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María Rosa Palazón Mayoral 
 
María Rosa Palazón Mayoral 
Universidad Nacional Autónoma de México 
 
 
LA HERMENÉUTICA DE GADAMER Y PAUL RICOEUR REORIENTA LA 
CRÍTICA LITERARIA 
 
Hermenéutica, holismo e historicismo. La hermenéutica, una corriente filosófica que 
no suple los métodos del análisis literario, quiere construir una ontología mediante obras que 
observen la existencia (de donde infiere categorías “existenciarias”); esta ambición la mete en 
la ética, la estética y en métodos comprensivos de textos literarios, históricos, psicoanáliticos 
y de antropología. Asimismo, Gadamer y Ricoeur, discípulos y herederos de la hermenéutica 
filológica de Schleiermacher y Dilthey, se ocuparon de seguir y confrontar las 
manifestaciones de vida, especialmente simbólicas (en las letras clásicas y la Biblia), en la 
escritura. Adicionalmente, esta corriente filosófica desempeña un arbitraje entre las 
pretensiones totalizadoras de cada sistema de investigación, señalando sus aciertos, su 
circunspección, y plantea más dudas que respuestas acerca de la inteligibilidad de aquéllos. 
La hermenéutica actual se encuentra en el punto de intersección entre lengua y habla, 
sincronía-diacronía e historia, entre psicoanálisis, varado en un inconsciente sin tiempo, y los 
cambios de la vida, y entre el enfoque a-histórico y el análisis de procesos. Ha trabajado las 
propuestas semiológicas aplicadas a un grupo de lexemas que forman un árbol de 
conjunciones y disyunciones como una propuesta estructuralista que traspone el modelo 
lingüístico originario a otros ámbitos. Por sus pretensiones de objetividad, tales análisis 
estructuralistas postularon que era impracticable aproximarse inductivamente a la gran 
variedad de mutantes narrativas orales y gestuales. Se ampararon también en un modelo 
construido axiomáticamente según el cual la explicación se compone de códigos realizados 
mediante funciones diferenciales “opositivas”. 
Se llegó, pues, a la aplicación analógica de la lengua a otros campos. No obstante, los 
códigos no fueron los mismos en cada propuesta estructural, e incluso han evolucionado hacia 
una mayor complejidad. Ejemplos. Propp localiza el código de los cuentos en funciones de 
sucesión constante (los significados de la acción en la trama son siete: lejanía interdicción, 
trasgresión, interrogación, información, engaño y complicidad (Ricoeur 1995a: 428); las 31 
funciones que aduce son las “protoformas” del mismo cuento maravilloso subyacente: uno 
solo, dada su estructura o combinaciones iguales. Greimas localiza la clave normativa en las 
acciones y los actantes, caracteres universales de la acción humana. Partiendo de los actores, 
proceso y circunstancias, opone el sujeto al objeto; en la comunicación opone el remitente a 
un destinatario; en el eje pragmático opone adyuvante y contrario. Este modelo actancial 
descansa en las normas que vinculan deseo, comunicación y acción; las transformaciones del 
texto narrativo resultan de las conjunciones y disyunciones, porque el corpus es resultado de 
un contrato, su ruptura y restauración. Esto es, lo sintagmático se explica por lo paradigmático 
mediante el contrato y su aceptación, su ruptura o violación y una conjunción nueva, 
situaciones que se ordenan según las relaciones del deseo, la comunicación y la acción. En los 
casos mencionados y la antropología de Lévi-Strauss, sólo hay identidades que unen y 
oposiciones que desunen: los análisis estructurales trabajan con un material observable, 
construido y cerrado, objeto de la ciencia empírica; establecen inventarios de elementos; 
colocan tales elementos en relaciones de oposición, preferentemente binaria, y establecen su 
álgebra combinatoria en pares opuestos. La hermenéutica reconoce como aciertos del 
estructuralismo que existen relaciones, formas inteligibles que se diferencian, no sustancias 
fijas; pero discrepa de que tales valores son relativos en tanto que cada signo, en decir de 
Actas XVI Congreso AIH. María Rosa PALAZÓN MAYORAL. La hermenéutica de Gadamer y Paul Ricoeur reorienta la crítica literaria
La hermenéutica de Gadamer y Paul Ricoeur reorienta la crítica literaria 
 
