresiva asunción de 
las competencias formadoras de especialistas por los departamentos universitarios de 
Psicología. 
Mientras los departamentos universitarios han ido desarrollando progresivamente sus 
competencias, los psicólogos que desarrollan su labor en los diferentes niveles de la red 
pública asistencias y centros de salud comunitaria; los responsables de estos servicios; los 
colegios profesionales de psicólogos, así como las instancias políticas responsables de la 
Sanidad, han estructurado una oferta de formación especializada denominada Sistema 
PIR (psicólogos internos residentes) como una especialidad sanitaria más, con 
reconocimiento a nivel nacional, como titulación de especialidad sanitaria, cuya aprobación 
y promulgación está pendiente de la necesaria decisión política. 
El PIR viene precedido de la implantación de fórmulas homólogas, desarrolladas bajo el 
amparo de las competencias autonómicas en materia de sanidad y educación (Asturias, 
Andalucía, Navarra, Galicia, y otras más en breve plazo). Aunque reciban la misma -o muy 
semejante- denominación que el futuro PIR, no tienen la misma entidad legal, ya que no se 
otorga una titulación de especialidad oficial, además de otras diferencias programáticas. 
Son, sin embargo, estos PIR los mentores de la futura especialidad sanitaria. 
El Sistema PIR (véase el «Documento Base para la Formación Postgraduada de 
Psicólogos en Psicología Clínica a través de un Sistema PIR», elaborado por el COP) se 
caracteriza por tratarse de una formación en régimen de psicólogos residentes, que 
durante un período de hasta cuadro años rotan por circuitos asistenciales acreditados, 
adquiriendo en ellos la formación teórica y práctica necesaria para el ejercicio de la 
especialidad. Durante este período su formación estará planificada por una comisión de 
docencia, y su labor asesorada y supervisada por tutores psicólogos de los centros y 
servicios en los que realicen las rotaciones. En la formación teórica se incluyen clases y 
seminarios y el Desarrollo de un proyecto de investigación. La responsabilidad de la 
formación (teórica y práctica) le corresponde a la Comisión Nacional de la Especialidad y a 
las Comisiones de Docencia. En ellas se integrarán representantes de los departamentos 
universitarios de las áreas de conocimiento vinculadas con la Psicología Clínica como 
especialidad (principalmente del área de personalidad, evaluación y tratamiento 
psicológico), junto con representantes de los colectivos profesionales y científicos de la 
Psicología y demás componentes. El necesario nivel teórico y el contacto con la 
investigación quedará garantizado por los departamentos universitarios que concertarán 
con las instituciones sanitarias y los circuitos asistenciales de rotación, planes de 
cooperación que posibiliten programas docentes y de investigación conjuntos. 
Si el Sistema PIR se promulga y responde a las expectativas en él puestas: ¿debería ser 
la única formación especializada en Psicología Clínica? Difícilmente la formación PIR 
puede dar respuesta a todas las demandas y necesidades de la sociedad. En primer lugar, 
el número de psicólogos/as que podrán acceder a este sistema de formación será muy 
reducido, muy inferior no sólo a la demanda de especialización, sino también inferior a las 
necesidades sociales. Pero no es sólo cuestión de ratios oferta/demanda. Los circuitos 
asistenciales acreditados formarán especialistas principalmente para cubrir las 
necesidades de la red pública, mientras que el ámbito de la intervención e investigación en 
Psicología Clínica es mucho más amplio que aquello que la red pública pueda y quiera 
cubrir. Y por citar sólo un ejemplo, hoy por hoy en España la inmensa mayoría de los 
tratamientos individuales quedan fuera del alcance de la política pública de salud mental. 
Ante esta realidad conviene recordar que son al menos tres los espacios naturales de la 
formación en Psicología Clínica: departamentos universitarios; red pública asistencial; 
instituciones privadas. También las instituciones privadas tienen su lugar, principalmente si 
tenemos en cuenta que Información -hasta en su más alto nivel- no es competencia 
exclusiva de nadie. El Estado reserva para sí el reconocimiento oficial de títulos, pero es la 
sociedad la que otorga valor de. hecho a la formación, fenómeno que se acentuará más 
profundamente en el mercado único que afrontaremos en 1993. 
Estamos, pues, ante una situación en la que el hallazgo de puntos de consenso que 
permitan lograr algunas reivindicaciones básicas es tarea prioritaria de todos los 
psicólogos, académicos y profesionales. Entre los que considero más urgentes e 
importantes están los siguientes: 
• El reconocimiento de la Psicología como profesión sanitaria. 
• La promulgación del PIR, sistema idóneo para la formación de especialistas 
dentro de la red pública. 
• Los títulos de especialidad (Psicología Clínica, entre otros) de tercer ciclo, 
garantía de una oferta más diversificada que intente cubrir el conjunto de las 
necesidades sociales. 
• La plena homologación de derecho de los psicólogos especialistas con los 
restantes especialistas de la salud. 
Sobre estos pilares podremos consolidar en España la construcción de una PSICOLOGIA 
CLINICA desarrollada por PSICOLOGOS ESPECIALISTASen cuanto PROFESIONALES 
DE LA SALUD.

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