 
Trubetskoy, se define por su oposición a otros signos del mismo nivel1. Coincidentemente, 
Lévi-Strauss intenta hacer de la antropología una ciencia: los sistemas de parentesco le 
proporcionan el primer análogo de los sistemas fonológicos; establecidos inconscientemente, 
sólo son significativos en pares de opuestos. Asimismo “el mínimo común denominador de la 
unión de sexos, del que come y lo comido es que uno y otro operan una conjunción por 
complementariedad.” (Ricoeur 2003: 57). 
Algunos estructuralistas tuvieron una perspectiva holística, y, por lo tanto, estructural2. 
En sus enfoques del signo, como unidad significativa, tanto la hermenéutica filológica como 
los críticos literarios estructuralistas extendieron las secuencias analizadas. La palabra carga 
con múltiples significados y ninguno en concreto: aisladamente tiene una polisemia que 
cribará parcialmente en el enunciado: mientras tanto es una virtualidad semántica que se 
depura en el enunciado. Greimas estableció isotopías –un nivel homogéneo de sentido en 
series más largas que la oración y cuyo sentido cambia en la secuencia inmediata siguiente. 
En cuanto a la metáfora. Ricoeur afirma: ¿cómo nos percataríamos del uso metafórico de un 
término, si no es dentro de la “completud” de un sintagma o enunciado? En La forma y el 
sentido, Benveniste argumenta que en el sintagma las palabras ejercen entre sí correlaciones 
mediante las cuales adquieren valores semánticos que no tenían con anterioridad. Con Max 
Black (Models and Metaphors), Ricoeur afirma que la metáfora tiene su foco (focus) en una 
palabra que, a su vez, depende del resto de la frase o marco (frame). 
Por último, los hermeneutas localizan el sentido en el holon, el texto completo 
(Ricoeur 2003: 87), de donde surgen las “categorías de producción y trabajo de composición o 
disposición” que hace de la obra una “totalidad irreductible a la suma de sus partes” (Ricoeur 
1980: 297). La hermenéutica sostiene que la diégesis literaria tiene un carácter orgánico, 
integrador. El escrito completo posee un significado a partir de sus enunciados, o partes 
complementarias. La narración o trama manifiesta un transcurrir episódico que revela la obra 
como una unidad diferencial con un principio, medio y final, aunque no se presenten en este 
orden, una dinámica única de fines, causas y azares entrelazados: dispone los hechos en 
concordancia y plenitud. En la enunciación completa se detecta la tensión de sentido (Ricoeur 
1980: 185) o el “teorema contextual de la significación” (de I.A. Richards, Philosophy and 
Rhetorics): las palabras no operan como mosaicos aislados, sino como un “organismo” 
(Ricoeur 1980: 113). Es “el discurso tomado como un todo, el que hace sentido de modo 
indiviso” (Ricoeur 1980: 112). La comprensión es sintética, orgánica: “La transición al punto 
de vista hermenéutico corresponde al cambio de nivel que conduce de la frase al discurso 
propiamente” (Ricoeur 1980: 14, 107). Se estudia jerarquizando componentes; por ejemplo, 
entre los elementos de la tragedia, Aristóteles destaca la intriga o trama (mythos), orden que se 
refracta hacia los demás factores. En resumen, pese a las discrepancias anotadas: “Mi 
intención no es en absoluto oponer la hermenéutica al estructuralismo, la historicidad de la 
primera a la diacronía de este último […] no veo actualmente enfoque más riguroso y fecundo 
que el estructuralismo en el nivel de la comprensión que le es propio.” (Ricoeur 2003: 33). 
Explicación y comprensión. La hermenéutica se ha centrado en la interpretación, que 
abarca la comprensión (Verstehen) y la explicación (Erklären), dos caras de la misma 
moneda: el que comprende es capaz de explicar y al explicar comprende mejor, lo que 
confirma la epihermeneias de Aristóteles. Un axioma de Schleiermacher es que cada texto se 
explica porsí mismo y por el todo más amplio: cada parte está determinada por la función que 
ocupa en una unidad superior de significado. Luego, la historicidad del texto impone que las 
conjeturas interpretativas tomen en cuenta el sistema léxico de la época y del lugar en que fue 
 
1 Este maestro de la fonología clasificaba los fonemas a partir de rasgos distintivos binarios; formaba matrices con rasgos 
comunes según su lugar de articulación: alveolar, bilabial..., y según su modo de articulación: sordo, sonoro. 
2Saussure no empleó “estructura”; se utilizó primeramente en el Congreso Internacional de La Haya en 1928. 
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escrito, o enciclopedia de actuaciones, así como otras convenciones culturales e ideológicas 
vigentes entonces. 
 
El círculo hermenéutico. La interpretación suscita dificultades cuando la lectura 
obedece a un pensamiento no ligado al espacio-tiempo de la escritura textual. Ahora bien, el 
lector acepta y vence la distancia cultural desde el sentido que da su comprensión pertinente: 
la respeta el alejamiento de la oferta y la actualiza para volverse contemporáneo del escrito, y 
para volver su contemporáneo a éste. 
Las dificultades son grandes, porque la revivificación es una hipóstasis: suprime 
aquellos datos perceptivos a que apuntó el emisor: estos permanecen como márgenes 
silenciados que invitan a que el lector los rellene con sus experiencias. El escrito muestra y 
oculta, revela y reitera; se mueve en la indeterminación del acto de remitir. El presupuesto de 
Schleiermacher (Hermenéutica y crítica), de Dilthey (“El nacimiento de la hermenéutica”) y 
de Bultmann (El problema de la hermenéutica) de que el observador debe ser fiel 
absolutamente fiel al marco histórico del escrito creyó equivocadamente que el análisis 
lingüístico puede remitir a y agotarse en la época de emisión textual. Tal presupuesto erige el 
lenguaje en un absoluto. La pregunta que se planteó la hermenéutica filológica es qué 
horizonte histórico condicionó el origen y los efectos de la obra, excluyendo a sus lectores 
actuales, quienes la rescatan y ponen de nuevo en circulación. Es verdad que un texto no vale 
con independencia de cuando fue escrito; pero con los estructuralistas, Ricoeur dice que la 
comprensión no reduplica, sino que es una mímesis (que califica con el numeral III), un acto 
“configurante” e integrativa. A distancia de Gadamer (Gadamer 1977), Ricoeur escribe que el 
lector diferido raramente encuentra la pregunta exacta a que responde el texto ni las 
expectativas de sus primeros destinatarios. Las preguntas son cambiantes y más amplias, 
aunque debe admitirlas el texto. Comprender no es sinónimo de encontrar, sino un acto 
inherente a la imaginación productiva, un signo de lo análogo, es decir, de lo mismo y lo 
diferente. 
El hermeneuta es un ser histórico que ha “salirse del círculo encantado de sujeto y 
objeto e interrogarse por el ser” (Ricoeur 2003: 12-13), por cómo se adaptan algunos 
mensajes literarios a su existencia. Una interpretación pertinente retoma y vivifica la tradición 
que, de otra manera, sería un depósito muerto, un paquete cerrado, cuando es un “tesoro del 
que se extrae a manos llenas y que se renueva en la operación de agotarlo. Toda tradición vive 
gracias a la interpretación” (Ricoeur 2003: 31). El juego interpretativo conlleva el tiempo de 
la tradición, el de la interpretación y el profundo inscrito en la riqueza acumulativa de sentido, 
de los sedimentos que se mantienen, amplían y renuevan. Cuando la humanidad adquirió el 
sentido histórico, supo que el pasado va influyendo en los presentes, y se abocó a seguir los 
pasos del significado que marchan del ayer hacia un hoy en fuga: la comprensión restituye las 
marcas del pasado en el destino actual. Porque somos históricos, estamos afectados por la 
historia y la hacemos, es necesario que el texto literario se interprete muchas veces sin se 
yuxtapongan los modos de comprenderlo (dependientes de las preguntas que le formulemos), 
sino que se enlacen como algo antiguo y contemporáneo. El potencial, las virtualidades 
semánticas del discurso no obliteran su significación original; por ejemplo, comprender la 
Biblia consiste en restituir el trabajo intelectual que procede de una tradición y de la 
historicidad hermenéutica de sus intérpretes sucesivos. La comprensión pertinente es una 
“espiral sin fin” (Ricoeur 1999: 141) que pone en consonancia el texto y sus lectores; pero 
habría engaño si la comprensión siempre fuese uniforme. Debe mediar lo que Gadamer llamó 
“fusión de horizontes” o intersecciones del escrito con sus receptores, lo cual permite 
mantenerse a la mitad del camino entre la contingencia de las derivas interpretativas y los 
límites textuales, entre la conservación y las rupturas. El “arco hermenéutico” se alza desde la 
Actas XVI Congreso AIH. María Rosa PALAZÓN MAYORAL. La hermenéutica de Gadamer y Paul Ricoeur reorienta la crítica literaria
La hermenéutica de Gadamer y Paul Ricoeur reorienta la crítica literaria 
 
 
vida, se detiene en la obra literaria y vuelve a la vida o aplicaciones potenciales3. Algo similar 
sostuvo H. R. Jauss en La estética de la recepción: la fenomenología del acto de leer un texto 
de otra época renueva la historia de la literatura mediante una relación dialógica; el crítico de 
la literatura ha de conjugar la significación efectiva con la recepción, teniendo en cuenta la 
historia de los efectos, es decir, restituyendo los horizontes de expectativas que ha motivado. 
En cada época se estabiliza provisionalmente la dinámica de la recepción, o mímesis 
III, cuyo éxito se garantiza cuando el lector recibe una solución para su pregunta adecuada. En 
resumen, se trata de que la “repetición” (categoría de Heidegger) jerarquice los niveles de 
temporalización, uniendo el haber sido, el advenir y el hacer presente, de manera que pensar 
la dimensión pasada suprima en buena parte la distancia temporal, porque un texto sólo es 
inteligible cuando persiste o afecta al presente. La obra es abierta, según famoso decir de Eco 
(Interpretación y sobreinterpretación): el texto literario ha recibido y recibirá un número 
indeterminado e indeterminable de interpretaciones, hecho que atribuía falsamente a su 
organización comunicativa indistinta y vaga (este presupuesto obedecía a la superada Teoría 
de la Información), y la atribuía con más perspicacia a los modos de ofrecerse como un 
pasatiempo lúdico, una placentera actividad recreativa para ratos de ocio; hoy la hermenéutica 
la atribuye básicamente a la deriva interpretativa, o regreso de la obra literaria a su condición 
de discurso a interpretar, dice Gadamer, que, respetándolo, es adaptado a diversas 
circunstancias. Las preguntas que formulemos dependen de nuestra capacidad de “ser para el 
texto” (Gadamer 1977: 669) que flota entre intérpretes que no son los que tuvo en mente el 
escritor. Dentro de esta estira de la textualidad y afloja de las interpretaciones adaptadas, Eco 
separa las actualizaciones pertinentes, adecuadas o “sanas”, de las incorrectas, inadecuadas e 
ilusorias sobre-interpretaciones (Eco/Rorty/Culler 1995: 51)4. Su axioma es que el texto sigue 
ejerciendo una presencia confortable; las conjeturas interpretativas son aceptables si se fundan 
en la obra como un todo coherente y digno de confianza: la comprensión es más aceptable en 
el medida si más fragmentos textuales la confirman, según escribió San Agustín en su 
Doctrina cristiana. Gracias a estos márgenes de distancia y cercanía, el hermeneuta no se 
somete a la obra, sino que “gana un horizonte” ni la apropiación tiene un carácter arbitrario. 
Enfoques sincrónicos, diacrónicos e históricos. La lengua y el habla. Saussure destaca 
su rica distinción entre lengua y habla. La primera constituida por reglas, el código.Sostuvo 
que los signos están formados por un significante sonoro y un significado conceptual, o 
semántica, en mutua determinación. En su enfoque cuentan menos los elementos que las 
oposiciones distintivas, mismas que aparecen básicamente sobre el eje de las coexistencias, o 
sincronía, más que en las sucesiones o diacronía. Saussure, Jakobson (éste en sus Principios 
de fonología histórica se separó de la sincronía estática enfatizando la subordinación sobre las 
oposiciones) y Martinet se percataron de que los hechos de la serie sincrónica son relaciones 
objetivas, detectables, mientras que la diacronía son acontecimientos, mutaciones que se 
comprenden sobre la base de lo fijo, estable. Ricoeur discrepa: los estructuralistas invirtieron 
el habla y la lengua: la primera es lo fáctico que realiza la lengua y la cambia. 
La lingüística es, para Saussure, como un juego de ajedrez con reglas idénticas y 
realizaciones mudables. Esto es decir que primero registra la regularidad sincrónica y 
derivadamente la innovación diacrónica generada por el habla. Para Ricoeur las reglas no son 
anteriores a las prácticas: los fenómenos son los acontecimientos reales: la lengua es una 
abstracción tomada del habla misma. La historia comprende la génesis del cambio, su forma 
anterior y las fuentes que abrieron tal evolución. No se reduce a los cambios de estados del 
mismo sistema porque éste puede ser transformado en sus mismas reglas. La realidad humana 
 
3 La hermenéutica bíblica de la época del pietismo, aclara Gadamer, se dividió en subtilitas comprendi; subtilitas explicandi y 
subtilitas applicandi. 
 
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es histórica, cuenta con las mutaciones generadas por el habla. Con el fin de retomar la 
inteligencia integral de la lengua, y de cualquier lenguaje, la hermenéutica se opone, pues, a la 
saussureana división antinómica entre la lengua y los acontecimientos o el habla. Un texto, 
por ejemplo, es un acontecimiento. El acto de hablar, salvo en el caso de las redundancias más 
obvias, es la libertad de producir enunciados, frases, oraciones y textos nuevos (cuya novedad 
es virtualmente infinita), y hasta de violar normas: tal es su “destinación” (Ricoeur 2003: 79). 
La hermenéutica no se opone al repertorio finito, cerrado de las reglas, sino a su exaltación 
como objeto central de estudio. En el habla todo se pone en juego: el intercambio entre la 
génesis y el código, entre novedad y reiteración... El punto de vista hermenéutico concuerda 
con el postulado de Humboldt: la lengua es un proceso. Si se subordinara al método y a la 
teoría estructuralista, se volvería un absoluto, una especie de dios. Ya lo dijo Benveniste 
(Problemas de lingüística general): el discurso se presenta como acto de habla, tiene 
naturaleza de acontecimiento actual y evanescente porque es la realidad. El sistema es 
atemporal porque es una abstracción, una virtualidad. Por añadidura, cada habla es el acto 
comunicativo con un sujeto (aunque sus intenciones ostensivas se pierdan con los años, 
porque querer decir no se reduce a mostrar), lo cual se opone al anonimato de la lengua. Por 
último, repito, la jerarquía de niveles del lenguaje rebasa las reglas articuladas (léxicas, 
fonológicas, sintácticas, morfológicas): cuando se cambia del signo al enunciado o discurso, 
se abandona la lengua para meterse de lleno en el habla. La hermenéutica deshace métodos 
anacrónicos nacidos de las pretensiones científicas superadas y propone nuevos enfoques que 
nunca pretenden tener la última palabra: mal hermeneuta es quien se crea tener la 
comprensión única, la última palabra. 
Este alegato afecta las tentativas de la crítica literaria estructuralista empeñada en 
aplicar modelos acrónicos a la narrativa (metacódigo de la historia). Afecta, adicionalmente, 
al reducir los textos a un número finito de unidades diferenciales y reglas estilísticas, 
genéricas y de la lengua en cuestión. Asimismo, de que las palabras no son las cosas, infirió la 
inmanencia del lenguaje textual, vinculándolo solamente a la realidad lingüística: la literatura 
es el alimento de la literatura, dicen sus seguidores. Las letras toman los léxicos y demás 
operaciones literarias de la tradición, y encadenan las estructuras del lenguaje objeto y las 
estructuras sígnicas del texto: Éste fue el corolario que supuestamente caracteriza a un código 
(para Jakobson los niveles jerárquicos son: el lenguaje objeto; el que describe las estructuras 
del anterior; aquel que elabora conceptos operatorios, y el que axiomatiza y define los 
precedentes). 
 Para Saussure las combinatorias reglas lingüísticas son no-conscientes o no reflexivas. 
Por lo mismo, Lévi-Strauss opera con un repertorio limitado y heteróclito, formado de 
residuos de construcciones anteriores, dice Ricoeur (Ricoeur 2003: 45), que se repite, de 
manera que los mitos y los cuentos fantásticos tradicionales, afirma, se piensan a sí mismo: 
son una y misma narración, sólo existen las mismas identidades que se unen y oponen en esta 
“vasta empresa que soslaya la diacronía” (Ricoeur 1995: 447) que no encara la narración 
como un proceso de articulación e integración inopinadas de la forma y el sentido. Sus 
estudios son sincrónicos porque, alega este antropólogo, las sociedades míticas son 
conservadores relojes de repetición, frágiles a los acontecimientos, a la novedad que las 
amenaza o perturba. Sin embargo, no todos los mitos son iguales, como ha mostrado Gerhard 
Von Rad (“Teología de las tradiciones históricas de Israel”, Teología del Antiguo 
Testamento): es menester poner de pie la perspectiva invertida; por ejemplo, un cuento 
fantástico no está cobijado por la fe mítica. La inteligibilidad hermenéutica abarca la historia; 
así, el corpus del Antiguo Testamento reúne las más variadas narraciones de distintos pueblos 
heredadas por los judíos, planteándoselas como un medio para comprender el kerigma, o 
anuncio de las gestas realizadas por Yahvé en sucesión temporal. Los mitos o relatos son 
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secuencias semánticas sobre la acción que se comprenden al adentrarse en la tradición cultural 
de que proceden sus tramas. Además, cumplen la demanda del tiempo como proceso 
histórico, y no sólo como una lógica sintáctica o trama cerrada que se expresa en unos 
tiempos verbales. Esto es, la acción descrita se debe a personajes que viven y mueren en la 
oferta, y sólo son actualizados por su comprensión diferida. 
La semántica y la referencia. Los filósofos analíticos y algunos estructuralistas 
piensan que el texto literario está cerrado al mundo. A diferencia del modelo semiológico de 
la lengua, lleno de taxonomías y combinaciones, la hermenéutica, deja de lado los inventarios 
cerrados para comprender la semántica. 
 Desde la frase hasta el texto, el lenguaje se orienta más allá de sí: dice algo sobre 
algo, tal es la intención primaria de la interlocución, lo que esperan tanto el emisor como el 
oyente o lector. Los lenguajes con semántica (no autorreferidos, como la música) tienen un 
asidero en el mundo: en sus “efectos de sentido se ofrece la mordedura de lo real.” (Ricoeur 
2003: 80). Por mediación del lenguaje nos expresamos y expresamos cosas. El leguaje se 
sobrepasa hacia su referencia y hacia el otro. La mímesis III o comunicación incluye este 
rebasar el sentido hacia el mundo. La crítica estructuralista, afirma Ricoeur, intimida con sus 
modelos que toman sus propias operaciones como tema, introduciendo la ilusión de que su 
modelo agota la comprensión del lenguaje, cuando en verdad accede a niveles lógicos por el 
“empobrecimiento semántico” (Ricoeur 2003: 140). La “conjunciónde lingüística estructural 
y literatura” (Ricoeur 2003: 80) tiene alcances limitados si abandona la referencia. La 
“veridicción” que propone Greimas excluye cualquier referente externo: cuando los textos 
literarios conciben lo verdadero y lo falso se toman como ilusiones referenciales, pero se 
agotan en el mundo textual. 
En la marco de su teoría lógica, Frege distinguió entre el sentido (Sinn) de una 
proposición y su referencia o denotación (Bedeuntung; Max Black tradujo este concepto como 
referencia o denotación). “El sentido es lo que dice una proposición. La referencia [o 
denotación] hace arraigar nuestras frases en la realidad” (Ricoeur 1999: 52). La intención de 
cualquier lenguaje es denotativa. La doble articulación del signo se mueve del sentido a la 
referencia, aunque no son lo mismo, porque hay enunciados con sentido y sin referencia, 
como “el actual rey de Francia es calvo” (ejemplo que aporta Russell en El conocimiento 
humano, donde expone su teoría de las descripciones) o dos descripciones tienen una 
referencia (“El autor de Waverly” y “El autor der Marmion”, cuya referencia es Walter Scott). 
 Según la filosofía analítica existen enunciados “auténticos” o verificables, cuyo 
sentido apunta a una referencia, y los emotivos que exclusivamente manifiestan afectos. Si se 
enfatizan éstos, afirma Ricoeur, es porque son comunicables y compartidos. Al respecto Eco 
fue tajante: las ideas nacen de y portan sentimientos, y cualquier expresión lingüística de 
emociones transmite ideas (excepto una mera interjección convencional). 
Referencias metafórica y literaria. Para Gadamer y Ricoeur el lenguaje literario nunca 
se libera de una referencia mundana, no está encerrado o clausurado en su propio diciente. 
Con anterioridad se convenía en que el escritor no se mueve dentro de los criterios de verdad. 
Pero los lectores ampliamos la semántica de la obra literaria más allá de su plano expresivo: 
postulamos a partir de lo que dice de qué habla, qué refiere. Nos dejamos seducir por el saber 
del mundo que ha sido transmitido mediante su engendramiento sígnico y aparencial que, 
eliminando la forma referencial directa o primaria, da con una secundaria, con un problema 
humano universal: la irrealidad de la ficción es distinta a la ausencia de referencia. El escritor 
y sus intérpretes atribuyen al imaginario texto literario un estado de cosas mundanas; lo 
descrito era y no era, según la fórmula ritual mallorquina con que empiezan los cuentos 
maravillosos. Pero ¿de qué otra cosa podríamos hablar, si no es de una manera de estar en el 
mundo?, se pregunta Ricoeur, quien con Wittgenstein define “mundo” como la totalidad de 
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hechos, no de cosas; el “hecho” como un estado de cosas; y el “estado de cosas” como la 
combinación de éstas. Luego, hemos de equilibrar el “axioma de la clausura del universo de 
los signos con una mayor atención a la función principal del lenguaje” (Ricoeur 1999: 46): su 
“dimensión ontológica” es su apertura o denotación. Ricoeur pule este asunto diciendo que la 
literatura no pretende comprobar nada, sino que denota por ejemplificación. Esto es, divide la 
referencia en denotación directa y denotación que ejemplifica, pudiendo utilizar ficciones. Lo 
mismo sucede con la metáfora, aunque su poder heurístico se presenta como un absurdo que 
avisa para que sepamos que estamos frente a una figura que caracteriza y refiere 
indirectamente, de forma desdoblada, igual que la literatura. Ambas muestran su vocación de 
sentido y su “referencialidad”. 
 Lo dicho obliga a meterse en los vericuetos de la metáfora y de los múltiples y 
enredados principios de realidad. Según Aristóteles, esta figura se define como la epífora o 
traslación del sentido “recto” al figurado (de género a especie; de especie a especie; de 
especie a individuo; de la parte al todo y viceversa; de la materia a la cosa; de lo singular a la 
pluralidad; de lo abstracto a lo concreto, u ocurre según la cuarta proporcional: A es como B 
como C es a D y sus combinaciones derivadas; si la vejez –A– es a la vida –B– como la tarde 
–C– es al día –D–, entonces “la tarde es la vejez de la vida”, o bien sólo decimos “la tarde de 
la vida” para caracterizar comprimidamente a la vejez). También la metáfora es diáfora, 
innova. El valor heurístico de esta figura más que nombrar presupone un cambio de ideas, no 
sustituye una expresión más o menos literal por otra “ornamentada” que se decodifica 
poniendo en pie la primera. La metáfora informa, predica, y su denotación se ofrece 
desdoblada en lo literal y lo figurado. Luego, tanto metáfora como literatura inventan, 
predican, caracterizan y refieren porque descubren en su acto creativo. 
 Las retozonas operaciones retóricas, que Jakobson llamó “función poética”, invitan a 
recrearse en la oferta; no eliminan la función referencial; ésta no apuesta a una relación 
directa entre lo dicho y lo sucedido: la imaginación productiva del escritor se abroga el 
derecho de usar cierta irrealidad o una “referencialidad” diferente mediante complejos 
procedimientos retóricos. Tanto los actos de producción como de distribución y consumo 
discursivo suponen formas de verificación distintas. Las tramas novelescas, por ejemplo, son 
análogas, es decir, lo mismo y lo diferente u otro de la vida. La literatura no es historia: no 
aspira a narrar los hechos acontecidos respetando, hasta donde es posible, la adecuación entre 
lo dicho y lo ocurrido, sino que ejemplifica acontecimientos del mundo real (físico y de la 
mente) con personajes y situaciones más o menos ficticios. 
La narración literaria se parece a la historia en cuanto invita a creer que describe lo 
acontecido. Su “como si” es el pacto de que estamos ante una “cuasi historia.” (Ricoeur 
1995b: 914). Invita a interpretar la locución diciendo al receptor: relájate, distiéndete para que 
recibas un juego lingüístico verosímil y emplea simbolizaciones en una trama persuasiva que 
se limita a lo que podría haber tenido lugar, o que ha tenido lugar de otra manera y con otros 
detalles y agentes: la libertad de la ficción es un ir y venir entre datos reales y la fantasía, 
donde se mira la complejidad de los seres humanos, llenos de ideas, afectos, culpas, creencias 
legendarias que enlazan lo actual con lo inactual, lo efectivo con lo potencial, lo percibido y 
entendido con lo ilusorio. 
Anagnórisis. La formación que Gadamer atribuye a la literatura es la capacidad de 
ofrecer a nuestra visión del mundo un acrecentamiento del ser, empobrecido por la vida 
cotidiana. Si la comprensión no es desciframiento semántico: 
 
[...] y éste no es un episodio existencial (o existenciario) de la comprensión de sí y del ser, 
el pensamiento estructural se convierte en un pensamiento que no se piensa a sí mismo [..., 
sino que] depende de una filosofía reflexiva para comprenderse a sí mismo como 
hermenéutica, a fin de crear la estructura de recepción para una antropología [o literatura] 
Actas XVI Congreso AIH. María Rosa PALAZÓN MAYORAL. La hermenéutica de Gadamer y Paul Ricoeur reorienta la crítica literaria
La hermenéutica de Gadamer y Paul Ricoeur reorienta la crítica literaria 
 
 
estructural. En este sentido, es función de la hermenéutica hacer coincidir la comprensión 
del otro, con la comprensión de sí y del ser (Ricoeur 2003: 52). 
 
 
Bibliografía 
 
-ECO, Humberto / RORTY, Richard / CULLER, Jonathan (1995): Interpretación y 
sobreinterpretaci. Massachussets: Cambridge University Press. 
-GADAMER, Hans-Georg (1977): Verdad y método I Fundamentos de una hermenéutica 
filosófica. Salamanca: Sígueme. 
-RICOEUR, Paul (1980): La metáfora viva. Madrid: Europa. 
-RICOEUR, Paul (1995a): Tiempo y narración II. Configuración del tiempo en el relato del 
tiempo de ficción. México: Siglo XXI. 
-RICOEUR, Paul (1995b): Tiempo y narración III. El tiemponarrado. México: Siglo XXI. 
-RICOEUR, Paul (1999): Historia y narratividad. Barcelona: Paidós, e ICE Universidad 
Autónoma de Barcelona. 
-RICOEUR, Paul (2003): El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica. 
Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 
 
 
Actas XVI Congreso AIH. María Rosa PALAZÓN MAYORAL. La hermenéutica de Gadamer y Paul Ricoeur reorienta la crítica literaria

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